Everything Has Changed Cap. 18 (Oficial)

Disculpen que el anterior capítulo era el 17 y por error coloque fue 18. Este si es el capítulo 18. Gracias y espero les guste.

Hola. Pido disculpas por el error del capítulo anterior que no era el 18, era el 17. Pero como he estado full ocupado y cuando tuve un pequeño tiempo lo envíe y no me di cuenta que había puesto 18. Gracias a todos los que han leído la historia y les digo que este es el penúltimo capítulo. Espero lo disfruten. Gracias por las valoraciones, comentarios, mensajes y correos que me hacen llegar, son realmente tomados en cuenta y muy valorados. Bueno, sin más que decir los dejo con su lectura.


David

Recargó el rostro contra el cristal empañado, cerrando los ojos.

La lluvia resbalaba lánguida por la estructura del autobús que le llevaba a su destino. Estaba cansado, y no sólo por el trabajo y la Universidad, sino también por el lío mental que tenía en ese momento. Y todo por culpa de ese Santiago Kellers... Si, por ese chico de cabellos castaños le era casi imposible dormir más de dos horas seguidas las últimas semanas.

Y es que desde aquel día en su casa, a pesar del fuerte carácter de ambos, se habían visto todos los días. Eso sí, el “chico rico” , como David le apodaba, era el que hacía realidad esos encuentros, yéndole a buscar a la salida del trabajo o a su propia casa...siempre se preguntó cómo pudo conseguir su dirección.

Pero lo intrigante no era eso, sino los sentimientos contradictorios que le invadían cada vez que le tenía cerca de él.

El vehículo paró, abriendo sus puertas. Era su parada.

Bajó los escalones encaminando sus pasos hacia la majestuosa Universidad en la que estudiaba Historia del Arte. Tiritó levemente, el frío de finales de Febrero comenzaba a ser algo exagerado ése día.

Pasó a la siguiente canción de su Ipod, apretando un botón.

¡Santiago!

De repente tenía de nuevo al chico revoloteando en su mente.

Claro, aquella canción que empezaba a escucharse era el Single de promoción de una nueva cantante a la cual promocionaba el de ojos marrones. La recordaba muy bien, se llamaba Maya y las letras de sus melodías las escribía el mismo Christian, cómo olvidarlo... Pero no era por eso por lo que volvía a pensar en él, no. Era porque un día, tomando un café en su casa, Santiago le dio un pendrive, diciendo: “Toma, aquí está el disco de Maya, ya te hablé de ella. Saldrá en un par de semanas y querría que lo escucharas, que pusieras atención a las letras... Christian es el compositor. Espero que así entiendas lo que él siente...además, creo que hay una canción dedicada a ti.”

Aquello le impactó, y en cuanto se hubo ido, puso el Pendrive en su Laptop, y así Paso las canciones a su Ipod, atendiendo a cada letra y palabra que se escuchaba. Tenía razón, había una letra que hablaba de él...

«Éste cuerpo que tengo frente a mí,

Sé que una vez fue tuyo...

Te miras al espejo y ves tu alma desgarrada.

Cuando abres la puerta de tu cuarto vacío

Te consume la sombra de su frialdad,

Y sufres más de lo que muestras...

Ya no duermes, ya no sueñas...

Tanto que olvidar,

Tanto que perdonar,

Tanto que decirnos...

Y no sabes por dónde empezar.

¿Cuando fue que pasó esto?

Le perdiste, y ahora él es mío,

y me duele más de lo que quiero.

Porque yo nunca quise hacerte daño,

ni él quiso hacerte sentir abandonado.

Pero igual que el amor es cruel, tú eres fuerte...

y a tu lado tienes alguien a quien amar...

Créeme.»

¿Qué intentaba decirle con aquello?

No lo sabía...o simplemente se mentía a sí mismo para no enfrentar la realidad.

Introdujo las manos en los bolsillos de la chaqueta, a causa de la rasca de aquella mañana tan fría. Palpó inconscientemente algo en uno de los huecos, preguntándose qué sería. Era extraño.

Lo sacó de entre sus dedos, sorprendiéndose visiblemente al darse cuenta de lo que portaba. Una cadena. Una fina cadena de plata con una alianza colgada de ella, y le resultaba bastante familiar... Ya la había visto antes.

Un nuevo recuerdo vino a su mente al instante.

Una noche de aquellas en la que había aceptado la invitación del castaño para cenar en su casa, la vio colgando de su cuello y, gracias a su inmensa curiosidad por todo lo que le rodeaba, preguntó si significaba algo importante para él.... “¿Ah, esto? Hm, es la alianza de mi padre, de casado, me gusta llevarla encima siempre, es como un amuleto. Cuando murió, mi madre me la regaló y me dijo que la cuidara, ya que sabía que a mi padre le hubiese gustado que yo la llevara...”

Rememoró el gesto de tristeza que portaba en aquella confesión el chico, y sintió ternura por él. A veces parecía un niño desvalido que necesita de alguien que le cuidase.

Suspiró. Cuando saliera de las clases iría a devolvérsela. No quería quedarse con ella más tiempo del necesario, además, quería saber cómo pudo terminar en el bolsillo de su chaqueta.

          • *  * *

Christian

  • Maya, si quieres ya puedes irte. Son las 4 de la tarde y estarás hambrienta, ¿verdad? - habló con una sonrisa en los labios, dejando la guitarra apoyada en el suelo.

  • Pero aún no hemos terminado. - replicó la chica poniendo morritos. - ¿No pensarás terminar la canción tú solo, ah? Ya te dije que quería ayudarte, precioso.

  • Ya, ya...si lo sé. - se levantó del taburete y se acercó hasta la puerta de salida del estudio de grabación. - No te preocupes, yo también necesito de un buen descanso, vamos a la cafetería, ¿te parece?

  • Mmmh...- la aludida le miró unos instantes, para luego saltarle literalmente encima y enredar las piernas en su cintura - ¡Sólo si me dejas comer helado!

  • ¿Nunca te han dicho que eres como una niña pequeña? - rió divertido, despeinando su largo cabello, mientras ella se dejaba hacer.

Caminó con la rubia a cuestas, consiguiendo que todas las miradas se fijaran en ellos, hasta que se encontraron con Santiago en uno de los largos pasillos de la planta baja del edificio. Ni siquiera con su jefe delante, Maya se bajó de encima del de ojos grises.

  • Jefecito sexy! ¿Qué haces tú por aquí? - exclamó pellizcándole la mejilla. Esa chica no le tenía respeto a nadie.

El más alto bufó exasperado...no sabía cómo aguantaba a semejante loca. Bueno, sí que lo sabía, era una buena cantante a pesar de su apariencia.

  • Deja de decirme así, Maya, o sino no respondo de mí. - amenazó con tono burlón. - ¿A dónde van?

  • Pues a tomarnos un merecido descanso, ¿qué crees? Llevamos más de cinco horas allí metidos.

  • ¿Mmmh?

  • Santiago, anda, no seas malo, que nos conocemos. - le reprendió su amigo, guiñándole el ojo - No nos mandes de nuevo a esa sala claustrofóbica....no puedes tener ninguna queja de nosotros, tenemos mucho trabajo avanzado.

Arrugó el ceño.

  • mm, ésta vez tienes razón.- sonrió - Venga, pueden ir a tomar “su merecido descanso”, pero que no sea de varias horas como la última vez, ¿de acuerdo?

  • ¡Eso está hecho, jefe! - asintió el rubio mientras se adelantaba, - ¡A, que no se te olvide, mañana por la noche celebro mi cumpleaños! ¡Dile a David que me encantaría verle allí también! - gritó perdiéndose tras la primera esquina.

      • *  *   * *

Santiago

Quedó algo extrañado ante tamaña petición, pero le agradó.

Eso, sin duda, significaba que Christian ya no estaba molesto con el otro...una buena noticia.

Siguió su camino, debía ir al estudio 7 para “discutir” algunas cláusulas del nuevo contrato con uno de sus antiguos cantantes. Pasó por recepción, sin mirar siquiera, aunque por el rabillo del ojo pudo distinguir a la recepcionista charlando amigablemente con alguien.

  • ¡Señor Kellers! - llamó la señora, levantando la mano en alto para llamar su atención. - ¡Éste chico le estaba buscando!

Volteó pensando que sería otro nuevo aspirante y para ser sincero, no tenía nada de ganas de atenderle en aquel instante.

  • Lo siento, ahora no tengo tiempo, que vuelva otro día. - contestó rápidamente, arrepintiéndose al momento.

  • ¿Otro día? Creo que no. - frunció el ceño - Ya he perdido demasiado tiempo viniendo aquí como para que me “despaches” tan rápido, Santiago.

  • Eh.... ¿David, qué haces aquí? - le miró entre sorprendido e intrigado, mientras el de ojos verdosos se acercaba a él.

  • Vine a devolverte esto. - alzó la mano a la altura de su rostro con la cadena colgando de sus dedos. - No quiero ni imaginarme cómo pudo terminar en el bolsillo de mi chaqueta.

  • Hm, está muy claro, - sonrió con malicia, arrebatándosela con sutileza - era una excusa para volver a verte. - el más bajo solamente le regaló una mirada molesta. - ¿Qué quieres que te diga? Es normal que desee verte...me vuelves loco. - susurró en su oído.

  • ¡Estás loco! - exclamó apartándole - Deja de decir ese tipo de cosas, ¿quieres?

  • ¡Pero si es la verdad! Bueno, como quieras. Mañana paso a buscarte a las 8, ¿de acuerdo? Estate preparado.

  • ¿Cómo? ¿De qué hablas? Que yo sepa no hemos quedado ni nada por el estilo...

  • Es el cumpleaños de Christian y lo va a celebrar. - se rascó el cuello con indiferencia - Estás invitado aunque no lo creas, así que no pongas excusas.

  • Pero... - intentó replicarle, sin creerse ni una palabra. ¿Él invitado al cumpleaños de Christian? ¡Imposible!

                • *  * * *

Al día siguiente, Christian

Sonrió ante las ocurrencias de Yessica y Maya, parecía que esas dos locas juntas eran imparables... y casi estresantes.

Miró a su alrededor, Mauricio estaba hablando de quién sabe qué con David, sentados en el pasillo de madera de alrededor de la casa, Erika se peleaba con Sebastian por un trozo de pastel, últimamente estaba más hambrienta que de costumbre...Su madre hablaba con Yeisi y un chico llamado Pablo, el reciente novio de Yeisi, y Santiago... ¿dónde estaba Santiago?

Desde que él y David llegaran a su casa, había desaparecido del mapa. ¿Le pasaría algo?

Le buscó con la mirada por todo el jardín, si, aunque estuvieran en pleno invierno habían decidido salir allí...la noche acompañaba, no era tan fría y a Christian siempre le gustaba hacer las cosas “al revés del resto del mundo”.

Se levantó de su asiento, al divisar una figura en la penumbra de la cocina, la cual se unía por una puerta corredera al exterior. Entró y encendiendo la luz, habló con una media sonrisa

  • ¿Tanto te aburres como para preferir estar aquí solo? Me siento herido.

  • Hmn.... - gruñó dándole una larga calada al cigarrillo entre sus dedos.

  • No sabes lo que te estás perdiendo, je je...si escucharas a esas dos locas hablando de hombres seguro que te alegrarías. - comentó abriendo la nevera y sacando dos botellines de cerveza negra - ¿Quieres?

  • Trae. - ordenó serio, alargando el brazo y sujetando la botella ya abierta.

  • ¿Qué te pasa, Santiago? ¿A qué viene esa cara de perro?

  • A nada en especial.

  • ¿Ah no? - ironizó quitándole el cigarro y fumando de él. - No me mientas, nos conocemos.

Suspiró, señalando con los ojos a la pareja sentada a pocos metros de ellos.

  • Eso es lo que me pasa.

  • ¿Mmmh? - volteó a ver y, enseguida, una leve risita salió de sus labios.

  • ¿Se puede saber qué es lo que te parece tan gracioso, ah? - se cruzó de brazos, entrecerrando los ojos - A mi no me hace ni pizca de gracia.

  • ¡Jajaja! ¡No me digas que estás celoso! - rió palmeándole el hombro.

  • Si, ¿y qué? ¿A ti no te molesta que David esté tan pegadito a tu novio?

  • Mm no. - se alejó hasta la puerta, virando hacia el castaño - No deberías sentirte así, Santiago, sólo son amigos. Si yo mismo he conseguido entenderlo, tú no tienes por qué no hacerlo. - terminó de decir, volviendo junto a las dos chicas escandalosas.

    • *  *   *

Santiago

Se recargó en la barra americana de la cocina, con la cerveza aún en sus manos, entera.

Comenzaba a exasperarse, y por mucho que intentara Christian tranquilizarle, le era imposible ante semejante descaro por parte del peli-rojo. ¿es que Christian no pensaba hacer nada como le dijo hacía unos instantes o qué? ¿No le molestaba? ¿Sólo amigos? ¡JA! si Mauricio era su pareja debería dolerle ver aquella escena tan tediosa. Y... ¿David acaso no se daba cuenta de lo que hacía? Si sabía perfectamente que él le quería, que estaba enamorado...y sin embargo, le importaba un soberano pimiento dañar sus sentimientos.

Arrugó el ceño, dejando La botella sobre la encimera, lleno de rabia.

Ya no aguantaba más, ¿es que era el único al que le fastidiaba todo aquello? Pues si era así, no iba a quedarse de brazos cruzados. No. Ni hablar.

Con decisión, se acercó a grandes zancadas por el pasillo, hasta quedar a la espalda del más bajo. Aspiró pesadamente, dispuesto a pararlo. No iba a esperar más de lo necesario.

  • Ven conmigo. - habló serio, asiéndole del brazo para voltearle con dureza - Tenemos que hablar. - todos los demás se les quedaron mirando extrañados, el gesto de Santiago era bastante duro y la cara de desconcierto del otro no pasaba desapercibida.

  • ¿Y tiene que ser ahora? - le preguntó algo molesto el de ojos verdes, saliendo de su extrañeza inicial.

  • Ahora o nunca, es importante. - ciñó más su mano al agarre.

  • ¿Y no puedes esperar un poco? No creo que sea el mejor momento, Santiago, estamos en mitad de una fiesta de cumpleaños... y puede que a Christian le moleste. - murmuró al darse cuenta de que los demás seguían atentos a su conversación.

Esa fue la gota que colmó el vaso.

¿Es que no se percataba de su necesidad de hablar con él? Lo NECESITABA!

  • Mierda. - farfulló bajando el rostro unos segundos, para luego volver a subirlo y regalarle un mirada fría. Sin siquiera esperárselo él mismo, y haciendo caso omiso a las quejas del otro, le arrastró ante los atónitos asistentes hasta internarse a la casa. Subió las escaleras y al divisar una puerta, la primera que vio, empujó al más bajo adentro, cerrando con un sonoro golpe y accionando el interruptor de la luz.

  • ¡¿Se puede saber qué coño haces, ah?! - exclamó sobándose la espalda debido al golpe que se dio contra la pared. - ¿Estás borracho o es que simplemente eres estúpido?

  • Hm, - torció los labios, entrecerrando los ojos - piensa lo que quieras, ahora mismo lo que tú creas me es indiferente.

David se le quedó mirando. ¿Qué le pasaba ahora? ¿A qué venía ponerse tan violento de repente y además, delante de todos los demás? Era incomprensible...

  • Mira, no sé qué coño es lo que se te está pasando por la cabeza, pero no creas que me agrada el que me traten de ésta forma.

  • ¿Ah no? ¿Entonces cómo debería tratarte? Quizás... - dio algunos pasos hacia él, pero dejando algo de espacio entre sus cuerpos - lo que te gusta es que te enamore de mí sin remedio, te use como alivio sexual y luego te deje con la excusa de que estoy enamorado de otro...si, puede que eso funcione. - una sonrisa atípica adornó su rostro.

  • ¿Qué estupideces estás diciendo? No... - apretó los dientes con fuerza. Aquello le daba mala espina. - No vale la pena ni escucharte, me largo. - zanjó aproximándose a la salida.

Error. Gran error.

No iba a dejarle ir, no, hasta que no se desahogara no pensaba resignarse. Asió nuevamente al peli-rojo del brazo, cesando repentinamente su avance.

  • La conversación no ha terminado aún.

  • Para mí sí. Y ni se te ocurra forzarme, ¿entendiste? - por primera vez, se escuchó amenazador. Y de alguna forma, tenía razones para ello.

  • ¡¿Tú te has visto?! ¡¿Has visto la imagen que has dado delante de todos ésta noche?! - gritó furioso, estampándole contra la puerta y encerrándole entre sus brazos. - ¡Parecías desesperado, joder! ¡Parecía que fueras su amante!

Abrió los ojos de sorpresa. No se esperaba para nada aquellas palabras... y menos de la boca del castaño.

  • ¿Qué?

  • ¡¿Es que acaso eres una puta para estar detrás de Mauricio después de todo lo que ha pasado?! - sabía que se estaba pasando de la raya, pero no podía parar, no podía... necesitaba desahogarse.

  • ¡MALDITO CABRÓN! ¡NI SE TE OCURRA VOLVER A LLAMARME PUTA! - era como si la furia que desprendía el otro hubiera penetrado en su piel y dominase todo su cuerpo... Sus manos se movieron solas, asiéndose del cuello de la camiseta del más alto y estrujando la tela entre sus dedos.

  • ¡VAMOS! ¡Sé que lo estás deseando! - sus ojos estaban rojos de rabia - ¡PEGAME! ¡HAZLO! ¡Seguro que te sentirás mejor!

Claro que quería hacerlo. Claro que deseaba pegarle... magullarle ese precioso rostro... romperle todos los huesos de ese perfecto cuerpo... ¡Dios! ¡Cuanto lo deseaba! Y hasta ahora no se había dado cuenta.

Contrario a lo que pensaba que haría en un principio, su rostro se alargó velozmente, casi sin darle tiempo a pensar, apretando sus labios contra los ajenos, con furia, con pasión, con dolor... Sus ojos aún abiertos observaron la sorpresa en los marrones, que se abrieron sobremanera, y eso le excitó más si era posible. ¿Es que era masoquista o qué? Le estaba dando morbo todo aquello, por Dios ¡no era normal!

Santiago le agarró con fuerza de los brazos, sin creer muy bien todavía lo que estaba pasando. Le apretó con más fuerza contra la puerta, devolviéndole el beso de la misma manera, mientras se hacía paso entre las piernas del peli-rojo con una de sus rodillas.

¡A la mierda la cordura! ¡A la mierda la razón! Era el momento de dejarse llevar. Momentos como ese no se tenían a menudo, y se estaba excitando demasiado en una situación como aquella. Verdaderamente, no era normal.

Sintió la presión ejercida entre sus piernas, temiendo que se viera descubierta la excitación de sus pantalones y el otro pensara algo extraño sobre su comportamiento. Aunque, el hecho de que estuviera ahondando en el beso de aquella manera tan furiosa le decía que aquello no era solo cosa suya.

Gimió contra su boca, apretando aún más el cuello de su compañero, sintiendo como un escalofrío recorría su espina dorsal.

  • Hm...S-Santiago... - intentó hablar desesperado, sin apartar sus cuerpos ni un centímetro.

  • ¿Qué? - preguntó con aquel mismo tono frío, echándose más hacia su cuerpo. Sonrió de medio lado al rozar su muslo con el miembro del otro, y notar su erección. Cogió el cuello de la camisa, introduciendo las manos bajo ésta y deslizándola hacia los hombros, arrancando los primeros botones, mientras volvía a besarle de forma desesperada.

Se estremeció ante el contacto de la fría piel sobre la suya, dejando caer ambos brazos a los costados.

  • No... No deberíamos... - suspiró al escuchar el repiqueteo de los botones al caer al suelo - Es...hm...una locura... - echó la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la puerta y observando con los ojos entrecerrados la habitación en la que se encontraban. - Estamos en casa de Christian....y si…

  • ¿Y si qué...? - le miró de reojo, deslizando nuevamente las manos por sus hombros y brazos, haciendo que saltaran un par de botones más. - ¿Tienes miedo? ¿Temes que Mauricio te vea así? - sonrió de medio lado, mordiéndole el labio inferior. - Demasiado tarde.

Eso dolió. Mucho.

Pero no porque tuviera razón... no pensaba que siguiera hablándole de una manera tan cruel en un momento así.

  • Eres... - volteó el rostro a un lado, empujándole y cerrando la camisa sobre su pecho - ¡Eres Idiota! - gritó enfrentándole - ¡¿Te crees que en quien pensaba en una situación así era en Mauricio, ah?! De verdad que no sé cómo se me ha ocurrido llegar a esto...contigo.

  • ¡Pues no me extrañaría que estuvieras pensando en él en un momento como éste! ¡¿Acaso no te das cuenta de que has estado pegado a él, con la baba colgando, toda la tarde?! - le cogió de los hombros y le empujó contra la puerta, acercando su rostro. - El idiota eres tú. - asió la camisa de nuevo, enfrentándolo. - Pégame si tantas ganas tienes, solo eres un hablador.

Apretó la mandíbula dolorosamente, respirando con fuerza por la nariz.

  • Grr... - gruñó levantando el puño y estampándolo en el rostro del castaño. - ¿Tanto te molesta que quiera estar con él? ¡Seguro que hasta tú harías lo mismo en mi situación! ¡Joder, eso no significa nada! - observó el hilo de sangre que bajaba por la barbilla del más alto - ¡¿Es que te crees que me beso y manoseo con el primero que pillo así porque sí?! ¡Te deseo, maldita sea! - apretó los puños, bajando el rostro y murmurando - Ni yo mismo sé porque.

Ladeó el rostro, mirándole de reojo mientras se limpiaba la sangre con el dorso de la mano, bruscamente.

  • Pues porque eres un idiota, ¿por qué más? - abrió su camisa, haciéndole saltar el resto de botones, y posando sus fríos labios contra el hombro derecho de David. - Y no, yo no haría algo así, porque soy sincero y porque no lo hice cuando estabas con Mauricio y te miraba de lejos. ¡¿Te habría gustado en aquel momento que te siguiera con la baba colgando?! Porque... ¡¡cojones, es lo que has estado haciendo en toda la maldita tarde!!

Aunque le herían sus palabras, no se alejó de sus caricias. No, porque disfrutaba de su cercanía....desde que se conocieron.

  • Yo no... - su voz denotaba tristeza - yo no le seguía porque siga enamorado de él...no, ya no... Le quiero, pero no le amo...lo asimilé hace tiempo y...para serte sincero, sí que me habría gustado que estuvieras detrás de mí todo el tiempo.

Clavó sus ojos marrones en los verdes, con sorpresa.

  • ¿Qué intentas decirme? - retiró la camisa de sus brazos, doblándoselos hacia atrás, y atándolos con la prenda. - No intentes arreglar las cosas ahora. No tienen solución. - Volvió a besarle de forma urgente, mordiéndole el labio inferior al separase de él.

  • No intento arreglar nada, piensa lo que quieras. - lamió los pequeños restos de sangre de sus labios - No voy a oponer resistencia, si eso es lo que crees...

Santiago no dijo nada, tan solo apretó el muslo contra el sexo del peli-rojo, rozándose contra él.

  • Tampoco me gusta meterle mano a un muñeco. - bastante cabreado, se alejó de él, de repente.

Se sorprendió del cambio de humor tan brusco en el más alto, pero en el fondo se lo agradecía...eso era lo que más le gustaba de su carácter. Se acercó lentamente, hasta estar lo suficientemente cerca como para poder besar su cuello con ternura.

  • Entonces desátame...y hazme el amor. - frotó su mejilla contra la camiseta del otro. - De verdad que deseo hacerlo...no sabes cuánto.

Le miró sorprendido, y con la respiración entrecortada saliendo de sus labios. Llevó las manos hasta las del de ojos verdes, y las acarició por encima de la prenda.

  • ¿Estás seguro? - murmuró contra sus labios antes de besarlo, y soltar la camisa, la cual cayó hasta el suelo, con el ruido de la tela rozando entre sí.

  • Nunca he estado tan seguro de algo. - asintió con una sonrisa en los labios, delineando su rostro con los dedos - Ven, vamos... - le pidió cogiéndole de la mano y sentándole al borde de la cama, al mismo tiempo que se acomodaba encima de sus piernas. Pasó sus manos por encima de la camiseta, bajando poco a poco, hasta introducirlas por debajo de ésta y palpar aquella piel tan suave al tacto.

Se estremeció un poco ante la caricia, pero no dejó que sus ojos reflejaran aquello.

  • No voy a detenerme. - susurró antes de cogerlo del cuello, y atraerlo para besarlo. Deslizó las manos por su cuerpo, bajando por los brazos y ascendiendo de nuevo por la espalda, hasta sujetarlo de la nuca.

Jugueteó con su lengua hambrienta, frotando ambos miembros, uno contra el otro, por entre las telas.

  • Tampoco quiero que te detengas. - le quitó la camiseta con un movimiento ágil, tirándola al suelo, para después besar aquellos pectorales tan bien formados. - Quiero sentir que te pertenezco, como me dijiste aquel día en tu casa. - subió hasta su mentón, lamiéndolo, y terminando finalmente en su oreja.

  • ¿Lo haces por despecho? - se dejó acariciar, mientras sus manos frías recorrían la espalda del otro, hasta posarlas sobre sus nalgas, y rozarlo con más fuerza contra su miembro. - No me gusta que me utilicen. - Introdujo ambas manos por el pantalón, tocando la piel directamente, y alzándole las caderas para acomodarlo mejor sobre sus piernas.

Gimió en su cuello, apretando los castaños cabellos entre sus dedos

  • ¿Por...despecho? Hm... ¿Me crees capaz de hacerlo por algo tan estúpido...como es la venganza? - le alzó el rostro, besándole - Además, aquí nadie utiliza a nadie... ¿acaso miento?

Santiago no quiso contestarle. En lugar de eso, lo besó de nuevo, mientras le desabrochaba el pantalón y le bajaba la cremallera.

  • Quítatelo. - le ordenó, mientras se separaba un poco de su cuerpo.

Sonrió a medias, alzándose y bajando el tan ansiado obstáculo, junto a sus bóxer

  • ¿Te gusta controlar todo lo que haces? - preguntó divertido, sin moverse, admirando como su compañero posaba sus hermosos ojos en su cuerpo.

  • Sí. - respondió tan solo, antes de agarrarlo de nuevo de las nalgas, esta vez sin la molesta prenda de por medio. Lo atrajo hacia su cuerpo, lamiéndole los labios, mientras le acariciaba y separaba los glúteos, soltándolos de vez en cuando, haciéndolos chocar entre sí. - Aún te faltan un par de prendas. - susurró contra los labios del peli-rojo, llevando una de las manos de éste hasta el botón de su pantalón.

Miró de reojo el gesto lleno de lujuria del más alto, desabotonando y bajando el cierre de sus vaqueros. Le empujó sobre la cama, estirando la prenda hasta deshacerse de ella y fijó sus ojos en la fina tela que tapaba su miembro.

  • Mmh, veo que no escatimas en gastos en lo que a ropa interior se refiere...- musitó jugueteando con el elástico, haciéndolo resbalar por sus caderas hasta el suelo - Kalvin Klein....creo que no nos haces falta, ya somos dos en éste juego y tres son multitud. - bromeó antes de gatear por encima de su amante.

El castaño no pudo evitar reír ante aquello.

  • Tú sí que sabes dar ambiente. - le cogió del cuello y lo tumbó sobre su cuerpo, besándolo profundamente. Acarició la lengua de David con la suya, atrapándola entre sus dientes, y deslizando éstos por toda su superficie. Volvió a agarrarle de las nalgas, y le obligó a frotarse contra su cuerpo, de forma lenta y tortuosa.

  • Dime que quieres.

  • Todavía...aah...tienes que conocer muchos aspectos de mí... - jadeó apretando las manos en los brazos de Santiago - ¿Que qué quiero? Mmmh... podría contestarte muchas cosas...quizás que me saciaras, pero como parece que te gusta hacerme pasar vergüenza, no creo que te quedaras satisfecho con algo así...- bajó con los dedos hasta su ingle, acariciando la zona - Así que optaré por contestarte que ...a-aah...quiero que me masturbes.

Sonrió de medio lado, acercando su mano hasta la entrepierna del otro, apoyando un dedo en la punta del miembro, y deslizándolo hacia abajo por toda su extensión.

  • No me ha quedado muy claro eso de hacerte pasar vergüenza. - giró en la cama, tumbándolo bajo su cuerpo. Se separó un poco, abriéndole las piernas todo lo que pudo, dejando a la vista por completo todo el miembro erecto. Volvió a presionar la punta ligeramente, con uno de sus dedos.

  • Aaah....eres un...verdadero cabrón - exclamó tironeándole del pelo - Hazlo ya...o si no, me parece que vas a quedar algo...insatisfecho ésta noche... - le amenazó con los ojos bañados por el deseo.

  • ¿Sabes? Las cosas se piden de por favor. - habló arrastrando su dedo por el miembro de David. - Amenazando no se consigue nada. - se inclinó un poco sobre el cuerpo del chico, dejando así que notara su miembro también erguido, rozándose contra el suyo, en una breve caricia.

  • Pues contradiciendo al que va a ser "tomado" tampoco se consigue mucho. - comentó alzando una ceja, al tiempo que con uno de sus pies se las ingenió para apretar la erección del castaño.

  • ¿Prefieres el sexo duro? - frunció el ceño, al notar su miembro aplastado contra el pie del peli-rojo. - Por mí no hay ningún problema. - le cogió del cabello y le hizo incorporarse, mirándolo amenazador a los ojos. - Podemos seguir así toda la noche. - ésta vez agarró el miembro de David con una mano, pero apretándole con fuerza la punta, con el pulgar.

Apartó la mano ajena del agarre en su piel, enfrentándole

  • Hace unos minutos te pedí que me hicieras el amor, no que me trataras como a un cualquiera, Santiago. - suspiró - Perfecto, ¿quieres que te ruegue? Pues lo haré....por favor, - su voz se escuchaba sensual, pero con un toque de mal humor - haz que esto sea inolvidable, consigue satisfacerme, complace mis deseos.

  • Está bien, basta... - el castaño apoyó uno de sus dedos contra sus labios, haciéndole callar. - Lo siento, me he dejado llevar. - le volvió a recostar en la cama, y sin más preámbulos, se metió el miembro de David por entero en la boca.

Echó la cabeza hacia atrás, sintiendo como la lengua de su compañero acariciaba frenéticamente aquella extensión. Comenzó a jadear, enredando sus finos dedos en el ya mojado cabello castaño.

  • Mnh...si-sigue así...aah... - no le importaba que los demás le oyeran, no, ni siquiera se le pasaba por la cabeza en ese momento.

Santiago complació sus súplicas, moviéndose cada vez más deprisa sobre el miembro del otro. Apoyó una de sus manos en el muslo del chico, y la subió por éste, acariciándole la piel, hasta llegar a la ingle. La apretó con cuidado, y deslizó la mano de nuevo, esta vez hasta los testículos de David, masajeándolos.

  • Aah...Santiago...me siento arder... - balbuceó incoherentemente, percibiendo algunas gotas de sudor resbalar por su espalda y su cuello. - y es tu culpa. - asió las sábanas con fuerza, con leves espasmos. Viró hacia la ventana, viendo un pequeño marco sobre la cómoda. Una foto...de Mauricio y Christian.

Con un impulsivo manotazo la tiró al suelo, repiqueteando los cristales rotos contra el frío suelo.

  • ¡Mierda! ¡Estamos en su habitación! - murmuró lo más bajo que pudo.

Se incorporó sobre el cuerpo del peli-rojo, cogiéndole el rostro con ambas manos y obligándole a que lo mirara a los ojos.

  • ¿Te molesta? - le preguntó, refiriéndose al hecho de haber visto aquella foto. - No deberías haberla roto. - sonrío de medio lado, acercándose para besarle los labios. - Ahora Christian se molestara con nosotros.

Respiraba entrecortado, devolviéndole los besos

  • Prefiero que se moleste por romperla que porque estemos haciendo esto....en su cama. - cogió una de sus manos y junto a la suya, la bajó hasta posarla en su entrepierna - No pares.

  • Pero que impaciente... - Sonrió de forma pícara, pero obedeciendo a las súplicas del chico. Volvió a agarrar su miembro, presionándolo y moviéndolo rítmicamente de arriba a abajo. - Trabaja un poquito tú también. - Presionó dos de los dedos de su otra mano contra los sonrojados labios, intentando hacerse paso entre ellos. - Lámelos.

Abrió la boca en un quejido ahogado ante la presión ejercida, sintiendo como los dedos del castaño se internaban en el hueco, acariciando su lengua. Chupó literalmente su piel, como si fuera un caramelo, dulce, excitante y afrodisíaco.

  • Sabes bien... - alardeó sin detenerse, levantando unos centímetros las caderas. - No creo...aah...que aguante mucho más.

  • Pues... tendrás que aguantar.- susurró el castaño en su oreja, antes de mordisquearla. Detuvo el movimiento en el sexo de David, y sacó los dedos de su boca, deslizándolos hacia abajo, hasta rozar su entrada. Acarició los bordes rugosos de ésta, presionando levemente, sin llegar a introducirlo.

Sintió ganas de golpearle de nuevo, ¿cómo podía ser tan....cabrón?

Pero no, no lo hizo. En lugar de eso, enlazó sus piernas en las caderas del más alto, presionando, mientras se sujetaba con las manos de los hombros ajenos.

  • Eres un pulpo. - río, mirándole a los ojos verdes. Sin más preámbulo, le introdujo uno de los dedos, moviéndolo con cuidado. Un par de minutos después, lo sacó, introduciendo dos esta vez. - ¿Te duele o quieres que siga? - le miró con un tinte de preocupación en sus ojos marrones.

  • ¡Claro que me duele, ¿qué te crees?! - exclamó con un dejo de molestia, pero sin ánimo de preocuparle. - Pero no quiero que pares... - besó sus labios fugazmente - pronto pasará... estoy seguro. - sonrió - Sólo tengo que acostumbrarme, estoy bien, sigue.

Santiago siguió moviendo los dedos, pero no muy convencido.

  • Si te duele no te lo calles. - se inclinó sobre su cuerpo, besándole, al mismo tiempo que retiraba los dedos y se posicionaba entre sus piernas. Agarró su sexo y lo guió hasta la entrada del más bajo. - Voy a hacerlo ya, ¿está bien?

  • No me lo callo... - alargó los brazos hasta rodear el cuello del otro con ellos - sólo que es algo normal que al principio me duela. - Besó su frente con ternura. - No tengas miedo, yo no lo tengo... porque creo que te amo.- habló con el corazón en la mano, sin arrepentirse de nada.

Una sonrisa de felicidad se dibujó en su rostro.

  • Yo no lo creo... sé que te amo.- movió con cuidado las caderas, introduciéndose poco a poco en el cuerpo de David. - Te quiero. - balbuceó contra sus labios, antes de atraparlos entre los suyos, y besarlo.

Correspondió al beso, sintiendo como unas tenues lágrimas caían por sus mejillas.

  • Es la primera vez....que alguien me dice eso... - gimió al sentir de pleno la intromisión. Le acarició la mejilla con ternura, apartando pequeños mechones de pelo que se pegaban a su rostro por culpa del sudor - Ya has conseguido lo que querías...me posees por completo.

Soltó un fuerte gemido, seguido por su respiración entrecortada. Y no solo por el placer que estaba sintiendo, sino por la sensación de plenitud que recorría su cuerpo.

  • Eres dueño de mi corazón. - habló entre gemidos, mientras comenzaba a moverse lentamente, repiqueteando la cadena colgada a su cuello al golpear en su pecho. Llevó las manos hasta el rostro de David, retirando los mechones de su frente sudorosa, para besarla tiernamente.

  • Aaah... - hundió la nariz en el hueco de su cuello, aspirando con fuerza - parecemos actores...de "telenovela barata" - comentó con las mejillas rojas de deseo y vergüenza. Era la primera persona que conseguía hacerle sentir tan vulnerable en una situación tan íntima. - Mu-muévete más rápido. - le pidió estrujando los muslos del de ojos marrones entre sus dedos, apremiando el paso.

Se sintió arder por el esfuerzo y el calor. Se puso en cuclillas, agarrando las nalgas de David y separándolas, para profundizar las embestidas, las cuales iban haciéndose cada vez más fuertes y rápidas.

  • Te quiero... ah... - volvió a susurrar, mientras situaba las piernas sobre sus hombros.

Se mordió la mano en un intento de acallar sus sonoros gemidos, al tiempo que deslizaba una mano por su vientre y terminando en su propia erección, masajeándola y saciándose a sí mismo.

  • Yo también...te quiero...más de lo que pensaba.

  • Déjame a mí... - acarició la pierna de David con una de sus manos, hasta llegar al miembro de éste. Apartó con cuidado su mano, y continuó con lo que el chico había empezado. Sintió como su cuerpo temblaba, aviso inequívoco de que estaba próximo al orgasmo.

Se dejó hacer, apoyando el rostro de lado sobre las sábanas, con los labios entreabiertos. Percibió el temblequeo de su amante, y como le transmitía la misma sensación, mientras en su estómago se formaba un hueco placentero. El vaivén alrededor de su carne se hacía más apremiante, enloquecedor...y en unos pocos segundos, explotó irremediablemente, sintiendo como el líquido viscoso resbalaba por su cuerpo y por la mano del castaño.

  • Mmn

Santiago se llevó los dedos a la boca, lamiendo el semen de su amante, que resbalaba hacia bajo por su brazo.

  • Delicioso... ah. - jadeó costosamente, mientras seguía arremetiendo contra el cuerpo del peli-rojo, sin dejar de chupar sus dedos. A los pocos minutos, pudo sentir como se tensaba todo su cuerpo y se derramaba en el interior de David, con un sonoro gemido. Apretó la mandíbula, sintiendo como el sudor resbalaba por su frente, mientras daba las últimas embestidas.

Dejó caer su cuerpo encima de las sábanas, respirando agitadamente, abrazando el cuerpo ajeno de una forma casi asfixiante.

  • Deberíamos dormir.

  • Si...pero, y si sube Christina...o Christian, ¿qué hacemos? - murmuró acomodándose en sus brazos, apoyando el rostro en su hombro izquierdo y cerrando los ojos con cansancio. - Tengo sueño...mucho sueño.

  • No te preocupes por eso. No creo que lo hagan...además, aunque quisieran, no podrían entrar, he puesto el cerrojo de la puerta. - sonrió maliciosamente.

  • Hmn, estás loco...chico rico. - habló con un hilo de voz, antes de caer rendido ante el cansancio.


Al día Siguiente, Santiago

Algunos rayos de sol comenzaba a colarse por las cortinas, terminando su itinerario justo en su rostro.

Abrió los ojos con esfuerzo, enfocando débilmente la vista a su alrededor. Seguían allí, en la habitación de Christian...no había sido un sueño. Miró a su lado, admirando la tranquilidad con la que dormía David, aferrado a las sábanas que ahora cubrían prácticamente la totalidad de su cuerpo.

  • Precioso. - dijo para sí, acariciando parte del mechón Rojo que caía por su cuello.

Con cuidado, se levantó de la cama, en silencio, recogiendo su ropa del suelo. Se vistió a tientas, sin esforzarse lo más mínimo en que quedara bien puesta. Miró su reloj, las 7 de la mañana... Se dirigió a la puerta, no sin antes echar un leve vistazo al de ojos verdes, para luego bajar a la planta baja de la casa...tenía hambre. Mucha.

Al pasar por delante de la sala de estar, pudo distinguir a Mauricio durmiendo plácidamente sobre el sillón, con una manta por encima. ¿Habría dormido allí porque ellos dos pasaron la noche en aquella habitación? Qué vergüenza.

  • Por si te lo estás preguntando, si, ha tenido que dormir aquí porque Ustedes dos decidieron pasar una noche de pasión en habitación ajena. - bromeó en voz baja el rubio, sorprendiéndole por la espalda. - Buenos días. - saludó con la mano en alto. - Tienes mala cara... ¿no has dormido bien? Je je.

Se echó el flequillo hacia atrás, suspirando

  • Lo siento, no nos dimos cuenta....bueno, sí, pero…

  • Ya, ya, no te hagas drama. - habló alegremente, arrastrándole hasta la cocina. - No pasa nada. Si nosotros nos pasamos toda la noche en vela, para serte sincero... Las chicas se han ido con Sebastian hace tan sólo media hora más o menos y Mauricio acaba de echarse hace unos minutos nada más. - sacó dos vasos y un zumo de naranja de la nevera, dejándolos sobre la mesa. - Seguro que estás hambriento.

  • Si, bastante. - asintió sentándose - Y... ¿tú no piensas dormir?

  • ¿Mmmh? No, tranquilo, ya dormiré más tarde. Puedo aguantar 24 horas sin dormir. - le guiñó el ojo, apoyando una cesta llena de Arepas - Venga, ¡a comer! Si quieres algo más, sólo pídelo, estás en tu casa.

  • Gracias. - sonrió, dándole un gran mordisco a uno de los dulces - Oye, ¿de veras que no te ha molestado que...bueno, eso? Y tu madre...

  • ¡No, qué va! Al revés, me alegro por ti y por David, en serio. Y Mauricio también. - bebió de su vaso, para luego seguir hablando - Mira, ayer estuve hablando con David y las cosas entre nosotros están arregladas. Además, esto que ha pasado era algo que yo ya me imaginaba. ¿Y qué quieres que te diga? Prefiero que haya pasado en mi casa a que no pasara nunca. Y por mi madre no te preocupes, no se asusta por algo así.

  • Hm, ¿sabes? Estoy enamorado...y me corresponde. - comentó con la mirada perdida - Nunca me he sentido así, y es fascinante ésta sensación.

Christian se acercó hasta su amigo, posando los labios en su frente

  • Lo sé, y espero que dure mucho tiempo... - se apartó, acomodándose nuevamente en la silla - Por cierto, ¿qué te ha pasado en el labio? Tienes un corte bastante feo... ¿no me digas que…?

  • Je je...- rió nerviosamente - bueno, es una historia muy larga...además, creo que David necesitará que le dejes una camiseta...o algo.

Pues gracias por haber leído el penúltimo capítulo. Nos vemos en el próximo… que es el final :D