Experiencias de un profesor (15: Iris Yuan)
Deseoso de hacerse con nuevos coñitos, nuestro profesor accede a participar en una iniciación. Si lees la experiencia, valórala y coméntala. Las colegialas te lo agradecerán...
No recuerdo bien cómo acabe llegando al hotel después de la orgía marina con las cinco putitas del equipo de voley. Estaba reventado de pedalear y de follar, así que supongo que me echaron una mano las niñas. Me despabilé en la ducha, eso sí sé. Y fijaos si estaba cansado que ni me moví de debajo del chorro de agua caliente cuando oí extraños ruidos en la habitación.
Compartía cuarto con mi amiga Bea, la única amiga que conservaba de mis tiempos universitarios. Follamigos, era la palabra adecuada. Trabajábamos en el mismo colegio (yo dando clases de biología y similares, y ella educación física) y nos aprovechábamos del ambiente del lugar como unos depravados depredadores.
Tras terminar de secarme y vestirme con esos albornoces tan chulos que dejan en los hoteles, me di cuenta ya de aquellos ruidos.
-¡¡HHHHMMMMMM..:!! ¡¡HHHHMMMMMMMM...!!
Vale...
Abrí levemente la puerta del baño y miré: dos maromos atléticos, bronceados y con pinta de surferos ciclados de pastillas estaban follándose a Bea como dos posesos. Mientras uno le reventaba el coño con potentes golpes de cadera (los músculos del culo del tío se marcaban tanto que casi me asustaban), el otro le metía la polla tan adentro de la garganta que la cara de mi amiga era todo un poema.
-¡¡HHHMMMMMM...!! ¡¡HHHMMMMM...!! ¡¡HHHHHMMMMM...!!
Se me puso tiesa allí mismo. Veía a mi amiga penetrada por dos prototipos de musculitos, a cuatro patas y con las tetas bailando, chorreando semen y fluidos vaginales por el coño y semen y saliva por la boca. Aquello sí era una película porno y no lo que yo grababa. Que mis niñas era unas guarras profesionales y muchas estaban muy muy buenas, pero yo... bueno, no. Sí, tuve que pajearme.
-¡¡HHHMMM...!! ¡¡HHMMM...!! ¡¡HHHMM..!! ¡¡HHHHMM...!!
Los dos tíos incrementaron la velocidad de sus embestidas. Bea apenas podía mantenerse quieta, apenas podía gemir con tanto rabo en su boca. Y por las caras de los tíos, estaba claro que mi amiga no era un elemento pasivo del trío. Conocía muy bien sus agujeros, y estaba seguro de que apretaba y relajaba el coño en los momentos exactos, y que apretaba labios y lengua cuando había que hacerlo.
-Ahhh, fuck, I'm... I'm gona cum again...!!!
Vale, guiris.
-Oh, yeahhhhh, bitchhhhhh...!!!
-¡¡HHMMM...!! ¡¡HHHMM..!! ¡¡HHHHMM...!! ¡¡HHHHHMMMMM...!!
Y entonces los dos volvieron a descargar dentro de ella. Vaya caras. Y vaya aguante, porque no dejaron de moverse a pesar de que las corridas salían del coño y boca a borbotones. Bea sonreía como una loba y continuaba dejándose hacer. El que la tenía dentro de su boca la agarró del pelo, sujetándola para correrse a gusto. EL otro azotaba el culo de mi amiga con saña, dejándole unas buenas marcas de las que yo me reiría (por envidia de no haberlas provocado yo) durante la semana siguiente.
Dejé un manchurrón en la puerta del baño y, discretamente, me vestí con la ropa que había llevado antes. Vamos, el bañador y las sandalias. No quería molestarles, que parecían muy ocupados...
-¡¡HHMMMMM...!! ¡¡HHMM..!! ¡¡HMMMMM...!! ¡¡HHHHMMMM...!!
-Yeah, yeah...!!
-OH, FUUUUUCCCKKKKKK...!!!
Cuando salí del baño y me deslicé hasta la puerta ni siquiera miraron.
Se les oía en el pasillo. De hecho dos tipos del servicio de habitaciones estaba ahí, haciendo como que limpiaban, o muy ocupados con un ficus. Ya. Lo abultado de sus pantalones ya hablaba suficiente por ellos. Les guiñé un ojo y me sonrieron con vergüenza y timidez.
-¡¡¡JOOODERRRR, SÍ...!!! ¡AHÍ, PUTO GUIRI! ¡¡¡AHÍIIIIIHHHH...!!!
Necesitaba un café. O una copa. O las dos cosas.
Así que bajé al bar. No era el único que iba vestido de aquella guisa. Muchos de los huéspedes se tomaban sus vacaciones con una total relajación de las convenciones sociales e iban con chanclas y bañadores. Algunos incluso se ponían calcetines y sombrero. Vaya espectáculo.
Me senté en una mesa e inmediatamente apareció una servicial señorita a tomarme nota. Su uniforme ajustado hacía que caderas, culo y tetas quedaran bien marcados. No era muy bonita, pero tenía un cuerpo que sí. Y por su actitud, lo sabía y lo utilizaba. Seguramente para obtener buenas propinas. Le pedí un café antillano (le había cogido gusto desde mi viaje de fin de carrera al Caribe) y me lo sirvió en un visto y no visto. Me sonrió y se fue con un golpe de cadera.
Me quedé allí embobado en mis pensamientos.
-¡Profeeeee...!
Y un golpe en mis hombros justo cuando iba a beber un sorbo que casi hizo que se me cayera la taza. Antes de que pudiera reaccionar, la inefable Carola Fabrés se sentó en una silla a mi lado. Sonreía, maquillada y con el pelo recogido en unas trenzas, vestida con un vestido corto de una sola pieza. Los tirantes de los hombros revelaban que llevaba un bikini y no ropa interior.
Sonreía, decía, y eso sólo significaba que iba a haber problemas excitantes.
-Señorita Fabrés... -saludé.
-¿Cómo vas, profe?
-Aquí, tomándome un...
-Oye, tengo un tema -me cortó.
Se inclinó hacia mí, apoyando una mano en mi pierna, lo suficientemente arriba del muslo como para que cualquiera que mirara sacara conclusiones.
-Dígame, señorita -suspiré.
-Me mola cuando te pones así de seriote -susurró con una risita. Su mano subió hasta mi entrepierna. Un tirante del vestido cayó.
Sonreí a mi pesar.
-Resulta que queremos gastarle una broma a Iris.
-¿A la señorita Yuan?
-¡OooOooOhhh...! -canturreó-. Veo que la idea de la chica te la pone tiesa, ¿eh, profe? -se rió.
-Ejem...
-Pues eso -la mano subió hasta agarrarme la polla por encima del bañador. Comenzó a moverla-, que Aitana y yo queremos... bueno, queremos que se desmelene.
-¿Que se... hmmm... desmelene?
Por el rabillo del ojo me di cuenta de que los jueguecitos de la putita no estaban pasando desapercibidos. La camarera nos miraba con una ceja levantada y una sonrisa en los labios. Le guiñé un ojo y me encogí de hombros.
-La tía se muere por tener las tetas de Aitana en la boca, ¿sabes? -ronroneó.
-¿Sólo las de la señorita Villar-Mir o también las de alguien más...?
La chica se rió. La parte de arriba del bikini quedó al aire. Era un bikini tan exiguo que prácticamente sólo tapaba los pezones. Y estaban tan duros que se marcaban igual.
-¡Ay, profe...! -metió la mano bajo el bañador y me tocó directamente-. Sí, vale, le he estado poniendo el culo en la cara todo el día. Seguro que se ha estado tocando pensando en comerse mi coño.
-Bueno, no es la única...
-Joder, profe, siempre sabes qué decir en el momento adecuado -suspiró-. ¿Ves? Ya tengo el coño mojado sólo con esa frase.
Me masturbó con suavidad unos segundos. Yo seguía mirando a la camarera. La chica se estaba poniendo roja, apoyada en la barra con una mano y no perdiendo detalle. Seguro que la otra mano la tenía entre las piernas.
-Bueno, ¿vienes?
Me debía de haber perdido algo.
-Que si vienes a nuestra habitación... -dijo en tono molesto, levantándose y dejándome la polla como el mástil de un velero.
-¿Y yo qué voy a hacer allí?
Se agachó. Sus tetas rozaron mi hombro.
-Seguro que no te quieres perder el espectáculo -me susurró-. Y, además, a lo mejor vas y participas...
-Pero la chica es lesbiana...
-¿Y? -dijo en voz alta-. Yo no y me gusta una boca de mujer entre mis piernas -declaró-. Seguro que no le hace ascos a un rabo en el coño. Venga, vamos -me instó cogiéndome de la mano para que me levantara.
-Espera que tengo que pagar...
Me acerqué a la barra y le pagué a la camarera. La chica estaba ruborizada y, cuando me dio el cambio, los billetes estaban algo húmedos. Se dio cuenta cuando la miré sorprendido y se encogió de hombros con una sonrisa.
-514 -dije.
Ella sólo asintió.
-¿Te vas a tirar a una camarera cuando nos tienes a nosotras? -se quejó con razón Carola mientras salíamos.
-¿Que número he dado? -le pregunté.
-El 514... ahhhh... -sonrió-. ¡Qué cabrón! -me contestó con una palmada en mi culo.
Era la habitación de las niñas. Si se pasaba... pues oye, ya de perdidos al río, ¿no? La camarera tenía pinta de tener un culo de aúpa.
-Vale, pero lo primero es lo primero -seguía diciendo Carola mientras llamaba al ascensor-. Lo suyo es centrarnos en Iris.
Se abrió la puerta del ascensor y nos metimos dentro.
-La chica es un tanto pánfila, pero ya te digo yo que tiene ganas de que se la follen.
Le di al botón y comenzó a cerrarse la puerta.
-Así que dentro de un rato ella y Aitana volverán a la habitación y nosotros estaremos... ¡¡ehhhh...!!
El ascensor no había empezado a subir cuando le obligué a darse la vuelta y la coloqué contra el espejo. Sonaba una musiquita estúpida. Le subí el vestido y le arranqué el tanga. Mi polla seguía medio tiesa, y en cuanto la acerqué a aquel culo recuperó toda su longitud.
-¡Pero profe...! -fingió protestar la chica mientras apretaba su culo desnudo contra mi polla.
-¡Joder si eres mala bicha, Carola! -dije yo, sacándome la polla y poniéndosela entre las nalgas.
-¿Yo...? Yo sólo soy una chica a punto de ser -empezó a mover las caderas, restregando su culo contra mi glande. Decía la verdad cuando dijo que estaba mojada- violada en un ascensor por mi malvado profesor...
-¿Violada?
-Sí...
Y de un golpe de cadera suyo se metió mi polla en el coñito.
-¡Ahhhh...! Cógeme de las tetas...
Obedecí. Las tenía ya fuera, la muy hija de puta. Le agarré de los pezones y tiré de ellos, haciendo que la chica moviera el culo el respuesta, follándose ella misma mi polla.
-¡Aaahhh...! ¡Ahhhhhhh...! ¡Aaaaaaaahhhhh...!
-¿Eso querías... zorraahhh...? ¿Que te follara... en el... ascensooorr...?
-¿Follarme túuuuhhhh...? ¡Ohhhh...! Aquí... aquí soy yo la queeehhh... ¡decideehh...!
Y entonces me empujó con el cuerpo y mi polla se escapó de su coño. Por segunda vez en el día, una zorra cabrona me dejaba sin mi orgasmo.
-¡¡Pero...!!
La niña se empezó a descojonar. Se dio la vuelta, me agarró la polla con la mano y, allí, con las tetitas fuera y una cara de perra lasciva como jamás me había encontrado, me dijo:
-Guarda las balas, profe... Querrás ver una buena de tus corridas saliendo del coñito de Iris, ¿no?
No pude responder.
-Pues eso, que te necesitamos con ganas, profe. Así que guarda tu herramienta -lo hizo ella misma con un movimiento rápido de la mano- y resérvala para después.
Se agachó y recuperó el tanga del suelo. Me lo tendió.
-Toma, para tu colección, aunque la tengas repe.
¿Cómo sabía ella...? El ascensor se detuvo.
-Que te conozco, profe -me dijo con un tono de 80 años de vida detrás-. Que te conozco...
La puerta se abrió en el piso correcto. Estas chicas me manejaban como les daba la gana. ¿Mi harén? Sí, al final iba a tener razón Bea. No quedaba claro si ellas eran mis juguetes o yo el de ellas.
Me cogió de la mano y me llevó, medio riéndose, hasta su habitación. Llamó, comprobando que no había nadie, y finalmente entramos. Me quedé pasmado al ver que no había tres sino dos camas. ¡Tres chicas, dos de ellas unas guarras y la otra una tímida lesbiana en un cuarto con dos camas! Vaya hijas de puta, Carola y Aitana. La chica se carcajeó al leer mis pensamientos tan claros en mi cara.
-Comparto cama con Aitana -me dijo-. Anoche hicimos ruiditos sugerentes...
-¿Sólo ruiditos?
-¿Por quiénes nos tomas? -preguntó indignada-. Por supuesto que NO hicimos nada -se sonrió-. Eso habría estado...
-¿Mal?
-No. Habría acortado la diversión. Ven -me urgió-. Vamos al baño.
Nos metimos en el cuarto de baño. Como no podía ser de otra manera entre adolescentes, estaba hecho un desastre. Ropa colgada de la ducha, bragas por el suelo, un enorme muestrario de productos de belleza en el lavabo, toallas mojadas arrebujadas en una esquina... Sacudí la cabeza. Yo también había sido así.
-Bueno, ¿y ahora?
-Ahora esperamos.
-¿No me vas a decir...?
-Vaaale... Joder, qué pesado te pones, profe -protestó, pero se encogió de hombros y se sentó en la taza.
Cruzó las piernas, esas bonitas piernas que escondían un tesoro de perversión, y me explicó lo que había ideado.
-Aitana ha convencido a Iris de que tiene que arreglarse entera -separó las piernas, dejándome ver su depilado coñito-. Ya sabes, depilarse y tal.
-¿Y cómo la ha convencido? -yo miraba sus labios hinchados y húmedos tras la penetración en el ascensor. Ya notaba mi polla pidiendo guerra otra vez.
-Pues porque la pobre no tiene mucha voluntad -me comentó con crudeza. Se volvió a encoger de hombros-. Le ponen las tetas de Aitana, así que no necesitó mucha comida de tarro.
-Bueno, son una tetas que...
-Sí, profe -dijo mirándome el paquete en crecimiento-. Ya veo que te ponen sus tetas.
-¿Celos? -sonreí.
-Te regalé mi culo, profe, no lo olvides.
Como para olvidarlo. Y ella tampoco lo había olvidado, a juzgar por el enrojecimiento de sus mejillas.
-Han ido a comprar lo necesario -continuó la niña, acariciándose con descuido el coño y apoyando la espalda en la cisterna de la taza-. Cuchilla, espuma... ya sabes.
Yo sólo veía sus labios vaginales engordando y poniéndose rojos. Tuve que sacarme la polla. Estaba dura y gorda, con le glande amoratado de las ganas que tenía de correrse por fin dentro o sobre una de aquellas zorras despiadadas. Carola se rió. Se sacó las tetas del vestido y se las tocó hasta que sus pezones se pusieron duros.
-Le afeitará en la cama -prosiguió, sonriendo y pasándose la lengua por los labios-. Y como quien no quiere la cosa, empezará a toquetearla. Le besará los labios -dijo con voz insinuante-, pasará le lengua sobre ellos y entre ellos -abrió su coñito con los dedos y me dejó ver su clítoris hinchado-. Hmm... y empezará a comérsela.
Se abrió por completo de piernas y comenzó a masturbarse. Yo hice lo mismo.
-Después sacará uno de nuestros dildos... hmmm... y se lo meterá mientras sigue comiéndose su coñito. La desvirgará... hmmm... la rubia de sus sueños y después... hmmm... cuando ya esté pidiendo más... apareceremos nosotros y te la tirarás como... hmmm... ahhh... como debe ser...
Me froté el glande hinchado despacio, conteniendo las ganas de joderme a esa niña en el baño. Carola jugaba con la idea, por supuesto. Era una chica mala. No había otra descripción para lo que estaba haciendo: masturbarse cada vez más fuerte, ahogando sus gemidos y jadeos, salpicando de flujo vaginal el suelo y pellizcándose los pezones.
-Eres una hija de puta, Carola.
-Síiihhh... ¿verdaaaad...?
Mi ácida contestación quedó cortada al escuchar el sonido de la puerta y dos voces, una animada y la otra tímida. Le hice señas a Carola de que parase. Sólo dejó de hacer ruidos sugerentes. La muy zorra siguió frotándose el clítoris con saña. Yo me volví hacia la puerta y abrí una rendija.
-Pon esa toalla... sí así. Y túmbate.
-¿Me... me quito las...?
-No te preocupes nena. Ya lo hago yo.
Escondido presencié cómo la chinita se tumbaba en la cama, vestida con una minifalda y una camiseta a juego. Aitana, que iba en shorts deportivos ajustados y un top que apenas contenía sus tetazas, se había arrodillado junto a la cama. Desde donde estaba la rubia me pillaba de espaldas, pero el rostro entre arrebolado y asustado de Iris no me lo perdí. Aitana metió sus manos por debajo de las nalgas de la chinita. Agarró las bragas y se las quitó. Iris dejó escapar un gemido, cortándolo de inmediato con vergüenza. Aitana hizo como que no lo escuchó.
-Madre mía, nena, ¡vaya matojo!
Como cualquier chica de sangre oriental, Iris tenía bastante vello en la entrepierna. No como para escandalizarse, pero estaba más que claro el juego de la rubia.
-¿S-sí...?
-Esto necesita operación ya. Mira, si apenas se te ven el coñito...
-¡Ahhh...!
-Tranquila... que sólo he apartado un poco la maleza.
-V-vale...
-Tienes unos labios bonitos... hmmm... cuando termine ya verás...
Aitana se levantó, haciendo que sus tetas rozaran sin querer los muslos de la niña y haciendo que la pobre gimiese. La rubia se dio la vuelta, me miró directamente y me guiñó un ojo. Fue hasta su maleta y sacó un neceser. Lo abrió y me lo enseñó: utensilios de afeitar... y un dildo doble como de 6 centímetros de ancho y casi 40 de largo, de color morado y con venas y glandes bien marcados. Estaba doblado sobre sí mismo. Me quedé pasmado y vi en la cara de Aitana malvada diversión. Se dio la vuelta para proseguir con sus planes. Detrás mío Carola dejó escapar una suave risita. Había dejado de masturbarse y se había puesto de rodillas a mi lado para poder mirar también. Su melena me rozaba los huevos y hacía que mi polla temblase.
-Bueeeeeno... vamos a ver qué hacemos, ¿eh?
-Oye... despacio, vale...
Aitana dejó el neceser en el suelo junto a ella y empezó a sacar unas tijeras, un cepillito y una afeitadora a pilas.
-Tranquila, nena. Seré muy muy cuidadosa. Yo también estoy depilada, ¿sabes?
-¿Ah, sí?
-Claro. ¿Quieres verlo? .preguntó de repente.
-¡N-no, no...! No hace... falta.
Mentirosa...
-Como quieras, nena.
Se arrodilló de nuevo, separó bien las piernas de Iris y comenzó a trabajar. Empezó por recortarle el vello con las tijeras, cepillándolo para cortarlo todo igual. La chinita se relajó. Sus piernas dejaron de estar tensas y sus manos dejaron de agarrarse a la colcha.
-Oye, Aitana...
-¿Sí?
-¿C-cómo es que tú...? O sea... ¿por qué te depilaste el... el...?
-¿El coño? Pues porque me gustaba que me lo comieran sin estar quejándose de tragarse pelos.
-Que te lo...
-Sí, nena. No hay como... a ver que corto por aquí... no hay como una buena boca pegada al coño, con una lengua... sí, así... bien entrenada que te haga subir como un cohete, ¿sabes?
-¿Y tú...?
-Sí, nena. Muchas veces.
Continuó hasta dejarle el coñito como una peluquera profesional. La verdad es que la chinita tenía una entrepierna bonita. Como era delgada, el grosor de los labios destacaba bastante. También ayudaba el hecho de que estuvieran levemente enrojecidos, pues la niña, cómo no, estaba algo excitada. Carola llamó mi atención y, por señas, me indicó que el suyo también lo había arreglado Aitana. No, si al final la jodía iba a acabar haciendo profesión de depilar coños.
-Bueeeeno... ya está.
-¿Ya?
-Sí. Ahora... ¡Toca la afeitadora!
Iris se sobresaltó al escuchar el motorcillo de la máquina, pero enseguida se relajó. Sus músculos temblaron un poco al sentir la vibración sobre el pubis. Ahogó un jadeo y Aitana se rió.
-¡Tranquila! Esto no es nada.
-No, si no me duele...
-¿Te gusta?
-...
La maquinilla comenzó a apurar la piel del coñito de Iris. Con cuidado, poco a poco, la afeitadora se movió hasta dejar sólo los labios sin tocar.
-Bueno, no me extraña. Yo tengo un vibrador muy pequeñito que hace maravillas, ¿sabes?
-Ah...
-Sí. Una vez lo llevé a clase. Nadie se enteró y yo me lo pasé muy bien...
-¿Cómo que...?
-Sobre el clítoris, nena. En clase. Encendido. Tuve tres orgasmos y nadie se dio cuenta...
-¿De verdad hiciste eso?
-Oh, sí. Y a veces lo hago. Para molestar, ja. Don Sergio sabe que lo hago y se pone malísimo.
-Oh.
La niña se quedó callada, pensativa.
-Una buena polla en el coño es de lo mejor que hay, ¿sabes?
-Ya, bueno...
-Aunque unos labios de chica sobre los tuyos tampoco están mal, ¿eh?
-B-bueno, yo...
-Carola come el coño muy bien. No me extraña que te hayas fijado...
-¡Y-yo, no...!
Aitana volvió a reírse.
-Tranquila, ya sé que te molan las chicas. A mí me da igual carne que pescado.
-Ah...
-Bueno, vamos con el interior. Ahora relájate, ¿vale?
-Vale...
Aitana separó los labios y comenzó a pasar la máquina por dentro. Iris intentó aguantar sin moverse ni decir nada, pero no pudo evitarlo. El calorcito de la máquina, la vibración y tener a la rubiaca entre las piernas hacían que se excitara mucho. Su coñito se enrojecía por momentos, sus labios se hinchaban y su pequeño clítoris se veía duro.
-Parece que tenemos a alguien que le está gustando, ¿eh?
-S-síii... ahhhhh...
-Ponte cómoda, anda.
Iris obedeció, separando más las piernas y dejando que colgaran del borde de la cama. Aitana volvió a aplicar la máquina, esta vez sólo posándola, sin el cabezal, sobre el clítoris de la niña.
-¡Aaaahhhhh...!
-Voy a dejar esto aquí mientras te limpio con el paño húmedo, ¿vale?
-¡Síiiiihhhh...! ¡Vaaahhhhleeeeehhhhh...!
La chinita se agarró de las tetitas. Se las estrujó por encima de la camiseta mientras la afietadora le daba placer. Aitana cogió el paño, como dijo, y empezó a limpiarle el coñito de los restos de vello cortado. Lo hizo con mucha suavidad, pero sin olvidar ningún recoveco. Cada vez que el paño húmedo rozaba el interior de los pliegues, rozaba la entrada del coñito, bajaba hasta el ano, subía al clítoris, Iris gemía. Y gemía cada vez más alto.
-¡AAAAAHHHHHH...! ¡AAAAAAAHHHHHHH...!
-¡Madre, mía, Iris! Cómo tienes el coñito...
-¿Tehhhh... te gustaaaaaaaaaaahhhh...?
-Es precioso. ¿Y sabes? Me están entrando ganas de...
-¿D-deeehhhh...?
-De comérmelo.
-¡Ohhhh, síiiii...! ¡Hazlo, Aitana, por favooooooorrrr...!
Y la rubia, ni corta ni perezosa, aplicó su boca al coñito. Lo besó con dulzura, y con cada beso la chinita gimió. Sacó la lengua y la pasó con suavidad por encima del clítoris, y a cada roce la chinita gritó. La afeitadora, olvidada, cayó al suelo sin dejar de vibrar.
Mi polla, dura como si fuera de acero, me estaba suplicando que la dejara ir a la habitación. Me toqueteé para calmarla mientras Aitana se agarraba al culo de Iris y comenzaba a comerle el coñito con verdaderas ganas.
-¡AAAAAAAHHHH...! ¡AAAAHHHHHHHHH...! ¡OOOHHHHHH...!
Carola aprovechó ese instante para darse la vuelta y, con la cara justo enfrente de mi polla, susurró.
-Es buena, ¿eh?
-Ya te digo...
-Joder cómo te pone el espectáculo, profe. Tienes la polla...
-Con ganas, niña. Con muchas ganas.
-Vaaaale...
Mientras Iris gemía, jadeaba y se convulsionaba agarrándose los pechitos, Carola comenzó a besarme el glande, lamiendo sus superficie hasta dejarla tan ensalivada que, al mínimo roce de su boca, se coló dentro. No grité de triunfo no sé por qué.
-¡SIGUEEEEEEHHHH...! ¡AITANAAAAAHHHH...! ¡AAAHHHHHH...!
Y Carola comiéndome la polla e intentando hablar a la vez.
-Hmmmpffggg... Nopierdaffffff... Hmmmpfggll... Detlallleeeggg...
-¡Me voy a...! ¡ME VOY A...! ¡SIGUEEEHHH...!
Aitana separó la boca del coñito, dejándole a la niña al filo del orgasmo.
-¡Ah, no, nena!
-¿P-por qué paras...?
-No voy a comerte el coñito si no confiesas...
La rubia irguió el torso. Uno de los pechos casi se había escapado del top. El espectáculo para la chinita debía ser de cine.
-Q-que confiese...
-¿Quién prefieres que sea tu primera vez, nena?
-¿E-eh...?
Aitana se levantó, liberó sus enormes tetazas y se quitó el short, quedándose completamente desnuda delante de Iris. Ante el pasmo de la niña se inclinó sobre ella, colándose entre sus piernas, rozándole el cuerpo con las tetas y avanzando hacia su rostro. No le veía la cara (sólo veía dos coñítos enrojecidos e hinchados, los labios separados y goteando), pero seguro que estaba poniendo su cara de zorra maestra.
-Carola o yo, boba...
-¡Tú, sí, tú...!
-Eso quería oír...
Se tumbó sobre ella, besándole la cara y la boca. Las manos buscaron la camiseta y tiraron de ella para dejar a la vista los pequeños pechos de Iris. La chinita le rodeó la cintura con las piernas y la apretó contra sí. Se morrearon con pasión, Iris seguro que sin creerse lo que estaba pasando y Aitana frotando su entrepierna contra el pubis de la otra.
Carola eleigió ese momento para sacarse mi polla de la boca. No protesté. Me molaba el espectáculo que se desplegaba ante mí: dos cuerpos diferentes pero ambos excitantes entregándose al placer lésbico sin frenos. Carola se levantó y comenzó a desnudarse, apilando la ropa sin orden sobre la taza. Se tumbó en el suelo y se masturbó.
-Ahora... ohhh... -me susurraba-. Espera a que... ahhh... a que Aitana haga su magia -se retorcía con ambas manos en su entrepierna, una sobre el clítoris y la otra penetrando con sus dedos su húmedo sexo-. Y luego... ohhh.... Luego ve...
Yo asentí, intentando calmarme y pensar con claridad en vez de lanzarme sobre la morena. Volví mi atención al cuarto. Aitana se había llevado una mano de Iris al punto de encuentro de sus coñitos. La chinita tocaba a la rubia y ésta a la otra. Gemían con las bocas ocupadas en enlazar sus propias lenguas.
-¡HMMMFFF...! ¡HHHHMMMMM...!
-¡AAHHHMMMFFF...! ¡AAAAAAHHHMMMM...!
Los flujos vaginales de ambas se juntaban en los labios de Iris y bajaban por su coñito, manchando su ano y cayendo a la toalla sobre la colcha. Se frotaban con ganas, Aitana siempre comandando la jugada y haciendo que la chinita se dejara llevar completamente por la pasión.
-¡HMMMMPPFF...! ¡HHHMMMMMFFF...!
-¡AAHHHMM...! ¡¡MMEECORRRRFFFFF...!! ¡¡AAAAAHHHHHHHHH...!!
Iris separó la boca de la de Aitana y gritó su orgasmo. La rubia le mordió el cuello y le metió los dedos en el coñito todavía virgen mientras la chinita se convulsionaba y gritaba. Las piernas se agitaban y sus manos se agarraban a lo que fuera: la colcha, la melena rubia, el coño de Aitana...
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!!
-¡Sí...! ¡Córrete, nena! ¡Córrete...!
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH...!!!
Aitana no dejó de masturbarla, de morderla, de acariciarla hasta que los temblores de Iris se suavizaron. Cuando la niña se calmó por fin, Aitana la besó con ternura (Iris apenas reaccionó) y se levantó. Me sonrió de nuevo y me hizo señas de que esperara todavía, de que no tardaría en entrar en acción. Se agachó y sacó el dildo morado del neceser.
-¿Iris?
-¿Hmmm...?
-Bueno, te ha gustado, ¿verdad?
-S-sí....
-No hemos terminado.
-¿Eh...?
La chinita se medio incorporó para vez qué hacía Aitana, y ante todos, la rubia agitó el dildo. Iris abrió los ojos como platos y se quedó lívida.
-No te asustes, nena.
-¿¡M-me vas a m-meter eso...!?
-Nos lo voy a meter, nena...
Con cuidado se introdujo un extreme dentro de su coño. Gimió mientras lo hacía, metiendo más y más longitud dentro de ella y sonriendo a la chinita mientras lo hacía. Al final quedaron como 20 centímetros de dildo colgando de su sexo. Avanzó hacia Iris de nuevo.
-Tranquila, nena...
-P-pero...
Aitana se coló entre las piernas, se inclinó y le besó las tetitas.
-Tranquila, preciosa. Hoy será tu primera vez...
-Pero yo sólo quería...
-Sí. A mí, ¿verdad?
-Ajá...
-Pues ahora vas a tenerme entera. Vamos a follarnos juntas, ya verás...
-V-vale...
La rubia se terminó de tumbar sobre Iris. Con una mano tanteó la entrepierna de la niña, constatando lo húmeda que se encontraba. Metió un dedo, luego otro. El coñito de Iris se abría solo, sin obligarlo, entre gemidos ahogados.
-Hmmmm... ¡Ahhhhh...! ¡Ahhhh...!
El dildo rozaba sus labios conforme las caderas de Aitana se movían arriba, abajo y a ambos lados.
—¡Qué apretadito! —exclamó la rubia— Hmm… pues ya verás, esto te va a dejar abiertísima…
—¡P-pero…! —la chinita se asustó. Yo también me asustaría si me fueran a meter esa verga.
—Tranquila… —Aitana la besó con dulzura—. Relaja las piernas. Dolerá al principio, pero después… ¡ohhh, después! Ya verás. Confía en mí.
—Vale…
El dildo chorreaba fluidos desde el coño abierto de Aitana. El glande morado rozaba el coñito de Iris. Los labios se abrían, separándose para intentar abrazar esa cabeza descomunal. La niña tenía miedo pero también estaba excitada. Sus ojos delataban el enorme deseo que sentía por la rubia.
—Poco a poco, tranquila…
Y Aitana, casi tendida sobre la chinita, agarró con su mano el dildo y lo dirigió a la entrada virgen. Fortó, y con cada roce Iris gimió. Se tocó las tetitas sin dejar de mirar los ojos de Aitana. La rubia empezó a empujar.
—Ahh… sí, ya entra…
—¡AHHH!
—Ya… ya entraaahhhh…
—¡¡AAAAAAAAAHHH!!
—Ahí, ahí dentro, sí…
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!
Y lo metió hasta que sus coños acabaron besándose de nuevo. Iris gritó sin tapujos de dolor y placer. Aitana sonreía como una loba mientras comenzaba a mordisquear los pezoncitos de la chinita. Tras dos o tres segundos así en los que yo disfrutaba de un espectáculo sin parangón en mi vida, Aitana comenzó a mover sus caderas.
—¡Ahhhhhhh! ¡AAAAAAHHHHH! ¿TE GUSTAAAHHHH?
—¡¡AAAAAAAAAH!! ¡¡SÍIIIIIIIIIIHHH!!
Sus coñitos se frotaban entre sí mientras se tensaban rítmicamente y el dildo entraba y salía de ellos. Sus agujeros entremezclaban sus fluidos y empapaban la cama. Aitana tironeó de las tetias de Iris con los dientes, cada vez con más fuerza, incrementando los gritos de la chinita, haciendo que el placer fuera cada vez más intenso.
—¡¡HMMMM!! ¡¡HMMMMMM!!
—¡¡¡AAAAAHHHHH!!! ¡¡¡AAAAAAAHHHHHH!!! ¡¡¡AAAAAAAHHHH!!!
Mi polla seguía tan tiesa que me costaba horrores no cascármela. No me hacía falta mirar hacia atrás para saber que Carola seguía masturbándose con pasión. La morena era capaz de correrse seis o siete veces seguidas sin perder fuelle. Eso me lo había confesado Bea.
—¡¡¡AAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡MEEEHHH!!! ¡¡MECORRROOOOOHHHH!!
—¡¡SÍIINENAAAAA!!!! ¡AAAHHHHH!!!
La chinita se convulsionó con fuerza. Se agarró a la espalda de Aitana intentando encontrar algo a lo que sujetarse mientras su cuerpo se sometía al orgasmo más brutal que jamás hubiese sentido.
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!!!
—¡VAMOS! ¡¡MÁAAAAAAASSSS!!
Aitana no dejaba de moverse, haciendo que sus coños empapados siguieran jodiéndose mutuamente. Iris dejó de gritar, dejó de hablar, medio desmayada.
—¡…!
—Pues… pues estooohhhh… no ha terminado…
—¿…?
La rubia se giró con Iris abrazada a ella. Rodaron por la cama hasta que la Aitana quedó tendida de espaldas y la chinita estuvo a horcajadas sobre ella. El dildo se salió del coñito de Iris con ruido húmedo. Su coño, abiertísimo, latía.
—¿Qué… qué…?
—Ahora… hmmm… ahora viene lo bueno, nena.
—¿P-pero…?
Aitana me hizo señas con las manos. Después abrazó la menuda espalda de la niña. Deslizó sus manos hacia abajo, hasta las caderas, y luego hasta el culo, separando bien las nalgas. Su culito estaba enrojecido de la fricción y los jugos vaginales de ambas. Me entraron unas ganas enormes de perforarlo, pero iba a contenerme. Por ahora.
—Tranquila. Tras una polla de plástico viene…
—¿Qué... qué viene?
—No te asustes.
Una pierna me empujó hacia adelante. La guarra de Carola me precipitaba a ese paraíso de muslos empapados y coñitos abiertos. Salí e Iris giró la cabeza, asustada.
Al verme se asustó más.
—Tranquila, nena —la susurró Aitana, acariciándole la espalda y el culo—. El profe va a regalarte una buena follada.
—¡P-pero yo…!
—Sí, es un hombre. Un hombre con una polla estupenda —le besó el cuello, calmándola—. Piensa que me tienes entre tus piernas. Cómete mis tetas mientras su polla te folla bien follada.
—V-vale…
Me acerqué hasta estar entre los dos pares de piernas. Iris temblaba mientras Aitana la calmaba. La rubia abrió las nalgas a tope, tanto que el coñito de la niña hizo ruidos húmedos. El dildo seguía colgando medio dentro de Aitana. Cuando estuve justo parado frente al culo de Iris, con la polla tiesísima y tan roja que casi estaba morada, pasé el glande por entre los labios. Lo empapé bien.
—Ahhhh… ahhhmmm…
—¿Le gusta, señorita Yuán?
—Ahhh.. síhhhh…
Agarré las caderas de la chinita y dirigí mi polla hacia su abierto agujero.
—¿Preparada, nena?
—Síiihhhh…
—¡Dale duro, profe!
Y se la metí de un golpetazo.
—¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHH!!!
Hasta los huevos.
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!
En cuanto no entró más, la saqué violentamente. La volví a meter. No la iba a follar con suavidad. De eso ya se había encargado Aitana. Yo le iba a dar a la chinita una sesión de sexo duro y violento, la iba a joder con fuerza hasta que acabara corriéndose tanto que no pudiera juntar las piernas.
—¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡AAHHH!!! ¡¡¡AAAHH!!!
Los gritos de la niña acompasaban el choque de mis huevos contra el coño de Aitana. La cama gemía tanto como Iris gritaba. La rubia comenzó también a jadear, pues con el embate de mis caderas el dildo también se movía dentro de ella. Así que decidí atrapar el jodido consolador con mis piernas y follarme a la rubia a la vez.
—¡¡OOOHHHH!! ¡¡PROFEEHHHH!!
—¡¡AAHHH!! ¡¡AAAHHH!! ¡¡AAAHHHH!! ¡¡AAAHHHHHH!! ¡¡AAHHH!!
Mi polla entrbaa y salía a tal velocidad que seguro que iba a acabar tan roja como se veía el coño de la chinita. Sus nalgas entrechocaban a pesar de que las manos de Aitana intentaban mantenerlas separadas. Su ano se agitaba también, amenazando con abrirse un poco debido al ímpetu de mis arremetidas, y eso me puso incluso aún más caliente. Dejé caer saliva sobre él y el cabrón se lo tragó. Escupí un poco más y resbaló por él hasta acabar dentro del coño de Iris.
—¡¡¡SÍIIHHH!!! ¡¡NOPAREEEESSS!! ¡¡PROFEEHHH!!
—¡¡AAAHHHH!! ¡¡AAAHHHHHH!! ¡¡AAHHH!! ¡¡AAAHHH!! ¡¡AAAHHHH!!
El coñito de la chinita acogía mi polla con verdaderas ganas. La niña no dejaba de gritar y gritar de placer, completamente sometida a los encantos de Aitana y al placer que le daba yo. Fueron 10, 15, 20 minutos de no parar. Mi polla entraba y salía sin descanso a una velocidad que ni yo creía posible. Empecé a azotar las nalgas de Iris, lo cual no sólo aumentó el volumen de los gritos, sino también mi placer.
—¡¡AAAYYHHH!! ¡¡AAAHHHH!! ¡¡AAYYYHHH!! ¡¡AAAYYHHHH!! ¡¡AAAHHHH!!
—¡DALEMÁSSS! ¡¡JÓDELA!! ¡¡HAZQUESECORRAAAHHH!!
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH…!!!
El orgasmo de la chinita fue brutal. Su grito debió oírse por todo el hotel. Su coñitó se apretó, atrapando mi polla e impidiendo su movimiento. Yo no cejé y seguí empujando. El orgasmo creció en el interior de Iris y yo noté cómo los fluidos escapaban con fuerza de su prisión.
Eso fue suficiente para que yo me corriera a mi vez. Golpe tras golpe, mi leche inundó el coñito de la niña. Mereció la pena el reservarme, porque tan apretada estaba la niña que mi semen acabó por desbordarse y empapar mis huevo, su coño y hasta el coño de la rubia. Agarré el pelo de Iris y tiré de ella hacia mí. Ella se quejó, pero no demasiado. Agarré ambas tetitas con una sola de mis manos y le mordí la oreja.
—Te follaré cuando me dé la gana —le susurré.
—V-va… le…
Moví con suavidad mi polla dentro de su coñito, arrancándole un par de gemidos cansados. Llevó las manos atrás para intentar detenerme, pero apenas tenía fuerzas.
—Cuando quieras polla vendrás a mí —continué.
—S-sí…
—Haz lo que quieras con otras chicas, chinita, pero sólo una polla llenará tu coño.
La niña temblaba tras la descarga de placer. No respondió. Tiré del pelo y le pellizqué un pezoncito para obligarla a hablar.
—¿La de quién?
—¡La… la tuya, profe!
Su coñito todavía me apretaba la polla. Si me quedaba ahí un ratín más acabaría poniéndoseme bruta de nuevo. Hmmm… la idea no me disgustó. Ni a Aitana, que se reía disimuladamente, la muy zorra, tirándose de los pezones mientras movía las caderas para que el consolador todavía hiciera de las suyas.
—¿Qué quieres, chinita?
—¡Tu… tu polla, profe…!
—¿Y cuándo la quieres, pequeña puta?
—¡Cuando… cuando tú me digas…! —tiré del pelo otra vez—. ¡Ay…! ¡No, no! ¡También cuando yo quiera… no, cuando necesite… necesite polla!
—¿Y necesitas polla? —empecé a masajearle las tetitas. Estaba poniéndome otra vez cachondo y eso se notaba por ahí abajo.
—¡Sí!
Restregó su culito contra mí, animándomela de nuevo. Empezó a gemir bajito.
—Sí… dame… hmmm… dame polla…
No tuve más remedio que volver a follármela. Creo que no paramos hasta que se hizo la hora de comer. Bueno, miento. Paramos una vez cuando llamaron a la puerta y resultó ser la camarera del bar.
Vaya estancia de hotel.
Cinco estrellas.