Exhibición ante una amiga con una mamada salvaje

Me las apaño para desnudarme delante de Nerea, pero no me esperaba despertar a una absoluta bestia.

El toque de queda que vino aparejado el primer año con el covid para mí fue como agua de mayo.

Cuando caí en que podía explotarlo a mi favor a mis 35 años para seguir exhibiéndome delante de amigas aquello fue una bendición.

Mi amiga Nerea, un encanto de chica con muy mala suerte con los hombres y una medio obsesión por las pollas gordas la tenían con más hambre que un niño del tercer mundo.

Hablamos para vernos porque hacía muchísimo que no nos veíamos, ella había estado en Madrid viviendo con su ex, pero había vuelto a Tudela cuando lo dejaron.

Nerea lo mandó a la mierda cuando descubrió que le estaba siendo infiel con una compañera del trabajo.

Apenas llevaba 4 meses en Tudela y la pobre estaba que se subía por las paredes.

  • Aquí apenas hay gente, Lucas. Comerse un buen rabo en este pueblo es imposible. En que pueda me vuelvo a Madrid.

Era más burra que un arado a pedales, pero yo me partía el culo con sus historias porque siempre incluían alcohol, descontrol, experiencias sexuales de los más rocambolescas e incluso drogas.

Estaba en el baño del bar, ya un poco pedete por tanta cerveza y sidra cuando se me encendió la bombilla.

“Ya está”, pensé, “seguimos con las bebidas en casa y como a las 22 hay toque de queda se tendrá que quedar a dormir en el sofá. Y como yo ‘siempre’ duermo desnudo cuando tengo visitas femeninas es perfecto para que salive mirándome la polla”.

Pensarlo hizo que se me hinchase un poco el rabo. Por fin iba a tener exhibicionismo este puto 2021.

Cuando eran las 21:30 le dije de ir al chino a comprar unas cervezas y le pareció bien.

  • Mierda, el toque de queda, Lu, ¿qué hacemos?

  • Va, nos las echamos en casa y puedes dormir en el sofá si quieres, ¿te parece?

  • Genial, total, mañana es sábado y no tengo nada que hacer por la mañana. Y me apetece seguir bebiendo.

  • Y a mí, te tengo que seguir contando. Que durante tu ausencia esto ha sido una casa de putas.

Le conté el chantaje que le hice a Mapi.

  • Ojalá a mí me chantajease alguien que estuviera tan bueno como tú para follárseme. Yo soy Mapi y no me compro coche hasta que no se me caiga el coño al suelo, jajaja.

Era muy bruta. Estaba bastante bien para tener 42 y seguro que en cuanto volviese a Madrid la iban a matar a polvos. Había que aprovechar su actual hambre.

Aproveché para subir la calefacción más de lo que solía, a unos 24º. La ocasión lo merecía.

Tras cenar y seguir viendo chorradas de youtube en la televisión seguimos con las cervezas. Nerea comentó que hacía calor.

  • Claro, cómo voy a dormir si no.

  • Joder, ni que durmieras desnudo.

  • Pues has acertado.

Su cara de sorpresa no tenía precio.

  • Claro, no tengo pijama. En verano no hace falta y en invierno uso la calefacción.

  • Pues te vas a dejar una pasta… Oye, ¿y si tienes visitas?

  • Si no hay confianza obviamente no me paseo por la casa en cueros.

  • ¿Y conmigo hay confianza?

Me miró atentamente mientras bebía. Su expresión esperaba un sí.

  • Tanta que da asco.

  • Amén, hermano. Oye, no tendrás algo de pijama por ahí. Algo de ropa de Carolina…

  • Qué va. No tengo nada de ella. Pero vamos, usa tu ropa interior y ya.

  • Ya, bueno… Es que llevo tanga.

  • ¿Y?

  • Ah, pues si te da igual genial.

A eso de las 2 cuando ya el alcohol y el sueño terminó por hacerse con nosotros decidimos que nos íbamos a dormir. Le saqué unas mantas y se las di. Se quitó la ropa bajo las sábanas y las puso sobre el respaldo.

Apagué las luces… Y empezó la función.

Sabía que no estaba dormida, y eso era lo que quería.

Mi apartamento es muy pequeño, pero está muy bien reformado. La puerta está en el salón, que es grande y amplio, y está unido a la cocina a través de una barra americana.

Mi habitación tenía justo en frente el baño, pero desde el sofá podías ver el baño porque justo en la pared había un espejo de cuerpo entero que había colocado yo para ocasiones como estas.

En cuanto me metí al cuarto, me despeloté, y el calorcito del piso junto a saber que Nerea estaba borracha y ansiosa por verme el mango hizo que tuviera la polla bastante morcillona.

Me metí en el baño despreocupadamente, cogí el bote de crema hidratante y me di un poco por el cuerpo. Podía ver cómo Nerea no perdía detalle.

Yo no tenía ninguna prisa. Estaba disfrutando.

  • Luuuuu.

  • Dime Neeeee.

  • Te estoy viendoooo.

  • ¿Cierro la puerta?

  • Lo que quieras, pero mientras tú estás ahí con tu ritual de belleza yo me estoy poniendo morada, jajajaja.

La miré a través del espejo.

  • Qué descarada. ¡Haz una foto que te durará más!

  • Pues igual lo hago, jajajaja.

  • Pues yo me voy a lavar los dientes.

  • Ay, sí. ¿No tendrás uno de sobra?

  • Pues creo que tengo 2, te puedes quedar uno.

  • Geenial. Voy.

Se destapó y vino. Iba en tetas. Solo llevaba los calcetines y el tanga. Las tenías un poquito caídas, pero tenían muy buena forma.

Yo estaba frente al espejo cepillándomelos y cuando entró ella le ofrecí el cepillo de dientes a una altura de manera que le quedase mi rabo en su línea de visión.

  • Graci… Vaya polla tienes, Lucas.

  • Y tú bonitas tetas.

  • ¿A que sí? He perdido un poco… Pero me da igual, me operaré.

  • ¿Si?

  • Sí, quiero recuperar las que tenía hace 10 años que eran más gordas.

Se las sujetó con las manos frente al espejo subiéndolas ligeramente.

  • Puta gravedad…

  • Yo tengo suerte que no se me cae.

Miró a mi morcillón rabo que estaba a medio camino ya de la erección, gordo y venoso.

  • Pues no será por tamaño… Porque madre mía… ¿Qué hace tan gordo ya?

  • Yo que sé, tus tetas supongo.

  • ¿En serio? Menudo piropo, gracias, guapo.

Y me dio un cachetazo en el culo.

  • Vaya culo más duro tienes, aunque normal, estás muy bueno. Vaya cuerpo tienes.

  • ¿A ver el tuyo?

Tenía el culo blandito, no debía hacer nada de ejercicio.

  • Blando, déjamelo. Tengo que retomar el pilates. Cuando estaba con Carlos llegué a tener un culito…

Se puso de lado para mirárselo.

  • Lo que he sido… En fin.

  • Bah, todavía eres. Y este me da la razón.

Mi rabo ya estaba totalmente erecto y duro. Nerea se cepillaba los dientes con la mirada clavada y absorta en mi rabo.

  • Puff… Ni el de Carlos era tan gordo, y eso que no tenía mal tamaño… Pero esto es otra liga…

  • Gracias, corazón.

Y le di un beso en la cabeza. Me enjuagué la boca, me sequé y Nerea seguía con los ojos clavados.

Me puse frente a ella. Le costó reaccionar para mirarme a la cara.

  • ¿Me dejas pasar? Que voy a beber agua.

  • ¿Eh? Ah, sí, perdona.

Pasé a su lado y me dio un cachetazo en el culo.

  • Qué bueno estás, cabrón.

Me serví un vaso de agua y me lo bebí de perfil sin entrar detrás de la barra para que Nerea me la viera tal y como saliera del baño.

Vino y me pidió otro vaso de agua para ella. Se lo di.

Tenía los pezones erectos. También estaba cachonda.

  • Me voy al sobre, corazón.

  • Ah, sí.. Vale… ¿Me das un abrazo?

Era imposible dárselo y no restregarle el rabo.

  • Te voy a dar con esto.

  • No importaaa.

La abracé y le clavé el rabo en la tripa. Le di un beso en la mejilla y cuando me separé me tenía agarrado el rabo.

  • Qué grande y duro…

  • ¿Qué haces, Nere?

Yo sabía lo que hacía, pero me quería hacer el tonto.

  • Me has invitado a cenar y a dormir. Al menos deja que te lo pague.

  • Pero si somos amigos… Y no tengo condones (mentira).

  • No hacen falta.

Se puso de rodillas y la empezó a chupar.

Dios-santo-qué-arte. Me retiró la piel hacia atrás y sacando la lengua del todo recorrió toda mi polla desde las pelotas hasta el glande.

Hizo lo mismo con cada lado, y cuando la tuvo bien llena de saliva se la metió en la boca. Se la sacó y se la restregó por la cara.

Aquello no era una mamada, era una oda al sexo oral.

No sé cómo de mojada estaba Nerea, pero sin sacarse el rabo de la boca y mientras intentaba hacerse tope en la garganta con él se metió los dedos en el coño.

Cerró los ojos y exhaló un largo gemido mientras con la izquierda me masturbaba y me lamía el glande.

La tenía tan tan dura que hasta me dolía.

En un despliegue de habilidad que jamás había creído se la metió entera en la garganta sin una sola arcada. Me arañó con los dientes el tallo, pero me daba igual, me daba gusto y morbo pensar que la tenía tan gorda que su pequeña boca tenía problemas para lidiar con ella.

Se la sacó sin ninguna arcada, se escupió en la mano izquierda y empezó a masturbarme con un poco de violencia desde la punta del glande hasta el tallo.

Estaba en la gloria.

  • Me encantan los rabos tan duros. El tuyo es una delicia, Lucas. Es un crimen que esto esté aquí sin chupar.

  • Buf, chúpalo todo lo que quieras que no te voy a decir nada.

  • Cuidado con lo que deseas… Que con una polla así se puede cumplir.

Miró mi pétreo rabo con rabia mientras me masturbaba formando un firme anillo con la mano que recorría el tallo y el glande. Nunca me le habían chupado con tanta necesidad. Era como si estuviera en trance.

Me miró con su cara de ira contenida mientras me la lamía como un helado y se la restregaba por la cara.

  • Soy una perra.

Frotó sus labios por toda la base de mi rabo mientras me miraba y siguió lamiéndolo alternándolo con la tremenda paja que me estaba haciendo.

  • Dime que soy una perra.

Esto me pilló fuera de juego, pero no estaba en condiciones de negarle nada.

  • Eres una perra.

  • ¿Soy una puta?

  • Eres una puta perra que se muere por mi polla.

La agarré por el pelo y tiré hacia atrás mientras le golpeaba con ella en la mejilla.

  • Aaaaaah… Aaaaaah…Aaaah..

Gemía con los ojos cerrados y se masturbaba con una velocidad pasmosa. Daba la sensación que estaba intentando borrarse el clítoris a toda prisa.

Casi al instante empezó a chillar como una loca. Le tuve que tapar la boca. No cesaba en su masturbación ni de gritar con mi mano en su boca.

Le duró apenas unos instantes. Se quedó ahí de rodillas mirando hacia la nada con la mano en el clítoris.

Recobró la conciencia, miró mi polla y volvió a la carga más lentamente.

Se la metió en la boca y empezó a mamarla con calma.

Menos mal, porque el anterior ritmo me hacía imposible eyacular. Me excitaba demasiado.

  • ¿Quieres que te siga diciendo lo cerda que eres?

  • Sí… Me pone mucho. Me gusta mirar hacia arriba y ver como estoy sometida a una polla gorda.

Se la metió en la boca para mamar un poco como si necesitase chupar para seguir hablando.

  • Me pone sentirme tan sucia, tan perra… Me pone muchísimo pensar que no valgo para nada más que para mamar rabos grandes y que se corran en mi boca. Me excita tanto sentirme inferior y sometida…

  • ¿Quieres que te dé una bofetada? No será muy fuerte.

  • Por favor.

Le di una bofetada no muy fuerte y aumentó el ritmo de masturbación.

Me miró con cara desafiante sin dejar de masturbarme. Se escupió de nuevo en la mano.

  • No merezco tu polla…

  • Eres una sucia perra que se muere por mamarla, ¿verdad?

  • Sí…

Me ponía este juego. La cogí por el pelo y tiré hacia atrás con un poco de fuerza.

Un largo y semi ahogado gemido escapó cuando tiré hacia detrás.

  • Te voy a frotar la polla por la cara por ser tan zorra.

  • Aaah… Sí…

Froté mi polla por encima de sus labios y el lado de su nariz. Tenía los ojos cerrados labios en posición de besar para sentir bien mi rabo mientas lo restregaba. El ritmo de masturbación que llevaba volvía a ser de intentar borrarse el clítoris

  • Te gusta, ¿eh, puta?

No pudo mantener los morros juntos mucho tiempo porque tenía que gemir.

No sabía qué hacer así que le di otra bofetada y cuando me miró le dije que sacase la lengua.

Obedeció y golpeé mi rojiza cabeza en su lengua mientras sujetaba su pelo.

  • ¿Quieres que te escupa, eh?

  • Sí, sí, sí.

Dejé caer unas pocas gotas de saliva en su lengua. Nunca había hecho esto, pero suponía que tampoco había que pasarse.

Cuando cayeron en su lengua se relamió mientras me miraba a los ojos y se masturbaba ya con más violencia.

  • Te has ganado chupármela.

  • Gracias, amo.

Esta vez me la mamaba con violencia y ansia. Utilizó ambas manos y con cada una formó un anillo que giraban en distintas direcciones.

Era arte. Aquello era arte y devoción por mi polla. La mejor mamada hasta la fecha.

Se la sacó de la boca, la miró y escupió sobre ella. Su mano derecha volvió a su clítoris y la izquierda a mi polla.

El placer era absoluto. Tener el rabo lleno de saliva hacía que la mano se deslizase con una facilidad increíble.

Me iba a venir.

  • Me corro, puta, me corro.

  • Mmmh… Mmmh…

Ella gemía de gusto, parecía estar llegando. Y llegó se la sacó de golpe para gritar justo antes de que me corriese. Me la casqué mientras me corría en su cara.

Entre sus gemidos se escapaban varios síes mientras yo descargaba una cantidad ingente de semen sobre su moflete y ojo derecho, frente y pelo.

Ella no dejaba de masturbarse ni de gritar mientras le caía semen.

Yo gruñía con intensidad intercalando distintos “joder” y “dios”.

Cuando paré con su mano izquierda buscó mi rabo y se lo volvió a meter en la boca para rebañar todo lo que me quedaba.

Yo la seguía teniendo dura y sujetándola de la parte de atrás de la cabeza me dejé limpiar el rabo.

Cuando se aseguró de que ya no me quedaba nada en el rabo entonces paró.

  • Qué bien sabe tu leche…

  • Gracias… Dios ha sido…

  • De nada, ¿pero puedes traerme papel? No me quiero quedar tuerta.

Le traje papel, nos duchamos y nos fuimos a la cama. Allí hablamos un poco y me contó su fijación por los cimbreles de buen calibre.

  • Esto solo lo sabe Carlos…

-  Dios, si la chupas así ha tenido que ponerse muy pesado y pedirte que vuelvas con él.

  • No lo sabes tú bien… El muy cabrón me sigue escribiendo a día de hoy pidiéndome perdón. No sabe lo que se ha perdido.

  • Joder, desde luego que no.

  • Es algo… Es difícil de explicar. Desde que tuve impulsos sexuales de pequeñita me han atraído mucho las pollas grandes. Que me las metan no tanto, pero cuando es chuparlas… No puedo. Me transformo…

  • ¿En serio?

  • Sí… Sé que debo tener algún trauma oculto o algo, pero me da igual. Disfruto muchísimo sintiéndome humillada y sometida a alguien con un buen rabo. Me excita tanto…

Yo intentaba no pensar mucho en aquello porque si no se me iba a poner dura.

  • ¿Pero te puedes contener?

  • Me cuesta mucho. Si veo a un tío bueno con un buen rabo al aire siento un impulso bestial. Siento sequedad en la garganta y se me moja mucho el coño…

  • Hostia, pues no vayas nunca a un local de estripers.

  • Ya tuve un problema con uno.

  • ¿En serio?

  • Sí… Durante la despedida de Almudena contratamos a un mulato cubano.

  • Ay madre…

  • Sí… Había bebido mucho… Carlos no lo sabe y me arrepentí muchísimo, pero no pude contenerme. Estaba buenísimo, puede incluso que un poco más que tú, que ya es decir. Y tenía un rabo quizás un pelín más grande que el tuyo.

  • ¿Y qué pasó?

  • Me puse cachonda como una perra… Salivaba como una perra y me empapé. Cuando acabó el número fui directa a él y le dije “quiero atragantarme con tu polla”.

  • ¿Qué te dijo?

  • Jajajaja, ¿tú que crees? Subimos a su coche, aparcamos en un parque y me abalancé sobre su entrepierna.

  • Dios, ¿en serio?

  • En serio. No sabía que me gustaba que me insultasen.

  • Tuviste suerte.

  • Mucha… Me dijo que era una puta salida que le gustaba comer pollas… Ese comentario me encendió tanto que a los 5 minutos ya me estaba corriendo. Él se corrió en mi boca al siguiente minuto.

  • ¿Y te intentó contactar?

  • Buf… Me dio su teléfono llamó a todas mis amigas. Incluso se presentó en casa de Almudena. Tuvo que amenazarle con llamar a la policía.

Nos dormimos al poco y a las 7 de la mañana me desperté con una erección exagerada. Fui a beber agua y cuando volví a la cama Nerea estaba despierta.

Miró directamente a mi rabo.

  • Qué rabo tienes… Va a ser mi desayuno.

  • Imposible decirte que no.

Me tumbé, ella se puso encima y poco a poco empezó a chupármela otra vez.

  • Qué puta eres Nerea, no puedes estar sin una polla.

  • No… Soy una perra rabera.

Lamió mi polla de abajo arriba con velocidad.

  • Necesito comer pollas.

Le di una bofetada y la cogí por el pelo.

  • Atragántate con esta. Puta.

  • Sí, amo.

Esta vez no me corté a la hora de tirarle del pelo, le di un par de bofetadas más fuertes y cuando se corrió le follé la boca y me corrí totalmente dentro.

Nos volvimos a dormir y a las 10 me volví a despertar empalmado. Otra mamada más.

Desde entonces estoy enganchado a sus mamadas y ella a mi rabo, aunque su adicción es mayor y me ha causado algún contratiempo cuando hemos salido de fiesta y me ha escrito diciendo “que era la hora de su biberón”.