Everything Has Changed Cap. 18

- ¿No lo entiendes? Pues vaya, pensaba que eras más listo. - entrecerró los ojos, apoyándose en el respaldo de la silla con una pose desinteresada - Quizás fuera porque no quiero llevarte a mi cama, sino poseerte por completo.

Hola a todos, gracias por los comentarios, mensajes, correos y demás cosas que me hacen llegas :) muchas gracias a todos y cada uno que me hace saber su opinión acerca de algún capítulo o de cómo va la historia hasta ahora, me sacan una sonrisa  :) . Gracias y los invito a que lo sigan haciendo. Sin más que aportar, los dejo con su lectura.

            • *  * * *

Al día siguiente, David

No sabía dónde estaba.

No reconocía aquel lugar.

Y para colmo de males, un incipiente dolor de cabeza comenzaba a molestarle notablemente.

Con un bufido, se levantó de aquella cama de sábanas de seda, observando una vez más todo a su alrededor. La decoración no era del todo sobria, más bien se le podría atribuir el adjetivo de excesiva, lo cual le hacía pensar que fuera donde fuera que se encontrara, era de la “alta sociedad”...o eso parecía.

Divisó un ancho espejo a la derecha de la habitación, el cual reflejaba transparentemente su figura desaliñada. Su aspecto era preocupante...el pelo revuelto, los ojos rojos, la ropa arrugada por el movimiento nocturno y un gesto de cansancio digno de olvidar. Volvió a soltar un bufido, acercándose a la puerta de aquella estancia. Apoyó el oído en ella, aguardando escuchar algo que le confirmase de qué lugar se trataba, y en efecto, unas voces Decían incoherencias mientras los ecos de sus pasos retumbaban en la estancia. Eran niños, sin duda...pero ¿dónde leches había acabado?

El estruendo de una puerta cerrarse y el silencio sepulcral que le siguió consiguieron tranquilizarle momentáneamente. Por lo menos parecía que no se encontraría con aquellos monstruitos si salía de la habitación.

  • Lo que me faltaba... - susurró para sí - Terminar en una casa ajena sin saber el por qué, ni con quién, ni dónde... - se dejó caer lánguidamente, con la espalda apoyada en la madera, mientras con las manos masajeaba sus sienes - A ver, David, piensa...Ayer, ¿qué hiciste después de irte del hotel?...Aquel tipo...si, se me acercó aquel tipo y se sentó en la mesa conmigo...hablamos...nos tomamos unas copas y...!Oh! ¡Mierda!

~~ FLASHBACK ~~

  • ¡¡¡Me doy asco!!! ¿Escuchaste? ¡ASCO! - vociferó en plena avenida principal. Algunas personas de alrededor se le quedaron mirando estupefactas, otras se reían, otras cuchicheaban...aunque en el estado en el que se encontraba ni siquiera se dio cuenta. Tampoco le interesaba.

  • Eh, eh, tranquilo. Ya te he escuchado, ¿vale? - el castaño intentaba calmarle, sujetándole por los hombros y hablándole de la forma más calmada que conocía. - Vamos a buscar un taxi, ¿de acuerdo? Necesitas dormir.

  • Si, quizás sea lo mejor... - murmuró fijando la vista en el suelo - Dormir y no despertar.

  • No seas melodramático, ¿quieres? - volteó el rostro con un gesto de desagrado, con sus ojos fijos en el asfalto - No sé qué coño les pasa a todos hoy, pero ya empiezan a hartarme con tanta autocompasión. Tienen problemas, si, pero como todo el mundo. ¿O qué te crees? ¿Qué eres el único al que las cosas no le van como quisiera? Hm, deberías dejar de pensar tanto en ti mismo.

Le miró con desazón.

¿A qué venía todo ese discursito? Y, ¿quién era él para hablarle así?

Solo era un tipo más, sin nada de especial.

Se soltó del agarre con brusquedad, regalándole una mirada desafiante. Pero enseguida se dio cuenta de que su cuerpo no se encontraba en el mejor estado, por culpa del alcohol en sus venas, y las piernas comenzaron a fallarle.

Sintió marearse, todo le daba vueltas. Se asió de lo primero que vio, una farola.

El castaño se percató de aquello, al observarle nuevamente, y con una leve sonrisa se acercó al peli-rojo.

  • Eh, lo siento, no debí decirte esas cosas. Venga, vamos a mi coche, será mejor que yo te lleve a casa. - habló sereno, ofreciéndole la mano.

  • ¿Por...por qué me ayudas? - balbuceó mirando sus dedos con desconfianza. - No me conoces de nada.

  • ¿De verdad quieres saberlo?

David temblequeó.

Esa mirada seductora, esa sonrisa pícara...esa mano latente, a la espera de ser enlazada con la suya, le provoco un escalofrío y un malestar extraño en su cuerpo. Ni siquiera quiso contestar a aquella pregunta, le daba miedo escuchar lo que quizás, en el fondo, deseaba oír.

Simplemente apoyó su estremecida piel en la ajena, dejándose llevar.

~~ FIN DEL FLASHBACK ~~

  • Hm, pero no me llevó a casa, me trajo a la suya... - pensó con el ceño fruncido. - Será.

Se enderezó, dispuesto a salir de allí como fuera.

Aunque, pensándolo nuevamente, ni siquiera sabía dónde estaba. Y sin saber aquello lo tendría crudo el volver a su casa solo. Suspiró. La única opción que le quedaba era salir de aquella estancia y si tenía la suerte de encontrar a alguien en la casa, preguntarle cómo se salía de allí.

Y así lo hizo.

Abrió la puerta en silencio, observando el exterior. Parecía encontrarse en una segunda planta, ya que afuera sólo había un pasillo circular con una barandilla a su extremo. Se acercó hasta ella y, apoyando las manos, alargó el cuello con la intención de mirar por aquel enorme hueco. Si, era lo que pensaba, la mansión tenía dos pisos.

Caminó hasta las escaleras, descalzo, no se había dado cuenta de aquel pequeño detalle, y con algo de nerviosismo bajó escalón a escalón.

La puerta principal se alzaba majestuosamente frente a él. Era enorme.

Miró a un lado y a otro, asegurándose de que no hubiera nadie rondando por ahí. Silenciosamente, se acercó hasta la supuesta salida, alzando su mano derecha hasta posarla en el pomo.

  • ¡Qué pronto despertaste! - aquella melodiosa voz le paralizó al instante - Seguro que te han despertado los niños con sus gritos... ¿No pensarías irte sin decir nada, eh? Y menos con ese aspecto... - el tono no era insultante, más bien sonaba...preocupado.

David volteó, bajando el brazo a un costado.

Aquella mujer de pelo canoso recogido en un moño desordenado, le miraba con una tierna sonrisa, mientras se aproximaba a él. No sabía qué hacer ni qué decir...estaba avergonzado. ¿Y cómo no estarlo? Si se había despertado en la casa de un tipo con el que se emborrachó y del que no sabía absolutamente nada, y para colmo allí estaba, delante de una desconocida con esas...pintas.

  • ¡Pero mírate! Deberías ducharte y cambiarte esa ropa, venga, ven conmigo. - exclamó sujetándole de la muñeca y arrastrándole por la entrada de la casa.

  • Pe-pero...yo...mm...debería irme...no hace falta, estoy bien... - balbuceó intentando soltarse inútilmente.

  • Aunque pensándolo bien, es mejor que antes desayunes algo, seguro que estarás hambriento. - la mujer seguía en sus trece, sin hacerle ni el mínimo caso - Después puedes tomarte una ducha. Te daré ropa para que te cambies, seguro que habrá algo que te valga, al diablillo no le importará. Además, es cosa suya el que estés aquí, así que tampoco debes preocuparte por llegar a casa, le despertaré para que te lleve él mismo. Hm, es un dormilón. - esto último lo dijo más para sí que para el castaño.

Con tanto palabrerío, no se percató de que la mujer le había llevado hasta la cocina y le había sentado en un taburete, delante de sus ojos sólo había platos y platos llenos de comida... Eso más que un simple desayuno parecía estar hecho para un regimiento. La miró nuevamente incrédulo, acababa de desbaratar todos sus planes. Se maldijo mentalmente.

  • Come lo que quieras, no te cortes. - comentó alegre la mujer, gesticulando exageradamente - En ésta casa, todos se ponen morados en el desayuno, tu no vas a ser menos, ¿verdad? Aprovéchate, - le guiñó el ojo, con un gesto ladino. - un día es un día.

  • Eh...pero...

  • No me vengas con “peros“, muchacho. Tú solo come, que seguro que con lo de anoche estás sin fuerzas. Luego ya te ducharás y podrás irte a casa, sin embargo, no pienso dejarte salir de aquí sin haberte alimentado bien antes. - su voz sonaba algo autoritaria, pero la sonrisa que traía en el rostro le quitaba peso a sus palabras. - ¿De acuerdo?

  • Mmm... - farfulló en un intento de asentimiento, mientras se disponía a comer....sin muchas ganas.


Sebastian y Christian

Volvió a colocarse las gafas por enésima vez, ya a punto de desesperarse.

Él era una persona tranquila, casi inalterable...todo el mundo lo sabía. Pero aquella chica le estaba sacando de quicio. Ya llevaba más de media hora allí intentando hacerla entender que no podía dejarla subir al ático...una tarea casi imposible.

  • Te lo vuelvo a repetir, no quieren ver a nadie. Me dieron instrucciones precisas de no dejar subir a ninguna persona, fuera quien fuera, ¿entiendes?

  • ¿Te crees que soy tonta? ¡Claro que lo entiendo! - exclamó molesta la morena - Pero lo único que quiero, es que les avises y les digas que estoy aquí, ¿es mucho pedir?

  • Mira, aunque hiciera eso, ni siquiera me contestarían al teléfono. - miró exasperado a su alrededor, la gente comenzaba a centrar su atención en ellos - Están ocupados. MUCHO.

  • Bueno, te lo pondré más fácil. Si los dos están MUY ocupados, déjame hablar con Mauricio solamente. No necesito más.

  • Mffff...- resopló clavando sus azules ojos en la chica. Las ganas de que se fuera de allí y le dejara en paz de una buena vez eran más fuertes que el hecho de acatar las órdenes de su jefe. Prefería ganarse un “castigo” por parte de Christian que seguir escuchándola. Aunque claro, parecía ser que la suerte no le había abandonado del todo, al divisar justamente a Christian saliendo del ascensor en ese preciso instante. - Mira, allí tienes a Christian, ya puedes dejarme en paz.

Le sacó la lengua con satisfacción, para después acercarse al rubio y abrazarle efusivamente. Éste intentó deshacerse de ella, apartándola con desgana de su cuerpo.

  • Ya, ya, vale. ¿A qué viene esto?

  • A que me da gusto verte. - contestó sonriente. - Tu amiguito no me dejaba veros, - señaló despectiva hacia el otro rubio - menos mal que has bajado, sino no sé cómo habríamos acabado.

  • Es que yo mismo le dije que no queríamos ver a nadie, Yessica, y eso también te incluye a ti. Sebastian sólo hacía su trabajo. - suspiró, echándose el pelo hacia atrás. Estaba realmente cansado. - ¿Para qué querías vernos?

  • Bueno, la verdad es que más bien venía a ver a tu novio. - Christian arrugó la nariz - Lleva días sin ir a trabajar, y nadie en la emisora quiere decirme por qué... ¿está enfermo?

  • Mmmh, no, no está enfermo. Está estupendamente, sólo que tenía cosas importantes que hacer, nada más.

  • Ah, qué bien, entonces, ¿irá hoy a trabajar? Porque si lo hace, me quedaré a esperarle y así podremos ir juntos.

Al más alto no le gustó nada eso. En absoluto.

Si, había hecho “buenas migas” con la chica, sin embargo no se olvidaba de que era una mujer a la que Mauricio le parecía demasiado apetecible.

  • Lo siento, pero hoy tampoco irá. Tenemos que ir a un sitio.

  • Hm, ¿los dos juntos? - levantó una ceja confundida - ¿No será que se están tomando unas vacaciones y pones la excusa de que tenéis que “hacer algo importante”?

  • No. - la respuesta del rubio fue tajante, incluso de alguna forma, amenazante. - Y ahora te agradecería que te fueras, no tengo tiempo.

  • Vale, vale, no hace falta que te pongas así. Será mejor que vuelva otro día, ¿no? - no esperó una respuesta por parte del otro, simplemente se alejó despidiéndose con un gesto de la mano. - ¡Bye!

Suspiró.

No le gustaba tratar así a la gente, pero ése día tenía los nervios a flor de piel, no podía remediarlo.

Se acercó hasta donde se encontraba Sebastian, pidiéndole que les subieran algo para desayunar, y volvió arriba. Abrió la puerta sigilosamente, no quería despertar a Mauricio, ya que cuando salió le dejó dormido y seguramente seguiría en el mismo estado.

Embelesado. Así se quedó al verle durmiendo.

Las finas sábanas blancas cubrían pocos huecos de su anatomía, mejor dicho, cubrían solo su trasero y parte de sus piernas, y tampoco dejaban mucho a la imaginación. Tumbado boca abajo, su espalda descubierta y sus largos cabellos negros desparramados por encima de la almohada. Verdaderamente irresistible.

Se sonrojó. Y no sólo por la visión de ese cuerpo tan perfecto, sino también por el hecho de recordar todo aquello.... Después de haber hecho el amor en el despacho, la cosa no se quedó allí, no. Subieron al ático, avisando antes a Sebastian para que nadie les interrumpiera, y dejaron llevarse por el deseo. Caricias, gemidos, sudor, besos...todo aquello mezclado en horas y horas de sexo...y amor. Era la primera persona que conseguía aquello, él nunca hubiera imaginado pasar una noche entera así, amándose sin límites. Y su cuerpo lo podría atestiguar.

Se sentó en el colchón con cuidado, observando el rostro relajado de su amante. Nunca se cansaría de mirarle.

Acarició uno de sus brazos con las yemas de los dedos, rozándolos levemente, su piel suave y levemente bronceada. Bajó hasta su costado, delineando el contorno del tatuaje, de veras que le gustaba aquel dibujo...se veía sexy en él.

Hubiera seguido bajando si su móvil no hubiese comenzado a sonar...tendría que haberlo apagado, pensó.

Lo cogió rápidamente de la mesilla, no quería despertar a Mauricio, y descolgando, se alejó de la cama.

  • ¿Diga? - habló lo más bajo que pudo, mirando por el ancho ventanal del ático. - Ah, hola, ¿para qué me llamas a éstas horas? Es temprano todavía...jajaja, ¿qué, ayer te fuiste a tomar unas copas?...¿mmmh?¿y eso?...¡No me digas! ¿De verdad? ¿Y qué tal?...Pues vaya, me decepcionas. Pensaba que eras más listo…ap…Ey, ahora no me dejes a medias...Hm, de acuerdo...No lo sé, iré en cuanto pueda, pero no tengo ni idea de cuánto durará la cosa...Si, ya lo sé, gracias, pero no hace falta...Eso es, tengo a Mauricio a mi lado, no hará falta tu presencia...jajaja! No seas así, lo que pasa es que a ti te tengo un cariño diferente, ya sabes… - sonrió, su amigo siempre conseguía relajarle - Ok, nos vemos.

Resopló. Todavía le quedaba mucho día por delante.

              • *  * *

Santiago

Restregándose los ojos, esperó a que al otro lado de la línea contestaran. Tenía un sueño terrible y le dolía todo el cuerpo, pero como siempre, allí estuvo su madre para despertarle y recordarle sus obligaciones...a quien se lo contara no se lo creería, con 28 años y aún necesitaba de ella para levantarse...

Por fin contestaron al teléfono.

  • Ey, Christian, soy Santiago...si, lo sé, dímelo a mí, que estoy hecho polvo, ni siquiera veía bien los números del móvil...si, je je, como me conoces. Aunque no fueron “unas copas” muy normales...Pues, tuve compañía, y qué compañía...No es lo que piensas, aunque me hubiera gustado...Y yo también pensaba ser más listo, pero no quería aprovecharme, estaba demasiado borracho...Además, no es alguien que quiera tomarme a la ligera, pero bueno, eso es otro cantar...Ya te lo contaré después, ahora no estoy muy “lúcido”...Oye, a lo que iba, ¿a qué hora crees que podrás pasarte por la oficina?...Ya. ¿Quieres que te acompañe? Sabes que no me importaría...Imagino que estarás con Mauricio allí, ¿no?...Veo que me tienes en buen estima…Jajaja! Ya lo sé, era broma. Bueno, pues ya me contarás y yo a ti, ¿OK? Nos vemos. - colgó.

Se rascó el abdomen bostezando.

Miró el reloj, las 7:30 de la mañana, ¿cómo era posible que aquel chico se levantara tan pronto después de beber tanto? No lo entendía. Salió de su habitación, bajando a la primera planta con algo de prisa, tenía ganas de verle. Muchas ganas.

Entró en la cocina y allí estaba, sentado en la mesa leyendo una revista, con su pelo mojado cayéndole por la frente, con aquella ropa suya que le quedaba un tanto holgada y aquel aire hechizante que siempre le acompañaba. Carraspeó en un intento de llamar su atención.

  • ¿Cómo te encuentras? - le preguntó cogiendo una manzana de la encimera y dándole un sonoro mordisco.

David se le quedó mirando.

Era extraño, pero todo su cuerpo se electrizó al volver a tenerle cerca. Y más, portando esa...poca indumentaria. Específicamente, un pantalón corto...nada más. Era atractivo, no lo iba a negar, tenía un buen cuerpo y no parecía ser el típico “ricachón” estirado y creído. Un punto a su favor, si.

  • Mejor que ayer. - se atrevió a bromear con una sonrisa nerviosa.

  • Me alegro. - se sentó frente al chico de ojos verdes, apoyando el rostro en una mano, mientras que con la otra le daba vueltas a la manzana - ¿Te acuerdas de algo?

Sus miradas se cruzaron imperiosas.

  • Claro que recuerdo lo de anoche. Todo. - zanjó fijando la vista de nuevo en la lectura.

  • Hm... - parecía estar a la defensiva. Quizás se sentía desprotegido en aquella situación. - ¿Y no tienes nada que decirme?

  • ¿Y qué se supone que debería decir, ah? - cerró la revista exasperado.

Sonaba aún más molesto que antes, pero a Santiago eso le divertía...y le enloquecía.

  • No sé, un “gracias por ayudarme” estaría bien, aunque me conformaría con que aceptaras tener una cita conmigo. - se sorprendió a sí mismo al escucharse decir aquello, pero cuando comenzaba a ser sincero no había quien le parara...y ese chico de verdad que le interesaba.

  • Je, eres muy directo, ¿te lo han dicho alguna vez? - ironizó con el ceño fruncido - Pero siento desilusionarte, no me interesa tener nada contigo, así que tendrás que aguantarte con un simple “gracias”.

  • Mmm, ¿y a ti nunca te han dicho que eres demasiado...antisocial? - el otro le regaló una mirada llena de desprecio - Ey, ey, no pongas esa cara, que tampoco es para tanto lo que he dicho.

  • ¿Ah no?

  • No, yo sólo te estoy diciendo lo que pienso. Creo en la sinceridad ante todo, además, no me negarás que eres algo resistente a entablar conversación, ¿no? Ayer mismo me costó muchísimo sacarte alguna frase...cuando no estabas borracho, claro. - dio otro mordisco a la fruta, regocijándose con los diferentes gestos que el más bajo hacía.

Suspiró.

  • Pues si vamos a ser sinceros, te diré que me pareces una persona con el autoestima demasiado alto si crees que vas a conseguir llevarme a la cama tan fácilmente. Aunque lo que no entiendo es que no aprovechases ayer la situación, porque esa era la única oportunidad que tendrás de acostarte conmigo.

  • ¿No lo entiendes? Pues vaya, pensaba que eras más listo. - entrecerró los ojos, apoyándose en el respaldo de la silla con una pose desinteresada - Quizás fuera porque no quiero llevarte a mi cama, sino poseerte por completo.

Si no hubiera estado tan concentrado en opacar las ganas de pegarle un puñetazo, en ese preciso instante se habría caído al suelo. ¿Cómo podía decirle eso tan...de repente? ¡Y parecía hablar en serio!

  • Estás loco.

  • Hm, puede ser.

  • ¿Piensas que vas a ablandarme con semejante tontería?

  • No, esa no es mi intención. En absoluto. Lo único que quiero conseguir es que te olvides de tu “moreno sin sentimientos”  y que pienses en mí como en alguien...especial, podría decirse.

  • ¿A quién te refieres con “moreno sin sentimientos”? - preguntó algo confuso.

  • Bueno... - en un movimiento rápido, tiró los restos de la manzana a la basura y cruzó las piernas sobre la silla - Hasta que no te traje a mi casa no me di cuenta de eso. Pensé en todo lo que me contaste, que habías estado con ese chico conviviendo y que manteníais una especie de relación amorosa y todo eso...y que te había dejado por su primo, del que llevaba enamorado tantos años. - la mirada de David se tornó triste al recordarlo - Y resulta que Christian es amigo mío, por lo tanto, también conozco a Mauricio y todo lo que hiciste, ya sabes.

  • ¿Qué...? - el de ojos verdes estaba literalmente petrificado. Le había contado todo y él...él les conocía, y para colmo era amigo de Christian... ¡Mierda! ¡No podía haber metido más la pata!

  • Mira, Mauricio y yo no nos llevamos muy bien que digamos...bueno, simplemente no nos llevamos. Pero creo que si quieres echarle la culpa a alguien, ése no es solamente él, sino a ti mismo también. Desde el principio sabías que Mauricio no estaba enamorado de ti, si, te quería, pero no era amor verdadero, y aún así tú dejaste que entrara en tu vida. Tenías muy presentes las consecuencias que aquello conllevaba, David.

  • ¡¿Quién te crees que eres para analizarme?! - estalló el peli-rojo alzándose y pegando con las manos en la mesa - ¡Tú no entiendes nada! ¡No puedes comprender como me sentía! ¡No tienes derecho a decirme nada! ¡MIERDA!

  • ¡Quizás tengas razón, y no tenga derecho de decirte todo esto, pero no pienses que tú eres el único que sufre, joder! - gritó imitándole y alzándose rápidamente del asiento - ¡No eres el centro del mundo! ¡No pienses ni por un segundo que voy a tratarte como al “herido“! ¡Como si tuvieras la exclusiva de estar dolido! ¡Aquí todos la han pasado mal, de una manera u otra! ¡Incluso yo, cuando te veía a lo lejos y no me atrevía a acercarme porque estabas con Mauricio! ¡Coño, ¿por qué no me di cuenta antes?! ¡¿Por qué no le reconocí?! ¡Llevo meses pensando en ti y maldiciéndome a mí mismo por fijarme en alguien que es inalcanzable! ¡Pero ahora que veo como eres realmente, me maldigo por enamorarme de una persona sin autoestima y que se da pena a sí mismo!

Se le empañaron los ojos, las lágrimas gruñían por salir, y le dolía escucharle...le dolía saber que todo lo que decía era la pura verdad.

  • Eres...cruel. - balbuceó tapándose el rostro con las manos.

  • Sí, soy cruel y todo lo que quieras, pero ya es hora de que las cosas te queden claras. - a él también le dolía comportarse así, sin embargo, aunque no lo pareciera deseaba ayudarle. - La vida no es fácil y con llorar y auto-compadecerte no conseguirás nada. - al ver que el otro no reaccionaba y que sollozaba sin control, se enterneció. - Lo siento...Déjame ayudarte.... - susurró acercándose a su cuerpo y abrazándole tiernamente.

              • * *  * *  *

Christian

Enlazó su mano con la del moreno, apretándola nerviosamente.

Ya llevaban más de dos horas allí, y después de haber pasado por el calvario de declarar en contra de Jhoan, teniéndole a tan sólo 5 metros, el juez dictaría la sentencia. Aunque la abogada de su madre les había asegurado que saldría culpable, no estaba muy confiado...no hasta que no escuchara salir de la boca del juez aquella ansiada palabra.

  • Señores, todos en pie. - comunicó uno de los guardias de la sala, al entrar el magistrado en la estancia.

Apretó los dientes, mientras que se volvía a sentar, como el resto de presentes.

  • Te quiero. - escuchó susurrar a su primo. - Todo va a ir bien - le miró e intentó sonreír, aunque lo único que consiguió esbozar fue un mero intento de tranquilidad.

  • Jhoan Alvarado, - comenzó a hablar el juez, con voz firme, sujetando unos papeles entre las manos - se le acusa del intento de asesinato premeditado y con alevosía en contra de Christina Hudson, a la cual le ha provocado numerosas lesiones físicas, algunas de las cuales tendrá que tratar por el resto de su vida bajo supervisión médica. Por lo tanto, como mandan los artículos 147 y 148 del Código Penal y por orden del jurado aquí presente, le condeno a permanecer en prisión no menos de 2 años y no más de 5 sin derecho a disfrutar de Libertad Condicional, además de tener que pagar una indemnización de 100.000 Dollares a la afectada por daños y prejuicios.

A Christian se le paró el mundo.

Todo iba a cámara lenta, las personas a su alrededor cuchicheaban, algunas sorprendidas, algunas satisfechas...algunas en contra, pero a él sólo le importaba ver la cara de su madre, mirarla a los ojos y saber si lo que acababa de escuchar era cierto, si todo aquello no era un sueño. Y así fue.

Christina, aún con las muletas y algunas magulladuras, se levantó precipitadamente para abrazar a su hijo y a su sobrino a la par, dando las gracias a Dios sabe quién y estrujándoles entre sus brazos. Se sentía más que satisfecha, estaba contenta. Contenta de que todo acabara bien, contenta de que su hijo pudiera vivir tranquilamente por fin, contenta de que consiguiera estar junto a la persona que verdaderamente quería... Sin preocupaciones de ningún tipo.

Cuando su tía se separó de ellos, percibió que la mano del rubio ya no apretaba la suya con angustia, no, ahora le acariciaba suavemente la piel con los dedos. Volteó a verle, sus miradas se cruzaron cómplices, sus labios se unieron en un cálido roce, los dos se sentían profundamente aliviados.

No imaginaba que la calma se rompería en unos escasos instantes...

Justo al separarse, dos guardias pasaron a su lado, sujetando uno a cada lado a Jhoan. Vio como el más bajo le regalaba una mirada llena de desprecio y odio, y al virar hacia la ex pareja de éste, no le gustó nada el gesto de su rostro. Era...maquiavélico.

  • No creas que esto se ha acabado aquí, precioso. - su voz sonaba ronca, pero inmersa en crueldad - Saldré de la cárcel, y entonces terminaremos lo que tenemos pendiente... - susurró parándose a pocos centímetros de la pareja - Aprovecha el tiempo que te queda, porque pronto te quedarás sin nada ni...nadie.

No se lo vio venir, claro que no. ¿Cómo iba a imaginárselo?

De repente se encontró, sin saber cómo, sujetando fuertemente al rubio por la espalda, era como un deja vú de aquella noche navideña, e intentando contenerle. El otro se quejaba por el golpe recibido en plena cara, mientras que los guardias se lo llevaban a rastras y el juez pedía silencio y calma en la sala.

  • Te juro que como vuelva a verte... - habló Christian señalándole con el dedo, aún entre los brazos del moreno - ¡el que terminará en un hospital serás tú, maldito cabrón!

  • ¡Christian, ¿estás loco?! - le reprendió la mujer enfadada, volteándole el rostro para que la mirara a ella. - ¿Cómo se te ocurre hacer algo así, ah?

  • ¿Y qué querías que hiciera? - le reclamó ya un poco más calmado.

  • Pues quedarte quietecito, ¿entendiste?...Hm, - bufó cansada - Mauricio, anda, llévatelo. Yo me iré con tu madre, ¿de acuerdo? - le pidió a su sobrino amablemente. Todos estaban demasiado saturados en ese momento y lo mejor sería descansar.

            • *  * * *

Horas después, Christian

Apoyó la cabeza en la pared, admirando las luces de la ciudad.

Se encontraba sentado en la que hasta unos meses atrás fuera su cama, con las piernas cruzadas sobre ésta, fumando. Eran las doce de la noche y ya llevaba en la misma posición más de una hora, pensando.

Después del “accidentado” juicio, Mauricio le había llevado al hotel, donde junto a unas cuantas tilas y la paciencia del moreno, consiguió tranquilizarse notablemente, aún así, se inclinó por tomarse el resto del día libre. Santiago no se negó a su petición, pero a cambio le hizo prometerle que al día siguiente llegaría más temprano que de costumbre a la discográfica y que le invitara a comer, por supuesto que aceptó, no le importaba el tener que despertarse más pronto si gracias a ello ahora podía relajarse.

La puerta se abrió, era Mauricio que volvía de la emisora. Por desgracia, él no pudo “saltarse” su horario laboral de nuevo...

  • ¿Qué haces ahí sentado? - indagó dejando sus cosas sobre el sillón y acercándose hasta el rubio.

  • Mmm, pensar... - contestó con un tono de voz bajo, apagando el cigarrillo.

  • Pues por ahora deja de hacerlo. - le pidió tumbándose sobre las sábanas, apoyando la cabeza en uno de los muslos de su primo.

  • Hm, de acuerdo, tienes razón. - asintió - Oye... ¿te molestaría que cantara algo? Hace tiempo que no lo hago... - pasó una de sus manos por los largos cabellos de su compañero, mientras que la otra era entrelazada con la ajena.

  • Claro que no. Me gusta escucharte. - besó sus dedos con ternura.

Respirí hondo antes de comenzar, con una sonrisa sincera y reposada

  • Not really sure how to feel about it…. Something on the way you move…… Makes me feel like I can’t live without you…. It takes me all the way… I want you to stay

No necesitaban nada más, no, en ese momento no.

Tampoco hacía falta decirse ninguna palabra. Los gestos, las caricias y el ambiente que les envolvía lo decía todo, absolutamente todo.

Gracias por haber leído otro capítulo más. Ya casi casi terminamos. :D como siempre los invito a comentar, valorar y hacerme saber su opinión.  Les deseo a todo un FELIZ DÍA DE SAN VALENTIN :D