Exhibiéndome delante del hijo de mi pareja

Nos pilló el hijo de mi pareja y dejé que me viera entera.

Hacía ya un tiempo que me había separado y después de unos meses de reclusión sin ganas de salir ni conocer a nadie, inicié una nueva etapa de todo lo contrario: salir y conocer a mucha gente. Al cabo de unos meses acabé conociendo a un hombre, Pedro, con el que sintonizamos bien y acabamos saliendo. Él era separado también algo mayor que yo y con un hijo adolescente.

Pedro y yo quedábamos siempre que nuestras vidas laborales y familiares nos lo permitían. Nos entendíamos bien tanto fuera como dentro de la cama. La sorpresa fue que tuvimos un observador una de nuestras noches de pasión.

Fue una noche que me quedé a dormir en su casa. Cenamos Pedro, su hijo y yo juntos y luego nos acostamos. Como siempre, empezamos con caricias y besos para ir poniéndonos a tono y calentándonos. Finalmente, ya no pude más y me puse encima de él, con mi culo en su cara y empecé a mamar su cipote venoso y duro. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por una pequeña lámpara de la mesilla de noche. Mientras estaba lamiendo su cabezón vi la puerta de nuestro dormitorio abrirse y asomar la cabeza de su hijo. Por un instante pensé en parar y avisar a Pedro, pero luego lo pensé mejor y opté por no decir nada. Pedro seguía tumbado boca arriba con su cara hundida entre mis nalgas, con lo que no veía nada.

No se aún por qué, pero me excitó la idea de que un chaval adolescente mirara. Así que decidí darle un buen espectáculo. Si normalmente ya me excitaba hacer una buena mamada, ese día aún más: noté como me mojé mientras mi lengua recorría arriba y abajo todo el rabo. Lo llené de mis babas lentamente, lubricándolo bien. Luego me dediqué a chupar y lamer bien sus huevos hinchados. No dejé nada sin lamer y chupar. Luego empecé a succionar bien desde arriba, empezando por la punta e introduciendo lentamente el resto de su pene duro en mi boca. Bajaba muy lentamente, saboreando su gusto y olor. Llegué hasta la base notando como la punta entraba por mi garganta. Poco a poco empecé a salir hasta dejar solo mis labios encima de la punta. Aproveché para mirar si mi espectador seguí ahí y efectivamente, seguía agazapado en el marco de la puerta. Entonces volví a tragarme su enorme polla, esta vez más rápidamente y volví a subir, iniciando una repetición cada vez más rápida. Pude escuchar a Pedro gemir y gozar con mi mamada. Sabía que siempre lo habían excitado, pero esta vez creo que lo estaba disfrutando especialmente, igual que yo. Seguí mamando aquella polla hasta que casi se corre en mi boca. Entonces decidí darle un pequeño descanso ya que no quería que la diversión acabara tan pronto.

Me incorporé sin dejar que Pedro pudiera ver que su hijo estaba espiándonos. Me puse de cara a la puerta con mi espalda mirando a Pedro. Acaricié la polla de Pedro aun húmeda y dura entre mis dedos y me la coloqué dentro de mí, sentándome encima de ella. Mientras lo hacía acaricié mis pechos, especialmente la parte de los pezones que se pusieron muy duros. Me masajeé las tetas mientras observaba como el chaval me miraba, aunque no le podía ver bien la cara, sabía que estaba mirando. Me llevé uno de mis pezones a la boca y empecé a chuparlo como había hecho antes con la polla. Luego lo hice con el otro pezón, mientras yo empezaba a cabalgar la polla de Pedro, lentamente. La polla entraba perfectamente hasta el fondo gracias a que tanto él como yo estábamos perfectamente lubricados…

Solté mis tetas y empecé a aumentar el ritmo, subiendo y bajando deprisa, mientras Pedro me sujetaba de las caderas y me marcaba el ritmo. Mis tetas botaban locas golpeándose entre ellas. Puse mis manos detrás de mi cabeza para que me viera mejor. Realmente me sentía muy zorra exhibiéndome a un adolescente, hijo de mi pareja. Sabía que al chaval le excitaban mis tetas ya que lo había pillado varias veces mirándomelas con disimulo, así que estuve un buen rato cabalgando a Pedro con mis manos en la nuca y dejando que mis tetas botaran libremente. Yo estaba totalmente excitada y no pude evitar correrme por primera vez, aunque fui discreta e intenté no gemir mucho. Cuando Pedro empezó a gemir de forma continuada indicándome que ya no aguantaría mucho más, decidí cambiar de postura. Quería darle al chaval una buena sesión así que le propuse a Pedro un nuevo juego: vendarle los ojos mientras me follaba en nuestra postura favorita. Pedro aceptó encantado y aproveché para vendarle bien los ojos, antes de incorporarlo.

Lo puse de rodillas encima de la cama, de frente a la puerta, pero al tener los ojos vendados no veía a su hijo que seguí observando. Yo me coloqué a 4 patas delante de Pedro y con mi mano guie su polla a mi raja. Pedro me volvió a agarrar de las caderas y empezó a embestirme con fuerza. Yo a 4 patas seguí mirando como su hijo nos miraba con atención. No podía ver que hacía con sus manos, pero era fácil imaginármelo. Pedro seguía empotrándome desde atrás con ganas. Mis tetas colgaban libres como 2 ubres moviéndose adelante y atrás con cada embestida. Mi culo asomaba por atrás ligeramente mientras el cuerpo de Pedro se aplastaba contra mis nalgas con cada sacudida. Poco a poco su ritmo se iba acelerando y las embestidas eran más fuertes a la vez que empezó a azotar mi culo.

Me imaginaba lo que estaría haciendo el chaval mientras me veía follada como una perra y me excitaba. Mi cuerpo se movía adelante y atrás de forma continua mientras mi mirada se perdía en el marco de la puerta y en la figura agazapada del hijo del que me estaba follando. Toda aquella situación me excitaba de sobremanera. Jamás sentí una sensación igual de intensa. Finalmente, Pedro me agarró con más fuerza que de costumbre, me dio un buen azote en mi culo que resonó con fuerza y se corrió dentro de mi a la vez que yo también me corría, juntando nuestros orgasmos. Cuando acabamos, me tumbé en la cama boca arriba aun mirando si estaba el chaval, pero ya se había ido. Entonces dejé que Pedro se quitase la venda mientras yo limpiaba con mi boca los restos de semen de su aun ligeramente duro pene. No le conté nada de su hijo y dormimos abrazados como siempre.

Por la mañana siguiente, me levanté temprano y fui a la puerta de nuestro dormitorio donde encontré una mancha en el suelo que me indicó que el hijo de Pedro también había disfrutado aquella noche. Jamás hablé del tema ni con Pedro ni con su hijo, aunque ese noche quedará grabada para siempre en mis recuerdos.