Exageramos?

Pero no hablaba, solo me miraba. Sus ojos querían decirme algo. Yo presentía que algo diferente estaba pasando por su cabeza. No era la mirada traviesa de siempre, tampoco era la mirada preocupada, ni siquiera era esa “cara de poker”, que yo tanto conocía, de nuestras sesiones de chat. Sus ojos tenían un brillo diferente. Pareciera que hacía rato que había planeado este miniencuentro en el cuarto de la luna.

“Decime algo que te parezca exagerado”, me dijo.

Al principio, dudé. ¿Algo exagerado?, pero por más que me esforzaba, lo que no podía pensar era en algo que no fuera,  exagerado!

Consideré nuestro amor infantil…había durado cinco años, que para un niño de 10 o 12 años, es un montón…y me dije….fue dulce, muy dulce….pero cinco años???... tal vez fue un poco exagerado, pero sumamente disfrutable.

Después pensé en el tiempo alejados….y fueron como 20 años…en los que cada uno hizo un montón de cosas…algunas con éxito, otras no tanto…pero seguramente con saldos positivos….pero 20 años….? 20 años, sin saber nada el uno del otro, cuando habíamos sido tan compañeros?....suena un poco exagerado.

El reencuentro, precioso reencuentro…nunca puedo recordar quién buscó a quién, o quién encontró a quién….y a los diez minutos…ya estábamos hablando como si nunca hubiéramos dejado de hacerlo, con la misma confianza, con la misma desfachatez, con el mismo cariño…. Con temor a soltarnos, tal vez, con miedo a empantanarnos, pero lanzados al lodo….y yo me pregunto….tan rápido volvimos a ser “nosotros”?...que familiaridad tan exagerada!

Cuando aquel día dije “en realidad siento que te estoy usando….me calentás de una manera…que hace que mi relación con mi marido, se vea altamente beneficiada” y él contestó simplemente “me siento muy halagado!” creí que podía ser el fin de nuestro diálogo.  Esa primera confesión, y lo que pasó después….es sin duda un desarrollo vertiginoso de nuestra relación, altamente exagerado.

Cuando aquel  día, las vueltas de la vida, me habían llevado a dormir en el cuarto de la luna, y yo estaba muy bajoneada….extrañaba mi casa, mi familia, me quería ir de ese lugar….Él estaba arriba, con su mujer y su hermana…..y entonces….entró en “mi” cuarto. Estaba acostada al revés, con la cabeza para los pies…justo hacia la puerta….casi llorando….y entonces….sin mediar palabra, ahí estaba él, mi amante bandido. Casi no lo ví entrar, no había escuchado sus pasos….solo sentí su presencia. Me sorprendí. Lo miré. Cerré la computadora, dejando a mi marido...un poco preocupado por la interrupción abrupta. Me dijo casi en un susurro: “¿qué te pasa?”…pero no esperó respuestas….se inclinó sobre mí….me tocó la cabeza. “Qué?”-atiné a susurrar.  Pero no hablaba, solo me miraba. Sus ojos querían decirme algo. Yo presentía que algo diferente estaba pasando por su cabeza. No era la mirada traviesa de siempre, tampoco era la mirada preocupada, ni siquiera era esa “cara de poker”, que yo tanto conocía, de nuestras sesiones de chat. Sus ojos tenían un brillo diferente. Pareciera que hacía rato que había planeado este miniencuentro en el cuarto de la luna. Venía muy decidido, y parecía que nada lo detendría. Yo tenía puesto un vestido suelto,  hacía mucho calor, aún traía el bikini. Su mano no se hizo esperar…fueron solo unos segundos…se dirigió con avidez hacia mi entrepierna, y en un solo movimiento, me corrió el bikini, y sus dedos buscaron mi zona más íntima. Nada podía detenerlos. Llegaron a destino, y se zambulleron en mi vagina, sin preámbulos. Mi respiración, se entrecortaba, y todo daba vueltas. Ese primer empujón me había dejado sin aire. Su olor impregnaba el ambiente, y mi corazón se escuchaba en toda la habitación. Sus dedos comienzan a moverse al compás de mis latidos…más rápido, con más  precisión. Tocan justo donde tienen que tocar, y se mueven al ritmo de mis deseos. Fueron dos, tres…no podría definirlo. Mi cuerpo solo se deja llevar, ya no busca respuestas, ya no pido explicaciones, ya no extraño….solo disfruto. Disfruto cada embestida de su mano, como si fuera todo él, quien me embiste. Creo que no me esperaba esta visita, y sabía que su familia, estaba justo encima de nosotros, en el living. En cualquier momento, alguien podría bajar, y todo se liaría. Para él, sería rápido, retiraría sus dedos de mi cuevita, y se iría a su baño, a lavarse las manos….Para mí…ja…no quiero pensar cómo explicaría mi respiración agitada, ni el ruido que hacía mi corazón…y sin exagerar…me pregunto…..podría cerrar las piernas….o se quedarían así para siempre?. Ni yo misma me había dado cuenta en qué momento se habían abierto tanto! Sin duda….el riesgo…era mucho. Pero la apertura de mis piernas…era muuuuyyy exagerada!!! Ahora…..lo que vino después….me dejó sin habla. Literal.  Él lucía una bermuda verde clarita, como de gabardina, o tal vez era gris…no lo puedo definir. Tenía elástico en la cintura…o botón…no lo puedo recordar. Era larga, le llegaba a la rodilla, o tal vez, no tanto….me confundo. Su remera era anaranjada….o era la gris. Cómo es que no puedo recordar los detalles?. Cómo es que una imagen borró todo lo demás? Fue la primera vez. La primera vez que tenía una visión directa de su aparato. Ya lo había tocado a través de un slip mojado, hacía un par de días. Ya lo había visto casi en acción, a través de la pantalla de mi net. Pero así?, en vivo?...nunca! Y casi no lo ví. Su otra mano, agarró mi cabeza, y lo dirigió, como solo un buen conductor puede hacerlo, directo a mi boca. Yo estaba lejos de ser experta. Hasta hacía un mes y medio, nunca había practicado sexo oral. Y ésto, también sonará exagerado, considerando mi edad. Pero bueno, así se dieron las cosas.

Siempre había considerado que la práctica de ese tipo de sexo, era anormal, contra natura. Además, siempre fui bastante asquerosa para todos los fluidos del cuerpo humano. Sin embargo, había ocurrido el milagro. No fue por voluntad propia. Fue una noche. Estábamos solos, mi amante bandido en la pantalla, y yo, en mi dormitorio. Conversábamos sobre su autoridad, y mi sumisión. Me había dado un par de órdenes, que yo no había podido cumplir… ya casi no las recuerdo…pero era algo referido a la autosatisfacción, o la compra de algún juguete. Mi amo, conocía perfectamente mis limitaciones, y jugaba con ellas…abusaba de ellas….de hecho, a veces...exageraba!….con ellas. Yo no podía dejar de verlo a los ojos, y no podía decir “no”. Entonces me dijo: “date vuelta, quiero ver tu coño, y que separes bien los labios con tus dedos!”. Eso era muy fuerte, para esos primeros encuentros. Y mis dudas fueron tomadas como negativa. Al instante noté en su mirada, la desaprobación. Me dijo: “no lo hagas”. Ya está. Me había ganado un castigo. Pude notar en sus ojos, como la mirada traviesa, se convertía en …maliciosa?... Escuché la camioneta, el portón, llegaba mi marido. Lo dije con cierto alivio….”parece que me salvó la campana!”. Sonrió. Me escrutaba con la mirada…”me vas a mostrar?”. Lo miré entre divertida y preocupada por lo que se venía… “pero está ahí, ya entró, se está bañando!”.  “Vale”, dijo lacónicamente,  “es hora de dormir”.  Tal vez notó cierta decepción en mi mirada, que a su vez, se debía a la clara decepción tangible en sus palabras. Creo que turbarme lo divierte….es ahora o nunca. Escucho el ruido de la lluvia en el baño. Miro su cara en la pantalla. Es lindo. Es lindo o es mi falta de objetividad?. No, es lindo, está re fuerte, y además,  es un seductor. Me mueve cosas adentro. Mis entrañas se contraen…, mi pierna, siente caer unas gotas. Salen de mi “coñito”, como dice él.  Sin pensarlo mucho, mi mano se dirige a mi entrepierna, si, está muy mojada….así debe estar mi marido…sigue duchándose.  Me hace una señal, quiere ver mis dedos. Los muestro, están muy mojados. Lo miro. Me mira. Otra señal. El dedo índice hacia arriba, y “un girito, por favor!”. Ya estaba temblando, quería que me penetraran, quería que tuviera un orgasmo pensando en mí, o mirándome. No podía negarme ese placer. Esta vez, no lo dudé.  Cual resorte, me incorporé, en mi cama, puse mi “coñito” hacia la pantalla, y me tiré un poco hacia atrás. Veía como su cara iba mostrando aprobación.  Parece gustarle. El ruido de la ducha, es muy excitante. Su mirada también. Mi cuerpo tiene una necesidad imperiosa de estremecerse…y no puedo ocultarlo. Me muevo, tratando de provocar algún roce que eleve mis sentidos. Su voz resuena en mi mesa de luz: “los labios…sepáralos!”. Esa orden fue una caricia. Los dedos de mi mano derecha, que aún estaban húmedos por el masajito que me había procurado, hacía pocos minutos, se dirigieron obedientes a mi “coñito”.

“No!”, me interrumpió. “no dije que podías proporcionarte placer….solo dije…que yo, quiero ver bien tu coñito, y que para eso, separes bien los labios, con tus dedos!” Perfecto, me dije, me dá como gustito tocarme ahí, y mostrarme, me subyuga…no entiendo bien por qué….parece exagerado….pero disfruto mostrándome como si él, me estuviera tocando. Comienzo tanteando de a poquito, y voy avanzando, primero un dedo, luego el otro, a tientas, no miro la pantalla, solo procuro sentir. Voy llegando justo hasta el borde del abismo, creo que si muevo cinco milímetros más mis dedos, mi cuerpo comenzaría a temblar para terminar en un orgasmo sin igual. No puedo permitírmelo, no se me estaba permitido gozar, sin su permiso.  Me concentro en mi mano, apoyo un dedo a cada lado, y suavemente comienzo a separar los labios. Abro los ojos.  Tiene una sonrisa en la cara. Lo puedo intuir que esta situación, también lo pone a mil. Lo disfruta tanto como yo. “Un poco más”, exige. Apoyo toda la mano contra mi monte de Venus, ejerciendo presión contra el clítoris. Los dedos índice, y mayor,  están reposando cómodamente, a lo largo de  mis labios vaginales, forzándolos a permanecer bien abiertos. Sospecho que debe estar teniendo una muy buena visión de mi “coñito”. Mis dedos no pueden estarse quietos, y serpentean, haciendo que mis piernas se abran cansadamente a uno y otro lado de la net, proporcionando un ángulo aún mejor para mirarme. Necesito a Barney, o a Naranjito, mis amigos de silicona, o hasta un calabacín verde, de esos que tengo en la cocina, me vendría bien. La sola imagen del calabacín, me hizo pegar una sacudida, que puso en riesgo la portátil de la mesa de luz. Ya había llegado a un punto en el que no podía detenerme a buscar nada. Solo podía concentrarme en disfrutar, y controlar que nada provocara un orgasmo no autorizado. Silencio. Mi amante bandido ya no dice nada…Solo se escucha mi respiración, y el ventilador de la net. Upps, solo se escucha mi respiración y el ventilador…entonces….Me incorporo rápidamente. Mi marido está por entrar al dormitorio. Miro la pantalla, con la actitud de quien está próximo a ser pescado in fraganti delito. Había apagado su cam, y solo escribía. Las palabras iban apareciendo en la pantalla, como dagas que se clavan en mí.  Seguramente quería dejar bien en claro su voluntad, y que no quedaran dudas sobre lo que debía suceder esa noche. “Sabés quien da las órdenes, y aún así, dudaste, demoraste, y te diste el lujo de elegir tú, el momento de cumplirlas”, fue el prólogo de su alocución. “Elegiste un momento en el que ni tú ni yo, podíamos estar tranquilos, porque sabíamos que tu marido entraría en minutos”, prosiguió. “Decidiste cumplir mis deseos, procurando un orgasmo, cuando sentiste que tú lo necesitabas, independientemente de lo que se te había solicitado”, recalcó. “Tu marido está por entrar, yo me voy a dormir, y los dejo solos. Chupásela!”.

“AmanteBandido1,  parece estar desconectado. Se entregarán los mensajes que envíes, cuando inicie sesión.”

Plafff!!, eso fue una cachetada. Me acababa de dar un golpe, solo con palabras. Él sabía perfectamente que no había hecho eso nunca, y yo suponía que nunca me lo iba a pedir. No estaba preparada para eso. Tampoco me dio opciones de protestar, o pedir más instrucciones. Allí estaba yo, sola, escuchando como los pasos  de mi marido se acercaban cada vez más, y mirando la pantalla, como si fuera a encontrar una respuesta, o una ayuda, más atrás del plástico. El picaporte se mueve, entra mi marido, me sonríe, me saluda con un beso, largo, y cariñoso. Su lengua invade toda mi boca. El perfume a gel de ducha invade el dormitorio. Es delicioso. Me arrodillo en la cama y estiro los brazos alrededor de su cuello, y lo beso apasionadamente, la boca, la cara, el cuello, los hombros, el pecho…lo hago girarse para que se siente a mi lado, y presiono con manos y boca hasta recostarlo. A la vez que acaricio su cuello con la mano izquierda, busco su entrepierna, con la mano derecha. Parece que mi actitud, lo complacía en demasía, aquello parecía que iba a explotar en cualquier momento. Fue realizando un recorrido de besos, mordiscos  y lengüetazos, todo a lo largo de su cuello, tórax, abdomen, para llegar a destino. No lo pensé, abrí la boca, y me lancé a chupar, besar, lamer, aquella cosa que durante años, había implorado ser besada…y que hoy, para sorpresa de su dueño, era estrujada, succionada, y mimoseada. Lo estaba haciendo, y la sorpresa de mi marido, junto con los nuevos sabores que estaba descubriendo, me provocaban cosas. Me gustaba lo que pasaba. Y sentía que estaba cumpliendo una de las metas, y avanzando algún casillero, en nuestro juego. La saqué varias veces de mi boca, para volver a meterla, hasta casi atragantarme. Sentir como crecía dentro de mí, me daba la confianza necesaria para seguir avanzando. A veces, me incomodaba en la comisura de los labios, así que para descansar un poco, solo la lamía, recorriéndola desde la puntita, donde ya aparecían unas pequeñas gotas de un lubricante natural delicioso, hasta la base misma. Me acordaba que hacía algún tiempo, mi amante bandido, me había hablado del placer que le provocaría que yo le chupara los testículo, así que hacia esa meta me encaminé, amasijándolos un poco, para hacerlos entrar en mi boca. Indudablemente, eso le gustó mucho a mi marido. Así que empecé un tour que iba desde los huevos, pasando por la base de su pija, haciendo girar mi lengua, alrededor de la susodicha, y subiendo hasta llegar a la puntita. Culminaba mi recorrido, metiendo primero la punta en mi boca, y ejerciendo una suave presión con los labios, para luego introducirla toda, y terminaba mi labor, sacándola suavemente, y cuando solo estaba la punta dentro, la chupaba, provocando que casi desapareciera por la presión. Mi marido, estaba flipando. Creo que ya ni hablaba, por temor a despertarse de un sueño. Cuando finalmente terminé, lo miré, y me conmoví de verlo tan feliz. Nos abrazamos, y aproveché para poner una pierna encima de él, para “sin querer”, frotar mi entrepierna contra él. Eso me provocaba un placer sin igual. Él lo sabe perfectamente, y me ayuda moviendo su pierna al compás. También lo excita verme buscar un orgasmo.  Finalmente, cual geiser, escupe toda su leche, que  termina arriba de mi pierna, y sin dilates, se gira hacia mí, acariciándome el clítoris, y penetrándome con sus dedos. Hace algo, que no sé bien que es, pero me provoca una necesidad inexplicable, de abrir las piernas, para ser penetrada, ocasión que aprovecha al instante, para complacerme. Nos quedamos largo rato, boca arriba, disfrutando de los que acabábamos de vivir. Yo no podía dejar de pensar que, desde la distancia, me había obligado a chupársela  a mi marido, para el beneplácito de los tres. Ese poder que ejercía sobre mí, además de darme un gustito tremendo…es sin duda…exagerado!

Pero ahora estaba lejos de mi marido, y de su polla, y lo que tenía en la boca, no era tan diferente, ni tan parecido. Era mi amante bandido, el que me había hecho incursionar en el tema, quien ahora me invitaba a un trago de su propia medicina. Fue bueno, fue muy bueno… probar algo nuevo, algo rico, pero además en “ese” momento….con los riesgos que conllevaba estar tan cerca de la familia, con la incertidumbre que significaba para mí, hacer algo que no sabía bien como se hacía. Para él, también debería haber sido una incógnita, no sabía cómo iba a reaccionar yo. Sabía perfectamente que estaba pisando un terreno casi virgen. Sin embargo, esa no era su actitud. Se lo veía decidido, seguro, se lo sentía firme, como quien sabe perfectamente la reacción que obtendrá y me dá confianza.  Me dice que le gusta, que lo hago muy bien para no tener experiencia. En verdad no le creo mucho, pero en ese momento, no me dio la gana de ponerme a analizarlo, solo hacía mi mejor intento. La posición, la situación, la inexperiencia no ayudan mucho, pero su mano se posa en mi cabeza, y guía los movimientos con maestría. Trato de moverme sola, pero no logro controlarme, su otra mano, seguía acariciándome, y provocándome sensaciones nuevas, inesperadas. Su silencio se apoderaba de mí. Sabía que estábamos en la antesala de lo que sería un futuro encuentro. Era la prueba contundente de que lo nuestro no había terminado en un beso. Los dos sabíamos provocarnos  solo con mirarnos. Él, se mostraba mucho más seguro, parecía conocer cada detalle de mí. Conocía a la perfección, qué hacer, dónde tocar, y cuándo callar, para que yo me derritiera en sus brazos….y no cometía errores. Yo estaba allí, con su polla en mi boca, una de sus manos marcando el ritmo, y su otra mano, recorriendo mis tetas, apretando, tironeando de mis pezones. Me pega golpecitos suaves primero, y un poco más fuertes después. Mis pechos deben  estar poniéndose muy rojos, y sin duda, los pezones, se me ponen duritos, lo que hace que su mano se prenda de uno con avidez, luego del otro. Es una sensación nueva, única, fantástica. Mis manos, están quietas, quiero tocarlo, quiero agarrarlo, no quiero que deje nunca de hacer lo que está haciendo pero no, no me muevo, no me atrevo a provocar el mas mínimo cambio. Vuelve a inclinarse sobre mí, su mano vuelve a acariciarme primero la cintura, se desliza suavemente por mis caderas, se detiene justo donde terminan mis glúteos, y me da una palmada. Fue suave, sé que teme atraer la atención. Lo miré, y su mirada denotaba complicidad. Ambos sabíamos que lo ideal era pegar más fuerte, pero que debíamos conformarnos. Tiene una sonrisa en su cara, y una mirada firme. Irradia seguridad. Sabe lo que está a punto de provocar. Ya no tengo su pija en la boca, me la sacó, como quien le quita un caramelo a un niño, antes de comer, dejándome un sabor saladito, rico, que saboreo con placer. Se arregla rápidamente la ropa, parece estar satisfecho. Esta vez, es su mano derecha, la que se lanza a la aventura de mi entrepierna. Cuando la alcanza, no lo duda, me mete un dedo, luego otro, y otro. Susurra en mi oído: “tres!” Me río, no puedo contenerme, casi se me escapa una carcajada. Él ya me conoce, sabe que los nervios me provocan risa incontenible. No se arriesga. Su mano derecha, sigue afanosa con su tarea, y es su mano izquierda, la que se dirige rápidamente a mi boca. Me mete un dedo en ella. Lo saboreo, aún entre risas, y muy oportunamente, me tapa la boca. Ejerce presión, ya no puede salir ningún ruido. Yo creía que su mano derecha estaba proporcionándome todo el placer que yo podía pretender, pero cuando me sentí aprisionada, con su mano tapándome la boca, e inmovilizándome, y sus caricias que se volvían más fuertes, ya no pude resistir más. Todo mi cuerpo empezó a contorsionarse, temblando, y estallando en un orgasmo. Mi pelvis, se elevaba de la cama como queriéndolo atrapar para siempre allí,  mi espalda pretendió levantarse en varios saltos sucesivos, pero no se pudo despegar, ni un milímetro. Ya no importaba nada, supongo que la cama debe haberse movido, seguro que la colcha ya se había manchado. Y puedo imaginar que sus dedos podrían tener mis dientes marcados. La felicidad era total. Me invadió una paz, que no puedo describir. Lo miré preocupada, temía haber hecho ruido. Me miró, me sonrió.

Me dio un beso en la frente, y me susurró al oído: “te voy a volver loca  . . . pero de placer . . . y no estoy  exagerando!”