Experiencias de sumisión (fragmento)

Traducción de un fragmento de "La suite" ("The Suite", de Raevenne Black) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo. La bella sumisa Julia aprende que hay que pagar un precio incluso por la infracción más pequeña.

La suite (fragmento)


Título original: The Suite

Autora: Raevenne Black

Traducido por GGG, abril de 2005

La bella sumisa Julia aprende que hay que pagar un precio incluso por la infracción más pequeña.

"De momento toda disciplina parece dolorosa más que placentera; más tarde da paso al fruto pacífico de la rectitud para aquellos que han sido entrenados en ella." Hebreos, 12:11.

El amo Dane reserva una suite para esta visita, porque desea ir más allá en sus escenas con Julia, y quiere espacio para moverse. Está satisfecho de esta habitación, con la cama de tamaño extra, un enorme jacuzzi, sala de estar y cocina americana.

Hay una puerta para el baño en el corto corredor de entrada a la suite, luego la puerta del dormitorio, y cuando entras a la sala de estar hay un bar con taburetes y una cocina abierta; en el extremo opuesto un zona de comedor.

Dane llega antes, para variar, porque desea determinar su 'plan de acción' para las escenas que van a tener lugar. Saca los juguetes e instrumentos y los coloca a su gusto, añadiendo los artículos adicionales que utiliza para lubrificar, hacer cosquillas y otras torturas sobre el cuerpo de ella.

Cuelga su chaqueta en el armario del dormitorio y se pone un suéter con cuello en V, tipo marino, sobre la camisa y la corbata. Se mira en el gran espejo de la pared al pasar junto a él, y piensa para sí mismo que no es el típico dominante de traje de cuero negro que puedes ver en un club fetichista, pero sin embargo es llamativo, con su físico alto y atlético, anchos hombros, y cabello rubio claro, que se retira de la frente sin darle importancia, todo regalos de sus ancestros nórdicos. Sus ojos son de un azul pálido y pueden volverse azul oscuro cuando se enfada. Piensa para sí mismo que los treinta y cinco son una buena edad. Es un empresario independiente y de éxito de muebles sólidos de madera, su sueldo es de seis cifras y aumenta cada año desde que está en el negocio. Es propietario de una casa en Virginia y otra en Florida, y sus planes respecto a Julia se van cumpliendo agradablemente.

Se estira en la cómoda silla de la sala de estar, y levanta las piernas hasta la otomana, para a acomodar su estructura de seis pies (1,80 m), relajándose un poco antes de que ella llegue. Mira al reloj y comprueba que se está retrasando. Piensa que no le hará esto. Toma la decisión de que su tardanza no puede quedar sin corregir. Sonríe mientras piensa en la satisfacción que siente cuando puede castigarla por algo que ella hace en un momento determinado y no tener que esperar semanas para hacerlo.

Si las cosas marchan como él pretende, la tendrá entrenada e instalada totalmente en su casa, como esclava a tiempo completo, para finales de año. Sonríe cuando piensa en lo hermosa que resulta con su cabello largo, de un rubio dorado, sus ojos violeta y su figura voluptuosa, plena, de 5 pies y 6 pulgadas (1,65 m). Hará los veintiséis dentro de unos meses, recuerda, preguntándose si para entonces estará lista para el collar permanente.

Es una experta e inteligente pianista clásica, con un máster en música. Ha estudiado en el extranjero y ha hecho giras por el mundo con varias orquestas sinfónicas, incluida su situación más reciente de pianista invitada en la Filarmónica de Nueva York

Pero, piensa él, ya ha llegado el momento de establecerse y quedarse en un sitio. La ha estado animando a que busque un puesto de profesora en alguna de las universidades cercanas, de forma que pueda trabajar en sus propias composiciones, porque ya ha manifestado su deseo de dejar las giras, salvo como invitada ocasional. Pero muy especialmente podrá trasladarse a su domicilio donde tendrá mucho mayor acceso a ella. Nunca tendrá que fregar suelos ni siquiera cocinar, salvo por castigo, o porque tenga el deseo de prepararle algo especial. Tiene un equipo completo de asistentes en su residencia y un matrimonio mayor en el lugar de veraneo, que hacen de ama de llaves y jardinero. Sus deberes cubrirán más bien el papel de hacerle feliz.

Por supuesto que se ocupará del personal de la casa, de las cenas y otras distracciones de negocios y para el cerrado círculo de 'aficionados' (N. del T.: en español en el original) al BDSM a los que considera sus amigos. Ella será su compañera, amante, y amiga, además de su esclava y su juguete. Desde luego tendrá que tocar el piano en las noches de diversión en plan 'vainilla'. Tal vez, 'otras diversiones' en las reuniones de 'escena' que él dará, piensa para sí mismo con una sonrisa.

Hasta ese momento ha mantenido el poder de cambiar las reglas de su vida. Ella tiene que pedirle que la guíe en varias cuestiones, desde lo que comerá cuando cene con los amigos después de un concierto, al color de la lencería que llevará bajo la ropa. Debe ponerse en contacto con él tres veces al día, mediante llamadas telefónicas y conversaciones a través de internet. Cada noche antes de meterse en cama sigue el ritual que él ha concebido, y suya es la última voz que escucha cada noche antes de dormirse.

Solía ser 'ave nocturna', pasarse la noche en pie, trabajar durmiendo poco, y mal alimentada. Una razón más para que fuera una casualidad que él la descubriera cuando lo hizo. Normalmente su falta de disciplina se cobraba peaje en su cuerpo y acabó en el hospital durante una semana aquejada de fatiga, deshidratación y mala nutrición. Ha visto que ahora sigue un régimen estricto y saludable y cada vez que la ve le parece más hermosa que nunca.

Escucha un golpe en la puerta, y se levanta para contestar, porque ella no tiene tarjeta de acceso a la suite. Abre la puerta y se la encuentra allí delante, toda sonrisas y felicidad, cargada con el equipaje.

"¡¡Amo Dane!!" casi grita. Pero luego su brillante cara se apaga cuando ve su ceño fruncido.

"¿Algo va mal, Señor? ¿Se encuentra mal?" pregunta ansiosa. Había esperado casi dos meses para verle, y siente que el pánico se adueña de ella mientras se preocupa de que tal vez después de todo no esté contento de verla.

Él no se aparta para dejarla entrar en la habitación sino que le bloquea la entrada y observa como lucha para no dejar caer las maletas en el suelo. Su cara indica sin duda su preocupación.

"Llegas 20 minutos tarde, Julia," le dice con severidad.

"Oh, ¿eso es todo? ¡Podría haber sido mucho peor!" dice aliviada de que no sea nada más serio lo que le pase. Su rostro revela su felicidad. Pero cuando ve que su ceño se frunce aún más, se le esfuma la sonrisa.

"¿'Eso es todo', dices, Julia? Interesante. Parece que tener a tu amo esperándote significa muy poco." Actúa deliberadamente como si estuviera enfadado.

"Oh no, Amo Dane. No quería decir eso. El tráfico estaba terrible, y luego tuve que parar a echar gasolina, porque me di cuenta de que estaba tan bajo..."

"¡Ya vale!"

Deja de hablar inmediatamente y baja los ojos hacia el suelo. Sabe que este tono de voz significa que está hablando en serio.

"Tendrás que aprender a llegar a tiempo cuando quedes conmigo, y de la forma en que yo te indique. ¿Está claro, Julia?"

"Sí, Amo. Por favor, perdone mi retraso," susurra disculpándose.

"Deja las bolsas donde estás, pequeña."

Deja inmediatamente las bolsas abajo, manteniendo los ojos bajos, con miedo a hacer que se enfade más.

"¡Quítate la ropa!" le ordena.

Levanta inmediatamente los ojos y le mira suplicante. "¡Amo, por favor! ¡¡En el pasillo no!!"

"¡AHORA!" dice con voz severa y alta.

Pega un salto de casi un pie (30 cm), nunca le ha oído rugir así. Empieza a desabrocharse la blusa, echando un vistazo a hurtadillas a su alrededor, rogando que nadie la vea desnudarse en el corredor exterior de la suite.

Dane cruza los brazos sobre el pecho y parece impaciente. Se quita apresuradamente la blusa, luego se desabotona y se baja la cremallera de los pantalones. Se precipita a fondo en el 'modo sumiso' a cada botón que se suelta. Usa el marco de la puerta para mantener el equilibrio mientras levanta un pie cada vez, para quitarse los zapatos y deslizar el pantalón por los pies. Se endereza y le mira esperanzada, esperando que esto sea suficiente.

Dane no necesita ni una palabra más, porque la expresión de su cara vale miles de ellas. Se baja las bragas por las caderas, luego las piernas y luego se las quita. Luego echa mano al enganche del sostén, y después de desabrocharlo, deja que las tiras se deslicen por los hombros y las copas caigan de los pechos. Tira al suelo la prenda y se queda de pie, como sabe que debe, con los brazos en los costados. Apretando y soltando las manos, el cuerpo tembloroso. Dane se toma intencionadamente un tiempo antes de hablar.

"Te quedarás desnuda durante todo el fin de semana, Julia. Ni ropa, ni bata, ni camisón, ¡nada! Y cuando vayas de una habitación a otra lo harás a rastras, como la mascota que eres."

La cara se le vuelve pálida cuando se da cuenta de que no está bromeando.

"¡Ponte a cuatro patas! ¡Ahora, Julia! ¡Tu castigo por haber hecho esperar a tu amo empieza ahora!"

Susurra, "Sí Amo," y coloca primero las rodillas y luego las manos en el suelo. Agacha la cabeza mientras la vergüenza se adueña de ella.

"Recoge la ropa, Julia, llévala dentro y colócala en el armario del dormitorio. Puedes ponerte en pie para colgarla, pero luego vuelve a rastras a la sala de estar y arrodíllate de cara al sillón." Señala a un sillón sobredimensionado, de aspecto cómodo.

Recoge la ropa, de la única forma que puede, con los dientes, y se arrastra dentro del dormitorio pasando a su lado, hasta el armario. Se levanta para colgarla y luego retorna a su posición anterior y se arrastra hasta su lado. Él ha metido sus maletas y zapatos y cerrado la puerta.

"Levántate para que te inspeccione, Julia."

Se levanta inmediatamente delante de él, las piernas ligeramente separadas, y los brazos en los costados. Él da vueltas a su alrededor, examinando cada una de sus partes, más minuciosamente de lo que suele hacer. Siente que la cara le arde de humillación. Intenta con decisión mantener los ojos bajos, pero cuando le pellizca los pezones y le mete la mano entre las piernas para comprobar si está húmeda, levanta los ojos rápidamente hacia él, sorprendida. Cuando se da cuenta de su error baja los ojos al suelo como un relámpago. Desgraciadamente no lo bastante rápido.

"¿Tienes algo que decir, mascota?"

Se aclara la garganta, como si estuviera tragando gravilla, y dice, "No, Amo, nada."

"Dobla las caderas, pequeña," dice mientras saca un guante de látex del bolsillo y se lo desliza en la mano con un chasquido.

Su cuerpo se estremece anticipando el examen anal que ahora le realizará. Esta vez no hay lubrificación en sus dedos enguantados, cuando le desliza el dedo medio en el ano. Gime en voz alta, mientras siente que su dedo explora su prieta vaina.

Dane saca el dedo de su ano y se quita el guante, tirándolo al cesto de la basura. Luego le enrolla la mano en el pelo para forzarla a ponerse en pie de nuevo. Recupera rápidamente la posición erguida, intentando librar a su pelo del tirón en las raíces.

Se queda en pie absolutamente quieta con las piernas separadas y los brazos en los costados, esperando sus siguientes instrucciones. Apenas puede creer que esté tan enfadado por su tardanza, cuando todas las otras veces ella le ha esperado a él, a veces durante horas. Pero no se atreve a decir palabra. Sabe exactamente lo que él diría al respecto. Es su Amo, y nunca se le puede hacer esperar.

Se da cuenta de repente de que le ha estado hablando y no tiene ni idea de lo que le ha estado diciendo, de modo que intenta disimular asintiendo. Inmediatamente se da cuenta de que era la peor cosa que podía haber hecho.

"No has escuchado ni una sola palabra de lo que te he dicho en los últimos diez minutos, ¿verdad?" le dice con voz particularmente elevada.

"No, Amo Dane. Lo siento Señor. ¿Podría repetírmelo?" pregunta, esperanzada.

"No, no puedo. Ve y recoge la paleta. ¡Serás castigada de inmediato! ¡Ponte a cuatro patas y tráemela de vuelta en la boca!"

Se arrodilla inmediatamente, y luego se mueve a cuatro patas, arrastrándose hasta el dormitorio, donde se dio cuenta que había dejado los utensilios. Desafortunadamente la paleta de pingpong no está a la vista. Empieza a entrarle pánico. Mira frenéticamente a su alrededor y luego gatea hasta su maletín y rebusca en los bolsillos y compartimentos. No tiene más opción que regresar a él con la boca vacía.  Cuando vuelve sin la paleta nota su ceño fruncido, y se arruga. Está haciendo que se ponga cada vez más enfadado.

"Amo, no puedo encontrar mi paleta," susurra.

"Eso es debido a que estabas soñando despierta, Julia, mientras te estaba dando instrucciones."

Asiente. "Sí, Amo. Estaba pensando y no le prestaba atención a lo que me estaba diciendo."

"Me estoy hartando, pequeña, de que te desconectes de mí, ¿sabes?" dice con una voz llena de resentimiento.

"¡No, Amo! Era solo que estaba pensando..." Deja la frase sin terminar mientras recuerda que era en lo que estaba pensando.

"Estabas pensando... ¿en qué? ¡Dímelo ahora mismo!"

Levanta la vista y suplica en silencio, con la vista, que no se la obligue a decirlo. Pero él la mira resuelto y sin el menor indicio de que vaya a ceder en el rostro.

"Yo, ummm, estaba..."

"¡¡Suéltalo ya, Julia!!" ordena.

"Estaba pensando que yo siempre le he esperado, Amo. Y que esta es la primera vez que ha tenido que esperarme. Y que justamente... ummmm... no parece correcto que deba ser castigada por esta única vez, cuando realmente no fue culpa mía, ya ve, el tráfico..."

"¡¡¡Basta!!!" dice, elevando aún más la voz. Se estremece y baja los ojos inmediatamente, arrodillada muy derecha y sin mover un músculo.

Él se pone en pie y se dirige al otro lado de la sala, recoge la paleta de madera del bar, mientras ella mira a hurtadillas para ver qué es lo que está haciendo. Casi gruñe en voz alta cuando se da cuenta de lo profundamente que ha metido la pata esta vez, porque es la paleta que él personalmente hizo para ella. Color cereza con un tinte de medio tono, grande y redonda con un mango almohadillado, y etiquetada 'S'Exécuter' (N. del T.: en francés en el original), que significa 'para obedecer, para ceder, para pagar'.

"Colócate en posición de ser azotada, Julia."

Coloca los brazos en el suelo y se engancha las manos juntas, levanta el trasero al aire, y coloca la frente en el suelo, separando los muslos, con los pezones rozando apenas la alfombra. Empieza a respirar profundamente, intentando calmar el ritmo de su corazón.

Él se coloca en su lado izquierdo, para poder azotarla con la mano derecha, y le dice que se le aplicarán unos paletazos rápidos y duros, y que no contará en alto, pero que debe llevar la cuenta en silencio. Él escucha su suave gemido de angustia. Sabe que si él le pide la cuenta y se equivoca empezará de nuevo desde uno.

Primero la azota con la mano, calentándole el trasero para prepararlo para lo que vendrá. Ella empieza a jadear a medida que él avanza, y le da unos minutos para recuperarse.

"¿Cuántas van, pequeña?" pregunta, esperando que no sepa la cuenta correcta.

"¿Veinte, Amo?" dice humildemente.

"¿Me lo estás preguntando o diciendo, pequeña? ¡Parece que no estás segura del todo!" dice.

"No, Señor. Estoy segura de que iban veinte palmadas, Amo."

"Muy bien. Correcto. Empezaremos desde uno con la paleta."

"Sí, Amo Dane," grita ella.

Se 'vuelca en ella' con la paleta, sudor tras sudor, cada vez con más dureza. Cuando acaba, el brazo le duele un poco, y ella le suplica que pare por favor. Lo siente mucho y hará todo lo que él quiera para detener la azotaina.

Mira hacia abajo para ver el color rojo brillante del trasero de ella, y luego le toca el coño con las puntas de los dedos, y vuelve con ellos húmedos y resbaladizos de sus jugos. Sonríe pensando que no importa la dureza con la que la azote, no importa lo que le suplique que pare, siempre está tan húmeda después de una azotaina, tan lista para ser follada.

"¿Cuántos golpes van con la paleta, Julia?" pregunta.

"Treinta y dos, Amo," dice entre sollozos.

Dane la mira, sorprendido de que sea capaz de llevar la cuenta mientras él le llena el trasero de ampollas.

"¡Sí pequeña, es correcto!" le dice orgulloso. "Quédate donde estás, voy a buscar la crema para tu trasero."

Ella susurra, "Sí, Amo."

Cuando regresa le aplica la crema de árnica a los cachetes escarlata de su culo todo lo suavemente que puede, para aliviar la quemazón que está seguro que tiene que sentir ella.

"Ven a mí, Julia," le dice con suavidad.

Dane se sienta en el suelo, con la espalda en la silla y toma a Julia entre sus brazos. Cuando le aparta con suavidad el pelo de las mejillas humedecidas, ella empieza a llorar. La consuela y acaricia, hablándole en tono suave, diciéndole cuanto odia tener que castigarla, pero que es por su propio bien, y que eso no significa que no la ame y que quiere que sea la mejor muchachita que pueda ser, su sumisa, su esclava.

"Ahora que tu castigo por llegar tarde está cumplido, nos relajaremos y disfrutaremos del resto de mi estancia. ¿Estás contenta de verme, pequeña? Pregunta, sabiendo de antemano la respuesta.

Julia levanta la vista y la admiración hace que sus ojos violeta parpadeen. "¡Oh, sí, Amo! ¡Estoy tan contenta de volver a verle! ¡Le he echado tanto de menos!" dice alegremente. Su sonrisa es radiante. Mirando su rostro, su amor por Dane se trasluce claramente, él se enamora de ella... una vez más.