Eugenia

Plena adolescencia, la hermana mayor de mi mejor amiga, esa mujer inalcanzable. Me voy con ella del boliche una mañana lluviosa, creo tocar el cielo con las manos, pero quizás las cosas no sean tan fáciles como parecen...

Esto me sucedió cuando recién había terminado el colegio. Tenía apenas 18 años recién cumplidos. Esa noche había salido a un boliche con mis amigos buscando un poco de acción, pero para las 5am me encontraba solo y resignado. En ese momento la vi, la hermana mayor de una de mis amigas estaba bailando solita en la pista. Se llamaba Eugenia y tenía 25 años. Se movía suavemente meneando esas hermosas caderas enfundadas en un pantalón de vinilo ajustado que me volvía loco de solo verlo. Su vientre estaba al descubierto y decorado por un piercing verde esmeralda. Su remera cortita resaltaba sus hermosas tetas medianas, y su pelo larguísimo y dorado caía sobre su espalda. En ese momento me vio cerca de la barra y me sonrió. Yo, intentando mostrarme seguro le devolví el gesto, después la perdí de vista.

Cuando el boliche estaba cerrando yo seguía solo y me dispuse a apurar el último trago de la noche. En ese momento me hablan a mis espaldas con una voz sensual. Al darme vuelta me encuentro con Euge apoyada sobre la barra. A esa distancia noto su piel dorada por el sol de diciembre y siento su perfume dulzón, completamente embriagador. Nos saludamos y cruzamos algunas palabras, y para mi sorpresa se quedó a mi lado. Me costaba creerlo.

  • ¿Estás solito? - me preguntó
  • Si, solito - contesté sintiendo como mi pito se despertaba. - ¿Vos?
  • Vine con mi chico, pero se fue, así que sí, me dejó solita…

A esta altura mi pito ya estaba haciendo presión contra mi boxer. No porque pensara que me estaba seduciendo, todavía era muy inocente para darme cuenta de eso, pero tener a la hermana mayor de mi amiga, a la hermosa e inalcanzable hermana mayor al lado mio y en ese estado por alguna razón me calentaba.

Yo sabía que ella vivía a solo tres cuadras del boliche, así que me ofrecí a acompañarla hasta la casa, gesto que ella agradeció con una calidez que me sorprendió. Caminamos esas cuadras bajo una insistente lluvia veraniega hasta que llegamos. Rodeamos la casa de mi amiga e ingresamos a la parte de atrás, donde ella vivía.

Entramos y estábamos bastante mojados, por lo que me dijo que me sacara el buzo y lo pusiera cerca de la estufa. Me senté en el sillón y ella fue a la heladera y volvió con una cerveza. Se sentó al lado mio y empezamos a tomar. Estaba muy cerca mío, podía oler su perfume mezclado con el olor a lluvia. Su pelo y su ropa estaban mojados. Mientras la charla avanzaba sus labios se fueron acercando cada vez más a los míos, toda la iniciativa era suya.

Me decidí a comerle la boca cuando sus labios ya estaban demasiado cerca de los míos. Tenían un gustito dulce mezclado con birra, y el olor de la lluvia y el perfume me volvían loco. Besaba con una sensualidad que no había conocido hasta ese momento. Su cuerpo se acercó al mío y mis manos finalmente se atrevieron a tocarlo. Atrapé su cintura y fui subiendo por su espalda, luego bajando hasta llegar a tocar su tanga que escapaba a su pantalón de vinilo.

Mi experiencia en esa época era casi nula, y estaba muy nervioso, así que fui improvisando. Besé su cuello y mis manos acariciaron su espalda para acercarse tímidamente a sus pechos divinos. Los acaricié, primero sobre la remera, y luego por debajo, deslizando mis dedos por su abdomen. Fue una hermosa sorpresa darme cuenta que no llevaba sostén. Mis dedos ansiosos se apoderaron de su circunferencia y de sus pequeños y paraditos pezones. Ella gimió. Fui agarrando coraje y deslicé mi mano derecha hacia sus piernas. El tacto con ese pantalón pegado a su piel era hermoso. Subí por su muslo hasta llegar a su entrepierna y comencé a acariciar la zona. En ese momento ella se encendió.

Tomó la iniciativa con fuerza y se sentó sobre mis piernas, pegando su cuerpo al mio. Comenzó a besarme apasionadamente la boca y el cuello, abrió mi camisa rompiendo los botones y me besó también el pecho. Mis manos buscaron sus pechos pero las suyas las interceptaron. Con fuerza retiró mis brazos hacia abajo y yo la dejé hacer. Con su lengua fue bajando por mi pecho desnudo, acercándose de a poco a mi verga que gritaba para salir de la prisión de mis jeans.

Tan embelesado estaba que jamás me di cuenta que Eugenia me había atado las manos por la espalda. Lo noté cuando ella comenzó a abrir mi bragueta y yo quise ayudarla.

  • Tranquilo bebé, dejame a mí - dijo entre gemidos cuando me vio forcejeando.

Terminó de abrir mi bragueta y mi cinturón y bajó mis jeans y boxers hasta mis tobillos. Mi verga por fin estaba libre. Sus manos se posaron en mis muslos y su rostro se acercó mucho a mi pito. Podía sentir su respiración sobre mis huevos. Pero jamás los tocó. Permaneció varios segundos respirándoles encima con agitación mientras yo no podía hacer nada al respecto ya que, con las manos atadas y en esa posición no podía siquiera ponerme de pie. Eugenia me miró fijo desde su posición y me sostuvo fuerte la mirada. Sus ojos eran fulminantes, hermosos, y rebosaban seducción y atrevimiento. Sacó su lenguita y, sonriendo, se acercó a mi pija. Siempre mirándome y sonriendo posó su lengua en mis huevos y lamió con firmeza toda mi pija, desde los huevos hasta la punta del glande. Solo eso. Una firme y húmeda lamida de principio a fin. Luego me miró sonriente y divertida y se alejó de mi entrepierna.

  • ¿Así que te gusta mirarme el culo mientras bailo, bebé? - dijo divertida.

Sin esperar mi respuesta se alejó varios pasos, puso música y comenzó a bailar sensualmente, solo para mí. meneaba sus caderas como una diosa y acariciaba su cuerpo con sus manitos. Se puso de espalda a mi y comenzó a mover ante mis ojos atónitos ese hermoso culito.

Sus manos acariciaban y le daban sensuales nalgadas a su culo mientras meneaba para mí al ritmo de la música. Hubiera dado lo que fuera con tal de poder al menos tocar mi pito, que estaba duro como piedra, pero inalcanzable.

Euge se acercó a mí, puso su culo cerca de mi cara y comenzó a bajarse el pantalón mientras meneaba la cintura. Ante mis ojos apareció un increíble culazo cubierto sólo por una pequeña tanguita negra de tres tiras que era la frutilla del postre.

Su colita divina se meneaba a centímetros de mi cara y yo no podía hacer más que mirar impotente esa maravilla hasta el momento inalcanzable. Solamente interrumpía su seductor baile para girar y mirarme con esos ojos morbosos y maliciosos, guiñarme el ojo, sacarme la lenguita con una sonrisa asesina y, de cuando en cuando, estirar su mano y rozar con su dedo índice todo mi pitito, desde sus huevos a su glande. Me estaba volviendo loco.

Se tomó la cerveza de fondo blanco y me dio de beber mi vaso en la boca; su mirada era cada vez más lasciva. Comenzó a jugar con su tanguita, ese pequeño y sensual pedacito de tela que se perdía entre sus nalgas, y luego acercó su culo a mi pito. Mi pequeño y húmedo glande tocó con su punta su hermosa y suave piel, quedando atrapado en su profunda raya; luego comenzó a moverse. El sutil movimiento me enloquecía, me hacía delirar, pero no era suficiente para ponerme en camino al orgasmo. Ella tenía todo calculado.

Cuando pensó que ya me tenía suficientemente caliente se acercó al sofá individual, trepó sus rodillas al almohadón y se inclinó sobre su respaldo, ofreciéndole a mis ojos un espectáculo majestuoso. Quebró su espalda de una forma pornográfica y se echó hacia adelante, entregando su hermosísimo culo. Abrió un poco sus piernas y comenzó a bajar despacio su bombachita, dejándola a medio camino. La maldita Euge había calculado a la perfección el movimiento, dejándome a tan solo unos milímetros del paraíso de su conchita.

  • Dale bebito - dijo con esa dulce y malévola voz - levantate y cogeme.

Desesperado intenté levantarme, con mis manos atadas a la espalda y mis jeans enredados en mis tobillos. Lo logré y como pude me acerqué a ella. Me sentía ridículo, pero a la vez estaba increíblemente excitado.

  • Con los dientitos… - dijo.

Yo me incliné sobre ella y besé y lamí desesperadamente su culo antes de intentar atrapar su tanga con mis dientes. Finalmente lo logré y la deslicé sobre sus muslos. El tacto de la tela era tan suave como su piel dorada. Al bajar me invadió el más dulce aroma proveniente de su entrepierna húmeda.

Cuando su tanga llegó a sus rodillas flexionadas ella terminó solita el trabajo; luego abrió sutilmente sus piernas. Vi a pocos centímetros de mis ojos como los labios de su conchita completamente depilada e igual de suave que el resto de su cuerpo se abrían como una flor. Algunos finos hilos de humedad aparecieron entre ellos y el aroma volvió a invadirme.

  • Dale un besito - ordenó dulce y firmemente.

Yo me acerqué tímidamente. Primero aspiré con fuerza para que su olor me penetrara hasta el cerebro, luego hundí mi boca en su manantial. El beso se transformó rápidamente en una profunda y deliciosa lamida. Desde su clítoris a su ano mi lengua disfrutó del mojado trayecto. Estaba en el cielo.

Lamentablemente aquello duró poquito, ya que con uno de sus piecitos me golpeó suavemente los huevos, que se encontraban regalados debido a mi ridícula posición. Sentí la necesidad de doblarme para recibir el dolor, pero sin manos y con los pantalones en mis tobillos me resultó imposible.

  • Te dije un besito, portate bien. - dijo enojada.
  • Perdón Euge - dije yo, increíblemente avergonzado y dolorido.

Intentando recuperarme del golpe me incliné nuevamente ante su conchita y le di un dulce y tierno beso que me hubiese gustado durase horas.

  • Así está mejor… ahora cogeme.

Sus palabras hicieron eco en mi cerebro. Ella se abrió más de piernas, y como una perra en celo entregándose al macho comenzó a mover la colita. Me acerqué a ella con mi pito duro y busqué su agujero. La posición me quedaba alta y me resultaba muy complicado. Ella lo sabía muy bien, y por eso lo disfrutaba.

En puntas de pie y sin manos logré apoyar mi cabecita en su entrepierna. La humedad y suavidad de esa piel era increíble. Empujé despacio y mi glande comenzó a hacerse paso, pero Euge tenía guardada una nueva maldad en su manga, y alejó su conchita de mí justo cuando estaba entrando al paraíso.

Gemí de desesperación y calentura, y Euge rió.

  • Dale bebito, metemela toda - me dijo divertida.

Volví a la carga y volví a sentir la misma frustración. La completa incomodidad de mi situación, sumada a los movimientos de su cintura me hacían imposible el avance. Ella se reía divertida. Esperaba al momento exacto en que yo lograba posarme en su agujero para alejarlo nuevamente de mi.

  • ¿Qué pasa bebé que no la siento? ¿La tenes chiquitita? - se reía ella mientras yo ridículamente intentaba cogerla.

Se dio vuelta y se sentó en el sillón, luego abrió las piernas y las acomodó en los apoyabrazos. La visión de esa conchita completamente abierta volvió a sorprenderme. ¿Cuánto más hermosa, malvada y sensual podía llegar a ser esa chica?

  • A ver así, pitulín…

Me acerqué de nuevo y me sentí completamente ridiculizado cuando no supe si debía intentarlo de pie o arrodillado. Lo intenté de parado, pero me resultó imposible, y Euge no se movió ni un centímetro para facilitarme la tarea. Luego caí de rodillas.

Por supuesto, en esa posición quedaba demasiado bajo, pero mi pito me pedía por favor que no me diese por vencido.

Euge comenzó a reírse en mi cara de mis estúpidos intentos, mientras se lamía los dedos y los acercaba a su conchita. Era lo único que le faltaba para convertirse en el demonio. Y ahí estaba yo, de rodillas, a sus pies, con las manos atadas a la espalda viendo como esa increíble y siempre deseada conchita estaba abierta para mi, pero lejos de mi alcance, y como la malvada Eugenia se tocaba con sus deditos ensalivados mientras disfrutaba de mi infortunio.

Cuando ya no encontraba salida, Euge me tomó del pelo y empujó mi cabeza con fuerza hacia ella. Caí sobre el sillón sin poder acomodarme, y ella pudo manejar mi cabeza a voluntad.

  • ¿Te gusta lo que ves, putito? - decía gimiendo mientras mantenía mi rostro a poquísima distancia de su concha.
  • Me encanta, por favor desatame Euge - le rogaba yo.

Ella hizo caso omiso a mis súplicas y hundió mi rostro en su mojada entrepierna, pero no me permitió lamerla sino que comenzó a masturbarse con mi cara, que poco a poco se fue llenando de sus deliciosos jugos.

Desesperado intenté frotar mi pito contra el sofá en busca de placer, pero Euge lo notó y me empujó al suelo.

  • Sos un putito desubicado - dijo enojada. Y se levantó.

Desde el suelo, vestida solamente con su pequeña remera levantada por sus pechos parecía una Diosa del olimpo, una belleza absoluta pisoteando a un gusano como yo. Se quitó su remera y dejó al desnudo sus hermosos pechos, permitiéndome descubrir un sensual piercing en su pezón izquierdo.

La vista me duró poco ya que tiró su remera perfumada sobre mi rostro. Cuando pude quitármela vi como avanzaba lentamente y como Dios la trajo al mundo hacia la habitación. Se aseguró de mover su culo lo más sensual posible en su andar, y cada dos pasos giraba su cabeza hacia mí y sonreía. Me incorporé como pude y la seguí desesperado. Una vez en la habitación Euge pegó su cuerpo al mío. Nuestros rostros quedaron a una distancia casi nula. Sus ojos me perforaban con su brillo mientras sentía sus pechos cálidos descansar sobre mi y su cuevita caliente se acomodaba en la punta de mi pito parado. Luego de mirarme fijo y sonriente durante varios segundos me comió la boca con un beso que no olvidaré jamás. Sus labios carnosos y su lengua húmeda y hábil invadieron mi boca y la dejaron en éxtasis en sólo unos segundos, luego me empujó y caí sobre la cama, completamente fuera de este mundo.

Euge se arrodilló entre mis piernas que habían quedado flexionadas, se acercó a mi pito y me sonrió. Luego volvió a pasar su lengua por mis huevos hasta mi glande.

  • ¿Te vas a portar bien, bebé? - preguntó, y volvió a lamerme. Gemí.
  • Ufff… Si, si Euge.
  • ¿Me vas a obedecer en todo putito? - nuevamente su lengua sobre mi verga.
  • Siiiiii, por favor….
  • ¿Vas a ser todo mío? - esta vez se metió mi glande en su boquita y lo acarició con su lengua.
  • Ufffffffff, si Euge soy todo tuyo, por favor, soy todo tuyo. - dije yo volviéndome loco.

Euge me ayudó a acomodarme en la cama y me sacó los restos de mi ropa, procurando acariciarme bien las piernas. Acomodó mis pies y sus manos subieron hacia mis muslos y hacia mi entrepierna. Su manito derecha se apoderó de mi pito y lo masturbó bien despacio mientras con la otra mano me soltaba las esposas de la espalda.

  • Portate bien putito mio - decía mirándome bien fijo y sin dejar de masturbar lentamente mi pito erecto.

Yo me dejé hacer todo lo que ella quiso y pronto estuve atado a la cabecera de su cama, completamente desnudo al igual que ella. Euge trepó por mi pecho y se arrodilló sobre mi cara. Todo lo que veía era su deliciosa y deseada conchita. Estiré mi cuello pero no llegué a tocarla. Ella la acercó despacio.

  • A ver esa lenguita, bebé - dijo  suavemente.

Yo saqué mi lengua y abrí mi boca esperando mi premio. Euge la acercó despacio hacia mí y finalmente pude lamerla. Pasé mi lengua por su superficie con una devoción absoluta y ella comenzó a gemir. Yo estaba como loco de calentura disfrutando de aquel manjar tan deseado.

Euge se alejó de mí antes de acabar, metió sus dedos en su conchita y luego los pasó por mi cara, mojándome.

  • Sos bueno con la lengua bebito. A ver con ese pitito…

El hecho de que lo llamara “pitito” me avergonzaba, pero me calentaba aún más.

Se acomodó sobre mis caderas y sin dejar de mirarme y sonreír tomó mi pito y lo llevó hacia su conchita. Pude sentir como lo frotaba contra su húmedo e hinchado clítoris mientras gemía y se mordía el labio inferior. Luego acomodó mi cabecita en la entrada de su cueva y comenzó a bajar. Antes de llegar a la mitad del corto recorrido se detuvo, y sin dejar de mirarme y sonreír maliciosamente volvió a subir. De nuevo la punta de mi glande tocaba el cielo, y de nuevo se le negaba el placer.

  • Por favor Euge, cogeme, te lo ruego - decía yo desesperado y gimiendo.
  • ¿Seguro, bebé? - dijo ella bajando de nuevo y deteniéndose a mitad de camino.

Sin volver a subir, pero sin continuar metiéndoselo comenzó a moverse en círculos, retirándose unos centímetros para luego volver a metérselos. Sin dudas sabía como volver loco a una persona.

Necesitaba imperiosamente que se metiera toda mi verga en su interior. Necesitaba sentir sus piernas chocando contra las mías, sentir esa humedad invadiendo hasta mis huevos, y necesitaba que me cabalgara frenéticamente, que gimiera y gritara desesperada mientras domaba mi pito con los músculos de su conchita, pero antes de que eso sucediera (si es que realmente iba a suceder) su teléfono sonó.

Sin sacarse del todo mi pija de su interior se inclinó hacia la mesita de luz, casi apoyando sus pechos divinos en mi cara, y tomó su celular. Luego, con rostro preocupado me miró a los ojos.

  • Es mi novio - me dijo - Me estaba buscando en el boliche y está viniendo para acá.

La historia continuará pronto. Para más detalles escribime a mi mail: julisumiso@yahoo.com y chequeá mi perfil.