Eva (y III)

Porque nadie elige sus gustos... Simplemente le gustan, y ya está.

Te observo desde el umbral de la puerta, envuelta en una toalla y con otra recogiendo tu melena. Realmente, admiro la facilidad que tenéis las mujeres en poneros la toalla de ese modo. De un solo movimiento… ¡Zas! Os montáis esa coliflor en la cabeza… Incluso así, con la toalla rodeando tu cuerpo y la coliflor en la cabeza estás preciosa… porque eres preciosa.

Esta noche me has hecho dudar muchísimo, por un momento he llegado a pensar que me habías estado engañando durante todo este mes. Ahora todo empieza a cobrar sentido. Ahora comprendo tu soberbia y tu chulería descontroladas. Vuelvo a recordarte en aquel local y ahora que sé lo que buscabas entiendo por qué te decantaste por mí. Buscabas a alguien más fuerte que tú, tan simple como eso. El resto de pretendientes babeaban ante ti y eso te hacía recular. No eres tan calientapollas como pensaba… Aparecían ante ti esos hombres, prometiendo y asegurando ser los Amos más fuertes e implacables que existían, pero en cuanto les sonreías y te contoneabas, descubrías que solamente eran gigantes con pies de barro. Toda esa implacabilidad de la que alardeaban desaparecía cuando veían la posibilidad de meterse entre tus piernas… veías que tú eras más fuerte que ellos y te ibas. Tuvo que sorprenderte mucho el corte que te metí, cómo te dejé con la palabra en la boca y me largué de nuevo a mi mesa...

Y mírate ahora, maquillándote frente al espejo, con una expresión neutra, pero tensando la garganta cuando tragas saliva; secando las palmas de las manos en la toalla que te rodea cada dos por tres. Estás alterada… no sé si porque esto no era lo que esperabas, o porque crees que estoy enfadado contigo… pero Eva, nada más lejos de la realidad. Esto lo hago para ayudarte, porque nunca estarás completamente entregada a mí y nunca podré disfrutar de ti al cien por cien si primero no estás en paz contigo misma… y con todo aquello que sientes.


  • ¿Qué ropa te vas a poner? – le pregunto, todavía apoyado en el umbral de la puerta.
  • Tenía… tenía pensado el vestido rosa con los...

Eva deja su frase inacabada cuando ve que niego con la cabeza.

  • ¿No te gusta?
  • Me encanta… - digo sonriente – Creo que es uno de los vestidos más bonitos que tienes. En serio. Pero esta noche no quiero que estés bonita. Te quiero explosiva, sexy… que nadie tenga que intuir cómo es tu cuerpo.
  • El… ¿el vestido azul, entonces?
  • Um… - dijo, recuperando esa imagen en mi mente – Mucho… mucho mejor.

Sonríe forzada y asiente con la cabeza. "No, no… no quiero verte agobiada ni preocupada…". Me acerco a ella y dulcemente, la beso en los labios mientras paso mis dedos por su nuca. Vuelvo a mirarla y me sonríe con ternura. Qué bonita está cuando deja aflorar esa parte tan dulce y humilde… La abrazo con fuerza y siento sus brazos rodeándome ansiosos, aferrándose a mí como si no quisiera soltarse

  • Tranquila, preciosa – digo susurrándole – No tienes por qué preocuparte. No te voy a dejar por esto

Noto su respiración agitada en mi pecho y la oigo lloriquear.

  • Lo siento… - me dice – No sabía… yo… no quería que me dejaras

La aparto de mí y la miro, acariciando su mejilla.

  • Eva, no voy a juzgarte – le digo, sonriente - ¿Cómo voy a juzgarte? ¡Soy el mismo que te folla como un salvaje!

Ella suelta una carcajada, aún con los ojos empañados.

  • ¿Lo ves? – comento, animado – Así tienes que verlo. Con las otras chicas que he estado, siempre he querido que no se avergüencen de lo que sienten. Les da vergüenza ponerse cachondas cuando las tratan como juguetes, y no pueden evitar sentirse mal cuando descubren que les gusta que las traten como perritas… - la cojo de la mano y acaricio su brazo – A ti eso nunca te ha pasado en todo el mes, ¿verdad que no?

Eva niega con la cabeza.

  • Entonces, del mismo modo que una cosa no te incomoda, tampoco tiene que hacerlo esto. Es tu naturaleza, eres así… Las cosas que le gustan a uno no se eligen… ¡Fíjate, a mi me encanta el aguacate y odio el apio! – ella vuelve a reír - ¡Y nadie me ha dicho que me tengan o no me tengan que gustar! Simplemente, me gustan… o no me gustan. ¿Y tú has visto a alguien escondiéndose o sintiéndose mal por gustarle el aguacate?

Ella vuelve a negar con la cabeza, sonriente.

  • Pues ya está. Ahora ve a cambiarte. Confío en que aparezcas por esa puerta como la chica espectacular que eres. Tanto de aquí – digo, señalando su cabeza – como de aquí – vuelvo a decir, agarrando sus nalgas por encima de la toalla. - ¡Que se mueran de envidia!

Eva vuelve a soltar una carcajada y sonríe contenta. Le doy un beso en la frente, le guiño un ojo con complicidad y la dejo a solas en el baño.


Doce de la noche. Bueno, las once cincuenta y dos… pero eso es casi las doce. Como siempre, es imposible aparcar en el centro de la ciudad. Algún día me encantaría hacer como en las películas, que siempre aparcan justo en frente del local al que se dirigen. La realidad es algo diferente: he tenido que aparcar a cuatro manzanas del local al que llevo a Eva. Y ahora, tenemos que ir al local caminando… En serio, algún día tengo que conseguir aparcar justo delante.

Eva camina a mi lado. Decir que está espectacular sería un insulto para ella, está mejor que eso, el vestido le queda como un guante: un escote generoso, unos tirantes que caen en los hombros y la largura… bueno, digamos que el vestido queda bastante lejos de llegar a sus rodillas. La melena suelta, el maquillaje y las sandalias completan un atuendo acojonante. La cojo de la mano y noto cómo se agarra con fuerza, como si fuera a caerse. No pienso decir nada, pero no sé quién está más nervioso: si ella, por lo que se le viene encima… o yo. Pero tengo que meterla allí y hablar con ella, es el único modo que se me ocurre para que entre nosotros todo marche bien

Llegamos al recinto, una discoteca bastante cutre que lleva un amigo mío. De ese modo, puedo entrar sin problemas y cuando me apetezca, irme a la cabina de arriba para estar a solas. Es un gran tipo, sí señor.

Eva levanta la vista y me mira alertada cuando ve que de la fachada cuelga una bandera con los colores del arco iris.

  • ¡Sergio… yo…!
  • No venimos a bailar… ni a emborracharnos… ni a que te folles a nadie, ¿vale? – le digo con tranquilidad – Venimos a continuar con la charla que dejamos colgada hace un rato
  • ¿Y… ya está?
  • Y ya está. – digo apretando su mano – Anda, pasa para adentro, que nos van a salir raíces aquí parados

Entramos y quien primero nos recibe es el humo del local, que me sienta como una bofetada para el olfato. Suelto la mano de Eva y hablo con la chica de la entrada, preguntando por Esteban. Vaya… parece que ha salido, la chica llama por teléfono y yo frente a ella, espero. Miro a Eva. Está nerviosa, es más que evidente, pero no tiene esos ojos de cordero degollado que tenía en el baño.

Tras cruzar cuatro palabras, la chica cuelga y me explica que Esteban ya la ha informado de todo y que no hay ningún problema. Genial, pasamos para adentro.

Eva se detiene justo en la entrada, mirando a su alrededor. Yo me paro junto a ella, observando. En ese antro, que porque sea de un amigo no deja de ser un antro, unas cuantas chicas charlan en la barra, otras tantas hacen cola en el baño y la gran mayoría bailan en el centro de la pista. Un par de chicas ya han avistado a Eva y la miran de arriba a abajo… Lo entiendo, es imposible no fijarse.

  • Vamos, preciosa – le digo, volviendo a cogerla de la mano – Allí hay una mesa libre.

Nos sentamos y la camarera aparece ante nosotros como una bala:

  • ¡Hola! ¿Qué os pongo? – dice, mirando a Eva.
  • Dos número cuatro – contesto yo por los dos.
  • Dos números cua… ¡Sergio! - dice de repente, dándome un efusivo abrazo, ante el asombro de Eva - ¡Tío, no te había ni visto!
  • Claro, puestos a mirar… te has ido a lo interesante – contestó, bromeando.
  • ¿Cómo estás? – pregunta.
  • Bien, bien… todo bien. Mira, esta es Eva – digo, presentándolas – Eva, esta es Rocío, la hermana de Esteban.
  • Encantada – dice Eva, un tanto distante.
  • ¡Eva! ¡Joder, tía, pedazo vestido! – dice Rocío, mirándole el escote y dándole un codazo - ¿¡Tú ya eres consciente de dónde te has metido!? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Aquí muerden!
  • Creo que sabe defenderse – contesto, sonriendo a Eva - ¿Dónde está tu hermano? El cabrón siempre se escaquea y te deja a ti todo el jaleo
  • Cena de familia, ya sabes… – contesta, algo más seria – Bueno, ¡Dos números cuatro! Os los traigo en un periquete
  • Gracias, niña… - le digo, mientras se aleja – Bueno, ¿ves? Ya tienes una amiguita más – comento con burla.
  • Sergio… esa chica… todo esto… - tantea sin encontrar las palabras.
  • Scht… - la hago callar – Ven, siéntate a mi lado.

Ella coge su silla y la pone junto a la mía. Se sienta y yo me levanto, quedando tras ella.

  • Fíjate en todas estas chicas - le digo, sujetándole la cabeza – Serías incapaz de charlar con cualquiera de ellas ni cuarenta minutos
  • Yo… es que no acabo de congeniar
  • No me jodas, Eva… - la interrumpo seriamente – En casa íbamos muy bien, ahora no recules
  • Sí, es verdad… - duda por un momento, coge aire y comienza de nuevo - Suena raro… pero soy una chica… y no me caen bien las chicas.
  • ¿No te… caen bien? – pregunto, insistiendo.
  • Puedo hablar un rato con alguna, pero al poco tiempo acaban molestándome… siempre hablando de las mismas chorradas… y mirándome con esa cara de

Eva deja de hablar cuando Rocío vuelve a acercarse.

  • ¡Dos número cuatro! Aquí tenéis. Si queréis cualquier otra cosa, no vayáis a la barra, que hoy Nati está muy gilipollas, me lo pedís a mí, ¿vale guapos?
  • Eso haremos – contesto, dándole un beso en la mejilla.

Se marcha sonriente, dejando el par de combinados en la mesa. Acerco uno a Eva mientras tomo un sorbo del mío. Cojo mi silla y la pongo detrás de la suya, colocando mis brazos a su alrededor.

  • En comparación con los tuyos, esto apesta… pero podría ser peor. Anda, toma. – le digo, ofreciéndole su vaso.

Eva lo coge y de un trago se bebe la mitad del vaso.

  • ¡Ehh… fiera! - exclamo al verla, quitándole el vaso y volviendo a dejarlo en la mesa – Eso no te va a hacer escapar
  • Pero me ayudará bastante… - contesta girándose hacia mí con una mirada suplicante. - Por favor… deja que beba un poco más
  • Vuelve a mirar hacia delante, preciosa – digo seriamente.

Duda durante un par de segundos, mirándome fijamente, esperando que me compadezca y lo deje para otro día. Pero ahora no pararía ni por todo el oro del mundo. Estoy demasiado excitado como para dejar pasar este momento. Paso una mano por su cabello, dejo mi copa en la mesa y ambas manos acompaño su cabeza, poniéndola de espaldas a mí

  • Cuando aceptaste ser mía, te pregunté a cuántos te habías follado… - Eva intenta girar la cara hacia mi, pero la sujeto, quedando de nuevo mirando al frente – Ahora voy a hacerte otra pregunta… Eva, ¿a cuántas te has follado?

Eva queda en silencio. Empiezo a impacientarme asi que desde atrás me agacho y dejo mi boca a pocos centímetros de su oreja:

  • Vamos Eva… Si la respuesta fuera "ninguna" hubieses contestado hace rato
  • Yo… yo… no lo sé… Quizá… - dice con la voz temblorosa, mientras sigo sujetándole la cabeza - Quizá fueran seis… o

"¡Han cantado línea!" – pienso para mí, al ver que una de mis suposiciones era acertada – "Ahora vamos a por el Bingo…"

  • Y de esas "seis o…", ¿con cuántas…?
  • ¿¡Qué quieres saber!? – dice, girándose violentamente hacia mí - ¿A cuántas de esas seis traté como zorras?

"B-I-N-G-O"

  • ¡Ja, ja, ja! – me río viendo cómo por fin se ha soltado – No vuelvas a hacer eso con la cabeza, preciosa… Un día te vas a partir el cuello y me echarán la culpa a mí

Eva se gira y se sienta a horcajadas sobre su silla, quedando frente a frente. Me mira con chulería:

  • Genial, has conseguido que explote. Te contaré lo que quieras, pero antes… - aparta sus ojos de mí y pregunta - ¿Si digo o explico algo que no te guste…?
  • Ya te dije que no voy a dejarte por eso. El otro día estuviste más cerca de que te mandase a la mierda que hoy… Vamos preciosa… ya queda poco
  • ¡No soy lesbiana! También me gustan los chicos… - comienza a explicar, captando toda mi atención – Mi primera vez fue con una chica, ni siquiera recuerdo cómo llegué a aquello… estaba muy borracha y no sé por qué, cuando se sentó a mi lado en el sofá, me abalancé sobre ella… ¡Joder! Sergio, por favor… ¿no podemos volver a casa?
  • No – contesto tajantemente – Esperaré a que acabes de explicármelo todo aquí, porque si no me siento satisfecho con la teoría, te obligaré a pasar a la práctica. Ya sabes… una imagen vale más que
  • ¡Vale, vale! ¿Qué quieres saber?
  • Mira, lo de las chicas me ha quedado claro. ¿Has tenido alguna chica tuya?
  • ¿Una novia? Nunca.

No puedo evitar sonreír y mirarla. "¡Eva, por Dios! Baja de la parra… ¿Crees en serio que te hablo de una novia?" Parece entender mi mirada, porque entonces reacciona:

  • ¡Ah! Lo siento… no te había entendido… ¡Joder, es que puede que no te lo parezca, pero estoy muy nerviosa! Emm… sí, una. Bueno… más de una
  • ¿Bueno? ¿Más de una?
  • No bien bien… - me aclara – La penúltima chica con la que… estuve, se enganchó a mí. Yo no entendía qué le pasaba, pero le decía cualquier cosa y la hacía, cuando estaba con ella, me sentía… bueno y ella parecía tan… Da igual, al final dejé de verla y poco tiempo después conocí a Laura. Con ella sí que tuve "esa" relación desde el primer día… Me encantaba ver cómo se ponía como un flan ante mí… y cómo me sentía yo cuando pasaba eso. Me sentía
  • Dilo, no te dé vergüenza. Si te sentías superior a ella… – digo, captando su atención – pues ¿qué le vamos a hacer?
  • Dicho así suena muy feo… - contesta Eva, con tono de pija perdonavidas.

Con un movimiento seco, vuelvo a girarla y susurrar en su oreja:

  • Mira a estas chicas… ¡Míralas…! – digo con tono firme, mirando a las chicas que, ignorando nuestra conversación, bailaban y reían – Dime que no te sientes superior a ellas… - bajo una mano por su espalda y acaricio su piel – Dime que no serías capaz de conseguir a la que quisieras
  • Sí… - contesta ella secamente - Lo siento, pero me siento así
  • No lo sientas… - Me levanto y me siento frente a ella, mirándola a los ojos - Sólo una última pregunta: ¿Cómo una chica que tiene montada su vida sexual, con zorrita incluída… busca un Amo?
  • Bueno yo… - dice bajando la mirada.
  • No, no… - la interrumpo, cogiéndola por el mentón – Explícamelo, pero no dejes de mirarme.
  • Quería sentir lo que quería mi… bueno, mi chica. Podía disfrutar de ella como quisiera, pero me faltaba algo. – Sus ojos transmitían sinceridad y calma - Quería que alguien me hiciese sentir tan pequeña… tan nerviosa, tan excitada y tan vulnerable como se sentía Laura cuando estaba conmigo.
  • Y eso no podías encontrarlo en una chica, digamos por tu… soberbia con el género femenino, ¿es eso?
  • Bueno
  • Mis amigas no saben nada de todo eso… Creen que si trato así a otras chicas es porque soy una "pija creída", aunque ellas lo son más que yo
  • De momento se acabó por hoy – digo, cortándola - Recuerda que este fin de semana hay reunión con mis colegas, aún tienes pendiente las mil doscientas faltas del otro día - al decir eso, ella sonríe y baja la mirada de nuevo – pero, ahora que está todo más claro, puede que sepamos encontrar una estabilidad
  • Sergio… ¿puedo preguntarte algo? – dice, con timidez.
  • Si, preciosa – digo tranquilo - ¿Qué quieres saber?
  • Lo que te acabo de contar… - me vuelve a mirar con cierta tristeza en sus ojos - ¿Va a suponer algún problema? Quiero decir… hace meses conocí a un hombre que se interesó mucho en mí, pero cuando se enteró de que yo había llevado la voz cantante con una chica… no quiso saber más de mí
  • Bueno, entiendo que haya quien se acojone al ver que una chica tan espectacular, además los tiene bien puestos – al oír eso, ella suelta una risita – A mí eso no me asusta. Al fin y al cabo, el día que no lo vea claro, te lo diré sin más y si no encontramos ninguna solución, lo dejaremos estar… Pero de momento, esta tarde me demostraste que sabes estar en tu sitio y eso es un buen recomienzo.

Eva me sonrie, todavía nerviosa. Sin dudar un solo momento, acerco mis labios a los suyos y la beso apasionadamente. La cojo entre mis brazos y ella queda aferrada a mí, parece que necesite tenerme más cerca que nunca… Con tal de animarla un poco, le susurro al oído.

  • Además, ahora tendrá mucha más gracia ahogarte cuando me la chupes, porque pensaré "Fíjate, la zorrita mandona no puede respirar…"

Eva suelta una carcajada, apartándose un poco para mirarme. Agarrándose todavía más fuerte vuelve a abrazarme como si le fuera la vida en ello y me simplemente me contesta:

  • Gracias…Amo.