Experiencia (02)

Todo comienzo es difícil...

Mis primeros pasos sola

Todo comienzo es difícil, en cualquier cosa que se haga, ya sea por inexperiencia, por falta de guía, o por cualquier otra causa, y el mío no es la excepción.

Especialmente porque si bien mi profesor se constituyó en mi maestro privado de sexo, enseñándome todo lo que necesitaba saber para excitar al máximo a un hombre, y darle tanto placer como jamás tuviera, también me enseño que en la mayoría de los casos los hombres solo consideran su placer, y no el de la mujer que está a su lado, y si bien al principio me llevaba hasta alturas desconocidas para mi en el gozo de mi cuerpo y el suyo, poco a poco la rutina y el aburrimiento primero, y las situaciones repetidas en las que me entregaba total y absolutamente para su satisfacción y me quedaba esperando inútilmente recibir mi parte del placer, terminaron por hacerme volver a mis primeros días a solas, para encontrar la satisfacción que mi apetito sexual reclamaba a gritos.

Al principio creía que todas las chicas experimentábamos mas o menos lo mismo, pero poco a poco, a medida que conocía mas íntimamente a mis amigas, fui aprendiendo que no era así, y que yo tenía el poco frecuente privilegio de ser una hembra multiorgásmica, al extremo que desde que comencé a disfrutar del sexo, nunca, lo que verdaderamente se dice nunca, he tenido solo uno o dos orgasmos por "sesión", sino que comienza poco a poco, con pequeños orgasmos que a medida que se van sucediendo, crecen en intensidad, hasta que finalmente terminan en uno que tiene la fuerza de un terremoto de magnitud 10, que es casi una convulsión, y que invariablemente me dejan por algunos momentos semiinconsciente, sumida en un sopor delicioso, en el cual el mundo exterior casi no me llega, pero siento como cada centímetro de mi cuerpo comienza a distenderse, relajándose y entrando en un descanso realmente reparador, aunque no me duerma, si bien casi siempre termino durmiéndome apaciblemente.

Así es como me refugiaba en mi habitación, encerrándome con llave para disponer de privacidad y no ser sorprendida por mis padres, alguno de mis hermanos o el personal de servicio de la casa, y comenzaba mi ritual privado, que se mantiene hoy casi igual que entonces.

A diferencia de esos tiempos, hoy tengo una gran habitación exclusivamente para mis momentos de placer, y en la que he reunido todos los artefactos y "juguetes" que fui comprando en mi ciudad y en mis muchos viajes, junto a otros que hice construir según mis diseños propios y también los equipos para grabarme a mi misma, y así conformar una videoteca increíble.

Primero pongo algo de música, para acompañarme y poner ambiente, y en esa época también para disimular los gemidos y otras expresiones que se me escapaban durante mis múltiples orgasmos así como los sonidos que hacía durante toda mi sesión de autosatisfacción y bajo la luz hasta una sugestiva semipenumbra.

Luego enciendo algunas varitas de sahumerios muy perfumados, que embalsaman el aire y al mezclarse con los perfumes que emanan de mi propio cuerpo durante los momentos de placer, tornan la situación más sensual y deliciosa.

Luego comienzo a desnudarme lentamente frente a tres grandes espejos que reflejan mi cuerpo desde diferentes ángulos y me permiten verme íntegramente, para finalmente instalarme en la inmensa cama que tiene un mullido colchón de plumas, muy suave y excitante.

Al principio, todo era muy simple, ya que no tenía la experiencia de hoy.

Comenzaba por acariciar suavemente mi boca, chupando mis dedos y humedeciéndolos bien con mi saliva, luego mientras una mano acariciaba el cuello, la otra, la derecha, bajaba hasta mis tetas, que ya habían crecido bastante, sin dejar de ser paraditas, impertinentes, para acariciarlas muy suavemente, con especial atención en los pezones, que también habían aumentado su tamaño pero sin llegar todavía a ser lo especiales que son hoy, al menos para mi, ya que además de ser uno de los puntos mas sensibles de mi cuerpo, tienen la forma y el tamaño de una mora grande (¿conocen el fruto del árbol de mora, ese cuyas hojas comen los gusanos de seda?) de un precioso color marrón claro, sobre unas aureolas algo mas claras, grandes pero proporcionadas, que de solo ver semejante conjunto, me provoca excitación, y que resultan tremendamente atractivos para todos los que los ven, hombres o mujeres, al punto que es lo primero que besan y chupan con fruición cuando les entrego mi desnudez, provocándome unos orgasmos de delirio a mi y unas calenturas enloquecedoras a ellos.

Luego, lentamente, mi mano sigue bajando lentamente, interrumpiendo su camino ocasionalmente, solo para volver fugazmente a mi boca en busca de mas saliva, con la que mojo mi ombligo, donde juegan mis dedos un momento antes de seguir bajando hasta tropezar con los labios mayores de mi concha, que son otro de los lugares hipersensibles que tengo, y donde mis dedos juegan subiendo y bajando por ellos, casi hasta el otro agujero, pero haciéndolo desear, los separan ligeramente para acariciarlos por dentro, recogiendo parte de los tibios jugos que ya me lubrican a pleno, y que invariablemente me provocan dos o tres orgasmos mas acompañados ya, estos si, con gemidos suspiros y voces de placer que se me escapan incontenibles, cada uno algo mas intenso que el anterior, pero que me obligan a ir mas allá, y alcanzar las ninfas, esos labios mas finos y sensibles, que ya están nadando en mis propios jugos, y que cubren ligeramente al clítoris, que ya está duro, erecto, en todo su tamaño y esplendor, y exigiéndome inmediata atención, la cual le dedico con prontitud, tomándolo entre los dedos índice y pulgar, en ayuda de los cuales acude la mano izquierda, la cual separa un poco mas los labios y toma la base con los dedos índice y medio, para mantenerlo firme y permitir que los de la mano derecha lo hagan rodar firme pero suavemente entre ellos, y luego lo tratan como si se tratara de un pequeño pene, subiendo y bajando, hasta que sobrevienen nuevos y mas intensos orgasmos, en los que mis exclamaciones son ya casi gritos en los que no está ausente la tensión que siento en mis tetas, especialmente en los pezones, pues mis manos las han desatendido y las siento casi como a punto de estallar.

Sin descansar ni un momento, y antes que se extingan las contracciones que desde el fondo de mi vagina suben en oleadas incesantes, las dos manos van en auxilio de las tetas, de las cuales se apoderan acariciándolas, apretándolas con suave firmeza, dando a la vez traviesos pellizcos en los pezones. Este es el punto en el que consigo máximo placer cuando estoy con alguna amante, pues ellas también saben de la importancia de atender bien ambos sitios.

Cuando cesaban estos orgasmos, antes quedaba sintiendo el llamado de algo mas dentro de mí, que trataba de satisfacer introduciéndome primero los dedos, luego diversos "juguetes", algunos rígidos, otros vibrantes, y que empujaba con fuerza hasta sentir dolor, consiguiendo nuevas sensaciones en las que la combinación de dolor y placer invadían mi cerebro, llevándome hasta nuevas fronteras, con mas orgasmos de mayor intensidad, durante los cuales mi sexo se apoderaba de lo que hubiera introducido, y lo succionaba hacia mi interior casi como si fuera una boca mamando, hasta culminar en una eclosión tremenda, casi absoluta.

Pero un día, buscando nuevos juguetes, di con uno extrañamente curvado hacia arriba que me llamó poderosamente la atención, por lo que lo compré de inmediato, y salí casi corriendo para probarlo, y al hacerlo, encontré LA respuesta a ese llamado interior insatisfecho que antes les contaba, pues por su forma y tamaño, y con su vibración mas bien lenta y amplia, estimuló dentro de mí un punto que nunca había notado, y que luego supe era el famoso "punto G". Ese día fue como si una bomba hubiera detonado dentro de mi cerebro, mi cuerpo de pronto se puso rígido como una tabla, mientras mis caderas se elevaban aferrándose al vibrador buscando devorarlo, hasta que una ola gigante de placer me invadió, y al pasar por mi entrepierna, me provocó un repentino relajamiento de todo el cuerpo, el que sentí caer sobre la cama agotado pero absolutamente pleno y satisfecho, mientras una suave y tibia bruma me invadía dejándome dormida.

Me desperté tres horas después con una laxitud y una felicidad que mientras me bañaba y luego me vestía, me parecía caminar sobre una nube.

Allí comenzó mi afición por los aparatitos, que luego pasó a ser, además, mi trabajo, pero esto se los cuento otro día.