Everything Has Changed Cap. 13

Unas frías lágrimas surcaron veloces sus mejillas, terminando su recorrido en el inerte material del suelo que pisaba. Con la manga de su camiseta, se secó los restos al escuchar unos pasos cercanos a él. Fuera quien fuera, no quería que le viera así.

Bueno aquí les dejo otro capítulo más, espero lo disfruten. Gracias por los mensajes, correos, comentarios y valoraciones en cada relato, son apreciados y valorados.


Yeisi y David

Se apartó el largo mechón que le caía por el ojo derecho, apoyando los codos sobre la mesa.

  • No. Creo que es mejor que me aleje de su vida por un tiempo. No creo que sea adecuado. - bajó la mirada, apenado, jugueteando con la cuchara del ya acabado café.

  • ¿Adecuado para quién? ¿Para Mauricio o... - le miró curiosa. Sabía que lo estaba pasando mal, pero tampoco iba a dejarle guardarse las cosas, así sólo se haría daño a sí mismo, y para algo era su amiga, ¿no? - para ti?

El peli-rojo gruñó levemente, alzando el rostro para así poder “desafiar” a su amiga con la mirada, por aquella pregunta falta de consuelo y de tacto - Para los dos.

  • ¿Ah sí? - dio un pequeño sorbo a su té - Pues explícamelo, porque no lo veo como tú.

  • Hm... - suspiró - Yo no quiero verle, si lo hiciera... - sonrió a medias, sabiendo que no haría falta decirle por enésima vez cómo se sentiría en esa situación - y aparecer delante su vida ahora justo cuando está con Christian...¿y si lo sabe? ¿Y si sabe que estuvimos juntos? No...No sé cómo se lo tomaría, además, puede que le cause problemas a Mauricio si aparezco.

  • Por eso no te preocupes. - habló recordando lo que vio la noche anterior en aquel pub – Christian ya lo sabe. Y bueno, tampoco se lo tomó tan...mal. ¡Pero eso no es lo importante! - gesticuló nerviosamente - Lo que intento decirte es que es una tontería que no vayas a ver a Mauricio por eso. Mira, es lo más normal del mundo que Mau haya tenido pareja antes, tiene 26 años, y si a alguien le molesta, pues que le moleste. - el más alto la miró extrañado - No digo que no me importe Christian, es mi amigo también, pero debe ser realista con eso. Y tú antes de ser el ex ligue de Mauricio eres su amigo, y un amigo de hace muchísimos años, ¿no? Entonces, ¿qué problema hay? Sólo te lo tienes que meter en esa cabecita tuya. - le golpeó suavemente con el dedo en la frente.

  • Ya, ya. - se apartó, descansando la espalda en el asiento. - Para ti es fácil decirlo. Pero no me siento con ganas de verle ahora mismo. En éste momento no. Entiende eso por lo menos, Yeisi.

  • De acuerdo - musitó no del todo vencida. - Pero pienso decirle que te he visto, eso sí. ¿O es que tampoco quieres que sepa que estás bien? Él también se preocupa por ti, aunque no lo creas.

El de ojos verdes la observó impasible, pensativo. En el fondo tenía unas ganas irrefrenables de ir a ese hotel y verle de nuevo, pero...que por eso se armara una “escenita” no era lo que tenía pensado.

No le quedaba otra que esperar. O eso pensaba.

              • *  * * *

Christian

Bajó del coche, seguido por su primo.

Su forma de andar denotaba la falta de paciencia que mantenía en aquel instante. Joder, es que no le dejaban ni un puñetero minuto tranquilo... ¿cómo iba a aclararse si no le dejaban siquiera pensar?

Llegó notablemente antes que el otro a la puerta, tocando con apremio el estridente timbre. Su tía le recibió con un gesto preocupado, dejándole paso, para luego mirar a su propio hijo con tristeza. Christian percibió aquello, aún así, agarró la mano del moreno, estirando de él y hablándole a la mujer

-Mariana, no te preocupes, no va a pasar nada. - sonrió esforzado, pero necesitaba tranquilizarla.

Siguió adelante por el pasillo, con el otro, y a diferencia de lo que pensaba, aquello estaba quizás demasiado tranquilo. Entró en la sala de estar, observando a su madre sentada en uno de los sillones. Miró a su alrededor. Su tío no estaba, pero...a él le dijeron que mismamente fuera por eso...porque Christina y su hermano estaban casi por matarse, peleándose quién sabe por qué...sin embargo allí no había ni rastro del hombre. Qué extraño... Aunque en el fondo le alivió aquello.

  • ¿Dónde...? - murmuró sentándose al lado de su madre y separando su mano del agarre.

  • Se ha ido. No te preocupes, nadie nuca ha podido conmigo, je je je.- bromeó la mujer acariciando la mejilla de su hijo.

  • No tiene gracia. Ha sido una soberana tontería venir aquí, lo sabes, ¿verdad? - apartó la caricia con una mirada desafiante - ¿En qué estabas pensando, ah? Primero, no estás en condiciones de andar ¡mira tú pierna! - señaló a la susodicha, algo amoratada e hinchada aún del accidente - Y para colmo te quitas la venda... Y segundo, ¿qué pretendías ganar discutiendo con Ricardo? ¿Defenderme? ¿Defendernos? - miró momentáneamente al moreno, quien sólo les observaba junto a su madre en silencio - Pues yo creo que eso no hace falta que lo hagas, mamá. Ya tenemos nuestros añitos y sabemos ocuparnos de lo nuestro a NUESTRA manera, ¿ok? No puedo dejarte ni un segundo sola.

  • ¡Eh, eh! No te sulfures, que tampoco es para tanto. Vine porque quise, y no para defenderos ni nada por el estilo. Simplemente...teníamos cosas de las que hablar. Y yo también, por si lo olvidaste, ya tengo mi edad y sé perfectamente lo que hago.

  • Pfff... - masculló sin ganas de seguir con aquello. Lo único que quería era volver al hotel y descansar...a solas. - Venga, vamos. - le ordenó levantándose y tendiéndole la mano a su madre. Ésta, al levantarse, se quejó levemente, por lo que parecía había forzado demasiado el tobillo y no estaba como para ponerse a andar de nuevo. Así que sin decir nada, el rubio pasó sus manos por debajo de su cuerpo y la alzó entre sus brazos. - No quiero quejas. No puedes andar en este estado y menos bajar escaleras. - la miró fijamente, avisándola de que no quería que dijera nada más y luego le habló a su primo - Mauricio, ¿podrías coger las muletas?

  • Claro. - contestó recogiéndolas y siguiendo nuevamente al rubio.

Mariana se despidió de ellos, aunque antes de aquello, Christian pudo ver como le decía algo en voz baja a su hijo, parecía ser algo comprometido, pero tampoco pudo escucharlo. Aunque sentía curiosidad, en ese momento no iba a ponerse a “investigar”. Ya tenía demasiadas cosas en las que pensar.

  • ¿Sabes el susto que me has dado? - cuestionó a la mujer justo al llegar al coche, aparcado delante de la casa - Cuando Mariana me llamó se escuchaban sus gritos. Dios, mamá, parecías una histérica.- bufó dejándola en el suelo, para poder abrir el auto.

  • ¿Y qué quieres?  Tu tío no se queda atrás...él se puso a gritarme y yo no me iba a quedar de brazos cruzados, que a mala leche no me gana nadie.

  • Eso seguro. Eres igual que papá. - manifestó una voz ronca a sus espaldas, Ricardo. Los tres voltearon, quedando entre sorprendidos y disgustados. - ¿Qué? ¿Ya te vas? No creía que tuvieras que pedirle a tu hijo que te llevara a casa. Aún dependes de él, ¿eh?

  • Si, se va. ¿Algún problema? – Christian se entrometió. Sabía que si dejaba hablar a su madre eso no tendría fin.

  • Mmm no, ninguno que yo crea. - les miró desafiante, y con más intensidad cuando posó sus ojos sobre el más alto. - Hombre, pero si ha venido el hijo pródigo - ironizó - ¿Cómo que tú aquí? Ah, ya sé...vigilando la mercancía, ¿no?

¿Mercancía? ¿Qué coño?

¿Había escuchado bien? ¿Acababa de llamarle...? Joder, eso ya era la gota que colmaba el vaso. No iba a dejarse tratar de esa manera por nadie, y menos en ese momento. Estaba harto de que todo el mundo se metiera en su relación, fuera la que fuera, y que nada saliera bien.

Todo el mundo en su contra...perfecto.

  • ¡Ya basta! ¡No aguanto más! - vociferó apretando los puños, acercándose a su tío peligrosamente - ¡Ya me tienes hasta los cojones con sus intransigencias! ¡¿Es que no Piensas dejarnos vivir en paz ni un puto segundo?! - alzó las manos, dispuesto a agarrar el cuello de la camisa del otro, pero Mauricio se adelantó a sus movimientos, rodeándole por detrás con un brazo, ya que en el otro sujetaba aún las muletas, y así detener su acción. - ¿Mm? - Christian se le quedó mirando, estático. ¿Qué iba a hacer? ¿Pegar a su propio tío? Mierda, había estado a punto de hacer una estupidez de las grandes...la tensión le estaba consumiendo. - De acuerdo, lo pillo. Ya puedes soltarme. - le habló al moreno con gesto aparentemente tranquilo. - No te preocupes - observó al hombre, mientras que el abrazo se deshacía - tu hijo y yo no estamos juntos. ¿Contento?

Horas Después, Christian

  • No sé qué hacer... - suspiró, sentándose en las escaleras de la entrada, sujetando el móvil entre sus dedos - ni qué pensar. Todo esto me puede... Joder, Erika, que ya no sé ni lo que hago.

  • Bueno, no te hagas drama, nene. Tampoco le pegaste a tu tío...sólo lo intentaste. - su voz sonó algo divertida con la situación.

  • Sí, claro, porque Mauricio se interpuso, sino... - se apartó a un lado al ver como un grupo de personas subían por las escaleras para entrar al hotel. - Y gracias por tomártelo taaaan en serio. - satirizó.

  • Bueno, tranquilo, que sólo le quería quitar un poco de peso a todo esto. Mira, deberías descansar y pasar de todo y TODOS durante un tiempo, ya sabes, relajarte. Aunque...estando en el hotel no conseguirás mucho.

  • Eso es imposible. Era venir aquí o quedarme con mi madre. Y como que prefiero la primera opción. Además, Mauricio se ha quedado en mi casa...y no tengo muchas ganas de verle.

  • A...pero tendrás que verle a fin de cuentas. ¿No crees que sea mejor que aclares las cosas con él antes de nada? No digo que vuelvas con él, sólo que calmes las cosas entre ustedes.

  • Pero si el ambiente no está tenso... - pensó en sus palabras, para luego volver a hablar - bueno, no del todo. No sé, después de lo de ayer...me siento mal, no entiendo lo que pasó. Tengo miedo.

  • Lo sé, lindo. Pero piensa también en lo que pueda sentir Mauricio.

  • Si lo hago.

  • No, no lo haces. Ayer mismo, ¿cómo piensas que se sintió al verte allí retozando con tu ex? Y para más completar, le dijiste todas esas burradas, y estabas...

  • Mierda… - farfulló interrumpiéndola - Debió sentirse fatal.

  • Ajá. - asintió rápidamente la chica al otro lado de la línea - Vale que quizás se comportara algo brusco contigo, pero cualquiera hubiera reaccionado así en esa situación. Incluso tú mismo.

  • Puede que tengas razón.

  • Pues claro que tengo la razón. ¿Cuándo me he equivocado yo en algo así? - le preguntó más bien para sosegarle - Con Jhoan no me equivoqué en absoluto, ¿no? Pues ahora, por lo menos ésta vez, hazme caso y habla con él, ¿ok? Si no, te las verás conmigo.

  • Si, si...lo haré, te lo prometo. - sonrió levemente, aunque la chica no le pudiera ver. Sus palabras le habían ayudado bastante en ese horroroso día - Bueno, será mejor que vuelva adentro. Mañana te veo, ¿ok?

  • Ok, hasta mañana, nene.

  • A, y dile a Sebas que a la próxima no le dejaré escaquearse del trabajo por un día de pasión contigo. - bromeó, despidiéndose por fin de su amiga y guardando el teléfono en el bolsillo. Se levantó pesadamente de su asiento improvisado, observando a su alrededor el ir y venir de gente en aquella céntrica calle en la que se encontraba el hotel. Por lo menos ya no estaba en Navidades y el gentío disminuía.

No tenía ninguna gana de volver a entrar allí, pero tampoco sería muy responsable por su parte dejar el negocio sin nadie para supervisarlo, ¿no? Con resignación, se dispuso a regresar al trabajo, sin embargo, la voz chillona de Yeisi le detuvo.

  • ¡Hi, guapo! - saludó sonriente acercándose a él - ¿Cómo estás? - se puso de puntillas, besándole en la mejilla.

  • Hola, guapa - le guiñó el ojo, devolviéndole el beso - Pues bueno, bien, ¿no lo ves? - mintió, esforzando una pequeña sonrisa. - ¿Qué haces por aquí? ¿Buscas a Mauricio? No está.

  • A, me alegro...porque después de lo de ayer...Bueno, cambiando de tema, je je, pues sí que venía a buscarle, a ver si le apetecía venir a dar una vuelta. - respondió perceptiblemente nerviosa, algo que no pasó desapercibido por el rubio. - ¿Dónde está? ¿No ha vuelto de trabajar aún? Qué raro.

  • Em, no, hoy se ha pedido el día libre. Pero se ha quedado en mi casa, con mi madre. Si quieres puedes ir a verle allí, ya sabes donde es, ¿no? - desvió la mirada, sintiéndose observado. Aquel chico, a unos metros de ellos, le miraba con un gesto extraño, parecía como si les conociera...o que estuviera esperando a Yeisi. - Además, seguro que se alegra.

  • Mm pues no es mala idea. - comentó despreocupada, pero al ver como el chico no la miraba, sino que tenía su vista fija en otro punto, se fijó más atentamente. - E...él es... - no sabía si decírselo o mentirle. No quería que el otro se sintiera incómodo, pero tampoco iba a mentir a Christian. - Es David, ¿te acuerdas de él?

Christian quedó en shock.

David... ¡era David! Eso sí que no se lo esperaba. Era el remate perfecto a ese dichoso día.

¿Qué hacía? ¿Se iba o se quedaba? Sus piernas no le respondían, aun queriendo salir corriendo de allí no lo conseguiría. Pero...¿cómo tendría que comportarse? No lo había pensado. Bueno, es que ni siquiera se le había pasado por la mente el encontrarse con él, y menos tan...repentinamente.

Le dieron ganas de estrangular a la castaña en ese preciso instante. ¿Es que le trajo para que Mauricio y él se vieran o qué? Estaba loca...y en su momento le pediría explicaciones, claro que sí. Vio como el peli-rojo se acercaba lentamente, a petición expresa de la chica, hacia ellos. ¡Dios! Al final terminaría matando a alguien.

  • Hola, Christian. Cuánto tiempo, ¿verdad? - su tono de voz no sonó jocoso ni amenazante, no, todo lo contrario, sonaba tranquilo e inquieto en cierta manera. Extendió la mano, dispuesto a saludar como debía.

  • E...ho-hola - apretó su mano nervioso, deshaciendo el agarre rápidamente. Se sentía extraño. - Si, mucho tiempo. - murmuró sin quitarle la mirada. La verdad es que seguía teniendo aquel aire misterioso y atrayente de cuando eran más jóvenes, aún así, sus recuerdos tampoco podía borrarlos, y algo de rencor seguía sintiendo en su interior al recordarle.

Al verle tan de cerca, entendió el por qué Mauricio estuvo manteniendo una relación con él. Era guapo, si, demasiado...esos ojos grandes y verdes transmitían seguridad, cariño, calor...su cuerpo bien formado, su olor, su expresión serena...era casi perfecto. Qué idiota...ahora se sentía inferior.

  • ¿Estás bien, Christian? - preguntó la castaña preocupada, sacándole de sus cavilaciones - De pronto te has quedado pálido.

  • Err...s-sí, estoy bien, no te preocupes. - se rascó el cuello agitado - Sólo es que no he descansado lo suficiente hoy.

  • Entonces, ¿por qué no te vas a dormir? Igualmente, ya es bastante tarde, - miró su reloj - son las doce y media. Mm, podrías venirte con nosotros a tu casa, ¿no crees? - el rubio no contestó, mirándola confundido. ¿Ir a su casa, con Mauricio allí, y con David? ¡Dios! Si que al final mataba a alguien...a Yeisi. - Venga, no me pongas esa cara de perrito abandonado. - tiró de su brazo, incitándole a que les acompañara. - Si en el fondo tienes unas ganas de coger cama.

  • Yeisi, no seas pesada. A lo mejor no puede irse. - interrumpió el de ojos verdes.

Eso fue lo que le hizo cambiar radicalmente de plan. ¿Había dicho eso porque quería quedarse a solas con Mauricio? Eso ni pensarlo. Por lo menos no estando él vivo, ni hablar.

  • Iré. Espera a que coja el abrigo, enseguida vuelvo. - y dicho esto entró casi en una carrera en el edificio.

  • No creo que sea buena idea ir con él. - habló el chico, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón - Se va a liar, ya lo verás.

  • Pues si se tiene que liar, se lía. Por eso no hay problema. - sonrió victoriosa.

  • Creo que paso. No voy.

  • ¿Cómo? ¡De eso nada! Me ha costado muchísimo convencerte para que me acompañaras y ahora te rajas, no, no y no. Un día de éstos tendrías que hacerlo, y mejor que sea ahora. Además, Christian no es una mala persona. No pienses que se te va a tirar encima.

  • Pero Mauricio y él no parece que estén bien. Puedo joder más las cosas apareciendo, ¿entiendes?

La más baja iba a protestarle, pero la vuelta del otro chico la cortó.

  • Bueno, ¿vamos? Podemos ir en mi coche. - les dijo aparentemente tranquilo, pero en el fondo estaba que se carcomía de la rabia. Ya sabía que David no tenía la culpa de nada, pero no podía remediarlo, era superior a él.

En el transcurso del viaje no hubo casi conversación. Si no hubiera sido por las preguntas indirectas de Yeisi a Christian sobre cómo se encontraba después de lo de la noche anterior, el silencio habría reinado entre ellos. Al llegar, Yeisi y David fueron los primeros en salir del coche y entrar en la casa, sin embargo, el rubio prefirió quedarse un rato para poder despejarse y no armar quién sabe qué.

Cuando estuvo listo para entrar, ya habían pasado unos quince minutos. Abrió la puerta con sus propias llaves, dejando el abrigo colgado en la entrada. Se adentró en la casa, escuchando las ruidosas voces de la chica y su madre en la planta de arriba. Seguramente ya estaban comentando sus cosas como unas locas cotillas. No se preocupó por ellas, sino por el no ver ni a su primo ni al peli-rojo por los alrededores.

Rebuscó impaciente por las habitaciones, incluso pasando de largo de la habitación de su madre, maldiciendo en voz baja. Por mucho que intentó relajarse, los nervios volvieron a invadirle, y una sensación de tristeza se apoderó de él. Luego de unos minutos interminables de búsqueda, el único sitio que le quedaba por inspeccionar era el jardín trasero, y justo fue allí donde divisó a los dos chicos.

Se quedó parado, apoyado en el resquicio de la puerta corredera, simplemente observando.

El más alto, sentado en una de las piedras, y el otro, en la misma posición, pero en la hierba. Parecía que solamente hablaban. Quería saber de qué, aún así, no pensaba que fuera correcto acercarse. David tenía todo el derecho de poder hablar con el otro, y él no era quien para quitarle tal privilegio. Por mucho que le doliera, no debía entrometerse.

              • *  *

Horas Después, Christian

Yeisi ya se había ido.

Eran las tres de la madrugada y él aún estaba despierto. Pero es que no conseguía conciliar el sueño sabiendo que el ex de su primo seguía allí, hablando con él o... ¡No! Eso no. Prefería no imaginárselo.

Se estiró sobre el sillón, en el cual llevaba ya una hora más o menos tumbado, con la luz apagada. Abrió los ojos, suspirando. ¿Por qué todo le resultaba tan difícil? Él quería estar con Mauricio, eso lo tenía muy claro. Entonces, ¿qué problema había? Ah, sí...su miedo. Miedo a todo lo que acarrearía aquello y miedo a lo que pudiera suceder. Pero la sensación de poder perderle por un simple berrinche de niño pequeño le estaba comiendo por dentro.

Se levantó, dirigiéndose a la cocina, tenía sed. Abrió la nevera, aún a oscuras, cogiendo un jugo de naranja y bebiendo directamente de él. En ese momento no le importaba ser tan descuidado en algo como eso.

Escuchó unas voces provenientes de la entrada. El corazón le dio un vuelco. ¿Sería David que ya se iba? ¿O Mauricio se iría con él también? Dejó el envase sobre la encimera, apoyando las manos sobre ésta. Bajó el rostro, dejando que el flequillo tapara sus ojos. Tenía ganas de llorar. Quería llorar. Lo necesitaba. Y no tardó mucho en conseguirlo. Unas frías lágrimas surcaron veloces sus mejillas, terminando su recorrido en el inerte material del suelo que pisaba. Con la manga de su camiseta, se secó los restos al escuchar unos pasos cercanos a él. Fuera quien fuera, no quería que le viera así.

  • Lo siento. - habló pesadamente el moreno tras él - Sé que verle te ha dolido.

  • No sé de qué estás hablando. - comentó esforzándose por no sollozar, sin mirarle - A mi no me ha dolido nada. - abrió nuevamente la nevera, guardando el jugo y cerrándola de un golpe.

  • Pues a mí sí que me ha dolido el pensar en cómo te puedes estar sintiendo. - se acercó al otro, abrazándole por detrás, hundiendo el rostro en su cuello.

  • ¿Q-qué haces? - cuestionó aturdido ante tal acción. - ¿Por qué...me abrazas? - sintió como el largo cabello del moreno caía juguetonamente por su cuello y su pecho, haciéndole cosquillas.

  • Porque quiero sentirte. - habló tajante, sin remordimientos y sin pensar en absoluto.

Christian, quien hasta el momento no había movido ni un solo músculo, alzó temblorosas sus manos, descansándolas sobre los fuertes brazos de su acompañante.

  • Te quiero...y me hace daño. - se sinceró, bajando de nuevo el rostro y sintiendo aquel líquido en sus ojos.

Espero que les haya gustado. Valorar y comentar no está de más. Gracias y espero vernos en el próximo capítulo.