Examen Oral (3: Extracurricular)

Mi profesor me cita en un café. Arrinconada por mi acosador y por mis deseos, se desata en mí la pasión que me lleva a disfrutar de una dosis más de lechita tibia y espesa. Una mamada inolvidable que me lleva a descubrir el éxtasis de mi sexualidad.

Examen Extracurricular

El Ingeniero "R" no era precisamente un galán de cine pero si era muy atractivo. Con abundante cabellera azabache, piel morena, cejas y bigote espesos, ojos marrón claro. Era un hombre muy culto pero su cuerpo delataba que invertía la mayor parte de su tiempo ejercitando su mente, pues su abdomen tenía unos kilitos de más. Sin embargo ese sobrepeso le asentaba muy bien en su espalda y hombros, los cuales eran robustos y fuertes. Me gustaba. Vestía impecablemente, y su cuerpo despedía una varonil fragancia de colonia de marca conocida. Cuidaba muy bien su imagen, y le funcionaba muy bien pues desde el momento en que lo conocí me cautivó su personalidad y me sentí atraída irremediablemente hacia él.

Las cosas no se habían dado como yo hubiese deseado pues resultó ser un patán que aprovechaba su posición de control para "forzarme" a que le rindiera ciertos favores sexuales. La cuestión es que es difícil decir que realmente lo hacía en contra de mi voluntad, pues la experiencia de tener su pene en mi boca era mas bien placer que tormento. Sin mencionar que alimentarme de su semen me hacía sentir sumisa y dispuesta a repetir la dosis, como si se tratase de una droga a la que mi adicción iba cuesta arriba. Tal vez era mi instinto de sobre vivencia, pues mis alternativas eran nulas y no estaba dispuesta a jugar el papel de víctima. Tal vez sea cierto el adagio de que la carne es carne

Días después del segundo examen oral, una tarde que llegaba a la escuela, me topé con mi maestro en el estacionamiento. Me saludó como si nunca hubiese pasado nada entre nosotros, muy respetuoso y casual. Platicamos de algunas cosas relacionadas a la materia que él impartía y me prestó un libro que según él me ayudaría mucho en la carrera. Al llegar a mi primer clase, abrí el libro y noté que entre las páginas había una tarjetita. La saqué llena de curiosidad y la leí deprisa:

"Tenemos que hablar. Te espero a las 7:00 en La Playita."

La Playita era un café como a 5 Kms de la escuela. Regresó ese sentimiento mezclado de temor y excitación. ¿Qué pretendía?

Indecisa, acudí. Llegué unos minutos después de la hora fijada. El profesor estaba en una de las mesas en la parte central del establecimiento pero pegada a la pared. Sin decir palabra, me senté frente a él. Las mesas vestían unos manteles blancos impecables que con sus bastillas acariciaban la dureza del piso de losa. Sobre los manteles blancos, cada mesa tenía un manto rojo y un precioso adorno floral.

Me recibió con una gallarda sonrisa y tras preguntarme qué es lo que deseaba tomar y ofrecerme un cigarrillo el cual le acepté, llamó al mesero quien de inmediato tomó la orden y desapareció.

Al encender mi cigarrillo, noté que su pulso temblaba. Estaba igual o más nervioso que yo. Mientras la nicotina empezaba a hacer efecto en mi sistema nervioso, él tomó la iniciativa y empezó a decirme que se sentía muy intranquilo con lo que había pasado entre nosotros.

Acercó su asiento al mío. No estoy segura si era su forma de disculparse o si estaba tratando de seducirme a la buena. El caso es que en breve, sentí su mano en mi rodilla al tiempo que me decía "Quisiera que las cosas hubieran sido diferentes, pero me gustas mucho, y SÉ que tu también lo disfrutaste…"

Yo lo escuchaba sin saber como reaccionar. ¿Debía verlo bajo la amenaza de perder mi carrera? ¿O debía verlo como el hombre atractivo que era y el cual deseaba tanto? Me limité a guardar silencio y a ver como sus ojos penetraban cada parte de mi rostro y bajaban hacia mi cuerpo. Su mano subía por mi muslo dejándome inmóvil.

Porque no podrás negar que disfrutaste hasta la última gota…y que embarraste mi mano con la humedad de tu orgasmo

Su mano había llegado hasta mi entrepierna. Mi respiración se agitaba.

-…Pero aquí no es la escuela, ni esto es un examen. Aquí solo somos tu y yo. Un hombre y una mujer que se disfrutan. Si no te gusta, puedes irte, no hay bronca y de ninguna forma afectará tus calificaciones ni tu carrera

Rozó mi clítoris por encima de mis medias y panty y sentí ganas de que me las arrancara y me tocara desnuda.

-…Ahora que si te gusta, pues no nos hagamos pendejos

Tomó una de mis manos y guiándola la puso encima de su paquete, el cual de inmediato pude palpar que vibraba dentro de una erección monumental.

-…gocémonos!!!

Al sentir entre mi mano lo duro de su miembro, lo imaginé y me llené de deseo al tiempo que su mano continuaba acariciando mi botoncito. Giré mi cabeza para estudiar los alrededores mientras me dedicaba a frotar su falo con mi mano encima de su pantalón. Nadie nos veía. Mordí mi labio inferior y dejé escapar un gemido al sentir su mano frotar con fuerza mi vulva al tiempo que abría mis piernas.

Debajo del mantel, me apresuré a abrir su cremallera y a sacar su pene erecto. Lo tomé con mi mano y lo masturbé gentilmente. Estaba humedecido en sus líquidos preseminales. El grosor no dejaba de impresionarme.

-¡Lo deseo! – le dije en voz queda, perdiendo el control de mi misma.

-Yo también deseo que lo mames como sabes hacerlo.

-¿Aquí? ¿Ahorita? Mejor vayamos a otro lugar

-Aquí. Métete debajo de la mesa. No cuento con mucho tiempo, tengo que regresar a dar clase. Solo quería verte un momento para decirte cuánto te deseo y que no dejo de pensar en ti.

Mientras sus caricias debajo de la mesa iban en aumento, acercó sus labios a mi boca y me besó.

Volví a girar mi cabeza y tras verificar que nadie nos ponía atención, me deslicé hacia abajo desapareciendo entre las telas del mantel que enredaba completamente esa mesa redonda. Titubeé por un momentito pero mis deseos triunfaron sobre mis escrúpulos y con solo ver su pene enrojecido, debido a su erección, no pude más y me fui sobre él como leona sobre su presa.

No era una posición muy cómoda, pero a pesar de la falta de luz, debo reconocer que era un ángulo perfecto para disfrutar esa gruesa verga una vez más. Entre la penumbra, pude divisar que ese pedazo de carne brillaba debido a lo bañado que estaba en su viscoso fluido. Lo besé de inmediato y sentí como una de sus manos hacía mi cabello a un lado. De inmediato sentí en mis rodillas lo frío y duro del piso. Disfruté del sabor agridulce que emanaba y de la tibia temperatura de la piel en su inflamado glande. Debía comérmelo cuanto antes, de lo contrario perdería la cordura. Procedí a introducir cada centímetro en mi boca hasta sentir la punta de su glande topar con mis amígdalas. Lo dejé clavado por unos momentos e inmediatamente procedí a succionar mientras lo sacaba hasta que mis labios sintieron el borde de la cabeza; entonces mi lengua se deleito en cada lamida que pude darle. A diferentes ritmos, lo metía y lo sacaba mientras lo succionaba y con vehemencia lamía. Mientras mi ensalivada lengua recorría todo lo largo de esa barra endurecida, sentía como cada una de sus venas palpitaban y como la sangre fluía dentro de ellas.

En ese momento, no era la alumna presionada para pasar un "examen oral". Era una mujer que había perdido la cabeza en medio de la excitación que ese hombre le provocaba. Era una mujer que se había enamorado del placer que esa verga le daba. Era una hembra que buscaba apagar su sed de lujuria con el semen que extraería en breve de tan grueso y endurecido falo. Me elevaba sentirme deseada. Me complacía sentirme penetrada. Me daba gusto dándole todo el placer que me era posible. Quería hacerlo reventar de placer.

Mientras con esmero seguía ofreciendo besos y lamidas a cada centímetro de carne a lo largo y al rededor, mi mente se inundaba de imágenes en donde veía nuestros cuerpos desnudos en una cama. Imaginaba como abría mis piernas y lo dejaba entrar en mi rajita. Chupaba el enorme glande y casi lo podía sentir deslizarse entre mis paredes vaginales. Besaba el tronco a todo la largo y con los ojos cerrados lo veía encima de mi cuerpo moviéndose como poseído, follándome como un salvaje animal. Las imágenes que acudían a mi imaginación tal vez eran un reflejo de lo que deseaba. Mientras succionaba desde la base hasta la punta de su glande, lo veía en mi mente otorgándome placer al succionar mis senos y prenderse de mis pezones. Mientras viboreaba su ojillo con mi lengua, imaginaba que la suya viboreaba mi clítoris y al rededor de los labios que guardan mi sexo rosado y palpitante.

Era deseo puro. Y lo mejor de todo, es que entre mas dejaba volar mi imaginación con mis deseos, mas lamía, mas besaba, mas succionaba, mas mordía, mas chupaba, mas profundo me lo metía, mas lo mamaba y mas mojaba mi ropa interior.

-Aquí está el café de la señorita.- se oyó la voz del mesero en conjunto con ruido de tazas y cubiertos.

Me quedé inmóvil y muda.

-¿Les dejo la leche? – preguntó el mozo inocentemente.

-Si, por favor, la señorita toma su café con mucha leche.- contestó el ingeniero mientras con su mano tras mi nuca me jalaba hacia sí para ensartar su verga hasta lo mas hondo de mi garganta como ordenándome a no suspender mi felacio.

Mientras el mesero terminaba su trabajo sobre la mesa, yo continuaba con el mío debajo de ella. A pesar del ajetreo de la losa y cubiertos, reanudé a gozar el placer que esa verga que se me presentaba daba a mi paladar y a mi sensualidad. Conforme mis labios recorrían la piel de tan suculento falo, toda mi piel se erizaba y mi cuerpo entero se llenaba de una incontrolable desesperación. La punta de su cabeza acariciaba todo el interior de mi boca hasta coronarse en la profundidad de mi garganta.

El piso castigador torturaba mis rodillas y mi cuello empezaba a entumirse debido al movimiento repetitivo que hacía. Adentro…afuera…adentro…¡UF! Mi nariz se perdía entre la bragueta entreabierta. Una de mis manos había llegado hasta mi vulva. Mi ropa interior estaba tan mojada que la humedad abarcaba hacia los muslos. Masajé la zona húmeda de mi vulva. El pene en mi boca se ponía mas duro. Vibraba como con vida propia. Aumenté la velocidad tanto de mi boca alrededor de la endurecida verga como de mis dedos encima de mi ropa mojada. Sentí que mi cuerpo entero se perdía en una ola de lujuria. Poniendo mis labios en forma de "O" hice un sello que froté con fuerza y salvaje aceleración desde la base de esa lanza rellena de sangre ardiente hasta el borde del glande hinchado al tiempo que cada célula de mi lengua jugueteaba por donde le era posible.

Debajo de mi ropa interior, mi rajita lloraba sus jugos llena de satisfacción. Deseando ser penetrada por la verga gorda que mamaba con esmero, se conformaba con recibir las vibraciones que las yemas de mis dedos le otorgaban.

Con mis labios ya cansados, seguía succionando a diferentes niveles de fuerza y velocidad. Mi lengua viboreaba incontroladamente. La deseada eyaculación empezaba a rendir el esperado efecto. El primer chorro de semen golpeó la campanilla de mi garganta con tal fuerza que casi desisto de tragármelo. Sin embargo, no hubo tiempo para una segunda reacción pues el siguiente espasmo lo siguió de inmediato y al sentir mi boca llena de su espeso líquido caliente me sentí en el clímax de esta experiencia y no pude contener que mi cuerpo se sacudiera en un increíble orgasmo. Sí, mi vulva palpitaba con mucha fuerza. Sentía como mis paredes vaginales se contraían violentamente al apresurarme a tragar el semen lo mas pronto posible apenas dejando escapar un pequeño residuo entre las comisuras de mis labios. Tuve que ahogar mis gemidos entre la tela de su pantalón.

En el punto mas alto de mi orgasmo, sentí que a mi cuerpo le faltaban fuerzas y oxígeno. Había perdido la noción del tiempo pero estar encerrada sin circulación de aire fresco y con tanto movimiento, me había dejado exhausta y envuelta en sudor. Concluido mi orgasmo, procedí a lamer con mucha delicadeza el pene que empezaba a perder dureza. Retiraba cualquier remanente de fluidos y procedía a tragármelo. En breve, esa herramienta sexual, quedó completamente limpiecita, lista para regresar a su guarida detrás de la cremallera.

Mi vulva aún palpitaba cuando levantando el mantel busqué su sonrisa con mi mirada. Me dolían mi espalda y mis rodillas. El aire fresco golpeó mi rostro de inmediato. Mi profesor guiñó un ojo haciéndome señas de aprobación para salir de mi escondite y de satisfacción por tan completa entrega en mi felacio.

Una vez de regreso en mi asiento, me apresuré a tomar mi café. Lo tomé negro pues ya estaba llena de leche y todo exceso es malo. Pudimos charlar unos minutos antes de que el se marchara para impartir su clase. Me llenó de palabras tiernas y románticas; de esas que a las mujeres enamoradas nos gusta oír. Antes de marcharse me dijo que ya se aproximaba el "Examen Final", que siguiera estudiando y todo saldría bien. Me dediqué a digerir ese café con "leche" y dejé que irrigara todos mis sentidos; dándome cuenta que me había enamorado, o por lo menos me había ilusionado.