Exhibición/ voyeurs

Cuando me empezaron a gustar los mirones.

Voyeurs.

Siempre me había parecido que si me miraban mientras yo estaba follando o haciendo cualquier otra cosa con alguien me cortaría mucho, pero un día descubrí que no era así, que eso de que me miraran aún me excitaba más viendo como alguien se masturbaba sin quitar ojo de como me lo estaba montando con otro. Supongo que debo tener un punto de exhibicionista también porque a partir de aquel día no me importó que alguien me mirara en uno de esos momentos y que eso aumentaba el morbo de la situación.

Contra la pared.

La primera vez (y hasta ahora también la última) que me follaron en un lavabo fue durante una nueva visita al cine gay de la ciudad donde viví un tiempo.

Es un cine que he visitado varias veces donde la clientela que pulula por allí por las tardes y noches acostumbra a ser hombres maduros, la mayoría casados seguramente que buscan la discreción de un lugar oscuro donde mamar o ser mamado e incluso en muchos casos ser penetrado allí mismo, en las butacas, cosa que he podido ver en varias ocasiones.

En la pantalla grande proyectan películas convencionales, pero también hay una sala más pequeña donde sobre una pantalla, también más pequeña, proyectan películas de porno heterosexual, supongo que para animar a los espectadores a que pillen lo que sea una vez calientes.

Detrás de la pantalla hay un cuarto oscuro con un aparato de tv donde pasan películas de porno gay y donde los ojos no se acostumbran a la tenue luz hasta al cabo de unos segundos y allí, habitualmente, se concentran los más atrevidos. En alguna ocasión he visto grupos de mirones en corro contemplando como alguien se folla a alguien.

Una vez dentro del cine, ese día me senté en la sala grande en una butaca del centro de una fila vacia mientras veía pasar personas arriba y debajo de los pasillos laterales buscando algún posible rollo. Yo, para incitar a que alguien se sentara junto a mi, me había bajado la cremallera del pantalón y me acariciaba la erección que ya era muy visible. Estos lugares me producen una reacción inmediata.

No pasó mucho tiempo hasta que alguien se acercó y tomó asiento a mi lado. Como vio que yo tenía mi polla al aire libre y no disimulaba, me la cogió inmediatamente comenzándola a sobar, se giró un poco en el asiento, agachó la cabeza, se metió mi polla entera en su boca y empezó a chupármela. Era bastante mayor que yo y, evidentemente, con mucha experiencia en lo que estaba haciendo. Casi ya estaba eyaculando, pero le aparté la cabeza y le dije que no quería correrme todavía. Él intentó insistir, pero yo quería un lugar donde estar más cómodo que en una butaca y le sugerí ir al lavabo, cosa que rechazó diciendo que a él le gustaba hacerlo en la butaca. Entonces me metí en los pantalones mi muy estimulada polla que estaba mojada de su saliva y me dirigí al cuarto oscuro.

Percibí varias sombras y me apoyé en una pared esperando que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Al poco ví que había más personas apoyadas en la pared y que seguramente esperaban que alguien se les insinuara. Yo me quedé como ellos, sin tomar ninguna iniciativa y pronto, una de las sombras se acercó a mi lado deslizándose por la pared poco a poco intentando disimular que se estaba acercando. Cuando me tocó el hombro me pidió disculpas tímidamente, como si no lo hubiese hecho a propósito, pero era evidente que me rozó para hacerme saber que estaba disponible.

Todo aquello pasó de una manera muy discreta y vacilante pero yo, como ya me estaba cansando de aquel juego, me saqué la polla que estaba muy tiesa y cogiéndomela con una mano, le puse la palma de la otra encima de la entrepierna. Dio un respingo como si no se lo esperase, pero automáticamente su mano sustituyó a la mía que masajeaba mi polla. Así estuvimos un poco hasta que fue él quien se adelantó y me invitó a ir a los lavabos, de los cuales frecuentemente se veía salir y entrar personas, cuyas necesidades fisiológicas no eran precisamente vaciar el contenido de sus vientres y vejigas sino el de sus testículos. Acepté y nos dirigimos allí.

A pesar de haber tenido tantas experiencias en los lugares más diversos, todavía no he llegado a saber (antes de pasar a la acción) qué tipo de sexo le gusta al hombre con el que tengo intención de hacer algo. Y ese era el caso pero, como ya he comentado en un relato anterior, me gusta todo, aunque no esperaba que sucediera lo que sucedió. Yo pensaba que sería una mamada como siempre y que quizás me correría en su boca, o no, nunca se sabe.Entramos en un lavabo y después de cerrar la puerta y bajarnos los pantalones los dos, sin preguntar que era lo que me apetecía, me puso las manos sobre los hombros haciendo algo de presión hacia abajo, claramente indicándome que quería que se la chupara yo.

Y eso es lo que hice, me arrodillé, me salivé la mano con mi saliva y se la pasé por su regordeta pero no muy larga polla, de arriba abajo varias veces. Él parecía impaciente por que se la mamara pues me puso la mano en la nuca y apretó contra sí. No me resistí y se la estuve mamando y lamiendo unos minutos hasta que en susurros me dijo que quería follarme.

Por condones no había problema, ya que los dos íbamos preparados y le dije que con mucho gusto quitándome una pernera de los pantalones para poder abrir más las piernas.

Le di la espalda, puse un pié sobre el inodoro y me incliné un poco hacia delante. Al principio me había parecido más tímido e inexperto de lo que en realidad era pero al parecer estaba acostumbrado porque sacó lubricante de un bolso que llevaba, impregnó su polla ya enfundada en un condón y lo que le quedaba en la mano me lo pasó por la raja del culo. No le costó mucho entrar y cuando lo hizo y empezó a bombear mi culo con su polla, se acercó a mi oreja y me estuvo diciendo que le encantaba mi culo, que si me gustaba notar su polla dentro de mi, que quería correrse dentro de mi culo.parecía otra persona y se me ocurrió que desde fuera seguro que se oía lo que me decía y mis jadeos cada vez que empujaba hasta los huevos. Ese pensamiento me desconcentró un instante, pero enseguida

Mientras metía y sacaba su verga tenía cogidos mis huevos con una mano y mi polla con la otra. No la masturbaba, solamente la apretaba, pero yo estaba más concentrado en notar ese picorcillo que tanto me gusta en mi esfínter y no pensaba en eyacular.

Finalmente, con un grito apagado se corrió dándome varios empujones secos con sus ingles por detrás, como deseando descargar la última gota de su leche dentro de mi. Se apartó y tirando el condón en la papelera y limpiándose un poco con un pañuelo de papel me dijo que había sido un polvo genial, que hacía mucho tiempo que no se corría tan a gusto y que si algún otro día nos podíamos volver a ver. Le dije un día concreto porque a mi también me había gustado bastante, pero el día de esa cita no fui por no sé qué motivo y no nos volvimos a encontrar. Me dio las gracias acariciándome una nalga y se fue.

Me quedé allí muy satisfecho del rato pasado, pero yo necesitaba más porque no había llegado a correrme, aunque había tenido ya dos encuentros esa tarde.

Finalmente lo conseguí.

Salí del cubículo sintiendo aún unas agradables palpitaciones en los músculos de mi esfínter y al abrir la puerta y salir a la zona de los urinarios había cuatro o cinco tipos apoyados en las paredes cuyas miradas me confirmaban que habían estado oyendo los gemidos y los cuchicheos del que me había enculado y había salido poco antes que yo.

Me dirigí a la sala pequeña donde pasan películas porno heterosexuales y me apoyé contra la pared detrás de las butacas. Había unas siete u ocho personas; algunas sentadas en las butacas y otras de pie alrededor de las butacas. En ese momento, en la pantalla se veía una escena en la que dos enormes pollas estaban ensartando los dos agujeros de una rubia escultural que lanzaba unas evidentemente falsas expresiones de deseo y placer.

No habrían pasado ni quince segundos cuando se me acercó un hombre y sin vacilar me agarró el paquete apretándolo con suavidad. Como yo todavía estaba muy empalmado, evidentemente le gustó lo que tocó y pasó inmediatamente a bajarme la cremallera de los pantalones sacando mi mega-excitada polla. En ese momento hice un amago de cubrirla porque en aquel tiempo todavía me cohibían los espectadores y había gente a nuestro alrededor, pero pensé que eso sería otra experiencia con algo de morbo, que son las que me gustan.

El hombre, al que era evidente que no le importaba en absoluto que le vieran mamar polla, también era bastante mayor que yo y le dejé hacer. Se arrodilló con una facilidad que evidenciaba que estaba muy acostumbrado a hacerlo y con una lengua y unos labios muy mojados y expertos me la fue chupando como si dentro de la boca tuviera la cosa más deliciosa del mundo. La verdad es que era un experto chupapollas. Las personas que había escampadas por la sala se fueron acercando cada vez más para contemplar la escena de más cerca. En esos momentos olvidaron las grandes tetas, el coño y las pollas que se veían en la pantalla para ver algo más real. Yo estaba muy acelerado, ya que estaba disfrutando mucho de aquella buenísima mamada, aunque me sentía un poco incómodo con aquellos espectadores. Pero al cabo de unos segundos me concentré en el contacto de aquella suave boca con mi polla y me olvidé de que nos estaban mirando. Me corrí enseguida llenándole la boca de leche mientras yo podía ver a un par de espectadores que se masturbaban.

Se tragó lo que le había regalado con evidente placer e incorporándose me dio la palmadita de rigor en la nalga, me susurró al oído que mi polla estaba muy rica y se marchó. El grupo de mirones también se dispersó y luego me fui yo. Ese día disfruté mucho, lo malo es que en otras ocasiones en las que he ido a ese cine, no se ha vuelto a repetir. Sí que me la han mamado alguna vez en las butacas y en los lavabos, pero no como aquel día, que fue completo.