Excitación

Una compañera de universidad de mi hermano, acude a nuestra casa a realizar un trabajo... ella me excita muchísimo y se muestra muy simpática...

Se presentaba ante mi un día aburrido, como otros tantos: eran las seis, volvía de la universidad completamente asqueado después de haber asistido a las clases durante la mañana y a una clase más (como colofón) a esa hora impertinente como son las tres y media, tras el almuerzo, con la sangre alejada del cerebro y toda mi concentración puesta en una deliciosa y lenta digestión...

Y bueno, me presento: me llamo Ricardo y tengo 23 años, un tipo fisicamente normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, ni fuerte ni fofo... mi pelo tampoco destacaba demasiado a menos que fuera por ser de un intenso color negro, que incluso hacía que el reflejo se viera de un blanco deslumbrante cuando eran bañados por el sol. Y mis ojos... pues... marrones, no eran de un color que pudiera nombrarse de forma pomposa como "avellana" ni nada por el estilo... eran de un color marrón cutre, o al menos así los veía yo: mis ojos en sí eran bonitos, grandes en su centro y afilados en sus extremos lo cual me permitía mirar de forma muy interesante (o al menos eso pensaba yo) cuando los entrecerraba un poco... pero marrones... marrones cutre.

Cuando llegué a casa y abrí la puerta, escuché la voz de mi hermano conversando con una chica en nuestra habitación... de forma casi instantánea, toda mi atención se centró en aquella voz... SU voz.

  • Y todavía tenemos que escribir una introducción, hacer el índice y fotocopiar los recortes - comentaba mi hermano.

  • Bueno, si quieres, la introducción la puedo ir haciendo yo - sugirió ella, con una voz muy femenina.

(Hago un paréntesis para explicar un poco esto: me refiero a ese timbre cantarín, agudo y suave que me pone a mil, un timbre inconfundible, un timbre que automaticamente va asociado a una chica sin discusión posible, nada de voces ambiguas)

  • Vale - contestó mi hermano en un tono que reflejaba que hubiera aceptado cualquiera de las tareas pendientes, un tono que mostraba claramente su desinterés (cosa que por otra parte yo comprendía perfectamente).

Disimuladamente entré en mi cuarto para dejar mis cosas, y digo disimuladamente no porque fuera escondiendome entre los muebles, sino porque entré haciendome el despistado, como el que hubiera entrado en un cuarto vacío, intentando aparentar que cualquier mujer que hubiese allí no me provocaría ni la más mínima reacción, aunque fuese un cañón.

Comento lo de aparentar, porque contrariamente a mis intenciones, posiblemente se me pusiera dura aunque fuese del montón, paradojas de la vida.

Y allí estaba ella: una estatura normalita, de cuerpo ni delgada ni rellenita, digamos que le sobraría algún kilo a juicio de la mayoría de mis amigos, que gustaban de chicas delgaditas que esas que ultimamente abundan quizá demasiado. A mí, al contrario, me ponía más una tía que tuviera su cinturita con sus correspondientes curvas, y aquella chica cumplía el patrón a la perfección. Tenía un par de tetas apetecible... no eran grandes ni mucho menos, tenían un tamaño normalito, pero a mi el tamaño normalito hace que mi polla difiera ligeramente del tamaño normalito, supongo que me entendeis.

Su culito merecía un párrafo aparte, como éste, un culito redondito, muy bien puesto, que apuntaba respingón enfundado en los ajustados vaqueros negros. Era morena de cabellos (me encantan sobremanera las morenas) y tenía una cara de viciosilla interesante (aunque como ya comenté antes, casi cualquier mujer puede adoptar una pose de viciosilla interesante a mis ojos en algún momento determinado).

La saludé y ella me devolvió el saludo con su cantarina voz... joder que buena que estaba, me la hubiese follado ahí mismo. Mi calenturienta mente me jugaba malas pasadas y ya la imaginaba de rodillas chupándome la polla con su cara de putita y su voz de fóllame-entera (curioso timbre). Me notaba cómo me venían escalofríos y todo, mientras mi polla empezaba a quejarse bajo mi pantalón, hecho que me obligó a pensar rapidamente en todo tipo de imágenes y situaciones antieróticas para no parecer un puto salido de mierda (con cariño).

Ella se presentó, se llamaba Eva y si en aquel momento me hubiera ofrecido una manzana, yo me la hubiese comido gustoso, a la manzana y a ella. (Perdonad la alusión fácil, pero fue lo que pensé). Empecé a darle conversación mientras mi hermano miraba en una carpeta rebuscando, hojeando y leyendo recortes de revistas y periódicos, sobre de qué era el trabajo, cuánto llevaban, de qué asignatura era, que tal le iba en la carrera, de los profesores.

El caso era ganarme un poco su confianza... el tema de los profesores sobre todo da muchísimo juego: a las chicas les encanta rajar por naturaleza, y siempre hay profesores sobre los que se pueda rajar, anécdotas y patochadas varias. Las juergas universitarias, el césped para tumbarse, en fin, creando un ambiente relajado y divertido que hiciera que la chica se sintiera como si me conociese de años.

En un momento de cháchara, mi hermano terminó de clasificar el material y comentó que se iba a hacer las fotocopias y a comprar una encuadernación y pijotadas varias. Rapidamente mi calenturiento ego estimó el tiempo aproximado entre salida y llegada, una media hora o tres cuartos de hora. Podrían haber sido más, pero era lo que había y punto.

Eva se acercó a la mesa del ordenador y agarró el ratón para ojear lo que llevaban escrito. Me daba la espalda lo que me permitió recrearme en su glorioso trasero. Me fijé tanto que podría decir cuántas puntadas llevaban los adornos de los bolsillos de detrás. Joder, qué pedazo de culo, allí estaba ella, ligeramente inclinada hacia el ordenador, lo cual implicaba el culo ligeramente en pompa. Qué follada le hubiera metido, joder qué tentación, pero ¿qué coño podía hacer? ¿sobárselo ahí por las buenas para que me soltara una ostia de campeonato? jooodeeeer, mi polla estaba que se iba a escapar de los boxers de un momento a otro, pero ella estaba de espaldas y no me podía ver, así que a tomar por el culo y precisamente de eso se trataba, al menos en mi imaginación.

Ella se inclinó un poco más y pude ver sus braguitas asomando por encima de los vaqueros... era la gota que colmaba el vaso... unas braguitas de colorines con dibujitos así como de manga japonés (sólo vi un trozo de cabeza pero fue lo que me pareció), eran las típicas braguitas éstas que hay ahora para las adolescentes y que están repletitas de colores chillones.

No podía aguantar más: qué excitación, qué buena que estaba, qué cerca y ... ¡qué lejos!. Los sudores me corrían por la cara en esos segundos que a mi se me hacían minutos y en los que mi cerebro maquinaba a velocidades de vértigo. Joodeeer... quería tocar ese culo ¡por favor!, me la quería follar, ¿¿¿pero cómo le iba a tocar el culo???, el calor se hacía patente en mi rostro, empezaba a notar húmedas las manos.

Y de pronto... la luz... ¡¡tan simple!!... como un resorte me coloqué lo más pegado que pude a ella y me apoyé en los pies de la cama, coloqué estratégicamente mis manos con las palmas hacia mi, una encima de la otra, como si estuviese jugueteando con mis dedos o algo...

Le hablé... no recuerdo ni qué coño le dije... sólo sé que ella se irguió, y con su movimiento su cuerpo se deslizó ligeramente hacia atrás... y ahí estaba su culo... y ahí estaban mis manos. Se lo alcancé a tocar levemente, pero el sólo roce de su vaquero contra mis manos ya lo consideraba un avance. No conforme y para rematar la faena, hice como el que se desequilibraba al ser tan repentinamente movido de mi apoyo. Y en ese movimiento de sujetar el adorno de los pies de la cama con la mano derecha, refregué toda mi mano izquierda por su trasero amén de mi erecto miembro.

¡Síii! ¡qué placer!, ¡qué instantes de gloria!.

Ella se giró preocupada y todavía me pidió perdón... ¿se imaginan? ¡perdón! todavía río al recordarlo. Ni siquiera creo que notara que le refregué toda la polla por el culo y si lo notó, seguro que no advirtió la intención, porque segundos más tarde estaba riendo y hablando conmigo como si tal cosa, de que era muy alocada, que hacía las cosas sin mirar cómo si sólo estuviese ella, que estaba como una chota...

  • Tú lo que estás es muy buena - pensé yo para mis adentros... ojalá se lo hubiese dicho...

En ese momento, mi hermano hizo su entrada por la habitación.