Experiencia sumisa (1)

De como surgió todo en mi experiencia sumisa.

Antes de empezar este relato, que espero que se vea ampliado por más, me gustaría presentarme, actualmente tengo 24 años, mi nombre es Sonia y soy transexual, es decir, nací varón y ahora soy mujer. La historia que quiero contarles fue como empecé a adentrarme en el mundo de la sumisión.

La historia comienza cuando yo contaba con 19 años y todo el mundo me conocía con el nombre de Pedro (mi verdadero nombre), y era un chico normal (o eso decimos todos, que lo somos). Vivía con mi pareja de mi misma edad desde unos 4 meses atrás en un piso alquilado en Madrid, ya que llevábamos 5 años saliendo (desde en el instituto) y necesitábamos vivir juntos fuera de nuestras familias, ella se llamaba (y se llama aunque no sea mi pareja) Paula.

Por aquel entonces era un chico bastante morboso, me gustaba ver imágenes y videos sobre sumisión, travestis y transexuales, pissing..., pero claro eso sí, todo lo llevaba o al menos lo intentaba con la mayor discreción posible, ya que ni siquiera mi pareja lo sabía, y menos podría sospecharlo. Yo siempre llegaba antes que ella de trabajar y me dedicaba a ver este tipo de cosas, me solía masturbar en el baño y me duchaba, para que cuando ella llegara a casa no notase nada, y pasáramos lo que quedara de día juntos y tranquilos (o no tan tranquilos).

Un día que me encontraba yo en el baño masturbándome con una revista en la que salía una mujer siendo atada y vejada por otra, llegó Paula, escuché como se cerraba la puerta y como decía:

Hola cariño ya he llegado. ¿Cariño? ¿Dónde estás?

Yo no sabía donde meterme, estaba en el baño completamente desnudo y con una revista de sado en las manos, la contesté titubeando:

Hola mi niña, ¿ya estás aquí? Que pronto has llegado hoy, ¿no?

Sí, es que han ido hoy los pintores a la gestoría y nos han dicho que tenían que pintarnos el techo. ¿Estás en el baño? ¿Estás malo, cariño?

Sí, estoy aquí..., no, no estoy malo..., ahora salgo.

¿Que podía hacer? No sabía como explicarle aquello, y pensé en todo, el tiempo que pasamos juntos, los planes, en lo estúpido que había sido por encontrarme así..., y el tiempo pasaba, y ella me dijo:

Oye cariño, ¿seguro que te encuentras bien?

Sí sí – contesté yo- Ahora salgo.

Voy a entrar, que me parece que estás un poco raro.

Nooooo, ahora salgo, espera.

Pero no me dio tiempo a terminar la frase cuando abrió la puerta, y allí estaba yo, de pie y desnudo.

¿Pero que haces así? ¿Te ibas a duchar? ¿Estás bien? ¿Te has mareado?

Ehhhh..., sí, me iba a duchar – contesté- es que me puse ha...

¿Qué es lo que tienes encima de la taza?!!!!!! – gritó Paula antes de que terminara yo la frase- ¿Una revista porno? ¿No soy yo suficiente para ti?

Sí cariño, pero...

Ni pero ni nada, eres un cabrón, ya me podrías haber avisado que mirabas este tipo de revistas, y encima con tías a las que pegan y atan, eres un cabrón.

Y antes de que pudiera contestarla se dio media vuelta y cerró la puerta.

Estuvimos lo que restaba de tarde en habitaciones separadas y sin hablar, llegó la hora de cenar y cenamos juntos pero sin hablar, y a la hora de dormir, ella se fue sin despedirse y yo la seguí. Dormimos juntos y en la misma cama, pero separados y sin tocarnos, y yo estuve toda la noche casi sin dormir hasta que concilié el sueño a altas horas.

A la mañana siguiente, que por suerte era sábado y no tenía que ir a trabajar, me desperté tarde, eran cerca de las 12 de la mañana y ella no estaba en la cama, miré por el resto de la casa y tampoco, sólo una nota en el frigorífico que decía: "Piensa bien todo lo que me vas a decir, luego hablamos".

Yo estaba extrañadísimo, pensé que no iba a volver y pensaba también en como poder explicárselo todo. Hasta que sobre las 2 de la tarde apareció por la puerta, no saludó y se sentó en el sofá. Me acerqué y la dije:

Hola, ¿qué tal?

Calla – me respondió- ¿Sabes lo que más rabia me da de todo esto? Que no me hayas dicho nada nunca, que haya tenido que enterarme así. ¿Hace mucho que miras estas cosas?

Algún tiempo, sí –respondí-.

¿Y te gusta?

Un poco.

¿Un poco? Para estar masturbándote creo que te tiene que gustar más que un poco, ¿no? Y que te gusta más, ¿ver a las chicas atadas?

Sí.

¿Sólo eso? ¿Y que las peguen? ¿Y que las enculen? ¿Y que las pinchen?

También.

Mira que eres cabrón. – se levantó y me dio un bofetón en la cara- esto por cabrón.- y antes de que pudiese contestarla me dio otro- y no hables si yo no te lo digo, ¿de acuerdo?

Sí – y me dió otro bofetón en la cara.

Sí ¿qué?

No te entiendo – la respondí y me soltó otro.

Sí Ama tienes que decirme, cabrón.

Sí, Ama – respondí, y en ese momento no sé porqué mi pene se puso duro y la vi sonreir maliciosamente, cosa que me puso más cachondo aún.

Empezó a dar vueltas alrededor de mi y me dijo:

Cuando estemos en la calle, te comportarás como hasta ahora, como mi novio, pero cuando lleguemos a casa..., serás mi perro, ¿entendido?

Sí, Ama –respondí.

No me dijo nada más y se fue a la habitación y al rato me llamó, y aquí empieza mi verdadera experiencia sumisa que continua hasta hoy.

El relato de hoy acaba, espero que os haya gustado, y si queréis saber como continua y más pues pedirme que siga, y también espero vuestro comentarios.

Un beso para todos, chaooooooo.