Exámen suspendido

necesitaba aprobar todos los exámenes, para poder encarar su futuro universitatio, cómo ella quería pero...

Que le hubieran suspendido aquél examen, era una auténtica faena, la verdad.

Lisa estaba casi segura de que había aprobado, pero parece ser que la estrecha de Esther, no pensaba lo mismo.

De todas maneras no estaba dispuesta a aceptar ese resultado; no iba a dejar que ese suspenso le impidiera poder realizar los estudios superiores que quería. A la salida de clase iría a hablar con ella.

Pasó por casa cómo si fuera una obligación, comiéndo a toda velocida, y eso sí tuvo el tiempo suficiente, de cambiarse la camisa, y ponerse una mucho más liviana, transparente y sugerente.

Las dos horas y media de clase, que tenía por la tarde transcurrieron a cámara lenta; las manecillas del reloj no avanzaban, y los minutos, no transcurrían.

Pero al final llegó; suena el timbre de salida.

Lisa no escucha nada ni a nadie, tan sólo una misión en su mente: ver su examen.

Baja los dos pisos que separan la sala de profesores de su clase, a una velocidad inusitada, en una chica como ella, que si por algo se caracteriza es por su tranquilidad.

Ya está en el primer piso, ahora tendrá que recorrer un largo pasillo en línea recta, para poder encontrar la sala de profesores, dónde le espera quién puede tener la llave de su futuro.

Está frente a la puerta; un gran cartel pone de manifiesto dónde te encuentras: SALA DE PROFESORES.

Llama una vez; no recibe contestación.

Llama otra vez, y ahora sí una voz dulce y femenina, responde desde el interior:

-adelante, pasa Lisa-

Que hipócrita, piensa Lisa, me suspende y todavía utiliza ese tonito dulce y atractivo conmigo, pero no le va a valer.

Entra en la sala en la que se respira un aire concentrado, en el que se mezcla el olor a humo procedente de los cigarrillos, que fuman en los descansos, la concentración humana que se produce al cabo del día, y que por muy limpios que vayan a las 9:00h de la mañana, a esas alturas ya no se aguanta.

-Buenas tardes Esther- contesta Lisa intentando mantener el mismo tono de hipocresía, que había percibido en ella.

-Vamos a ver, me dices que no estás conforme con el resultado de tú examen ¿no es así?-

-así es Esther- contesta Lisa, reprimiéndose las ganas de decirle algo más.

-Muy bien pues lo examinaremos.

Lisa estaba delante del armario dónde los profesores dejan los exámenes, trabajos, y demás cosas de clase. Esther pasó por delante de ella, golpeándole en un momento dado en una de sus tetas.

Lisa hizo una exclamación de dolor. Esther se volvió preocupada -¿te he hecho mucho daño?

-no, no te preocupes- dijo Lisa

-¿seguro? volvió a insistir Esther.

-no, es que me tiene que venir la regla, y tengo los pechos imposibles; me duelen mucho, los pezones los tengo muy sensibles, están muy hinchados y no puedo ni ponerme sujetador.

-¿no llevas sujetador?- preguntó Esther.

-no-

-no me extraña, a tú edad todavía te lo puedes permitir; las cosas aún están en su sitio; pero cuándo llegues a mis años ya no tendrás escapatoria.

-estás muy bien- dijo Lisa, -tienes 3 hijos y un tipo que ya lo quisieran muchas.

-¿Te parezco guapa?- le preguntó dándose la vuelta y poniendose a la altura de Lisa.

Las dos estaban de frente y se notaba un clima de excitación que iba en aumento.

-estás muy buena- dijo Lisa, -me encantaría follarte.

Esther respondió a esta proposición poniendo sus manos sobre las tetas de Lisa, de una manera suave, eso sí.

La camisa era lo suficientemente fina para notar directamente la dureza que iban adquiriendo esos pechos.

-Llevas una camisa muy bonita, y te hace un escote precioso.- dijo Esther

La mala sangre que en un principio llevaba Lisa, al encuentro, se iba deshaciendo cómo un azucarillo en una taza de leche caliente.

Pronto introdujo sus manos por aquél escote y comprobó la materia prima.

Lisa quiso tomar parte de aquél encuentro, y aprovechando la proximidad entre ambas acercó su boca a la suya y comenzaron a besarse; de manera tímida al principio, para pasar a un ritmo frenético más tarde.

A esas alturas las manos de Esther ya apretaban las tetas de Lisa, sin ninguna contemplación, ni reprimenda por parte de esta, quien se notaba que estaba gozando de manera sobrenatural.

Le quitó la camisa y aparecieron en escena los pechos más apetecibles, que jamás hubiera imaginado. Eran cómo dos montañas, en proceso de formación, culminadas por dos preciosos pezones, que tal y cómo había dicho estaban impresionantemente hinchados.

Estaban de pié, la puerta de la sala sin cerrar con pestillo, lo que añadía un ingrediente más excitante si cabe al encuentro; en cualquier momento alguien puede entrar y sorprenderlas.

En lugar de echarles para atrás este pensamiento, agudizó más su deseo, por lo que pasaron a las partes bajas de su anatomía.

Lisa llevaba unos shorts bastante ajustados, que dejaban adivinar claramente, que se había puesto un tanga. Por su parte Esther llevaba una falda hasta la rodilla, que dejaba al aire la parte baja de sus piernas, y que si el resto era así de bonito, no dudaría un minuto en explorar el terreno.

Ambas tenían las manos puestas en el culo de la contraria, siendo Lisa, quien más posibilidades de disfrutar tenía; de momento.

Había remangado la falda de Esther y ahora estaba entretenida en el interior de sus bragas.

Esther por su parte estaba realmente excitada, pero no por eso dejaba de lado a Lisa. Desató los shorts, se arrodiló y los fue bajando lentamente por las piernas, a la vez que iba deslizando la lengua por esos muslos, de jovencita.

Lisa gemía, tenía los pantalones en los tobillos, ahora le tocaba el turno al tanga.

Iba a quitárselo Esther, cuándo le paró:

-quiero que te tú también te quites la ropa-, -verte las tetas-

Se puso de pié frente a Lisa, y dejó hacerse.

-quitate la camiseta-, le ordenó.

Esther, recogió la parte baja de la prenda, y comenzó a deslizarla para arriba; cuándo llegó a la altura de las tetas, Lisa creyó desfallecer, eran perfectas, a pesar de haber amamantado a 3 hijos.

Acto seguido cayó al suelo el sujetador; la falda fue resbalando por unas piernas bien formadas, hasta ser depositada junto al sujetador.

Ahora estaban iguales, las dos llevaban cómo única prenda las bragas; y los zapatos, por supuesto, unos con enormes tacones en el caso de Esther que estilizaban de manera escandalosa sus piernas.

-¿conforme?- preguntó Esther, a lo que Elisa respondió arrodillándose frente a su sexo y comenzándolo a chupar intensamente.

Cada lametazo era acompañado por enormes gemidos por parte de Esther, quién agarraba del pelo a Lisa, en un desesperado intento porque esta no dejara de complacerle.

Retiró la cara de aquél apetecible coño, para dar paso a una nueva variante.

-puta, ponte de rodillas y separa las piernas.-

Esther sonrió, -me gusta que me digan cosas guarras mientras me follan- dijo mientras se arrodillaba en el suelo.

Seguro que su marido es de los que piensa, que con sólo meterla basta, pensó Lisa. Pues ahora va a descubrir lo que es bueno.

Las piernas de Esther estaban lo bastante separadas, cómo para que Lisa se tumbara en el suelo, y se introdujera, en el hueco que dejaban.

Su cabeza estaba en contacto con aquel preciosos coño, pero sus manos también estaban dispuestas a lo que fuera.

Con su mano derecha comenzó a acariciar el coño, haciéndo especial hincapié en el botoncito del clítoris.

Cuándo calculó que ya tenía lo suficientemente húmeda la vagina pasó a introducirle el dedo índice; mientras el mete-saca, la parte de atrás tampoco se libraba ya que su culo quedaba justo delante, de la cara de Lisa, por lo que era muy fácil poder saborearle el ano.

-hmmm….aaarrrgggg…..- los jadeos de Esther eran muy profundos, y Lisa también estaba excitada; si fuera ella la penetrada, seguro que lo que fuera entraría sin ningún problema.

Finalmente Esther se corrió, tuvo un orgasmo intenso y largo. Sus flujos vaginales escurrían por la mano de Lisa, que en ese momento permanecía con el dedo en su vagina.

Esther cuándo pudo darse cuenta, de la situación, cogió la mano de Lisa, y comenzó a lamérsela, de manera, que se tragó sus propios flujos.

Todavía permanecía de rodillas, con la cabeza de Lisa entre sus piernas, y aún jadeaba, pero decidió ponerse de pié.

Lisa por fín quedó libre de aquél maravilloso suplicio.

-recuéstate sobre la mesa- dijo Esther con la voz autoritaria que usaba en clase.

Lisa se puso en pié; la verdad que de piè todavía tenía el cuerpo más apetecible.

Llegó a la mesa y se tumbó medio cuerpo, de manera que sus piernas colgaban hasta el suelo.

Esther había sacado del armario una serie de punteros, de distintos grosores, que le dieron a Lisa, una idea de lo que iba a pasar.

Esther frente a Lisa; esta recostada en la mesa por lo que tenía una panorámica total de su cuerpo.

Se introdujo entre sus piernas, y comenzó a acariciarle el sexo con una mano a la vez que gozaba de sus tetas con la otra. Pellizcaba los pezones tan fuerte, que daban la impresión de poder desprenderse.

Lisa estaba cómo loca.

-méteme los dedos- suplicaba de una forma casi lastimosa, ya que estaba muy excitada.

Esther sonreía.

-por favor, follame, no me hagas sufrir más-

Sin dejár de acariciarle el sexo, con la mano derecha, que la tenía ya completamente húmeda, logró alcanzar con la izquierda uno de los punteros que había sacado anteriormente del armario. Era el más grueso.

Por fín Lisa, iba a ver cumplido su deseo

-date la vuelta- le dijo, a la vez que sacaba los dedos del coño.

-no, por el culo, no por favor, soy virgen-

Esther la volvió con un movimiento brusco, y la puso en la posición que quería. .

-doblate sobre la mesa- dijo Esther poniendose casi furiosa.

  • nooo, nooo, por favor- suplicaba Lisa, pero sus suplicas no tendrían respuesta.

Con un movimiento rápido Esther introdujo el puntero que tendría un grosor aproximado de 7,5cm. en aquel culo virgen.

Los gritos de Lisa, resonaban en toda aquella sala, pero ahora que quería que alguien la oyera, no tenía respuesta.

Esther estaba cómo poseída, cuánto más gritaba Lisa, más excitada se sentía.

Estuvo cómo unos seis minutos, en los que al final Lisa, ya terminó por acostumbrarse al intenso dolor que ese objeto extraño, le producía en su interior.

Para intentar aplacarlo un poco con cada embestida que le provocaba Esther, ella intentaba acariciarse el clítoris, para ver si sentía un poco de placer dentro de todo aquél infierno.

Al final incluso se corrió aunque no sabía si era consecuencia de sus maniobras, o simplemente, que al final su culo se había rendido, y era una manera de intentar terminar con aquello.

Para que fuera más creible lanzó un gemido de placer, que por lo menos puso contenta a Esther, quien también se había corrido.

Por fín retiró el puntero y el culo de Lisa, volvió a tener la libertad, de la que que hasta ese momento había gozado.

El aspecto de Esther era el de una poseída, que había mantenido una lucha con alguna fuerza del mal.

Por su parte Lisa, apenas podía enderezarse, y temía que no podría sentarse durante una buena temporada.

-lo siento- dijo Esther, pero es mejor que pases por esta experiencia con alguien a quien conoces, además no me negarás que no te ha gustado un poco. Te has corrido cómo una cerda.

Lisa a pesar de todo no podía dejar de reconocer, que le había dado placer, el hecho de tener sus tetas entre las manos, comerle el coño, disfrutar del fantástico espectáculo de su cuerpo en general.