Eva y yo

Eran las seis de la tarde de un jueves cuando me llamó Alberto. Tuve que hacer memoria. ¡Era la pareja con la que estuvimos Eva y yo en aquél local!

Eran las seis de la tarde de un jueves cuando me llamó Alberto. Tuve que hacer memoria. ¡Era la pareja con la que estuvimos Eva y yo en aquél local! Hacía meses que no hablaba con ellos aunque sabía que Eva había quedado un par de veces con María, su pareja.

-Hola Luis, ¿Te acuerdas de mí? Me dice María que ha quedado con Eva en vernos este fin de semana. ¿Os vendría bien el sábado a cenar?

Revisé mentalmente nuestros compromisos para el finde y no teníamos nada, Eva había elegido con cuidado cuando quedar con ellos.

-No hay problema Alberto, ¿Qué queréis hacer? Si os parece bien, podríamos ir a Riaza, podemos cenar allí y luego os invitamos a dormir en una casita de campo que tenemos en el pueblo.

-Fenomenal, quedamos allí sobre las 5 de la tarde. ¿Ok? ya nos mandáis la dirección exacta.

-Vale, perfecto, hasta el sábado pues.

Por la noche vi a Eva y le pregunté si había quedado con María y Alberto.

-¡Se me olvidó comentártelo perdona!

-No hay problema cariño, pero ¿Cuál es el plan? Me han pillado a traición esta tarde diciendo que habíais quedado vosotras y al final les he invitado al pueblo el sábado por la tarde.

-Me llamó María, que tenían ganas de vernos y le dije que el sábado podíamos pero no concretamos. Parece que sí que quieren vernos. ¡A ver con qué salen!

Eva se acercó a mí, me dio un dulce beso en la boca.

-Me voy a dar una ducha, ¿vienes?

Prometía el plan, la verdad es que estaba cansado y una ducha caliente me sentaría bien.

-Dame un minuto y te alcanzo.

Solté las cosas, eché un tronco en la chimenea y entré en el baño. Eva estaba ya en la ducha, la veía desnuda en la neblina producida por el agua caliente. Me acerqué a ella, estaba de espaldas y no podía verme, le abracé desde atrás, puse una mano en cada uno de sus pechos y tiré de ella hacia mí. Se dejó caer, volvió su cara hacia mí buscando mi boca. Le besé con inmenso cariño, ella ronroneó y se apretó más contra mí.

-No me sueltes.

-Nunca cariño.

Cogí el jabón y empecé a enjabonarla recorriendo despacio su cuerpo, mientras el agua caliente caía sobre nosotros. Fui pasando por su cuello, bajé por la espalda, giré en la cintura pasando a su vientre y empecé a subir. Llegué a sus pechos y los froté con dulzura, alzándolos y oprimiéndolos con suavidad pero firmemente. Eva reaccionó pegándose a mí y dejándome hacer. Al acariciar sus senos, tersos y orgullosos se le escapó un suspiro. Aumenté la presión y el ritmo del masaje y comencé a pellizcarle los pezones. Estos se irguieron, apuntando al cielo al retorcerse ella y empezar a morderme dulcemente el cuello.

Mientras con el brazo izquierdo la mantenía pegada a mí, empecé a bajar con el jabón acercándome a sus caderas. Le enjaboné la cintura, bajé a las caderas y descendí hasta el inicio del pubis, donde empezaba el poco vello que mantiene en esa zona como guardián de mi cueva.

Cuando Eva esperaba que continuara bajando, le empujé suavemente las piernas separándolas y comencé a acariciarle los muslos, paseando por ambas nalgas y recorriendo el centro de arriba abajo y de abajo a arriba.

Con dulzura, suavemente, ella me hizo levantarme, empezó a acariciar mi miembro al tiempo que yo tomaba el control de su vulva, apenas rozando el clítoris mientras mi dedo corazón entraba y salía de mi refugio.

En un par de minutos ambos estábamos al límite de nuestra capacidad de excitación, sin una seña previa, simultáneamente, le agarré por la cadera mientras Eva saltaba y me abrazaba con sus piernas. Me introduje de un solo intento en su pasaje más privado y ambos empezamos a movernos sincronizadamente. Ella subía la cadera hasta que casi la punta se escapaba del refugio y acto seguido, se dejaba caer. Se iban separando las paredes al ir cayendo conmigo dentro hasta que sus glúteos golpeaban mis testículos al llegar abajo, al tiempo que el extremo llegaba a lo más profundo del pasaje. Unos pocos empujones y ambos nos corremos entre gemidos y jadeos.

Nos quedamos debajo del chorro de agua, inmóviles, yo aún en su interior, Eva abrazada a mí, con los ojos cerrados, besando dulcemente mi cuello mientras intenta recuperar el aliento.

Pasados unos minutos, deshace el nudo de sus piernas en el que estaba atrapado y se apoya en el suelo, yo busco su cara y la beso con enorme dulzura, lleno de agradecimiento por lo infinitamente feliz que me hace su amor, su entrega, su capacidad de sincronización y alineamiento conmigo. Capacidad que, al ser innata y natural, la hace aún más apreciable.

Cerré el agua, cogí la toalla y la envolví en ella, secándola con cuidado y cariño, besándola a ratos y acariciándola el resto del tiempo. Una vez seca, ella salió de la ducha y secó su pelo con el secador mientras yo me secaba con la toalla. Esperé a que terminara y salimos juntos del baño. Aún no habíamos dicho una palabra desde que entré en la ducha con ella. Me cogió de la mano, me llevó a la cama y nos acostamos tal cual.

Nos acomodamos, abrazada a mí, con su cabeza en mi pecho, susurró, “Te amo” y nos quedamos dormidos.

Sonó el despertador y yo me revolví en la cama, aunque de buena gana hubiera seguido durmiendo un rato más, besé a Eva, le sacudí para que despertara y me metí en la ducha, no sin antes observar su cuerpo, desnudo en la cama, tan hermoso. A los 5 minutos ella entró en la ducha, me dio un beso y me echó, no quería mojarse el pelo y tenía prisa, antes de irme le di un azote en el culo diciendo:

-Vamos cariño, pongo el desayuno.

-Bajo enseguida, me muero de hambre.

En unos minutos bajó a la cocina y nos sentamos a desayunar, nos mirábamos sin decir nada hasta que finalmente, sonriendo dijo:

-Cariño, lo de anoche fue mágico.

-Y que lo digas, pero creo que nos faltó algo de sincronía en algún momento. Te propongo que lo repitamos tres veces por semana hasta que salga perfecto.

-¡Hecho!

-Volviendo a la realidad –comenta- mañana vamos al pueblo y vendrán estos por la tarde ¿No? ¿Qué preparamos? ¿Qué hacemos?

Pienso un poco y le digo:

-¿Qué te parece si nos vamos esta noche y dormimos ya allí? Podemos mañana comprar algo y hacemos una merienda-cena con lo que se nos antoje.

-Vale, creo que es una buena idea, preparamos una merienda-cena para el sábado y el domingo le decimos al panadero que nos ase un cordero y nos lo comemos en casa.

-Hecho pues, quedamos esta tarde a las 5 aquí, en casa. Hacemos una maleta y nos vamos. No te retrases que te conozco.

-Te quiero cariño, hasta la tarde.