Everything Has Changed Cap. 8

- ¿No piensas entrar? - le preguntó curioso el otro. - Si, pero antes quería darte un beso. - sonrió maliciosamente, acariciando con su mano libre la mejilla del más alto.

Erika y Sebastian.

-Creo que no debimos... Estuvo mal. - murmuró jugando con las manos nerviosamente, sujetando las llaves de las habitaciones entre sus dedos.

  • Y para ti, ¿por qué estuvo mal? - indagó algo molesto el rubio, observando como la chica seguía jugueteando y sin mirarle siquiera a la cara. Eso le molestaba.

  • Porque...somos amigos, esto sólo conseguirá que nuestra relación ya no sea la misma...y acostarme con alguien estando borracha...no es algo agradable de recordar.

  • Ya veo. - comentó más para sí que para la de ojos marrones, levantándose del banco.

Erika, al ver que estaba dispuesto a dar por zanjada la conversación y, al escuchar sus propias palabras, le detuvo sosteniéndole de la camisa.

  • ¡Eh! Sebas, siento haberte dicho eso, no quiero que me malinterpretes... Prefiero que haya sido contigo, pero entiéndeme, hubiera sido mucho mejor si me hubiese dado cuenta de lo que hacía.

  • Tranquila, te entiendo perfectamente. - le sonrió forzadamente - Bueno, volvamos al trabajo, ¿de acuerdo? No tiene sentido que sigamos dándole vueltas a esto, ¿no crees?

  • Sí, será lo mejor.


Christian y Mauricio.

Por fin habían llegado.

Le temblaba todo el cuerpo, pero no por miedo o por nerviosismo, sino de rabia acumulada de tantos días esperando a verse cara a cara con él. Apretó los puños, saliendo del ascensor, con Mauricio a su lado. Por mucho que intentó ir sólo, su primo era más cabezota que él, y no pensaba dejarle a solas con ése tipo, más bien por lo que podría llegar a hacer Christian...el otro no le preocupaba en absoluto. Porque como se le ocurriera hacer algo, no se quedaría quieto de ninguna manera.

Caminó junto a él por el largo pasillo de aquel edificio de apartamentos. Gracias a uno de los policías, había averiguado que vivía de nuevo con su mujer...el muy cabrón! Así que no le hizo falta buscar la dirección, se la sabía perfectamente...de tantas noches que pasó en aquella casa a escondidas.

  • Chris, tranquilo, ¿de acuerdo? No hagas ninguna locura, porque no pienso dejarte hacerla. - le aclaró el moreno justo delante de la puerta número 127, mirándole casi de una forma amenazante.

  • No te puedo asegurar nada,...lo siento. - se disculpó agradecido por aquel gesto. Porque sabía que cualquier cosa que hiciera o dijera podría estar en su contra a la hora del juicio.

Mauricio tocó a la puerta suavemente. No estaba de acuerdo con todo eso, pero no tuvo otra opción que ir.

Una niña pelirroja, de no más de 5 años, abrió alegremente la puerta. Al rubio se le revolvió él estómago. Pobre niña, tener un padre así...le daba pena.

  • Buenas noches, ¿quiénes son ustedes? - preguntó contemplándoles detalladamente.

  • Buenas noches, preciosa. - habló el más bajo agachándose para estar a la altura de la nena - ¿Está tu padre? Somos unos...viejos amigos, si eso, y hace mucho tiempo que no le vemos. - sonrió falsamente. No tenía por qué asustar a la chiquilla, ella no tenía culpa de vivir con él ni de ser de su familia.

  • ¿De verdad? Pero, si se ven muy jóvenes para ser amiguitos de mi papá.

  • mmm, ¿tú crees? Tampoco somos tan jóvenes, - miró un segundo a su primo - lo que pasa es que nos conservamos muy bien.

  • ¿Y cómo lo hacen?

  • Pues...siendo muy buenas personas, nada más.- eso iba con segundas, pero la pequeña no lo captaría.

  • ¡Entonces yo también seré como ustedes de mayor! - rió la niña saltando alegremente.

  • Seguro que sí. - le acarició la mejilla, con ternura. - Pero por favor, ¿puedes ir a llamar a tu padre? Tenemos algo de prisa.

  • Sí, claro. Encantada. - hizo una reverencia algo exagerada y se alejó de la puerta. Los dos primos escucharon como la niña le hablaba a su padre, y de cómo éste se acercaba hasta el lugar.

Al aparecer delante de ellos, la expresión de su rostro, que al principio fue alborozada, se tornó oscura, casi de miedo dirían ellos. Con rapidez, intento cerrarles la puerta en las narices, pero gracias a los reflejos de Mauricio, que con una sola mano paró la madera, no obtuvo lo que quería.

En ese momento agradeció que su primo estuviera con él, ya que si hubiera estado solo se habría quedado con las ganas de tenerle frente a frente. Empujó fuertemente la puerta, hasta conseguir entrar por ella. Miró a Jhoan con odio, y éste sólo le sostuvo la mirada unos segundos, antes de caminar rápidamente adentrándose en la vivienda. Si, quizás pareciera la escena de unos matones detrás de un deudor, pero si no lo hacían así les hubiera sido imposible.

El hombre, al comprender en la situación en la que se encontraba, se acercó a su hija y a su mujer, que estaban sentadas a la mesa. Christian se estremeció al ver que parecía que justo se disponían a cenar en ésa noche de fin de año. Le dolió por ellas...por un instante se sintió despreciable.

  • Cariño, ¿por qué no vas a tu cuarto a jugar un ratito? Papá tiene que hablar con estos señores. - le ordenó a la pequeña.

  • Pero papi, íbamos a cenar, tengo hambre. - hizo pucheros - ¿Y por qué no me puedo quedar?

  • Porque son cosas de mayores, cariño. Ale, vete a jugar, no tardaremos. - la niña le hizo caso, y con paso ligero desapareció por el oscuro pasillo.

  • ¿Qué hace aquí? - le preguntó la mujer con molestia. Ya conocía a Christian, sabía que había tenido un “lío” con su marido, y no le caía en gracia el que estuviera allí, y menos ésa noche.

  • Ve tú también a la habitación mujer. - le pidió amablemente, sin querer contestar.

  • ¡No pienso ir hasta que no me digas qué hace él aquí! - bramó señalando al rubio, quien miraba la escena algo divertido.

  • Te he dicho que te vayas.

Christian se adelantó unos pasos, para poder tenerles más cerca al hablarles.

  • No hace falta que se vaya. Esto creo que debería saberlo...por qué no sabe nada, ¿verdad?

  • ¿De qué estás hablando?

  • ¿Tú que crees, Jhoan? - rió astutamente, lleno de rabia - No vengo a debatir sobre la economía, eso está claro. ¿No te lo imaginas? Quizás tenga que ver el hecho de que te hayamos denunciado por intento de asesinato. - alzó audiblemente la voz.

  • ¡¿Cómo?! - le mujer le miró sin creérselo - ¿Qué acaba de decir?

  • Lo que está escuchando. No debería haberle dejado volver, señora. Ha cometido la peor equivocación de su vida. Está viviendo con un desquiciado. Hace unos días estuvo a punto de matar a mi madre.

  • ¡Cierra esa boca tuya, puto de mierda! - chilló su ex, con ira en el rostro.

Mauricio se adelantó hasta él, con la intención de avisarle de que no volviera a hablar así al rubio, pero éste se le adelantó. Con todas las fuerzas que pudo acumular, pese al cansancio que llevaba encima, le estampó un sonoro puñetazo en la cara. Jhoan se tambaleó notablemente, hasta chocar con los pies en una de las patas de la mesa, sujetándose adolorido la zona.

  • Esto te lo debía, por lo de la otra noche ¡cabrón! - gritó acercándose al tipo, con ánimo de seguir golpeándole. Sin embargo, los reflejos del moreno volvieron a hacerse notar, rodeándole por detrás y deteniendo su avance.

  • Chris, basta. Ya es suficiente. - le susurró cerca del oído.

  • ¡Y una mierda es suficiente! ¡Esto no es nada comparado con lo que él le ha hecho a mi madre! - intentó zafarse del agarre, pero le era imposible - ¡Suéltame, que le mato aquí mismo! ¡Me da igual la policía, esto no se va a quedar así!

  • Cálmate Chris. - le pedía mientras que Jhoan seguía en la misma posición, con gesto pávido, y su mujer quedaba estática, confundida... - Ya te dije que no iba a dejarte hacer esto, y ya has hecho demasiado.

  • ¡Joder, Mauricio! ¡No puedo quedarme de brazos cruzados!

  • ¿Y esto te parece racional?

  • ¡Sí! - asintió sin ningún miramiento, sabiendo que su primo llevaba toda la razón. Aún así, no podía quedarse quieto teniendo a ése tipo frente a él.

  • ¡Jajajajaja! - rió a carcajadas, sobándose la mejilla - ¿Qué pasa? ¿Qué tiene que sujetarte tu “querido”? Me das pena, Christian... Ni siquiera eres capaz de arreglártelas solo. Siempre serás el “putito acojonado” que me follaba cada noche.- levantó una ceja, divertido.

  • ¡Cabrón! - vociferó fuera de sí, golpeando al otro para que le soltara.

  • No pensaba meterme en todo esto...no es mi estilo. - habló Mauricio, forcejeando con el más bajo - Pero no te voy a permitir hablar de esa manera a Christian, ni a nadie, ¿entendiste? ¿Por qué lo haces? ¿Tienes ganas de que él te rompa la cara o prefieres que lo haga yo? Pues la llevas mal, no voy a caer en tu juego. Yo sólo he venido para que esto no sucediera, no me vale la pena ponerme como él, porque sinceramente, me das asco. Así que, te agradecería que no volvieras a acercarte a ninguno de nosotros, porque como te vea de nuevo o sepa que has vuelto a hacer de las tuyas...entonces no me quedaré tan sereno. Y usted, - se dirigió a la mujer - le aconsejo que no vuelva a meterle en su casa, señora, y que se aleje de él todo lo que pueda, y llévese a su hija también. Quién sabe lo que puede llegar a hacer.

  • Ehh... - la mujer no sabía qué decir, seguía sin comprender la situación. Ver al ex amante de su marido allí, pegándole y acusándole de Dios sabe qué la desconcertaba horrores.

  • ¿Y tú quién te crees viniendo a mi casa y mandando a mi mujer? Sólo yo tengo el derecho a decirla lo que debe o no hacer. Así que quédate calladito, que lo único que tienes que ver conmigo es que te tiras a éste. - señaló a Christian con sorna.

El moreno agachó la cabeza, suspirando. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por no partirle la cara a ése... Dios que lo estaba intentando, pero cada segundo le resultaba más difícil.

  • Retiro lo dicho, no me das asco, - habló mirándole con el ceño fruncido - me das pena. Y bueno, yo pienso que soy libre de decir lo que me venga en gana en ésta situación, dado que, por si lo olvidaste, a la mujer a la que has mandado al hospital es mi tía. Así que abstente de decir estupideces, por favor, que únicamente consigues darme más pena si cabe.- sin pensárselo dos veces, agarró a Christian del brazo, arrastrándole con él - Nos vamos.

                        • *  * * * *

Yeisi y Christina.

Dejó el abrigo y el bolso al pie de la cama hospitalaria. Se recogió la larga melena en una coleta alta, sentándose en la silla de al lado. Con una mano le alargó una pastilla redonda, pequeña, y con la otra el vaso de agua.

  • Tómatela. Es un calmante, me lo acaba de dar el doctor Olivero. Te quitará el dolor. - le aclaró a la mujer, la cual se encontraba medio recostada en el colchón, con una mueca de dolor. - Pensaba que no me dejarían entrar, a estas horas...pero por ser Fin de Año han hecho una excepción. - sonrió.

  • Te lo agradezco, Yeisi, pero siendo la noche que es, ¿cómo no te has ido de fiesta o algo? Mejor que venir a hacerme compañía. - le devolvió el vaso, para que lo dejara sobre la mesilla blanca de la habitación.

  • Bueno, tengo tooodo un año entero para salir de fiesta, je je. Además, así les damos un descansito a los nenes, y más a Christian...que no sale de aquí ni para comer.

  • Lo sé. - habló apenada - Se siente culpable de lo que me ha pasado. Le digo que no hace falta que esté todo el día aquí, pero es un tonto y no me hace caso.

  • Ya...pero piensa que es tu hijo y que es normal que se preocupe por ti.

  • Pero es exagerado, Yeisi...de veras.

  • Lo sé. Pero como has dicho, se siente culpable. No debería, sin embargo, si yo estuviera en su lugar también me sentiría de esa manera. Ése cabrón... - masculló desviando la mirada.

  • ni siquiera yo lo vi venir.

  • Ni nadie, Christina, ni nadie... Ése maldito hijo de puta te pilló desprevenida, ¿cómo ibas a imaginarte que te echaría de la carretera? Lo peor es que, si lo piensas, seguramente te siguió varios kilómetros...Tuviste la suerte de que hubiera testigos y que te ayudaran a salir del coche. - intentaba ver el lado positivo de todo aquello, pero le resultaba algo frívolo hacerlo.

  • Si, pero sinceramente, eso no me preocupa en absoluto. El que me preocupa es Christian...creo que le ha afectado demasiado todo éste asunto.

  • Normal... Pero Christina, piensa que tiene a Mauricio con él.- ya era demasiado tarde para remediar sus palabras. No sabía si Christina supiera algo de la relación de los chicos, ni si le resultaría fácil comprenderla.

  • Je, eso es bueno, si... Pero incluso puede confundirle más los sentimientos. - desvió la vista hasta posarla en la ventana del cuarto - No sé qué tipo de relación tienen, ¿sabes? Aún así, desearía que estuvieran juntos. Por muy extraño que suene, no veo nada malo en ello. Conozco muy bien a Chris y sé que se está enamorando...y espero que Mauricio le corresponda.

  • Me alegro, Christina, de veras. No sabía que te hubieras dado cuenta, je je. - se rascó la cabeza infantilmente - Yo tampoco sé a ciencia cierta si mantienen alguna relación, pero creo que sí. O eso me han dado a entender.

  • Si es el caso, seré la madre más feliz del mundo - le sonrió, cogiéndola de la mano.


Erika y Sebastian.

Le faltaba el aliento.

No sabía por qué lo estaba haciendo, solamente ocurrió. Quizás se estuviera dejando llevar por su “desengaño” con Christian, o simplemente necesitaba sentirse deseada. Quién sabe...

Percibió como las manos del chico se arrastraban hasta su trasero, acariciando la zona de forma tempestiva, mientras que seguía besándola sin control. Ésta vez no estaba borracha, ni él tampoco. No podría volver a poner de excusa el alcohol, todo aquello estaba sucediendo porque los dos querían. El rubio bajó por su cuello, besándolo, lamiéndolo, mimándolo... Ella comenzó a jadear incontrolablemente. Por un momento el deseo se estaba apoderando de su cuerpo, pero ella era una persona bastante cerebral, y la realidad volvió a aparecer en su mente con dolor.

  • ¡He! Para, Sebas.- balbuceó separándose de él, respirando agitadamente.

  • E-eh...lo...lo siento. - se disculpó embarazosamente. Colocándose de nuevo las gafas, y peinándose el flequillo con una mano.

  • No es tu culpa....los dos empezamos esto. Tranquilo.

El rubio no dijo nada más, solamente la miró de soslayo, antes de salir aprisa por la puerta de los vestuarios.

Se quedó sola. Colocó la falda en su sitio, y después se volvió a poner la chaqueta del uniforme. Suspiró. ¿Cómo habían llegado a esto? ¿Por qué después de haber hablado con él de aquello volvió a besarle?

No... No sabía cómo definir aquel sentimiento. Era extraño. Tantos años enamorada de Christian y nunca antes le había pasado algo parecido. ¡Dios! ¡Era Sebastian! Su amigo...su confidente...su...amante.

Salió corriendo de aquel cuarto, llevándose por delante todo y todos los que se cruzaban con ella. Tenía que encontrarle. Quería encontrarle. Si seguían así se harían daño, y aunque no estaba del todo segura de aquello, algo le decía que sus sentimientos comenzaban a cambiar.

Entró como un torrente al restaurante del hotel, sin importarle que los clientes se la quedaran mirando ridículamente. Se acercó a la barra del bar, inclinándose parcialmente sobre ella. El chico se la quedó mirando pasmado.

Le agarró de las solapas, atrayéndole, para luego besarle con apremio.

  • No estoy muy segura de estar enamorada de ti, pero sé que quiero que esto no se acabe. - musitó encima de sus labios.

  • ¿E-Erika? ¿Q-qué estás diciendo? - Sebastian no se lo creía. ¿De verdad quería mantener una relación con él?

  • Quiero que seamos pareja. Por lo menos, intentémoslo. Si no lo hacemos me arrepentiré... ¿quieres? - le miró esperanzada.

  • Pero, ¿y Chris?

  • Él no es la persona con la que quiero estar...de verdad. ¿Qué dices?

  • Claro. - sonrió, besando sus labios.


Christian y Mauricio

Caminaba detrás de su primo, con vergüenza.

En ésa casa había reaccionado de la peor manera, tanto que Mauricio se había interpuesto entre ellos. Se sentía fatal. Siempre dejaba al descubierto su “mala leche”. Quizás le asustó...

Agachó la cabeza, siguiendo con la mirada el paso del moreno. Limpio, suave... Adoraba todo de él. Cada día se sentía más enamorado que el anterior, pero las cosas a su alrededor no parecían estar de su lado.

No se dio cuenta de que el más alto paró su andadura hasta que se dio de narices con su hombro.

  • Auch. - gimoteó sobándose la nariz.

  • ¿En qué estás pensando? - preguntó seriamente, como era habitual en él.

  • Eh...bueno, je je... - alzó el rostro avergonzado - mmm... ¿te...te ha molestado lo que he hecho?

  • En absoluto. Si no le hubieras pegado tú lo habría hecho yo mismo. Vamos. - los colores se le subieron al sentir como los largos dedos de su primo se enlazaban con los suyos propios.

Se dejó arrastrar, disfrutando del contacto con una sonrisa tímida en los labios.

  • ¿A dónde vamos?

  • Al primer sitio que encontremos abierto. ¿No tienes hambre? - le preguntó sin mirarle a la cara, centrado en esquivar a todo el gentío que se agolpaba en las calles.

  • mmm, si, un poco... - miró su reloj, asustado de ver la hora que marcaba - ¡Joder, ya son las dos de la madrugada! Y nosotros aquí.

  • Tranquilo, luego iremos a ver a tu madre, pero primero tienes que comer algo.

  • De acuerdo. - sonrió - Je, bien hemos empezado el año. - susurró apenado.

  • No todo es malo.

  • mmm, bueno, si lo dices por nosotros...es lo único que me levantaría el ánimo en éste momento. ¡He! - le avisó señalando a su derecha - Allí hay un McDonald´s abierto. Vamos.

El estómago le comenzó a gruñir inmediatamente al ver aquella Hamburguesa.

Con gula, comió apresuradamente, incluso repitió. Tenía mucha hambre, en ésos días había gastado muchas energías, y lo de hacía unas horas le terminó por agotar del todo.

Mauricio intentaba no reírse al observar como su primo Se tragaba las papas y las hamburguesas. Parecía como si no comiera nada desde hacía meses.

  • Chris. No comas tan rápido, te vas a atragantar.

  • Es que tengo...mucha...hambre - habló con las papas aún en la boca - ...además, quiero terminar pronto para ir al....hospital.

  • Si sigues así llegarás al hospital, pero dentro de una ambulancia. - le miró de reojo, dejando su plato vacío sobre el mostrador y pagando con el dinero justo la comida.

  • ¡Terminé! - se sobó el estómago, indicándole que ya estaba lleno. - mmm, ¡qué rico! Aunque es la primera vez que ceno Hamburguesas en Fin de Año, ¡Jajaja! - rió levantándose del taburete.

  • ¿Vamos ya?

  • Si, ya tengo las fuerzas renovadas - comentó sujetándose de nuevo de la mano del moreno. Le encantaba aquella sensación en su piel, el roce, el calor... Ojalá no terminara nunca.

Resolvieron andar hasta su destino. Tampoco era tanta la distancia, además, así Christian podría “bajar” toda aquella comida que devoró.

No tardaron mucho más de 15 minutos en llegar. Aún siendo una noche festiva, el hospital estaba a rebosar. Seguramente la mayoría de la gente que se encontraba allí sería a causa del abuso de comida o del alcohol, la sociedad era así...nunca cambiaría.

Entraron en uno de los ascensores, aquel edificio tenía bastantes plantas, y el rubio no se sentía con ganas de subir escaleras. Recorrieron varios pasillos antes de llegar a la habitación. Allí delante, el más bajo se paró en seco, impidiéndole el avance a su primo.

  • ¿No piensas entrar? - le preguntó curioso el otro.

  • Si, pero antes quería darte un beso. - sonrió maliciosamente, acariciando con su mano libre la mejilla del más alto. Unió sus labios con los ajenos, adentrándose ahora sin miedo en ellos. Llevaba toda la noche queriendo hacerlo.

Aunque el beso no fue muy largo, lo disfrutó. Deshizo la unión, no sin antes darle un pequeño beso más, corto pero intenso.

  • mmm... besas muy bien. Ahora tengo celos de tus anteriores parejas, ¿sabes?

  • No digas tonterías. - comentó a punto de sonrojarse, pero con expresión seria.

  • Es la verdad - le guiñó el ojo, abriendo por fin la puerta blanca de la habitación.

  • ¡Chicos! ¿Pero cómo vienen a estas horas? - les regañó Christina, acompañada aún de la castaña, que les miraba divertida a causa de que seguían con las manos entrelazadas.

  • Mira que eres desagradecida, mamá. Encima que te venimos a ver y nos dices esto...eres mala. - bromeó.

  • ¿Cómo te encuentras? - preguntó Mauricio cambiando de tema, acercándose al pie de la cama junto al otro.

  • mmm, bueno, si no tomara los calmantes seguramente estaría retorciéndome entre las sábanas.

  • No digas eso, Christina. - replicó Yeisi con gesto de fastidio - No la hagas caso, está perfectamente - se dirigió a su amigo.

  • ¿Y ya te han dicho cuándo te van a soltar? Ésta tarde me comentó el doctor Olivero que se pasaría a decirte cuándo te daban el alta, mamá.

  • Pues no, no me ha dicho nada en la revisión de antes. - miró a la chica que estaba sentada a su lado, como queriendo cerciorarse de ello.

  • No, no dijo nada. mm, bueno, ya que estáis aquí, aprovecharé para ir a tomarme un café. - sonrió a la mujer con suspicacia - Mau, acompáñame, ¿sí? - y dicho esto, se llevó literalmente a rastras al de ojos negros, dejando al otro con cara de atontado.

  • P-pero... - quiso replicarle, pero no le dio tiempo - Ésta chica... - suspiró sentándose al lado de su madre.

  • ¿Cómo estás tú, cariño? - indagó Christina sujetándole de la mano con ternura.

  • ¿Eh? ¿Yo? Yo estoy bien, mamá. ¿Por qué me lo preguntas? Tú eres la que está hospitalizada, no yo. Preocúpate antes de tu salud, y después de los demás.

  • Sé que has ido a verle.

  • ¿mmm? ¿A quién? - le preguntó algo confundido.

  • Te escuché hablar a ti y a Mauricio ésta noche.

  • Ah...te refieres a él. - enseguida cayó en la cuenta - Si, fui a verle, pero no te preocupes. Mauricio estuvo conmigo y por mucho que me joda, no me dejó patearle el culo, jeje.

  • ¿Seguro? Christian, sabes que te conozco muy bien, y eres demasiado impulsivo. - habló arrugando el ceño.

  • Eh, bueno...la verdad es que lo golpeé.

  • ¿Qué? ¡Tú estás loco! ¿Cómo se te ocurre? Ya te dijo el inspector que no te acercaras a él o las cosas terminarían en tu contra. Eres un cabezota, Chris.

  • ¡Pero si sólo le he pegado un puñetazo!

  • ¿Y te parece poco?

  • Si... Hubiera seguido pegándole si no fuera porque Mauricio me paró. - le dijo con cara de enfado.

  • No pongas morros, - le avisó medio en broma - ya hiciste bastante. En fin, no sé para qué te pregunto nada, me lo imaginaba... - suspiró algo aliviada de que aquello no llegara a más - Y...tú y Mauricio.

  • ¿mmm?

  • ¿Están juntos?

  • ¡Mamá, por favor! Qué cosas dices. - desvió la mirada sonrojado. Le había pillado de lleno.

  • Chris, no es nada malo que estéis juntos, de veras. Que sepas que tu madre os va a apoyar siempre, ¿de acuerdo? Además, mientes muy mal ¡Jajaja! Y lo de ir agarraditos de la mano.

  • ¡Arrggghhh! No sé cómo he podido aguantarte tantos años. - habló ofuscado, pretendiendo que su madre no siguiera preguntándole aquellas cosas tan embarazosas para su gusto.

Hola. Gracias por leer y recuerda valorar y comentar cada relato. Gracias a cada chico que me escribe al correo, pero no he podido responderle, pero espero que sepan que los leo y me agrada hacerlo. Leer cada opinión, agradecimiento o simplemente saber que les gusto, es agradable. Hasta la próxima :)