Eva y Escarlata: fiesta de disfraces
De como se conocen Eva y Escarlata en una fiesta de disfraces.
Aunque vivimos en un barrio de alto standing, llevamos ya unos meses que no podemos permitírnoslo, los gastos nos superan de una manera que nos está haciendo la vida imposible, Mónica esta en el paro y yo estoy a punto de cerrar mi empresa. Previendo el desastroso final que se avecina, mandamos a los niños a vivir con los abuelos una temporada, de forma que nos permita centrarnos en la búsqueda de una solución, con más tranquilidad.
Llevamos nueve años casados, yo tengo 35 y ella 33. La conocí cuando terminaba la carrera de bellas artes y hemos mantenido una excelente relación, personal, sexual y de pareja. Físicamente, ella, es la perfección para mí, no es muy alta, y quizá tenga algún kilito de más, pero tiene unos pechos preciosos, enormes y turgentes que a pesar de haber tenido dos hijos los conserva en buena posición. Algo que no le paso con el culete que evolucionó a pandero al convertirse en mama, aun así, me vuelve loco.
Pero hoy en día, es inevitable, la influencia de la situación económica, en la propia relación de pareja. Y la cama se ha transformado en un lugar para dormir, con la excepción de algún mal polvo de emergencia que reduce la tensión sexual acumulada.
Al igual que nuestra vida social, tan activa antes, es ahora un completo desastre. Las invitaciones a fiestas, las devolvemos con una negativa. Tanto, que nuestro entorno de amigos artificiales, de gran potencial económico, nos mira de otra forma. Pero siempre hay excepciones y Ana y Antonio, son una de ellas, nos ayudaron mucho desde el principio y con ellos hemos compartido infinidad de vivencias, incluidos nuestros primeros intercambios de parejas.
La semana pasada, Ana, nos invito a una fiesta de disfraces, TOP, que anualmente, celebra en su casa, muy popular y distinguida, en la que cada año hay una temática distinta, en esta ocasión “trajes de época”. Una oportunidad de destacar, lucir modelitos de diseñadores excéntricos y dejar claro quién es el más glamuroso de la temporada. El año anterior nos gastamos más de 6.000 euros por cabeza en disfraces, una locura para los tiempos que corren que ni mucho menos podríamos gastar ahora ni la décima parte, pero al ser quien eran los anfitriones, no podíamos faltar.
Teníamos que idear alguna excusa o buscar una idea genial. Para quedar bien teníamos que definir un modelo, que nos fuera bien a los dos y costara poco. Dimos miles de vueltas, nos informamos bien de cada época, de cada estilo; pensamos en algún traje escocés, años sesenta, algo rural, nada nos convencía lo suficiente. Mónica tuvo una idea extravagante, lo meditamos detenidamente y decidimos dar la campanada. Era un disfraz de riesgo, pero de todas formas más temprano que tarde acabaríamos dejando ese entorno, no perdíamos nada, iban a darse cuenta de quiénes éramos nosotros y la fiesta iba a ganar en exotismo, y eso era algo que a los anfitriones, sabíamos, les iba a encantar.
Llegado el día, nos vestimos despacio, nerviosos, nos besamos, nos abrazamos muy fuerte y nos dirigimos al fastuoso chalet. A la entrada, nos cruzamos con otra pareja, que vestían muy elegantemente, al estilo de los años 20. Nosotros llevábamos encima de los trajes, abrigos largos, queríamos mantener el secreto hasta el final.
En el amplio recibidor, Ana, junto con una de las criadas, recibía a los invitados.
- Hola, sois los últimos en llegar. Estas encantadora, querida, le comento Ana a la mujer.
- Tu como siempre, rizando el rizo. Le dijo la mujer viendo el precioso vestido estilo siglo corte francesa del XVII.
- Hola Mónica ¿Qué abrigados venís?
- La ropa que traemos es muy llamativa
- ¿Qué habéis elegido?
La criada se ofreció a quitar los abrigos; Mónica lo hizo primero, mientras yo permanecía atento a la cara de los presentes. Bajo el abrigo apareció su cuerpo casi desnudo, solo cubierto su sexo con una hoja de parra, sujeta por un fino tanga. Sus grandes tetas habían quedado al aire delante del grupo, sus pezones estaban tapados por unas pegatinas también en forma de hoja de parra, una lluvia de brillantina cubría su escote y barriga. El toque más actual eran unos zapatos de tacón, de color verde naturaleza. Agarró sus cabellos y los dejo caer por delante, tapando algo sus grandes pechos. Casi al mismo tiempo y ante la mirada atónita de nuestra anfitriona, la pareja y la criada, me quite el abrigo, luciendo al igual que mi mujer la hoja de parra tapando mis genitales.
- ¿Os gusta?
- Realmente impactante, dijo Ana, con cara de sorpresa
- Era una fiesta de trajes de época, ¿verdad?
- Claro pero ¿Qué estilo es este?
- El primer traje de la humanidad, intervine yo. Adán y Eva.
La entrada a la sala fue potente: la gente cuchicheaba y se preguntaba quienes eran los invitados tan atrevidos. Entramos con elegancia y orgullo a la sala, EVA erguida sobre sus tacones, provocaba en cada paso un movimiento de sus nalgas que fagocitaban el tanga que se perdía entre los cachetes y parecía que no llevara nada. Saludamos a un par de parejas que conocíamos, eso me dio un poco de vergüenza y si más, directos nos dirigimos al lado opuesto donde estaba el bar.
Me fije en las miradas de los hombres centradas en los grandes pechos de mi mujer, algunos disimulando, otros sin ocultarlo clavaban su mirada en tan esplendidos ejemplares. He de confesar que estaba cachondisimo y notaba mi pene morcillón, era una sensación de protagonismo, libertad y sensualidad que nunca había experimentado.
Luego estuvimos hablando con unos y otros, con naturalidad como si no estuviéramos prácticamente desnudos delante de la gente. Note la mofa, fruto de la incomodidad, en muchos de los hombres al estar conmigo pero lo compensaba la vista del paisaje montañoso que ofrecía mi EVA.
Lo más curioso nos ocurrió cuando Ana nos presentó a una pareja: el hombre era un señor de unos 60 años y ella era una chica joven, no tendría más de 25 años, morena de piel, muy guapa, con poco pecho y bastante alta; llevaban los dos trajes de estilo sudista. El hombre que la acompañaba era su marido, un gran empresario recién casado con la joven, de pelo teñido, intentando parecer más joven de lo que era.
Enseguida nos increparon por la forma con que íbamos vestidos, en un tono muy puritano, tanto ella como él y le dijeron a Ana que no comprendía cómo nos había dejado entrar. Pero Ana esperaba esa reacción y sé que nos los presento con el único motivo de escandalizarlos.
La chica arremetía contra el cuerpo de Mónica, diciéndola que no podía llevar otra cosa porque no encontraba talla. Hablaban de que gente como nosotros no tenía clase para vestir de otra forma. Si enfadarme, le dije que un caballero del sur no debía tener esos modales, e intento darme clases de historia. Le demostré que conocía aquello de lo que estaba hablando, y nos enzarzamos en una discusión con fechas y datos históricos. La conversación acabo de mala manera.
Para rehacernos, nos fuimos a tomar algo de champagne. Allí se acerco Antonio, el marido de Ana y anfitrión de la velada, acaricio con disimulo el culo de Mónica y socarronamente nos felicito por nuestro disfraz.
- Veo que has conocido a Federico Tujillo.
- ¿Dónde?
- El que viste de sureño. El traje le va como anillo al dedo.
- No me digas. ¿Ese es? Dios santo. Hemos metido la pata.
- ¿Qué pasa? Pregunto Mónica
- Ese señor es Don Federico, uno de los empresarios más importantes del país y uno a los que envié mi propuesta de proyecto la semana pasada. ¡Mierda! Si tenía alguna posibilidad para salir a flote era él. Y ahora estoy aquí en pelotas haciendo el ridículo.
- Tranquilo. ¿Confías en mí?
- Claro
- Entonces déjame hacer y no preguntes.
Yo me quede hablando con Antonio, lamentándome de mi actuación con Don Federico y su mujer. Mientras Mónica buscaba al individuo por la sala, marcada en sus andares por montones de ojos masculinos e intentos de roce a su paso entre la gente. Noto como un emperador romano le sobaba el culo y un enmascarado fingiendo abrirle camino, le pasaba la mano sobre los voluminosos senos. Fue una odisea hasta encontrar a su víctima.
Don Federico departía con un joven vestido de almirante, con sombrero, botas e incluso espada, muy bien equipado, al verla acercarse hacia ellos, le masculló algo al oído a su contertulio y ambos rieron.
- ¿Habláis de mí?
- De que se puede hablar si no en la fiesta ¿Conoces a alguien que no esté hablando de ti?
- Venía a disculparme, dijo mi mujer con cara de inocente, intentando dar pena. -No quise ofenderos en nuestro primer encuentro.
- Creo que no fue la mejor manera de hacer amigos. Os vi algo arrogantes. No os disteis cuenta de nuestra ironía. Veo que estáis muy nerviosos con ese disfraz.
- Antes de hacer una cosa así, tenéis que medir las consecuencias que puede traer, añadió el otro hombre.
- Si de alguna forma podría compensar ese primera mala impresión
- ¿Cómo quieres compensarla?
- No sé ¿Qué se te ocurre?
- A mi muchas cosas y a este mas aun. Intervino riendo Federico.
- Tienes uno pechos muy bonitos.
- ¿Te gustan? Se usarlos muy bien.
- ¿Y qué más cosas sabes hacer?
- Ni te lo imaginas. Pero aquí hay demasiada gente ¿no?
- Ya sé. Pasa ahí dentro. Vamos, ¿A qué esperas?
Casi empujándola, el joven abrió la puerta, e hizo que entrara. Mónica se sorprendió, pero se imaginaba que tendría que dar la talla y estaba dispuesta a lo que sea; de pronto, se vio en una pequeña habitación de servicio donde se guardaba la plancha y otros artículos de limpieza. En pocos segundos apareció Federico y el otro hombre.
El chico, directamente, sin ningún preámbulo, echo mano a los voluminosos pechos, estaba deseando poseerlos; ella no puso ninguna objeción, era obvio porque había entrado a aquel cuarto por algo.
Se dejo sobar indiscriminadamente por ambos, le gustaba la cara de satisfacción de Federico, al alargar la mano para pellizcarle el culo y apretarle los melones, repetidas veces, hasta que llevo su mano al paquete. Sin remilgos, Mónica saco ambas pollas y los masturbó, al ritmo de los abusivos manoseos, cada vez más intensos y desesperados, en especial, sobre sus pechos.
- No tienes ni idea de lo que hay que hacer con una mujer así.
Con prepotencia exagerada, Federico la hizo arrodillarse y deslizo su verga hasta el centro de los senos, ella la acepto y unió sus pechos envolviendo el miembro con ellos. Satisfecho el empresario, ajusto el movimiento de sus caderas follando las ubres como un obseso. EVA lo miraba a la cara, notaba su placer descrito en los incontables gemidos que evitaba esconder. De pronto el desafino de un altavoz, le hizo parar
- El baile comienza, ¡Vaya! Vamos fuera. Tengo que buscar a mi mujer. Ya acabaremos otro día.
Con la polla todavía dura, se arreglo el disfraz sureño y salió corriendo. EVA hizo lo propio, se recompuso, y abandono al joven masturbándose solo.
- ¿Me vas a dejar así?
- Yo se que tu sabes acabártelo solito. Y se despidió de forma desvergonzada dándole un beso en la mejilla.
Fue al comienzo del baile cuando vi de nuevo a Mónica, muy risueña y feliz pasaba de unos brazos a otros, todos deseosos de bailar con la EVA del paraíso. Ella se dejaba querer con quien le interesaba, con unos se dejaba apretar pecho con pecho, con los más atrevidos, consentía que las manos sobrepasaran la rabadilla. Disfrutaba viendo como los bultos de la entrepierna crecían desde el momento que entraban en contacto con sus muslos. Los movimientos desconcertantes de sus pechos, en sus saltitos, atraían las miradas y aumentaban el morbo de sus bailes. No había quien la parara, fue Ana la que la detuvo con el fin de bajar el calor en la sala. La acerco a una de las mesas y le ofreció unos dulces para que se calmara.
- Monica, ven. Relajate. Te veo muy encendida
- Uff, no lo sabes bien.
- Tu disfraz ha causado efecto. Te voy a presentar a una amiga.
- ¿Quién?
- Tu salvadora.
- Necesitas un trabajo, ¿verdad?
- Claro
- ¿Y sigue en pie lo que me dijiste en nuestro último intercambio de maridos?
- ¿Lo de tener sexo con otra mujer? Sabes que no me importaría.
- Pues vas matar dos pájaros de un tiro. Ven que te presente a alguien.
EVA se quedo perpleja cuando vio que la amiga era ESCARLATA, la joven se disculpo por sus groserías en la presentación y le propuso quedar para hacerle una entrevista de trabajo.
Yo mientras me entretenía con Lidia, una chica encantadora, disfrazada como una especie de caperucita, la cual veía predispuesta a algo más. Y como la tensión sexual en el ambiente era alta, decidí incidir en ello y me escape con ella a la primera habitación que vi libre, que fue difícil encontrar, pues todas estaban ocupadas por parejas que no contenían su deseo y (copulaban) yacían en los lugares más insospechados.
Cuando volví al salón, busque a Mónica entre la gente, al no encontrarla me imagine que estaría en alguna habitación fornicando con algún afortunado. Pero me equivoque, la encontré junto al bar comiendo canapés y vino blanco, erguida de manera muy elegante, sobre sus tacones, con sus senos colgando inhiestos, consciente de las miradas de los cada vez menos invitados.
Al acercarme me beso.
- Hoy es nuestro día de suerte. Tengo una entrevista de trabajo mañana
- ¿Dónde?
- Con la señorita ESCARLATA.
- ¿La mujer de Federico?
- Si ¿Cómo lo has conseguido?
- Gracias a Ana. Le hace falta abrir un negocio de arte y le ha hablado muy bien de mi.
- Fantástico. Tienes que mediar para que pueda tener una entrevista con Don Federico.
- No te preocupes, lo hare.
Si te ha gustado este relato, lee tambien EVA Y ESCARLATA de gatacoloradahttp://www.todorelatos.com/relato/94275/no es una continuación, ni el origen, se trata de una historia paralela con los mismos personajes. Que la disfrutes.