Eva

Un músico termina, sin proponerselo, con una menor borracha durmiendo en su cama y no puede dejar pasar la ocasión.

Eva

Jamás había sido un músico muy famoso, tan sólo un cantautor del montón, pero resultó que mi tercer disco incluía una canción algo pegadiza que todavía no sé cómo compuse. Eso y un manager un poco pesado, consiguió que me incluyesen en una mini gira por España con un montón de músicos supuestamente famosos que no tenían público suficiente para ir en solitario. Acostumbrado a tocar en bares por una miseria, he de reconocer que me tomé la opción de la gira con mucha ilusión. Ilusión que se esfumó al tercer día cuando quedó patente que más que de gira a lo que íbamos era de fiesta mayor en fiesta mayor. No es que esperase tocar en el Sant Jordi, pero si hubiese sabido el tipo de escenarios a los que iba a ir, dudo que hubiese salido de casa.

A lo hecho pecho, así que me dispuse a pasar un verano alejado de la playa de la mejor manera posible. Mi primera intención fue hacerme amigo de un grupo de rock que venía con nosotros. Siempre he sido un fan de la música rock, así que supuse que tendríamos algo en común. Fatal error. Menuda pandilla de imbéciles, eran ese tipo de personas que se ve por encima de los demás porque saben tocar un instrumento.

La segunda intentona resultó mejor. Era una pareja casada, José y Maria, que tocaban en los conciertos justo después mío. Cantaban canciones románticas, muy horteras, que gustaba mucho a los matrimonios mayores que llenaban las plazas. Con ellos venía sus hijos Jesús y Eva (Dios sabe que clase de nombres pondrían a sus gatos), de trece y dieciseis años, que cantaban una pequeña estrofa en una de sus canciones. Más tarde supe por María que habían compuesto esa canción expresamente para traerse los niños de gira y así no tener que pagar un canguro. Pronto quedo claro que, pese a su fachada de músicos "románticos", el matrimonio de romántico tenía poco. Estaban siempre discutiendo por cualquier cosa y María se hizo con fama de persona a evitar cuando estaba enfadada.

A la semana y media de gira teníamos un descanso de dos días en un hotel de Madrid. El hotel no era ninguna maravilla, acorde con el espíritu de la gira, pero disponía de una discoteca con un toque retro que no estaba mal. No tuve ni tiempo a desempaquetar las maletas cuando ya me estaban llamando para ir a una fiesta que se había organizado a toda velocidad. Con sólo entrar en la discoteca me di cuenta que allí corría el alcohol (y algo más) como si fuese agua. María y José estaban en plena euforia etílica cantándose sus canciones horteras uno al otro; parecían una mezcla entre Pimpinela y Amistades Peligrosas. También vi a Eva, su hija, con uno de los técnicos que ayudaba a montar el escenario donde actuábamos cada noche. Teniendo en cuenta sus padres, me sorprendió que la dejasen beber alcohol, pero la gente estaba realmente desenfrenada. Al parecer no era yo el único harto de la gira.

Eran ya las dos cuando me dirigí a mi habitación para dormir. El hotel era tan maravilloso que el ascensor no funcionaba por las noches debido a algún extraño motivo que nadie fue capaz de explicarme de una manera convincente. Subía por las escaleras cuando me encontré a Eva en el rellano del segundo piso. Estaba sentada en un escalón sosteniéndose la cabeza con las manos.

-¿Te encuentras bien?- Pregunté.

Eva movió la cabeza de una manera que no me quedó claro si era un asentimiento o una negación. Me la quedé mirando pensativamente. Era una chica delgada, de pelo castaño oscuro que todavía tenía cara de niña. No era una belleza pero mi nivel de aceptación es muy amplio y ella no daba mala nota. Llevaba una falda negra que en condiciones normales le llegaba a la rodilla pero, allí sentada con las piernas encogidas, se le había deslizado dejando ver sus muslos y parte de unas bragas de color amarillo. Si la llegaba a ver su madre seguro que se oirían los gritos hasta en Toledo.

-Venga levanta- Dije mientras la tomaba de un brazo- No te puedes quedar ahí toda la noche.

Ni caso.

-Tus padres están ahí abajo y tarde o temprano han de subir. Si no te levantas ahora te van a ver. -Dije mientras le volvía a tirar para que se incorporase.

Esta vez sí. Eva se levantó murmurando algo ininteligible y se dejó llevar. A los dos pasos, quedó claro que necesitaba algo más que un guía para encontrar su habitación. Me eché un brazo por los hombros y, tomándola por la cintura, conseguí que subiese por las escaleras hasta el pasillo.

-Por favor, no me lleves a mi habitación. Mis padres me van a matar- Suplicó con voz llorosa.

Como veía que efectivamente me dirigía hacia allí, se puso a llorar a lágrima viva.

-Por favor- me repitió entre lágrimas.

-Vale, vale. No llores. Te llevaré a mi cuarto para que descanses un rato y cuando te encuentre mejor vas tu sola a tu habitación. ¿Vale?

Cambié de dirección y la guié hacia mi propia habitación esperando no encontrarme a nadie. Si alguien me veía entrando en mi cuarto con una menor borracha ya me podía ir despidiendo. Eso sin contar con que tendría que abandonar de incógnito el hotel, y la gira, para no encontrarme con sus padres.

Afortunadamente no nos vio nadie. Abrí la puerta y llevé a Eva al lavabo para ver si conseguía que vomitara lo último que había tomado. De repente me asaltó una duda

-Oye, ¿no habrás tomado pastillas o algo parecido?

-No- Dijo que un tono de voz que me pareció poco convincente.

-¿Seguro? Mírame ¿Qué has tomado?

-Que no he tomado nada. Joder. Déjame tranquila.

Menuda boquita, clavadita a su madre. Cualquiera diría que me estaba haciendo un favor.

-Pues, ala, a vomitarlo todo- Dije señalado la taza del lavabo.

Esto me costó más de lo previsto. Unas cuantas negativas, primero furiosas, después suplicantes, hasta que al final consiguió sacar cinco o seis martinis de más. El esfuerzo la dejó grogui y prácticamente se desmayó allí mismo. La levanté para llevarla a la cama pero justo en ese momento salió el séptimo martini. Como la tenía medio alzada, me lo vomitó todo encima.

-¡A la mierda! Joder.

La tomé en brazos, la saqué del lavabo y la tiré a la cama sin ninguna delicadeza. Tomé ropa limpia, volví a entrar en el lavabo y me duché.

Cuando salí, me di cuenta que no tenía donde dormir. Eva ocupaba toda la cama y agarraba la almohada de lado como si fuese un oso de peluche. Le quité los zapatos y los tire al suelo. Me fijé que llevaba una especie de pulsera en el tobillo izquierdo.

-¿Estás mejor?- Pregunté con la esperanza de poder llevarla a su habitación y así poder dormir en la cama.

Como no respondió, me senté en la cama y empecé a hacerle cosquillas en los pies para ver si la despabilaba. Eva murmuró algo y retiró el pie. Continué con las cosquillas pero nada. Aprovechando que podía le eché una buena mirada. Además de la falda negra que le cubría medio muslo, llevaba una camisa corta de color blanco con lo que su barriga quedaba al descubierto. No me había fijado pero tenía un ombligo precioso. Un pequeño rastro de pelos muy rubios, casi transparentes, salía del ombligo bajando por su vientre liso hasta internarse bajo su falda. Se me ocurrió que parecía un indicador que decía sigue el rastro que aquí abajo está lo bueno.

Me levanté de la cama y fui ha buscar mi cámara de fotos digital, una Sony antigua que grababa la foto en un disquete. Desde lejos le hice una foto a cuerpo completo, luego me acerqué e hice un par a su ombligo, a su rostro y a sus pies. Me hizo gracia la pulsera de su tobillo y lancé un par de fotos más. Desde el tobillo fui subiendo la vista por sus piernas hasta llegar a sus muslos, apenas cubiertos por la falda. Me senté a su e hice una última foto a sus piernas. Luego, con mucho cuidado y mirándole a la cara para ver si reaccionaba, fui subiéndole la falda poco a poco hasta dejar al descubierto sus bragas de color amarillo. Tome la cámara e hice una foto. Me fijé que se depilaba los pelos que quedaban fuera de las bragas, la línea del bikini que le llama mi novia. Aquello me excitó y disparé unas cuantas fotos con el zoom al máximo. Por otra parte, las bragas estaban muy bien colocadas y no dejaban ver nada.

En condiciones normales ni se me hubiese ocurrido levantarle la falda pero en aquel momento estaba muy excitado. Así que, con muchísimo cuidado, tomé una tira de las bragas cerca de su ingle, la aparté y dejé su sexo al descubierto. A pesar de ser castaña tenía el vello muy negro. Sus labios estaban muy juntos y por la parte superior asomaba su clítoris. Aquello me volvió loco. Empecé a hacerle fotos desde todos los ángulos, de cerca, de lejos, a cuerpo completo, hasta que el disquete estuvo lleno. Me entró la duda de poner otro, pero al final dejé la cámara en el suelo. Ahí empecé a pensar otra vez. Si Eva se despertaba y se encontraba con la falda subida y con el sexo al descubierto no sabía lo que podía pasar. Supongo que si digo que sólo me dediqué a hacer fotos y que ni siquiera la toqué no sonaría tampoco demasiado bien. Me entró miedo y le puse bien las bragas pero no le baje la falda por miedo a despertarla.

Con mucho cuidado me levanté y tomé la cámara del suelo. En aquel momento tenía tanto miedo que pensé seriamente en borrar todas las fotos. Sin saber que hacer, saqué el disquete y lo escondí en lo alto de un armario del lavabo donde mi imaginación me hacia suponer que una brigada de policías furiosos no lo encontraría.

Al salir me senté en un sillón a esperar que se despertase. Al cabo de diez minutos pensé que, después de todo, quizás fuese mejor ponerle bien la falda. Al levantar vi que Eva había cambiado de postura y ahora tenía las piernas más separadas. Me acerqué y volví a apartar una tira de sus bragas dejando su sexo completamente a la vista. Sin dejar de mirarla a la cara por si movía un músculo, puse un dedo entre sus labios. Como no reaccionó, fui deslizándolo hasta llegar a la entrada de su vagina. Apenas la tenia húmeda y no me atreví a introducirlo por si se despertaba por el dolor. En lugar de eso cambié de objetivo; mojé bien el dedo con saliva y empecé a estimularle el clítoris. No pasó ni un minuto que empezó a reaccionar a las caricias. Continué un poco más y volví a introducir el dedo en la vagina. Esta vez sí que estaba húmeda, mucho más de lo que me había imaginado, de hecho llegué a pensar que se había orinado. Como el dedo se deslizaba muy bien empecé a moverlo afuera y adentro, cada vez más adentro pero siempre con mucho cuidado para que no se despertase. Intenté adivinar al tacto si era virgen pero no encontré nada y ya estaba introduciéndole todo el dedo. En ese momento Eva se movió y yo, como un perfecto idiota, me quedé quieto, con un dedo completamente introducido en su vagina, mirándole a los ojos para ver si los abría. Afortunadamente no lo hizo, por lo que supuse que era sólo un reflejo. Para entonces estaba tan húmeda que el dedo se deslizaba sin dificultad, así que le introduje otro más. Con dos dedos en su interior, Eva empezó a moverse otra vez pero esta vez ya estaba preparado y no dejé de estimularla. Al principio sus movimientos eran muy suaves y no les presté atención. Luego, a medida que la cosa iba a más, me di cuenta que tenía temblores y empezaba a mover la pelvis de manera espasmódica. Aquello me excitó y aumenté la velocidad de la mano. Al cabo de unos minutos su respiración se volvió muy agitada y sus movimientos cada vez más bruscos. Ahora que lo recuerdo, todavía no entiendo como no se despertó. Mientras con la mano derecha le introducía los dedos, con la izquierda volví a estimular su clítoris. Aquello la acabo de matar, Eva empezó a gemir y en un instante se corrió. Mientras tenía el orgasmo empezó a arquear la espalda y hacer un ruido como si se desperezase. Rápidamente saqué los dedos empapados; sus líquidos me chorreaban por la mano dejando rastros hasta la muñeca. Su falda y sus bragas también estaban mojadas y supongo que hasta la sabana de abajo estaría húmeda.

Me levanté y empecé a hacer ver que arreglaba mi maleta por si acaso se había despertado. Pero no, Eva lucia una media sonrisa en la cara pero no parecía despierta. Cambió de posición y se puso de lado, dejándome ver su culo medio cubierto por las bragas y la falda. Realmente, en aquel momento, dudé si de verdad estaba dormida o simplemente lo estaba haciendo ver. Di la vuelta a la cama y la miré fijamente a los ojos durante un buen rato pero nada. Volví al otro lado para contemplar su culo. Había encogido las piernas y en aquella postura, de lado, agarrando la almohada, con las piernas encogidas y su sexo completamente al descubierto estaba realmente preciosa. Como en todas las mujeres, la parte trasera de los muslos se apartaba a la altura de su sexo para dejarlo al descubierto. Le aparté un poco las bragas del culo para dejarle una nalga al aire. Realmente tenía un cuerpo increíble. Volví a poner un dedo en su vagina pero, al rato, reaccionó contrayendo las piernas como si quisiese parar. Supongo que estaba demasiado sensible. Quité el dedo y recorrí la raja del culo. Paré en la entrada de su ano y empecé a hacer pequeños círculos a su alrededor. Al minuto noté como el ano empezaba a contraerse siguiendo el ritmo de mis caricias.

-¿Y ahora qué?-Pensé

Empapé bien el dedo en sus jugos y se lo introduje muy lentamente en el ano. La primera falange, hasta la uña, entro muy bien pero Eva enseguida empezó a contraer los músculos y cada vez me costaba más seguir. Temiendo despertarla lo dejé y me levanté de la cama. Arreglé como pude las bragas, bajé la falda y fui al baño a masturbarme. Al salir, me fijé que había vuelto a cambiar de posición, ahora se había puesto boca abajo y la falda se le había vuelto a subir volviéndole a dejar parte del culo al aire.

-A la mierda- Murmuré.

Saqué una sabana, la tapé hasta la nuca y me dejé caer en el sillón para intentar dormir.

Desperté pasadas unas horas con dolor de espalda. Mire el reloj y vi que ya eran las cinco de la madrugada.

-Hora de levantarse-Me dije.

Me acerqué a la cama y la sacudí un poco. Como estaba tapada con la sabana, sin querer, toqué uno de sus pechos. Una cosa que me perdí, pensé.

-Venga, que ya son las cinco.

Ni caso.

-Si no te levantas ya, tus padres se van a levantar y van a ver que no estás.

Eso la despertó. Cuando se dio cuenta donde estaba creo que se asustó y todo. Yo, como un caballero, me di la vuelta para que pudiese salir de la cama y arreglarse la ropa pero por el reflejo del cristal de la ventana vi como hacia ademanes por encima la falda para colocarse bien las bragas. Se calzó y se dirigió a la puerta rápidamente.

-Bueno, adiós, ¿eh? -Dije con fingida indignación.

-Adiós.- Dijo con un hilo de voz mientras cerraba la puerta.

-Y de nada.- Lo dije con la puerta ya cerrada pero lo escuchó.

Una vez solo, me estiré por fin. La almohada olía a su perfume.

Autor: Ophelin

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