Etiquetas 2: no soy hetero.

Segunda parte de la historia de mi vida en la que descubro que los tíos también me atraen.

Esa primera mamada realizada por otro tío ahuyentó a Guillermo de mi cabeza, pues sólo era capaz de pensar en lo que acababa de hacer y en las consecuencias que acarrearía. ¿Por qué? Pues porque me gustó. Y ya no sólo que me la chupara otro tío, porque en el fondo no difiere mucho de las que me habían hecho hasta entonces, sino por excitarme tanto al verle masturbarse. Y en eso radicaba mi problema conllevando un mar de dudas. “¿Seré gay? ¿A mi edad?”. Cuando conseguí relajarme algo, mi cerebro me obsequió con el razonamiento de que el chaval de los aseos no me gustaba. Es decir, su polla me calentó, pero no hubiese hecho nada más. En ese instante no pensaba en probarla y mucho menos en besarle, pero se me seguía escapando el hecho de que sí me agradara ver su verga no pensando en ninguna otra parte de su cuerpo. Todo lo contrario que con el de Guillermo, mi nuevo compañero de piso y por el que rezaba para que no estuviera en casa cuando llegase.

Pero al abrir la puerta vi que había luz. Dejé las bolsas en la cocina y me dirigí al salón para saludarle. Allí me encontré a un compañero de mi facultad cuyo nombre desconocía. Se giró y al verme su cara fue presa de la turbación, quedándose un instante parado sin saber qué hacer. Creí que era porque le sonaba mi cara y no me ubicaba, pero más tarde descubriría que ese no era el motivo.

-Ah, hola -Guillermo entró al salón-. Este es Javi, mi…

-Su colega -interrumpió el otro al tiempo que le miraba con cara de aprobación-. Te conozco de la facultad, ¿no? -se apresuró a decir.

-Sí, creo que hemos tenido algunas asignaturas en común.

-Bueno, nosotros ya nos íbamos -parecía mentir, pero buscando la confirmación de Guillermo.

-Esto… sí. Voy a por la chaqueta.

-Voy a colocar la compra -me di la vuelta algo confundido sin darle mayor importancia después. Al fin y al cabo, Pamplona no es tan grande como para que estas casualidades ocurran.

Sin embargo, Gus me vino a la cabeza de nuevo para avergonzarme. Reconozco que fui mezquino ya que pensé en tratar de ocultar a Gus ante mi compañero de clase para que no me asociaran con él. Gracias a Dios la enajenación fue transitoria, porque desde luego no me enorgullezco de haber tenido esa mentalidad. Y además, si a un tío atractivo y cachas como Guillermo no le importaba traer gente a casa que supiera con quién vive, ¿por qué había de importarme a mí?

A pesar de no haber dormido bien, a la mañana siguiente me levanté temprano, porque despierto en la cama toda suerte de pensamientos me rondaban la cabeza. Al salir al pasillo vi que la puerta de la habitación de Guillermo estaba abierta, por lo que parecía que él también había madrugado, pero al no verle ni escucharle en el resto de la casa me dio la impresión de que no había dormido allí. Me puse a colocar mis cosas, y al instalar el ordenador me di cuenta de que no teníamos internet, pues lo habíamos dado de baja en junio, así que la repentina idea de ver porno se vio truncada. Le envié un mensaje a Gus para preguntarle si iba a querer participar en el gasto y me respondió queriendo saber lo que Guillermo decía. Pero claro, Guillermo no estaba, y a mí me entraron unas ganas locas de llamar a Telefónica para que lo pusieran cuanto antes.

-¿Hola? -escuché desde el pasillo.

-Hola, estoy en mi cuarto -Guillermo se acercó.

-¿Qué haces?

-Aquí colocando cosas. Has madrugado, ¿no?

-No he dormido aquí, ¿no te diste cuenta?

-Pues la verdad es que no, llegué pronto y me acosté.

-He dormido con Javi. Voy a darme una ducha.

¿Con Javi? Sí, dijo “con Javi”, no “en casa de Javi”. O quizá era cosa mía por la obsesión que me había entrado de repente con todo lo gay.

-¿Cuándo viene Gustavo? -apareció de nuevo en mi habitación, pero ahora con el torso al aire y un neceser en la mano.

-Mañana creo -traté de no mirarle-. ¿De qué conoces a Javi?

-Empezó Magisterio cuando yo, pero se cambió de carrera en segundo.

-Ah, qué bien. Y habéis mantenido el contacto por lo que veo.

-Estamos juntos -no pude evitar sorprenderme.

-Vale…que tú…-balbuceaba como un chiquillo-. Tú eres gay también -logré decir.

-¡Claro! Pensé que lo sabías por Gustavo. Me enteré de este piso por alguien en común.

-No me ha dicho nada.

-¿Pero no estáis juntos?

-¡Qué va! -desmentí casi molesto por la insinuación.

-Pues casi que me alegro, porque a Javi le gusta llevar esto con discreción, está dentro del armario todavía, de ahí que se quedara tan cortado al verte antes. Y bueno, por lo que me han dicho Gustavo no es muy… Vamos, que no va de nuestro rollo.

-¿Cuál es vuestro rollo? -me puse en alerta, pues el tío me volvió a parecer un borde y Gus, en el fondo, era mi amigo.

-Que la pluma no nos va.

-¿Y qué más da si sois gays igualmente?

-No da lo mismo. Ya te digo que Javi es muy discreto y a mí tampoco me gusta ir pavoneándome por ahí.

-Pues no entiendo por qué te has mudado aquí si Gus no te va.

-Porque tengo el gimnasio aquí al lado y Javi vive un poco más abajo.

-¿Y por qué no vivís juntos?

-Él es de aquí; vive con sus padres que por desgracia vuelven hoy de vacaciones. Pero bueno -se dio la vuelta para marcharse-. Al menos tú no eres una loca.

-No te confundas -su comentario llegó a molestarme-. Yo no soy maric…gay.

-¿No? Ah pues pensé que sí.

-¿Por qué? -pregunté agravando el tono. ¿Acaso había notado algo?

-No sé, creí que Gustavo viviría sólo con gays, nada más.

-Pues no. Y Juanjo, el del curso pasado, tampoco.

-Vale, vale. Si a mí me da igual. Y a ti veo que también. Voy a la ducha. Si quieres salimos a comer algo después.

Guillermo era enervante, pues cambiaba de tono y de actitud a cada instante sumiéndome en un desconcierto que me hacía preguntarme de qué diablos íbamos a hablar durante la comida o incluso si no desembocaría en otro enfrentamiento. No lo hubo al final, y la comida transcurrió sin sobresaltos, pero con la conclusión de que entre ambos no había feeling. Por ello rechacé la idea de que tomáramos café allí, prefiriendo irnos a casa a seguir cada uno con lo suyo, si bien él insistió anunciándome que venía Javi. No era plan de ser un borde asocial, pero tampoco de estar de sujeta velas, así que decidí marcharme tras estar un rato con ambos y a pesar de que Javi me caía bastante mejor, aunque fuera por el nexo que suponía ir a la misma facultad con el recurso fácil de criticar a profesores u otros estudiantes.

Al poco de llegar a casa aparecieron ellos anunciándome que se quedarían viendo una peli o algo. Eché de menos a Gus, que hubiese supuesto un apoyo, y opté por irme. Conduje sin rumbo fijo hasta que el centro comercial del día anterior me vino a la cabeza. De nuevo con nervios, pero al menos ya sabía cómo iba la cosa. Mi inquietud venía dada por otro motivo, saber por qué quería ir allí de nuevo, qué significaba todo aquello y qué diablos me estaba pasando. Con falsa seguridad me dirigí a los aseos que veinte horas antes presenciaron mi primera relación con otro hombre. Noté que en la cabina de teléfono de la pared de enfrente había un hombre mirando a la puerta de los baños. Entré y no vi a nadie, así que la confianza se evaporó en un suspiro por no saber qué hacer. Me puse a mear para hacer tiempo y el señor del teléfono apareció. Repitió casi la misma mirada que el chaval del otro día, pero el hombre no me atrajo nada y se dio por aludido sin saber realmente cómo lo hice. Mientras me lavaba las manos se abrió la puerta de una de las cabinas y vi salir a un chico joven que ni me miró. Me hice el remolón y de ese mismo urinario emergió otro tío, de unos treinta años y que no me pareció feo. Medité entonces el porqué una persona así necesitaba hacerlo de esa manera y la conclusión fue que estaría en una situación similar a la mía, o quizá casado o a saber.

Una llamada de teléfono interrumpió mi soliloquio. Gus había adelantado su llegada.

-¿Dónde estás? He llegado a casa y me he encontrado a dos tíos. Por cierto, qué bueno está Guille.

-No le llames así -le recriminé-. Llego en veinte minutos.

Ciertamente me apetecía ver a Gus, así que aborté la oscura misión que sin pensar me había propuesto. No me fui con una mamada, pero al menos corroboré cómo funcionaba eso del cruising, lo que me daba mayor seguridad para un futuro.

Gus se levantó del sillón y se lanzó a saludarme con una sana y verdadera alegría. Yo fui a darle la mano ante la mirada de los otros dos, pero él me abrazó y me plantó un beso en la mejilla. No se lo devolví, pero le acaricié un poco la espalda como respuesta cariñosa. Su pelo volvía a ser de color castaño natural, que le quedaba infinitamente mejor que el falso rubio. Vestía un polo blanco muy formal, que además contrastaba con su moreno cuerpo. Nunca antes me había fijado en él de esa manera, pero puestos a buscar atractivos, al lado de Guillermo el pobre no tenía nada que hacer. Sin embargo, yo estaba realmente contento por su llegada y me apetecía un montón pasar tiempo con él. Tanto, que sin pensar le invité a salir a tomar unas cañas. Me miró asombrado y en ese instante advertí lo que acababa de hacer rememorando la vez en que salimos y me sentí incomprensiblemente avergonzado.

-¿Os venís? -Gus invitó a los otros.

-No me apetece -Guillermo respondió seco.

-Si volvéis pronto podemos cenar aquí los cuatro -propuso Javi.

Y sin quedar en nada concreto nos marchamos. Nos sentamos en una terraza cercana, y es verdad que al principio miraba hacia uno y otro lado, pero Gus me hizo sentirme a gusto. Nos contamos nuestras vacaciones: lo que habíamos hecho, nuestros ligues…Obviamente omití el episodio del día anterior y me inventé a una rubia que conocí en la playa. En realidad me lié con una tía en Murcia, pero no la recuerdo como gran cosa. Él sí me contó con detalle sus aventuras, mencionando una zona de cruising de Tarragona que despertó mi curiosidad. Y así, como quien no quiere la cosa, le pedí que me relatara cómo funcionaba eso del cruising. No preguntó el porqué, y la idea pareció gustarle porque se puso en plan interesante. Imagino que apreció mi interés por su vida sin cavilar sobre nada más. Lo que me explicó coincidía más o menos con lo que yo había vivido, salvo por el hecho de que en la zona en la que estuvo había mirones que incluso podían llegar a unirse, por lo que aquello se convertía casi en una orgía. Hablamos también sobre Guillermo, de lo borde que era, de nuestro encontronazo por el asunto de la habitación, así como que era gay y salía con Javi.

-Yo ya sabía todo lo que me estás diciendo. Y también que no vamos a tener ningún problema con él.

-¿Tú crees? -le pregunté extrañado-. Es un arrogante.

-Sí, pero sólo hay que saber llevarle. Me refiero a problemas de pago, ruido, orden, limpieza…

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque me lo ha dicho gente que ha vivido con él. Y además entre el gimnasio, las clases y su novio, estará todo el día fuera, ya lo verás.

Su comentario me reconfortó y la idea de que cenáramos los cuatro me resultó apetecible en ese instante. Javi dijo que nos invitaba y pidió unas pizzas por teléfono. La velada no estuvo mal, aunque Guillermo no era un tipo muy comunicativo, si bien en los temas que le interesaban sí participaba haciendo que todo fluyera. De hecho, cuando nos quedamos sin cerveza él mismo nos ofreció un orujo que recordó le habían regalado y que había colocado en su armario de la cocina. Al principio me supo a rayos, al igual que la marihuana que me habían dado mis colegas del pueblo y que hasta entonces no me había fumado. En definitiva, nos pillamos un buen colocón, si bien a cada uno nos afectó de distinta manera. Yo apenas podía moverme del sofá, pero imagino que a la parejita les provocó tal calentón que les llevó al dormitorio. Recuerdo vagamente que Gus y yo nos reíamos por escucharles follar, y él se acercaba a la puerta y volvía al salón para contármelo hasta que acabaron y se quedaron dormidos. Conseguí levantarme para mear y aproveché para irme a dormir. Mi amigo me invitó a fumarnos el último, pero le rechacé. No se dio por vencido y se metió conmigo en el dormitorio.

-¿Qué haces? -le susurré.

-Va, no te acuestes, que estoy con el puntillo. ¿Salimos a tomar una copa?

-Estarás de coña. Si no puedo moverme -y me dejé caer sobre el colchón.

Gus se acercó para sentarse a mi lado e insistía mientras me agitaba desde el brazo.

-Venga, nos fumamos un porro aquí y a dormir -acepté.

No despreció el plan. Este último canuto me dejó bastante tocado, y a Gus se le bajó algo la chispa, provocándole que se tumbara junto a mí y haciéndome sentir su cuerpo rozar el mío. Esa situación no era novedosa para mí, pues muchas veces antes había compartido cama con colegas. El matiz estaba en que era consciente que el que yacía a mi lado era homosexual. Aun así Gus no me atraía, y él sabía que yo no era gay, e íbamos muy fumados… Rompió el silencio otra vez:

-Qué suerte tienen estos dos -musitó-. Yo quiero un novio como Guille.

-Es un gilipollas -de verdad que mi estado no daba para mucho.

-Bueno, pues al menos para echar un polvo me valdría.

-Tampoco es para tanto -me descubrí.

-¿Tú has visto lo cachas que está? -sí que lo había visto, pero no me iba a revelar más-. Y además tiene que tener un buen pollón.

-Así que el tamaño importa, ¿no? -traté de bromear.

-¡Pues claro! Los que digan que no es que la tienen pequeña.

-O sea que tú la tienes grande -deseé haberme callado.

-Sí, a ver por qué te crees que follo tanto, ¿por mi cara bonita?

-Y yo qué sé, tío.

-Mira, ¿quieres verla?

-Anda ya -me giré para otro lado-. Lo que quiero es dormir.

-Bueno, eso es porque te da miedo que sea más grande que la tuya.

-Ni que fuéramos adolescentes.

-Enséñamela.

-Paso, déjame.

-Anda.

-No seas infantil. Vete a dormir -traté de zanjar, aunque realmente me picó la curiosidad-. Por lo que dices, seguro que sí es más pequeña.

-No es que lo diga, mira anda.

Me giré y pude observar que no mentía; la polla de Gus se perfilaba bastante larga y ancha. Se la sacó del pantalón y se la sacudió un par de veces.

-Joder, qué cachondo estoy -me pilló mirándola-. ¿Has visto? No lo decía por presumir.

-Ya veo, ya.

-¿Y la tuya?

-Sabes perfectamente que es más pequeña -volví a darle la espalda avergonzado.

-Enséñamela -insistió-. ¿Te hago una mamada?

Desde mi postura Gus no pudo apreciar mi cara de sorpresa. Mis ojos se pusieron como órbitas ante su insinuación y un calambre recorrió mi cuerpo.

-Va, te la chupo y ya está. Es que estoy muy cachondo, tío-. No dije nada-. Pues me la voy a cascar igualmente.

-Vete a tu cuarto -le dije con la mayor de las hipocresías, pues no quería que se fuera y la idea de la mamada se me antojó muy apetecible.

-Qué corta rollos eres -noté que se iba a levantar.

-Bueno -me apresuré-, pues quédate; qué quieres que te diga.

-Tienes razón, si no me vas a enseñar la tuya mejor me voy -su tono de voz cambió.

-No quieras darme pena -traté de seguir con el tonteo.

Me giré otra vez y Gus ya se había guardado su verga. Hizo amago de levantarse.

-Espera, anda -me bajé un poco el pantalón de chándal que llevaba. Avergonzado, le enseñé mi polla morcillona consciente de que ni se acercaba en tamaño a la suya.

-Tiene muy buena pinta -acercó su mano.

Preguntarle qué hacía hubiese sido cruel, pero de ocurrir algo, no quería que fuese una paja. Puestos a liar las cosas con Gus, al menos que mereciera la pena. Y pareció escuchar mis pensamientos, pues se inclinó y dirigió su cabeza directamente a ella. Me la agarró con una mano y la lengüeteó ligeramente. Su húmedo músculo provocó que se me erizara el vello, teniendo que contener un sollozo que confirmaba que me gustaba. Deslizó la lengua por el tronco casi al tiempo que se terminaba de poner dura. Noté el roce de su barbilla en mis huevos para luego despegarse y sentirle de nuevo en mi glande. Deseé que se la tragara ya, pero me dejé hacer alentado por la experiencia que se le presuponía chupando pollas. Se comió el capullo e hizo como que lo absorbía, sintiendo todo el grosor de sus labios, que escurrió nuevamente aprovechándose de su saliva y del poco precum que yo ya había soltado. Su serenidad y mesura me resultaban casi tortuosas, repitiendo suavemente sus movimientos de arriba abajo, poniendo en juego sus dedos para tocarme los huevos o rozarme el capullo con uno de ellos.

De esa manera estuvo un tiempo que no sé cuantificar, y durante el cual ninguno dijo absolutamente nada, puede que conscientes en un momento de lucidez todo lo que aquello podría acarrear. Así que quizá por ello, o porque ya tocaba, Gus comenzó a tragársela entera. Al principio lo hizo con cierta quietud, pero fue avivando el ritmo acompañado de leves movimientos de cabeza o ayudándose con una de sus manos. De repente paró. Me erguí un poco y vi que trataba de quitarse sus pantalones.

-¿Te importa que me la machaque? -preguntó.

Negué con la cabeza porque no sólo no me importaba, sino que lo prefería. Si ver al chaval del día anterior me excitó, observar ese pollón con el que Gus estaba dotado me calentaría aún más. Sin embargo, mi postura completamente tumbado me impediría contemplarlo, así que me incorporé mientas me deshacía yo también del chándal y apoyé mi espalda en el cabecero de la cama. Gus se puso a cuatro patas y su enorme falo se dejaba ver colgando entre sus piernas. Otro escalofrío peregrinó por cada rincón de mi piel ante tamaño trozo de carne. Gus retomó mi verga con su boca y se concedió placer a él mismo. Interrumpió un par de veces para ensalivarse la mano. Ajustó el ritmo y acompasó todos sus movimientos. Disimuladamente le miraba con lascivia, aunque tampoco me encontraba en la postura ideal para tener una buena perspectiva. Otra vez parecía leerme la mente, porque abandonó su posición quedándose recostado boca arriba. Ahora su largo y ancho cipote apuntaba tieso hacia el techo y yo podía contemplarlo en todo su esplendor. Creo que fue el primer momento en mi vida que anhelé comerme una polla.

Obviamente se quedó sólo en un deseo momentáneo en plena efervescencia y excitación. Aunque ya era la segunda, se me presentaba como una situación novedosa, pues durante las mamadas que me habían hecho las tías hasta entonces mi mirada se perdía cediendo al placer. Pero ahora, y a pesar del subidón de los porros y el alcohol, mi atención se concentraba, pero preocupantemente en el cipote de Gus. Él seguía ajeno a todo lo que se me pasaba por la cabeza, quizá también con sus propias abstracciones que, sin embargo, no se dejaban notar por lo acertado de su ritmo. Compatibilizaba sus lamidas con el masaje a su verga, lo que le debía resultar bastante monótono por otro lado, aunque combinaba el chupeteo con lengüetazos en el capullo alterando así la cadencia.

-Me voy a correr -le avisé susurrando.

-Y yo.

Pero no se apartó de mí, y lo único que hizo fue avivar el ritmo tanto de la mamada como de su paja. Cuando ya estaba a punto traté de separarle, pero no se dejó. ¡Dios! Pretendía tragarse mi leche, algo que sólo me habían hecho una vez de adolescente y que recordaba sumamente placentero. Pude rememorar que sí lo era, pues al tiempo que eyaculaba dentro de él un mudo gemido me condujo al éxtasis, contrayéndome al compás de los trallazos que Gus se iba tragando conforme le llegaban. Cuando salió el último se apartó un poco, con la intención de centrarse en la suya, pero se quedó observando mi polla y volvió a tragársela y a lamer los pocos restos de semen que pudiera haber. Me miró un instante en busca de aprobación, pero en ese momento creo que no transmití nada más de lo que mi cara de satisfacción pudiera expresar. Apoyó su cabeza en mi pierna y continuó machacándosela hasta que por fin se corrió sobre su zona púbica y el vientre, pues su líquido no salió con demasiada furia como su tamaño hubiera podido sugerir. Se relajó un instante, pero yo quise que fuera rápido, se levantara y se marchara. Decírselo hubiese estado completamente fuera de lugar, si bien el pensamiento en sí ya resultaba despiadado y casi despreciable, así que esperé ante aquella estampa de un tío extravagante, abiertamente gay y con un pollón enorme, que se recostaba sobre mí y que me acababa de hacer la mejor mamada de mi vida.