Examen médico por 1 doctor y 6 estudiantes...

Chica en una humillante y vergonzosa exploración y examen médico realizado en un hospital por un doctor y seis estudiantes universitarios 5º curso.

Examen médico por un doctor y seis estudiantes del Hospital Universitario de Oviedo (1)

Hola, mi nombre es María, y el suceso que os voy a narrar, me ocurrió hace 12 años, cuando yo tenía 19 recién cumplidos, y me he decidido a contároslo porque lo que en su momento me pareció la situación mas vergonzosa y humillante de toda mi vida, ahora al recordarlo me parece súper excitante, y no dejo de fantasear con situaciones de ese tipo, en las que experimente sentimientos contradictorios como aquellos.

Comenzaré diciéndoos que por aquella época yo era una chica tremendamente tímida y vergonzosa, con bastantes complejos, y por ello muy insegura. Mis complejos y timidez eran fruto de la educación recibida, ya que me crié en un pequeño pueblecito rural de Asturias (España).

Aunque yo me considero a mi misma una chica del montón, las miradas de los chicos y los frecuentes piropos que me dedican parecen indicar lo contrario. Para que os hagáis una idea, mido 1,68 m, peso 59 kg, y tengo un bonito pelo rubio del que me siento muy orgullosa y unos ojos de un color azul grisáceo que dicen que me da una mirada muy fría y atractiva. Físicamente, me siento especialmente orgullosa de mi culo, que siempre ha sido la envidia de mis amigas y el objeto de deseo de los chicos. Mis generosas caderas resaltan con mi estrecha cintura, dando un contraste que llama la atención cuando decido salir con ropita ajustada.

Mis pechos son pequeños, y aunque con el paso del tiempo me han empezado a gustar cada vez más, en el momento en que sucedió todo eran el origen de mi mayor complejo, dado que a mi me parecían muy pequeños. Ahora reconozco que tengo un pecho muy bonito, pero por aquel entonces no me lo parecía.

Uso una talla 85, y pese a mis 31 añitos, aún conservo lo que se dice unas tetas "caídas hacia arriba", es decir, que mis pezoncitos apuntan más arriba del horizonte. Tengo la piel muy blanquita, lo cual contrasta enormemente con la oscuridad de mi aureola, la cual queda magnificada por unos grandes pezones, que casi siempre están duros aunque no tenga frío ni esté excitada.

Tras esta pequeña introducción necesaria para que comprendáis los antecedentes, paso a contaros mi experiencia en aquel hospital Universitario.

Cuando comencé la Universidad, y debido a las malas posturas que adoptaba mientras estudiaba, comenzó a dolerme mucho la espalda, por lo cual un día decidí acudir al médico de cabecera para que me indicara que ejercicios me podrían venir bien para mis dolencias, y ya de paso que me recetase algún analgésico, ya que el dolor era muy fuerte en ocasiones. A esa visita con el doctor acudí muy tranquila, ya que era el médico del pueblo, y le conocía de toda la vida. Tras una breve conversación con él sobre los síntomas que padecía y otros asuntos de salud general, me indicó que me quitara la camisa para examinar mi espalda.

De lo ingenua que era, ni se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que aquello pudiera ser necesario. Me puse un poco nerviosa, ya que bajo la camisa solo llevaba un sujetador bastante infantil, y me daba un corte de muerte por el doble motivo del complejo con el tamaño de mis tetas y porque estaba bastante gastado del uso, por lo que mis pezones transparentaban bastante. Además, en la sala hacía un poco de frío, por lo que estaban muy grandes, por lo que se notarían más aún.

Me quite la camisa sin siquiera mirarle a la cara, y me dispuse a esperar a que el acabase de cubrir la ficha con los datos que yo le había dado. Al finalizar sus anotaciones, me miró y creí adivinar un brillo en sus ojos que nunca había visto. Creo que notaba que estaba muerta de vergüenza, y que su mirada al verme en ese estado de nerviosismo y tan cortada le gustaba.

Se acerco a mí y parándose justo delante, me dijo:

Bonito cuerpo, si señor, ya te has hecho toda una mujercita

Creí morirme mientras lo decía. Solo pude intentar esbozar una sonrisa nerviosa que me delataba.

Ahí estaba D. Enrique, quieto ante mí, mirándome de una manera extraña, con una cara que yo interpretaba como de deseo. Alargó su mano hasta mi hombro, y me giró poniéndome de espaldas a él. Comenzó a pasar su mano derecha por mi columna, palpando cuidadosamente las vértebras, mientras que con la mano izquierda me sujetaba por mi hombro izquierdo.

Realmente, me estaba gustando la sensación que me provocaban sus manos sobre mi piel, el sentimiento de sentirme cuidada y atendida. Lo que no me gustaba nada era la sensación de estar semidesnuda ante él. No estaba desnuda, pero yo me sentía como si lo estuviese.

Tras bajar hasta el final de la espalda, deslizo un poco la mano por debajo de la cintura del pantalón, llegando a estar por dentro de mis braguitas, lo cual me sorprendió por completo ya que no esperaba ese atrevimiento, pero rápidamente sacó la mano al llegar a la última vértebra que deseaba alcanzar.

Creí que ya habría acabado la exploración cuando saco su mano y me soltó la otra del hombro, pero no, solo lo hizo para mirarme de perfil y fijar la vista en mis tetas, que estaban amenazando con romper la fina tela del sujetador de lo hinchados que tenía los pezones.

Nuevamente volvió a ponerse detrás de mí, y me dijo:

María, quítate el sujetador, que necesito ver lo recta que esta tu espalda, y con él no se aprecia bien.

Mi cara palideció al oír aquellas palabras.

Ningún hombre me había visto las tetas nunca y éste no iba a ser el primero... Ni en el colegio ni en el instituto, ni cambiándome en los vestuarios tras hacer gimnasia había dejado que me viesen desnuda nunca las chicas... con la vergüenza que me daba. Já, iba listo éste si se creía que iba a ser él el primero en ver mis tetitas.

Solté mi sujetador, pero rápidamente puse mis manos en mis pechos ajustando la tela a ellos para protegerlos de la mirada de D. Enrique. Ahora eran mis tetas las que sostenían por mi sujetador, y no al revés.

D. Enrique rápidamente comprendió que yo haría todo lo posible por proteger mi intimidad, así que tras un breve vistazo, me dijo:

Ya puedes vestirte, María. Hemos terminado.

Se dirigió a su mesa, y mientras cubría un papel, me dijo:

María, creo que tienes una ligera desviación de la columna vertebral, y aunque es bastante normal en la población, voy a darte un volante para el especialista. Es un traumatólogo del hospital, amigo mío. Es el mejor especialista de Asturias en este campo, y quiero que te vea él, para que confirme que no es nada grave.

Le di las gracias, cogí el papel y me fui.

A las dos semanas tenía la cita con el especialista... cita en la que ocurrió la situación más vergonzosa y humillante de toda mi vida...

Continuará...

Si os ha excitado la 1ª parte del relato (100% verídico), habéis padecido alguna experiencia similar u os excitaría que os ocurriera algo parecido, poneros en contacto conmigo...(y no os perdáis la 2ª parte, que es mil veces más excitante)

Autora: María

Relato_erotico@hotmail.com