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No hay etiquetas. Final de la historia.
José Manuel, el hijo de los dueños del camping seguía en la caravana cuando llegamos. Para no ser cruel y dejarle con las ganas, Javi le propuso que se marcharan al baño de nuevo, pero el chaval nos dijo que no pudo evitar hacerse una paja en nuestro sofá y que ya se le hacía muy tarde, por lo que se despidió y se marchó.
-Pobre chaval -comentó Javi-, se ha quedado a medias, pero al menos el plan me ha salido bien.
-O sea que lo tenías todo planeado -apunté.
-Sí, se me ocurrió hace días. Aunque no te dieses cuenta sabía que llegabas a la misma hora y que antes te dabas una ducha.
-¿Y no era más sencillo que me esperaras en el aseo tú solo?
-Es lo que pensé al principio, pero José Manuel se me puso a tiro y que nos pillaras resultaría creíble.
-En ese caso no me deberías haber dicho que lo habías planeado, ¿no crees?
-Tienes razón, pero no todo ha salido como yo quería…
-Te he follado, ¿no era eso lo que pretendías?
-Sí, sí. Al menos esa parte ya la hemos superado.
-Pero sigo sin entender por qué.
-Me puse en tu lugar y traté de comprenderte, llegando a la conclusión de que lo que ambos necesitábamos era descargar la tensión sexual que había entre nosotros.
-¿De veras crees que la había?
-¿Tú no?
-Me temo que mi tensión era con el mundo en general.
-Da igual. ¿Te sientes bien ahora? ¿Mejor al menos?
-Sí; me he comportado como un gilipollas.
-Lo sé, y lo entiendo, así que por mí no te preocupes. Lo importante es que sigamos siendo amigos, ¿no?
Y en eso quedamos. En una de las tantas conversaciones Javi dijo que él no había acabado con su relación con Guillermo para meterse en otra, repitiendo la cantinela de que quería pasar una época sin ataduras en la que disfrutar de las nuevas experiencias que la vida le fuera ofreciendo, y esas no me excluían a mí. Yo no estaba seguro de lo que quería, pero no tenía más opción que respetar su decisión, así que lo que yo pensara de “nosotros” daba igual. Es verdad que esa última noche en el camping dormimos juntos y abrazados la mayor parte del tiempo, y aun siendo una situación de lo más reconfortante por el cariño que nos teníamos, comprendí a Javi y me puse como objetivo ser capaz de tener una relación madura con él: amistad sana después de haber resuelto esa tensión de la que hablaba. Y si además éramos capaces de echar un polvo de vez en cuando siendo todavía amigos, pues entonces todo sería perfecto.
Y casi lo fue. Llegamos a Albacete al medio día con la intención de estar con mis padres y dejar la caravana. Una de las veces que me había llamado Gus fue para comunicarme que se iba a vivir con su novio, así que perdía al que fue mi compañero de piso durante dos años. Cuando Guillermo lo supo también me llamó para conocer mis intenciones, y como no era una persona que me gustara a pesar de su físico espectacular, me inventé que con el dinero ahorrado durante el verano me buscaría algo para mí solo. Pero esa excusa se convirtió en una atractiva idea. Javi me dijo que mientras buscaba apartamento me podía quedar en casa de sus padres, así que después de pasar uno con los míos, nos marchamos a Pamplona.
Me llamó la atención un edificio de nueva construcción con un enorme cartel a la entrada: “Alquiler de estudios y lofts”. Este último término resultaba atrayente por lo sofisticado, y me decidí a solicitar información. La comercial me lo vendió como viviendas pensadas para solteros y solteras, ya fueran estudiantes universitarios o trabajadores temporales en la zona. Con cierto lujo, las instalaciones incluían una piscina cubierta, sauna o gimnasio de uso común. Sin embargo, el precio se me escapaba con respecto al alquiler de una habitación normal, o de incluso un apartamento de un dormitorio. La solución era buscar un trabajo a media jornada o los fines de semana, que sumándolo a lo que me daban mis padres más los ahorros del curro del camping, me bastaban para podérmelo permitir.
Empecé currando en McDonalds, pero ni me gustó ni lo podía compaginar del todo con mis estudios. Lo dejé y entré en Telepizza viernes, sábado y domingo, lo que me encajaba mejor, si bien no era un trabajo muy gratificante ni estaba bien pagado. Javi, que se convirtió definitivamente en mi mejor amigo, me confesó que se aburría los fines de semana sin mí. Le animé a que trabajara también, pero viviendo con sus padres, los que además le consentían casi todos sus caprichos aunque éstos no fueran muchos ni muy caros, no tenía necesidad. Sin embargo, fue a través de su progenitor que se enteró “del curro perfecto” para los dos. Era en el comedor de un colegio sirviendo a niños y profesores. Únicamente dos horas de lunes a viernes, y aunque teníamos que perder la última clase en la facultad, nos permitía tener toda la tarde libre así como los fines de semana.
Y es que, aunque la intención de Javi era vivir experiencias nuevas, quería que yo fuese su compañero de aventuras para ir descubriéndolas juntos. Luego no fue para tanto salvo en lo sexual, donde ambos nos liberamos casi del todo. A veces nos acostábamos juntos y yo le follaba. Si no era conmigo, Javi interpretaba siempre el rol de activo, aunque me decía que le encantaba comer pollas. Yo no probé muchas más vergas que no fuesen la suya; me pedía que se la mamara sólo para provocarme porque sabía que no me entusiasmaba, pero a él le daba morbo que lo hiciera. Sin embargo, con mi culo no lo consiguió, si bien de vez en cuando también me pinchaba e intentaba meterme un dedo o me inmovilizaba con los brazos y plantaba su verga en la punta de mi ano. Fue más un juego que otra cosa.
La idea de una orgía se nos pasó por la cabeza, ya que nos íbamos enterando de “reuniones” que organizaba algún tío en su casa de campo o cosas así. Pero teníamos la sensación de que los hombres no serían muy atractivos, pero sí bastante más mayores que nosotros. A Javi sí que le iban algo los maduros, aunque también los niñatos de dieciocho, pero yo prefería chavales de nuestra edad. ¡En algo tenía que ser selectivo! El caso es que una vez nos atrevimos a acudir a una “quedada” de esas, pero no llegamos a hacer nada (luego con los años, sí). Lo que sí hicimos en varias ocasiones fue un trío, tanto con tías como con tíos. Cuando era un maromo, nos dimos cuenta de que nos gustaba tratarle como si fuesen mujeres, y encontramos a uno de unos treinta años al que le encantaba hacerse pasar por putita y ser mangoneado por dos niñatos como nosotros. Pero para no hacer este relato muy largo, prometo contar estas experiencias en otros.
Decía más arriba que no probé muchas más vergas. En realidad, sólo una diferente a la de Javi: el pollón de Gus. Éste había desaparecido de mi vida casi por completo, manteniendo el contacto únicamente con alguna llamada de vez en cuando. Un día me telefoneó llorando para decirme que se había peleado con su novio, y que había pasado las últimas noches en casas de amigos. Aunque no me lo pidió, le ofrecí la mía convencido de que sería por muy poco tiempo ya que volvería con su amado. Después de que me contara toda la historia, se interesó por mí.
-¿Tú qué? Hemos estado mucho tiempo sin vernos.
-Claro, con eso de tener pareja ya no querías cuentas con los colegas.
-Bueno, y tú con ese novio tuyo -su comentario me alarmó, aunque lo pronunció en tono de guasa.
-¿Te refieres a Javi?
-¿Quién si no? Vais a clase juntos, trabajáis juntos, de vacaciones juntos… Pensé que hasta viviríais juntos.
-Vacaciones no, que nos fuimos a currar. Si lo sé no te cuento nada.
-No hombre. Pero es cada vez que hemos hablado, “Javi esto, Javi lo otro”.
-Pues porque somos amigos.
-¿Pero te has echado novia o te has vuelto gay por él? -bromeó.
-¿Prometes no decir nada si te lo cuento?
-¿El qué? -los ojos de Gus se iluminaron.
-Soy bisexual.
-¡Joder! Lo sabía, si es que lo sabía.
-¿Por qué? ¿Por aquella noche?
-¡Qué va! Anda que no se la he mamado a heteros. No sé, siempre tuve esa corazonada.
-¿Pero se me nota? -mostré una repentina preocupación.
-Si lo dices porque tengas pluma o algo, no, así que no te ralles.
-Menos mal -mi comentario fue un tanto desafortunado-. Quiero decir, que no pasa nada, no me malinterpretes.
-No, si a mí no me ofendes.
-Perdona, de verdad. Pero es que… bueno, he estado muy rallado con el tema.
-Oh, pobre -se burló.
-Qué gracioso. ¿Entonces por qué lo intuías?
-No sé, esa forma de mirar a Guillermo, el repentino interés en que te hablara del cruising… Creí que era mera curiosidad, pero fui atando cabos…
-Qué listillo.
-Cuéntame, cómo es eso de que eres bisexual. ¿Te has acostado con Javi?
-No dirás nada a nadie, ¿verdad?
-Palabrita del niño Jesús -se besó un dedo.
-No es broma.
-Que no, coño. Dale.
Le conté más o menos todo. La terapia se repetía como con Javi, por ello puse énfasis en nuestras relaciones, ya que obviamente él no se las podía contar.
-¿Y lo has probado todo? -inquirió.
-Qué va. Soy activo.
-Ja, ja. Me encanta que uses esos términos porque no te pega nada. Y además, no tiene nada que ver. Pero bueno, imagino que lo que me quieres decir es que no te han desvirgado, ¿no?
-Así es. Y tampoco beso, ni chupo pollas.
-Oh, qué machote -siguió bromeando-. No sabes lo que te pierdes.
-Puedo vivir con ello.
-Pues qué pena que no me lo dijeras.
-¿Por qué?
-¿Tú qué crees?
-No sé.
-Pues que lo hubiéramos pasado muy bien -dijo pícaro-. Con lo coladito que yo estaba de ti al principio.
-Venga ya.
-En serio. Aunque me lo hiciste pasar mal. Bueno, en realidad me lo busqué yo solito.
-No me digas eso -su comentario me dolió y me hizo sentir culpable-. ¿Tan mal te traté?
-No, hombre. Me di cuenta rápido de que preferías que nuestra “amistad” fuera de puertas para adentro. Me caías tan bien que me daba igual y disfruté mucho de nuestros momentos. Y luego ocurrió aquello. Y después esas excursiones los findes, esos ratos… Me enganché.
-Siento si te creé falsas esperanzas.
-Qué va, ninguna, pero no lo pude evitar. Quiero pensar que la amistad entre dos tíos gay es posible.
-¡Claro que lo es! Somos amigos a pesar de todo, ¿no?
-Sí, a pesar de todo -dijo con cierta resignación.
Nos callamos durante un momento.
-¿Qué piensas? -preguntó.
-En eso que has dicho de que lo hubiéramos pasado bien. Me hubieses evitado ir a cruising y buscar en chats, pero creo que hubiese tenido la sensación de estar utilizándote.
-No hay que complicarse. Las cosas se pueden dejar claras desde el principio.
-Sí claro. En plan, “venga, una mamada a la semana”.
-¿Por qué no?
-Pero si acabas de decir que estabas coladito. ¿No hubiese sido peor?
-Al menos hubiera podido tenerte de vez en cuando.
-Un poco masoquista eso.
-Cuando sientas algo parecido me entenderás.
-No sé qué decirte.
-A ver, que no te hablo de amor, ¿eh? Sólo me encapriché temporalmente porque estaba muy a gusto contigo, como amigos pero nada más. Pero si hubiéramos sido amantes… pues mejor.
-No sé qué tipo de amante. Ya te digo que no hubiéramos pasado de lo que hicimos aquella noche.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Pues porque en esa época lo único que hacía con tíos era dejar que me la chuparan.
-¡Qué aburrido!
-Pero qué placentero.
-Qué cabroncete estás hecho -se rió.
-Y tú un creído por pensar que hubiese caído a tus encantos…
-Tengo uno muy especial y lo sabes -observó sagaz, pero sin perder ese tono de broma que envolvía nuestra conversación.
-Lo sé, lo sé. He pensado en él varias veces.
-¿Ah sí? Nos estamos poniendo picantones.
-Sólo sigo tu tonteo…
-Ya, ya. Seré maricón, pero no tonto.
-Ja, ja. Nunca creí que lo fueras.
-Hombre, si dices “he pensado en tu rabo muchas veces”, tampoco hay que ser muy listo.
-He dicho “varias”, no “muchas”.
-Da igual, pero lo has dicho. Y además es contradictorio.
-¿Por qué?
-Porque dices que no te gusta chupar.
-Ya, pero de pensar en hacerlo me viene a la mente la tuya.
-No sigas por ahí…
-¿Te pongo cachondo? -dije sin pensar.
-Idiota, sabes que sí.
-¡Joder! Lo siento, no quería decirlo de esa manera. Me refería a ahora.
-Pues sí, ahora me estás poniendo muy cachondo.
-Yo también lo estoy.
Miré el abultado paquete de Gus y me puse a cien notando cómo el mío también crecía. Durante unos segundos el silencio se apoderó de mi salón. Levanté la vista hasta cruzarme con sus ojos.
-Yo ya te lo he dejado claro -dijo-, así que no diré nada más.
-Tú eres quien tiene experiencia, no me lo pongas difícil.
-No me vengas con historias, que sabes muy bien lo que estás haciendo -el cabrón tenía razón.
-No estoy jugando contigo, si es a eso a lo que te refieres.
-No, coño. Digo el tonteo.
-Ah, vale. Pues sí, lo confieso: me he puesto tontorrón pensando en tu… ya sabes.
-¿Y ahora qué?
-¿Lo hacemos?
-¿El qué? -ahora sí que se hizo el inocente.
-Una paja, no te jode -dije sarcástico.
-No es coña. Conociéndote y después de lo que me has contado, quiero saber lo que puedo y no puedo hacer.
-Mientras dejes a mi culo tranquilo, lo que quieras.
-¿Puedo besarte?
Dudé un segundo, pero no respondí. Me acerqué a Gus y le besé en los labios. Me correspondió metiendo lengua antes de lo esperado. Ya estaba, iba a tener sexo con el primer gay reconocido que se interpuso en mi vida dos años atrás. ¿Predecible? En absoluto.
Nos desnudamos y por fin volví a ver el pollón de Gus, de un tamaño que sólo había visto en películas, y de ahí que hubiera fantaseado con ella. Pensé en irnos a la cama, pero la situación se hubiera convertido en algo más formal, perdiendo esa espontaneidad que yo buscaba pese a todo. Yo estaba totalmente empalmado ante aquella estampa, pero la de Gus, que rozaba irremediablemente contra el cojín del sofá, aún no se había activado del todo. Sin decirle nada me arrodillé frente a él, quien se reposicionó para que yo tuviera un mejor acceso. Se la agarré con una mano y acerqué mi lengua a su capullo tímidamente. Su olor y sabor intensos me resultaban casi desconocidos, pues cuando se la chupé a Javi en la ducha el agua y el jabón neutralizaron cualquier aroma. Y las otras veces prácticamente lo mismo, siempre tan aseado y pulcro.
Reconozco que al principio no me entusiasmó el sabor, pero el olor sí que me estimulaba. Lengüeteé el glande con la intención de ir acostumbrando mi paladar. Recopilé y traté de reproducir todo lo que me habían hecho a mí cuando me la chupaban aplicando los pasos que debía seguir. Así, la lengua fue la protagonista al principio, y la deslizaba por el tronco hasta casi legar a los huevos donde el olor se intensificaba. Volvía al capullo y dibujaba círculos mientras dejaba gotas de mi saliva que se juntaban con las de la lefa que Gus ya había soltado. Sin embargo, el conjunto no me acababa de embriagar, lo que unido a las ganas de sentirla dentro me llevaron a tragármela. No diré que entera, pues apenas cabía en mi boca. Tampoco le vi mucha gracia salvo por sentir tan enorme trozo de carne caliente en mi interior, rellenándome por completo mis tragaderas hasta alcanzar mi garganta y dejarme casi sin respiración. Esa sensación me excitaba más, y por ello, tras sacarla para tomar aire, me la volvía a introducir y la dejaba dentro unos segundos provocándole a mi amigo unos sonoros gemidos al tiempo que me acariciaba la cabeza.
Gus comenzó a realizar leves movimientos pélvicos empujándola, si cabe, aún más dentro. Hizo lo mismo cuando ya la succionaba con más ritmo rodeándola con mis labios, metiéndola hasta el fondo para después sacarla hasta notar otra vez su gordo capullo en el que a veces me detenía jugueteando también con la piel que le rodeaba cuando se la estiraba. En eso también difería a la de Javi, aunque tuve la sensación que la suya estaba más dura, y las venas que recorrían su cipote no las encontré en la de Gus. Al ver que yo seguía tan entusiasmado comiéndole la polla sin hacer nada más (la mía la dejé completamente olvidada) me cogió de las axilas y me hizo subir. Me besó otra vez y noté que aún retenía su penetrante sabor que seguro le transmití a través de mi lengua. Me animó a que me pusiera de pie frente a él, que permaneció sentado, para chupármela. Me dejé llevar y le obedecí. Gus empezó de la misma manera, saboreando primero el glande, deslizando sus labios por el tronco y comerme también los huevos. Mientras lo hacía, no podía evitar fijarme en su cipote apuntándome. Disfruté de su mamada, pero yo quería más de su polla.
Era el momento ideal para que los dos nos pudiéramos dar placer. Le hice recostarse en el sofá y me situé encima ofreciéndole mi polla mientras yo tenía el acceso perfecto a la suya. Verla tan tiesa frente a mi cara me encendió otra vez, creándome un ansia que jamás hubiera imaginado. Por tanto, no tardé en tragármela mientras él hacía lo propio. Fue increíble sentir al mismo tiempo el placer de una mamada junto con le excitación que me daba estar chupando un pollón como aquel. Tanta estimulación hizo que no tardara en correrme. La vez anterior se tragó mi leche sin pedírselo, así que imaginé que querría hacerlo de nuevo. Entre jadeos y unos espasmos casi violentos descargué en su garganta notando cómo se iba tragando mi lefa. Cuando Gus se corrió no pude devolverle el favor por temor a probar el líquido que a pesar de todo me causaba cierto rechazo. No paré de mamarle hasta que estuvo a punto, ayudándole y notando sus trallazos en mi cara incluso. Es verdad que recogí un poco con un dedo y lo probé por simple curiosidad, apreciando matices amargos y otros que no fui capaz de reconocer. Con todo, sentir que mi cara estaba llena de leche espesa y caliente me resultó momentáneamente excitante, quizá porque resultaba un tanto sucio e impúdico. Luego en la soledad del baño no me pareció lo mismo convenciéndome de que no dejaría que me lo hicieran nunca más.
Gus se quedó en mi casa varios días. Él mismo me propuso que hiciéramos un trío con Javi. Al principio rechacé la idea por saber que a mi amigo no le iba nada la pluma, o al menos eso me había dicho meses antes, pero también creí que no podría resistirse al encanto que Gus tenía entre sus piernas. Al final ocurrió, pero lo contaré en otro relato aparte para no extenderme mucho.
Aunque lo que vino después fue más de lo mismo. Lo único diferente fue que en verano me quedé en Pamplona a trabajar a jornada completa. Javi prefería que volviéramos al camping, pero no logró convencerme. Yo a él tampoco para que se quedara, así que nos separamos dos meses. Fue entonces cuando conocí a Raquel, la que es hoy mi mujer. También era camarera en el mismo restaurante, y la soledad del verano en Pamplona nos llevó a salir juntos. Al principio como amigos, pues recuerdo que no nos besamos hasta pasados unos días. Y después de otros tantos nos acostamos en mi casa. A partir de ahí, se venía con cierta frecuencia. Nos tomábamos una copa en la terraza y a veces follábamos. Conecté con ella de una forma muy especial, no sabría decir si igual que con Javi, salvando las distancias y siendo consciente de los matices. La consideré mi amiga desde el principio, lo que nos unía todavía más, y en la cama congeniábamos muy bien. Más de lo que hubiera deseado, porque al principio creí que sería algo pasajero, por lo que no se lo conté a Javi. No fue hasta que volvió. Esa noche le dije a Raquel que cenaría con él. Le había contado muchas cosas sobre Javi, y entendió que quisiéramos estar a solas, pues sabía lo importante que era la amistad dejando claro que no se interpondría. Ese comportamiento la hacía aún más encantadora.
Javi me narró sus aventuras en el camping murciano dejando claro que no fue lo mismo sin mí, pero igualmente disfrutó. Se hizo colega y amante de José Manuel, a quien cumplir un año más le había sentado muy bien según mi amigo. También me habló del cruising, de los alemanes y de un par de mariquitas cincuentones que estuvieron todo el mes de agosto. Cuando me preguntó acerca de mí le hablé por fin de Raquel.
-¿Por qué no me has dicho nada cuando hemos hablado por teléfono? -su cara reflejaba cierta desilusión.
-Creí que iba a ser algo esporádico.
-¿Pero vais en serio?
-No lo sé. La verdad es que me siento bien con ella.
-Joder, esperaba que tu verano hubiese sido como el mío. ¿No ha habido ningún tío entonces?
-No, nadie más.
-¿Y no lo echas de menos?
-La verdad es que no.
-¡No te creo!
-Es cierto -no mentía.
-¿Ni siquiera a mí?
-Joder, a ti sí.
-Menos mal, porque yo a ti también. Sólo me folló José Manuel una vez. Se ve que ahora prefiere que le den a él.
-¡Hala! ¿Así que sólo me has echado de menos por eso?
-No, hombre. Ven aquí.
Me dio un abrazo, haciéndome sentir que seguiríamos siendo amigos a pesar de todo.
-¿Y qué vas a hacer? -me preguntó.
-¿Con qué?
-Pues con el sexo. ¿Vas a ser fiel?
-Uf, no lo sé. No he echado en falta nada, pero ahora que estás tú aquí…
-¡Vaya! Entonces no soy el único que sólo piensa con la polla.
Esa noche me follé a Javi. Esa y muchas más mientras mi relación con Raquel continuaba. En mi defensa diré que sólo fue con Javi y con algún otro tío con el que hicimos algún trío o alguna orgía. Pero en ese tiempo Raquel fue la única mujer y nunca llegó a sospechar. Ese curso acabé la carrera, pero me quedé en Pamplona primero a hacer un Máster y luego con prácticas. Raquel se marchó a Londres unos meses a perfeccionar el inglés. La echaba de menos y me iba a verla de vez en cuando comportándome como un novio ejemplar, pero en Pamplona seguía siendo un libertino. Cuando volvió comenzamos a vivir juntos por iniciativa suya, ya que ella no tenía donde alojarse, pues era de Alicante. Estuvo preparando oposiciones, lo que impedía que yo pudiese recibir visitas en casa, pero a su vez resultaba la excusa perfecta para ausentarme para no entorpecerla con sus estudios. Javi seguía viviendo con sus padres porque sabía que cuando yo me marchara de Pamplona él se iría a vivir a Madrid.
Y es que Raquel y yo decidimos que nos marcharíamos a Albacete, si bien la idea de vivir en mi pueblo no nos resultó atractiva a ninguno. Gracias a que sacó plaza en la capital, nos quedamos allí. Javi estaba relativamente cerca y Alicante también. Además, mi tío era dueño de una importante empresa y siempre me había dicho que me enchufaría, dándome un buen puesto casi desde el principio. Un cargo que requería viajar de vez en cuando, lo que resultaba perfecto si era a Madrid. A veces tenía que hacerlo a Murcia, y Javi intentaba acompañarme. Allí nos quedábamos en el camping que ya conocíamos, donde José Manuel se hacía cargo durante la temporada baja, convirtiéndole en nuestro cómplice para que nos cediera un bungaló discreto en el que Javi y yo disfrutábamos el uno del otro, y a veces del joven propietario. En general era todo muy rollo “Brokeback Mountain”.
Pero la cosa cambió cuando Raquel y yo nos prometimos. El asunto se convertía en algo ya muy serio aunque parezca una chorrada. Quise convencerme de ello, y aunque necesitaba ver a Javi, cambié nuestros encuentros para que siempre estuviésemos rodeados de gente, ya fuera en mi casa con Raquel o en el pueblo con mis padres y mis colegas. Éstos se le adelantaron para prepararme la despedida de soltero. Fue un fin de semana en Madrid con la típica cena en un restaurante erótico con espectáculo de una stripper. Sin embargo, lo que más disfruté fue ver a mis amigos de Albacete en Chueca haciendo comentarios sobre los “maricones”. Estuvo gracioso al tiempo que Javi y yo nos intercambiábamos miradas cómplices. Llamó a Raquel un día para preguntarle por fechas que yo tuviera libre con la excusa de que quería prepararme otra despedida sorpresa con la gente de Pamplona. A mi prometida no le hizo mucha gracia según me contó Javi después, aunque no me lo creí, pues Raquel confiaba en mí, o al menos nunca me demostró lo contrario.
Un día llegué a casa a la hora de comer y me encontré una maleta en la puerta. En el salón estaban Raquel y Javi, lo que me causó cierto desasosiego enfadándome por dentro con mi amigo, aunque nunca le vi capaz de que desvelara nada.
-¡Sorpresa! Te vas a Pamplona -anunció Raquel.
Nada más montarnos en el coche Javi me dijo que eso de Pamplona era mentira, sólo el pretexto que le puso a mi chica.
-No quiero cosas raras -le advertí.
-No te preocupes, que no te llevo a ninguna orgía ni nada parecido.
-¿Adónde pues?
-Uy, te ha salido acento navarro -se burló.
-Dímelo anda.
-No. Pensé en llevarte a Sitges, pero me pareció cruel por eso de que es todo muy gay y lo mismo te hacía dudar -se mofó de nuevo.
-Me alegra que no sea ese el plan.
-¿Cuál te gustaría?
-Pues no sé, no se me ocurre qué diablos estarás tramando. Hombre, lo de Pamplona y ver a Gus no me disgustó.
-No seas cabrón, que ni siquiera le has invitado a la boda.
-Ya -dije apesadumbrado-. No iba a estar en su salsa -me convencí.
-Di que te avergüenzas y ya está. No pasa nada, yo tampoco le hubiera invitado a mi boda.
-Es muy buen chaval.
-¿Y? ¿Prefieres que te asocien a un gay?
-Un primo de Raquel lo es.
-Me da igual. Bueno, tú verás; aún estás a tiempo.
-Dime dónde vamos.
Seguí cavilando llegando a la conclusión de que me apetecía algo tranquilo para estar a solas con Javi recordando viejos tiempos, analizando todo y tratar de averiguar qué me depararía el futuro. Al llegar a la frontera con Portugal me confundí todavía más. Estaba empeñado en que quería que fuese una sorpresa, y hasta quiso que me vendara los ojos. Para que me dejara tranquilo recliné un poco el asiento y me quedé dormido después de llevar viajando más de cinco horas. Los abrí al notar que paró el coche. Estaba ya oscuro. Miré alrededor y le vi esperando en la puerta de una casa. Salió a los cinco minutos y se montó otra vez.
-Bueno, ya nos queda poco.
Llegamos al final de esa misma calle deteniéndose en la puerta de otro chalé. Sacó un mando y el garaje se abrió.
-Espero que te guste -antes de salir del coche me besó en la mejilla.
Por supuesto que me gustó. Estábamos en una villa en El Algarve con unas espectaculares vistas al mar. Juntos fuimos explorando la casa mientras él parecía comprobar que todo estaba como había pedido. En la planta de arriba había un dormitorio enorme con grandes ventanales, y frente a uno de ellos un apetecible jacuzzi. Me asomé por una de las ventanas y al mirar abajo observé la piscina: una de esas piscinas que llaman “infinita” porque produce el efecto de que no tiene borde. Estaba rodeada de velas encendidas, lo que me pareció demasiado tierno para que lo hubiese planeado Javi. Bajamos y nos encontramos con una mesa muy bien puesta, con varios cubreplatos que ocultaban comida y un botellero con champán.
-Les dije que no pusieran fresas, que me parece una mariconada -habló Javi-. Y se han pasado con las velas.
Se dirigió al mirador y fui tras él. Me puse a su lado y le agarré por el hombro. “Muchas gracias”, le dije. Le devolví el beso en la mejilla y me abrazó a mí también. Rompimos ese emotivo momento atraídos por el olor a comida y la tentadora botella de champán. Cenamos manteniendo una agradable conversación, como siempre que estábamos a solas. La temperatura no animaba a darse un baño en la piscina, pero el jacuzzi nos resultó de lo más atrayente. Desnudos, nos dejamos acariciar por las burbujas. Me acerqué a Javi y me recosté encima de él mientras me abrazaba y disfrutábamos de las vistas rodeados de un reconfortante silencio. Al rato giré la cabeza y busqué sus labios. Me correspondió al beso y me agarró con más fuerza como queriéndome decir que todo iba a ir bien. O así quise interpretarlo yo. Llevábamos meses sin follar por el compromiso con Raquel, pero la situación y aquel entorno incitaban a que fuera un fin de semana de lujuria y pasión. Quizá el último, pues yo me casaba pocos días después.
-Muchas gracias por todo esto, de veras.
-No tienes que darlas. Me apetecía que estuviésemos juntos y creí conocerte lo suficiente como para saber que este plan te molaría.
-Me mola mucho. De hecho, cuando veníamos en el coche pensaba en estar los dos en algún lugar tranquilo, aunque no me imaginé nada como esto.
-Se han pasado con las velitas y los afrodisiacos -se rió.
-¡Si en el fondo eres un romántico! -le provoqué.
-Me hago mayor -suspiró.
-Sé que llevamos meses sin hacerlo, pero si tú quieres…
-No creas que he preparado todo esto con esa intención, ¿vale?
-Lo sé, lo sé.
-Te respeto y respeto tu decisión.
-Y te lo agradezco. Y yo tampoco quiero que creas que sólo soy capaz de estar contigo si es para follar o que trato de marearte o algo así.
-Qué va. Lo hablamos hace años: lo mejor de nuestra relación es que hacemos todo según vaya fluyendo sin complicar las cosas. Te entiendo perfectamente, y si fuese yo el que se va a casar me hubiera comportado como tú. Y si ahora te apetece que follemos, pues follamos. Que no, pues nos vamos a la cama y dormimos abrazados como hemos hecho tantas veces.
Me incorporé y le besé otra vez mientras comencé a acariciarle la verga bajo el agua.
-¿Te das cuenta de que si te la chupo ahora será como siempre, entre agua y jabón?
-Ja, ja. ¡Es verdad! ¿Me la vas a chupar entonces?
-Creo que sí -me reí.
-Me tendré que levantar pues, aunque me está gustando que me la pajees debajo del agua. Acércate que te haga lo mismo.
Entre más besos seguimos acariciándonos nuestras pollas sumergidas en agua burbujeante. Era una de las pocas cosas que no habíamos probado hasta entonces. Nos gustó tanto que seguimos de aquella manera hasta corrernos, viendo cómo los restos de nuestras leches flotaban entre nosotros. Aquella noche no hicimos nada más. A la mañana siguiente bajamos a la playa directamente desde la casa: una desértica cala de arena casi blanca. Nos bañamos desnudos y jugamos en el agua como chiquillos, llevados quizá por la idea de que una etapa de nuestras vidas iba a cerrarse, Javi ya con los treinta cumplidos y yo a punto de hacerlo. Al salir e ir a vestirnos, Javi se quedó con un bañador tipo slip que debía llevar debajo de la bermuda con la que bajó. Me trajo a la memoria al chaval de la playa de Murcia años atrás, el joven de cuerpo musculado con un atuendo similar que despertó en mí el interés en los hombres. Nos fuimos a la piscina, donde yo me desnudé de nuevo y busqué a Javi en plan mimosón. Sí que me besó, pero apartó mi mano de su polla.
-Ahora mismo no -dijo.
-¿Y eso? -me extrañé.
-Espera un rato.
-Vale -estaba confuso.
El timbre de la puerta sonó. Javi salió a abrir sin decirme nada. Al momento apareció una pareja con bandejas en las manos. Me saludaron en la distancia y se marcharon acompañados de mi amigo. Descorchó otra botella de champán, y con ella, pero sin copas, se metió de nuevo en la piscina.
-¿Por dónde íbamos? -dijo pícaro mientras me pasaba la botella-. ¡Ah, sí! Me la ibas a chupar.
-¡Qué mamón eres! -acerqué la botella a su boca antes de apoyarla en el bordillo.
Javi me agarró de la mano dirigiéndonos a las escaleras de la piscina. Se quitó el mini bañador y se recostó ofreciéndome su verga, otra vez enturbiada por el agua. La activé con los labios y la lengua antes de tragármela entera. Otra vez hicimos mención a que siempre se la chupaba estando mojada privándola de cualquier sabor y en un alarde de locura, Javi roció champán en su vientre para deslizarse y acabar en su polla y, por tanto, en mi boca. Una sola botella no daba para mucho más y volvió a meterse en el agua para sumergirse con la intención de chupármela él a mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al notar su boca en mi verga flácida. Aguantó lo que su respiración le permitió y repitió varias veces. Placentero, pero demasiado intermitente y agotador, así que ocupé su posición en las escaleras y me la chupó hasta que me corrí en su boca. Comimos, e hicimos lo mismo que en la mañana: bajamos a la playa, subimos a la piscina, me follé a Javi, volvieron los del catering y nos metimos en el jacuzzi donde follamos otra vez para luego irnos a la cama y dormir abrazados.
La mañana del domingo me desperté rodeado por los brazos de Javi. No quise moverme para no despertarle, por lo que me quedé en la cama dándole vueltas a la cabeza. Pensé en todos esos años que habíamos estado juntos, pero sobre todo, cavilé sobre el futuro y en si sería capaz de vivir sin disfrutar de él. Me inquieté, mi respiración se aceleró y un nudo se apoderó de mi garganta. Y es que no llegaba a tener claro si realmente quería la vida que me esperaba tras casarme: vendrían los hijos, me dedicaría a ellos y a mi esposa, a trabajar y proporcionarles una buena vida creciendo en un hogar en el que los padres fueran felices. ¿Pero era posible para mí la felicidad plena si renunciaba a “mi otra vida”? Casi lo fue durante los meses que me olvidé de los hombres, Javi incluido, pero ese fin de semana había encendido la llama otra vez.
Javi se despertó ignorante del pequeño ataque de ansiedad que acababa de sufrir. Me preguntó por la hora, tras lo cual apuntó que aún teníamos tiempo de disfrutar de la casa… y de nosotros. Se fue al baño, y al volver se echó sobre mí desnudo como estaba. Nos fundimos en un tierno, pero pasional beso acompañado de abrazos y caricias, sin poder evitar que el roce de nuestras vergas nos excitara. Nos restregamos el uno contra el otro hasta sentirlas duras y calientes. Javi se puso a mi lado dándome la espalda. “Fóllame por última vez”, me pidió, sin saber si de verdad sería la última. Levantó su pierna, le aparté las nalgas y le penetré. Gemimos al unísono acompasando los movimientos del mete y saca mientras le besaba el cuello y le mordía el lóbulo; aquel que un día sangró en el camping y que, sin querer, me llevó a probar su verga haciéndome enloquecer literalmente para acabar llorando entre sus brazos.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla mientras le follaba. Él guardaba silencio, ni siquiera sollozaba por mis embestidas. Quise encontrarme con sus labios y le giré la cara con la mano. Pude ver sus ojos vidriosos e imagino que él apreciaría los míos. Pero no dijimos nada, sólo nos besamos con la mayor ternura que lo hiciésemos jamás. Lo mismo ocurría con la penetración, delicada y lenta como si así fuese a durar eternamente. Pero yo quería tener a Javi delante de mí, contemplarle y disfrutar de sus ojos y esa mirada que tantas cosas me había transmitido durante años. Ahora me puse yo encima de él: le acaricié, le besé, le miré casi embobado. Frotamos nuestros cuerpos, sintiendo su pecho latir contra el mío, su vientre encogerse al contacto con mi vientre, y nuestros miembros más carnales friccionándose hasta que brotó el elixir que nos extasió a una sintonía impecable.
El viaje de vuelta fue lacerante, pero fingimos que todo era como siempre. En la radio sonó el “Someone like you” de Adele que no pudo ser más oportuno, convirtiéndola así en nuestra canción. Me dejó en la puerta de mi casa simulando una despedida casi fría, animándonos por el hecho de que nos veríamos pocos días después, si bien tuve la sensación de que al final no acudiría a mi boda. Casi sin ganas, esa misma noche me follé a Raquel aunque fingí y cumplí sin que ella se percatara de nada. Los preparativos de última hora, los nervios y mis ansiedades ocuparon el mayor tiempo de esa semana. Me vi en el altar alterado e impaciente como cualquier novio, intercalando deseos de que Raquel llegara con poder encontrar a Javi en alguna parte de la iglesia. Me tocaron el hombro, me giré y por fin le vi. Nos abrazamos con el mayor disimulo, dándonos palmadas en la espalda como dos machotes. Y entonces llegó la novia. Un nudo se posicionó en la garganta cuando el cura dijo: “Si alguien tiene razón por la cual estas dos personas no deban ser unidas en santo matrimonio, hable ahora o calle para siempre”.