Everything Has Changed Cap. 2

Hola. Aquí les dejo el Capítulo 2 (que anteriormente era el 3, y así vendrá en secuencia). Muchas gracias por sus valoraciones y opiniones ;) Espero y lo disfruten.

Hola. ¿Cómo están? Espero que bien. Quería agradecerles por volver a leer mi relato (a quien haya querido volver a hacerlo) y valorarlo. A cada lector que tomó de su tiempo para leerme se lo agradezco de verdad. A cada correo que me llega diciendo cosas buenas y felicitándome o simplemente saludándome por dejarme saber que les gusto, gracias de verdad. Bueno, otra cosa que quería decirles y se me olvido en la vez pasada es que están libres de valorar aquí y dejar comentarios y/o simplemente escribirme a mi correo que gustoso estaré leyendo sus opiniones y sus valoraciones. Gracias y sin más que agregar les dejo con el segundo (antes era el 3ero) capítulo. Gracias y que lo disfruten ;)

A la mañana siguiente...

No quiso abrir los ojos. El dolor que comenzaba a salir de las sienes le hacía imposible el no tenerlos cerrados, además, la fuerte luz del sol comenzaba a darse paso por el inmenso ventanal. Se sentía fatal. Tenía la boca pastosa, saboreaba amargamente, todo el cuerpo le dolía horrores... No volvería a beber de esa manera.

Se movió entre las sábanas, quedando boca abajo, justo al filo del colchón, con su brazo derecho colgando por fuera. Al sentir el frió de aquel suelo en los dedos se dio cuenta de que no sabía dónde estaba.

De un respingo se enderezó, permaneciendo sentado sobre la cama. Se restregó los ojos varias veces, intentando recuperar la visión. Por fin consiguió enfocar el lugar, si, estaba en su ático, pero lo más extraño era... ¿cómo habría llegado allí?, no lo recordaba...

«Vamos a ver, - comenzó a pensar para sí mismo - ayer fuimos a cenar...luego nos pasamos a tomar algo a “Bionic”...bailamos, charlamos, tomamos unas copas...bueno, creo que más bien me las tomé yo...- se peinó los desordenados cabellos con la mano - Luego me trajo la nena aquí y cuando subí...estaba…!Jhoan! ¡Mierda! Es verdad, - se dio un golpecito en la frente - Me dijo aquello...Y encima cree que Mauricio y yo.... ¡No, no, no y no! Mejor no pensarlo...es una locura!...!Les odio! ¡A los dos! ¿Cómo pudieron decir esas cosas? ¡Serán Estúpidos! - revivió el momento en el que su primo había salido y le había “rescatado” - Me defendió... ¿Por qué?»

  • Aaah! - gritó, dispersando todos aquellos pensamientos y recuerdos - Será mejor una ducha y me despeje...

Erika

Cerró la puerta casi sin fuerzas. Era tan sólo la segunda habitación en la que dejaba sus respectivas toallas, y aún le quedaban cuarenta y ocho más...Suspiró.

No había dormido lo suficiente y el cansancio acumulado durante toda la semana no le iba a ayudar en absoluto en la jornada que le esperaba.

Estiró los brazos, bostezando.

Se dispuso a entrar en la siguiente estancia cuando comenzó a sonar su móvil, dentro de la chaqueta del uniforme. Aunque estuviera prohibido llevarlo encima en horario de trabajo, ella siempre hacía oídos sordos.

  • Dime - contestó con naturalidad, ya que al mirar la pantalla del teléfono había visto el nombre de Christina.

  • Niña, ¿está por ahí Christian? - preguntó la mujer.

  • Mm, no, estoy repartiendo las toallas y aún no le he visto.

  • Es que le he llamado al móvil y al despacho y no me contesta. ¿Podrías pasarte a ver si está dormido? Con lo que le cuesta levantarse...

  • Sí, claro, no hay problema. Le diré a Sebastian que siga con esto mientras y subo - comentó arrastrando el carrito hasta el ascensor.

  • Gracias linda.

Colgó.

Después de bajar y dejar a cargo de Sebastian la labor de los paños, subió de nuevo, hasta el último piso.

Tocó la puerta varias veces antes de que Christian se dignara a abrir. Vestía todo de negro y portaba una toalla colgada del cuello. Su cara denotaba desaliento.

  • Qué pronto subes hoy... Seguro que me querías ver desnudo, jaja - bromeó forzado, mientras frotaba su pelo con la tela.

  • Me has pillado, lo admito. Pero parece que he llegado tarde... - hizo falsos pucheros - ¡Eres muy malo!

  • Si, si...pero por favor, no grites - le sugirió acercándose a la barra americana que habían construido sólo en aquel ático.

  • ¿Qué...? ¿De resaca? - dijo - Chris, no me aguantas nada...

  • Siempre tan graciosa... - expresó algo molesto, tomándose una aspirina.

  • Y tú tan agradable... Bueno, no he venido a pelearme contigo. Me ha llamado tu madre y me ha dicho que te ha estado llamando y que no cogías el móvil. Por cierto, ¿dónde está el nene lindo?

  • Si te refieres al odioso, no lo sé, ni me importa. - le lanzó una mirada asesina, ¿por qué tenía que hablar de él? - Y a lo de mi madre, tenía el móvil en silencio, luego la llamo. Chismosa - masculló.

  • Mm... Hoy suenas más molesto que ayer... ¿pasó algo que yo no sepa? - usó un tono algo voluptuoso.

  • Vuelve al trabajo. - ordenó de mala gana a su amiga, antes de que se diera cuenta de su nerviosismo al recordar aquello.

  • Eso es que pasó algo. ¡Venga, cuéntamelo! ¡Por fa! - la chica se agarró de su brazo, no dejándole casi caminar.

  • No, ahora no es el momento. Erika, ¡suelta! - bramó saliendo del ático con la chica a rastras.


Mauricio...

Terminó de recoger las últimas cosas que necesitaba, y se colocó la chaqueta vaquera, perfectamente a juego con los pantalones de la misma tela. Recogió su mochila, mirando la hora que marcaban las agujas del reloj, a la entrada de aquel alto edificio. Las 9:20 pm.

Respiró hondo al salir de aquel lugar, tantas horas metido en un sitio cerrado y parcialmente sin poder ver ni siquiera la luz del sol le agobiaba. Mucho.

  • ¡Mauricio~! ¡Espera! - le llamó infantilmente desde unos metros atrás una voz conocida. Sabía perfectamente de quién se trataba. Era Yesica, una compañera de trabajo del canal, aunque ella más bien se encargaba del maquillaje, siempre andaba rondando por los platós. La verdad es que con ese físico tan excepcional que tenía podría haberse metido en el mundo de la moda o algo por el estilo, era bastante alta, con una melena oscura y los ojos muy rasgados, de color verde, le sería fácil encontrarse un hueco...y ése parecía ser su objetivo trabajando detrás de las cámaras.

Volteó el rostro, observándola contonearse hasta él.

  • ¿Qué tal el día? ¿Muy cansado? - comentó como despreocupada, haciéndose la interesante.

  • Un poco.

  • Yo no estoy segura de querer seguir en ese estudio. ¿No te pone de los nervios esa presentadora de pacotilla? Mandando a todo el mundo, como si fuera la directora del programa... ¡no la aguanto!

  • Pues no la mires. - habló como si fuera lo más normal que hacer.

  • Eso es fácil decirlo... - observo a dónde se dirigía el moreno, a la parada de autobús, y enseguida intentó cambiar de tema - ¿Ya te vas? - le preguntó de forma coqueta.

  • Si.

  • Y... - le agarró de la mano, instintivamente, impidiéndole el paso - ¿por qué no te vienes a tomar algo conmigo? Mañana no trabajamos, ninguno de los dos... - la morena desplegó todos sus encantos, no quería dejarle escapar como muchas otras veces.

  • No.

  • ¿Tienes algo que hacer o ya has quedado con alguien?

  • No.

  • Entonces... - se acercó a su compañero, posando ambas manos en su pecho de forma sensual, dejando sus rostros peligrosamente cerca - no tienes ninguna excusa para no aceptar mi invitación.

  • Sí que la tiene, linda de cara - interrumpió De forma ruidosa una voz a su espalda.

Yesica, sorprendida, primero miró al más alto, pero al verle que no la miraba, desvió su vista detrás de ella.

Aquella voz provenía de una chica bastante más baja que los otros dos, que le regaló un gesto de desagrado. La de ojos verdes se fijó en ella, se conocían.

Era Yeisi, su vecina, una chica algo rellenita y con el pelo ondulado. Siempre se había llevado mal, odiaba su carácter alegre y espontáneo, y ahora se la tenía que encontrar justamente allí...con él.

  • ¡Hombre, Yeisi! Cuánto tiempo...La última vez que te vi fue en el asiento trasero de un coche, Jajaja! - rió ante su propio comentario.

  • ¿Ah sí? - comentó ligeramente, siguiendo el “juego” de su “querida amiga“- Pues seguramente era en el de tu padre, que intentaba ligar conmigo, ya que tu madre no le da lo que necesita. - la chica la miró furiosa -Mauricio, vamos.

  • ¡HE! Estábamos hablando, así que mejor no te metas en lo que no te incumbe y vuelve a tu casa - inquirió al ver que comenzaban a alejarse de allí.

  • Perdona bonita, - enlazó su mano con la del moreno, mirándola molesta – pero Mauricio Tiene cosas más importantes que hacer antes de escuchar una sarta de tonterías de una niña malcriada como tú, ya me entiendes. - le guiñó el ojo maliciosamente - Así que busca a otro tonto que se deje manipular, porque éste ES MIO.

Siguió adelante, con una sonrisa marcada de oreja a oreja.

Esa chica le sacaba de quicio, siempre regodeándose y sintiéndose superior a los demás. La conocía demasiado bien, e intuía que seguiría detrás de Mauricio, y no iba a dejarla conseguirlo, ni siquiera intentarlo. Además, se sentía tan bien dejarla con las ganas por una vez...

  • ¿Cuánto tiempo piensas llevarme de éste modo? - cuestionó el chico, que aún seguía siendo arrastrado por la pequeña.

  • Mm...je je, lo siento, Mau. - se excusó, soltándole - Pero es que me puede. Y tú siempre te quedas callado, dándole esperanzas, no sé qué pasa por ese coco tuyo...

  • ...

Yeisi se le quedó mirando, esperando una explicación coherente que no llegaría.

  • Vale, lo capto, no respondas si no quieres. Bueno, dejemos el tema, ¿me acompañas a comprar unos CD’s? ¿Sí?

  • ¿Dónde?

  • ¿A dónde va a ser? Al Centro Comercial - exclamó ya en el aparcamiento.

  • No tengo nada que hacer.

  • ¡Perfecto! Vamos, sube. - le dispuso señalando el coche.

Subieron al vehículo. Yeisi estaba confiada de que tan sólo tardarían alrededor de diez o quince minutos, pero no fue así. Era sábado por la noche y el tráfico incrementaba a esas horas, así que sin comerlo ni beberlo se vieron metidos en un atasco en pleno centro de la ciudad. La pequeña aprovechó la ocasión para charlar...bueno, más bien, para sonsacarle algunas cositas a su acompañante.

  • Bueno... ¿qué tal tu primer día con la “family“? - investigó encendiendo un cigarrillo y bajando la ventanilla - ¿Te recibieron bien?

  • Si a eso se le puede llamar bien... - comentó distraído.

  • ¿Mm? ¡Mau se honesto! Eso no se ve todos los días, Jajaja!...No, en serio, ¿qué pasó, bebé?

  • Nada importante, mi primo.

  • Tú primo...ajá, ¿y qué quieres decir con eso?

  • Simple, no le agrado. No hay nada más que contar. - explicó cortante.

  • ¿Y no sabes por qué? - preguntó curiosa, pero al ver el gesto de fastidio del otro, optó por dejarlo. - Bueno, no te comas la cabeza por eso, ya verás que en unos días las cosas cambian.

              • *  * * *

Con Christian

  • Me da igual, Christian. Digas lo que digas, ésa no fue la forma correcta de tratar a una persona, y menos si es de tu familia. De acuerdo, comprendo que le tengas rencor o incluso que le odies, como dices, pero te pido por favor que no vuelvas a portarte de esa manera. No quiero que Mauricio se sienta fuera de lugar y decida irse, porque yo me he prestado a ayudarle y no voy a fallarle. Y tú deberías hacer lo mismo.

  • Pero... me pides que le comprenda y que le ayude, ¿y cómo pretendes que lo haga si no sé qué coño es lo que pasa?

  • No voy a ser yo la que te cuente sus problemas. Averigua tú solo.

  • Jeje, esto es absurdo... ¿no entiendes que no me importa nada que respecte a él? Mierda, ¡mamá! Llevo dos horas explicándotelo y parece que aún no lo has comprendido. Le ODIO, ¿oíste?

  • ¡Qué tonto puedes ser a veces! El que no parece comprender eres tú. Borra ya de una vez esas tonterías de la cabeza, ese odio. Las personas cambian, aunque no te lo creas, así que no seas niño.

  • ...

  • De veras, no te entiendo. No pareces tú.

  • No parezco yo...pues a lo mejor es que no soy la persona que tú creías. ¡Quizás aquí el malo de la película sea yo!

Colgó, sin importarle nada ni nadie.

Era un tonto, si, pero él era el único que llegaría a entender sus sentimientos, y no los demás. Estaba confuso. El día anterior, cuando volvió a verse las caras con Mauricio, lo primero que sintió fue miedo. Miedo de él y miedo de revivir aquella infancia que pasaron “juntos”. No quería sentirse así. No quería observarse de nuevo en aquellas situaciones tan...desagradables. No, no le dejaría.

Pero... ¿por qué nadie le comprendía? Ni siquiera Erika; su amiga, su confidente. Ella y su madre habían usado las mismas frases, las mismas palabras. Le decían que la gente cambiaba, que era una tontería seguir odiando a una persona tantos años, que quizás Mauricio no era así...que le diera una nueva oportunidad. ¿Pero cómo? ¿Y si su primo se había fabricado una careta para que los demás pensaran así de él? ¿y si en cualquier momento “volvía a las andadas“?

No le creerían. Seguro que se imaginarían que todo era invención suya... Sin embargo...la noche anterior...le había ayudado.

Recordó aquella frase tan… extraña.

«Eso es lo que tú te crees. No vuelvas a rondar por aquí, cómo te vea lo vas a pagar caro.»

Extraña de verdad, y más saliendo de los labios de Mauricio.

De acuerdo, estaba decidido, hablaría con él, para bien o para mal. Así por lo menos su madre le dejaría en paz...un tiempo.

Cuando se dirigía a una de las cajas, para poder pagar su compra, ya más calmado, alguien se interpuso en su camino. Tropezó aparatosamente, terminando en el suelo, junto a la otra persona y los desparramados discos. Maldijo todo lo que pudo al ver el estropicio de cajas rotas. Lo que le faltaba...

Intentó levantarse, pero aquella chica seguía literalmente tumbada encima de él.

  • Per-perdona, me estás aplastando. - musitó con dolor por la caída.

  • Ups! Lo siento, de verdad que no me di cuenta de por dónde andaba - se disculpó la castaña, enderezándose.

  • Pues la próxima vez ten más cuidado... - le aconsejó recogiendo sus discos - Mierda, mierda y mierda! Todos rotos...

  • Oh! Qué mala suerte... mm, te los pagaré. - miró las portadas de los CD’s - Qué casualidad, ésos son los mismos que me voy a comprar yo. Tengo la solución, te puedes quedar con los míos y yo me llevo éstos - Christian la miró confundido, tanta amabilidad no era normal...- Sólo se han roto las tapas, eso lo arreglo yo. ¿Qué me dices? - sonrió.

  • ...no hace falta.

  • ¡Claro que sí! Ha sido mi culpa, por despistada, así que déjame recompensarte, ¿sí? Y no aceptaré un “no” por respuesta.

  • D-de acuerdo. - ¿es que todo lo raro le pasaba a él?

  • Espera un momento, ahora mismo vuelvo, mi acompañante se ha perdido, je je...

La chica salió disparada por uno de los pasillos. Se quedó mirándola, sí que era rara...

Pero al verla de nuevo, su visión de ella cambió radicalmente. De nuevo... ¡Mierda!

  • Estupendo...antes hablaba de él, y ahora le veo. - susurró.

  • Ya estoy, aquí los tienes – la chica le entregó alegremente los discos intactos, cogiéndole de las mismísimas manos los rotos - ¿Falta alguno?

  • Mm... no... - sin poder remediarlo, fijó la vista en su primo, quien le devolvió el gesto sin inmutarse.

Yeisi observó la situación. ¿Se conocían? ¿De qué?

Iba a decir algo, cuando una cadenciosa melodía se le adelantó. Christian, dio un respingo, introduciendo rápidamente la mano en el bolsillo de su pantalón. Sacó el móvil e hizo una mueca de fastidio.

  • Dime...En el Centro Comercial, comprando discos... ¿ya?... Si... Pues no sé, en el restaurante griego de aquí al lado, ¿qué te parece?... Ok, dentro de media hora... Chao! - al terminar la conversación alzó la vista de nuevo, divisando a aquellos dos mirándole descaradamente. - Bueno...me tengo que ir, gracias.

  • ¡HE! ¡HE! ¡Espera! - le detuvo Yeisi - Tú eres el primo de Mau, ¿verdad?

  • ¿¿¿¿M-Mau????....Mm, si. - quería que la tierra se le tragase en ese mismo instante.

  • ¡Qué bueno! Escuché que ibas al restaurante de aquí al lado, nosotros también íbamos a ir. ¿Por qué no vamos juntos? - la castaña lo hacía de muy buena fe, pero alguien no pensaba lo mismo.

  • Mm... - no sabía qué decir. Por una parte quería decir que no y librarse de la tortura de tener a su primo cerca, pero por otra las palabras de su madre y las que acababa de decirse a sí mismo unos momentos antes le retumbaban en la cabeza incesantemente.

  • ¿Eso es un sí? ¡Bien! - festejó la más baja, llevándose consigo a los dos chicos.

Si, allí estaba, cenando con una repleta desconocida, con su “querido” primo y con aquella que se hacía llamar su amiga. Vaya fin de semana que estaba pasando...

Habría sido mejor no haberse levantado de la cama ese día. Cómo siguiera así vomitaría. Ver a Erika parlotear sin respiro con esa chica, como si fueran amigas “de toda la vida” y sonriendo a cada minuto a Mauricio le era imposible de creer.

Él pensó que quizás cuando su amiga llegara podrían desaparecer de allí, pero no... Se tenía que llevar bien con ellos. Maldita sea! Se aburría. Estaba enfadado. Agobiado. Necesita tomar el aire.

Sin decir nada a nadie, se levantó y salió a la calle, abriendo su paquete de cigarrillos y encendiendo uno. No solía fumar más de cuatro cigarros al día, pero ése día sería un excepción...era el segundo paquete.

Se sentó en unas escaleras, justo al lado de la entrada del restaurante. Apoyó los codos en sus rodillas y aspiró con necesidad. Quería relajarse, así que decidió echarle un vistazo a toda aquella gente que iba y venía por aquella gran avenida, salpicada de resplandecientes luces. La noche era su predilección, y más teniendo aquella luna, tan grande.

Lo disfrutó...por poco tiempo.

  • Las chicas quieren saber si estás bien. - habló una voz seriamente.

  • ¿Mm? - se quedó algo desconcertado al ver al moreno delante suya, sin expresión, como siempre - Si, si son ellas las que lo preguntan si. - contestó agriamente.

  • ... - Mauricio no dijo nada más, había captado perfectamente aquel tono, y se dirigió de nuevo al restaurante.

  • Gracias. - el chico se detuvo.

  • ...?

  • Gracias por ayudarme anoche. Y también gracias por llevarme hasta la cama y no me dejarme allí tirado en el suelo....Aunque, - siguió explicándose altivamente, tirando la colilla al suelo - que conste que yo no te pedí nada y...espero que no se lo cuentes a nadie. - casi susurró - No por vergüenza ni nada por el estilo, sino porque no quiero que nadie sepa que TU me ayudaste. Sigo pensando lo mismo de ti, todos me dicen que has cambiado, pero yo no me lo creo.

Mauricio le miró impasible. Esperando que siguiera maldiciendo su persona o cualquier otro insulto, como el día anterior. Pero no fue así.

Se fijó en él. Estaba... ¿nervioso? No, seguramente furioso. Porque en el fondo, entendía el odio que sentía hacia su persona. Tenía razón, su comportamiento de hacía unos años no fue el más...apropiado. Pero lo hizo por una simple y sencilla razón que no pensaba contarle nunca.

  • Siento que me odies. - por primera vez, el más alto había cambiado su expresión por una de sincera tristeza, dejando boquiabierto a su compañero.

No se lo creía. ¡Imposible!

Esa cara era...preciosa. No se había fijado antes en su rostro, sus facciones...si, Erika tenía razón, era guapo, pero seguía siendo su odiado primo, y eso sería difícil de olvidar.

Sin embargo, aquella frase tampoco la olvidaría. Le había transmitido lo que nadie consiguió en sus 25 años de vida... ¿Q-qué era eso? Su...su pecho retumbaba...

Quiso desahogarse. Gritar. Insultarle.

No le salían las palabras y su cuerpo no le respondía. ¡Mierda!

A los pocos minutos de que el otro entrase de nuevo al lugar, dejándole con la palabra en la boca, entró él. Sentándose silenciosamente y metido en sus pensamientos.

Eso le había impactado… sus sentimientos.


Días después... Christian

Se apoyó lentamente en una de las paredes del ascensor, cansado. Llevaba tres días seguidos ocupándose de dirigir el hotel, sin descanso. Su madre había cogido la gripe y no iba a dejarla trabajar en ése estado.

Posó la mano derecha en su frente, tenía algo de fiebre, pero le daba absolutamente igual, era viernes y no se iba a quedar encerrado en aquel ático toda la noche. O eso intentaría.

Abrió la puerta con pereza, encontrándose de bruces con su primo. Ya hacía un mes desde el día que llegara, y su forma de tratarle no había cambiado en nada. Aunque, desde aquella noche en el restaurante, cada vez que Mauricio le hablaba algo pasaba en su interior. Y sabía perfectamente qué era, pero no lo aceptaría. Nunca. Sin contar las “buenas migas” que habían hecho Yeisi y Erika, obligándole a compartir tardes y noches de salidas con él. Esto era insoportable.

Ninguno abrió la boca, solamente se cruzaron las miradas, dirigiéndose cada uno a un lado de la puerta.

La cerró tras de sí, suspirando. Lánguidamente, se dejó caer hasta el suelo, descansado la espalda en la madera.

« Es tu primo, Chris, no lo olvides. Le odias, le aborreces... No le aguantas!...¿Cómo has llegado a esto? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¡Eres un tonto! Sabes perfectamente que es imposible, te tienes que estar equivocando...no te gusta, no te gusta, no te gusta, no te gusta, no te gusta, ¡no te gusta! Borra eso de tu cabeza. Son sólo imaginaciones creadas en tu mente. Él no te mira diferente ni te trata diferente. Pero.....Aaaarrgh! Deja eso ya, me oyes!» - pensó.

Sacudió la cabeza, con las manos sujetas a ella. Tenía que despejarse y dejar de pensar estúpidamente.

Se levantó. Se duchó y tomó algo ligero para cenar.

Llamó a Erika, pensando que ésa noche saldrían a algún lugar a tomar algo, ellos dos solos, pero su amiga no se sentía muy bien, estaba en “esos días”, así que decidieron pasar la noche allí, eso sí, con algo de beber...

A la media hora de llamarla se presentó junto a Sebastian. A veces el chico salía a divertirse con ellos, vivía solo y no tenía nadie que le pusiera límites, pero trabajaba a jornada completa casi todos los días y era difícil cumplimentarse.

Entre risas y música, entre vasos y aperitivos, pasaron la noche, más o menos tranquilos. Charlando de banalidades o criticando a personas que ni siquiera conocían.

  • Hablando de Estúpidos, jeje...  ¿Dóoonde está~ el tío bueno?... - comentó sonriente Erika, abrigándose con una de las mantas que habían sacado al balcón (salieron afuera para despejarse un poco).

  • Ni le menciones, ¿de acuerdo? Estás advertida - le amenazó con un dedo.

  • ¿De quién hablan? - curioseó el más joven. No tenía ni idea de por dónde andaba el tema.

  • De su primo~... ¡es que es un bombón! Jajaja!

  • ¡Ya calla! - gritó furioso el rubio oscuro, levantándose y apoyándose en la barandilla del balcón con los codos.

  • Pero si te encanta~...No lo niegues, nene, je je, te gusta.... - Erika no se dio cuenta de lo que aquellas palabras originarían, estaba demasiado borracha para eso. Y eso también la ayudó a decir todo lo que llevaba pensando unas semanas atrás.

  • ¿No será a ti a la que le gusta? Siempre hablando de él, de lo guapo que es, del buen cuerpo que tiene, de si fíjate cómo hace esto… cómo hace aquello... - se burló Christian.

  • ¿Pues sabesss? ¡Lo digo porque sé que tú nunca tendrás el valor suficiente para darte cuenta que eso es lo que tú piensas cada vez que le ves! - bramó enderezándose y encarando a su amigo.

  • ¿Q-qué has dicho?

  • ¡Pues lo que oyes! ¡Eres un inmaduro~ que no quiere aceptar que se está enamorando de su primo!

  • ¡HE! Chicos, ya bas... - Sebastian intentó calmar el ambiente, pero los otros dos estaban tan metidos en la “conversación” que ni siquiera le miraron.

  • Tú estás loca, eso es mentira...je je, estás muy borracha, no sabes lo que dices. Vete a tu casa a “dormir la mona” y mañana me cuentas.

  • ¿Ah sí? Pues tú estás en las mismas condiciones~ que yo, así que deja de mentirte a ti mismo~...estoy harta! - y sin dejarle tiempo para reclamarle, se dio la vuelta y salió por la puerta, llevándose los zapatos en las manos.

  • Mm...será mejor que la acompañe, si... Chris, duerme. - le aconsejó avergonzado el de gafas, siguiendo el mismo trayecto que su amiga.

Dio una patada a la botella de ron vacía. La rompió.

«Mierda! Y lo peor es...que creo que tiene razón...»

Entró a la estancia, cerrando el gran ventanal, para luego tirarse sobre la cama boca abajo.

Lloró. De rabia y angustia. De tristeza y resentimiento.

Dejó que sus sentimientos salieran, por primera vez en un mes, a la luz.

Le había molestado todo lo que Erika dijo. Le dolió. Pero no podía negar que el dolor venía acompañado de la verdad. La cruda realidad.

Lo que sentía no podía negarlo, aunque no estuviera del todo seguro de aquello...

Apagó la lámpara justo instantes antes de que la puerta del ático volviera a abrirse, y sólo podía ser una persona...a quien menos necesitaba ver en ese momento. Eso pensaba.

Se cubrió repentinamente, hasta la cabeza, con las sábanas. Intentando apagar sus sollozos y así poder estar “sólo”. Creyó que había funcionado, pero al sentir que el colchón se movía suavemente, supo que había fallado su estrategia.

  • ¿Quieres...hablar? - preguntó melodiosamente.

  • ... - ¿Por qué? ¿Por qué se preocupaba por él? Si seguía tratándole así...

  • ¿Has bebido? - cambió la pregunta al no obtener respuesta.

  • No... - mintió, para que le dejara en paz. No quería verle, no quería hablarle, no quería...dejarse llevar. Sus sentimientos estaban a flor de piel.

  • Mientes. He visto a Erika y a Sebastian.

  • ¿Y qué?

  • Estás llorando... - habló tranquilamente, como si fuera lo más natural del mundo. Christian sintió que el mundo se le venía encima. No supo por qué, pero salió de su escondite, enfrentándose a sus miedos.

Quedó de rodillas encima de la cama, apoyando las manos también en ésta. Mirándole, observándole.

¡Dios! No aguantaría un minuto más...y el alcohol le desinhibía demasiado.

Se acercó quedamente, hasta tenerle más cerca.

  • No lo entiendo... ¿Por qué me tratas así? ¿Por...por qué te preocupas por mí? Yo...t-te odio. – balbuceó.

  • No lo sé. - fue lo único que dijo Mauricio.

Christian quedó aún más aturdido después de aquella respuesta tan efímera.

Impetuosamente, agarró la fina tela de la camiseta del moreno, agachando la cabeza. Sollozando de nuevo.

  • Yo tampoco lo sé... No sé qué me pasa... ¡No me entiendo! Estoy sufriendo, ¿no lo ves? Nunca pensé que volvería a verte....y si sucediese sabía que mi odio se incrementaría...pero...pero....es todo lo contrario.... ¿Por qué no sigues siendo el cabrón que yo recordaba? - gritó mirándole a los ojos - ¡Te odio! ¡Odio que seas así! Por favor...quiero que me trates como lo hacías antes...po-por favor...

  • No puedo. - volvió a sincerarse.

  • ¡Sí que puedes! Es fácil...

  • Como quieras - aceptó chocante-mente.

El rubio pensó unos instantes en aquellas palabras.

  • No... Eso no es lo que quiero...Mierda! - arañó la tela, lleno de rabia.

  • ¿Y entonces, qué es lo que quieres que haga? - sutilmente, dejó caer aquella pregunta.

  • .... - Christian, sin pensarlo, habló sin tapujos - ...que me beses...

Continuará...

Muchas gracias por volver a leer de verdad. Y como les dije, no se nieguen a valorar y comentar. Pueden volver a escribirme al correo si eso desean dejándome su opiniónJmuchas gracias chicos y chicas (Porque también sé que hay mujeres que leen aquí xD). Hasta el próximo capítulo.