Eva emputecida-1 la reconciliación

Eva relata a su marido su progresivo emputecimiento a manos el chulo y su amigo

EVA, MI PUTITA FIEL- 1 LA RECONCILIACIÓN

Esa noche no dormimos. Eva me confesó su progresivo emputecimiento a manos de Juan, insistiendo que nunca había dejado de ser mía, ni siquiera cuando su chulo la obligaba a decir que era su puta.

-          Pero quiero que lo sepas todo, incluso lo que pasó cuando tú te fuiste.

-          No hace falta, mi amor.

-          Ya sé que no hace falta, pero necesito desahogarme.

Intentó seguirme cuando dejé la casa, pero Juan la retuvo con una mano en el brazo y, sobre todo, pegándole su pene al culito.

-          Estaba más duro que nunca, mi amor. Me lo pasó entre las piernas y sobresalía un palmo por delante – explicó, y yo noté que el mío reaccionaba como un resorte- y movía la pelvis como si me estuviese follando.

En ese momento tuve un pensamiento fugaz; me vi durante un instante mamando arrodillado el trozo que sobresalía.

-          Y notaba como me lo deslizaba para calentarme –continuó- yo quería irme, pero no pude...Sin querer acompañé su movimiento con el cuerpo. Me amasaba el pezón. Me dijo que aún no podía irme, que no había terminado conmigo.

Eva había recostado su cuerpo sobre el mío, y me hablaba muy suave al oído. La bata se le había entreabierto, y noté sus pezones como pitones, mirando al frente, duros como cuando se excitaba.

-          Por favor…déjame, le supliqué, pero él respondió con una de esas carcajadas que te dominan y me soltó el brazo mientras decía que era libre para largarme cuando quisiera.

Me miró a los ojos antes de continuar y noté los suyos brillantes, pero perdidos en el recuerdo.

-          No pude moverme –siguió- . No con ese pedazo masturbándome. Me puso la otra mano en la boca y la chupé, dedo a dedo, según me los iba ofreciendo. El continuaba su movimiento y noté mi vagina como abierta en canal. Mi amor, la verdad es que él se quedó quieto y era yo quien se frotaba.

Eva empezó entonces a mover su cuerpo, como buscando en el mío el roce que la había dominado.

-          Me expuso ante Frank, que se acercaba con su polla en la mano, en un gesto de pura lascivia. Me estremecí y sentí que me venía. ., me corrí en cuanto sentí la polla de Frank pegada a mis tetas.

A esas alturas yo ya tenía la mía como un palo. Y Eva tenía que sentirla, pegada a sus caderas. Pero no dijo nada, solo siguió moviéndose, cada vez más encima de mi cuerpo.

-          Mi amor, ¿quieres que siga?  - le salió una vocecita dulce, aniñada, pero no esperó mi respuesta.

-          Juan es un cerdo, pero es peor Frank. Es un sádico. Me pellizcó los pezones mientras me chupaba el cuello, diciendo que quería marcarme. Yo no tenía fuerzas para defenderme, y mucho menos notando el pollón de Juan abriéndose camino.

-          ¿Te folló? –le pregunté, como si no conociera la respuesta.

-          Sí, mi vida, me levantó en vilo y empujaba, entrando. Era como si me empalara. Y – me miró con pena- a mí –a mí me gustaba.

Sus movimientos sobre mi eran ya rítmicos, como si se masturbara con mi cuerpo mientras recordaba.  Se le había abierto la bata y asomaban sus pezones, como llamándome. Se los amasé, lentamente. Se le escapó un suspiro.

-          Me gustaba, pero me dolía la forma en que Frank me retorcía los pezones, estirándolos. Juan me llevó lentamente hacia la cama, así como estaba, completamente ensartada, haciéndome subir y bajar por su tronco: Sentí  sus venas, recorriéndome cada milímetro. Me la sacaba casi entera para dejarme caer de nuevo hasta los huevos.  A veces sentía que también me entraban

Intenté compensar ese recuerdo de dureza besándola suavemente en los ojos, y ella ronroneó, mimosa.

-          Déjalo si quieres, mi amor, no hace falta que me lo cuentes todo.

-          Es que necesito sacármelo –insistió.

-          Me corrí de nuevo avasallada por esos pollazos –me quedé muy sorprendido por ese lenguaje, impropio de mi mujercita- y gritaba, mi amor, gritaba hasta quedarme sin voz.  Frank se reía, le decía que me partiera en dos, me llamaba, zorra, golfa, perra, y me daba cachetadas en las tetas, cada vez más fuertes.

Hacía rato que tenía una mano sobre sus nalgas y la apretaba contra mí. Eva jadeaba ,  la voz entrecortada, casi incomprensible. Sentí que le llegaba un orgasmo por la forma en que me  sujetaba el pene, oprimiéndolo con fuerza, como amarrándose a él. Tuvo que detenerse unos minutos, ente jadeos, mientras se recuperaba. Yo me limitaba a amasarle las nalgas y los pezones, como un actor secundario de una película en la que otros eran los protagonistas, muy a mi pesar.

-          Me llevó hasta la cama sin dejar de bombearme –continuó cuando se le calmó la respiración- y me tiró sobre ella como si fuera un trapo. No tuve fuerzas para levantarme. Fue entonces cuando me poseyó Frank, mi vida, me sujetó de las caderas y me la clavó como un salvaje, totalmente tumbado encima de mí. Me aplastaba.

A esas alturas no sé cómo podía evitar mi propio desahogo .  Mi esposa meneaba la mano sobre mi polla, con un movimiento rítmico, y yo sentía su respiración agitada.

-          Rodamos en la cama, y me sentí empalada. Quedé encima de él y saltaba sobre su polla como una zorra. Me apretaba  las tetas para hacerme daño, mira cómo me las ha puesto. – Tenían en verdad dos extensos moratones- pero yo le cabalgaba, no podía controlarme. Puse mis manos sobre las suyas, acompañando el magreo. Me corrí de nuevo, pero él no se corría, mi amor. La tenía cada vez más dura. Me hacía botar con sus caderazos.  Yo gritaba, le pedía más, le rogaba que me llenara. Y me golpeaba las tetas cada vez con más fuerza.

No pude más, metí mi lengua en la boca de mi esposa, para acallar esa narración que me torturaba y me enloquecía de deseo y me corrí en su mano. Me sentí avergonzado cuando el chorro de semen salió disparado y se alojó en sus tetas. Ella me sonrió sin soltarla y en sus ojos noté un chispazo de picardía.

-          Juan se aproximó a mí, y noté como me presionaba el ano, moviendo la polla en mi culito, muy despacio, acostumbrándome.

Estaba de nuevo acalorada, y se levantó a lavarse la cara. Cuando regresó se sentó sobre mis muslos, y noté que se había quitado el tanga.

-          Vienes hecha toda una putita, eh? –le sonreí.

-          Y a ti te gusta que lo sea, por lo que veo

Me pasó la polla entre sus piernas, apretándola fuerte con sus muslos, mientras continuaba

-          Me oprimía el culito, y Frank me abría con sus dos manazas, me dejé caer sobre su pecho y me comió la boca, me mordía los labios, la lengua. Juan entraba, mi amor.., por el culito…mmmmm.., me perforaba lentamente, pero sin detenerse. Me dolía…, pero Frank me tenía clavada, y yo no podía hacer nada.

Hablaba como perdida, con los ojos cerrados ahora, y se movía usando mi polla para pajearse mientras recordaba.

-          Me follaron los dos, mi amor, en un bocadillo, y yo sólo podía correrme una y otra vez, al ritmo de sus embestidas. Mis orgasmos eran ya seguidos, perforada por esos mastodontes, Fue tan intenso que quedé como desmayada, atada a la realidad solo por esos dos rabos que me sometían.

Sus movimientos eran ya frenéticos sobre mi polla. Y se corrió sobre mi como una cerda en el momento en que llamaba rabos a los penes de sus emputecedores. MI hasta hace poco dulce esposita, era ya una ninfómana multiorgásmica, y yo empezaba a pensar que incorregible. Sus gritos de placer atronaron toda la casa. Cuando se calmó cortó también el relato de forma abrupta. Debía de estar agotada.

-          Cuando desperté –concluyó entre bostezos- ya anochecía. Me levanté y al entrar en la cocina a por agua les vi hablando con tres obreros de la construcción de enfrente. Les hacían gestos ostensibles hacia la habitación en la que yo me encontraba hasta ese momento. No me quedé a esperarles. Salí escondiéndome de la casa.

-          ¿Y como viniste? –Me alarmé al recordar que cuando llegó a casa ya era noche muy avanzada.

-          Llamé un taxi, claro –me contestó mientras se dormía.