Experiencia con una embarazada ninfómana
Micalea había sido siempre una chica muy liberal en cuanto al sexo, cuando quedó embarazada decidió disfrtuar también de este estado, así conoció a Juan Carlos, con quien viviría una verdadera experiencia orgásmica.
Experiencias de una embarazada viciosa
Micaela parecía una chica totalmente normal, y de hecho lo era, excepto por un pequeño detalle que ya desde la escuela secundaria la distinguía del resto de sus compañeras y la ponía entre las preferidas de los muchachos. Sí, digo entre las preferidas de los muchachos de su curso y no solamente de su curso, también los chicos del barrio admiraban a esta delgada rubia de ojos verdosos.
La verdad es que Micaela era ninfómana, lo que se dice una verdadera apasionada por el sexo, pasión que comenzó a manifestarse alrededor de los quince años cuando uno de sus compañeros de clase la desvirgó en su propia casa, mientras sus padres se hallaban fuera.
Esa primera vez no fue del todo satisfactoria pero bastó para que Micaela sintiera despertarse dentro de ella esa especie de fuego que caracteriza a las ninfómanas. Supo que desde ese momento sería una adicta al sexo. Después de la primera vez vino una seguidilla de experiencias múltiples, mamadas a sus compañeros del colegio, encuentros sexuales con hombres un poco mayores que ella, y cosas por el estilo. Por supuesto que este tipo de actividades sexuales en una adolescente no pueden pasar desapercibidas, sin duda pasó a ser famosa para la comunidad masculina y comenzó a sentir el desprecio de sus compañeras, empezaron a evitarla y a mirarla con desprecio y sorna. Para cualquiera de las chicas del colegio era una vergüenza juntarse con Micaela, la "putita de ojos verdes" como le decían los chicos.
La escuela terminó y Micaela entró a la Universidad, para este entonces ya contaba con una larga lista de noviecitos y amantes ocasionales, pero nada duró demasiado tiempo, a lo sumo las relaciones con uno se extendían por un tiempo hasta que aparecía un nuevo candidato.
En una de esas relaciones, Micaela se olvidó de tomar sus píldoras, y tuvo la mala suerte de que el preservativo de su compañero se rompió y como era lógico esperar, al poco tiempo Micaela se dio cuenta de que estaba embarazada. La verdad es que esta situación al principio la conmocionó, tenía 19 años y no quería una responsabilidad semejante, además criar a un hijo sola, ¿qué podría hacer? Se preguntaba, pensó en la posibilidad de un aborto, pero rápidamente alejó esa idea, le daba más miedo todavía.
Finalmente lo habló en su casa y decidió afrontar los hechos, poco a poco comenzó a notar la redondez de una pancita que crecía mes a mes, pero no sólo la pancita de Micaela era lo que crecía, también crecía su deseo sexual, su ninfomanía parecía acentuarse con el embarazo y eso la inquietó un poco. De todos modos, nunca fue de echarse atrás en cuestiones de sexo, y siguió practicándolo como si nada pasara. Sus amantes empezaron a notar el abultamiento de su vientre y comenzaron a preguntar, algunos sintieron cierto pudor, pero otros estaban realmente fascinados con solo pensar que podrían cogerla embarazada.
Así fue pasando el tiempo y la pancita de Micaela crecía y crecía, al sexto mes ya todo su cuerpo se había transformado, sus pechos se habían vuelto más voluminosos, sus pezones estaban erectos y duros, parecían auténticos biberones, listos para ser succionados por bocas sedientas de leche materna.
Así fue como a los seis meses y medio de embarazo Micaela decidió comenzar con clases de gimnasia preparatoria para el parto, se contactó con una entrenadora y comenzó sus clases en un gimnasio cercano a su casa: junto con otras cuatro embarazadas compartía sesiones de estiramiento, flexiones y masajes de los músculos de la entrepierna. En la segunda clase, mientras se preparaba para dirigirse al salón donde tomaba clases, se cruzó con un muchacho alto, de unos 28 o 29 años, con una mirada penetrante que la dejó impactada. Notó que el joven desvió la mirada de sus ojos hacia su panza y esbozó una leve sonrisa.
Durante toda la clase se quedó pensando en ese joven, sin duda sintió que el bichito de su deseo sexual la picaba nuevamente. Para su gran sorpresa, se dio cuenta cuando salió del salón que el muchacho estaba ejercitándose en el salón contiguo, levantaba pesas. Micaela se quedó un rato observándolo, mientras sus compañeras se dirigían al vestuario para cambiarse, ella se quedó tomando agua del bebedor y mirando de reojo a ese hermoso exponente del sexo viril. El joven era alto y bien formado, con músculos proporcionados y torneados, mediría cerca de 1,90, tenía vellos en el pecho y brazos y el cabello ondulado. La miró y se sonrió nuevamente, se acercó hasta el bebedor y le preguntó:
¿está fresquita el agua? Acá hace mucho calor, ¿viste?
Micaela se sonrió y le respondió
sí, bastante calor, jajaja
Hubo un cruce de miradas cómplices,
cómo te llamás?, preguntó Micaela
Juan Carlos, respondió el joven
Bueno, me voy a pegar una ducha, y a cambiar.
Ok, dijo Juan carlos, si tenés ganas te invito a tomar una gaseosa, a la salida, yo también me voy a pegar una ducha.
mm, bueno, dijo Micaela, la verdad es que siempre salgo con sed, jeje
Listo, nos vemos en 20 minutos en el bar del gimnasio.
Bárbaro, dijo Micaela, nos vemos allí.
Al rato ambos se encontraron, pidieron sendas gaseosas y enseguida Juan Carlos la encaró manifestándole que de todas las preñadas que asistían al gimnasio, ella era, por lejos, la más linda de todas. Los ojos de Micaela empezaron a iluminarse, sobre todo cuando Juan Carlos le manifestó que su preñez la hacía sumamente sensual.
El encuentro fue tal como Micaela lo esperaba, en realidad estaba muerta de deseo por ese hombre, admiraba su cuerpo, sus ojos, su masculinidad. Por otro lado, Juan Carlos era un auténtico amante del sexo con embarazadas, de ahí el cruce de miraditas, y las socarronas expresiones a su pancita sexy.
Hablaron de los dos, de sus historias, del "accidente" de Micaela. Juan Carlos contó parte de su historia, era abogado, soltero y vivía solo, no le gustaban demasiado los compromisos afectivos pero le encantaba disfrutar de la vida, y sobre todo del sexo.
Después de un largo rato de charla, Juan Carlos se ofreció para llevarla a su casa, Micaela en realidad no quería ir a su casa, y le propuso a Juan Carlos si la invitaba a tomar un café en la suya. El muchacho no eludió la posibilidad y se fueron a su casa juntos.
Al llegar, enseguida se encendió el fuego de la pasión, Juan Carlos la tomó por la cintura y comenzó a besarla, Micaela se dejó llevar, estaba sumamente excitada y quería a toda costa tener sexo con ese hombre.
Poco a poco la envolvió con sus manos, recorrió su panza, objeto de su deseo sin dejar de besarla. Pasó su lengua por el cuello de Micaela haciéndola estallar en un gemido intenso de placer.
Le quitó la blusa dejándola con la panza y los pechos al descubierto, Juan Carlos admiró esos pechos tiernos y plenos de leche materna, esos pezones duros y esas aureolas extendidas. Sin pensarlo se prendió de una de las tetas y comenzó a mamar como si fuera un bebé de pecho. Micaela estaba ya en éxtasis. Juan Carlos fue bajando hasta arrancarle la pollera y dejarla en tanga, él se sacó la camisa y así fueron al dormitorio mientras terminaban de desnudarse. Ya en la cama, Micaela se tendió, completamente desnuda, Juan Carlos se puso al costado y comenzó a besar y lamer su panza, sentía los latidos agitados de la joven y percibió el grado de excitación que tenía. Con su mano derecha la masajeaba suavemente en la vulva que se encontraba ya completamente lubricada y húmeda y daba muestras de dilatación. Durante unos siete u ocho minutos Juan Carlos se dedicó a disfrutar de la enorme panza de Micaela, disfrutaba de ese estado en la mujer y el solo hecho de poder penetrar a una embarazada lo ponía muy cachondo.
Micaela estaba entregada, solo quería gozar, y gimió de estremecimiento cuando los labios mojadas y tibios de Juan Carlos comenzaron a succionar nuevamente uno de sus pechos, le extraía suavemente el delicioso néctar de la maternidad. Micaela había tenido leche en los pechos desde hacia un mes más o menos, esta precocidad le llamó la atención; pero su ginecólogo le aclaró todas las dudas. La actividad sexual reiterada y la estimulación de las glándulas mamarias favorecía la producción de leche materna. Todo esto sumado a la gran excitación de Micaela eran para Juan Carlos el máximo placer. Una vez que había saciado su sed de leche materna, el joven puso a Micaela de costado, sin dejar de sobar su enorme panza, posó su oreja para percibir los movimientos del bebé en el interior de la mujer, esto lo llenaba de ternura y de morbosidad. Su excitación crecía cuando pensaba que estaba a punto de penetrar a una mujer con un bebé de siete meses dentro de su vientre.
Micaela sentía ganas de saborear la enorme pija de Juan Carlos que estaba hinchada y tiesa, lista para ser succionada. Tomó el sexo del hombre y se lo llevó a la boca con desesperación, lo sometió a una intensa mamada, mientras con sus manos apretujaba los testículos, como queriendo exprimirlos para que produjeran mayor cantidad de semen. Le gustaba jugar con los testículos, los sentía suaves y tiernos a la vez. Los llevó a la boca y los lamió. Estaba complicidad de tener aquella enorme verga toda para ella.
Poco a poco, el hombre fue bajando por el cuerpo de Micaela, recorriendo todo con su lengua, sintiendo sus sabores, sus latidos, los movimientos del bebé que se movía en el vientre de Micaela como si pudiera percibir el estado de placer y excitación de su madre.
Juan Carlos se posicionó frente a la vulva de la mujer y comenzó a lamerla, a introducirle la lengua y con sus manos contener su cintura. Le practicó sexo oral durante unos quince minutos, en los que Micaela sintió que se le iba el alma ante la intensidad de su orgasmo. Juan Carlos no podía esperar más, su verga estaba a punto de explotar, tenía que comenzar con la penetración y colocó a Micaela boca arriba con sus piernas bien abiertas, comenzó lentamente a introducir la cabeza de la verga en la vulva lubricada y poco a poco fue penetrándola hasta llegar al fondo, hasta chocar sus testículos con los labios de la vulva. Micaela disfrutaba sintiendo intensamente esa gran pija dentro de sus entrañas, los movimientos de la verga de Juan Carlos se mezclaban con los movimientos del bebé en su interior y todo se confundía con las intensas sensaciones de placer que recorrían todo su cuerpo como una descarga eléctrica. Durante cerca de una hora, Juan Carlos bombeó, penetró y en ocasiones alternó con penetración anal. Micaela estaba totalmente entregada a ese hombre que no dejaba de gozar de su cuerpo, de su panza y de sus pechos cargados de leche.
Después de un rato, Juan Carlos sacó la verga, y se fue en un gran chorro de semen que volcó sobre la panza de Micaela, ella untó todo ese semen desparramándolo sobre la superficie lisa y tensa, mientras Juan Carlos volvía a arremeter hacia el interior de su vagina, para depositar en su útero los últimos restos de semen.
Esta no fue la única vez que se vieron y tuvieron sexo, Juan Carlos, como buen cogedor de embarazadas la acompañó hasta el final e incluso la inició en el sexo grupal, dos semanas antes de que naciera su bebé, Micaela experimentó el intenso placer de ser penetrada por tres hombres a la vez.
Pero esta es otra historia que os contaré más adelante en un próximo relato.