Everything Has Changed Cap. 14

- ¿No eres capaz ni siquiera de mentirme? - rió a medias, con el ceño fruncido - Sólo dime lo que quiero escuchar y ya está. ¿O es que no puedes decir algo que no sientes? - bajó con los dedos por su abdomen, introduciéndolos bajo la ropa, para así poder seguir con las caricias.

Hola a todos. Gracias por sus correos, comentarios, valoraciones y mensajes. Me alegra saber lo que piensan y opinan de la historia y sus personajes de verdad :D pues aquí los dejo con el siguiente capítulo. Disfrutenlo.


A la mañana siguiente, Christian

Se acurrucó conscientemente contra aquel cuerpo que dormitaba a su lado, buscando el calor que necesitaba, mientras aspiraba fuertemente aquel olor tan característico. Apoyó una de sus manos sobre el estómago del otro, sintiendo como éste subía y bajaba apaciblemente a causa de la respiración. Se sentía tan bien... Hacía mucho tiempo que no se sentía así, ni tampoco el haber conseguido dormir tan plácidamente.

Ya llevaba más de una hora despierto, pero no quería moverse de allí. Estaba demasiado a gusto, además, los ojos le quemaban después de haber llorado por gran parte de la noche. Sin contar la fantástica sensación de tener al moreno durmiendo tan sosegadamente junto a él.

Mauricio se revolvió suavemente entre las mantas, aún quedando boca arriba, pero volteando el rostro hacia un lado, dejándolo a escasos centímetros de su primo. Éste simplemente sonrió al sentir su respiración chocar en su nariz.

Por fin se decidió a abrir los ojos, y aunque le dolieran, la visión lo merecía. Y es que no podía negar lo evidente. Si Mauricio ya era guapo de por sí, así dormido, tranquilo, sin esa expresión seria en el rostro, era aún mejor. Se le quedó mirando unos segundos, pasando sus ojos por toda su cara, centímetro a centímetro, guardando en su memoria aquel momento. Alzó la mano que antes apoyó en su estómago, hasta poder acariciarle el cuello levemente, intentando no despertarle.

  • Me haces cosquillas. - murmuró de repente, sin abrir los ojos.

Christian, al verse sorprendido, enseguida apartó la mano del roce, junto a su cuerpo, quedando de espaldas al moreno

  • L-lo siento... - balbuceó. La verdad es que la noche anterior, luego de llorar y llorar abrazado a Mauricio, se había quedado dormido. Cuando despertó, le vio allí, en la misma cama, seguramente le trajo y prefirió no dejarle solo. Pero no sabía cómo tomarse aquello.

  • ¿Sigues enfadado? - su voz sonaba de nuevo seria, como siempre.

  • ¿Enfadado por qué? - sabía perfectamente a lo que se refería, sin embargo las palabras le salieron solas.

  • Por lo de ayer...y lo de la otra noche.

  • Hm...- percibió movimiento a su lado, aún así, siguió en la misma posición, con la mirada fija en una de las estanterías llenas de CD’s de lo que era su antigua habitación - No, no estoy enfadado, pero...

  • ¿Pero?

  • No me lo hagas volver a decir, Mau. Lo sabes perfectamente. No estaba preparado para ver a David...ayer no. Ya sé que mi comportamiento es infantil, no hace falta que me lo diga nadie, pero verle era lo que menos necesitaba después de...eso. - hubo un pequeño silencio por parte de los dos y un aire de tensión invadió el ambiente.

El cuerpo del moreno volvió a moverse sobre el colchón, pegándose repentinamente al de Christian. Le abrazó por la cintura con una mano, hundiendo el rostro en su espalda, mientras que con la otra comenzó a acariciarle el pelo.

  • Chris... - susurró percibiendo un leve temblor en su primo - Voy a serte franco. Me cuesta hablar sobre lo que siento, pero quiero que me escuches atentamente. - el chico asintió sin decir palabra - Ya sabes todo lo que pasó hace diez años. Lo de mi padre, lo mío y lo de David. Yo...siento mucho haberte tratado de esa manera cuando éramos pequeños, no sé por qué lo hacía...y cuando me di cuenta que en verdad me gustabas...seguí. Seguí porque no quería aceptarlo, era algo inaudito para mí, ¿entiendes? - el rubio escuchaba todo aquello sin creérselo. Mauricio se estaba sincerando por primera vez con él y...no sabía cómo reaccionar - Me acosté con David porque...me atraía. No como tú, pero me atraía. No podía decírtelo, ¿cómo iba a hacerlo? Tú me odiabas y que fuera de pronto y te dijera “Me gustas” no era muy coherente. En el fondo, cuando mi padre me llevó lejos, se lo agradecí. Así pensaba que te olvidaría. Pasaron algunos años, yo seguí con David. Lo nuestro no era una relación seria, pero necesitaba tenerle cerca. Él siempre ha sabido lo que yo sentía y me comprendía. Nunca me pidió nada a cambio. Incluso me fui a vivir con él...pero un día, volví a verte. Y me di cuenta que todavía sentía algo por ti...por eso vine. Porque necesitaba saber si era verdad o no que quería estar contigo. Le hice daño a David dejándole, pero igualmente me comprendió y me dejó ir, y eso se lo agradeceré toda la vida. Por eso quiero que entiendas que él no ha hecho nada malo, sino que quien lo ha hecho he sido yo....dejándole y usándole como segundo plato. No le odies.

Se quedó boquiabierto.

¿Cómo debía tomarse todo aquello?

Lo cierto era que sus palabras le habían aliviado notablemente. Saber la verdad por boca del moreno era algo que había esperado desde hacía tiempo. Y enterándose de aquello, no podía seguir enfadado ni molesto con nadie. Sólo podía sentirse bien consigo mismo. Mauricio siempre le había querido, a su manera.

  • Yo... - murmuró separándose y sentándose en la cama, dándole de nuevo la espalda al moreno. - No sé qué decirte... - se rascó el cuello agitadamente - No estoy enfadado por nada, ya te lo he dicho. Y claro que me molestó verte allí con David hablando... - se calló repentinamente, dándose cuenta de que acababa de delatarse a sí mismo.

  • ¿Nos viste? - la voz del más alto soñó curiosa.

  • E-...je je si...bueno... ¡pero no los estaba espiando! ¡No pienses mal! - exclamó volteando el rostro y admirando al otro aún tumbado entre las mantas, con el cabello esparcido por encima de la almohada. Simplemente precioso. - Sólo es que...te estaba buscando y... los vi, solo eso.

  • A mí me da igual que nos estuvieras espiando. No tengo nada que esconderte. - le dijo alzándose y apoyándose sobre sus codos.

Christian quedó completamente sonrojado. Esa faceta suya no la conocía, y aún no se acostumbraba a escucharle hablar tan claramente.

  • Hm...err, a lo que iba. - bajó la mirada - No quiero que pienses que odio a David, en absoluto. Sólo es que...siento celos de él. No me gustó verle a tu lado. Parecían tan...amigos. Conmigo nunca te he visto así, tan relajado...y me duele. - almacenó un poco de arrojo y volvió a mirarle a los ojos - Quiero que confíes en mí. Quiero que no te guardes lo que piensas ni lo que sientes. Quiero que no haya secretos entre nosotros.- su voz se apagó, y su rostro se tornó suplicante.

El moreno se enderezó completamente, con una pequeña sonrisa que dejó fuera de combate al otro. Le acarició la mejilla, posando su pulgar en el labio inferior de su tembloroso primo.

-mm Acepto

-Vez… err… eres muy directo

-Entonces, ¿Que es lo que esperas de mí?

  • Que cuando te mire, dentro de unos años, me sigas poniendo nervioso

  • Si eso es lo que quieres, no dudaré en dártelo. - acercó sus labios peligrosamente, rozándolos levemente, sin decidirse a más - No quiero sonar empalagoso, ni voy a decirte esto para convencerte. Sólo haré lo que me has pedido y seré sincero. - el rubio entrecerró los ojos, respirando agitadamente - Necesito estar contigo...y tenerte a mi lado.

  • Ah... - los labios de Christian no reaccionaban. Entre la cercanía y aquellas palabras se había quedado de piedra. Todo el cuerpo le temblaba, parecía un niño....y sólo le pasaba con Mauricio. - Yo.... - con una mano, apretó la sábana fuertemente, mientras que la otra la levantó lentamente, muy lentamente, hasta apoyarla en el pecho del chico. - Bésame. - pidió jadeante. Ya no aguantaba más, necesitaba sus besos, sus caricias...él también le necesitaba.

El de ojos negros deslizó el dedo por aquellos labios, observando como el otro cerraba los ojos dispuesto a disfrutar de la caricia. Acercó más sus labios, juntándolos en un suave roce, lleno de sensualidad. La lengua del rubio salió a su encuentro, pidiéndole paso, algo que no le denegó. Le sostuvo de la cintura con la mano libre, aún vendada. Le incomodaba llevar aquello en su mano, por no poder sentir el tacto de la piel de su primo, pero tampoco le importó mucho en ese momento.

Gimió contra su boca, inspirando por la nariz dificultosamente. Cada vez se hacía más intenso ese beso, las caricias más calientes...sus lenguas no cesaban, enredándose y rozándose con urgencia. Sintió cómo la mano del otro se introducía bajo su camiseta, arrastrándola por toda su espalda, acercándole a su cuerpo todo lo posible.

Los besos cesaron, pero eso no iba a quedar así. Christian tomó la iniciativa, bajando a base de pequeños besos por el cuello del moreno, parando en el hueco que tenía entre las clavículas, regocijándose con aquel olor. Bajó una mano hasta su entrepierna, acariciando por sobre la fina tela de aquel pantalón. Estaba decidido de seguir, pero el estar en casa de su madre no se lo iba a permitir.

  • ¡Christian, cariño! ¡Es muy tarde! - se escuchó la voz chillona de Christina por detrás de la puerta, acercándose. Pero a los dos chicos les pilló de improviso. - ¡Vamos, levánt... - la mujer no terminó de decir aquello, al abrir la puerta y encontrarse con semejante escena. Christian solo atinó a taparse con la manta, dejando totalmente a la vista al moreno.

  • Buenos días, Christina. - saludó tranquilamente Mauricio, levantándose y dándole un beso en la mejilla - Haré el desayuno. - comentó saliendo por la puerta, conteniéndose por no reír ante aquello. No quería hacerle pasar a su primo más vergüenza de la que ya tenía.

  • ¡Si, eso es, tú vete! ¡Cobarde! - protestó molesto el rubio saliendo de su escondite. Pero al ver de nuevo a su madre, toda la “mala leche” se le desvaneció en cuestión de segundos - E...hola.

  • ¡Jajaja! - rió sonoramente la mujer al ver el rostro sonrojado de su hijo - Chris, cariño, parece mentira que tengas veinticinco años. Mira que avergonzarte por esto. - bromeó, disfrutando del mal trago que estaba pasando el chico, saliendo también del cuarto y dejándole solo.

Después de varios minutos sentado sobre la cama intentando deshacerse de la vergüenza pasada y el sonrojo, decidió darse una refrescante ducha para aclararse las ideas...y hacer desaparecer el “calentón“.

Las cosas se habían arreglado, aunque siguiera sintiendo unos ya leves celos de David. Pero tampoco iba a preocuparse toda su vida por ello, ¿no? Tenía que ser positivo y creer en las palabras de Mauricio, o sino su relación nunca avanzaría.

Se vistió con lo primero que encontró, ya que en su casa no tenía mucha ropa, la mayoría estaba en el ático del hotel, y bajó hasta la cocina. Ya allí, se maravilló del suculento banquete que acababa de prepararles el moreno, dejándole algo impactado. No se esperaba esa faceta oculta en su primo.

  • Esto tiene muy buena pinta. - comentó sentándose sobre uno de los taburetes y picando de todos los platos - Mmmh, ¿dónde aprendiste a hacer esto? ¡Está riquísimo! - se chupó los dedos de una forma casi lasciva, pero sin ni siquiera darse cuenta, a lo que los dos espectadores se miraron sorprendidos.

  • Un amigo me enseñó. - contestó mirando hacia otro lado.

  • Ahm... - balbuceó con un trozo de comida en la boca. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue “David” y no quería pensar en él. En ese momento no.

  • Bueno... - la mujer interrumpió un pequeño silencio, carraspeando - Creo que iré a ducharme. - se enderezó con esfuerzo del asiento - Muy rico todo, Mauricio. - le guiñó el ojo y salió de allí, dejándoles nuevamente solos.

  • E... ¿te...apetece escuchar un poco de música? - preguntó nerviosamente, acercándose al estéreo de la sala contigua. - ¿Qué prefieres? ¿Algo tranquilo o movidito?

  • Me es igual.

  • Entonces algo con marcha, para despertarnos, ¿qué te parece? - comentó despreocupadamente, introduciendo uno de los tantos CD’s en el aparato y apretando el botón “PLAY“.

  • Yo ya estoy lo suficientemente despierto. - murmuró sentándose y tomando un trozo bastante grande de Pastel para llevárselo a la boca, mientras que la llamativa música de Forgotten inundaba la casa.

Chris apareció nuevamente por la puerta de la estancia, tarareando suavemente la vertiginosa letra acompañándose de leves movimientos de su cuerpo.

  • The rain then sends dripping an acidic question... - no le quitaba la vista al otro, quien igualmente le correspondía la mirada con seriedad.

  • ¿Por qué no vienes aquí... - le señaló el hueco que había entre sus piernas con una media sonrisa - y me cantas un poco?

  • Mmmh... - ronroneó acercándose lentamente, inclinado el rostro a un lado con un gesto malicioso - ¿Cómo es eso de que quieres que te cante? - se posicionó donde el moreno le pedía, sintiendo como sus piernas le aprisionaban.

  • Me gusta tu voz. - contestó tragándose lo último de la comida que estaba masticando.

  • Pero ésta canción...no sé... - seguía hablando con un tono cada vez más bajo, aproximando sus caderas para poder sentir al otro, mientras que rodeaba su cuello - The eyes ease open and it’s dark again... - entonó cerca de su oído, rozando su nariz contra la mejilla del más alto. - In the memory you’ll find me, Eyes burning up, - Mauricio llevó las manos a su cintura, ciñéndole a su cuerpo, sintiendo las enredadas caricias del otro en su cabello - The darkness holding me tightly, - el rubio acercó sus labios, besándole justo debajo del oído - Until the sun rises up... - terminó casi como si fuera un gemido, consiguiendo que el cuerpo ajeno se estremeciera parcialmente.

Le había calentado. Y bastante.

Aunque sólo hubiera sido una simple provocación, aquello le excitó lo suficiente como para querer seguir más allá. Sin embargo, cuando comenzó a acariciar por debajo de la ropa de su compañero, éste se separó negando con el rostro y llevando un dedo a sus labios.

  • The memory now is like the picture was then when the paper’s crumpled up it can’t be perfect again... - y dicho esto, se separó totalmente de él  medio riéndose. - Cámbiate, te llevaré a trabajar. Además, mi madre está aquí y no me apetece que vuelva a pillarnos.

            • *  * *  *

Una semana después, Christian

Ya había pasado un poco más de una semana y las cosas parecían calmarse poco a poco.

Apoyó los codos sobre la barra, suspirando, mientras jugueteaba con la pajita de su coca-cola. La rutina del hotel, aunque la agradecía, se le hacía algo pesada. Menos mal que era la hora del “descanso”, es decir, que no había mucho que hacer, y Sebastian y Erika charlaban animadamente con él.

  • ¿Y para cuándo tienes la entrevista? - preguntó la de pelo rojo, sentada a su lado - Yo estaría súper nerviosa.

  • Mmmh, para dentro de tres días. - habló desganado, terminándose la bebida.

  • No me lo creo, nene. Después de tantos años mandando Demos y maquetas a las discográficas y justo ahora te contestan. Eso sí que es suerte. Aprovéchalo, porque sino...

  • Ya, ya lo sé, Erika. No hace falta que me lo repitas. Pero tampoco te vayas a emocionar demasiado que luego vete tú a saber. Éstas cosas no son tan fáciles, ¿verdad Sebas? - buscó el apoyo del chico, quien escuchaba atentamente entre tanto que limpiaba parte de la barra.

  • Err, si claro. No sólo se necesita suerte, hay que currárselo. - se acercó a ellos - Además, aún firmando un contrato y sacando un disco, no todo es gloria. Si a la gente no le atrae y no vende lo suficiente, todo se irá al carajo. La industria musical es muy traicionera....también hay que contar con eso.

  • Eso es.

  • Si, bueno, tienes razón. - asintió la chica - Pero hay que ser optimista, nenes. Por lo menos ya tienes la oportunidad de hacer lo que te gusta, ¿no? Pues eso es lo que importa. - sonrió a su amigo, intentando alegrarle.

  • No es que sea pesimista, sólo veo las cosas objetivamente. - declaró levantándose dispuesto a volver a encerrarse en su silencioso despacho.

  • Si a eso lo llamas ser objetivo. - comentó Erika entre risas, pero al mirar a su amigo se quedó extrañada, ya que el rubio se había quedado estático mirando justo detrás de ella, así que sin más dilación, volteó a ver qué le hacía estar tan...atónito.

  • ¿Qué...haces aquí? - cuestionó acercándose a la persona en cuestión.

  • Quería hablar contigo.

  • ¿De qué? No tengo mucho tiempo, y menos como para desperdiciarlo. - sonó casi despectivo, pero no podía remediarlo. Le ponía frenético el tenerle delante.

  • Sobre Mauricio. Es importante. - zanjó con aire misterioso el peli-rojo, cruzándose de brazos.

            • *  * * *

Christian y David

Le miró impasible.

Aquello no le gustaba en absoluto.

  • Entonces, ¿qué es lo que quieres decirme con eso? - levantó una ceja sin creerse demasiado sus palabras.

  • Pues nada más y nada menos que lo que has oído. - el de ojos verdes parecía estar disfrutando con la situación.

  • Hm... - suspiró levantándose repentinamente de aquella mesa, cogiendo su chaqueta del respaldo de la silla. - No pienses que voy a tragarme todas esas tonterías.

  • Es que no tienes que tragártelas, tienes que asimilarlas. ¿O es que te creíste toda la “parrafada” que te soltó Mauricio? - le agarró del brazo, impidiéndole irse - Jajaja, no me hagas reír.

  • Pues sí, le creo antes a él que a ti. Suéltame. - le ordenó, enfadándose ante aquella actitud altiva que mantenía el chico.

  • Él no te quiere. - sentenció justo cuando Christian estaba por salir del bar, consiguiendo que las demás personas fijaran su vista y atención en ellos, y que el rubio se detuviera en su avance. - ¿O acaso te lo ha dicho alguna vez? - sonrió para sí al ver que el más alto no contestaba ante aquella pregunta llena de malicia - No es capaz de querer a nadie. Ni a ti...ni a mí. En éstos diez años no ha salido ni siquiera una vez de su boca la palabra “Te quiero”. Sólo se está aprovechando de ti, ¿no lo ves? Si yo no me hubiera cansado de tenerle metido en mi cama no le habrías vuelto a ver, ¿qué te crees? Mauricio no volvió porque quisiera estar contigo. Solamente vio una oportunidad de tener casa y sexo gratis. Nada más.

A Christian le dolió enormemente escuchar aquello. No porque le creyera, sino porque en parte tenía razón.

De nuevo se sentía confundido en lo que a la relación de Mauricio y David respectaba.

Además...nunca le había dicho que le quisiera...y él sí que lo hizo. Se sentía furioso. Furioso consigo mismo y con ellos dos.

  • Di lo que quieras. No pienso dejarme llevar por lo que tú pienses. - habló sin mirarle, de espaldas a él - Crees que le conoces, pero te equivocas por completo. - y dicho esto, salió rápidamente del establecimiento.

Condujo sin miramientos por las anchas calles del centro de la ciudad, con la penetrante música de “Slipknot” a todo volumen. Necesitaba descargar tensión, y cantar aquello le ayudaba considerablemente. Tenía decidido no actuar pensando en lo que otros le decían, ni tampoco dejarse llevar por estúpidos enfados. Así que lo único que tenía claro era que si dudaba de Mauricio, lo mejor sería hablarlo directamente con él. Además, la imagen de David contándole con casi todos los detalles habidos y por haber de la primera vez que se acostaron comenzaba a hacer estragos en sus nervios.

Después de casi media hora de recorrido, llegó a su destino. No se preocupó ni de ponerse la chaqueta ni de cerrar convenientemente el coche, solamente pensaba en llegar al lugar y así poder hablar con su primo.

Entró como un torbellino en el edificio, haciendo caso omiso a las advertencias de la chica de recepción, ya que no se podía entrar sin autorización. Recorrió varios pasillos luego de subir con uno de los ascensores, hasta que divisó una puerta en la que se leía “Plató nº.23”, y ya que por medio del otro ya sabía que ése era en el que solía trabajar, entró.

  • ¿Qué hace usted aquí? Ésta es una zona privada. - le advirtió un hombre con cara de pocos amigos, impidiéndole el paso con uno de sus amplios brazos - Si no es parte del equipo no puede entrar aquí, lo siento.

  • Estoy buscando a una persona, es urgente. Sólo déjeme ver si está, no le causaré problemas, de verdad.

  • Lo siento, pero no puedo dejarte pasar, estamos grabando. Dime de quién se trata y yo le avisaré.

  • De acuerdo. - respiró resignado – Mauricio Hudson, es uno de los cámaras. Suele estar en éste plató.

  • Le buscaré a ver, pero espere afuera, por favor. - le señaló la puerta, y Christian, aún con algo de estoicismo, obedeció.

Miró el reloj y ya habían pasado más de veinte minutos.

Se sentó en el frío suelo del solitario pasillo, apoyando la cabeza y la espalda en la pared. Se comenzaba a hartar de tanto esperar, sin contar que sus nervios cada vez eran más perceptibles. Inclusive le temblaban las manos y su mandíbula no conseguía relajarse de ninguna manera. Cerró los ojos.

  • Christian, ¿ha pasado algo? - la voz seria del moreno le sacó del “trance”. Abrió los ojos y se encontró con la mirada inquisidora del otro, el cual se encontraba agachado frente a él.

  • Vamos a algún sitio en el que podamos hablar a solas. - habló tajante, enderezándose y mirando a su alrededor.

Mauricio asintió confundido, guiándole hasta uno de los almacenes llenos de cámaras, micrófonos, cables y demás accesorios útiles para aquel trabajo. Al cerrar la puerta, sin darse cuenta, se encontró con las finas manos del rubio asiéndole del cuello de la camiseta, estampándole literalmente contra la misma entrada.

Christian miró de nuevo alrededor, cerciorándose de que estuvieran solos, para luego acercarse bruscamente al rostro del más alto y besar sus labios con hambre. Se adentró forzadamente en su boca, buscando la caricia de sus lenguas, ahogándose él mismo por la fuerza del beso.

  • Dime que me quieres. - le indicó respirando entrecortadamente, observando el rostro desencajado de su acompañante.

  • ¿Qué...? - apoyó las manos sobre sus hombros, intentando separarle - ¿A qué viene eso, Christian? ¿Por qué te presentas aquí de repente pidiéndome algo como eso?

  • Sólo dilo. - aflojó su tono de voz - Vamos. - se deshizo del agarre con un movimiento rápido, acercándose de nuevo y acariciando su mejilla con un gesto demasiado serio para estar en aquella situación. Bajó lentamente por su cuello, sin dejarle de mirar fijamente a los ojos, esos ojos negros que extrañamente denotaban confusión.

  • Dime qué pasa. - habló sin hacer caso a su petición, sintiendo como la mano del rubio bajaba hasta el cierre de su pantalón. Entonces reaccionó, deteniéndole con su propia mano. - Para. Esto no sé a qué viene, pero no voy a dejarte. ¿No piensas decirme qué es lo que pasa?

Le miró casi con odio, haciendo fuerza para que le soltara, pero sin conseguir nada. ¿Tanto le costaba decir aquello? Eran sólo dos palabras...TE-QUIERO. No era para tanto, ¿no?

Con su otra mano, acarició sus labios, echando la cabeza hacia atrás

  • ¿No eres capaz ni siquiera de mentirme? - rió a medias, con el ceño fruncido - Sólo dime lo que quiero escuchar y ya está. ¿O es que no puedes decir algo que no sientes? - bajó con los dedos por su abdomen, introduciéndolos bajo la ropa, para así poder seguir con las caricias.

  • Hn... - jadeó casi inaudiblemente el moreno al sentir el frío tacto sobre su piel - No digas tonterías. - soltó el agarre de su otra mano y subió las suyas hasta el rostro del más bajo, asiéndole y acercándole más aún al suyo - Claro que no podría decir algo que no siento, - murmuró sobre sus labios - pero no pienses que éste es el caso. - terminó por decir, enredando sus dedos en el cabello de Christian y besándole ahora dulcemente.

  • Entonces... - jadeó contra sus labios, acariciando aún su abdomen, ahora ya con las dos manos.

  • Sigo sin saber por qué has venido hasta aquí para esto. - besó su cuello y su oído, hablando intermitentemente - Tampoco lo quiero saber...prefiero no saberlo. - abrazó al chico, haciéndole cesar en las caricias y obligándole a corresponder el gesto. - No pensaba decir algo como esto en un lugar así. No era mi idea...pero bueno, no todo es perfecto. - el rubio tembló solo de pensar que le diría lo que tanto ansiaba - Christian, te quiero. Y no lo digo para complacerte ni para que sigas conmigo. Te lo digo aquí y ahora por las circunstancias y porque...simplemente lo siento así.

Christian se derrumbó en ese instante. No sabía porque había llegado a comportarse así...y aunque consiguiera lo que quería, no se sentía bien. Claro que no. Le había forzado a decir aquello por su simple desconfianza. Tenía que cambiar, se lo prometió a sí mismo...pero siempre caía en su tozudez y obcecación. Estúpido.

Apretó más contra sí el cuerpo de su primo, maldiciéndose mentalmente por actuar de esa forma. Al final había creído antes en las palabras de David que en el que era su pareja. Se sentía como un auténtico estúpido. Pero eso no quedaría así, no. El peli-rojo ya se las vería con él.

Gracias por leer, espero les haya gustado y nos vemos en la próxima. No olviden comentar, valorar y hacerme llegar su opinión.