Evanescence: Endymion

Mi cita no salió como esperaba

-¿Me dejas que te hipnotice?

Me quedé a cuadros. Era nuestra primera cita; estábamos tomando una copa en un pub tras echar un billar y me salió con eso de repente.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Lo dices en serio? -No sabía qué debería contestar para no cagarla.

Hasta ese momento todo había sido rutinario. Seguí el protocolo en Tinder, conseguí abrirme paso entre cincuenta tíos, conseguí una cita en un lugar público, y nos estábamos conociendo.

Tras un par de cervezas y charla banal intentando ser simpático jugando al billar, finalmente empezamos a divertirnos; así que por fin ella quiso que nos sentáramos a hablar más en serio tras lograr buen ambiente.

Hasta ahí todo normal: Dos copas para beber a sorbos poco a poco, algunas preguntas para intimar por parte de ambos, algunas insinuaciones tanteando el terreno... Pero cuando me empezaba a venir arriba y ambos empezamos a coquetear, repentinamente ella cambió de tema. "Justo cuando creía que empezaba a gustarle", pensé frustrado.

-Hablo en serio. ¿No sientes curiosidad? -Insistió.

-Sinceramente, esperaba hablar de cosas divertidas y quizá intimar un poco; no me parece algo apropiado un sábado noche.

-¿Por qué no?

-¿Hablarías de esto con tus amigas estando de fiesta?

-Oh, lo hice, cielo. Hace mucho tiempo.

Eso me hizo pensar sobre su edad. En el perfil ponía 33 pero no aparentaba más de 25. Sobre todo con lo buenísima que estaba... Y sus tetas levantadas y firmes. Con aquel escote no podía ser relleno.

-¿Te gusta el cine de Tarantino? -Si ella podía cambiar bruscamente de tema, yo también.

-Soy más de Sailor Moon. -Se rió y me lo contagió.

-Los niños que veían ese anime tenían que disimular para que no se rieran de ellos. -Recordé con nostalgia.

-¿Eras más de Venus o de Luna?

-¡De Venus, claro! -Me reí de nuevo y ella sonrió con complicidad pícara.

-Yo también. -Me dijo mirándome a los ojos. Tragué saliva.

-¿En qué sentido? -Tanteé.

-Estaba más buena y era menos pava.

Recordé aquél capítulo de Futurama en que los protagonistas están encadenados y las amazonas semigigantes les condenan a muerte por kiki. Mi expresión rebotaba igual. Una risita nerviosa se me escapó.

-¿Te pongo nervioso? -Con su dedo corazón acarició suavemente mi mano. Primero la punta de mi dedo y fue subiendo haciendome cosquillas lentamente por mi brazo. Mi respiración se aceleró y sentí cosquillas en la punta cuando mi despertó mi amigo de abajo.

-Soy demasiado macho y heteropatriarcal para eso. -Logré hacerla reir.

-Tienen el cerebro lavado. "Brainwashed." -Dijo ella.

-Entre les aliades dándoles la razón para metérsela, y las universitarias gregarias sin criterio propio en su cámara de eco twitera, estamos apañados. -Me tiré a la piscina de cabeza y pensé "Que sea lo que Dios quiera." Ella contestó:

-Les cuelan propaganda política como quieren para que les voten. Que viene el lobo, vótame. Se han olvidado de que somos un país occidental y por lo tanto la igualdad ya era parte de nuestra cultura, leyes y valores. Ya era así en la Antigua Roma con el Derecho Romano. Pero cuando sólo hacían la mili los hombres no se quejaban. Piden lenguaje inclusivo en la constitución pero no en lo referente a luchar por el país o en las bajas y ayudas. Tampoco quierem igualdad en el código penal violando incluso la base del Derecho Romano.

Abrí mucho los ojos al darme la razón en vez de discutir en otro hombres vs mujeres como si fuera fútbol en vez de razonamiento.

-¿A quién votas? -Le pregunté tras su intenso monólogo.

-A nadie. Corruptos todos. Y lo demás es propaganda y división social para sacar votos y dinero. Chorizos sinvergüenzas.

-Igual que yo.

Brindé con ella.

-Eres la primera mujer joven en años que no me lleva la contraria sobre el hembrismo sacavotos de moda.

-Eres el primer hombre en años que no finge ser pseudofeminista conmigo para follarme. -Volvió a sonreirme pícaramente. -Ellos ni siquiera sabían que el PSOE votó en contra del derecho al voto de la mujer en España durante la Segunda República, pero ahora va de feminista diciendo que es un país machista.

-Y seguro que cambiaron de discurso para darte la razón.

-¡Hombre, pues claro! Cerebro de aliade, todo sea por mojar. Aunque tengan que apoyar medidas políticas misándricas como idiotas.

-Guau. En serio, guau. Estaba siguiendo el protocolo para nada.

Los dos nos reimos de nuevo y volvimos a beber. Nos miramos a los ojos al hacerlo. Ella tenía los mofletes hinchados y rojizos mirándome mientras bebía. Sus mirada me fascinó. Esta vez me atreví a mirar sus tetas directamente.

-Quieto ahí, gamberro. Ya llegará el momento. -Me reí con el equivalente masculino de "jijijiji - esa la chupa".

-¿Pago y nos vamos? -Me vine arriba. Había que aprovechar el momento. Doble o nada.

-Ni de coña. -Me vine abajo inmediatamente.

-Cada uno se paga lo suyo. O esta vez pago yo y la próxima tú. -Me sonrió. Me vine arriba de nuevo, y mi colega también. Ella miró el bulto pero no le dije nada para no cagarla.

De camino a la barra me lo tapé con la chaqueta colgando de mi brazo.

En cuanto pagué, ella me cogió del otro brazo y caminó a mi lado. Yo estaba en una nube y cada vez más cachondo. Fuera hacía frío pero me daba igual.

-Mi casa está cerca, demos un paseo. -Me dijo.

-A sus órdenes, my lady.

Ella gimió y se mordió un labio con sensualidad. Eran bonitos y los tenía pintados de rojo glossy.

-Dímelo otra vez. -Sólo oía sus zapatos de tacón. Sólo existíamos ella y yo. Miraba a sus tetas, sus labios y sus ojos todo el tiempo, con la respiración alterada.

-¿My lady?

-Nooo.

Me detuve y la miré a los ojos a pocos centímetros.

-A sus órdenes. -Ella inspiró con fuerza.

-¿Qué más? -Probé al azar:

-A sus órdenes... Mi ama.

Se lanzó sobre mí y me comió la boca con pasión. En algún momento mi chaqueta se cayó al suelo pero no me di cuenta. Pocas veces pierdo la noción de las cosas con un simple beso.


Al llegar a su dormitorio vi una cama de matrimonio de 150 de lado y lanzamiento olímpico de zapatos de tacón; los lanzó con patadas mientras se quitaba el vestido. Sus sábanas eran rojas y azules a juego con su ropa y sus ojos, su almohada era blanca. Tenía puesta la calefacción. Mientras yo me desvestía sentía que no era suficiente.

-¿Cómo quieres que te lo haga?

-Lo has dicho mal. -Ella estaba en lencería negra de actriz porno. Me agarró del pecho y me empujó sobre la cama. Se me puso a horcajadas encima y me miró fijamente a los ojos. Su mirada era tan penetrante que no podía mirar sus tetas bamboleándose. Quería responder pero comenzó a moverse sensualmente, poco a poco... acariciándose recorriendo sus piernas con delicadeza... Su figura... Su culo estaba sujetando mis muslos. Ella estaba de rodillas sobre mí. Era imponente. Me sentía bajo su control, y más cachondo a cada segundo.

-No te oigo, esclavo. -Me dijo.

-Deme órdenes, mi ama. Por favor.

-Prohibido moverte sin mi permiso. Eres mi muñeco. Te voy a hacer gemir, y tú intentarás hacerlo en silencio.

Recorrió todo mi cuerpo con sus caricias mientras susurraba sólo para mí. Se tomaba su tiempo. Acariciaba mis pezones mientras me relajaba. Masajeaba mi cuello creando más intimidad entre nosotros. Lo besaba. Me chupó delicadamente los lóbulos de mis orejas, uno por uno; oía su respiración. Las cosquillas y el calentón que sentí entonces superaba todo recuerdo. Se me escapaban gemidos que no podía silenciar.

Siguió comiéndome a besos y caricias por todo el cuerpo. Yo gemía en silencio como me ordenó. Mi cuerpo temblaba y ella hablaba y hablaba, con voz dulce y cariñosa, mientras la presión de mi calzoncillo compromía mi polla dura como un ladrillo.

Sentía que haría lo que fuera por ella. Estaba a su merced. Ella era mi ama, y yo su esclavo. Y eso nunca cambiaría. Sólo quería hacerla disfrutar, gemir, tenerla contenta, hacerla feliz. Tal vez me enamoré. Aún más mi cuerpo era suyo, y obedecería cualquier orden de mi ama. Satisfaría todas sus fantasías. Incluyendo tríos con otras mujeres -Me besó el cuello de nuevo-, tríos con otros hombres -chupó de nuevo mis orejas haciendo una suave caricia sobre mis calzoncillos que casi me hizo correrme-, me masturbaría para ella sin correrme viendo escondido cómo se follaba a hombres y mujeres -me besó-, haría lo mismo con grabaciones porno de lo que ella había hecho con otras personas -me bajó los calzoncillos y sopló sobre mi polla tiesa que la miró desafiante a la cara-, haría lo mismo esperando sus órdenes masturbándome sin correrme tan sólo pensando en ella y recordándola -me acarició los huevos haciendome agradables cosquillas-, siempre obedecería cualquier orden que ella me diera -me dio besitos desde la base de la polla hacia arriba y yo me estremecía con cada uno-, era suyo para servirle y obedecerle fielmente igual que sus otros esclavos -se metió el glande en su boca y succionó.

No recuerdo nada más de esa noche. Sólo se que me corro con una orden suya, no puedo correrme sin su permiso, y soy parte de su harén de hombres y mujeres. Me llama Endymion, conocido como Tuxedo en Hispanoamérica.

De vez en cuando me ordena interpretar el papel de mi vida anterior, pero vuelvo en mí cuando me dice "Endymion, obedece a tu ama."

Ella es Luna, obedece a Venus,y por lo tanto mi equipo también, y todes servimos a la emperatriz Evanescence, la que desaparece sin dejar rastro en cada país.