Eva al desnudo-6: el juguete de Frank

Frank lleva a bailar a mi mujercita al cuarto oscuro...

Había poca gente, menos que el otro día, una pareja en un sofá, seis o siete tipos solos, que devoraron a Eva con la mirada, y los novios del otro día, que parecían estar discutiendo. Juan se acomodó en la barra, dejando a Eva a espaldas de uno de los tíos, un chaval alto, fuere, de gimnasio, de unos 30 años, que le lanzó una mirada de complicidad. Él hizo un gesto negativo con la cabeza, pero se acercó a hablarle al oído.

  • Hoy no, esta zorrita está aún no está madura. Quizás otro día.

El muy cabrón habló en una voz lo suficientemente alta como para que lo oyéramos todos, especialmente Eva, que estaba a su lado y le miró con ojos furibundos.., para bajarlos en cuanto él le devolvió la mirada. Juan no había soltado su cintura y movía los dedos hábilmente, hurgando en la camisa, como buscando de nuevo su piel, y Eva volvió a mirarme, se la veía terriblemente nerviosa, pero sus pezones se marcaban claramente en la blusita que, en esa penumbra dejaba adivinar mucho más de lo que escondía.

Juan reaccionó como si no hubiese dicho nada inadecuado, y empezó a bromear sobre las miradas que le dirigían los clientes del pub.

  • Ves como babean...bonita? –de nuevo esa pausa mientras le recorría el cuerpo con la mirada-

  • Jaja, no tienen mucho más donde mirar…

Pedimos un gin tonic y dejé de ver la mano de Juan, que ahora se movía con soltura en la espalda de mi mujer, que sonreía como sofocada, haciendo tímidos intentos por apararse. Fueron varios minutos de zozobra, de notar como temblaba, mirando a los lados, como con miedo de que viesen lo que estaba pasando. Para mi sorpresa, el primero que pasó al ataque fue Frank, que me pidió permiso para sacarla a bailar. La miré y ella me hio un gesto negativo con la cabeza, pero solo fui capaz de balbucear un

  • Bueno…si ella quiere….

Frank guiñó un ojo y la sacó de la mano, Eva me lanzó una mirada de odio, pero se dejó llevar a la zona oscura. Juan aprovechó para humillarme aún más

  • Creo que estamos despertando a la zorrita..., ¿quieres saber lo que pasó en el coche?

  • No, no, además no te creo nada.

  • Entonces no te importara que te cuente lo duros que se le pusieron los pezones cuando empecé a manosearlos, no sabía que fuera tan sensible,.

  • No te lo crees ni tu…

  • ¿No? ¿Estás seguro?, la verdad es que, no me costó mucho llevar su manita a mi rabo, y ya sabes por experiencia lo que pasa cuando alguien lo toca, jeje… , creo que csi orgasma cuando sintió el palo .

  • Capullo, déjame en paz. Eva es incapaz…

  • Sí, sí, incapaz…, por qué no compruebas como es de incapaz? –mientras me decía eso me llevó del brazo a las cortinas, y las entreabrió lo suficiente para mirar sin ser vistos.

Eva estaba arrinconada contra la pared, y tantos botones abiertos en su blusita como para que pudieran ver sus tetazas. Frank le sujetaba las dos manitas encima de su cabeza mientras le lamía el cuello y restregaba dentro de su mini, toda la mano tapada. Ella gemía,

  • Por favor…Frank…mmmm…no sigas…mi marido….

  • Tu marido es un cornudo y tú una zorrita calientapollas- la cortó mientras le pasaba la lengua por el pezón, que se estiraba ante el acoso.

Mi mujercita movía la cabeza de un lado a otro, con los ojos cerrados, la boquita abierta, los gemidos eran cada vez más fuertes

  • no…mmmm…no…ahhmmmmm –pero su pelvis empezó a moverse descontrolada, él se apartó sin dejar de dedearla, mirando el resultado de su obra.

  • ¿Te gusta, zorrita?-en ese momento mi mujer abrió mucho los ojos, desde nuestro mirador noté como temblaba en los prolegómenos de un orgasmo inevitable. Frank estaba electrizado a mi lado, casi ni me di cuenta cuando cogió mi mano y la llevo a su rabo, se la había sacado mientras yo miraba la escena, absorto.

  • Nommmmm….siiimmmmm…ahmmm…sigue…ahhmmmmmmmmm -escuchaba los jadeos de mi mujer, completamente entregada, incapaz de resistirse cuando ese cabrón dejó caer su minúscula faldita. Moví mi mano sobre ese pollón mientras miraba hipnotizado el movimiento de los dedos del inglés, entrando y saliendo del coñito de mi mujer, territorio conquistado.

  • ¿quieres que pare esto?- me preguntó con sorna

  • Sí, por favor, no dejes que la empale – Eva babeaba, jadeando, sometida, por esos dedos que la perforaban sin piedad martilleándola después de su primer orgasmo, Frank soltó sus manitas, pero en lugar de apartarle, se apoyó en sus hombros y escondió la cara en su cuello. Ni siquiera fue consciente de que el cerdo se había sacado un pene de muy buenas dimensiones, más grande que el mío, sin duda, aunque sin llegar a la enormidad que yo masajeaba de arriba abajo, de manera compulsiva.

  • No sé… ella parece disfrutar mucho –desconocía a mi mujer en ese momento, no se resistió cuando Frank le metió la lengua hasta la garganta, y tuve que ver como se abría para recibir ese juguete, pero Frank no la besaba. Era mucho más que eso, movía la lengua entre sus labios endureciéndola, como si le estuviese follando la boca, al mismo ritmo que sus dedos. Eva se corrió de nuevo y esta vez escuchamos claramente sus jadeos.

  • Más…mmm…más….

Pero ese fue el momento que aprovechó Juan para abrir la cortinilla y entrar en la sala. Frank sacó su mano, empapada de fluidos y le sonrió cuando se acercaba.

  • Gracias, tío, no sabes las ganas que tenía de comerme a esta putita. Me la has puesto en bandeja. Eva bajo los ojos, avergonzada, intentando sujetar la faldita con una mano mientras se tapaba las tetas con la otra.

  • No soy…, una.., putita –pero su voz sonó demasiado suave, quebrada, entrecortada, y su respiración dejaba claro que había disfrutado, y mucho, del acoso.

Con los nervios se tuvo que abotonar dos veces la blusita, y solo entonces levantó la cabeza de nuevo

  • Sois…, unos…, cerdos, los dos.

Lo dijo mirando a Juan a los ojos, pero éste cortó su conato de rebeldía sujetando la manita y llevándola a su polla hizo que se la restregara unos segundos,

  • –y tú una putita,.., bonita, ¿estás segura de que no quieres que tu maridito vea como te follamos?

Entonces hizo un gesto con la cabeza hacia donde yo estaba, aún petrificado. Eva me miro, y nunca la vi tan vulnerable como en ese momento, sus ojos transmitían cariño, pero también dolor, tristeza y temor, y en el fondo, deseo. Pero se soltó de Juan y vino a mi lado.

  • Mi amor… perdóname…no sé qué me pasó..., no he podido controlarlo.