Everything Has Changed: The End

Gracias. Hasta una próxima oportunidad :)

Hola a todos, es un placer que hayan llegado hasta aquí conmigo y me alegra bastante. Quiero agradecerles, porque con ustedes he aprendido bastante y me gustaría agradecer a cada lector, porque he leído cada comentario de cada uno y me alegraba esa buena energía que me daban sus palabras. Agradecer a quienes me acompañaron de nuevo en esto y también a los que la leyeron por primera vez :D muchas gracias a cada uno de ustedes. Sin más los dejo con la lectura. Disfrútenla.


3 Años Después, Christian

Por fin había llegado.

Le llevó más de dos horas de intenso atasco en una de las arterias principales de la ciudad, pero lo había conseguido. Aunque eso le había costado el que la alegría que le abrumaba antes de subir al coche hubiera desaparecido paulatinamente. Y es que cualquiera se desanima metido en un coche dos largas horas sin siquiera moverse ni un centímetro del lugar.

Suspiró, accionando la alarma de su Volkswagen Polo y caminando hacia la entrada de la casa que se alzaba frente a él. Introdujo las llaves en la puerta, echándose el ya largo flequillo hacia atrás, entrando.

  • Mm, que bien. - susurró para sí al percibir el cálido ambiente de dentro de la vivienda. Se deshizo del largo abrigo marrón y de las botas, dejándolos en la entrada, y caminó por el oscuro pasillo hasta encender el interruptor de la sala de estar. - ¿Mau, Mi amor? ¿Estás aquí? - llamó mirando por todos lados. - Eh, ya he llegado. Siento el retraso, pero Santiago me ha entretenido un buen rato con sus historietas, - siguió hablando en voz alta, dirigiéndose a la cocina con paso lento - ya sabes cómo es a lo que respecta a David, no para de “largar” horas y horas. Y encima he tenido que tragarme un atasco de un par de narices. - frunció el ceño al darse cuenta de que seguramente estuviera hablando solo.

Mauricio y él habían quedado en verse en aquella casa a las afueras, en la cual Christian se refugió hacía más de 3 años y medio para ordenar todos sus sentimientos referentes al moreno, dispuestos a pasar un fin de semana tranquilo los dos solos. Pero parecía que el otro aún no había llegado. Y eso que ya estaba entrada la noche.

Abrió uno de los pequeños armarios, rebuscando entre los diversos paquetes y envoltorios algo que llevarse a la boca. No tuvo mucho éxito, ya que hacía unas semanas su madre y las chicas se habían reunido allí y arrasaron con casi todo lo existente. Con aparente desgana, mordió una de las pocas galletas que permanecían aún en su caja, acercándose hasta la extensa ventana. Con su mano apoyada en el frío cristal, observó con detenimiento algunas nubes negras que se acercaban amenazantes, con rapidez.

  • Hm, seguro que ésta noche hay tormenta... tengo que salir a comprar algo para cenar aunque sea, antes de tragarme todo el chaparrón. - pensó en voz alta, sin muchas ganas de hacerlo.

  • Llegas y te vas. - le habló una voz susurrante, al tiempo que unos brazos le rodeaban la cintura protectoramente. - Llevo esperando casi tres horas.

  • ¿Mm? - volteó el rostro hacia su interlocutor, delineando una sonrisa sincera - Ya te he dicho que Santiago me entretuvo...sabes que cuando quiere es un charlatán de cuidado. Además, con eso de que David va a vivir con él - intercaló la frase besando el cuello del moreno - está demasiado nervioso, y emocionado.

  • Pues que hable con Maya, que seguro que a ella le interesará más que a ti. - replicó con falsa molestia, arrebatándole lo que le quedaba de la galleta para comérsela.

  • Bueno, es que Maya y Yessica también estaban allí. - rió dándose la vuelta y enfrentándole.

  • Hm, esas dos juntas son un peligro.

  • ¡Sí! - asintió enredando sus dedos en el cabello del otro - Mm, ¿sabes? Sigo sin acostumbrarme a que lo lleves así.

  • Ya lo sé, pero era algo que debía hacer. Además, comenzaba a molestarme un poco el pelo largo. - su mirada, por un momento, se tornó melancólica.

Christian se le quedó mirando, recordando el por qué de aquel corte radical de cabello.

* Flashback *

Fue más o menos unos once meses atrás. A Ricardo, el padre de Mauricio, le tuvieron que ingresar repentinamente debido a un paro cardíaco bastante grave. Mariana enseguida le llamó, aún con el presentimiento de que el moreno ni siquiera se preocuparía y que no acudiría a su llamada, aunque su reacción sorprendió a más de uno. Salió corriendo del trabajo, sin escuchar siquiera a uno de sus jefes replicarle por la repentina escapada, y cogió el primer taxi que encontró para llegar junto a sus padres.

Se pasó toda la noche encerrado en aquella fría habitación de hospital, mientras que su madre descansaba en el hotel por orden legítima de su propio hijo, sin excusa alguna. Tras varios días las cosas no parecían mejorar en la salud del hombre, pero incluso cayendo en un coma profundo, su primo no se separó de él. Las semanas siguientes fueron difíciles para todos, lo normal en una situación de tal magnitud, pero el que se veía más afectado era Mauricio de cierta manera.

Por desgracia, las cosas no terminaron bien, y Ricardo falleció.

Fue un golpe muy duro para todos. Mariana cayó en una profunda depresión, que con la ayuda de la madre de Christian, la cual se quedó a vivir una temporada con ella, consiguió poco a poco sobrepasar. Por otra parte, Mauricio no demostraba en absoluto cómo le había afectado todo aquello... Sólo Christian consiguió saberlo, el mismo día del entierro.

Los días anteriores, el moreno casi no se apareció por el hotel, incluso tuvo que ir al cementerio solo, sin saber si pensaba aparecerse por allí. Pero lo hizo, con el pelo casi rapado. En ése momento no se atrevió a preguntarle nada, por respeto a su tía y a los demás, sin embargo, al terminar la ceremonia se dio cuenta de que su primo seguía ahí plantado, frente a la lápida recién puesta.

No tuvo que preguntar ni decir nada.

Las palabras de Mauricio fueron suficientes para comprender lo que en ese instante sentía su pareja y él no necesitaba saber más.

Su mente se llenó de aquellas frases llenas de amargura, acompañadas de gruesas y extensas lágrimas. El primer llanto que vio en el perfecto rostro de aquel al que tanto quería... “No fui el hijo que a él le hubiera gustado tener...no podía serlo. Yo pensaba diferente y él no lo aceptaba, ni nunca quiso aceptarlo. Quizá nos odiábamos, no lo sé...no sé si le quería o le odiaba...me hizo daño. Sin embargo, en ese momento no podía dejarle solo, se estaba muriendo y tenía la esperanza de que se despertara, que lo primero que viera fuera mi rostro y se diera cuenta de que la guerra que manteníamos no servía de nada. No lo hizo, no despertó...no pude decirle lo mucho que lo odiaba y a la vez quería, todo lo que me avergonzaba su forma de actuar conmigo, contigo, con todos....Ni siquiera me dio ese placer. Pero poco antes de irse noté como su mano apretaba la mía....buscándome....no sé si estaba consciente o qué fue....me gusta pensar que con ése gesto imploró su perdón....Puede parecer egoísta por mi parte, lo sé, pero es lo que siento............Me lo he cortado por él, por respeto a él, por demostrarle que no le guardo rencor...ahora no. Nunca le gustó que lo llevara largo, decía que era de “nenas”.....Je, incluso ahora me pregunto por qué sigo dejándome llevar por su forma de pensar aún estando muerto.”

* Fin del Flashback *

  • ¿En qué piensas? - preguntó Mauricio interrumpiendo sus pensamientos, con el ceño fruncido, y acercando sus cuerpos hasta un límite insospechado.

  • En nada en especial. - mintió - Mm, bueno, que deberíamos ir a comprar algo para cenar antes de que llegue la tormenta. Si no, vamos a pasar bastante hambre. - comentó en un tono burlón.

  • Ya es tarde, a no ser que quieras empaparte. - zanjó desviando la mirada unos segundos al exterior, tocándole.

Las gotas de lluvia comenzaron a repiquetear en los fríos cristales, produciéndole varios escalofríos en la espalda, ya que había acabado pegada contra el transparente material.

  • Mauricio, si sigues apretándome contra la ventana más tiempo voy a terminar hecho un helado. - bromeó agarrando una de las manos del moreno que acariciaban su propio rostro, apoyándola contra el material.

  • Mejor, así podré lamerte como a uno. - enterró el rostro en el cuello del otro, aspirando el aroma de su piel, degustándola con su lengua. - Sabes bien. - jadeó mientras la deslizaba por su cuello, hasta llegar a la oreja, y mordisquearla suavemente. Se dejó agarrar la mano, y entrelazó sus dedos con los pálidos del rubio.

Entrecerró los grisáceos ojos, ladeando la cabeza para dejarle el campo libre a su amante.

  • Parece mentira que a éstas alturas me vengas con esas. - habló irónicamente - Ya deberías saber de buena tinta que tengo muy buen sabor. - murmuró bajando con la mano libre hasta la cremallera de la sudadera ajena, haciéndola resbalar hasta dejar al descubierto la blanca camiseta del más alto. - ¡Auch! ¡No muerdas! - le reprendió infantilmente.

  • Grrr. - gruñó como toda respuesta, ignorando sus protestas y comentarios mordaces, para seguir con lo que estaba. Llevó su mano libre al pecho de Christian, y la deslizó hacia abajo, introduciéndola por debajo del fino jersey. - Cállate. - y para darle más fuerza a aquella palabra, atrapó los labios entre los suyos, abriéndose paso e introduciendo su lengua todo lo profundamente que podía.

Gimió ahogadamente ante la imponente fuerza del beso, aunque disfrutándolo de todas maneras. Y es que ese arrojo de su pareja a la hora de "intimar" era una de las cosas que más le gustaban de su personalidad. Y más si hacía varios meses que no se “portaba” así con él.

  • Hm. - murmuró al cortar la unión - Ya sabes que no me gusta que me des órdenes, Mau. - ronroneó como gato en celo, deshaciéndose de la primera prenda del de ojos negros y besando su mentón.

De nuevo no hubo contestación por su parte, en lugar de eso, le levantó la camiseta, pasándosela por la cabeza y revolviéndole los rubios cabellos en el proceso.

  • Acostúmbrate. - le miró profundamente mientras se dejaba desnudar, acariciando cada rincón del desnudo pecho, pálido y bien formado. Dibujó los músculos con sus dedos, mientras a cada caricia su cuerpo también reaccionaba. - Deja de quejarte, y haz algo. - fue todo lo que susurró en su oreja, antes de morderla nuevamente.

  • Quejarme... - repitió con un hilo de voz, divertido. - "Oh boy, you drive me crazy" - canturreó con voz sensual, pasándole la punta de la lengua por encima de los labios y apretando sus nalgas por entre la tela del pantalón. - "You know you want me, baby" - terminó por decir antes de bajar el rostro hasta donde la camiseta perdía su nombre, y con la nariz fue subiéndola hasta tener a su total disposición la piel de su estómago. - Mm, me encanta. - alabó besando sus abdominales, subiendo poco a poco. Todavía no se creía que su amante estuviera dispuesto a hacerlo después de tanto tiempo.

Dejó escapar un suspiro entre sus labios, mientras fruncía levemente el ceño. Llevó una mano a los cabellos rubios, y los acarició con cuidado, enredando los dedos entre sus hebras, y apretándolo ligeramente contra su abdomen. Con aquel gesto quería darle a entender que se callara, muy a su manera, claro. Se estremeció por las caricias en sus nalgas, y lo agarró por la cinturilla del pantalón, levantándolo sobre su cuerpo y pegándolo más contra el cristal de la ventana. Un poco más de presión y acabaría roto.

  • Hng... - se quejó ante la rudeza del movimiento, aferrándose con los brazos a la espalda del más alto para no caerse. - ¡Mauricio, eres un bruto! ¡Pareces animal! - exclamó mirándole de frente, levantando una ceja con molestia. Resopló, intentando tranquilizarse para no echar al traste la noche. - ¿Por qué no me llevas hasta allí? - propuso señalándole con un movimiento del rostro la mesa de madera al final de la estancia. - Eso debería ser más cómodo que estar empotrado contra éste cristal, ¿no crees? - comentó besándole los labios con detenimiento.

Volvió a suspirar, pensando que ni muerto se callaría, y mucho menos dejaría de protestar.

  • Como quieras. - lo cogió de las nalgas, subiéndolo totalmente sobre su cuerpo y obligando al rubio a rodearlo con sus piernas. Echó a andar hacia la mesa que le había señalado, mientras por el camino besaba y mordisqueaba aquel cuello que se exponía ante él, recostándolo con cuidado sobre la lisa superficie de madera. - ¿Mejor, Princeso? - comentó con una sonrisa de medio lado.

  • Mmmh, podría mejorarse. - murmuró quitándole la camiseta, y enrollándola, la usó para acercarle del cuello hasta tener ambas bocas rozándose. Mordió su labio superior, gimiendo al notar como sus sexos se frotaban inconscientemente por encima de las telas. Al verse enfrascado en otra lucha por llevar el control del beso, aprovechó para bajar una de sus manos e ir desabrochando ambos pantalones.

Mauricio le correspondió al beso.

Si lo que quería era luchar, no se lo iba a poner tan fácil. Enredó su lengua con la ajena, arrastrándola y lamiendo su paladar, en un intento de tomar el control de la situación. Lo arrastró más al centro de la mesa y atrapó los rosados pezones entre sus dedos, haciendo fricción sobre ellos.

Succionó la lengua de su compañero en un vano intento de hacerse notar, cayendo derrotado en aquel juego a los pocos segundos. Respiró agitadamente por la nariz, siguiendo con su labor, ahora solamente, de quitarse sus pantalones. Se removió bajo el cuerpo del otro, bajándolos torpemente, sin llegar a conseguirlo del todo.

  • Amn... Anyudamne. - balbuceó separándose lentamente del beso y guiando una de las manos del moreno hasta su entrepierna.

Introdujo los pulgares de ambas manos bajo la cinturilla del pantalón, separándose lo justo para deslizarlos hacia abajo, dejándolos colgando en una de las piernas del rubio. Efectuó la misma operación en la prenda interior, pero esta vez, bajándola tan solo un poco más abajo de la altura de las caderas. Besó sus labios una vez más, mientras agarraba con firmeza el erecto miembro del de ojos grises.

Gimió ante el contacto sobre su piel, percibiendo el lento y embriagante masaje que comenzaba a proporcionarle su amante.

  • Aah...Mau... - susurró enredando su pierna derecha en la cintura del otro, entretanto que intercalaba besos y mordiscos por los hombros desnudos del moreno.

  • Mmh.- suspiró al sentir el suave contacto de los labios sobre su piel.

Aceleró un poco el movimiento de su mano, mientras que con la otra acariciaba los testículos, y poco a poco iba tanteando la entrada del otro.

  • ¿Me ayudas? - se separó un poco, mostrándole los pantalones que le estorbaban.

El cuerpo le temblequeó ante las caricias en su zona íntima, arqueando levemente la espalda. Abrió los ojos, que hasta ahora habían permanecido cerrados a causa del placer, al escuchar tamaña petición. Observó con una sonrisa maliciosa a su pareja,

  • Encantado. - y ni tan siquiera se enderezó del lugar para "ayudarle". Con destreza, alargó sus ágiles piernas hasta posar los dedos de los pies en el borde de los vaqueros, bajándolos con facilidad, ya que unos minutos antes ya los había desabrochado. - Hm, creo que eso no va a ser tan fácil. - murmuró refiriéndose a los bóxer.

Finalmente se enderezó, quedando sentado sobre sus propias piernas, y jugueteando con el elástico de la prenda entre sus dedos, observando detenidamente los casi inexistentes gestos en el rostro de Mauricio.

  • Ya está. - zanjó deslizándolos hacia abajo con rapidez.

Se inclinó sobre él, besándolo de nuevo, mientras lo recostaba en la mesa. Se estiró sobre su cuerpo, acelerando los movimientos en su miembro, mientras le alzaba las caderas con la otra mano, y la introducía bajo sus nalgas, acariciándolas, delineándolas con sus dedos, hasta llegar al ano del chico. Lo acarició sintiéndose arder con tan solo ese roce.

  • Mmh... Levanta las caderas. - le pidió ayudándole a flexionar las piernas, mientras introducía lentamente uno de sus dedos.

Un sinfín de placenteras sensaciones que invadían su cuerpo.

  • Hnnng... - se quejó ante la invasión, apretando entre una de sus manos la ya arrugada camiseta del moreno, en un intento de mitigar el dolor. - Des....pacio- habló mordiéndose el dedo índice de la mano que tenía libre, mientras observaba pequeñas gotas de sudor caer por la ahora despejada frente del más alto.

  • Lo siento. - con cuidado retiró el dedo, llevándolo hasta la boca del rubio, para que lo lamiera. Una vez bien lubricado, volvió a llevarlo hasta su entrada, introduciéndolo con cuidado. - ¿Te duele?

  • Mmmh...Menos que antes... - le indicó acariciando una de sus mejillas con ternura y depositando un suave beso en una de sus mejillas. - Aaaah....nnng.... - un intenso calor se concentraba en su vientre bajo, advirtiéndole que su límite estaba por sobrepasarse. - Vamos...nnng....hazlo. - le suplicó con los ojos aguados por el leve dolor que persistía en aquella zona.

Mauricio besó sus labios con cuidado, mientras se posicionaba entre las piernas de su primo. Con una de sus manos, guió su miembro hasta el ano del rubio, haciendo ligera presión contra él, introduciéndolo un poco.

  • Mírame. - susurró contra sus labios, agarrándole del mentón y besándolo de nuevo. - Te Amo.

Se tensó ligeramente, intentando no pensar en el dolor y centrarse tan sólo en el placer que poco a poco se intensificaba.

  • Yo más. - bromeó con una sonrisa. - Yo te Amo...aah...más. - jadeó al sentir que el miembro del otro se introducía ya en su totalidad, llegando a tocarle aquel "punto sensible" en su interior. - Mucho más.

Cerró los ojos, respirando cada vez con más fuerza.

  • Imposible. - negó sonriéndole de medio lado, mientras le besaba la frente y las mejillas, llegando hasta sus labios. Le sujetó por ambas piernas, alzándolas levemente, y apoyándolas sobre sus hombros, profundizando las embestidas.

El frenético movimiento de las caderas de Mauricio hizo que tuviera que sujetarse fuertemente a los bordes de la mesa, jadeando sin control y arqueando la espalda de una manera casi inusual.

  • Entonces...aaaah....quedamos en que...nos Amamos...nng...igual. - una lágrima surcó parte de su mejilla, mezclándose con el sudor de su rostro. - Voy a.... - no pudo terminar la frase, el líquido viscoso que amenazaba por salir, se derramó sobre su vientre y parte de la mano de su primo.

  • ¿Por qué lloras? - indagó en un susurro lamiendo la lágrima, notando que se encontraba cerca del orgasmo al sentir aquel cálido fluido mojando sus abdominales. Apretó la mandíbula y aceleró el movimiento, sintiendo la opresión en sus riñones, y el estremecimiento previo al éxtasis. Eyaculó con fuerza en el interior del rubio, agarrándolo con fuerza al tiempo que daba una última embestida, dejándose caer después sobre su cuerpo. - Nnnggg... - abrió los ojos costosamente, fijándolos en los de ajenos, sintiéndose feliz. - Te Amo. - llenó su rostro de besos, mientras acariciaba con dedicación todo su lánguido cuerpo.

Simplemente sonrió dulcemente ante aquellas palabras. Volvía a ser como antes....

Y no era porque Mauricio hubiera cambiado nuevamente, sino que comenzaba de nuevo a demostrarle sus sentimientos y eso le embargaba de emoción.

                • *  * *

Horas después, Christian

Terminó de vestirse justo cuando el moreno salía del baño con tan solo una toalla a la cintura, con el cuerpo aún mojado después de la relajante ducha. Volteó a mirarle, con una sonrisa de oreja a oreja

  • Ya ha dejado de llover, así que aprovecharé para ir a la tienda a comprar algo para cenar, ¿de acuerdo?

  • Te acompaño, es tarde. - comentó acercándose hasta la cama, en la cual reposaban sus ropas.

  • No hace falta, Mauricio, soy mayorcito, no me va a pasar nada. - bromeó con tono meloso - Además, así mientras puedes descansar un rato. - no le dejó ni siquiera reclamar, ya que mientras decía esto fue bajando las escaleras hasta la planta baja. - ¡No tardaré! ¡Te Amo! - se despidió cerrando la puerta con rapidez.

Tiritó levemente, tapándose parte del rostro con la bufanda. A esas horas el frío se hacía más persistente.

Caminó varios metros, bastantes, por las casi desiertas calles, hasta llegar a una pequeña plazoleta. Estaba llena de tiendas de 24 horas. Una de las cosas buenas de ese pequeño pueblo, si.

Entró en una de ellas, en la cual conocía a la dueña, una mujer mayor con un sentido del humor peculiar donde los haya, pero muy simpática. Desde que fuera pequeño, siempre que le veía, le regalaba dulces o cualquier otra cosa. Era como una abuela para él.

  • ¡Jovencito Christian! - exclamó desde atrás del mostrador al verle entrar, con entusiasmo - ¿Desde cuándo está aquí?

  • Buenas noches, señora Luna. - saludó inclinándose con respeto - Pues acabo de llegar hace un par de horas nada más.

  • ¡Oh! Pero... ¿cómo es que ha venido en ésta época del año? Hace mucho frío. No es bueno para su garganta. - parecía como si le estuviera regañando, era gracioso verse en esa situación - ¿Ha venido solo o con su madre?

  • Hm, si, ya sé que no es la época idónea para venir, pero necesitaba unos días de descanso, ya sabe. - se excusó rascándose el cuello con nerviosismo - No he venido con mi madre, ella se ha quedado en la ciudad, en el hotel. En estas fechas no hay mucho trabajo, pero ya la conoce, no le gusta dejar ese tipo de cosas en manos ajenas.

  • ¡Jajaja! Si, su madre es algo tozuda. Se parece a mí, la verdad. - rió la mujer, guiñándole un ojo - Entonces, ¿ha venido solo?

  • Etto...no, he venido con...mi primo, sí, eso, con mi primo. - balbuceó algo azorado.

  • Aaah, querrá decir que ha venido con su novio ¿no?

Christian se quedó totalmente perplejo ante aquello.

¿Cómo sabía la señora Luna que su primo era su pareja? ¡¿CÓMO?!

Enseguida una clara intuición le despejó la duda.

  • Mi madre, ¿verdad? - preguntó levantando una ceja. - Ella se lo contó, ¿cierto? Hm, está hecha una verdadera Chismosa. - gruñó torciendo los labios.

  • ¡Jajaja! - se carcajeó ante el gesto de enfado del rubio - Si, fue su madre. Me lo comentó la última vez que vino por aquí, con unas chicas bastante locas, por cierto. Pero no se preocupe, joven, que no pienso decir nada. Es más, me alegro por usted.

  • Gracias, señora.

  • Bueno, dejémonos de charlas, ya tendremos tiempo otro día, ya es muy tarde para que una vieja aburrida como yo le entretenga. ¿Qué quería?

  • Am, bueno, venía para comprar algo rápido para cenar. Con algo precocinado me basta.

  • Mm, seguro que tenía en mente Arroz especial Chino, ¿verdad? - sonrió, acercándole el susodicho de encima de una estantería. - Siempre come lo mismo.

  • Jeje, me conoce bien. Si, pensaba justamente en eso. - asintió - ¿Cuánto le debo?

  • ¿Mm? Nada, hombre, esto se lo regalo yo. Como en los viejos tiempos.

  • No hace falta, de verdad.

  • ¡Ssssh! - le acalló con severidad - De eso nada. Hoy por ti y mañana por mí. - volvió a sonreírle, para después darle un leve empujón intentando hacerle entender que no rechistara y que se fuera a casa tranquilamente.

  • Muchas gracias. - habló inclinándose nuevamente. - Mañana pasaré a verla, ¿le parece bien?

  • De nada, precioso. Y yo encantada de que vengas a verme. - arrugó el ceño unos segundos, como si acabara de recordar algo, y con una gran sonrisa le dijo - ¡Ah! Por cierto, la última vez que vino, un señor mayor me comentó que había hablado con un chico en las termas y que si sabía quién era...pensé en usted.

Con la cara desencajada, se quedó mirando fijamente unos segundos a la señora, intentando recordar.

Claro que se recordaba de ese hombre! Ese día, en las termas, aquella conversación... “Qué recuerdos”, pensó.

Se acercó hasta la salida, volteando el rostro hacia la mujer.

  • Si, era yo. Dígale, si le ve, que me encantaría volver a charlar con él. - y con un gesto de su mano, se despidió por fin de la anciana.

En su rostro se dibujaba una gran sonrisa llena de felicidad.

Caminó lento, sin prisa alguna, disfrutando de la noche fría de aquel invierno, porque aunque estuviera casi tiritando, ver como el cielo comenzaba a despejarse dejando entrever algunas estrellas, para él era un espectáculo sin desperdicio.

Lástima que su teléfono móvil no pensara lo mismo.

Miró con desgana la pantalla, imaginándose de quién se trataría. Aún así, descolgó.

  • ¿Si? ¿Qué quieres, Erika? Deberías estar durmiendo ya a estas horas, abrazando a tu maridito y roncando. - habló con cierto desdén.

  • Hmn, qué amable eres cuando quieres. - rezongó la chica al otro lado de la línea. - Sólo te llamaba para decirte algo importante, pero como veo que estás de mal humor, ya te llamaré mañana. - habló con un tono de burla, casi infantil.

  • No estoy de mal humor, sólo es que tengo frío. - su tono se suavizó - Venga, dime, ¿qué es tan importante?

  • Bueno...solo escucha, ¿ok? - unos pequeños ruidos y cuchicheos siguieron a aquellas palabras, para luego dejar paso a lo verdaderamente “importante” - ¡Manoteeee! - la voz aguda y traviesa pronunció aquello casi con torpeza, pero lo suficientemente alto como para entenderlo.

Su felicidad fue en aumento. La voz que le había dicho “hermano mayor” era nada más y nada menos que la de Valery, la hija de Sebastian y Erika. Un regocijo incalculable le llenó de inmediato el cuerpo.

  • ¿Oíste? Es su primera palabra, ¿te lo crees? - exclamo la chica, aún incrédula -¡Argh! ¿Te puedes creer que diga “Manote” y no otra cosa? ¡Por Dios, Christian, parece que te tiene más cariño que a nosotros, sus propios padres!

  • ¡Jajaja! - rió abiertamente, sin importarle el escándalo - Eso es porque yo soy el que la malcría, ¿recuerdas? - bromeó - Vamos, Erika, no seas así. Yo mismo, la primera palabra que dije fue “chocolate”. Tampoco te hagas drama.

  • Si, ya lo sé, tu madre ya me lo ha dicho. Igualmente, sigo son creérmelo. - bufó - Lo primero que debería decir un niño es “Papá” o “Mamá”... ¡NO “Manote”!

  • Vale, vale, ya le echaré la bronca a la nena cuando vuelva, jajaja.

  • ¡CHRISTIAN! ¡Ni se te ocurra reírte de mí! ¡¿Oíste?! - chilló dejándole medio sordo.

. Ok, ok, no haré más bromas al respecto.

  • Más te vale.

  • Bueno, ya te llamo mañana y me cuentas, ¿de acuerdo? Que ahora lo único que quiero hacer es llegar a casa, cenar y dormir.

  • Mm, como quieras. Buenas noches. - se despidió aún con una pizca de enfado en el tono de voz.

  • Buenas noches. - no pudo reprimir una nueva carcajada, aunque ya hubiera terminado la conversación. - Hm, hoy ha sido el mejor día de mi vida. - habló en voz alta, mirando al cielo, antes de encaminarse de vuelta a casa, donde le esperaba un impaciente moreno.

Al ingresar de nuevo en la vivienda, escuchó varios ruidos en la planta de arriba, seguramente que fuese su primo, así que decidió ir directamente a la cocina a preparar la cena para Mauricio y él.

  • Me mentiste, has tardado. - manifestó el de oscura mirada, con los brazos cruzados y el cuerpo apoyado en el resquicio de la puerta, sobresaltándole.

  • ¿Mm? No exageres, sólo fueron una par de minutos de más. - se eximió con gesto extraño - La señora de la tienda me entretuvo un rato. Es normal, hacía mucho tiempo que no nos veíamos. No vayas a pensar cosas raras, ¿sí? - murmuró acercándosele lentamente hasta rodear su cuello con los brazos.

  • ¿Quién te ha dicho que yo piense cosas raras? - besó su cuello tiernamente, aspirando el aroma aún presente del gel con olor a cerezas que había usado en la ducha.

  • Hm, nadie, pero nos conocemos demasiado bien, Mau. Ya son tres años de relación y aunque no digas nada... - interrumpió sus palabras al sentir un escalofrío recorrer su cuello. Ahora el moreno no solo le besaba, sino que también comenzaba a lamer y mordisquear su piel. - sé perfectamente qué es lo que piensas en cada...momento. - jadeó.

  • Muy bien, entonces no hace falta que te diga nada, ¿no? - torció la boca en una mueca algo sádica, separándose momentáneamente del cuerpo del rubio y, agarrándole del brazo, le arrastró escaleras arriba.

  • Ey, ¿no querrás que volvamos a...? - el más alto solo volteó un instante el rostro para mostrarle una mirada seria y llena de lujuria. - Hm, me lo imaginaba.... - murmuró - ¿Y la cena?

  • Éste será mi primer plato. Ya luego probaremos el segundo.

Una leve risilla se escapó de los labios de Christian.

  • Ya tengo todo lo que quiero. - musitó para sí, entrando en la habitación junto a su amante.

Le tumbó suavemente entre las sábanas, ubicándose entre sus piernas, con parte de su cuerpo encima del de ojos grisáceos.

  • ¿Dijiste algo? - preguntó mientras desabrochaba lenta y angustiosamente los botones de su camisa.

  • Mmm no, no dije nada. - sonrió, acariciándole el corto cabello - No me hagas caso, sólo disfrutemos del ahora. - sentenció cruzando deseosamente la mirada con el otro.

  • Te amo, con todo el corazón – Dijo Mauricio, sinceramente viendo a los ojos a Christian

  • Yo también te amo, de igual manera

Todavía les quedaba tiempo para poder disfrutar el uno del otro, y de todas las personas que les rodeaban. Sin embargo, aquella noche sería especial.

Especial porque comenzaba una nueva etapa en sus vidas.

The End

………………………

“La vida está siempre en constante cambio, para bien o para mal, siempre es así. Y no hay nada que la detenga.

Hoy podemos ser amigos, quizás mañana enemigos.

Hoy podemos ser enemigos, y mañana amigos.

Hoy podemos estar al lado de la persona que queremos, y quizás mañana no.

Hoy podemos estar vivos, quizas mañana no.

No sabemos, porque los caminos de la vida son muy inciertos.

En esta vida no hay personas “Buenas” o “Malas”. La verdad siempre va a cambiar dependiendo de los ojos que la vean, y por lo tanto, lo que denominamos como malo puede ser simplemente algo o alguien dañado y/o con problemas.

Cada cambio (Sentimientos, Situaciones, Relaciones, Comunicación, Etc.) nos llevará por caminos desconocidos, y lo que nos queda es aceptarlos y afrontarlos.”

- Luis César