Eva al desnudo- y 13

Juan la encula después de obligarme a excitarle para someterla. esta entrega final podría haber ido en Dominación, o en Sexo Anal, pero me pareció más coherente mantenerla en infidelidad.

Dormimos un par de horas, pero me sobresaltó un ruido. Entonces le vi en la puerta, acercándose desnudo con una sonrisa de burla en la boca. Eva estaba apoyada en mí, sus tetas aplastadas en mi pecho, tapada solo con la sábana. Venía  con un bote de crema en las manos, y supe que no era para calmar la enrojecida vagina de mi esposa.

-          Ya he ganado, como siempre –me humilló- pero aún quiero otra cosa.

Se le veía tan seguro de sí mismo que me amilané. Se acercó a nosotros, pero por mi lado de la cama. Yo miraba como acercaba su polla a mi cara, sin poder hacer nada para evitarlo. La tenía a media asta, pero aun así era ya más grande que la mía completamente erecta.

-          Prepáramela para el culo de mi putita –me soltó.

-          Por el culito no, cabrón. Es virgmmmmmmmm –me acalló metiéndome el rabo entre los labios

Intenté apartarme, pero me sujetó de los pelos, y confieso que comprendí a mi esposa cuando esa barra empezó a crecer en mi boca, y él me animaba, sujetándome la cabeza, haciéndome sentir arcadas. Me la saqué para insultarle, pero la metió de nuevo, mientras se ponía un dedo en los labios para exigirme silencio.

-          ¿No querrás despertarla aún, verdad?

Me atraganté, pero siguió clavándola. Chupa, cornudo, chupa lo que va a empalar a tu mujercita. Y chupé entre arcadas. Cuando la sacó, para exhibirla delante de mi cara. No podía dejar de mirarla.

-          Quítale la sábana -me ordenó.

Lo hice, aunque le rogué que hiciera con nosotros lo que quisiera, pero que no la enculara. Estaba convencido de que si lo hacía ya no podría recuperarla. Él se rio sin contestarme.

-          Muéstrame su culito, cornudo.

Obedecí de nuevo, colocando a Eva sobre mí, las sábanas ahora aparadas hasta la mitad de sus nalgas. En esa postura mi esposa sentía mi polla en la barriga, pero le permitía a Juan un acceso fácil a su intimidad. La situación era degradante. Me sentía humillado, pero mi polla no dejaba de crecer, estimulada por las palpitaciones en el palo que tenía a milímetros de mi cara. El cabrón lo sabía, y se recreaba dándome golpes con ella en la mejilla. Ladeé de nuevo la cabeza y empecé a mamarle el glande, como si fuese un biberón. Él tenía una mano sujetándome de los pelos, guiando mi boca, la otra se introdujo en la sábana, entre los muslos de mi esposa.

Aun dormida, Eva soltó un suspiro, y se movió, como acomodándose a la invasión. La sonrisa de Juan era exultante. Me arrebató la polla de los labios, y para mi vergüenza tengo que reconocer que eché la cabeza hacia delante, como buscándola, y se colocó a los pies de la cama. Acercó la cara a sus nalgas y las olfateó.

-          Esta guarra huele a sexo. ¿No se ha duchado?

-          - No –le contesté con un nudo en la garganta. Estaba demasiado cansada.

Lamió y a mi esposa se le escapó un gemidito, muy suave. Me miró entonces a los ojos, transmitiéndome su entrega, pero no miró al que la acosaba. No lo necesitó.

-          ¿Es.., es Juan - me preguntó con una voz tímida.

No la respondí. No era necesario. La sujetó las manos en la espalda con una de las suyas  mientras le pasaba la lengua por la abertura de las nalgas. Lamió el ano, en círculos, salivando sobre su orificio, humedeciéndolo, mientras le metía lentamente uno de sus dedazos en la vagina. Mi mujercita era un puro jadeo.  Empezó a temblar.

-          No puede ser –pensé- va a hacer que se corra en 30 segundos.

Pero fue. Eva tembló, y luego empezó a convulsionar todo su cuerpo en espasmos incontrolables.

-          Ohhhhhh… , mmmmmmmmmmmmm

Tenía los ojos fijos en mí, muy abiertos, pero su mirada desenfocada, la boquita abierta, en jadeos cada vez más altos. Intenté besarla, para sentir sus gemidos entrecortados, pero Juan la atrajo, de manera que sus labios quedaron inalcanzables, a solo unos centímetros de mi boca

-          Mi amor…mmmm…, ahhhmmmmmmmmm.., me bvengo..mmmmmm

Tenía mi polla pegada entre sus tetas, y empecé a moverme para calmar mi sobreexcitación. Pero el cabrón buscaba otra cosa. La apartó aún más. Y me miró con aire triunfante mientras le clavaba dos dedos ya en las entrañas.

Cuando le soltó las manos, las dejó inertes, en los costados. Se metió el dedo en la boca y empezó a presionar, abriéndola. Ella intentó resistirse pero le pegó un azote en las nalgas y se quedó muy quieta.

-          Sujétale las manos, cornudo.

Eva me las entregó, sumisa, y yo las aferré, la única parte de su cuerpo que podía tocar ahora. La puso a cuatro patas, con sus tetas colgando delante de mi cara y noté como se contenía para evitar gritar de dolor cuando empezó a perforarla con el dedo. Entró lentamente, hasta el fondo, y lo mantuvo allí unos segundos, como acostumbrándola. Mi esposa se mordía los labios.

-          No Juan, por favor, por ahí no. Soy virgen..mmmmmmmmmmm

-          Calla, perra. Muévete.

Y ella lo hizo, si dudarlos, aún con el gesto de dolor en la cara. Movía el culito en círculos y sus gemidos pasaron a ser de placer, más que de dolor. Entonces le sacó el dedo, para meterlo de nuevo, pero esta vez acompañado. Eva movía la cabecita de un lado a otro, los ojos cerrados, aunque a veces los entreabría para mirarme.

La tenía ensartada con dos dedos en cada uno de sus agujeritos, bombeándola. Sus tetas se balanceaban al ritmo que le marcaba y entró en un nuevo orgasmo. Sus gritos se oyeron en toda la casa. Tanto que llegó Frank, a la carrera. Venía de la ducha, tapado con un albornoz. Bueno, tapado es mucho decir. La prensa estaba entreabierta y asomaba su polla.

Juan continuó follándole el culito con los dedos, pero sacó los del culo para oprimirle el esfínter con su palo. Su cara se desencajó cuando empujó con las caderas. Se la clavó en una embestida, bruscamente, y ami esposa se le saltaban las lágrimas. Intenté reaccionar entoncs, y Juan me hizo un gesto con la mano para que me calmara. Su mirada era seria, casi agresiva, y la verdda es que me acojoné.

No se si fue el miedo lo que me contuvo, o escuchar a Eva:

-          No. De..,ja…que me.., lo haga… soy suyaaaaaa.

Fue lo último entendible que dijo en los veinte minutos que la estuvo taladrando.. Eva se desplomó sobre mí, aplastándome, la cara escondida en mi pecho, junto al cuello, jadeando con cada embestida, levantando el culito cada vez que la sacaba. No pude contar sus orgasmos. Fueron sucesivos, largos, y Juan acompañaba cada uno con una serie de manotazos.

Frank se pajeaba en el costado, llamándola puta. Pero creo que Eva no le oía, como creo que tampoco se enteró cuando se corrió en su espalda, con tanta fuerza que me dejó un escupitajo de lefa espesa en la barbilla.

Juan se la sacó entonces y le hizo darse la vuelta, dejándme un primer plano de unas nalgas enrojecidas y un ano dilatado, en el que podría meterse en ese momento un vaso de tubo

-          Limpia, perra –le dijo, y Eva se la lamió entera.

F I N de la serie

Espero que os haya gustado