Excursión a la feria de la ciencia

Una excursión con el profesor de Física y química pasó a ser algo mucho más emocionante. (Hetero, fantasía erótica)

Corría la primavera del año 2011, cuando a nuestro profesor de Física y química cuyo alias era ‘Zubi’ se le ocurrió la gran idea de acudir a la capital de provincia, para asistir a una feria de la ciencia. A mí me daba un poco igual la ciencia, la física, la química y todo lo relacionado con estos temas, pero por aquel entonces aquello parecía interesante hasta al más tonto de la clase con tal de saltarse un día de agonía con los profesores. Zubi buscó curiosidades y tonterías varias por internet para exponer en la feria, los alumnos hicimos un sorteo para ver quién iba, y por suerte fui uno de los agraciados.

Tras varias semanas de ensayos en clase y pura impaciencia, llegó el gran día. Todos acudimos a primera hora a la puerta del centro, donde nos esperaba un autobús que nos llevaría al recinto en el cual se iba a celebrar la feria de la ciencia. Una vez subidos, el viaje fue una hora a base de tranquilidad y buena música. De hecho, recuerdo perfectamente que la última canción que escuché antes de bajar del autobús fue Lost, de Avenged Sevenfold. Aun cuando escucho ese tema actualmente me viene a la cabeza esta inolvidable excursión.

Las siguientes horas en aquel enorme recinto fueron bastante monótonas. Grupos de jóvenes de todas las edades pasaban por nuestro stand y observaban cómo realizábamos nuestros tres experimentos: un gusano de espuma a base de lavavajillas y yoduro de sodio, un airbag casero con vinagre y bicarbonato, y por último, hielo “instantáneo” hecho con acetato de sodio y sal. No eran gran cosa, pero en aquel momento nos parecían cosas increíbles.

Como había alumnos de sobra para atender el stand, hacíamos turnos para que todos pudiéramos realizar los experimentos para el público y también viéramos los que realizaban en los demás stands. Así que cuando llegó el momento, mi amigo R.J. y yo fuimos a dar una vuelta por el recinto.

No recuerdo ni la mitad de los experimentos que vimos, aunque tampoco le doy gran importancia. Me viene a la cabeza el stand de unos alumnos mayores que nosotros, que hacían cola gracias al descubrimiento de la fórmula de Coca-cola que se había realizado poco tiempo antes de aquella feria de la ciencia. También recuerdo el stand que había justo en frente del nuestro, pero no por el experimento. De hecho, lo único que podría revivir de aquella caseta es una cara, un precioso rostro sonriente rodeado de cabellos rojizos como un atardecer de verano.

A partir del instante en el que vi a aquella chica, no tuve ojos para otro lugar en aquel enorme recinto. Atendía a toda la gente que acudía con una bonita sonrisa, explicando lo que quiera que estuviera haciendo con sus compañeros, mientras yo la observaba absorto, a veces desde mi stand, a veces en el suyo, o incluso en la parte que había entre ambos, obstaculizando allí parado a la gente que iba de un lado para otro.

En más de una ocasión, ella se sintió más observada que atendida a sus explicaciones. Percibió que yo estaba cerca todo el rato, sin perderla de vista por un solo instante, incluso me devolvió la mirada un par de veces, sonriente, con esos ojos oscuros mostrando complicidad.

Hasta que por fin, llegó el momento. Mi tan deseada pelirroja abandonó su stand, y se dirigió hacia donde yo estaba, andando decidida pero sin prisa.

¡Hola! Me llamo Rosa. ¿Y tú?

Buenas, yo me llamo Javi. Encantado de conocerte.

Tras unos minutos de charla, pude saber que Rosa era de la capital, que tenía 1 año más que yo, y que vivía al lado del recinto en el que se celebraba la feria de la ciencia. También me preguntó sonrojada que por qué la miraba tanto, lo que provocó que mi cara también enrojeciera incluso más que la suya. Dada la situación, no hubo más remedio que decirle la verdad, que me parecía una chica muy guapa y encantadora, y me había gustado nada más verla. Nuestros rostros se pusieron todavía más colorados, el mío por vergüenza y el suyo porque se había ruborizado.

Sin mediar más palabras, Rosa me besó en la mejilla, rozando la comisura de sus labios con los míos. Acto seguido, me cogió de la mano y nos alejamos de allí, aunque yo no tenía la menor idea de hacia dónde me llevaba con tanta prisa. Dimos un rodeo enorme, ya que recorrimos todo el recinto por donde se suponía que no podía vernos nadie conocido, hasta que vislumbré los aseos al fondo. Miré incrédulo a mi bella acompañante de carreras, ella se dio cuenta y me guiñó el ojo. No lo podía creer.

Los 20 segundos que faltaban hasta llegar a los aseos fueron los peores de toda mi vida. La sangre se me subió a la cabeza y me agobié muchísimo tan solo de pensar la situación en la que estaba metido. Pero al estar justo en la puerta, se disiparon todas las dudas, el mareo, la tensión, y todos los problemas que pudieran existir en ese momento.

Entramos como una exhalación en el aseo de las chicas, y nos encerramos en uno de los compartimentos sin pensarlo ni un solo instante. A partir de ahí, comenzó una guerra sin tregua entre nuestras lenguas, mientras las manos recorrían el cuerpo del otro sin pudor alguno. Cuando quise darme cuenta, la mano derecha de Rosa se abría paso a través de mi pantalón, habiendo abierto la cremallera en un tiempo record. No hace falta decir que cuando su mano tocó mi miembro, este lo recibió con toda la dureza que podía tener.

Al igual que ella, yo no perdí el tiempo. Sin quitarle la camiseta, conseguí desabrocharle el sujetador, lo que me dio mayor libertad para poder meter la mano y sentir sus pezones, pequeños pero muy erectos. Unos segundos después, ella sacó la mano de mi paquete y subió ambos brazos indicando que su camiseta sobraba, cosa con la que estuve muy de acuerdo, por lo que en breves la camiseta salió volando, y el sujetador pegado a esta.

Allí estábamos, Rosa desnuda de cintura para arriba, y yo contemplando esa impresionante obra de arte. Tenía unas tetas en proporción a su cuerpo, ni grandes ni pequeñas, y destacaban sus rosados pezones, rodeados de unas aureolas generosas que hacían esas ubres todavía más perfectas. Sin más dilación, la besé con todas las ganas del mundo, y seguí lamiendo su cuello y mordiendo el lóbulo de su oreja, disfrutando como un tonto con un lápiz.

La levanté rodeando su culo con mis brazos, y ella se agarró a mí rodeándome con sus piernas por la espalda. Gracias a esto, pude bajar con mi lengua para saborear esos preciosos pechos, y mordisquear sus pezones, duros como diamantes, mientras ella respondía con leves gemidos reprimidos, intentando que nadie nos escuchase y ese momento se alargase lo más posible.

Tras unos minutos disfrutando esas deliciosas tetas, Rosa soltó sus piernas, y la besé una vez más con delicadeza mientras la dejaba sentada sobre la tapa de la cisterna, con las piernas apoyadas en la taza del váter. No era lo que ella esperaba que hiciera, pero aceptó quedándose ahí sin rechistar, mientras yo bajaba sus pantalones y contemplaba su tanga azul con dibujos de círculos naranjas y corazones rosas. Antes de deshacerme de ese pequeño velo que me impedía ver la verdadera obra de arte de la vida, le di un beso sobre la tela como anticipo de lo que venía. Noté la humedad del tanga, y ese olor característico que tanto me gustaba.

Tan rápido como alejé mis labios del tanga, comencé a tirar de él, dejando ver poco a poco un precioso clítoris muy enrojecido e hinchado, rodeado de esos pelitos rojizos tan propios de toda mujer pelirroja natural. Cuando la pieza azul, naranja y rosa había pasado los pies de mi amante, ésta se abrió completamente de piernas, dejando una perspectiva a mi vista que jamás olvidaré.

De arriba abajo, podía contemplar el precioso cabello pelirrojo de Rosa, muy despeinado, que le daba un toque mucho más sexy que cuando lo llevaba normal. Su cara, casi tan roja como su pelo, con sus ojos clavados en los míos y su boca entreabierta, derrochaba sensualidad por todos sus poros. Un poco más abajo estaban sus pechos, todavía brillantes y mojados por mi saliva, que se contoneaban desafiantes al son de la respiración fuerte de mi pelirroja. Y ya entre sus piernas, hinchado, llameante y excitado, el clítoris, sobre su abierta vagina, que estaba húmeda sólo por sus flujos vaginales, aunque ya por poco tiempo.

Tras contemplar toda su anatomía durante 3 segundos agónicos para ella, me dirigí sin pausa pero sin prisa a devorarlo, relamiéndome por fuera y por dentro. Cuando mi nariz tocó su clítoris, saqué la lengua todo lo que pude y lamí todo ese tesoro de una, empezando por su perineo y acabando en su clítoris, provocándole un respingo de placer por todo el cuerpo. Fue lo más delicioso que había probado en toda mi vida.

Denotando su impaciencia y sus ganas de que le diera placer, Rosa me cogió la cabeza y la acercó hacia sí misma, a lo que respondí metiendo la lengua en su vagina mientras frotaba su clítoris con mi nariz. Notaba como su caliente cueva se iba humedeciendo más y más a cada instante, por lo que supe que además de mí, ella lo estaba disfrutando y mucho. Tanto, que se tuvo que tapar la boca con la mano libre para que no se oyera nada demasiado alto.

De vez en cuando, acercaba la lengua a su clítoris y jugueteaba con él a mi antojo, lo que conseguía que cada vez que volviera a la vagina estuviera más mojada que la vez anterior. La verdad es que no lo podía estar pasando mejor en esa feria de la ciencia, esos últimos 10 minutos superaban con creces todas mis expectativas posibles. Dar placer a una mujer con mi lengua era un sueño pendiente de cumplir desde siempre, y lo estaba haciendo en ese momento. No podía pedir más. No quería nada más.

Aceleré el vaivén de mi nariz en su clítoris, y los movimientos de mi lengua a sus anchas por la vagina de Rosa, buscando darle el máximo placer posible. Gracias a ese cambio de ritmo, el éxtasis de aquella hermosa chica no tardó en llegar más de un minuto. Noté como se estremecía todo su cuerpo mientras ella agarraba fuerte mi pelo y aplastaba prácticamente mi cara contra su tesoro. A pesar de que sabía que estaba disfrutando de un gran orgasmo, seguí lamiendo su vagina hasta que todo su cuerpo se relajó de nuevo y quedó casi dormida del placer.

Pero Rosa no estaba dormida, ni mucho menos. Tras 2 minutos de recuperación, se incorporó, se bajó del inodoro y se puso de rodillas frente a mí. Sin preámbulos, avisos ni agónicas esperas, bajó mis pantalones y mis bóxer a la vez hasta mis tobillos. Cogió mi durísimo pene con la mano derecha mientras me miraba a los ojos y se relamía, lo que hizo que mi polla diera un respingo en su mano. Cuando lo notó, bajó la mirada, se volvió a relamer, y besó mi colorado glande, lleno desde hace un rato de líquido preseminal, por lo que cuando se volvió a separar de mi miembro llevaba un hilo muy fino y brillante colgando entre sus labios y mi glande, que no tardó en llevarse a la boca con la lengua.

Tras deshacerse del hilo de líquido preseminal, comenzó a dejar limpio el glande con su lengua, y cuando ya no quedaban restos de mí, se la empezó a introducir en su boca mientras jugueteaba con la lengua por mi glande, y meneaba mi tronco con su mano derecha. Poco a poco fue aumentando el ritmo, hasta que prácticamente me estaba masturbando con su boca y su mano a la vez, por lo que mi orgasmo se acercaba cada vez más.

Casi sin darme cuenta, comencé a correrme como un poseso en su boca. Rosa empezó a masturbarme más rápido con la mano y dejó la boca y la lengua quietas, dejando que mis sacudidas de semen llegaran al fondo de su boca, e impidiendo que ni una sola gota de mi leche no fuera probada por ella. Cuando acabé de correrme, perdí la fuerza en las piernas y caí rendido al lado de mi compañera de aseo. Pude oír como se tragaba toda mi corrida mientras yo intentaba recuperarme del orgasmo que acababa de tener.

Cuando recobré el aliento, miré mi reloj, y me percaté de que había pasado más de media hora desde que ambos dejamos nuestro stand. Se lo dije a Rosa, y ambos empezamos a reír como dos niños que acababan de hacer travesuras. Ambos nos abrazamos y comenzamos a vestirnos lentamente, satisfechos pero a la vez con cierta desgana.

Una vez con nuestra ropa en su sitio, fue ella la que salió primero del aseo para comprobar que no había nadie que pudiera vernos, y me avisó para que saliera yo también. Ambos nos despedimos con un apasionado beso en la puerta del aseo de chicas, y Rosa se fue de allí tras guiñarme un ojo como antes de entrar. Al poco tiempo salí de allí, y cuando llegué a mi stand lo estaban desmontando. El de en frente ya estaba vacío, no quedaba nada. En ese mismo instante supe que jamás volvería a ver a Rosa.

Tras recoger las cosas de nuestro stand, Zubi pasó lista de todos los alumnos para no volver al pueblo sin alguno, y subimos al autobús para otra hora más de viaje ese mismo día. Cuando llegué a mi casa, me fui directo a la cama, agotado, y sin siquiera ponerme el pijama, me dormí con una gran sonrisa de pura felicidad.


Como en anteriores ocasiones ya he dicho, muchas gracias por haber leído mi relato. Es una lástima que no sea una historia real, aunque por otro lado creo que si lo fuera ni se me hubiera ocurrido publicarla como relato en esta página ni en ninguna.

Espero vuestras opiniones y críticas en comentarios, yo lo recibo y acepto todo, y responderé si así fuera necesario.

¡Nos vemos!