Eva y su familia

Cómo Eva, mi amiga de toda la vida se liberó de sus prejuicios. Cómo convencía a su familiar de que también debía liberarse.

EVA Y SU FAMILIA

Eva y yo

Desde los 10 años, y de eso hacía ya 8, volvía del colegio todos los días acompañado de Eva. Vivíamos en el mismo barrio, yo un poco más allá. Era una zona residencial llena de casas de alto standing, un barrio adinerado. Cada día la acompañaba a casa, y antes despedirnos y proseguir yo mi camino solo, solíamos charlar un rato. Nos habíamos hecho grandes amigos a base de compartir las experiencias de la adolescencia.

No habíamos ido nunca más allá de nuestra propia amistad. Eva se había convertido en mi confidente, y en cierto modo, yo en el suyo. Y digo en cierto modo porque, a pesar de la confianza, ella había mantenido siempre un gran secreto, un secreto que yo ya había dado por perdido: decía estar locamente enamorada de un chico muy especial al que nunca daba nombre. Durante un tiempo insistí, pero finalmente asumí que no conseguiría saberlo y acepté el desequilibrio que ello suponía en nuestra amistad: ella había conocido cada uno de mis amores, desde aquellos que se materializaron en alguna forma de relación hasta mis amores imposibles. A pesar de ello seguía manteniéndole un gran cariño, valoraba su amistad por encima de todo; incluso por encima de la atracción que sentía por ella.

Yo podría haberme enamorado de Eva en cualquier momento de no saber que ella estaba enamorada de otro chico. El miedo a perder su amistad en caso de haberle declarado mi amor hacía que ni siquiera me lo hubiera planteado.

A lo largo de esos 8 años había pasado de ser una niña delgaducha con coletas, durante un tiempo con ortodoncia, a convertirse en una morenaza impresionante. Era terriblemente guapa. Su pelo largo y liso escondía casi siempre su cara. Tenía los ojos negros y una mirada tímida. Cuando me sonreía tenía que apartar la mirada por miedo a sucumbir ante ella y olvidar el respeto que sentía por nuestra amistad. Alta y delgada, se había empeñado en no sacar partido de sus formas: siempre vestía discreta con ropas anchas, aunque tenía un cuerpo que le hubiera permitido hacer perder la cabeza a cualquiera. Pero ella era así: tímida y discreta; dulce y muy romántica.

La familia de Eva

La de Eva era una familia atípica. Su madre había muerto en accidente de tráfico cuando ella tenía ocho años. Su padre, Antonio, se había casado dos años después con Kristy, la que era su secretaria.

Antonio había cumplido ya los cincuenta. Era un hombre alto y delgado. Moreno y con unas entradas prominentes. Trabajaba como director comercial de la delegación en España de una gran empresa automovilística sueca. Viajaba mucho, sobre todo a Suecia. Allí fue donde conoció a Kristy, su segunda mujer.

Kristy era una mujer de treinta y nueve años bien llevados. Conoció a Antonio en Suecia cuando tenía 28 años. Inició una relación con él cuando todavía estaba casado. Al poco tiempo se vino a España como su secretaria. La relación se mantenía. Cuando murió su mujer y se casaron dejó el trabajo de secretaria. Antonio le financió la apertura de un salón de belleza que regentaba desde entonces. Kristy era una guapa rubia que no reparaba en cuidados para sí. Aprovechava su propio negocio para estar siempre impecable. Hacía mucho deporte para mantener su exuberancia firme. Vestía de forma provocativa, con tremendos escotes y prendas ajustadas a la par que escasas consciente de las pasiones que se podía permitir levantar. Ningún joven hubiera hecho ascos a esta madurita explosiva. De hecho los rumores hablaban de que más de una vez había recurrido a la fogosidad de algún joven para saciar su apetito sexual cuando su marido estaba fuera.

Antes de conocer a Antonio Kristy había tenido dos hijas con otro hombre: Sara y Judith, de dieciséis y doce años respectivamente.

Sara llegó a España con cinco años. Era una alegre rubita adolescente de ojos azules. Era muy guapa, se parecía a su madre, y no sólo en sus rasgos, sino en su exuberancia. A diferencia de su hermanastra ella sí que sacaba jugo de su cuerpo, cosa que no era difícil. Lucía siempre ajustados pantalones y cortas faldas, marcando bien un culo impresionante. Llevaba ajustadas camisetas, siempre sin sujetador. Sus dieciséis años le hacían permitirse el lujo de mantener siempre desafiantes sus voluminosos pechos. Le gustaba, como a su madre, cuidarse y provocar. Le gustaba el sexo, también como a su madre. Eva me había confesado que a su corta edad, su hermana había tenido ya experiencias de lo más variadas en cuanto al sexo, incluso me confesó que alguna vez la había sorprendido en su habitación en situación comprometida con alguna compañera de clase.

Judith tenía a penas un año cuando su madre la trajo a España. Era una jovencita de doce años que se parecía mucho físicamente a su hermana. Con carita de ángel su cuerpo ya apuntaba las formas del de su hermana, si llegar todavía a ello. Sin embargo su carácter era totalmente opuesto al de Sara: era una niña tímida y reservada. Buscaba siempre la protección de su madre.

Eva y el sexo

Eva era virgen, por supuesto, al menos en la teoría. Yo no. Había mantenido cortas relaciones con un par de chicas, y con una de ellas había logrado perder mi virginidad. Yo le hablaba a Eva de todas mis experiencias como si de un chico se tratase. No escatimaba en los detalles de mis relaciones. Incluso la utilizaba como consejera. Ella intentaba mostrarse siempre natural hablando de sexo, aunque fuese una naturalidad forzada. Para mí era fácil hablar de sexo en general, era un chico liberal, me parecía lo más normal del mundo.

Yo le insistía a Eva en que se liberase, que disfrutase de su cuerpo mientras era joven. Pero ella era muy romántica, había soñado mil veces con su primera vez. Quería que fuese un momento muy especial que quería compartir con su alguien muy especial.

Ante mi continua argumentación de que tenía que disfrutar de su cuerpo un día me confesó, no sin ruborizarse, que ya lo hacía.-Tú no eres el único que se hace pajas.- Recuerdo que me dijo. Reconoció que la masturbación no tenía secretos para ella. Incluso confesó que había recurrido al consolador de su madrastra en más de una ocasión. Según ella, para que su primera vez no fuese una experiencia traumática.

Recuerdo que aquél día tuve que correr para llegar a casa y masturbarme pensado en la imagen de Eva y el consolador de su madrastra.

Sara y la piscina

Eva había suspendido matemáticas en junio y tenía que examinarse en septiembre. Yo era un crack de los números, así que me ofrecí para ayudarle, y cada tarde me pasaba por su casa, nos encerrábamos en la habitación e intentábamos estudiar entre nuestras largas conversaciones.

La casa de Eva era impresionante, de las más grandes y lujosas del barrio. Disponía de una preciosa piscina en el patio trasero. Más de una vez le propuse a Eva que bajásemos a darnos un baño para relajarnos y evadirnos del estudio. Pero ella siempre rehusaba poniendo múltiples excusas: cuando no tenía la regla no se había depilado...

Yo bajaba a la piscina de vez en cuando para fumar un cigarro mientras Eva hacía algún ejercicio. Una tarde coincidí en uno de mis cigarros con Sara en la piscina. Yo estaba fuera cuando la vi salir de la casa. Llevaba un minúsculo bikini blanco que contrastaba con su bronceado cuerpo: un pequeño tanga y un sujetador consistente en un par de pequeños triángulos de tela unidos por unos finos cordones que a duras penas lograban ocultar sus tetas. Se acercó a mí sonriente y me saludó con dos besos en las mejillas, aunque debo reconocer que el segundo estuvo muy cerca de la boca. La saludé torpemente. Se giró y se dirigió al agua, dejando ante mí la hermosa visión de ese pedazo de culo en el que se perdía el envidiado tanga. Se lanzó al agua de cabeza. Yo intentaba apaciguar mi erección mientras ella retozaba en el agua, cosa que resultó imposible cuando después de un par de largos salió del agua frente a mí y desde la orilla de la piscina me pidió que le acercase una toalla. Sólo respondí ante la segunda petición. Me había quedado atónito observando su cuerpo mojado. Le acerqué la toalla sin perder de vista sus los erectos pezones que se marcaban tras aquella escasa tela. No pude evitar que ella mirase el bulto en mi pantalón. Me dio un nuevo beso, otra vez en el límite, me dio las gracias y se dirigió hacia una de las tumbonas que rodeaban la piscina. Al llegar ella se giró de nuevo hacia mí y lentamente, sin dejar de mirarme comenzó a desatarse el sujetador. Sonrió y dejó caer la pieza de ropa al suelo. Llevó sus manos a la cabeza y comenzó a atusar su melena rubia. Tenía una tetas preciosas, de un tamaño moderadamente grande, pero firmes como sólo las puede tener una adolescente. Sus pezones eran rosados y con una aureola grande, estaban totalmente tiesos. Se tumbó boca arriba y procedió a recolocarse la braguita. Como mera provocación, en el proceso, llegó a levantarla los suficiente como para dejarme ver desde mi posición su vello púbico.

Yo seguía allí de pie con mi erección, el cigarro se había consumido solo. En ese momento oí la voz de Eva que me llamaba desde la ventana de su habitación. Dediqué una última mirada a la belleza de Sara, que me sonrió guiñándome un ojo, y me adentré en la casa.

Papá y su hija

Al llegar a la habitación Eva me recibió con cara de enfado. En un primer momento no me hizo ningún reproche. Pero tras un par de comentarios sobre lo buena que estaba su hermanita, Eva se giró hacia mí levantando la voz:

-¿Quieres dejar de hablar de esa puta?. Estoy intentando estudiar ... parece que nunca hayas visto unas tetas... – Me recriminó.

-¿Qué tiene de malo?. No estoy diciendo nada que no sea verdad. Si está buena, está buena, y yo no le puedo hacer nada. No entiendo por qué tienes que ponerte así. – Me defendí.

-Todos los hombres sois iguales, sólo pensáis con el capullo. Basta que una calientapollas como Sara os lance en anzuelo para que vayáis todos corriendo a picar.- Volvió a decir con cierto desprecio.

-Sigo sin entenderlo.- Contesté – Sara es una chica joven y bonita. Tiene un cuerpazo impresionante y los usa en su beneficio. No hace daño a nadie. Y si consigue que los tío piquen y se la follen y disfruta de ello, pues hace bien. No como otras, que no se porqué coño no se deciden a lanzar el anzuelo y están desperdiciando la juventud.

-Vete a la mierda, déjame en paz.- Dijo. Se giró hacia la mesa y me dio la espalda. Salí de su habitación sin decir nada más. Antes de cerrar la puerta pude escuchar un sollozo. No pude evitar sentirme fatal mientras bajaba lentamente las escaleras.

La conciencia me pedía que volviera a disculparme, y estuve a punto de hacerlo, pero algo me lo impidió cuando estaba a punto de llegar a la planta de abajo: Antonio había llegado del trabajo y por lo visto no era consciente de mi presencia. Estaba mirando a escondidas por la ventana del salón hacia la piscina. Miraba a Sara, supuse. Bajé silenciosamente un par de escalones mas hasta tener una perspectiva que también me permitiera verla a través de los cristales. Comprendí entonces por qué Antonio estaba espiando a su hija. Sara seguía en topless en la tumbona, pero lo mejor es que estaba acariciando su coñito con la mano derecha debajo de su tanga. Mi polla respondió rápidamente a la imagen volviendo a ponerse dura. Estaba a punto de volver arriba de nuevo para buscar un baño donde hacerme una paja cuando vi como Antonio bajaba la cremallera de su pantalón, sacaba su polla y empezaba a meneársela.

Aquello me conmocionó. Un montón de pensamientos pasaron por mi mente de forma inmediata. Primero sentí desprecio por Antonio, estaba masturbándose espiando a su hija; pero luego pensé en que yo estaba a punto de hacer lo mismo, aunque no era mi hija. Por otra parte no era su verdadera hija. Me planteé si haría lo mismo con Eva. Este último pensamiento me llevó de nuevo a la imagen de Eva llorando en su escritorio, lo que volvió a hacerme sentir mal. Subí discretamente la escaleras y volví a bajarlas haciendo el suficiente ruido como para que Antonio se apercibiera de mi presencia. Cuando volví a llegar abajo Antonio ya había guardado su polla en el pantalón y simulaba que acababa de entrar.

-Hola Ivan, tú por aquí ... ¿estudiando con Eva?. ¡Ya estoy aquí niñas! – Gritó nerviosamente.

-Sí, estudiando. Pero ya hemos acabado por hoy.- Respondí. Ambos evitábamos mirar hacia la piscina, la situación era un poco tensa. Entre tanto Sara entró en casa con carita de inocencia y su permanente sonrisa. Se había puesto el sujetador de su bikini.

-Hola papi. – Saludó a su padre mientras le daba un beso en la mejilla. -¿A fumar un cigarro? – me preguntó a mí.

-No, ya me iba .- Le contenté tímidamente. A lo que ella reacción acercándose a mí para darme un par de besos como despedida. En el segundo, como siempre, parte de nuestras bocas coincidieron.

Me fui de su casa a intentar digerir las experiencias de aquella tarde.

Eva y la piscina

No voy a negar que lo primero que hice al llegar a casa fue hacerme una paja tremenda recordando la imagen de Sara masturbándose en la piscina. Tampoco negaré que tuve que repetir para poder apartarla de mi mente temporalmente. Después volvió Eva a ocuparla. La llamé y no quiso ponerse. Volví a intentarlo a la noche. Al día siguiente por fin se puso, pero fue para decirme que no fuera aquella tarde, tampoco el resto de la semana. Me pareció una reacción desmesurada. Al fin y al cabo sólo había sido una pequeña discusión.

Hacía una semana del incidente cuando fue Eva quien me llamó pidiéndome que fuera a estudiar con ella aquella tarde. La conversación telefónica fue corta y su tono amable.

Mientras caminaba hacia su casa iba pensando la manera de iniciar nuestra conversación. Si debía empezar disculpándome. Si debía ignorar lo ocurrido. Si debía mostrarme enfadado yo. En realidad todo iba a depender en gran medida de cómo me recibiera ella. Llegué a su casa. Llamé a la puerta y esperé. Fue la propia Eva quien abrió.

Me saludó y me invitó a pasar. Pero tuvo que insistir, porque me quedé embelesado mirándola. Estaba diferente, estaba guapísima. Estaba discretamente maquillada, con el pelo perfectamente alisado cayendo sobre sus hombros. Llevaba un vertido azul muy corto de tirantes. Estaba morena, su piel brillaba. Eva no solía cuidar su imagen, pero allí estaba, radiante, con una preciosa sonrisa insistiendo para que entrara. Le saludé e intenté iniciar una conversación con alguna de las frases en la que había pensado durante el camino. Pero fue inútil, mi mente estaba demasiado sorprendida para ello, así que dije algunas palabras, no coherentes del todo, que sonaron a disculpa. Ella me sonrió y me tranquilizó:

  • No te preocupes, tonto. Aquello ya está olvidado. – Me dijo sin perder la sonrisa.

-Si, pero ... ¿por qué no contestabas a mis llamadas? – Pregunté yo..

-No es que no quisiera, es que he estado muy ocupada estos días. Me he puesto en manos de Kristy, y cuidarse un poco requiere mucho tiempo.- Me argumentó.

-De todas formas deberías haberme llamado, he estado preocupado. Realmente lo he pasado mal estos días- Le dije con total sinceridad.

-Tienes razón. De hecho al principio sí que me enfadé un poco , y por eso no te contestaba. Después ... – Cortó la frase y con un tono tierno me dijo- .... Espero que me perdones... – Siguió mirándome y recuperó la sonrisa.

-¿Olvidado? – dijo.

-Olvidado – asentí yo. Me dio un beso en la mejilla y me volvió a insistir para que pasara. No dirigimos a su habitación. Ella subió la escalera delante de mí. No pude evitar recrearme en la visión de sus piernas. Eva era una mujer preciosa, y parecía que ella por fin se había dado cuenta de ello.

Abrimos los libros y me dispuse a empezar a explicarle un ejercicio cuando ella propuso ante mi perplejidad:

-¿Nos damos un baño en la piscina?. Hace calor. –Y mientras tanto se abanicaba con un folio.

-¿Un baño?¿ahora?- Fue todo lo que atiné a decir.

-Sí, siempre eres tú el que insiste. Venga, no te lo pienses...- Dijo mientras se levantaba.

-Pero no tengo bañador – contesté yo.

-No te preocupes, te dejaré uno de mi padre.- Ante mi falta de decisión, tomó la iniciativa, dio por hecho un sí y abandonó la habitación para buscar el bañador.

Volvió casi de inmediato. Se diría que lo tenía ya todo preparado. Me ofreció el bañador. Lo analicé y comprobé que aquello no era un bañador, eran unos de los pantalones cortos con los que su padre hacía footing. Su padre, además, era más delgado que yo, con lo que me vendrían estrechos. Para colmo eran blancos y de una tela demasiado fina. Ante mis reproches Eva me dijo:

-Vaya, el chico liberal ha salido vergonzoso – Y al chico liberal se le cayeron los argumentos.

-Además no hay nadie más en casa. No tienes por qué avergonzarte. Venga, toma el bañador y cámbiate. Puedes hacerlo en el baño. Yo me cambió en un momento. Nos vemos abajo.- No me dio tiempo a ninguna objeción, y a los cinco minutos me encontraba en el patio con aquel ajustado pantalón blanco esperando a Eva. Mientras esperaba hice propósito de no empalmarme, con aquél pantalón sería embarazoso. Sólo sería cuestión de concentración me decía.

De repente apareció Eva y todos mis propósitos se vinieron abajo. Llevaba puesto el mismo bikini que lucía Sara la última vez que estuve allí. Estaba buenísima. Eva era más esbelta que su hermana, tenía mejor tipo, y el conjunto le quedaba si cabe mejor. De la Eva que yo conocía se hubiera esperado que estuviera avergonzada en una situación así. Pero lejos de ello tenía una pose de lo más sensual.

-Bueno, ¿no bañamos? – Me dijo con una mirada pícara. Pasó por delante de mí y al pasar pude contemplar su culo. Era un culo perfecto, estaba bronceado, casi brillaba. Contrastaba enormemente la estrecha tira de tela blanca del tanga que se perdía entre sus nalgas. Se tiró de cabeza a la piscina. Yo ya estaba completamente empalmado, así que la imité buscando la protección del agua. Hicimos un par de largos por separado. Yo me paré en una de las esquinas, me apoyé en el borde de la piscina y cerré los ojos intentando relajarme. Los abrí al escucha la voz de Eva que se acercaba:

-Está buena ¿verdad? – Dijo con voz sugerente.

-Buenísima- Contesté con ironía.

Mis esfuerzos por sofocar mi erección volvieron a desvanecerse. Eva se acercaba a mí con las manos en su cabeza. Peinaba su cabello hacia atrás lentamente mientras caminaba en el agua. Pude observar entonces la perfección de sus pechos. Más pequeños que los de su hermana, tenían un tamaño ideal. Se veían firmes. Sus pezones, erectos, se marcaban perfectamente en el sostén blanco.

-¿Verdad que serás un caballero y me traerás una toalla? – Me dijo con sensualidad.

Asentí con la cabeza, me giré y salí de la piscina intentando darle la espalda en todo momento. Había una toalla en una de las tumbonas, la cogí y me di la vuelta. La toalla me servía para ocultar mi erección. Eva ya había salido del agua y se dirigía lentamente hacia mí. La esperé extendiendo la toalla y la rodeé con ella cuando llegó. Se secó ligeramente, se giró hacia mí y sin dejar de mirarme llevó sus manos a su espalda y comenzó a desabrochar el sostén. El sostén cayó al suelo dejando a la vista sus tetas. Eran unas preciosas tetas con pezones oscuros. Eva miró el prominente bulto de mi bañador y dijo:

-Veo que te gusta lo que ves.

-¿A que estás jugando Eva? – Le reproché.

-No estoy jugando, estoy pescando.-confesó ella mientras lleva sus manos a mis hombros.

-Pero ¿y tu chico especial? – Pregunté.

-Mi chico especial está a punto de morder el anzuelo. – Acto seguido acercó su boca a la mía, rodeó mi cuello con sus brazos y nos fundimos en un apasionado beso. Empecé a notar que su lengua entraba en mi boca, por lo que di rienda suelta a la mía. Entre tanto nuestros cuerpos se habían fusionado. Yo tenía la manos en sus nalgas y la apretaba contra mí, de manera que ella podía sentir mi erección sobre su pubis. Yo sentía sus pezones sobre mi pecho. Dejamos de besarnos y nos abrazamos.

-Si era yo, ¿por qué no me lo dijiste? – le pregunté.

-Tenía miedo de que no sintieras lo mismo y que decírtelo acabase con nuestra amistad- justificó ella.

-Por esa misma razón yo tampoco te dije nunca nada. Siempre me has gustado. Dios mío, cuanto tiempo hemos perdido.-me lamenté.

-Piensa que todo este tiempo de espera hace más especial este momento.- comentó Eva.

-Me encanta esa forma de afrontar las cosas- Le dije

-¿Cómo?- preguntó.

-Convirtiendo lo que podría ser malo en bueno. Eres fantástica

Volvimos a besarnos. Yo seguía tocando su culo mientras nuestras lenguas se entrelazaban. Poco a poco fui subiendo una de mis manos por su cintura. Sin dejar de besarla llegué con mi mano a una de sus tetas. Ella respondió a mis caricias bajando una de sus manos hasta mi culo. La fue deslizando lentamente hasta que la situó encima de mi polla. De repente la soltó, se separó de mí y me advirtió:

-Viene alguien, he oído la puerta .

Efectivamente, acto seguido apareció Sara en el patio. Allí estábamos los dos: ella en tanga con sus pezones tiesos y yo con aquel ridículo pantalón y la polla a punto de estallar. Sin perder la sonrisa dijo:

-Bonito tanga, hermanita. Tu bañador tampoco está mal.- Dijo mirando mi erección.

-Sí, te lo he tomado prestado, espero que no te importe.- Se justificó Eva.

-No, puedes cogerlo siempre que quieras. Por cierto, tortolitos, mamá llegará en un minuto, la he visto entrando al parking con el coche cuando yo entraba. – Nos advirtió. Los dos salimos corriendo al interior de la casa para vestirnos.

Unos minutos después estábamos los dos vestidos en la habitación de Eva. Ella planeó una cita para acabar lo que aquel día habíamos empezado.

-Mañana por la noche mis padres se irán, no volverán en todo el fin de semana. Se llevan a Judith. Sara saldrá hasta tarde, como cada viernes. Tendremos toda la casa para nosotros. Será una noche muy especial- Propuso Eva. Yo , por supuesto, acepté. Nos despedimos. Esa noche no pude dormir.

La cita

Llegó el momento de mi gran cita. Me dirigí a casa de Eva. Al llegar a su puerta sus padres salía acompañados de Judith. Iban a pasar el fin de semana fuera. Según me había confesado Eva, Antonio y Kristy hacía tiempo que no atravesaban un buen momento en su relación. Ese fin de semana debía servir para mejorara las cosas, pero me extrañó que la pequeña les acompañase en lo que debía ser un fin de semana romántico. Precisamente Judith había sido la causa de gran parte de sus problemas. Estaba protegida en exceso por su madre y Antonio, en cierto modo, estaba celoso por ello. Se sentía desatendido.

-Hola Iván. Me ha dicho Eva que pasaréis la noche estudiando.- me dijo Antonio al verme llegar.

-Sí, se acerca el examen y hay que aprovechar el tiempo.-Contesté .

-Pasa, te está esperando en su habitación- Dejaron la puerta abierta y se despidieron.

Al entrar a la casa noté que el corazón me iba a mil por hora. Ya se habían ido tres, sólo faltaba que Sara hubiera salido para tener vía libre. Según avanzaba buscaba alguna señal que me lo confirmase, pero no fue así. Al pasar por delante de la puerta de uno de los baño vi luz. La puerta estaba entreabierta, y no pude resistir mirar hacia el interior del baño. Efectivamente Sara estaba allí. Vi el reflejo de su cara en el espejo. Se estaba maquillando. Se dio cuenta de que yo estaba allí. Su reflejo me sonrió. El espejo era pequeño y estaba situado acierta altura, de manera que sólo había podido apreciar su cara. Se acercó a la puerta y la abrió. Tan sólo llevaba puesto un pequeño tanga negro y unas medias negras. Me saludó con naturalidad. Y eso significaba dos besos que acababan rozando mi boca.

-Espero que no te importe verme así, de todas formas ya me has visto en la piscina.- Me dijo con una irónica inocencia mientras se mordía un dedo.

-Claro que no.- Acerté a contestarle.

-No te vayas. Necesito tu ayuda – Me pidió. Entonces se giró y flexionó su cuerpo llevando las manos hasta sus pies. Acarició desde uno de ellos con las manos su pierna estirando una de las medias. Esta operación me ofrecía una perfecta visión de su culo. Pude ver como la braguita apenas podía tapar sus labios vaginales. Aquello me permitió descubrir que los tenía depilados. Repitió la operación con la otra pierna, recreándose en ella. Se levantó y cogió un vestido negro que tenía preparado. Se lo puso y se acercó de nuevo a mí, se giró y me pidió que le abrochase la cremallera. Lo hice con cierta torpeza debido a mi nerviosismo.. Se alejó un par de pasos, se giró y me preguntó:

-¿Estoy guapa?

-Guapísima –Le contesté con un hilo de voz. Ella se acercó de nuevo a mí. Miró el bulto en mi pantalón y me dijo:

-Te creo. Bueno me voy, un beso – Volvió a darme dos besos, esta vez de despedida. En el segundo fue un paso más allá, y, además de hacer coincidir nuestras bocas casi totalmente pude notar como rozaba mis labios con la punta de su lengua. Sonriendo con malicia se dirigió hacia la salida mientras yo la miraba embelesado.

Desperté de aquel momento de ensueño a sabiendas de que me esperaba otro en la habitación de Eva. Subí las escaleras. Llamé a la puerta. Me dijo que pasara. Estaba de pie al lado de la ventana. Llevaba una bata blanca cerrada y atada a la cintura.

-¿Se ha ido ya mi hermana?- me preguntó.

-Iba hacia la puerta- le contesté. Se hizo el silencio hasta que se escuchó el ruido de la puerta de la casa que se abría para cerrarse acto seguido.

-Por fin solos- dijo ella mientras desataba el cinturón de su bata.- ¿por dónde íbamos? – dijo abriendo la bata. Bajo ella tan sólo llevaba el mismo tanga del día anterior. Su bata se deslizó por sus hombros cayendo a suelo- Creo recordar que yo estaba así. ¿Cómo estabas tú?- Me preguntó esperando una reacción por mi parte. Respondía sus palabras quitándome la ropa con toda velocidad. Me quedé en calzoncillos. Eran tipo slip, blancos.

-¿Así te vale? – Le pregunté.

-Está bien, lo doy por bueno.-Dijo con una sonrisa mientras se acercaba.

-Creo recordar que tenía una mano aquí- Dijo situando su mano en mi polla sobre el slip.

-Entonces yo debía tener las mías así – Contesté mientras la acercaba a mí llevando una de mis manos a su culo y la otra a una de sus tetas.

Nos besamos y durante un rato. Ella metió la mano por dentro de mi slip y sacó mi polla y empezó a menearla sin dejar de besarme. La dejé hacer por unos instantes. Paró me miró con lujuria y se dio la vuelta. Acercó su culo a mi polla, acomodándola entre sus nalgas y comenzó a moverse lentamente. Yo llevé mis manos a su cintura. Ella las tomó y las llevó hasta sus tetas. Mientras se las masajeaba empecé a besar su cuello. Una de mis manos fue bajando lentamente hasta llegar a su pubis. Acaricié la zona con delicadeza por encima de su tanga, hasta que ella volvió a coger mi mano con la suya haciéndome llegar a su coño, una vez allí su mano guiaba a la mía en un enérgico masaje. Se separó de repente de mí. Empezó a bajar su tanga muy poco a poco mientras me dedicaba frases sugerentes:

-¿Quieres ver a tu niña toda desnudita? Seguro que quieres ver mi chochito.- Siguió bajando sus bragas – Lo he preparado para ti – Dejó ver su vello púbico, un pequeño triangulito que acababa justo por encima de su coño. El resto estaba perfectamente depilado.

-¿Te gusta mi chochito? - Dijo mientras se acercaba a la cama y se sentaba.

-Sí, mucho. Me gustaría que te lo tocases para mí- Le dije yo mientras acababa de quitarme el slip.

-¿Quieres que tu niña sea mala?¿quieres que sea tu putita?- Dijo mientras se llevaba una de sus manos a la boca. La lamió. Se recostó un poco y fue abriendo poco a poco su piernas dejándome disfrutar de la visión de su coño chorreante. Cuando estaba totalmente abierta bajó su mano y comenzó a acariciar su clítoris. Yo por mi parte me hacía una paja disfrutando de aquella imagen. Eva empezó a meter uno de sus dedos en su coño y seguía provocándome con sus frases.

-¿Te gusta como tu putita se toca el chocho?¿Ves cómo se mete un dedito en el coño? – Estaba a punto de correrme, por lo que dejé de meneármela. Me acerqué a la cama, me arrodillé y dirigí mi boca a su coño. Ella apartó la mano y me dejó hacer. Lamí con fuerza sus jugos hasta que mi lengua encontró a su clítoris y empezó a jugar con él. Ella presionaba con sus manos mi cabeza sobre su coño y seguía hablando:

-Así, cómeme el chocho. Haz que tu putita se corra.- De repente cambió radicalmente el tono:

-¡Qué coño estás haciendo!- Gritó enfadada. Levanté la cabeza sorprendido. Me preguntaba qué había hecho mal. Pero al mirar su cara vi como Eva no me miraba a mí, miraba hacia a puerta de la habitación. Giré la cabeza en aquella dirección. Allí estaba Sara de pie, sonriente, con una cámara de vídeo e sus manos.

Poder de convicción

Cuando Sara abrió y cerró la puerta, en realidad se había quedado dentro de la casa. No sabía cuánto tiempo llevaraba allí, pero desde luego el piloto rojo de la cámara indicaba que estaba grabándonos.

Eva se levantó enérgicamente y se dirigió hacia ella con rabia.

-¡Trae la cámara mala puta!- Le dijo a su hermana. Como la vi capaz de todo la agarré impidiendo que llegara a ella. Ella intentaba zafarse de mis brazos mientras seguía insultándola. Pasados unos instantes se derrumbó con impotencia. La dejé sobre la cama. Entre un amargo llanto le recriminaba a su hermana:

-Me has jodido uno de los momentos más especiales de mi vida hija de puta.

Me acerqué a Sara conciliador.

-Trae la cámara, por favor, Sara- Le dije acercándome.

-No os tenéis que poner así, no hago nada malo.-Se defendió.

-Para tu hermana este es un momento muy especial- Argumenté.

-Razón de más, así podrá tener un recuerdo- Dijo con ironía.

-Bueno, niña, me estoy cansando. Trae la cámara. Sabes que puedo quitártela por la fuerza si quiero. –Cambié el tono.

-Y luego que harías, ¿hacerme callar para siempre?. Analiza la situación. No estáis en una posición de fuerza precisamente. Soy yo quien tiene la sartén por el mango...Y ... hablando de mangos... – Su mirada se dirigió hacia mi polla, que seguía tiesa. Seguidamente me la cogió con su mano y me dijo a oído.

-No me dirás que la idea de la cámara no te pone.

En realidad tenía razón. No sólo en lo de que la idea de ser grabados me excitaba, sino también en que era ella quien mandaba en aquél momento. Volvió a acercarse a mi oído y me dijo:

-Yo sólo quería disfrutar de ver como follábais. No quería estropear nada. Al contrario, quería hacerlo más excitante. Díselo, convéncela, a ti te hará caso.

Lo pensé un momento y asentí.

-Está bien, tu mandas, pero déjanos a solas un minuto

Me acerqué de nuevo a la cama. Eva lloraba desconsolada con su cara apoyada sobre la almohada. Al sentir mi mano sobre su espalda se incorporó y me abrazó. Acaricié su pelo durante una rato dejando que su llanto se calmase poco a poco.

-La odio, no se lo perdonaré nunca.- Dijo entre leves sollozos.

-Lo que hace no está bien, pero no debemos dejar que nos estropee el momento. Esta noche es nuestra noche y nada debe impedirlo. –Le susurré al oído.

-Sí pero, ¿qué hacemos con Sara?. Aunque intentemos olvidar lo que ha pasado. ¿quién nos garantiza que no volverá a molestarnos?. Ella es capaz – Reprochó.

-Pues pasemos de ella. Si quiere grabar que grabe. Si quiere mirar, que mire. Pasemos de ella. Es más, incluso mejor si lo hace. ¿Recuerdas lo de darle la vuelta a las cosas?¿lo de convertir lo malo en bueno?. Podemos hacer que sea bueno que nos miren. Tan sólo tenemos que cambiar la mentalidad. La situación tendría morbo. Podemos disfrutar de él. Las cosas son buenas si nosotros creemos que son buenas.

Se hizo el silencio unos instantes. Lo rompió para decir mientras secaba sus lágrimas:

-Tú también eres fantástico.

Nos abrazamos. Poco a poco nos dimos cuenta de nos estábamos acariciando. Volvimos a besarnos con pasión. Las caricias eran cada vez más cálidas y volvían a buscar nuestras respectivos sexos. Notamos de nuevo la presencia de Sara en la habitación. Yo me giré ligeramente y la vi apoyada sobre el escritorio recogiéndolo todo con su cámara. Eva también la miró de reojo, pero lejos de enfadarse empezó a bajar con sus besos por mi cuerpo. La vi bajar con sus labios por mi pecho, por mi estómago. Cogió mi polla con una mano y acercó su lengua a mi capullo. Durante todo el proceso tan sólo me había dedicado la mitad de las miradas. La otra mitad se la dedicaba a la cámara. A mí me pasaba lo mismo, no podía evitar mirar a cámara. Habíamos hecho buena la idea de disfrutar de aquello. Eva se metió completamente mi polla en su boca y ayudada de su mano comenzó a hacerme una mamada tremenda. En una de las miradas que dediqué a la cámara pude ver como Sara había introducido la mano que la cámara le dejaba libre en el interior de su tanga. Cuando notó que la miraba dejó la cámara sobre el escritorio. La colocó de manera que siguiera recogiendo nuestra follada desde aquella posición. Se quitó el vestido. En tanga y medias, tal y como me había recibido un rato antes, se sentó sobre el escritorio. Siguió observándonos. Una de sus manos acariciaba sus tetas, la otra volviá a acariciar su coño por debajo del tanga. Sentí que me iba a correr. No quería hacerlo antes de penetrar el coño de Eva.

-Bueno, ha llegado la hora de follar el chocho de mi putita.- Le dije. Ella dejó de chupármela y me sonrió.

-El chocho de tu putita está deseando ser follado- dijo ella mientras se tumbaba y abría sus piernas. Me situé sobre ella y coloqué mi capullo en los labios de su coño. La penetré muy lentamente. Poco a poco fui metiendo y sacando mi polla. Fui acelerando el ritmo. Podía escuchar los gemidos de Eva en la cama, pero también los de Sara sobre el escritorio, que había apartado el tanga de su coño con una mano y tenía un dedo de la otra mano en su interior. Volví a mirar a Eva, que cada vez gemía con más fuerza. Vi como arqueaba la espalda. Un grito de placer se ahogaba en su boca. Estaba corriéndose. Intenté aguantar un poco más, hasta que acabase su orgasmo para correrme. No quería hacerlo dentro, por si acaso. Así que saqué mi polla, me la agarré, y me corrí en abundancia sobre el cuerpo de Eva. Los chorros de mi semen aterrizaron sobre su vientre, sus tetas y alguna gota acabó en su mejilla. Caí sobre la cama junto a su cuerpo y cerré los ojos. Eva hizo lo mismo. Los abrí unos segundos después y vi como Sara, que se había quitado ya las bragas se acercaba a la cama. Se dirigió hacia su hermana, bajó la cabeza a la altura de su vientre, sacó la lengua y empezó a recoger en ella el semen. Al sentir el tacto de la lengua de su hermana Eva se estremeció. Abrió los ojos y observó. Lejos de enfadarse por ello la dejó hacer. Fue tomando en su boca el semen de todo su cuerpo. Se detuvo especialmente en el que cayó en las tetas. No se privó de chupar a conciencia sus pezones. Eva parecía estar disfrutando. Por fin llegó al de su cara. Tras recoger también aquellas últimas gotas ambas hermanas se miraron fijamente. Sara bajó su boca hasta la de Eva. Se besaron compartiendo mi semen. Cuando acabaron Sara se dirigió a mí:

-Yo también quiero se tu puta.-Me dijo. Aquello era un sueño para mí. Por lo visto tenía a mi disposición a dos tías buenísimas dispuestas a hacer todo lo que yo quisiera.

-Está bien. Puta. Vas a empezar comiéndome el rabo.- Le ordené. Sara accedió sin rechistar. Se metió mi polla en la boca y empezó a chupar. Ante mi sorpresa Eva se levantó y se fue hacia el escritorio. Adoptó la misma postura que tenía su hermana unos minutos antes. Sara seguía chupando.

-Basta de chupar. Zorra. Ahora ábrete, que voy a follar tu coño. – Sara me seguía el juego y obedecía con sumisión. Mientras me follaba a Sara, Eva se hacía una paja sobre el escritorio.

-Ahora me follaré tu culo. Puta – Estaba apostando fuerte, pero Sara volvió a aceptar sin rechistar y me ofreció su culo. Se lo follé. No pareció que le doliera mucho mi penetración. Estaba claro que no era la primera vez que le daban por el culo. Me corrí en su interior.

-Tu puta quiere volver a correrse- Me dijo Sara insatisfecha.

-Está bien, te comeré el coño. Pero sólo si te portas bien con tu hermana. – Eva había presenciado la escena si apartar la mano de su coño. Eva se acercó a la cama, se tumbó y abrió sus piernas. Sara acercó su boca al coño de su hermana y empezó a comérselo. Yo, debajo de Sara le comía el coño a ella.

La noche fue larga. Bajamos a la piscina y no bañamos un rato los tres para relajarnos. Entramos a la casa, conectamos la cámara al televisor y disfrutamos de las imágenes de nuestras folladas. El ambiente volvió a caldearse y acabé follándome el culo de Eva. Ambas hermanas se corrieron por última vez esa noche haciendo un 69 en el sofá. Se quedaron dormidas la una abrazada a la otra.

Sorprendidos

Cuando desperté, vi que Eva y Sara seguían dormidas y abrazadas en el sofá. No quería despertarlas, y como me había levantado con una erección quise aprovechar para hacerme una paja volviendo a ver las escenas de la noche anterior en el televisor. Puse de nuevo la película en marcha y empecé a machacármela. Con el ruido de la tele Eva despertó y me vio en plena acción. Me sonrió, me dio los buenos días y se arrodilló ante mí agarrándome la polla. Mientras me masturbaba me dijo:

-¿Te parece bonito?¿pensabas hacerte una paja y desaprovechar toda tu leche? Yo estoy hambrienta y quiero mi desayuno. - Acto seguido se la metió en la boca y empezó a mamarla, al tiempo que se tocaba el coño. Sara despertó también y empezó a masturbarse al vernos. Como estaba a mi lado acerqué mi boca a su coño. Sus manos me lo dejaron para mí y ascendieron a sus tetas. Se las acercaba a la boca lamiendo sus propios pezones. Estábamos disfrutando los tres cuando de repente escuchamos una voz:

-¡Que coño es esto!

Los tres no giramos hacia la puerta y comprobamos atónitos la imagen de Antonio, Kristy y Judith que nos miraban boquiabiertos.

-¡Te voy a matar hijo de puta! – Gritó Antonio. Corrió hacia mí. A penas me dio tiempo a ponerme de pie, cuando lo tenía encima intentando golpearme torpemente. Yo por suerte era más corpulento que él y pude reducirle. Le agarré por la espalda dejando inmovilizados sus brazos. En la puerta Kristy lloraba abrazando a su hija pequeña, en el sofá Eva y Sara también lloraban abrazadas. Durante un par de minutos Antonio intentó zafarse mientras me insultaba.

-Está bien, Antonio. Cálmate. No vas a conseguir nada por la fuerza. Te voy a soltar y vamos a hablar. Vamos a ser civilizados. ¿De acuerdo? – Intenté persuadirle. Pero seguía forcejeando.

-Una mierda, en cuanto me sueltes te mato – Fue su respuesta. En un minuto más estaba exhausto. Así que lo solté con cautela por si volvía a intentar agredirme. Estaba demasiado cansado. Cayó derrotado en el sillón. Impotente seguía recriminando.

-Antonio, no estaba haciendo nada malo. – Le dije – Yo quiero a Eva.

-¿Y por eso te follabas también a Sara?. – Me recriminó de nuevo

-Lo hacía por voluntad propia. Las dos lo hacían por voluntad propia. Estábamos disfrutando del sexo sin hacer daño a nadie. Los tres estábamos de acuerdo. Puedo entender tu reacción de padre, pero si lo piensas objetivamente no estábamos haciendo nada malo.

Antonio buscaba argumentos, seguía obcecado en culparme.

-Eva ya es mayor de edad, pero Sara es todavía una menor. – Dijo sin saber muy bien de qué acusarme. En realidad Sara follaba más que él desde los catorce. Me había dado pie, además, para introducir un argumento que me permitiría salir de alguna manera airoso.

-Sara es toda una mujer. Tú lo sabes. ¿O me vas a negar que a ti también te pone?

Reaccionó de nuevo con violencia.

-Maldito cabrón. Sólo faltaba esto...

No le dejé levantarse.

-He visto como te haces pajas mientras espías a tu hijita menor. Y ahora intentas culparme a mí por algo que a ti mismo te gustaría hacer - le dije. Antonio se quedó callado. Escondió la cabeza entre las piernas y empezó a llorar como un niño. Ahora era Kristy quién montaba en cólera y corría hacia su marido con la intención de pegarle.

-Hijo de puta. Con tu propia hija.

Antonio no hizo por defenderse así que intercedí y abracé a Kristy alejándola de su marido. Allí estaba yo en pelotas abrazando a una pedazo de rubia tetona que avanzaba sobre mí. Podía notar como aplastaba sus tetas contra mi pecho. Sin embargo la situación no me dejaba disfrutar de ello. Logré llevarla hasta otro sillón y dejarla caer sobre él.

-¡Ya basta Kristy!. A Antonio le van las jovencitas. Pero.¿a caso a ti no?. Todos sabemos que te follas a todos los tíos cachas que caen en tus manos. Además, en el instituto todo se sabe, y algún que otro compañero farda de haber follado contigo. No creo estés en disposición de enfadarte mucho...

Esperaba una nueva reacción de Antonio a mis palabras recriminando a su mujer. Pero Antonio estaba al corriente de las aventuras de su mujer. Esa era verdadera razón de los problemas de su matrimonio. Así que siguó con la cabeza escondida entre sus rodillas. Kristy se giró y también lloró sobre el sofá.

Todos lloraban menos Judith, que permanecía de pie en la entrada. Miraba atenta la tele. No había perdido detalle de la película que seguía corriendo. La miré, me acerqué al televisor y lo apagué. Como todos parecían estar más calmados subí a la habitación de Eva y me vestí. Al bajar todos seguían en la misma posición. Ya no lloraban, pero permanecían callados, con la mirada perdida. Judith seguía de pie. Los miraba a todos.

Me acerqué a ella, acaricié su mejilla y le dije:

-No los odies. Tus padres se quieren, y estoy seguro de que si hablan y dejan a un lado los prejuicios volverán a demostrarlo. Tus hermanas no han hecho nada malo. No sé si podrás llegar a comprenderlo, quizá algún día. Ellos te quieren.

Me dirigí a la puerta y salí. Respiré hondo. Las piernas me temblaban. Me fui a casa corriendo.

La fiesta

Pasé el día tumbado en la cama en una especie de catarsis. No sabía cómo sentirme. Había sido una experiencia fantástica con un final amargo. Permanecí varias horas mirando al techo con la mirada perdida.

El teléfono sonó. Lo cogí con miedo. Al otro lado estaba Eva. Me invitó a que fuera a su casa de nuevo. Su padre quería volver a hablar conmigo. Quedamos después de cenar. La conversación fue corta, la verdad es que no supe reaccionar. El tono de Eva no era triste, pero ni siquiera le pregunté cómo estaba. Quizá por ansiedad salí casi de inmediato. De entre todas la ideas y sentimientos que pasaban por mi cabeza prevalecía el miedo. Sabía que Antonio no intentaría una agresión física. Pero, influido por las películas americanas, comencé a plantearme la posibilidad de que me denunciara por follarme a una menor. Yo no tenía mucha idea de leyes, pero Antonio era un hombre adinerado que podría costearse un buen abogado.

Me estaba poniendo catastrofista, así que decidí no adelantar acontecimientos. Llegué a la casa. Respiré y llamé a la puerta. Me abrió Judith. No dijo nada. Dejó abierto y corrió hacia adentro. Entré con cautela. Había ruido en el comedor. Me dirigí hacia allí. Al entrar los encontré a todos en la mesa sonrientes. Había un par de botellas de vino vacías y otro par de cava.

-Pasa Iván. Llegas pronto. Coge una copa y brinda con nosotros.- Me invitó Antonio.

-¿Qué se celebra? – Pregunté acercándome a la mesa donde me llenaban una copa de cava.

-Mi mujer y yo no nos separamos. Nos queremos y estaremos toda la vida juntos.- Se acercó a Krity y le besó en su boca apasionadamente.

-Me alegro mucho por ello. De verdad. – Le dije mientras me sentaba al lado de Eva. Le saludé acercando mis labios a su mejilla, a lo que ella respondió ofreciéndome su boca.

-No te cortes. Si ya te la has follado. – Dijo Antonio con una carcajada. Eva prolongó el beso introduciendo su lengua en mi boca. Yo no sabía cómo reaccionar. Cuando me soltó Sara se acercó a mi y también me besó con lengua. Volvió a su lugar. Era el momento del brindis. Habló Antonio:

-Quiero agradecer a Iván que nos haya abierto los ojos y que haya hecho que mi mujer y yo veamos que nos queremos por encima de todo. Que el sexo no será nunca un enemigo para nosotros sino un aliado. Que yo disfrutaré del sexo si ella disfruta con el sexo, aunque no sea conmigo. Y ella hará lo propio. Que no pondré trabas a que mis hijas disfruten también del sexo con quien quieran y como quieran. Kristy y yo seremos felices viéndolas disfrutar. Hoy es un día importante en nuestra familia. Hoy dejamos atrás todos los prejuicios y abrimos la puerta al amor. Gracias Ivan.

Todos brindamos. Yo agradecí a Antonio sus palabras.

-Bien, pues que empiece la fiesta – Dijo Kristy mientras se acercaba a mí. - ¿Quieres follar Ivan? – me preguntó.

Yo me quedé parado sin saber qué decir. Miré a Eva, luego a Antonio. Ambos parecían estar de acuerdo con la idea.

-Kristy quiere agradecerte personalmente lo que has hecho por nosotros. – Dijo Antonio.

-Sí – Afirmó Kristy – y además quiero disfrutar de esa polla que vi esta mañana. Pobrecita, no le hice ningún caso a pesar de haberme rozado con ella – Puso mi mano en mi polla por encima del pantalón. Todos rieron sus palabras.

-Yo mientras tanto quiero probar a estas bellas señoritas. – Dijo echando un brazo por encima del hombro de Eva y de Sara – Esta mañana les he visto hacer cosas fantásticas y quiero que se las enseñen a su papi. Las dos se abrazaron a su padre y se dirigieron a la piscina. Mientras tanto Kristy se había arrodillado y estaba bajando mi cremallera. Aquello era un sueño. Podía follarme cuanto quisiera a dos jovencitas preciosas y a una sueca madurita explosiva. Ese pensamiento me llevó a la otra punta de la mesa, donde Judith estaba sentada y miraba sin decir nada.

-Kristy, para un momento – le dije a su madre. Me miró, y yo miré a Judith indicándole que estaba presente.

-Ya hemos hablado con Judith. Le hemos explicado lo que haremos a partir de ahora y lo ha entendido. Le hemos dicho que si no quiere verlo no lo haríamos en su presencia. Nuestra relación será muy liberal a partir de ahora, pero tenemos muy claro que debe basarse en el respeto de todos a todos. A Judith no le importa mirar. Cuándo querrá entrar a formar parte de nuestros juegos es una decisión que tomará ella. – Me explicó Kristy, cambiando el tono de lujuria por un tono solemne, pero amable.

Me tranquilizó sabe que hacía las cosas bien, así que pude concentrarme a partir de ese momento en Kristy.

-Muy bien zorra, pues sigue con lo que estabas haciendo. – Le dije cambiando también el tono. Kristy me sacó la polla y se la tragó entera. Me la mamó un buen rato. Mientras tanto pude ver como en la piscina Eva y Sara estaban arrodilladas también frente a su padre. Los tres estaban desnudos, y las dos jovencitas chupaban por turnos la polla de su padre. Kristy se levantó. Dio un paso atrás y empezó a desvestirse mientras bailaba de forma sugerente. Yo también me desnudé, pero rápidamente. Su striptease era lento y muy sensual. Se quitó el vestido quedándose en ropa interior. Un a ropa interior blanca con encajes, prácticamente transparente. Bailó un rato, y se quitó el sujetador. Tenía unos pechos magníficos: grandes y firmes. Bailó de nuevo tocándoselos. Se llevaba los pezones a su propia boca y los lamía. Metió un de sus manos por debajo del tanga y empezó a tocarse el coño. Yo no podía más, así que me acerqué a ella, le arranqué la pequeña prenda , la senté sobre la mesa y penetré su coño bruscamente. Ella se tumbó sobre la mesa, yo me puse encima. Se movía como una zorra. Mientras la follaba miré a la piscina. Allí Antonio penetraba por detrás a Sara mientras Sara le comía el coño a Eva, que estaba sentada en una de las mesas de patio. Mi mirada se cruzó con la de Eva. Nos sonreímos. Cómo habían cambiado las cosas para ella en 24 horas. Kristy se corrió. Yo todavía no lo había hecho.

-Quiero follarme tus tetas- l e dije. Ella obedeció, bajó de la mesa, se sentó en una silla. Y de pie frente a ella situé mi polla entre sus tetas. Ella se las cogió y las apretó estrujando mi polla. Empecé a follárselas. Estaba a punto de correrme cuando de repente escuché la voz de Judith.

-Mamá quiero su leche.-Dijo con voz inocente. Era la primera vez que escuchaba su voz. Su madre le sonrió, se soltó las tetas. Yo paré mi movimiento y no sabía muy bien qué hacer. La madre se levantó, acarició a su hija y salió a patio a llamar a los demás:

-Venid, Judith va a follar.

Todos acudieron a la llamada. Estaban expectantes. Cogía Judith de la mano y me la llevé al sofá. La familia se sentó también donde pudieran ver sin perder detalle. Yo sentado y ella de pie comencé a desnudarla. Ella se dejaba hacer. La dejé en ropa interior. Ya usaba sujetador, se lo quité. Tenía unas preciosas tetitas jóvenes, blanquitas y de pezón rosa. Le quité las braguitas y pude descubrir su chochito apenas peludo. El poco vello púbico que tenía era rubio como el de Sara.

-¿Por qué no te tocas el chochito para que todos te veamos? – Le dije con malicia. A lo que ella respondió.

-No quiero hacerme una paja. Cuando me quiero hacer una paja no necesito a nadie. Lo que quiero es que me folles y que te corras en mi cara.- Me recriminó la pequeña. Al principio me sorprendió la reacción, pero luego reí con toda la familia. Así que la senté sobre mí y fui introduciendo lentamente mi polla en su chocho. Ella se dejó caer sin miramientos y mi polla entró hasta el fondo.

-No te preocupes, me meto el consolador de mi madre siempre que puedo. No me haces daño. – Dijo para mi sorpresa. Empezó a cabalgarme como una loca. Noté como se corría. Cuando acabó de hacerlo yo ya no podías más.

-Me voy a correr.- Dije yo. A lo que ella reaccionó quitándose de encima y arrodillándose frente a mi con la boca abierta. Me corrí abundantemente sobre su cara. Los chorros que cayeron sobre su boca fueron tragados de inmediato. Con su lengua buscaba restos alrededor de sus labios. Todos aplaudieron y felicitaron a la pequeña. En vista de su ansia de semen Eva se acercó y comenzó a lamer todas las manchas de su cara guardando la leche a la boca. Después la besó descargando su contenido en la boca de su hermana. Sin mediar palabra Judith se dirigió a su padre, agarró su polla y empezó a mamarla. El padre no tardó en correrse en su cara también. Esta vez fue Sara quien le ayudó a recoger hasta la última gota de semen.

Fue una noche memorable a la que siguieron otras muchas. Al cabo de un tiempo se convirtió en rutinario follar entre nosotros, por lo que recurríamos a invitar a algún amigo o amiga a una de nuestras fiestas. Al final acabamos contratando putas, putos, incluso a algún transexual. Pero esa es otra historia.

FIN