Everything Has Changed Cap. 5

- No creo que me duela más que ahora. - desvió la vista, resistiéndose a maldecir por el escozor. - Intentaré ser suave. - musitó Mauricio

Hola a todos. Gracias a cada uno por sus valoraciones, observaciones, comentarios, correos y mensajes a través de Facebook en los que me hacen saber su opinión acerca de mi relato, sobre las cosas que les gusta de él, y como se desarrolla la historia. Sus valoraciones, comentarios y correos son valorados, aunque no me dé mucho tiempo para responderles, sepan que los leo y me da mucho gusto y satisfacción saber mi relato les agrada y algunos hasta puedan llegar a sentirse identificados con los distintos tipos de situaciones y/o momentos. Bueno, sin más solo me toca dejarlos con la lectura de este nuevo capítulo, Muchas gracias y son libres de comentar, valorar y hacerme saber sus opinionesJ


A la mañana siguiente... Christian

Llevaba dos horas despierto; aún así, no quería moverse de esa cama tan calentita.

Hacia demasiado frió y además, no tenía ganas de levantarse de ninguna manera. Se acurrucó entre las mantas, de espaldas a la ventana por la cual traspasaban los cálidos rayos de sol de aquella mañana, iluminando gran parte de la estancia. Arrugó la almohada entre sus manos, como si fuera un peluche.

Suspiró. Lo de anoche fue extraño. Muy extraño. Recordó aquella imagen, de Yessica y Mauricio, tan desagradable para sus ojos. Aún sabiendo por parte de su primo que aquello fue todo causado por la morena, le hervía la sangre con tan sólo pensarlo.

No creía poder aguantar más ésa situación. Todo su cuerpo reaccionaba al estar cerca de él, y el vivir juntos no ayudaba en absoluto. Lo intentó. Olvidarse de él le resultaba demasiado difícil.

¿Qué hacer?

De un respingo, se enderezó en el colchón, quedando sentado. Alguien tocaba la puerta.

Miró la cama de su primo, esperando verle, sin embargo sabía perfectamente que no estaba, le había escuchado marcharse ya unas horas antes. Con pesadez, encaminó sus piernas que todavía le dolían, hasta poder abrir la entrada.

Erika le sonrió.

  • Buenos días, dormilón. - saludó entrando en la habitación - Ya son las doce de la mañana. Te hemos dejado dormir bastante, así que no te quejes, je je.

  • No estaba durmiendo, sólo descansaba. Tengo unos dolores fuertes. - comentó tirándose en el sillón, junto a su amiga, que acababa de sentarse.

  • Eso es de esquiar tantas horas. - le miró amenazante - ¿Quién te llama a estar tanto tiempo en la montaña?

  • No necesito sermones, Erika - amenazó.

  • Vale, vale, pero después no digas que no te avisé. Bueno, ayer nos fuimos, el plan era quedarnos aquí... ¿Qué pasó?

  • Qué chismosa eres... - se quejó - Qué pasó, ¿cuándo?

  • Pues ¿cuándo va a ser? Ayer, después de que vieras a esa tipa. Te fuiste corriendo y Mauricio te fue a buscar. No sabes lo que me reí al ver a “esa” tironeando de él para que no la dejara aquí sola ¡Jajaja! Deberías haberla visto, qué cara...yo creo que hasta nos tiene miedo y todo. - sonrió con sutileza.

  • A, pues nada del otro mundo. - susurró.

  • Venga, ¡suelta la sopa! - intentó sonsacarle. Si, era una chismosa, pero era su amigo y tenía derecho a saber ese tipo de cosas, ¿no?

  • Mm... Me dijo que Yessica le besó. Fue muy raro. Era como si estuviese pidiéndome disculpas, no sé qué es lo que pasó anoche, de verdad. - hundió el rostro entre sus piernas, las cuales ahora descansaban flexionadas sobre el asiento, abrazándolas.

  • ¡He! Nene, venga, no te deprimas por eso. - intentó animarle, acariciando su espalda - Es algo bueno que te explicara la situación. Eso quiere decir que se preocupa por ti y por tus sentimientos. Si no te lo hubiera aclarado ya tendrías una excusa para amargarte la existencia, sin embargo, es todo lo contrario.

  • Pero... ahora estoy más confundido. - alzó la mirada, posándola en los castaños ojos - Me es imposible pensar negativamente sobre los sentimientos que Mauricio tiene hacia mí. Me hace sentir...querido. ¿No lo entiendes? Si sigue así voy a terminar enamorándome de él...si no lo estoy ya. - habló apesadumbrado.

  • No sé qué decir, nene. Aunque él no te tratara de esta manera, tú seguirías sintiendo lo mismo, ¿no? No puedes hacer nada para evitarlo, tienes que aceptarlo.

  • Ya lo he acepté hace mucho tiempo, Erika.

  • Entonces el problema es lo que Mauricio siente ¿no? - el rubio asintió débilmente - Pues habla con él. Si no lo haces te quedarás con la duda y terminarás haciéndote daño, así que no esperes más.

  • Lo sé... pero tengo miedo. Entiende, si me rechaza, no podré mirarle a la cara. La otra vez, por lo menos, ni me contestó. Prefiero eso antes de escuchar de su boca un “no”. - se sinceró, bajando las piernas del sillón.

  • Pues tú decides. De todas formas, si no se lo preguntas, el que estará mal serás tú...


Los padres de Mauricio.

Dejó la lata de cerveza sobre la pequeña mesita de la sala.

Cogió el mando a distancia de la televisión y con rapidez apretó uno de los botones, sin siquiera fijarse en cuál.

Era su forma de hacerle saber que no pensaba seguir con aquella conversación. O eso es lo que imaginaba.

  • ¿En serio no piensas venir conmigo? - preguntó de nuevo la mujer, deseando que su respuesta fuera positiva.

  • Ya te lo he dicho. No tengo nada que hablar con él, ¿para qué voy a ir entonces? - comentó despreocupado el hombre, mirando a la pantalla.

  • Pues... para que arreglen sus problemas. - la mujer bajó la vista hasta el suelo - Ven por mí... por favor, ya han pasado seis meses... no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que Mauricio estará viviendo quién sabe dónde, y Dios sabe con quién.

  • Que se atenga a las consecuencias, así de claro.

  • ¿No puedes tragarte el orgullo sólo por una vez? - alzó la voz algo alterada, mirándole ésta vez fijamente.

  • Ya sabes que no.


Con los chicos.

Decidieron aprovechar las pocas horas que les quedaban en aquel paraje.

Comieron juntos, los cinco, aunque algo tarde, ya que decidieron esperar a que Mauricio terminara de trabajar. La comida fue tranquila, menos para Christian que le pareció algo cargada de tensión. No podía apartar la vista del moreno, y éste, de vez en cuando le devolvía la mirada, sin emoción ninguna.

Ni siquiera cruzaron palabra, aún cuando en un momento, quedaron los dos solos. No se atrevía, por su cabeza sólo rondaba la idea de hablar con él sobre sus emociones, y esto le ponía demasiado nervioso. Y menos mal que no se cruzaron con Yessica en todo el día. Aún así, el tiempo pasaba despacio, demasiado despacio... y lleno de malestar.

Antes de volver a casa; ya se avecinaban las nueve de la noche; Erika quiso ir a ver uno de los castillos antiguos del lugar, le hechizaban ese tipo de construcciones. La acompañaron, un tanto desganados, aunque el único que no quiso entrar fue el rubio, alegando el querer fumarse un cigarrillo, y claro, en ese tipo de sitios estaba prohibido. Se sentó en una de las sillas de la entrada, con el pitillo entre los dedos, suspirando.

  • Je... - rió con una media sonrisa. Todo esto se le estaba yendo de las manos. Cuando estuvo en la casa del pueblo decidió olvidarse de todos sus sentimientos y seguir adelante, sin embargo, no lo conseguía. Se odiaba a sí mismo por aquello, aunque quizás su amiga tuviese razón. Hasta que no supiera a ciencia cierta lo que Mauricio pensaba sobre todo eso no conseguiría nada.

Apagó el cigarro, y se tumbó en el cemento, con los brazos enlazados bajo su cabeza. Observó el cielo, esa noche era difícil de distinguir la luna, todo estaba salpicado de nubes grisáceas que amenazaban porque fuera a llover o nevar. Una ráfaga de viento provocó que algunos cabellos de su flequillo le hicieran cosquillas en los párpados. Cerró los ojos y movió el rostro de un lado a otro intentando que volvieran a su sitio, y cuando lo consiguió, deseó no haber abierto los ojos de nuevo.

  • ¿Puedo sentarme? - preguntó con su típico semblante serio.

  • Mmmm... Sí, claro - asintió enderezándose, quedando sentado con las piernas cruzadas. El moreno se acomodó a su lado.

  • Qué noche tan extraña. - murmuró.

  • Ajá... pero es bonita. - ni siquiera se dio cuenta de lo que dijo, hasta unos segundos después. No lo entendía, pero cuando estaba cerca de él, las palabras le salían solas. Quería ser desagradable, incluso brusco... imposible.

  • Suelta.

  • ¿Mmmh? - Christian se quedó sorprendido. Su primo siempre le hablaba como en clave, usaba solamente las palabras justas... escasas diría él.

  • Sé que quieres preguntarme algo. Pregunta. - le miró directamente a los ojos.

  • ¿Yo? Y-yo no tengo ninguna pregunta... que hacerte. - volteó el rostro sonrojado hasta posarlo en los árboles escarchados del jardín, intentando tranquilizarse y que su cuerpo no temblara aún más.

  • .... - no le replicó. Simplemente se acercó lentamente hasta él, arrastrándose sobre el muro. Cuando estuvo lo bastante cerca, alzó su mano derecha, y posándola en su barbilla, consiguió que le volviera a mirar directamente.

El más bajo, al sentir su piel acariciada por el otro, apreció como un escalofrío recorría su espina dorsal. Como si de un reflejo se tratara, le apartó bruscamente de un empujón, con un gesto asustadizo.

No quería sentirle.

  • No... No me toques. - pidió de forma torpe, alejándose.

  • ¿Por qué? - bajó la mano, apretándola contra la gruesa tela de sus vaqueros. Parecía molesto.

  • No quiero que me toques. Como si fuéramos algo... ¡No lo aguanto! - bramó levantándose, permaneciendo de pie justo delante de su primo.

  • Entonces, ¿cómo quieres que te trate? Un día me pides que te bese, otro que te deje abrazarme, y de repente me gritas que no quieres que te toque... Ni siquiera sabes tú mismo lo que quieres. - el tono de voz del moreno sonó amenazante.

  • Sí que lo sé. ¡Pero si tú no me dices lo que sientes por mí, no sabré cómo comportarme! - exclamó sujetándole de las solapas de la chaqueta.

  • .... - suavemente, agarró las muñecas de Christian, bajándolas y reincorporándose.

  • ¡¿Qué es lo que te pasa?! ¡¿Por qué no hablas?!

  • Baja la voz. - le ordenó secamente.

  • ¡No pienso hacerlo hasta que no me contestes! ¿Tienes miedo o qué? Yo necesito que esas palabras salgan de tu boca, ¿no lo entiendes? Si sigo así terminaré... - no pudo terminar la frase, ya que Mauricio le tapó la boca con sus suaves dedos. Primero pensó que era porque estaba alzando la voz cada vez más, pero a los pocos segundos se dio cuenta de que Yessica les miraba anonadada.

  • Aah...je, n-no me imaginaba que...ustedes dos... - balbuceó la morena, con los ojos abiertos de par en par - Increíble.

  • Pfff. - bufó cabreado - Ya vez, las vueltas que da la vida. - comentó sarcásticamente, avanzando hasta la chica - ¿Quién te diría a ti que Mauricio tiene a un estúpido enamorado detrás de él? Je je, y encima somos primos... parece un culebrón televisivo, ¿verdad?

  • Christian, ya basta. - le pidió el de ojos negros, más como una súplica que como un mando.

  • Nada de eso - objetó - Tiene derecho de saber cómo están las cosas, ¿no? ¿A qué quieres saber lo que pasa aquí? - le preguntó a la más baja.

  • Ohh... bueno...yo... - ese chico la estaba asustando. No le conocía demasiado, pero el gesto de su cara no era muy amigable que se apreciara.

  • ¿Ves? - no la dejó terminar, se estaba dejando llevar por la rabia y no se daba cuenta de las cosas que decía - Así que el que se va a quedar callado aquí serás tú - señaló a Mauricio - Veamos... Yessica, ¿no? - volteó a mirarla de nuevo - Como habrás captado, soy gay y estoy enamorado de Mauricio, si, mi primo. Como lo oyes. No te asustes, además, Yeisi no es mi novia, como comprenderás, pero es que eres taaaan odiosa que tuvimos que hacerte creerlo para que dejases de Jodernos - su tono de voz sonaba algo burlesco - Y bueno, tu querido Mauricio no se aclara. Cómo no habla, nadie sabe lo que piensa y al final le hace daño a todo el mundo, ¿no es así? Y yo no aguanto más, te lo puedes quedar, bonita. Es tooodo tuyo. - y dicho esto, comenzó a alejarse de la entrada, dejando a la morena tan sorprendida que ni un solo músculo le reaccionaba.

  • ¡¿Dónde vas?! - exclamó preocupado Mauricio.

  • A casa. Me vuelvo, SOLO. ¡Nos vemos, primo! - proclamó de espaldas, elevando la mano en gesto de saludo.


Erika y Sebastian...

-Yo no le conozco tanto como tú, - se ajustó las gafas el chico - pero creo que irse de buenas a primeras, de esa manera, es algo excesivo.

  • A mí no me sorprende, para nada. - comentó apoyando la cabeza en el cristal, con la mirada perdida Erika - Christian siempre se porta como un niño caprichoso y respondón cuando los acontecimientos le sobrepasan. No sabe reaccionar de otra forma.

  • Pero una cosa es tener una rabieta y otra denigrarse a sí mismo y a quien le rodea. Lo que les dijo a Yessica y a Mauricio estaba fuera de lugar.

  • A mí tampoco me resultó agradable escuchar eso, pero esa chica se lo buscó... de alguna manera.

  • No le defiendas, Erika, ésta vez se ha equivocado. - abrió levemente la puerta del automóvil, dispuesto a salir e irse a su casa. Pero al escuchar un murmullo por parte de la chica, paró en seco. La miró. Lloraba casi en silencio, apuntalada con el rostro y las manos sobre el volante. - ¡He! No es para tanto, tranquila - apoyó su mano en el hombro de ésta, intentando serenarla.

  • No lloro... por... eso - sollozó.

  • Dime entonces por qué.

  • Estoy... igual que Christian, no-no aguanto más...

  • ¿Cómo que no aguantas más? - preguntó confuso y sorprendido por aquel llanto repentino - Erika, ¿de qué estás hablando?

  • Yo... ¡Estoy enamorada de él! - rompió a llorar aún más fuerte, parecía que se iba a desgarrar.

Sebastian, con todo el aplomo que pudo reunir, pensó en las palabras que debía usar en un momento así, aún así cuando le dolía a él mismo todo aquello.

  • ¿C- como? Err, vamos a ver, tranquila. No vas a conseguir nada llorando de esa manera, venga, además... si sigues así no voy a poder ayudarte.

La de ojos marrones pensó en aquello. Su amigo tenía razón, llorando no lograría nada de nada.

Si, era bastante más joven que ella, pero no lo aparentaba cuando hablaba así. Irradiaba madurez.

Tras varios minutos logró cesar en sus lágrimas, secando los restos de éstas con un pañuelo.

-Lo siento, soy una estúpida. - se disculpó con una media sonrisa, mirándole.

  • No, sólo eres una persona normal y corriente, con sentimientos. Como todos. - sonrió - ¿Ya estás mejor?

  • Sí.

  • ¿Quieres hablar de ello?

  • Mm... No sé qué es lo que me ha pasado, de veras. Nunca se lo había dicho antes a nadie. Llevo años guardándomelo dentro, no tenía por qué contarlo... pero creo que hoy se me ha ido de las manos. - se sinceró sentándose de lado en el asiento.

  • Bueno, yo pienso que es bueno hablar de nuestros sentimientos. Desahogándose, uno se siente mejor, aunque sólo sea un poquito. ¿Estamos hablando de Christian...verdad?

  • Si... Creo que desde la primera vez que le vi comencé a sentir algo muy fuerte por él. Al principio tenía esperanzas de que algún día pudiéramos llegar a tener algo, sin embargo, cuando me dijo que era homosexual, mi vida se hundió... Acepté mi derrota, si, pero mis sentimientos no han cambiado después de tanto tiempo, aún queriendo no lo consigo... Duele, y mucho, verle sufrir por otra persona que no eres tú. Le quiero ayudar, pero si lo hago me daño a mí misma.

  • Aunque no lo creas, te entiendo perfectamente. Más de lo que piensas. Sé que es duro. Seguramente, hasta que no encuentres una persona capaz de sustituirle en tu corazón, seguirás sufriendo. Tan solo puedo decirte que esperes.

  • Lo sé... aunque es muy duro. Gracias de todos modos, Sebas - alzó su mano para poder acariciarle amistosamente la mejilla, con un gesto de gratitud en el rostro - Ojalá me hubiera enamorado de ti.


Yeisi.

En el otro lado de la ciudad, una chica castaña caminó enojada por la entrada del hotel. Todo el mundo la miraba, mientras maldecía en voz baja, apretando los puños. Llevaba ya más de una hora esperando a que se dignara a salir de aquel maldito despacho y los nervios ya se habían apoderado de todo su cuerpo. Cuando le pillara...

Miró a un lado, y divisó a Christina, que justamente entraba por la puerta principal.

  • ¡Christina! - la llamó, dirigiéndose rápidamente hasta ella.

  • ¿Mm, Yeisi? ¿Qué haces aquí a estas horas? - preguntó la mujer deshaciéndose del abrigo que portaba.

  • Esperando a Christian. Me dicen que está en el despacho, que está ocupado, pero es que ya llevo una hora aquí.

  • Pero yo pensaba que estaban aún en la montaña. - habló mientras que las dos se dirigían hasta el pasillo que conducía a los despachos y las bodegas.

  • No, qué va. Volvimos ya hace unas horas.

  • Pues qué pronto. ¿Por qué han vuelto tan rápido?

  • Bueno... es que estábamos algo cansados, je je... - no era plan de contarle todo lo pasado a la madre de Christian, así que se resignó.

  • Éstos jóvenes de ahora no me aguantan nada - bromeó - Espera a ver si está. - le pidió amablemente al llegar a la puerta de “dirección”. Abrió sutilmente, dejando el hueco justo para introducir la cabeza

  • Christian, está esperándote Yeisi.

Desde fuera, se oyó la respuesta no muy amable por parte del chico

  • Di que no estoy.

Christina miró a la más baja con malicia, y sin decir nada se alejó de allí, dejándola el camino libre.

  • Así que no estás. - Dijo, entrando en la habitación y sentándose con insidia en una de las sillas.

  • Mierda. - murmuró, soltando los papeles que sostenía entre las manos.

  • Veo que te alegras de verme.

  • Cómo no.- la miró desafiante.

  • Explica. Porque tendrás una buena excusa que darnos por tu comportamiento. Sebas y Erika lo oyeron todo, ésta vez te pasaste, Christian. - se cruzó de brazos - Vale que te sientas mal, pero ni yo misma hubiera dicho esa clase de tonterías.

  • No tengo por qué aguantar que vengas aquí a juzgarme, como si tuvieras el derecho sobre mí o sobre mi forma de actuar. Dije e hice lo que me apeteció, y no me arrepiento en absoluto. Parece que ninguno de ustedes es capaz de entenderme. - se enderezó y apoyó ambas manos en la mesa - si tu amigo quiere jugar conmigo y con mis sentimientos no pienso dejarle. Ya he tenido bastante.

  • En eso te equivocas. Mauricio no está jugando con nada ni nadie.

  • ¿Y entonces, qué se supone que está haciendo? Porque por más que lo intento no me explica lo que pasa por esa cabezota.

  • Igual que tú nos pides que te entendamos, deberías hacer lo mismo con él.

  • ¿Pero cómo? No habla, no dice nada. No soy adivino, ¿sabes?

  • No hacen falta las palabras para comprender a una persona. Observa y lo comprenderás. Mauricio no es alguien que se deje llevar, pero de vez en cuando actúa consecuente a sus sentimientos, y con eso basta.

  • Eso lo dirás tú.

  • Pff - suspiró dándose por vencida - Hoy no es tu día. Lo deduzco. - se levantó y abrió nuevamente la puerta - Será mejor que descanses, todos lo necesitamos. Mañana verás las cosas con otros ojos. ¡Bye! - salió de allí, dejándole solo, para que pensara.


Christian

  • ¡De puta madre! - farfulló.

Se iba a volver a sentar y llamar a algún ex para olvidarse de todo y pasar una “buena noche“, no obstante, se dio cuenta de que se había olvidado el móvil en el coche. Sin él no sabría el número que marcar, así que con desgana cogió las llaves y se dirigió al ascensor.

Bajó hasta el aparcamiento del hotel.

Ya allí recogió el objeto relegado, y al contrario de lo que pensó, no pudo subir de nuevo. Alguien se lo impedía.

  • ¿Otra vez tú? ¿No te cansas de perseguirme o qué? - masculló cansado. Ver a Jhoan era lo último que esperaba... y que necesitaba.

  • ¿Te has ido de viaje? - aquella voz le resultaba horrible, no sabía cómo fue posible que le hubiera amado en algún momento de su vida.

  • ¡¿Y qué te importa si me he ido o no?! - se dejó llevar por la tensión acumulada, gritando. - Vete.

  • No pienso hacerlo hasta que me des una explicación - habló cortándole el paso.

  • Una explicación, ¿de qué?

  • De ese tipo de pelo largo.

  • Je, sigues con esas... No es nadie. NADIE. - intentó apartarle, pero el otro era más fuerte que él.

  • ¿Y por qué vive contigo?

  • Mierda. ¡Es mi primo, sólo eso! Y ahora deja que me voy. - ordenó sin conseguir nada, al contrario, el hombre, con una rapidez impresionante, le arrastró del cuello hasta estamparle contra una de las columnas del sótano. - Su-suelta...me.- balbuceó mientras intentaba que soltara el agarre, se estaba ahogando.

  • No pensaba que caerías tan bajo, querido Chris. - comentó lascivamente - ¿Tan desesperado estás que te acuestas con tu primo? - con un gesto malicioso, lamió la oreja del rubio. Éste sólo pudo apartar levemente la cara.- Si necesitabas tan fervientemente tener sexo, haberme llamado, je. - susurró.

  • ¡Tú estás loco! ¿Cómo...tengo q-que decirte que no me acuesto...con él? - le faltaba el aire. Sujetó las manos del otro, haciendo presión y que así el agarre fuera más leve. - Y aunque lo hic-hiciera...no es de tu...incumbencia.

No iba a dejarse “pisar” por él. Ni por nadie. Nunca. Y menos ese día.

Le daba absolutamente igual lo que le pasara, no iba a quedarse callado. Ya no aguantaba más, quería desahogarse, y la manera no le importaba. Fuera la que fuera. Si bien tendría sólo la oportunidad de hacerlo a base de palabras, lo haría.

No se dio cuenta de lo que había pasado hasta que chocó contra el frío asfalto. Un puñetazo. Los pinchazos de dolor emanaron incipientes de su rostro. Elevó la cara, con su mano tapándose la boca llena de sangre, hasta mirar a ese tipo a los ojos, tosiendo. Se limpió con el dorso de la mano, y luego escupió al suelo un hilo de color rojo.

Jhoan volvió a la carga. Sin dejarle apenas levantarse, y le propinó otro certero puño en el mismo lugar, consiguiendo que el rubio se tambaleara.

  • ¿Qué piensas conseguir con esto? - bramó sujetándose en un coche.

  • ¡Jajaja! Que entiendas quién es el que manda aquí, por supuesto. - rió sonoramente, haciendo eco en aquel aparcamiento.

  • ¿Te crees que pegándome volveré contigo? Estás desquiciado.

  • Todo esto es por tu culpa. Nunca debiste dejarme. - le amenazó aproximándose a su cuerpo.

Christian estaba preparado para recibir otro golpe. No le convenía arremeter contra él, sabía que saldría perdiendo.

Aún así, no llegó. Abrió los ojos, que cerró unos segundos antes, y una sensación de alivio se apoderó de él.

Sandro, el vigilante del aparcamiento, tenía cogido por los brazos a Jhoan, enredándolos en su espalda. Respiró pesadamente, cayendo al suelo de rodillas.

  • ¡quieto! - le ordenaba al otro, poniéndole las esposas - ¿Está bien, señor Hudson? - se preocupó por su jefe.

  • ...s-si, tranquilo. - le indicó alzándose - Estoy bien.

  • ¿Qué quiere que haga con éste tipo? ¿Lo llevo a comisaría?

  • No, no hace falta. No se le ocurrirá volver por aquí, ¿cierto? - miró a su ex pareja con los ojos entrecerrados. El otro simplemente le devolvió la mirada, sin expresión.

  • Pero señor... le ha golpeado.

  • No es nada. Llévatelo... y gracias. - sin decir más, condujo sus pasos hasta uno de los ascensores.

Entró.

Se tocó el labio, seguramente estaba partido, pero no pensaba ir a Urgencias. Odiaba aquel sitio.

Se miró la mano, llena de sangre, y el jersey tampoco se quedaba atrás. Lo que le faltaba, mancharse de sangre un jersey blanco. Su madre le iba a matar.

Se quitó la prenda, por si se encontraba con alguien por el camino. No tenía gana alguna de que corriera el rumor de ser un “broncas” entre los empleados. No.

Salió del elevador en el último piso, tapándose aún el labio con una mano. Sacó las llaves del ático y abrió.

Parecía que no había nadie. Mejor. Tiró el jersey a la cesta de la ropa sucia y se acercó hasta la mesilla de su cama. De uno de los cajones sacó un paquete de pañuelos, y con uno de ellos apretó en la herida para que dejara de sangrar.

Se miró al espejo.

  • Pues vaya... Lo que me faltaba, el labio roto. - suspiró trabajosamente.

Se sentó en la cama, apoyando los brazos en sus piernas, agachado. Observó el suelo, queriendo desaparecer en ese mismo instante. Tiró el pañuelo y sacó otro del paquete. Le quedaría marca durante unos días, pero eso era insignificante comparándolo con todo aquello. Primero Mauricio, y luego Jhoan... ¿es que todos los hombres de su vida se habían puesto de acuerdo para joderle el día o qué?

De repente, su visión del suelo se vio alterada. Unas zapatillas negras Adidas se plantaron justo delante de él. Alzó la mirada y una mueca de orgullo se reflejó en su rostro.

  • ¿Qué te ha pasado? - sonaba preocupado.

  • Nada. - habló tajante – Vete, quiero estar solo.

El moreno hizo caso omiso a aquellas palabras y se agachó hasta estar a la altura de su primo. Acercó su mano derecha hasta su labio, acariciándolo suavemente, con gesto apenado.

  • Lo tienes bastante hinchado.

  • Ya lo sé. - aulló apartándole, sintiendo que sus mejillas se encendían. De nuevo se preocupaba por él. ¡Cómo lo odiaba!

  • Espera, voy a por algo para desinfectarte eso. - explicó.

A los dos minutos volvió con algodones y agua oxigenada.

  • Esto te va a doler. - le avisó empapando uno de los algodones.

  • No creo que me duela más que ahora. - desvió la vista, resistiéndose a maldecir por el escozor.

  • Intentaré ser suave. - musitó Mauricio, desinfectando la zona. - ¿Me vas a decir cómo te has hecho esto? ¿Ha sido ese tipo?

  • ¿Q-qué tipo? - sabía perfectamente a quién se refería, pero la sorpresa le hizo decir aquello.

  • El que te acorraló en el pasillo esa noche.

  • ....sí. Pero no tiene importancia, yo me lo busqué saliendo con él. Erika ya me dijo que no era de fiar, que era muy extraño y neurótico... no le hice caso, je je... Soy un tonto - sonrió de lado. Otra vez se estaba dejando llevar. Hablaba con él como si nada hubiera pasado, como si su relación hubiera sido excelente toda su vida... esto era absurdo.

  • ¿Y...por qué terminaron?

  • Je...me mintió, nada más. No me dijo que estaba casado y con una hija... Lo que me dolió no fue el hecho de que tuviera mujer, sino la mentira. Eso es algo que no soporto.

  • ...ya está. Listo. - aclaró tirando los algodones usados en la pequeña papelera que había justo detrás de él.

  • Gracias.

  • ¿Por qué te dejaste pegar? - indagó sin moverse ni un centímetro de su sitio.

  • ¿C-cómo lo sabes? - Mauricio no contestó - Bah... no sé para qué pregunto. No lo sé. Quizás porque no soy capaz de hacer daño físico a nadie que en algún momento de mi vida me haya importado. Puede parecer una tontería, pero cuando me golpeaba no sentía furia ni enfado, solamente compasión.

El moreno se le quedó mirando, y por primera vez en mucho tiempo, le sonrió. No era una sonrisa llena de felicidad, sino que transmitía cariño, afecto, ternura...comprensión. Sus miradas se entrelazaban, deseosas de tenerse lo más cerca posible, pero la incertidumbre podía más. Christian, con miedo, acercó su temblorosa mano, hasta apartar un fino mechón negro de los ojos de su acompañante. Cuando la bajó, Mauricio la enlazó con una de las suyas, transmitiéndole calor.

  • Buenas noches. Que descanses. - susurró antes de darle un rápido y suave beso en los labios. Tan sólo fue una leve caricia, pero fue lo suficientemente intensa como para que el rubio quedara inmóvil.

Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy. Los invito a valorar y darme sus opiniones como lo han venido haciendoJ, y a los que todavía no lo han hecho, también los invito a hacerlo. Gracias y nos vemos en el Próximo capítulo.