Experiencia en el metro de la Cd. de México
Por usar ropa muy provocativa en el metro de la Cd. de México en la hora de mayor afluencia, puse en riesgo a mi familia y por ello tuve que pagar el precio.
Antes que nada debo decirles que tengo 37 años, casada, 1.60 mts. de estatura, buena figura a base de ejercicio, con una relación estable aún cuando como en la mayoría de los casos de repente haya problemas, con buenos amigos y cierta libertad en cuanto al tema sexual.
Pero bueno, les cuento que en una ocasión hace unos meses, salí con mi esposo y mi hija de 5 años y tuvimos que viajar en el tren subterraneo (Metro de la cd. de México) que en muchas ocasiones lleva tanta gente que entras y sales de los vagones entre puros empujones y ese día se me ocurrió ponerme un vestido bastante corto, escotado y sin medias porque hacia mucho calor, así que hicimos algunas compras y de regreso nos tocó el momento en que el metro estaba llenísimo, así que nos paramos en el anden a esperar que llegara el tren y mucha gente se paró cerca de nosotros, evidentemente con la idea de meterme mano y así sucedió. Mi marido cargó con un brazo a mi hija y en la otra mano llevaba una bolsa con cosas que habíamos comprado, así que parado detrás de mi me rodeó por la cintura y fuimos metidos al vagón a puros empujones. Desde el primer momento en que el tren se detuvo, sentí manos en mis piernas, en mis tetas, en mis nalgas, recorriéndome, apretándome, haciendo de lado la mínima protección de mi vestido, tratando de alcanzar mi panocha, intentando llegar sus dedos hasta mi ano.
Primero me espanté, sentía que estaba a punto de ser violada por la multitud que me empujaba, me manoseaba y me separaba de mi marido, luego me preocupé, mi hija estaba ahí y mi marido hacía su mejor esfuerzo para portejerla, lo cual lo obligó a retirar su brazo de mi cintura y dejarme totalmente desprotejida. Por supuesto que si le decía lo que me estaba pasando tendría que golpearse con todos los que estaban a nuestro alrededor poniéndose en peligro y a mi hija también, así que sólo podía quedarme callada. Entonces, al ver todos los que me rodeaban simulaban que nada estaba pasando, comprendí que lo único que podía hacer era disfrutar el momento y entonces me prendí, sentí que el calor me subió inmediatamente y que mi vagina empezó a segregar sus jugos. Casi en el mismo momento sentí claramente como aquellas manos rompían mi tanga dejándome totalmente a su disposición.
Sigo sin saber cuantas manos me tenían agarrada, sólo se que en mi exhitación recorrí mis senos, mis nalgas, mis piernas, mi conchita y en ninguna parte me pude tocar porque había alguna mano debajo de la mía y en lugar de hacer algo por quitarlas, con mi mano encima hacía los movimientos que mayor placer me producían para indicarles de esa manera lo que quería que ellos hicieran. No obstante, sentía uñas que se me enterraban, que me arañaban que parecían querer arrancarme los pezones. Dolor y placer juntos, que cosa tan maravillosa, pienso que había dos manos de distintas personas urgando mi conchita, clavando sus dedos en mi vagina de pronto una, de pronto otra, varias manos en mis nalgas, pero especialmente una de ellas que se alojó entre ellas y sin piedad me clavó un dedo por el culo y cuando otras manos intentaban hacer lo mismo, ese dedo se enterraba aún más defendiendo el lugar que había ganado y desgarrandome el ano.
Afortunadamente mi marido, medio paso detrás de mí no veía mi cara contraerse entre el éxtasis y el dolor y sólo le limitaba a preguntarme si estaba bien. Y vaya que estaba muy bien, en mi desesperación, busqué las vergas que estuvieran a mi alcance y con gran alegría encontré una que estaba ya fuera del pantalón, lógicamente en breves instantes dos vergas más buscaban ser acariciadas, estrujadas, masturbadas y así lo hice, procurando masajearles los testículos y hacer que se pusieran muy duras, muy inchadas. Seguramente tenía el vestido levantado casi hasta la cintura porque en un momento sentí un chorro de semen caliente estrellarse contra mi nalga izquierda y empezar a escurrir a lo largo de mi pierna. de seguro también le cayó a la mano que se había apoderado de mi culo porque sentí el dolor del vacío cuando de golpe me sacó el dedo del ano (debe haber sentido asco del semen de algún desconocido), pero en seguida pienso yo que el dueño del semen empezó a embarrármelo en el culo y usándolo como lubricante me empujó primero uno y después dos dedos por el ano, moviéndolos como loco hacía uno y otro lado y metiéndolos y sacándolos a placer hasta el límite de su tamaño.
Mientras sentía escurrir mis jugos por una pierna, trataba de mantener la otra levantada para permitir que me penetraran con mayor profundidad tanto la vagina como el ano. Aunque les parezca increíble, todo esto sucedió en el transcurso de un par de minutos que dura el viaje de una estación a otra, fue algo salvaje, lleno de lujuria, de deseo, fue una violación brutal en dos minutos, llegué al clímax del orgasmo múltiple y del dolor en esos dos minutos. Cuando el tren se detuvo en la siguiente estación un grupo numeroso de gente salió del vagón, ninguno de ellos se percató de lo sucedido, pero al haber menos gente, mi marido logró llegar hasta mi rodeándome nuevamente la cintura y obligando a que varias manos se retiraran, sobre todo la que me había llenado de semen el culo y el ano. Otras manos seguían estrujándome pero con mucha más discreción y sólo el que estaba a mi derecha mantenía su mano dentro de mi vagina, provocándome el delicioso placer de sentir las contracciones del orgasmo producidas por los dedos de quién estaba a mi lado mientras mi marido me mantenía abrazada por la espalda. La recompensa fue que untándome la mano con mis propios fluidos, le acaricié la verga hasta que se corrió abundantemente salpicándome las piernas y los pantalones de los que estaban cerca de él. Esta vez el trayecto fue de cerca de un minuto y medio y en la siguiente estación llegaba a mi destino, así que con ayuda de mi marido y sintiendo uñas que desgarraban mi piel al arrancarme sus manos para moverme hacia la salida, logramos bajarnos del vagón.
Para mi fortuna, al salir del metro el sol estaba casi oculto de tal manera que mi marido no vió ni los arañones, ni el semen que me escurría ni ninguna evidencia de lo ocurrido y cuando llegamos a casa, de inmediato corrí al baño para asearme, ponerme otra tanga y descubrir que las tetas, las nalgas y las piernas me ardían por algunos araños que me hicieron y que del ano aún me escurría un poco de sangre.
Créanme que la intención de contar esta experiencia es obtener de ustedes sus comentarios, yo me siento confundida entre el goce que me propició, la desvergüenza con la que me comporté y el ¿qué dirán? Si mi marido se llegara a enterar. Ojalá me pudieran ayudar.
Cristy