Everything Has Changed Cap. 10

Entonó las primeras notas, acompañándolas de su fina voz. Las incipientes lágrimas no le ayudaban en absoluto, la voz casi no le salía.

Christian y Mauricio

-Mauricio, no me asustes.- le pidió torciendo levemente el rostro para verle, e intentando darse la completamente, pero el moreno se lo impedía.

  • No... No te muevas. - musitó amargamente.

  • P-pero...

  • Sólo quiero que me escuches. - susurró en su oído, arrastrando una de sus frías manos por el largo de su brazo, nerviosamente.

  • No, ahora no... Tu tono de voz no me suena del todo...esperanzador...- habló el rubio asiendo la mano en su brazo, y besándola - Prefiero que no me digas nada...necesito que éste momento no se estropee. - quizás le sonara algo egoísta por su parte aquello, pero quería que nada ni nadie cambiara lo bien que se sentía en aquella circunstancia.

  • Como quieras. - volvió a entonar sus frases con su distintivo porte serio.

  • Necesito descansar. Ya mañana hablaremos, ¿de acuerdo? - se rodeó a sí mismo con los brazos del más alto, cubriéndose a los dos con las blancas sábanas, acurrucándose contra el cuerpo de Mauricio. Estaba cansado. Mental y físicamente. Ya mañana sería otro día, pero esa noche era para él...para él y para Mauricio, y quería guardarla en su memoria como algo bonito y perfecto. Sintió como el moreno se dejaba llevar también por el sueño, respirando contra su nuca acompasadamente.

Cerró los ojos lentamente, acompañándolos por una sincera y complacida sonrisa. Por fin había conseguido lo que tanto ansió, estar con alguien a quien quisiera de una forma tan...pura.


Christina y Mariana.

  • ¿Y cómo te sientes? - le preguntó sorbiendo de su taza de té.

  • Pues mucho mejor. - Sonrió - Si no fuera por los cuidados de Christian...no sé qué sería de mí, ¡Jajaja! La verdad es que es un cielo. Desde que me dieron el alta no para un momento. Está casi todo el día en el hotel de aquí para allá, y en las horas de menos ajetreo siempre viene a casa a ver qué tal estoy, ha hacerme la comida y a darme las pastillas. Es como si él fuera la madre y yo el hijo.

  • Tienes suerte. - comentó con una media sonrisa, melancólicamente - Ha cambiado mucho.

  • Si, de pequeño era muy introvertido y casi no expresaba sus sentimientos. Pero, aunque me duela reconocerlo, cuando ustedes se fueron comenzó a cambiar. No todo es bueno, claro, su personalidad es más abierta y más cariñosa, pero hubo un tiempo en el que no me hacía caso, contestaba de mala manera y cada dos por tres se metía en alguna pelea o problema. Aún sigue teniendo ese aire...rebelde, je je, aunque menos acentuado... El no ver a Mauricio le cambió radicalmente. Le hizo más fuerte de alguna manera, consiguió que supiera defenderse él solo y que supiera encarar los problemas y solucionarlos.

  • Lo siento... - habló apenada, apoyando la taza sobre la mesilla - Sé que Mauricio le hizo daño...por eso nos lo llevamos.

  • No. Mariana, no te mientas a ti misma, no se llevaron a Mauricio lejos por eso. Simplemente, mi hermano no entendía a su hijo, y no quería aceptarlo, así que no vio otra solución que esa.

  • ¡Ricardo no quería que Christian siguiera pasándolo mal! - exclamó algo alterada la mujer, mirando fijamente a su cuñada.

  • Quizás. Pero no creo que haya salvado a mi hijo de nada de lo que estará a punto de suceder. Da igual que no se enterara con 15 años, porque ya es mayor y tiene el derecho de enterarse. Sea gracias a Mauricio o a mí. A no ser…

  • ¿En qué estás pensando? - preguntó aturdida por aquellas palabras. Sabía que tenía toda la razón del mundo, por mucho miedo que sintiera ante la reacción de su marido.

  • Nada. - dijo con disimulo, rodando los ojos - Sólo que a lo mejor le vendría bien saberlo por tu parte. Mira, si se lo cuento yo no seré imparcial, ya sabes, - alzó una ceja, sacando un cigarrillo del paquete que acababa de coger de la mesilla - si se entera por Ricardo, puede liarse una buena y, no creo que Mauricio esté por la labor de contarle nada...no sé cómo se lo tomaría Chris, y eso podría estropear su relación. - encendió el cigarro, torciendo los labios.

  • ¿A qué te refieres con eso de que puede estropear su “relación”?

  • Pues está muy claro, Mariana. Cuando Christian sepa que Mauricio se acos... - no consiguió terminar la frase, justo en ese momento las puertas correderas de su habitación se abrieron, dejando paso a su hijo. ¿Habría escuchado algo de lo hablaron? Esperaba que la respuesta fuera negativa.

Christian las miró, entre sorprendido y feliz. Se alegraba de volver a verlas tan juntas como antes. Dejó la chaqueta oscura sobre una de las sillas del cuarto, acercándose a las dos mujeres. Primero saludó a su tía con dos besos, por ser la invitada, y luego a su madre, quitándole el cigarro de las manos.

  • No deberías fumar, mamá. - habló apagándolo en el cenicero.

  • ¿Por qué? Tú también fumas, y para colmo soy tu madre. No pidas que los demás que hagan algo que tú no haces.

  • No es por eso. El médico te aconsejó que lo dejaras unos días, por lo menos hasta que te recuperes del todo. Eres una cabezota...- suspiró pesadamente, recogiendo algunos envoltorios de caramelo del suelo. - Y por favor, no te cuesta nada tirar esto a la papelera... ¿A qué hora se fue Yeisi?

  • ¿Ves? Parece mi madre ¡Jajaja! - rió Christina mirando a su cuñada, quien también rió, levemente. - Cariño, estás muy estresado...relájate. O si no, parecerás un viejo antes de tiempo. - bromeó intentando “picar” al rubio. - Yeisi se fue hace un rato, se quedó a dormir y limpió casi todo.

  • Estoy muy relajado, te lo aseguro.

  • De acuerdo, de acuerdo, te creo. - comentó alzando las manos como para informarle de que no seguiría bromeando - ¿Qué tal el hotel hoy? ¿Mucha gente?

  • mm no, como siempre. Está bastante tranquilo, igualmente, he dejado a cargo de todo a Sebastian, es el más responsable. - habló mientras ordenaba una de las estanterías repleta de libros. - Si ocurriera algo, le he dicho que me llame al móvil. Así que no hay problema.

  • Si, con Sebas al mando estará todo bien. ¿Y...qué tal te lo pasaste anoche? - preguntó pícaramente. Mariana se les quedó mirando curiosa, mientras que al de ojos grises, al escucharla y recordar aquello, se le resbaló uno de los libros de la mano, cayendo al suelo.

  • Pu-pues nada fuera de lo nor-normal... - balbuceó agachándose a por el libro, temblequeándole las manos - ¿Ya has comido?

  • No, pero no tengo hambre aún. Y no me cambies de tema... ¿sirvió de algo tu noche libre?

  • Mamá, - volteó a mirarla, frunciendo el ceño - no es que cambie de tema, pero es que no me siento cómodo hablando de esto aquí... - observó momentáneamente a su tía - con ustedes.

Christina bufó, sabiendo que no conseguiría sonsacarle nada. Y bueno, por una parte lo comprendía. Allí, con su madre y con la de Mauricio, hablar sobre ellos...un tanto vergonzoso, sí.

  • Yo...me voy a ir. - dijo levantándose de la silla, entretanto que se ponía el abrigo - Tengo que hacer la comida...y me gustaría ir a ver a Mauricio un ratito.

  • E...tía, Mauricio no creo que esté en el hotel...Ésta mañana, cuando me desperté, ya no estaba... - su rostro se ensombreció, le había dolido el no encontrarle después...de eso. Le hubiera gustado despertar con él.- Seguramente esté trabajando, y volverá tarde.

  • Ah...pues nada. Ya le veré otro día. No pasa nada. - se acercó a su cuñada, despidiéndose de ella - Entonces, será mejor que vuelva a casa.

  • Que te acompañe Christian. - Christina miró desafiante a su hijo, intentando transmitirle con la mirada lo que no podía hacer con palabras. - Así podréis hablar un poco.

  • Em...no hace falta, de veras.

  • Iré. - habló serenamente el rubio - Te llevo en coche. - miró a Mariana, y después a su madre - Si tienes hambre, llama al restaurante de al lado, ¿Está bien? Yo volveré enseguida.

  • No tengas prisa, Chris. Además, soy bastante mayor para apañármelas sola. A, por cierto, la próxima vez no te vistas tan...oscuro, - el aludido se miró. Si, hoy iba todo de negro, pero tampoco era para tanto, le sentaba bien.- que parece que vayas a un entierro ¡Jajaja! - bromeó finalmente. Es que era superior a ella el no “picarle”.

  • Vale, mamá. - imploró amargamente. Le sacaba de quicio cuando le hablaba de esa manera.

                  • *  * *

Yessica y Mauricio

Se miró en el espejo del baño, arreglando su desordenado flequillo. Esa mañana no había despertado “muy en su sitio”, y el haberse dormido de más no la había ayudado...le faltó tiempo. Bufó resignada, no conseguiría colocarlo en su sitio por mucho que lo intentase... Así que se decidió por hacerle caso a su madre y ponerse el dichoso pañuelo rojo en la cabeza. Volvió a mirar su reflejo, antes de coger su mochila y salir de los aseos de la emisora. Recorrió el largo pasillo, hasta llegar a los ascensores.

¡Perfecto! Ahora tendría que bajar andando... estropeados. ¿Por qué siempre le pasaba lo mismo? ¿Es que no se preocupaban por los empleados? ¡Por Dios! Que eran diecisiete pisos.

Comenzó a bajar las escaleras, colocándose el largo abrigo. Comenzaba ha hacer cada vez más frío, y eso la molestaba, pero no por el fresco, sino porque con ese tiempo no podría lucir mucho su cuerpo...En fin, habría que esperar.

Ya por el décimo piso, vio como su querido moreno bajaba tranquilamente los escalones, entretenido con un libro bastante “gordo“... ¿cómo podía leer tanto?

Se escabulló de entre algunas personas que bajaban junto a ella, intentando alcanzar a Mauricio. Le costó, sus piernas empezaban a resentirse de tanto bajar escaleras, pero al fin consiguió alcanzarle y asirse de su brazo, deteniéndole.

  • ¿Qué lees? - preguntó para entablar alguna conversación, por banal que fuera. Pero no consiguió respuesta alguna. El moreno, solamente alzó el libro para que la chica pudiera leer el título y volvió a fijar su vista en aquellas líneas.- “La sombra del viento”.. - susurró pensativa - Me suena...creo que lo tengo en la biblioteca de casa. - mintió.

  • ¿Y de qué te sirve tenerlo si no lo lees? - Yessica no supo qué contestar. Parecía que hoy no era su día...Bueno, nunca era su día.

  • E... ¿estás...enfadado por lo de anoche? - le miró curiosa, estrujando el asa de la mochila impaciente.

  • No.

  • Ese chico, Ken, fue muy duro... No le hagas caso, dijo sólo tonterías.

  • Te repito que no me molestó. - habló tajante, alzando la vista por fin del libro, cerrándolo y guardándolo en su bolsa. - Puede decir lo que quiera, a mí me es igual.

  • Ap...Pues mejor, je je...- rió sintiéndose fuera de lugar - Es un estúpido. Y... ¿qué tal está Christian?

  • Bien. Cuidando de su madre.

  • ¿Y eso? ¿Está enferma?

  • Algo así. - comentó llegando ya a la última planta, dirigiéndose a la salida con un aire inexpresivo.

  • Espero que se mejore. - le sonrió, saliendo al exterior - ¿Vas a la parada de autobús?

  • Sí.

  • Pues te acompaño. Hoy no tengo ganas de volver con Irene en coche...

  • Como quieras.

                  • *  *

Christian.

Entró con algo de nerviosismo en la casa.

Al final, había accedido a tomar un café con Mariana, quizás tener una conversación con ella le resultara constructivo...o no.

La siguió hasta penetrar en aquel salón carente de iluminación, gracias a que las cortinas tapaban totalmente las ventanas, y las nubes que salpicaban el cielo eran de un gris tan oscuro que pareciera casi negro.

Con un gesto de su mano, la mujer le indicó silenciosamente que ocupara un sitio en el sillón granate de la estancia, y así lo hizo. Dejó el abrigo y el gorro negro que portaba sobre la espalda del asiento, recostándose inquieto. No se sentía del todo a gusto allí, y no porque Mariana no le agradara, sino por todo lo que estaba ocurriendo y lo que una vez ocurrió.

  • ¿Quieres azúcar en el café? - le preguntó muy amablemente la mujer, entrando en la habitación y dejando la bandeja con las dos tazas sobre la pequeña mesa que tenía enfrente.

  • Si, gracias. - agradeció, observando la pequeña mano de la más baja servirle la taza, ya con un sabor más dulce. Se echó el flequillo que le molestaba en los ojos hacia atrás, sin conseguir nada, ya que en unos segundos volvió a entorpecer su visión. Definitivamente, se lo tendría que cortar. Pero eso no le preocupaba en ese momento. En absoluto. - Me gusta ésta casa. - comentó para quitarle tensión al ambiente, entretanto que su tía se sentaba delante de él - Es diferente a la que teníais, pero igualmente me gusta.

  • Gracias. Si, es diferente. No es tan grande, ni pudimos decorarla como nos hubiera gustado, pero bueno, no todo fue fácil cuando nos mudamos. - divagó mirando a su sobrino con ternura y tristeza - La verdad es que el sueldo de Ricardo no era lo suficientemente alto como para costearnos una casa mejor.

  • Eso no tiene importancia. - sonrió - Es acogedora.

El silencio reinó varios minutos. Ninguno sabía por dónde encauzar aquella conversación, con miedo de meter la pata. Sin embargo, a Christian le envolvió precipitadamente un arroje inverosímil, desapareciendo toda la vergüenza posible instantáneamente.

  • ¿Estás preocupada por lo que podamos tener Mauricio y yo? Me imagino que mi madre te habrá comentado algo, no puede callarse nada, - suspiró - pero no quiero que te sientas mortificada por ello.

  • mmm... - Mariana no sabía qué decir. Le habían pillado de sorpresa aquellas palabras, pero fue ella la que le invitó con el riesgo de que la conversación se encauzara por ese tema, y debía afrontarlo - Yo...verás, Christian...no sé si mi hijo y tu tienen algo...pero no me pidas que lo comprenda, porque me es imposible... - los grisáceos ojos del chico se entrecerraron, frunciendo el ceño - Llevo años intentándolo...No...No es que aborrezca su forma de ser o de pensar, - comentó con rapidez. No quería que su sobrino se tomase a mal todo aquello - sólo es que no llego a entenderlo. Pero sea la que sea su relación, no pienso inmiscuirme ni escandalizarme...no sé si me entiendes.

  • Tranquila, te entiendo perfectamente. Y me alegro de que seas sincera conmigo, tía. Hay muchas personas que no entienden el por qué de nuestros gustos, pero prefiero que no lo entiendas y que nos respetes antes de que nos desprecies. - se rascó el cuello nerviosamente - La verdad es que ni siquiera yo sé qué relación tengo con Mauricio, je je...es extraño.

La mujer le miró algo atónita. No se esperaba que el rubio se lo fuera a tomar de esa manera y menos que empezase a sincerarse con ella. Después de tantos años sin mantener contacto alguno y para colmo hablando de todo eso.

Pensó cuidadosamente en qué palabras usar para explicarle todo lo sucedido. Christina tenía razón, sería una buena idea que se enterase de lo sucedido por ella, así no le caería como un jarro de agua fría. Pero pese a sus cavilaciones, el plan se desbarató notablemente, cuando escuchó como la puerta principal se volvía a abrir y dejaba paso a una voz ronca. Eso era lo peor que podría pasar.

Se levantó rápidamente del sillón, apoyándose torpemente en el marco de la puerta

  • Ricardo, cariño, ¿cómo es que vuelves tan pronto? - preguntó mientras que Christian sentía como el estómago le daba un vuelco. Era su tío! Recordaba que era una persona bastante temperamental, quizás demasiado. Pero no como su madre, sino que sus estados de ánimo cambiaban radicalmente y de una forma estrepitosa. Ninguna vez le trató cariñosamente, y nunca supo por qué.

  • Hoy no teníamos mucho trabajo. - comentó el hombre deshaciéndose de los zapatos y dejando el abrigo colgado en la entrada - Mariana, ¿qué escondes? - inquirió observando como su mujer intentaba tapar la entrada del salón.

  • E... na-nada... ¿por qué lo dices? - intentó distraerle, pero su marido fue más rápido y la apartó levemente, clavándole los ojos al rubio con reticencia y desconfianza.

Christian se dio cuenta enseguida de la situación. Sabe Dios lo que pensó su tío al verle allí.

Así que, con inquietud, decidió levantarse del asiento, y acercándose a él, extendió la temblorosa mano lo más amable que pudo

  • So-soy Christian Hudson...tu...tu sobrino.

  • ¿Cómo? - miró a su esposa y después al chico, apretándole la mano con fuerza - ¿De verdad que eres tú? - le escudriñó con la mirada.

  • Sí.

  • Cómo has cambiado. Cualquiera te reconoce... Y pensar que cuando eras pequeño parecías una niña ¡Jajaja! Ahora sí que estás hecho un hombre de verdad. - eso le molestó enormemente a Christian, pero optó por no decir nada y aguantarse. No era plan de armar jaleo en casa ajena. - Pero siéntate, no te sientas incómodo. - le pidió acomodándose delante de él. - Mariana, trae una taza para que me tome un poco de café yo también. - miró a la mujer, como regañándole con la mirada, sin embargo, ésta sólo acometió la petición, volviendo inmediatamente con el objeto. - Y bueno, cuenta, ¿qué es lo que haces por aquí?

  • Yo le invité - interrumpió la madre de Mauricio.

  • Mariana, deja que hable el chico.

  • Como ha dicho, me invitó a tomar algo. Nos encontramos en mi casa, estaba visitando a mi madre y yo fui como todos los días a ver qué tal estaba. Sólo eso. - se sentía incómodo, pero su orgullo y determinación eran más fuertes, y no pensaba dejar que su tío hablase de esa forma. - Además, lo veo lógico, aunque hayan pasado más de diez años, por lo menos volvemos a tener contacto...algunos. - miró al hombre, seriamente.

  • Así que estás aquí porque mi hijo decidió ir a rogar por casa un poco. - rió entre dientes.

  • Puede ser. Depende de cómo se mire. - apoyó los codos en las rodillas, y a su vez, el rostro en sus manos.

  • Veo que no sólo has cambiado de aspecto, sino que también te has vuelto algo “respondón”, je je...Me recuerdas a Mauricio, cuando te trataba como a un trapo. - le respondió con maldad, con una media sonrisa llena de satisfacción. - ¿Recuerdas?

Apretó las mandíbulas, esto comenzaba a cabrearle.

  • Claro que lo recuerdo.

  • Je...y, ¿cómo está? ¿Se está quedando con tu madre? Porque por lo que me ha contado mi mujer, tienen un precioso hotel, y tú vives allí solo.

  • Pues está muy bien. Y no, no está viviendo con mi madre, está viviendo conmigo en el hotel. Compartimos habitación.

  • ¿De veras? - preguntó irónicamente sorbiendo el café, para después apoyar la taza y reírse con un tono de voz casi inaudible. - ¿Sabes dónde te has metido, Christian? - le preguntó.

  • ¿mmm? ¿A qué te refieres con eso? - levantó el rostro, enlazando las manos.

  • ¿No lo sabes? ¿Tu madre no te ha contado aún el por qué nos fuimos? Pobre.

  • No, no me lo ha contado. - sabía que aquello no terminaría bien, aún así no pensaba huir.

  • Pues permíteme contarte. - se arrastro por el asiento, quedando justo al borde. - Verás, con Mauricio corres el peligro de que termine tirándose encima de ti. Nos salió maricón el niño. - Christian se sorprendió, pero no por las palabras en sí, sino por el tono en el que fueron expresadas. Parecía como si a su tío, a diferencia de su mujer, le repugnaba aquello, y para colmo, no creía que Ricardo supiera que él también...y menos que ellos estuvieran...Tenía que haberse ido cuando lo pensó. - No sé si me entiendes, pero es que aparte de ser marica, le gusta andar tirándose a todo lo que se mueva y que tenga algo colgando ¡Jajaja!

  • Ricardo, por favor, deja de decir esas cosas. - le imploró la mujer, pero su marido no pensaba cesar.

  • Christian tiene derecho a saber con quién está compartiendo habitación. - habló, disfrutando de la situación. - A lo que iba. - volvió a mirar a su sobrino - Lo cierto es que esto no viene de ahora, resulta que el muy cabrón piensa en tíos desde que tenía unos trece años. Asqueroso... ¿Sabes que justo un año antes de irnos me lo encontré follando con un amigo suyo en mi cama? - su gesto se torció, sin embargo, el rubio se esforzaba por no cambiar su expresión seria - Seguro que te acuerdas de él, se llamaba David. Nunca olvidaré ese nombre... Y para colmo, me dijo que estaba enamorado de ti, pero como no se atrevía a decírtelo, optó por el segundo plato. - esa fue la gota que colmó el vaso. Christian, ésta vez, no pudo reprimir sus sentimientos, y su rostro cambió a una sorpresa inmensa. ¿Había escuchado bien? ¿Mauricio estaba enamorado de él con tan sólo quince años? Pero...-¡imposible! Si en ese entonces le trataba como a una mierda...y...se acostó con David... Su mente estaba repleta de pensamientos contradictorios. No sabía si dejarse llevar y llorar...o reír. - Te has quedado de piedra. ¿No dices nada?

  • ... - la voz no le obedecía. Y la asustada mirada de su tía no ayudaba en absoluto. ¿Acaso era aquello lo que estuvo a punto de comentarle hacía unos minutos?

  • Je je, no puedes hablar... ¿Ves como no conoces a quien has metido en casa? Por eso nos lo llevamos, para que no llegara a hacerte nada de lo que se pudiera arrepentir después. Y aun no sabes lo mejor. Cuando le eché de casa, resulta que se fue a vivir con ese chico, porque claro, no tenía a dónde ir y por lo que parece, seguía tirándoselo. Y seguramente que les pidió ayuda cuando ese tal David no le aguantó más...o Mauricio se cansó de meterla siempre en el mismo agujero ¡Jajaja! - rió sonoramente.

Vale, ya no aguantaba más. Eso había sobrepasado sus límites, además, aquello le estaba doliendo y en su cabeza no hacía más que dar vueltas un nombre...David. Se levantó rápidamente, sorprendiendo a los otros dos, y cogiendo su abrigo y su gorro, se dispuso a salir de esa casa.

  • Mariana, gracias por todo. - le dio un beso en la mejilla, despidiéndose, dándole pena dejarla en ese estado de shock en el que parecía que había entrado, pero si seguía allí no sabía cómo terminaría todo eso. Sin mirar a su tío, salió de la habitación, dispuesto a salir de allí lo antes posible.

  • ¿Qué pasa, Christian? ¿Te has enfadado? - preguntó quisquillosamente el hombre, siguiéndole.

  • No, para nada, pero mi persona no soporta escuchar tantas estupideces en un solo día. - habló ya con la mano en el pomo de la puerta. - Una cosa es que no admitas lo que es tu hijo, y otra es despreciarle de ese modo. - volteó a mirarle con una sonrisa cínica en los labios - Y no hace falta que te preocupes por mí. Mi culo está a salvo cerca de Mauricio, eso te lo aseguro. Porque resulta que soy lo bastante mayor y maricón como para saber cuándo me la está metiendo. Y no veas cómo la mete.- y sin decir más, cerró de un golpe la puerta.


Horas después... Christian

Se sentía fatal.

Por un lado se sentía furioso, su tío era un estúpido homofobico, que había hablado de su propio hijo como si fuera un salido al que sólo le importa meterla en algún sitio; y por otro, saber que Mauricio se acostaba con David...y que antes de volver estaba con él le comenzaba a doler y a encelar.

Recordaba a aquel chico. ¡Cómo olvidarle! Era uno de los “secuaces” del moreno, aún así, se notaba que era diferente. Él nunca llegó a tocarle ni un solo pelo, a veces intentaba que los otros cesaran, pero siempre estaba allí, mirando. Ahora que lo pensaba, si que parecía mantener una relación más estrecha que los demás con su primo. Pero de eso a llegar a pensar que se acostaban juntos...había un abismo. El chico era guapo, para qué negarlo...pero, seguía sintiéndose mal. ¿Por qué se tenía que enterar de esa forma? ¿Y por qué en ese momento? Parecía que las cosas comenzaban a ir bien, sin embargo, no todo era un camino de rosas.

Hacía frió, si, pero no pensaba moverse de allí. El viento helado le ayudaba a despejar su cabeza.

Agarró la manta del suelo, y se la colocó sobre los hombros, avistando un lejano avión que surcaba el cielo nocturno de la ciudad. Era su sitio predilecto. Siempre que se sentía mal, subía allí, al tejado del hotel, con su guitarra. Era un buen sitio para desahogarse, nadie le escucharía.

Cerró los ojos con fuerza, disipando todos aquellos pensamientos de su cabeza. Y con decisión envolvió entre sus brazos el instrumento. Eso le ayudaba. Cantar.

Entonó las primeras notas, acompañándolas de su fina voz. Las incipientes lágrimas no le ayudaban en absoluto, la voz casi no le salía.

«No sé lo que me has dado para plantarte en mi cabeza.

Sentí el poder de tu atracción, tu imagen era mi obsesión,

Desde el principio lo intuí, sin darme cuenta lo asumí.

Estás plantado en mi cabeza, ¿cómo has podido atraparme así?

Tu influjo me persigue, ya detrás de mí...»

Otra vez. Una canción pensada en Mauricio. ¿Por qué lo hacía? ¿Era masoquista o algo por el estilo? Ni siquiera él mismo se entendía. Estaba hecho polvo y se ponía a cantar aquello.

Dejó de lado la guitarra, cubriendo su rostro con las manos, suspirando. No resistiría más, todo aquello le estaba comiendo por dentro. Las lágrimas comenzaban a resbalarle por entre los dedos, sollozando.

Desde que Mauricio volvió, había llorado demasiadas veces, sufría más que disfrutaba...no podía seguir con aquello. Le estaba destrozando, y para más, empezaba a ser el mismo niño asustado de hacía once años. Y eso no quería que pasara.

Escuchó como la puerta que daba al tejado se abría, rechinando, para después cerrarse en silencio. Volteó a mirar de quién se trataba, quitando las lágrimas de los irritados ojos con apremio. Fuera quien fuera, no quería que se diera cuenta de que lloraba. Pero, las cosas ese día no le saldrían redondas, de ninguna manera.

  • Eres amante a los lugares fríos. - comentó seriamente el chico, dándose cuenta de que Christian había estado llorando hacía un momento, pese a los esfuerzos de éste. Se colocó a su lado, de pie, observándole atentamente. Sin embargo, la reacción del rubio no se la esperaba.

  • Si, me gusta sufrir. - habló amenazante, levantándose y cogiendo la guitarra. - Pero eso parece que a ti ni te va ni te viene. - le miró de soslayo, y se dirigió a la puerta.

  • ¿Qué te pasa? ¿Por qué me contestas así?

  • ¿Y lo preguntas? - rió falsamente, justo antes de llegar a la salida - Puede que el que no me cuentes las cosas tenga que ver, ¿no crees?

  • ¿De qué cosas estás hablando? - se acercó hasta él, asiéndose de su brazo.

  • He visto a tu padre... - susurró agachando la cabeza, recordándolo todo - Y la verdad, hubiera preferido que tú me contases todo aquello en lugar de él.

  • ¿Qué te ha contado? - el agarre se hizo más fuerte, como si Mauricio, al escuchar la palabra “padre” se hubiera alterado significativamente.

  • ¡Suéltame! - le ordenó clavándole la mirada furioso - ¡No quiero que vuelvas a tocarme! ¡No quiero que me toques sabiendo que te acuestas con David! - se deshizo de la sujeción - ¡Mierda! ¿Es que no pensabas contármelo nunca?

  • Chris, no digas tonterías. No me acuesto con nadie. - su mirada se volvió casi amenazante - Fuiste tú el que no me dejó contártelo. No podía destrozar el momento, ¿no?

Los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente. Si, él fue el que no le dejó contárselo. Pero igualmente.

  • De acuerdo, yo no te dejé. Pero esto era más importante, ¿sabes? Podrías no haberme hecho caso. Nunca hablas...nunca me cuentas nada... ¿cómo pretendes que esté a tu lado si no sé nada de ti? No puedo con esto...me viene grande. - las lágrimas volvieron a surcar su piel - Y ahora me entero de lo tuyo con David.

  • ¿Tanto te interesa saber si me acostaba con él? - le preguntó alejándose unos centímetros - Pues sí, me acostaba con él. Pero la última vez que nos vimos no hicimos nada. Y no he vuelto a verle.

  • No puedo creerte. ¡Antes de venir aquí estuviste con él en su casa! ¡¿Cómo quieres que no piense en ello?! - bramó gesticulando nerviosamente.

  • ¡¿Piensas creer antes a mi padre que a mí?! - alzó la voz, por primera vez, acorralando al de ojos grises contra la pared. No pensaba que le fuera a afectar tanto todo esto, pero él tampoco iba a aguantar que desconfiase de él. También le dolía. - ¡Estupendo! ¿Entonces que debería pensar yo de lo que tú amigo Ken me dijo anoche? ¿Eh? ¿Tendría que creer sus palabras? - el rubio le miraba asustado, casi con miedo - ¿Tendría que creerme que tú eres un chico fácil al que le gusta ir de flor en flor?

Eso le había pillado de sorpresa. Nunca imaginó ver de nuevo a su primo con aquella expresión de rabia en el rostro, y menos que fuera dirigida a su persona. El cuerpo le comenzó a temblar sin darse apenas cuenta. De nuevo se sentía atemorizado por Mauricio; no conseguía articular palabra.

  • ¡Responde, maldita sea! - exclamó pegando con el puño en la pared, consiguiendo que el más bajo, volteara el rostro cerrando los ojos enérgicamente. Se sintió mal. En ese momento se sintió mal. Volvía a comportarse de aquella forma con él, y no se lo merecía. Bajó lentamente las manos, una de ellas ensangrentada a causa del golpe. - Lo siento. - murmuró observando a su primo, que seguía en la misma posición, sollozando. - Yo no quise...

  • Pensé que habías cambiado, - le dijo ya abriendo los ojos - pero veo que me equivoqué. - terminó amargamente, saliendo por la puerta.

Ésta vez a Mauricio se le había ido de las manos. ¿Por qué tenía que ser así?

Se lo merecía.

Hola muchas gracias por leer otro capítulo. Gracias por los correos, mensajes, valoraciones y comentarios del capítulo anterior, espero sigan así :) . Bueno, nos vemos en el próximo capítulo.