Everything Has Changed Cap. 3

Le pareció un siglo, pero tan sólo fueron escasos minutos los que permanecieron escudriñándose el uno al otro. Fue algo que nunca olvidaría...

Hola a todos. ¿Cómo están? Espero que bien. Gracias por las valoraciones, correos y comentarios de el capitulo anterior, estén muy pendientes porque estaré subiendo 2 capítulos por semana. Gracias por seguir el relato capítulo tras capítulo. Bueno los dejo con la lectura de este. No se les olvide comentar que les parece y valorarlo. :)


2 Días después Christina y Erika

  • ¿Dónde se habrá metido éste niño? - masculló la mujer, colgando enérgicamente el teléfono. - Cuando le vea le mato, ¿cómo se le ocurre desaparecer así por así sin dejar rastro? Ésta me la paga... ¡vamos que si me la paga!

  • Christina...tranquila, seguro que aparece cuando menos lo esperas, je je...- rió nerviosamente, aquella mujer le daba miedo cuando se enfadaba...y aún no estaba del todo metida en su enfado. - Y...de Mauricio, ¿sabes algo?

  • Nada, tampoco me coge el móvil y no sé dónde trabaja. ¿Dónde estarán esos dos?

Erika quedó pensativa un instante. Sin fijar la vista en ningún lugar en concreto.

  • Ya lo tengo! Puedes llamar a Yeisi, ella seguramente sepa dónde está Mauricio, es su amiga...sabrá dónde trabaja, digo yo...

  • ¿Y me lo dices ahora? Hace dos días que no sé nada de ellos, ¿no se te ocurrió antes o qué? - bramó, asustando aún más a la de pelo Rojo.

  • Lo siento...a veces mi despiste llega a límites insospechados, je je...

  • Venga, apúntame el número. Rápido! - le ordenó. Erika, enseguida fue en busca del móvil, que ése día precisamente se lo había dejado en el coche, así que tuvo que bajar al aparcamiento y subir de nuevo hasta el despacho de dirección.

Le alargó el papel, que le fue sustraído con apremio.

Después de una charla algo escandalosa por parte de la madre de Christian, dejando a Yeisi un tanto anonadada, colgó y miró fríamente a la más pequeña.

  • A las cinco viene para acá, así que te vas con ella y vais a buscar a Mauricio a su trabajo.

  • ¿Cómo?

  • Ella tampoco sabe nada de él. Cuando salga de la Universidad vendrá a recogerte e irán a buscarle, quizás él sepa dónde leches está Christian. - le aclaró saliendo de la habitación.

  • Pero, ¿y el trabajo? Mi turno termina a las doce. - corrigió corriendo tras ella.

  • Bueno, algo de bueno tendrá ser amiga de la jefa, ¿no? - sonrió volteando hasta la chica.

            • *  * *  *

Erika y Yeisi

Terminó de beberse el café, dejándolo de nuevo en la mesa. Estuvo algo amargo, pero en ése momento no estaba precisamente interesada en algo tan banal. Ni su compañera.

  • Entonces, ¿dices que el viernes te peleaste con Christian? - curioseó la más baja, intentando comprender la situación.

  • Si...le dije algunas cosas que quizás hubiera sido mejor callarse... - comentó apenada, rompiendo el sobre de azúcar en varios trocitos que esparció sobre la mesa de la cafetería.

  • Y... ¿qué le dijiste que fue tan espantoso? Porque seguro que no eran palabras agradables precisamente...

  • No, eso ahora no importa.

  • ¿Cómo que no? A lo mejor no fue el causante de que se fuera. Yo puedo ser imparcial y ver las cosas desde fuera, así que puede que no sea tan detonante lo que hablaron. No te eches la culpa de todo. Es lo peor que puedes hacer, linda.

  • Mmmh... Verás, es que desde hace un tiempo pienso que a Chris... - no sabía si decirlo. Yeisi era amiga de Mauricio y a lo mejor no lo entendía...o sí.

  • Le gusta el Nene, ¿a qué es eso?

  • Err... - balbuceó sorprendida, ésta chica estaba llena de sorpresas - si...y se lo dije.

  • Bueno, tranquila, yo también llevo unos días pensándolo. Al principio me hacía gracia cómo se llevaban, ¿sabes? - rió - Pero después de unas semanas, me di cuenta de que Christian ya no hablaba a base de indirectas, y cuando Mauricio se dignaba a hablar, le miraba diferente...No sé, posiblemente sea intuición femenina, quién sabe, pero creo que algo ha pasado en esa loca cabecita, que le ha hecho escabullirse a algún lugar. Quién sabe dónde.

  • ¿Tú crees? - preguntó Erika no muy convencida.

  • Ajá, seguramente, después de su pelea Christian se quedara algo...jodido. Ya sabes, si habían bebido y además discutido por eso, puede que se deprimiera al ver que alguien se había dado cuenta, eso sí estamos en lo cierto... Claro, piensa que Christian le guarda rencor a Mauricio, y darse cuenta de que está sintiendo algo por él debe resultarle confuso, además, son primos... Ahora que lo pienso, ¿no se encontraron Sebastian y tú con Mauricio en el hotel esa noche?

  • Emmm...si - enseguida captó por dónde iban los tiros.

  • Pues habrá que interrogarle. - sonrió maliciosamente.

  • ¿En qué estás pensando? ¿No...no estarás...? - la mente de Erika comenzó a imaginar algunas escenas algo subiditas de tono. Su cara se enrojeció.

  • ¡No! Erika, no pienses cosas raras, que nos conocemos. Yo no he dicho nada de eso, ¿de acuerdo? Sólo quise decir que quizás... Christian haya dicho algo... - comentó despreocupadamente.

  • ¿Cómo qué?

  • No sé, algo.

  • A Mauricio, ¿no? - miró a su amiga y agachó la cabeza, apoyándola en ambas manos - Espero que no dijera ninguna tontería de la que luego se pueda arrepentir... Siempre le pasa lo mismo.

  • Nunca se...sabe. - alzó la vista hasta la entrada - Allí viene - le susurró a la chica.

Las dos le observaron atentamente y casi sin parpadear, hasta que con un gesto de su mano las saludó.

Se sentó, algo tenso. Sabía perfectamente de qué hablarían, pero...

  • Al grano, no tengo mucho tiempo. - pidió cortadamente.

  • Ok. ¿Qué pasó el viernes con Christian? - cuestionó la más baja con cara de pocos amigos. Conocía a su amigo, y en esos casos comportarse de esa manera era lo mejor.

  • Nada. - la miró desafiante, quitándose la goma del pelo y dejando aquella melena caerle por los hombros.

  • Mentira. Algo tuvo que pasar para que Christian y tú desaparezcan sin decir ni “mu”. Llevamos dos días sin veros aparecer por el hotel, Christina está de los nervios y yo no aguanto más. Habla. - Erika estaba ya demasiado estresada con la situación.

  • Lo repito, - su cara transmitió algo de sorpresa al oírla decir aquello - nada.

  • ¡Qué testarudo eres! - exclamó Yeisi con desgana - Mau, si no quieres contárnoslo, lo entiendo, sólo dinos si pasó algo como para que Christian se fuera.

  • Depende de cómo lo mires. Llamarle y preguntarle a él.

  • Aaaarrgh! Me estás poniendo nerviosa... - respiró profundo - ¡Ya le hemos llamado y no contesta! De acuerdo, tranquilicémonos. Primero, ¿sabes dónde está?, y segundo, ¿dónde te habías metido tú? Si se puede saber...

  • Si, lo sé. Trabajando, tuve que hacer horas extras, y el móvil sin batería.

  • ....y... ¿dónde es eso?

  • El sitio exacto no lo sé.

  • Pues así no avanzamos nada. - masculló Erika.

  • Dijo algo de relajarse y unos baños.

  • ¡Ah ya lo tengo! - habló satisfecha - Seguro que ha ido a su casa de las afueras, es un pequeño pueblo en el que hay muchas agua termales, podemos probar a ver.

  • Pues ya tienen lo que querían, así que me retiro. - dijo levantándose y alejándose de las dos chicas.

-¡ Ey! ¡Mauricio! - le llamó la castaña - Estás cambiando... - afirmó seriamente, para luego cambiar el gesto a uno más amable - pero me alegro.

              • *  * *

Christian

Observó relajadamente aquel cielo que ante él comenzaba a oscurecerse lentamente.

Estaba relajado. Si. Había sido una buena idea ir allí. Tendría que darle las gracias a Sebastian por haberle dado el consejo.

Pero...su idea inicial era quedarse tan sólo un día, sin su noche, y lo estaba alargando demasiado. Seguramente, su madre estaría como loca buscándole y llamándole al móvil. Rió para sus adentros al imaginar la escena, la conocía. Mucho. Aunque, aún no se sentía con las fuerzas suficientes como para volver. Quería despejar su mente, centrarse...saber por qué hizo aquello....ordenar sus sentimientos...y aceptarlos.

Suspiró.

No era la primera vez que le pasaba algo parecido. A los diecisiete años, cuando ya tenía asumida su condición sexual, se enamoró locamente de un compañero de clase. Era alto, guapo, divertido...y el “chuleta homofobico” del instituto. No sabía por qué, pero siempre se sentía atraído por personas así... Aunque aquella vez no terminó como esperaba.

Aún siendo advertido por Erika, se declaró. Mal hecho. Y es que los jóvenes pueden ser muy crueles cuando detestan tu forma de vivir o de ser.

No aprendió la lección, de alguna manera, ya que casi todas sus parejas eran algo...rudas. Menos Mauricio.

Se sorprendió a sí mismo ante aquel pensamiento. Cierto era que su primo, ahora, no era de ese tipo de personas, como Jhoan, pero el haber pensado en el moreno como pareja era demasiado para su mente.

Tenía que aceptarlo. No podía.

Volvió a suspirar. Volver a verle le avergonzaba. Mucho.

  • ¡Ey! Chico! - le llamó una voz, proveniente del otro lado de la pequeña y fina pared de bambú que separaba los baños - Sí, ¡tú! El de aquí al lado.

  • Errr...- eso sí que era extraño - ¿S-si?

  • Deja de suspirar tanto, Jajaja - rió cascadamente - ¿Mal de amores?

  • ..n-no - se quedó de piedra.

  • A...si lo sabré yo... Cuando era joven siempre venía aquí cuando necesitaba olvidarme de alguna chica que no me hacía caso, je je...

  • Pero es que no...

  • Venga, no seas tímido. - interrumpió - Es muy normal a tu edad pasar por esto. Porque... ¿cuántos años tienes?

  • Veinticinco... - balbuceó.

  • Pero si estás en la flor de la juventud, Jajaja y... ¿quién es la persona que te tiene así? - preguntó cambiando el tono a uno un tanto serio.

  • Em...pues... - no sabía si seguir con aquella conversación. No le conocía y ni siquiera le estaba viendo la cara...

  • Bueno, tranquilo, no hace falta que me des nombres, je je. Su generación es muy tímida, ¿sabes? En mis tiempos no poníamos pegas a nada y si queríamos algo luchábamos por ello. Venga, desahógate, ¿qué pasó?

  • ... - de repente, sintió confianza con aquel hombre. Pensó, y se dio cuenta de que contarle sus problemas a un extraño podría serle productivo - ...no estoy seguro...

  • ¿Mmmh? Pues si no lo sabes tú... Venga, empieza por el principio.

  • Yo...hace un mes más o menos...volví a ver a una persona que hacía años que no tenía noticias de su vida...ni quería tenerlas. - se sinceró - Por casualidades de la vida, y por mi madre, comenzamos a vivir juntos...yo no me sentía a gusto, no quería tener cerca a esa persona...pero ya no era como la recordaba...había cambiado...aunque no hablase mucho, me hacía sentir bien, confiado...a veces se preocupaba por mí...Sin darme cuenta...comencé a sentir algo...y no sé si esto que siento es verdadero, no puedo creérmelo...

  • Ajá...pues tu problema no tiene nada de complicado, está tooodo muy claro, je je...

  • ...s-sí....creo que sí... - susurró apenado.

  • ¿Tienes miedo de lo que sientes?

  • Algo...pero...es que es imposible.

  • ¿Por qué? Nada es imposible en ésta vida, sólo hay que esforzarse por conseguirlo, pero nada más.

  • Tiene razón, pero mi caso es...especial. So-somos familia... - murmuró casi inaudiblemente, con nerviosismo.

  • Mmmh... - aquella persona se quedó callada un instante, pensando - ¿Qué clase de familia? Hay que puntualizar, Jajaja!

  • Primos...

  • Ahhh! Buenooo entonces, ¿qué problema hay?

  • P-pues eso...mismo - quedó algo desconcertado. Ese hombre se lo tomaba todo demasiado a la ligera.

  • Ése no es un problema. Mira, desde hace años y años que personas con ése tipo de lazo familiar son pareja. Por ejemplo, yo mismo tengo a mis nietos emparejados, y son la mar de felices. Por eso no deberías deprimirte, si esa persona y tú quieren estar juntos es cosa de ustedes, a nadie le tiene que importar.

Christian pensó en aquellas palabras, dentro de todo, tenía razón, era coherente. Su lazo no era directo, y una pareja es cosa de dos...nadie tendría por qué meterse. Sin embargo...

  • Si...aunque como bien ha dicho...es cosa de dos, y yo soy uno sólo.

  • ¿No te corresponde? O ¿es que no se lo has preguntado?

  • Bueno...algo así...e-el otro día me “medio” declaré...pero no obtuve respuesta...aunque...se fue y me dejó allí sólo y avergonzado. Eso fue lo que más me dolió.

  • Algo a tu favor, depende de cómo se mire. Si le dijiste lo que sentías y no te respondió y simplemente se marchó puede significar dos cosas. O la pillaste de sorpresa y no sabía qué hacer ni decir, o no quería responderte por no hacerte daño...o la asustaste, Jajaja - bromeó.

  • Puede ser... - afirmó amargamente - Bueno, es hora de que salga de aquí, si no me caeré desmayado... Gracias por todo, señor. - agradeció saliendo del agua.

  • De nada, jovencito. Espero que nos volvamos a oír.

Aquello había sido insólito, pero le había sido de gran ayuda, por una parte.

Ya tenía claro una cosa, sus sentimientos estaban y no podría deshacerse de ellos tan fácilmente. De todos modos, había decidido no dejarse llevar por ellos e intentar reprimirlos. No se veía capaz de mantener una relación con Mauricio...sería demasiado dolorosa, para los dos.

Entró en las duchas, donde se desperezó. Aquellos baños le dejaban bastante relajado, tanto que a punto estaba de dormirse en aquel mismo momento.

Se vistió y después de pagar en la entrada, caminó hasta la casa. Disfrutando del paisaje.

Hacía años que no iba allí. Su madre y él la dejaron de lado cuando sus padres se divorciaron.

Estaba a su nombre, pero aún así, ninguno de los dos tenía el tiempo suficiente como para escaparse a ese hermoso lugar. Y eso conllevó que el día que llegara tuviera que limpiar bastante a fondo todas las habitaciones, el polvo se había acumulado.

Entró, y enseguida se tumbó despreocupadamente en uno de los sillones. Apoyó la cabeza en sus manos, cruzadas justo debajo, observando el techo de la estancia. Sin querer se durmió.

Pasaron varias horas, marcando el reloj de pared del salón las 7:00 pm.

Comenzó a despertarse lentamente, restregándose los ojos y estirándose. Se sentó, intentando ubicarse, cuando se despertaba siempre le pasaba lo mismo, nunca sabía dónde estaba. Pero ese día parecía que alguien le iba a ayudar. El teléfono comenzó a sonar, y como siempre, ni siquiera se interesó en él, no quería hablar con nadie. Aunque...algo le decía que ésta vez debía cogerlo. A regañadientes, miró la pantalla... atónito.

Con los dedos temblorosos descolgó.

  • ¿S-sí?

  • Vuelve.

  • ¿Mau-Mauricio? - preguntó aún con nerviosismo.

  • Tu madre y las chicas están preocupadas.

  • Lo sé - habló abatido - Pero no puedo.

  • Olvídalo y ven. - ordenó.

  • Puede que tú puedas olvidarlo ¡pero yo no!, ¡Mierda!

  • De acuerdo, como quieras. Pero ven.

  • ¿Y por qué debería hacer lo que me pides después de dejarme allí sólo sin...sin decirme ni una palabra?

  • ....no lo sé.

  • ¡Joder! ¡Nunca sabes nada! No sé como pretendes que yo te haga caso si tú no me dices lo que piensas. - comenzó a dolerle todo aquello.

  • Lo siento...

  • Y yo. - y así, sin decir más, colgó.

Dejó caer el aparato al suelo, sin importarle si se rompía o no.

Se tapó el rostro con ambas manos, respirando ansioso, con dificultad. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad; tarde o temprano le ocurriría, y lo sabía muy bien. Aspiró necesitado, cayendo de rodillas al suelo. El sudor frío comenzaba a bajarle por el cuello, produciendo en su cuerpo unos desagradables escalofríos.

Se asió al reposabrazos del sillón, casi arañándolo, intentando sacar fuerzas de dónde no las tenía, para poder tumbarse en él. Arrastró todo su peso hasta dejarlo reposado parcialmente en las “faldas” del asiento. Cerró los ojos.

Se propuso tranquilizarse, normalizar su respiración.

Después de varios minutos, consiguió calmar parcialmente sus agitados pulmones, abriendo de nuevo los ojos tediosamente. La luminosa lámpara le resultó algo molesta, así que desvió la mirada por una de las ventanas de la casona, admirando las estrellas. Centrarse en algo así le ayudaba considerablemente.

  • Esto me pasa por Tonto... - se dijo a sí mismo, con una media sonrisa.

El teléfono, contra a todo pronóstico, no se había roto, y prueba de ello fue que comenzó a sonar otra vez más. Lo miró contraído. Desafiante.

Volvió a escurrirse por aquel ya conocido suelo, hasta dar con el maldito aparatito. Suspiró. ¿Cogerlo o no cogerlo? Vaya dilema...

Descolgó.

  • ¡EH! No grites. - amenazó de antemano, al saber que la que estaba al otro lado era Erika. Y la conocía demasiado bien.

  • Q-qu...de acuerdo. - intentó no dejarse llevar - Menos mal, ya me coges el teléfono... Nene, ¿dónde estás si se puede saber? Nos tienes muy preocupadas - preguntó angustiada, pero todo lo tranquila que pudo transmitir.

  • En la casa del pueblo.

  • Pues ahora mismo te vuelves para el hotel. Yeisi y yo estamos a cinco minutos nada más, así que ni se te ocurra moverte, que te mato.

  • No pensaba hacerlo.

  • Buen chico. Hasta ahora. - se despidió.

  • Ya me he dado por vencido... - murmuró mirando la oscura pantalla de la máquina. - Lo que tenga que ser...será... ¡Joder!

                • *  *

Christian. Horas después…

Había vuelto. No sin antes aguantar las charlas y reprimendas de las tres mujeres que ahora ocupaban su vida. Su madre, Erika y Yeisi, ésta última se abstuvo bastante, ya que con sólo mirarle a la cara se dio cuenta que eso no era lo que más necesitaba en ese momento.

Llevaba ya tres horas allí sentado, a oscuras, delante del estudio. Miró por aquel enorme ventanal las luces de la ciudad, hermosas. Enseguida, a su mente apareció la imagen de una persona, especial para él. Suspiró.

Con la guitarra en su regazo, comenzó a balancearse en el asiento, ahora desviando la vista hasta el papel que sostenía entre las manos. Después de tantas semanas intentando componer, y en tan sólo unas horas había conseguido escribir una canción llena de sentimientos encontrados, qué absurda le parecía la vida...

Con el instrumento y el escrito en las manos, se dirigió hasta su cama, sentándose con las piernas cruzadas sobre ésta. Comenzó a tocar levemente aquellas cuerdas, entreteniéndose, no conseguía dormir.

Quería verle.

Qué extraño era, pensó. De un momento a otro sus emociones habían dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora sentía la necesidad imperiosa de verle y hablar, aunque sólo fueran unas simples y banales palabras.

Sus rezos, de alguna forma, fueron escuchados. La puerta se abrió.

Todo estaba oscuro, menos la tenue luz que surcaba el fondo de la estancia, delineando aquella figura que no pensaba encontrar, y menos en aquella posición. Cerró la entrada despacio, sin hacer ruido apenas. Le contempló.

Estaba de nuevo entre aquellas paredes...

Dejó la mochila a los pies de su cama, junto con la chaqueta y las zapatillas. Caminó hasta estar a su lado, de pie.

Los dos chicos se observaron, en silencio. El rubio sonrió sin esfuerzo, se sentía feliz de volver a verle y saber por fin que todo aquello que profesaba era lo que tanto temió. Mauricio se sentó a su lado, no muy cerca.

  • ¿Estabas componiendo? - preguntó con su tono normal de voz, pero para Christian fue como escuchar a un ángel.

  • S-si... - comentó inquieto.

  • ¿Puedo escucharla?

  • Mm... - se lo pensó detenidamente - cl-claro...

El gesto del moreno no cambió nada, aún cuando su primo comenzó a tocar la suave melodía. Estaba acostumbrado a no desvelar sus sentimientos, pero bien era cierto que sabía perfectamente cómo se sentía en aquel momento.

«Lejos, lejos del encuentro entre tus palabras y mi voluntad...

Quietos, fríos como el hierro despreciando lo que es la amistad...

Siento, siento que estoy preso de recuerdos que fraguaron mi mentira y tu verdad...

Cierro, cierro el sentimiento que me incita a volver atrás...

No hay solución,

Se quiebra entre nosotros dos,

Vuela el tiempo, no hay perdón!

Nuestra historia no puede ser, no aprendemos a ver...

Que el dolor nos rompe.

Otra vez me toca perder lo que nunca gané...

Un mar de indecisiones»

Al escucharse a sí mismo, cantando aquellas palabras delante del otro, la vergüenza se apoderó de él, enrojeciendo su rostro. Aunque gracias a la poca luz que habitaba en el lugar, no fue percibida por el más alto.

«Lejos, lejos del momento en que mi vida y la tuya se vuelvan a enredar...

Ciegos, ciegos los deseos que me arrastran a tu tempestad.

Siento, siento que estoy lleno de secretos de diario, mentira y caridad...

Miedo, miedo al movimiento que me incita a mirar atrás

No hay solución,

Se quiebra en..tre...»

Le faltó la voz. Ver a aquella persona mirándole de esa forma tan deseable pudo con sus fuerzas. Sin darse cuenta, dejó caer su mano por las cuerdas, entonando las últimas notas, hasta chocar con su propia rodilla.

Le pareció un siglo, pero tan sólo fueron escasos minutos los que permanecieron escudriñándose el uno al otro. Fue algo que nunca olvidaría.

  • Me gusta. - se sinceró el moreno.

  • Ajam.... - balbuceó desviando la vista - ...gracias. Por fin me ha salido una canción decente...ya era hora, je je - rió nerviosamente.

  • Todo llega. Tarde o temprano.

-Si...

  • Bueno, será mejor que nos vayamos a dormir. Que descanses...- se dispuso a levantarse e irse a su cama, pero la temblorosa mano de Christian le detuvo, agarrada de la tela de su camiseta. - ...?

  • ¿Po-podrías quedarte un ratito más? - no tuvo las agallas de mirarle a los ojos.

  • ¿Para qué?

  • Para...hablar. Quiero preguntarte algunas cosas, si no te importa.

  • Si es lo que quieres... Empieza. - estipuló, con un gesto de la mano.

  • ¿Por qué...no me diste una respuesta? ¿No te pareció extraño que te dijera eso? Yo... - las preguntas le salieron solas, a pesar de lo intranquilo que se sentía, era algo que necesitaba saber.

  • ... – Mauricio quedó en silencio.

  • Si no quieres responderme lo entiendo, pero...

  • No quiero hacerte daño. - sentenció.

  • ... Ya lo has hecho...No quiero decir que haya sido a propósito, no te das cuenta... Pero me duele…- arrugó las sábanas con los dedos - Mierda, no sé por qué te digo éstas cosas, en serio, me salen solas, sin pensar...Lo siento.

  • No pasa nada - apoyó su mano en el hombro del otro, transmitiéndole confianza - ...te entiendo perfectamente.

  • Has cambiado, ¿sabes? Je, al principio mi madre y Erika me decían que tú ya no eras como yo te recordaba, pero no las creí. Estaba aferrado a mis recuerdos y no las escuchaba, pero...tenían toda la razón. Aunque tu forma de ser sigue siendo extraña, ya no eres el mismo... No sé qué te habrá pasado, ni por qué has vuelto...pero me alegro. - unas finas y transparentes lágrimas comenzaron a brotar de sus grisáceos ojos. Al darse cuenta de ello, intentó borrarlas con la manga del jersey, avergonzado. – Je je, qué tonto soy.

  • No lo eres.

  • Gracias. - le agradeció con una leve sonrisa. - ¿Algún día...me contarás qué es lo que te pasa?

Mauricio se sorprendió sobremanera ante esa pregunta. Extraño. Era como si Christian supiera que su cambio y su vuelta se debía a algo importante en su vida.

Intentó contenerse, no reflejar en su rostro el asombro que le acaeció ante aquellas palabras. Sin embargo, sin darse apenas cuenta, al responderle, se le escapó una pequeña pero notable sonrisa llena de tristeza y gratitud.

  • Si... algún día.

  • Esperaré. Y cuando te sientas con las fuerzas suficientes como para contármelo, estaré allí. - se quedó pensativo un momento - ¿Puedo pedirte algo? Si no quieres hacerlo, no es ningún drama...

  • Dime.

  • ¿Puedo abrazarte? - preguntó temeroso de la respuesta. La verdad es que aunque pensara olvidarse de aquellos sentimientos, deseaba tocarle, darle cariño... Porque percibía que él también lo necesitaba.

  • Si.

Su corazón dio un vuelco al instante. No se lo creía. Le había dicho que si.

Los nervios comenzaron a instalarse, juguetones, en su estómago. La sensación de nerviosismo mezclada con alegría era una sensación indescriptible. Por primera vez se sentía así, y lo adoraba.

Con miedo, lentamente, se acercó hasta estar lo suficientemente cerca de Mauricio. Alzó sus brazos, enlazándolos por aquel cuello tan hermoso, enredándolos con los oscuros cabellos que caían por aquella extensión. Apoyó suavemente el rostro ladeado en uno de sus hombros, disfrutando el olor, la cercanía...sus respiraciones acompasadas.

Pero aún se sintió más a gusto cuando percibió que el moreno le correspondía, descansando una de sus manos en la espalda y la otra en sus cabellos. Le acarició. Era tan relajante...

No quería despegarse, quería permanecer así, con él, toda su vida... Era como un sueño.

Bueno gracias por leer otro capítulo y espero les haya gustado. De nuevo los invito a comentar y valorar. Nos vemos en el Próximo Capítulo :)