Eugene

Ciencia ficción.

Eugene

Inopinadamente, encontré a Eugene en mi apartamento, delante de la pantalla del portátil, leyendo.

Me sentí avergonzado y molesto.

-¿Te has pasado a la ciencia ficción? -dijo Eugene, en el tono lánguido que la acompañaba últimamente.

No contesté.

Me pregunté cuanto tiempo llevaba allí, cuánto había leído, además de lo que comentaba. ¿Había leído mis historias de Ginger, que sin duda reconocería?

El ambiente de mis textos, desde luego, había variado.

Para salir de la situación violenta en que me encontraba, me apresuré a exponerle mis ideas sobre el Anneau-Tournant...

(...)

"Reclinados sobre sus tumbonas, Nathalie y Nim se adentraban en un paisaje de nieve. Compartían la misma travesía antártica desde tan solo unos cien de los antiguos kilómetros a vuelo de BIRD.

-Si quieres quedamos esta tarde. Puedo encargar unas cervezas en el pub.

-Bien.

-¿Cuantas cervezas encargo?

-Una y media, para mí, si no te importa compartir.

-No.¿Para qué hora?

-Hacia las cinco.

-No es muy buena hora. Ponen el té. Pero preguntaré.

El mando a distancia conectó el teléfono.

-¿Qué número desea?

-Elegiste la voz de Nadia -comentó Nathalie, como con desgana, pero Nim supo que le molestaba. No se percató a tiempo. Lo hubiera cambiado. La voz sintetizada de Nadia, indiferente, contestó a su "Pub Tetería" con un "En seguida, señor", mientras el juego luminoso giraba en fractales de auroras boreales, indicando la búsqueda de la conexión solicitada.

Nim se volvió mientras hacia la virtual Nathalie, exacta al original en la distancia, con un ligero desfase inapreciable, y comentó, simulando indiferencia:

-Debí seleccionar sin mirar, ayer.

Pero, en un gesto que quiso parecer indiferente, ocultó con la mano el principio de erección que la voz sintética le había inducido, bajo los efectos de un exceso de Afrodisia en el desayuno. Pensó para sí mismo: Otro error.

-Ya.

Nathalie hizo como que miraba hacia otra zona del paisaje nevado, donde unos árboles tupidos ocultaban en parte lo que pudiera ser un oso polar, absurdamente situado al sur, y que miraba con sanguinolentos ojos depredadores. Fue a comentar algo sobre la estupidez del guionista, pero un leve rubor y un vistazo, como casual, a sus senos, que le parecieron de pronto excesivamente separados, le hicieron callar y pensar en cómo los modificaría. Porque parecían no excitar a Nim como ella esperaba, si recurría él a la excitación técnica. Bien sabía ella como funcionaba el selector de voz cuando se programaba en automático, para adivinar la voz deseada. Ella misma se había sorprendido, gratamente al principio, con la voz, y la presencia virtual, de Johns, al que ahora quería olvidar.

Como si algún signo externo la pudiera denunciar también, cerró un poco más sus muslos para ocultar su depilado pubis, sin dejar de ofrecer su cuerpo reclinado sobre los sensores de imagen, porque no quería que Nim adivinara sus dudas.

Pensó si había sido buena idea conservar el fondo de pared de su loft, argentino mate, que debiera resaltar su escultural desnudo y el leve dorado de su piel. No había pensado en que el reflejo del hielo de los icebergs lejanos que necesariamente formarían el paisaje podían no llevarse bien con la pared de su estudio. Meditó también sobre la conveniencia de haber elegido el pelo cobrizo que aparentemente excitaba a Nim, en lugar de la calvicie absoluta que prefería ella.

Definitivamente, Nim tenía unos gustos un tanto primitivos en cuanto a temas capilares: Un día incluso comentó la posibilidad de que ella recuperara el vello pubiano, alegando que le excitaba especialmente sentir el contacto del suave vello artificial como preludio al coito. Un gesto suyo de disgusto aparentemente lo disuadió, pero esperaba que insistiera. Quizá por eso había elegido la calvicie aquella mañana, como para dejar clara su opinión al respecto. Los senos pequeños, separados y puntiagudos también habían sido elección propia, por lo que pensó que quizá debiera hacer alguna concesión a su favor, aunque no iba a renunciar a sus caderas amplias, que le proporcionaban un especial placer en el movimiento rítmico envolvente.

Ya había admitido, pensó por otro lado, usar caninos punzantes con los que morder sus hombros, su cuello y su espalda cercanos al climax, que ella hubiera preferido succionante y basado más en los movimientos apretados de cadera, sus pies cruzados y cerrados con fuerza sobre su rabadilla.

Tampoco le satisfacía la manía de Nim de adornar su sexo con aquellos pelos rizados y tupidos que a saber de qué modelo procedían. Ella lo encontraba insalubre, a pesar de saber lo cuidadoso que era él en cuanto a esto. Pero es que él...

Ahora se alegraba de, por pudor, no haber aceptado la conexión mental tan pronto. En este momento, demasiado pronto, estarían en una discusión mental con resultados impredecibles y el intercambio de mentalidades para llegar a la perfecta fusión podría no resultarle satisfactoria a largo plazo.

Bastaba con el detalle de que el inconsciente de Nim hubiera elegido el modelo Nadia, que ella detestaba. No se veía entendiéndose con aquella rubia, de piel blanco transparente y carne mórbida que parecía imponerse. Ella prefería compartir lecho con un modelo más ecuatorial. Incluso de piel negra, llegado el caso. Le agradaría ayudar a la gestación de genes negros. Eran más fuertes".

(...)