Ética: ahora sé si hice bien o hice mal

Otra escena de mi primito Gerardo, en la que ahora también yo fui protagonista.

Mi nombre es Tomás. Vivo solo en un apartamento. Tengo 21 años, y lo que narro gira en torno a mi primo menor. Hace un año más o menos que dejé a mi primo Gerardo inmerso en un mundo desenfrenado de sexo. Le presenté putas, pague muchas veces por chicas que lo complacieran; él se encontró una novia, pero no sé si se acostaron ya. Y ahora, ahora Gerardo es un animal suelto. Cada día que pasa, cada semana que crece sus hormonas se revolucionan más. Desde aquel día, en que una de las putas más caras de la ciudad lo había desvirgado, mi primito había cambiado bastante, había crecido. Hoy no sólo era más alto, sino que tenía una espalda más ancha, una voz diferente, había aparecido un poblado vello color castaño en su pubis, en la base del estómago y en sus axilas. Seguía siendo flaco como un espárrago, pues seguía siendo aún un adolescente.

Tomás le dio a Gerardo la llave: el sexo. Y él la tomó y la usó en todas las puertas que pudo. Juntaba todas sus semanas para pagar por sexo. Cuando juntaba un poco de dinero recorría el barrio rojo buscando una mujer que cobrara barato, algo con lo que saciar su ímpetu. Sólo probaba prostitutas caras cuando su primo se las costeaba. Gerardo se consideraba cada día mejor amante. Así se lo hacía saber a sus amigos; y así trataba de convencer a sus amigas. Incluso consiguió una novia, pero ella no quiso acostarse con él. Por lo que terminó la relación. Así se encontró deambulando con algunos amigos por las fiestas de los llamados “Pokemones”, adolescentes que disfrutan de la sexualidad abierta que la sociedad les permite. Y ahí también encontraba satisfacción.

A mi no me parecía tan mal. Al menos de eso me quería convencer. Estaba seguro de que de una manera u otra Gerardo se  habría con el placer de una buena cacha. Si desde hace mucho antes se pajeaba a diario, disfrutaba del mejor porno. Un par de veces pidió usar mi fleshlight, a lo que por supuesto me negué. Y es que, a pesar de los seis años que nos distancian, Gerardo es adelantado a su edad. Insisto, es lo que me trato de decir a mí mismo. Pero no puedo culparlo. A mi también me encanta el sexo. Disfruto las putas, disfruto encamarme con la primera tía que se me cruce en un bar. Adoro el sexo casual.

Un día, al medio de la semana, decidí llamar por una puta. Una de las que me gustan a mi, una hooker cara, fina, elegante. Pedí que fuera algo mayor que yo, que fuera una “maestra”. Como era día miércoles, la recibí temprano  en mi apartamento, a eso de las 7 de la tarde. Total, no tenía nada más que hacer,  no esperaba visita. Ella llegó puntual, vestida con una falda muy elegante, y una blusa de seda. Era rubia, ojos claros, y tenía alrededor de 40 años. Un cuerpo esplendoroso, que se erguía sobre unas sandalias de taco alto que le daban distinción.

  • Mi nombre es Paula – se presentó mientras me daba un beso suave en la boca.

  • Tomás – dije yo cuando separamos nuestros labios.

Yo no conocía a esta guarra, a pesar de ser cliente fiel de la agencia de “escorts” en la que ella trabajaba. Creo que nunca había pedido a una de la sección “maduras”.  Serví champagne, como mi acompañante lo ameritaba. Ella brindó, bebió un poco, y sin esperar a que yo soltara mi copa se acercó a darme un beso. Se lo respondí como un caballero, pero como un caballero caliente y deseoso. Estaba más cachondo que nada. Chocamos las lenguas; cada uno quería ser quien dominara el beso, entrando a la boca del otro, lo que hacía el beso interesante, por decirlo de algún modo. Yo estaba acostumbrado a ser complacido, y a domar la cama, a ser el jefe, el señor del sexo. Parece que ella estaba acostumbrada a lo mismo.

Gerardo decidió pasar por el apartamento de Tomás esa tarde, porque necesitaba hablar con su primo. Necesitaba contarle de su vida, de sus chicas, de los problemas. Tomás y Gerardo eran muy unidos. Para Gerardo, Tomás era el hermano mayor que nunca tuvo.

Así, apenas pasadas las 7 de la tarde, Gerardo estaba en el umbral de la puerta del departamento de su primo mayor. Usó su llave, y entró a la sala. Había visto el auto de Tomás abajo, por lo que sabía que estaba en casa. No alcanzó a llamarlo por su nombre, pues de inmediato se encontró con la escena en el sillón principal. Tomás estaba besándose apasionadamente con una mujer. Era una mujer mayor, y justamente por eso Gerardo no pensó que era una prostituta. Sólo imaginó que su primo andaba con una mujer que casi le doblaba la edad.

De pronto, vi a Gerardo parado en el umbral de la puerta de la sala. Me incorporé, al igual que Paula. No supe que decir. Paula me quedó mirando con un gesto de perplejidad, y yo miraba a Gerardo idem.

  • Qué haces aquí, Gerardo? – le dije sin ocultar mi tono de sorpresa – no me avisaste que venías.

  • solo .. em, necesitaba hablar contigo – respondió él.

  • em, bueno, no es el mejor momento – dije enseguida.

  • así veo - dijo pícaramente mi primo – pero al menos preséntame a tu novia nueva.

  • yo no soy su novia – dijo Paula, mientras se presentaba como una “amiga”.

Gerardo entendió entonces. Paula era efectivamente una prostituta. Sonrió, la miró de pies a cabeza, y se le ocurrió una idea macabra.

- quiero participar – dijo sentándose en otro sillón.

- què? No puedes! – respondió Tomás. – esto no es como otras ocasiones, Gerardo, sólo estamos nosotros dos, Paula no trae ninguna amiga.

- pues, bueno.. – Gerardo comenzó a hablar sin saber exactamente cómo iba a continuar – compartamos entonces.

Miré a Paula, quien sonrió como una dirty bitch. Se acercó a mi oído y me dijo el precio que ello tendría. Entonces debo reconocer que la idea me excitó. Nunca había estado en u trío donde el tercero fuera otro hombre. Bueno, en este caso, un chico.

  • OK, acepto – dije estirando mi mano a Paula . Luego me dirigí a Gerardo – este será un nuevo nivel de compartir.

  • un momento – exclamó Paula – la condición es que se haga tal y cómo yo lo diga. Hoy yo mando, ¿estamos de acuerdo?

  • de acuerdo – dijo Gerardo.

  • está bien – tercié yo, a regañadientes.

Gerardo no podía creer que su idea había gustado a su primo. En verdad le excitaba un trío, nunca había hecho uno, y lo encendía que el otro hombre fuera su primo. Siempre sintió admiración por Tomás: por su físico, por su intelecto, por su gran pene.

Esta vez sí que me sentía extraño. Así que busqué más licor, y esta vez le ofrecí a Gerardo y a Paula, pero la caballerosidad se había perdido. Extendí las copas y dejé el ron sobre la mesa. Paula se sirvió muy poco, Gerardo en cambio, llenó su vaso y lo bebió al seco. Lo mismo hice yo.

  • desnúdense! – nos ordenó Paula – pero déjense los calzoncillos puestos. Así lo hicimos.

Los primos estaban obedeciendo las órdenes de Paula como obedientes cachorros. Se desvistieron rápidamente, y sólo quedaron en boxers. Gerardo usaba unos sueltos, a cuadros, muy tradicionales. Tomás usaba unos boxers apretados, que marcaban sus atributos.

- ahora acérquense a mí – volvió a decir Paula – y comiencen a quitarme la blusa.

Los chicos se acercaron y obedecieron. Desabrochaban un botón cada uno, y comenzaba a aparecer el sostén de Paula, que cubría unos grandes pechos. Era un sostén de encaje negro, que a Tomás no le agradaba, y a Gerardo en particular lo hacía suspirar.

Paula los besaba en la boca alternadamente, y con una mano en cada cabeza, acariciaba los cabellos distintos de ambos chicos. El de Tomás era oscuro, y lo usaba corto; Gerardo tenía el cabello rubio, y lo usaba más largo y desordenado. Les indicó que le sacaran el brasier, y que pasaran sus lenguas por sus senos.

Cuando nos dijo que pasáramos las lenguas por sus senos, yo no entendí bien la orden. Al parecer Gerardo tampoco, porque nos miramos y luego a ella, en espera de otra instrucción.

  • Cada uno una teta, joder chicos – dijo ella en tono burlesco – Tomás a la derecha y Gerardo a la izquierda.

Así lo hicimos, Gerardo y yo lamíamos, succionábamos y tocábamos los senos de Paula, cada uno preocupado por lo suyo. Yo miraba de reojo cómo lo hacía mi primito. Al principio para cerciorarme de que todo estaba bien, luego para que no fuera a hacerlo mejor que yo (el orgullo). Al final, me causaba placer ver cómo él pasaba su lengua por las bobeéis de la misma mujer a la que lo hacía yo.

Paula sentía placer. Hacía tiempo que quería algo así. Llevaba años en este oficio, y no le había tocado jamás un trío. Ella era de esas que los hombres querían para ellos solos. Estaba excitada. Eso era algo que hacía mucho tiempo no sentía. Dos hombres, un chico de 21 años y su primo menor la lamían, con sus estilos diferentes. Los tenía allí para ella sola. Por su parte, Gerardo sólo se concentraba en lamer el pezón que le tocó. Quería tocarla más, pero no se atrevía. Quería besarla en los labios, pero esperaba que ella diera la orden. Gerardo estaba acostumbrado a ser sumiso con sus mujeres, ya por su edad, ya por su falta de experiencia frente a las más experimentadas.

Paula se quitó toda la ropa, salvo sus pantaletas. Entonces, luego de comprobar que Gerardo y yo teníamos los palos duros, nos bajó los boxers al mismo tiempo. Quedaron nuestras pollas al descubierto. Tomó cada una con una mano y las movió. Se las llevó juntas a la boca, pero por supuesto no cabían. Sin soltarlas, nos pasó la lengua, alternándose, saboreándonos, arrodillada ante nosotros. Mi placer era exquisito. No tanto por lo que hacía Paula, sino por ver a mi primo en tal estado de éxtasis. Su cara parecía estallar, sus gemidos eran cada vez más fuertes… sin duda estaba pasándoselo bien.

Paula disfrutaba cada movimiento. Los dos miembros viriles que tenía ante sí eran diferentes, si bien gustaba de ambos. Gerardo, aún en formación, tenía un pene bastante normal, algo más largo que ancho; una base de vello castaño lo coronaba. No era muy abundante, pero había. El falo de Tomás, era por cierto mucho más desarrollado. Se notaba que era un hombre, grueso, velludo, y aún más largo que el de su primo. Ambos estaban al natural, sin circuncidar, algo común en los chicos del país. Sin duda, gustaba más de Tomás, un hombre, joven, viril, bien desarrollado, quien cuida su cuerpo. Pero había algo en Gerardo, quizás su extrema juventud, quizás su cabello rubio, que le atraía mucho. Juntos, eran una mezcla perfecta para Paula.

Pronto, Paula dio una nueva instrucción: debían bajarle las pantaletas con los dientes. Uno tirando de un lado, el otro del otro. Quedó entonces al descubierto un cuidado pubis, con una mecha de vello oscuro, apenas. El resto de su sexo estaba perfectamente depilado, y, a esas alturas, bastante lubricado. Sin embargo, hizo que Tomás se lo lamiera. Consideró poco apropiado hacer eso con Gerardo, pero quería, así que Tomás debió cumplir. Tomás mostró su experiencia satisfaciendo a las mujeres. De hecho a él le encantaba hacer que sus mujeres llegaran al orgasmo. Y así trató.

Debieron ser 10 minutos en que estuve con mi cabeza entre sus piernas. Mientras, Gerardo jugueteaba con las tetas, y besaba tan apasionadamente como podía a Paula. Sentí cómo Paula se lubricaba más, y en es vinieron las contracciones del placer. Yo sabía bien que pasaba, estaba teniendo un orgasmo. No disimuló siquiera, y exclamó varias veces lo bien que lo estaba pasando. Entonces, preguntó a Gerardo:

  • has entrado por atrás querido? – con un tono suave y erótico, como de una maestra con su alumno.

  • nop – dijo Gerardo corto y seco.

  • bueno, será la primera vez – volvió a decir.

A mi no me incomodaba. Pero no estaba seguro de lo que venía.

Paula iba a dar ejecución a su plan final. Ya había dispuesto que Gerardo sería quien la penetraría analemente. Y luego dijo que Tomás la penetraría via vaginal.

- simultáneamente – agregó con el tono más sensual que pudo Paula.

Los muchachos se miraron y cumplieron con lo que Paula indicaba. Ella se recostó en la cama, de medio lado, Tomás se posó por delante, y Gerardo por atrás. Se pusieron condones, y embarraron de lubricante sus penes erectos. Entonces procedieron a lo dispuesto. Tomás entró a su vagina fácilmente, pero Gerardo no lograba penetrar. Con ayuda de Paula lo hizo, y de inmediato sintió algo estrecho el espacio ahí. Tanto Tomás como Gerardo comenzaron a penetrar en un ritmo suave, pero constante.

En cuanto Gerardo penetró a Paula por atrás sentí su pene chocar con el mío. Estábamos cruzando espadas. Y mientras más nos movíamos más sentíamos como chocaban los picos de uno con el otro. El ritmo se iba incrementando de a poco. Hasta que se hizo bastante intenso. Yo no sabía bien si el placer que me invadía se debía a la estrechez de la zorra de Paula, a la idea del trío, o a la polla de mi primo, que sentía cada vez que embestía a la puta por atrás. Sentía en ese instante que me venía. Pero no, tenía que aguantar un poco más.

Gerardo eyaculó antes que Tomás. En el preciso instante en que éste pensaba en aguantar, en resistir más que su primo adolescente. Gerardo por su parte, no pensaba en durar más que Tomás, presumía difícil eso, pero trató de aguantar lo más posible. Entonces sintió espasmos, sintió que el cuerpo se le caía, escalofríos desde sus tetillas hasta la punta de los pies, pasando por supuesto por su pene, que descargaba todo lo que podía, llenando el preservativo. Tomás siguió penetrando, a pesar de sentir como su primo dejaba de moverse de a poco. Y fue sólo cuando Paula exclamó su último grito de placer, en cuanto él dejó sus fluidos salir. Hizo erupción como un volcán, y terminaba abrazado a Paula y a Gerardo.

En cuanto me corrí, sentí los cuerpos mojados de Paula y Gerardo. Nos quedamos así un rato. Creo que incluso nos quedamos dormidos. Al menos yo sí me dormí. Y creo que también lo hizo Gerardo

Y lo que Tomás pensaba era efectivo, Gerardo sí se durmió abrazando a Paula por la espalda. Y aprovechando que sus hombres estaban exhaustos, Paula se levantó, se vistió, y se llevó todo lo que había en la cartera de Tomás, y un recuerdo de la mesa de la sala.

creo que Gerardo también se durmió, porque cuando desperté, mi primo estaba durmiendo, desnudo, transpirado a mi lado. Mi billetera estaba vacía, y en la mesa de la sala faltaba una foto de Gerardo y yo.

Lo que pasó esa noche era una aventura que no se repetiría. Sobrevendrían otras, pero eso, es otra historia.