ETERNA JUVENTUD. Cap9. Salto al vacío.

En la vida, hay decisiones que hay que tomar escuchando solamente al corazón, aunque ello sea como dar una paso hacia el vacío...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 9: SALTO AL VACÍO.

Rodrigo abrió los ojos y al principio le costó saber donde se encontraba. Después, poco a poco los recuerdos fueron llegando hasta su cabeza y una extraña sensación invadió su cuerpo. Ya no había vuelta atrás, estaba metido de lleno en este asunto y no había forma de salir. Estaba completamente desnudo y como es habitual en la mayoría de los adolescentes, tenía una buena erección matutina. Llevaba varios días sin masturbarse, y lo que más le apetecía en ese momento era una buena paja. Empezó a tocarse la dura polla pero pronto se acordó de la prohibición que le había puesto Francisco antes de irse a la cama. Por tanto, apartó su mano de su rabo, y se levantó. Rápidamente fue hasta donde estaba su ropa, pero se dio cuenta de que no podía ir vestido con ella mientras estuviera en esa casa. Cada vez más resignado, Rodrigo cogió las braguitas que había tirado al suelo antes de acostarse y se las puso, pero esta vez debido a la erección la polla no le cabía en ellas y sobresalía por encima, apuntando a su ombligo. Intentó concentrarse para que le bajara la polla sin necesidad de hacerse una paja, pero fue imposible, por lo que no le quedó más remedio que salir de su cuarto con ese calentón.

Francisco ya estaba despierto y se encontraba en la cocina. Cuando oyó la puerta de la habitación de Rodrigo, le llamó para que fuera hasta donde estaba él.

  • Buenos días, Amo – dijo Rodrigo antes de que su profesor le dijera nada - ¿Qué tal ha dormido?

  • Muy bien, zorrita. Tenía muchas ganas de que te levantaras, estaba a punto de despertarte… Llevó aguantándome las ganas de mear desde que me desperté.

Rodrigo se quedó bloqueado por completo, sin poder reaccionar. Francisco se rió por lo bajo mientras se sobaba el paquete, que obviamente estaba duro.

  • Venga, arrodíllate, que no me apetece ir hasta el baño. Y abre bien la boca, por la cuenta que te trae – ordenó Francisco

Rodrigo estuvo a punto de salir corriendo de aquella cocina pero sabía que no tenía opción, por lo que sus rodillas se fueron doblando lentamente hasta que tocaron el suelo. Francisco se bajó los calzoncillos que tenía puestos y puso su polla apuntando hacia Rodrigo, que ya tenía la boca abierta, y los ojos cerrados. No quería ver lo que se le venía encima. De repente, pudo sentir como un potente chorro caliente le impactaba en la cara y le empezaba a mojar entero. Francisco apuntó mejor y dirigió su pis hacia la boca de Rodrigo, que tuvo el acto reflejo de cerrarla, pero en cuestión de segundos la volvió a abrir temiendo las consecuencias. La mayoría de la meada del profesor fue a parar a la boca de su alumno, pero también dirigió parte de ella hacia su pecho, para bañarle entero. Para Rodrigo fue la meada más larga de la historia, pero evidentemente llegó a su fin. Francisco no se guardó la polla hasta que las últimas gotas de pis cayeron sobre el juvenil cuerpo de Rodrigo.

  • Uf, que bien se queda uno después de mear – dijo Francisco – Te iba a dejar ir a lavarte, pero como cerraste la boca te jodes y te quedas así, puta.

Rodrigo siguió arrodillado en el suelo, procesando lentamente que estaba cubierto de pis y que iba a quedarse así sin poder lavarse.

  • Vaya… veo que te has levantado contento ¿eh? – dijo Francisco al ver la erección de Rodrigo, que todavía no se había bajado – No te preocupes, que hoy tú también vas a disfrutar, aunque vas a usar más el culito… Levántate.

Rodrigo no reaccionó y eso cabreó a Francisco, que le agarró del cuelo y le levantó bruscamente tirándolo contra la mesa de la cocina. Al ver que Rodrigo no colaboraba, le tuvo que manejar él. Le puso con el pecho aún mojado de pis encima de la mesa y le separó las piernas para que su culito quedase en una buena posición. Se lo empezó a sobar poniendo una mano en cada nalga, intentando ir separándolas para poder abrirle el ojete, que evidentemente estaba bastante cerrado.

  • Supongo que un macho como tú tendrá el culito virgen, ¿no?- preguntó Francisco al oído de Rodrigo.

  • Sí, Amo – contestó Rodrigo con la voz más entrecortada que nunca.

En ese momento, Rodrigo tenía verdadero miedo. Ni siquiera había pensando en la posibilidad de que alguna vez alguien le follara el culo pero era consciente de que debía doler mucho. El culo no estaba pensando para ser penetrado y por tanto era evidente que la primera vez iba a costar que se la metiera. Encima, la polla de Francisco era bastante gorda y Rodrigo sabía que su profesor no iba a tener reparo en follarle bruscamente. A pesar de todos estos pensamientos y de los nervios que recorrían su cuerpo ante la inminente follada, su polla seguía estando dura y Rodrigo tuvo la tentación de pajearse, pero prefirió dejarlo estar.

  • No te preocupes, aquí esta tu profe para que siempre recuerdes tu primera vez… - le susurró Francisco al oído, con su cuerpo apoyado sobre él y con la polla presionándole suavemente el culo.

Francisco se apartó para ir hasta la nevera y de ella sacó la mantequilla. Abrió el bote y con un dedo empezó a echarle un poco en el culo, provocándole a Rodrigo un respingo por lo fría que estaba. Francisco, a la vez que le untaba la mantequilla le iba abriendo el culo intentando meterle algún dedo. A pesar de que el culo de Rodrigo opuso resistencia, la mantequilla actuaba como buen lubricante y le permitió irle dilatando. Tras estar un buen rato concentrado en el culo de su alumno, Francisco pasó a utilizar la mantequilla en su polla, embadurnándola bien. Rodrigo vio por el rabillo del ojo que Francisco se estaba preparando para metérsela.

  • ¿No te vas a poner condón? – preguntó Rodrigo incorporándose preocupado.

  • Cállate, puta zorra. Aquí las cosas se hacen a mi manera – dijo Francisco bruscamente mientras empujaba a Rodrigo con fuerza para volver a pegarle el pecho a la mesa de la cocina.

Tras esta interrupción, Francisco volvió a colocar la punta de su polla en la entrada al culo de Rodrigo y esta vez, sin miramiento, se la clavó metiéndosela prácticamente entera de un solo golpe. Rodrigo sintió como se partía en dos y soltó un grito ahogado con el que expresó todo el dolor que sentía en su interior en ese momento. Francisco se excitó sobremanera al provocar ese grito en Rodrigo. Sacó toda la polla que ya había metido en su culo y volvió a colocarse. Esta vez, de una sola embestida consiguió meter toda su polla, y el grito de Rodrigo fue aún mayor. Incluso se le escaparon algunas lágrimas debido al dolor al que estaba siendo sometido.

Francisco repitió varias ocasiones la operación de meterla y sacarla entera de una sola vez. Cuando notó que el culo de Rodrigo se acostumbraba a su polla y que sus gritos cada vez eran más leves, comenzó a follárselo. Como había hecho el día anterior al follarle la boca, no empezó lento para luego aumentar el ritmo, sino que directamente empezó a follárselo con una velocidad notable. Las embestidas provocaban que la mesa de la cocina chocase contra la pared. La follada cada vez era más fuerte y Rodrigo podía sentir como los huevos de su profesor chocaban contra su culo. En esos momentos, ya no sentía dolor, pero tampoco placer. A pesar de todo, su polla seguía completamente dura, como cuando se levantó. Francisco se dio cuenta de ello y decidió concederle a Rodrigo el privilegio de ser masturbado por él. Cogió su polla con la mano derecha y, siguiendo el ritmo de la follada, le pajeó. Rodrigo intentó permanecer en silencio, pero el gusto que le provocaba la paja le hacía gemir ligeramente. Como llevaba varios días sin masturbarse, no tardó en correrse, y todo el semen contenido en sus húbose cayó al suelo de la cocina. Sin embargo, después de que se corriera, Francisco no soltó su polla y continuó pajeándola a pesar de que ésta iba perdiendo dureza. Pronto consiguió que volviera a estar dura y pudo pajearla con más comodidad. La follada continuaba siendo brutal y Francisco no cesó el ritmo en ni un solo momento, y cuando sintió que ya iba a acabar, agarró con su mano izquierda la cadera de Rodrigo para pegarle más aún a su cuerpo. En el momento de la eyaculación, Francisco paró en seco descargando en el interior del culo de Rodrigo toda su lefa. Rodrigo sintió el semen recorrer su interior y sin poderlo evitar, se volvió a correr. Francisco estaba exhausto, y tardó en sacar su polla de donde la tenía metida, como si quisiera dejarla ahí para siempre. Rodrigo también estaba agotado por el hecho de haberse corrido dos veces y por el dolor que había tenido que soportar, y en esos momentos agradeció poder estar apoyado sobre la mesa. Después de unos minutos, Francisco se separó de él.

  • Lo has hecho genial, nena – dijo el profesor dándole una palmadita en el culo – Ya eres toda una puta.

Rodrigo fue incapaz de decir nada, pero se levantó de la mesa en la que estaba apoyado y se puso las braguitas. Mientras, Francisco fue a mirar su móvil, ya que durante el polvo le había llegado un mensaje.

  • Mi mujer y mis hijos llegan en media hora. Recoge tus cosas y vete ya – dijo Francisco fríamente. Por primera vez, Rodrigo pudo ver preocupación en su rostro.

Rodrigo asintió mientras una oleada de felicidad recorría su interior. Por fin había llegado el momento que tanto había anhelado, el de abandonar esa casa, aunque seguramente volviera dentro de poco. Se vistió con la ropa que había traído puesta y se guardó las braguitas, consciente de que tendría que volver a utilizarlas.

  • Adiós, Amo, nos vemos mañana – se despidió Rodrigo mientras salía por la puerta

  • Hasta mañana nena, te has portado bien este fin de semana, ya veré como te recompenso – sentenció Francisco antes de cerrar la puerta de su casa.

Miguel se despertó y a los pocos segundos de abrir los ojos, un fuerte y agudo dolor le invadió la cabeza. Miró a su alrededor y pudo comprobar que estaba en su habitación aunque era incapaz de recordar como había llegado hasta allí. Lo último de lo que se acordaba era de estar bailando junto a Mario en el Ginger. Intentó hacer memoria a partir de ahí pero solamente le venían imágenes sueltas. Una de ellas se repetía con insistencia en su cabeza, pero solamente era capaz de visualizarse a sí mismo en brazos de alguien. Incluso llegó a tener la sensación de apoyarse contra el pecho de esa persona misteriosa y sentirse protegido en sus brazos. Sin embargo, era incapaz de visualizar la cara de ese extraño. Apartó las sábanas que le cubrían y vio que estaba en bóxer, y que su ropa estaba perfectamente doblada en la silla de su escritorio. Cada vez estaba más convencido de que ese alguien se había encargado de traerlo hasta casa y desvestirle para acostarle en su cama. La cabeza le daba vueltas y era capaz de seguir pensando por lo que estiró su mano para alcanzar su móvil. Su primer instinto fue buscar en su agenda el número de Alberto, pero cuando estaba a punto de marcarlo recordó que no podía llamarle. Sin duda, era él la persona con la que más le apetecía hablar en esos momentos, pero se tuvo que resignar a llamar a Mario.

Mario llegó a su casa en apenas 10 minutos debido a lo cerca que vivían y también por la razón de que Mario había estado esperando la llamada de Miguel desde que se levantó. Cuando le abrió la puerta, Miguel llevó a Mario hasta su habitación. Él seguía en bóxer y Mario no pudo evitar mirar de arriba a abajo el cuerpazo que tenía su amigo, fijándose sobre en todo en su paquete y su culo. Miguel se dio cuenta pero prefirió no decir nada.

  • Mario, ¿qué pasó anoche? No me acuerdo de nada…

  • Bebiste más de la cuenta.

  • Uf, me duele muchísimo la cabeza y soy incapaz de recordar nada – dijo Miguel mientras posaba una mano sobre su cabeza.

  • ¿En serio no recuerdas nada? – preguntó Mario queriendo saber hasta que punto era consciente su amigo de lo que había ocurrido anoche.

  • No… Bueno sí, tengo una imagen suelta en la que me veo en brazos de un chico que me está llevando a casa…

  • Era yo, Miguel – mintió Mario

  • ¿De verdad?

  • Sí. Cuando salimos del Ginger tú ya estabas bastante afectado y no podías ni andar, así que ni me pensé dos veces cogerte en brazos y traerte hasta casa.

  • ¿Y me desvestiste para acostarme?

  • Sí, no te iba a dejar tirado en la puerta de tu casa para que tus padres te encontraran ahí tirado por la mañana.

  • Muchas gracias tío. Joder, no sé que hubiera hecho sin ti…

  • No es nada tío, ¿somos amigos, no? En lo bueno y en lo malo.

Miguel asintió y los dos chicos se quedaron mirando fijamente. Sin darse cuenta, sus manos estaban tocándose, y sus dedos se fueron entrelazando. Mario se fue acercando poco a poco y esta vez, Miguel no se fue apartando hacia atrás, sino que se quedó quieto esperando a que los labios de Mario llegaran hasta los suyos. Los dos jóvenes empezaron a besarse suavemente disfrutando de cada choque entre sus lenguas. Mario posó su mano en la cara de Miguel e inconscientemente los dos se fueron echando hacia atrás tumbándose en la cama. Sus piernas se entrecruzaron mientras se abrazaban el uno al otro sin parar de besarse. Mario llevó una de sus manos hasta el paquete de Miguel, pero éste le agarró la mano y se la apartó.

  • Hoy no, Mario, por favor, hoy solo bésame – le pidió Miguel

  • Lo que tú quieras, mi amor. Te quiero

Miguel fue incapaz de responder un “yo también” ya que su corazón seguía perteneciendo a Alberto, así que se limitó a volver a besar a Mario, estando así, tumbados en la cama abrazados durante un buen rato.

Al día siguiente, Alberto estaba subiendo al instituto con Sofía, agarrados como siempre, cuando de repente vio como Mario se acercaba a él. En su interior se temió lo peor, pero intentó aparentar normalidad.

  • Buenos días, parejita – le saludó Mario con una falsa sonrisa – Alberto, ¿puedes venir conmigo que quiero hablar contigo?

  • No, yo no tengo nada de lo que hablar contigo – le respondió Alberto tajante

  • Bueno, si prefieres lo comentamos aquí con tu novia… - le amenazó Mario sin perder la sonrisa.

  • Uff… - resopló Alberto con enfado – Cariño vete yendo, que luego te alcanzo

  • Vale, ya me contarás – dijo Sofía, para luego irse no sin antes darle un beso a su novio.

  • Debería contarle que su novio es un maricón de mierda – dijo Mario en cuanto la chica se hubo ido.

  • ¿Por qué? Yo no he hecho nada…

  • Sé que has roto nuestro acuerdo, ayer te entrometiste en mis planes.

  • Te puedo asegurar que yo estuve casi toda la noche con Sofía – mintió Alberto

  • No creo que tus amigos ejecutaran ese plan por voluntad propia. Pero bueno, ¿sabes qué? Que me da absolutamente igual. Es más, debo darte las gracias por lo que hiciste anoche.

  • ¿Por qué? – preguntó Alberto extrañado.

  • Miguel se piensa que fui yo el que le llevo a casa y le acostó cuando estaba inconsciente. Y gracias a ello, nos hemos unido más… De hecho, nos unimos tanto que hasta nos besamos – dijo Mario, comprobando como la expresión de Alberto se desencajaba mientras oía esas palabras.

  • Eso no es posible…

  • Sí. Sí lo es.

  • Él me quiere a mí, lo sé, sé que aún me quiere…

  • Tienes razón, aún te quiere. Y aquí llega tu castigo por haberte saltado las normas: vas a hacer todo lo posible para que Miguel deje de quererte. Tienes que conseguir que te coja tanto asco que ni si quiera pueda verte.  Quiero que te odie.

  • ¿Y cómo pretendes que consiga eso?

  • Tratándole mal. Insúltale todo lo que puedas, humíllale delante de todos.

  • Eso le va a romper el corazón y lo sabes…

  • Sí, y allí estaré yo para recoger los pedacitos. Cuando Miguel te desprecie por lo mal que le vas a tratar, seré yo quien le consuele, y se dará cuenta de que soy yo quien le quiere de verdad y no tú.

  • Eres un hijo de puta – dijo Alberto entre dientes intentando contener las ganas que tenía de darle un  puñetazo a Mario.

  • Yo no me veo así. Yo creo que soy una persona dispuesta a todo por conseguir a la persona a la que quiere.

  • ¿Aunque ello conlleve destrozarle?

  • Daños colaterales. Miguel sufrirá, sí, pero luego verá que no hay mal que por bien no venga, porque se enamorará de mí.

  • No lo vas a conseguir…

  • Eso déjamelo a mí. Tú simplemente encárgate de cumplir tu parte – sentenció Mario  - Bueno, me voy, que mi futuro chico me está esperando.

Mario le guiñó un ojo a Alberto para luego darse la vuelta e ir hasta donde estaba Miguel, que no se enteró de que su amigo había estado hablando con Alberto dado que se encontraba de espaldas. Alberto le miró fijamente y el corazón se le rompió al pensar en lo que tenía que hacer. ¿Cómo iba a hacer sufrir a la persona de la que está enamorado? ¿Cómo va a insultarle si lo único que le apetece decirle es “te quiero”? A lo lejos pudo ver como Mario abrazaba a Miguel para saludarle y una lágrima que había estado conteniendo durante toda la conversación recorrió su rostro.

Las tres primeras clases del lunes fueron lentas y aburridas, como de costumbre. Todos parecían estar pensando en otras cosas, sin atender a la materia que se estaba explicando. Sergio no paraba de recordar las palabras que Adrián le dijo en la fiesta y cada vez que se las repetía en su cabeza le dolían más. “Te queda mucha vida por delante”. Sergio no sabía como hacerle entender a Adrián que no le importaba la diferencia de edad, que fueran entrenador y alumno o que tuvieran que llevar la relación en secreto. Él solo quería estar junto a él. Sabía que Adrián le apartaba de su vida para protegerle, pero él no podía permitirlo. Tenía que luchar por hacerle ver que no podía vivir sin él. Había estado toda la tercera hora garabateando frases en un folio en blanco, hasta que por fin dio con la definitiva. Cuando tocó el timbre del recreo, salió disparado diciendo a sus amigos que tenía que ir al baño, pero en realidad se dirigió al despacho de Adrián. Cuando llegó allí, vio que estaba abierto y que no había nadie dentro, por lo que dejó el trozo de papel encima de la mesa.

Adrián estaba terminando de dar clase de Educación Física a los de 1º de la ESO cuando vio salir de su despacho a Sergio. Pensó que le estaría buscando para hablar con él, por lo que le extrañó que no esperara a que acabara la clase y se fuera directamente con sus amigos. Tras recoger todo el material que habían utilizado los alumnos, Adrián fue hasta su despacho y allí se encontró una nota doblada encima de su mesa. Se le pasó por la cabeza tirarla a la basura sin abrirla, pero finalmente la leyó.

“Puede que me quede mucha vida por delante, pero no me imagino como será si tú no estás en ella. Te espero después de clase en el vestuario. Si vas, me darás esperanza de que lo nuestro pueda continuar, pero sino vas, te prometo que haré lo imposible por olvidarte”

Adrián la dobló y se la guardó en el bolsillo. A pesar de que tenía claro que lo más correcto era alejar a Sergio dado la imposibilidad de llevar a cabo una relación, al leer esa nota el corazón le dio un vuelco y de lo único que tenía ganas que era de ir corriendo hasta donde estaba Sergio y darle un beso para demostrarle que él también estaba loco por él. En esos momentos, las dudas inundaban su cabeza. Solamente le quedaban tres horas de clase para decidir qué hacer.

Tres horas que para Sergio fueran lentas y angustiosas. Se había inventado la excusa de que tenía que salir diez minutos antes de clase para ir al médico, así que a la salida no tendría que escabullirse de sus amigos. En cuanto salió de clase, fue directo hacia en el vestuario, en el que permaneció impaciente. Sin poderlo evitar, fue recordando todos los momentos vividos con Adrián, desde aquel masaje que acabó en paja hasta en la dura conversación de este sábado. Fue hasta las duchas, y recordó cuando quedaron allí después de un entrenamiento. Fue la primera vez que chupó una polla, y estaba orgulloso de que la primera hubiera sido la de la persona a la que quería. Pero sin duda el momento que más tiempo estuvo recordando fue su primera vez juntos. Sergio se dio cuenta de que para él, fue la primera vez que hizo el amor, ya que antes de eso solamente había follado. Sabía que no había ninguna diferencia entre follar y hacer el amor, pero él entendía a lo que se refería. Cerró los ojos y visualizó el momento en el que sus cuerpos se unieron por primera vez, formando uno solo, y asumió que había sido el momento más feliz de toda su vida.

Cuando sonó el timbre que indicaba el final de las clases, Adrián aún no había decidido que hacer. Durante una hora que había tenido libre, había estado valorando los pros y los contras, y al final habían sido los pros los que se habían impuesto. Aún así, sabía que no podía guiarse por eso para tomar una decisión así. Recogió sus cosas del despacho y se quedó mirando fijamente la camilla en la que le había dado ese primer masaje a Sergio. Si no se hubiera excedido en ese masaje, ahora no estaría en esta situación. Fue hasta su móvil para ver si tenía algún whatsapp, y acabó mirando fijamente la foto que se habían hecho él y Sergio después de haberlo hecho por primera vez en la casa de sus abuelos. Se le encogió el corazón al recordar aquella tarde, y se dio cuenta de que quería tener muchas más tardes como aquella, junto a él. Cuando por fin parecía que había tomado la decisión de ir hasta el vestuario y besarle como si no hubiera un mañana, el destino quiso que siguiera pasando fotos hasta llegar a aquella foto, de hacía ya dos años. Una oleada de recuerdos pasados y dolorosos invadieron su cabeza y, en cuestión de segundos, su decisión cambió por completo.

Sergio estuvo esperando hasta las tres y media, no perdía de la esperanza de ver aparecer a Adrián por la puerta del vestuario. Sin embargo, acabó asumiendo que no iba a venir y se marchó sin poder evitar llorar pensando en que tendría que cumplir la promesa que le había hecho en la nota: olvidarle.

Edu llegó a casa del instituto, y después de comer, se puso a preparar el examen de Matemáticas que tenían el miércoles. A pesar de que esa asignatura era su punto débil y debía concentrarse al máximo para intentar aprobarla, no pudo evitar distraerse cuando una de sus manos fue a parar a su entrepierna. Inconscientemente, comenzó a sobarse la polla por encima del pantalón, lo que provocó que acabara con una gran erección. Empezaba a ponerse bastante cachondo y, evidentemente, así no podía concentrarse en los radicales y los logaritmos que estaba haciendo. “Venga, una pajilla por cam rápida y luego a tope con las mates”, se dijo a sí mismo. Así que quitó el libro y la libreta de encima de su mesa y en su lugar colocó el portátil. Entró automáticamente en el chat en el que solía buscar tíos, pero antes de que pudiera escribir un mensaje, le apareció en la pantalla una especie de anuncio sobre zonas cruising en su ciudad. Movido por la curiosidad entró en él y le fue entrando la curiosidad conforme iba viendo más cosas sobre esa práctica. Sabía lo que era, pero nunca lo había probado. Las ganas de ir hasta una de sus zonas fueron aumentando progresivamente y a pesar de que se daba cuenta que debería estudiar, no pudo resistir la tentación y decidió que esa tarde probaría algo nuevo: el cruising.

Se puso lo primero que pilló, y tras asegurarse de que sabía como llegar hasta aquella zona, salió de casa sin decirle a nadie que se iba. Tardó una media hora en llegar hasta allí, pero no le importó tener tanto que caminar ya que cuanto más lejos estuviera de su barrio, en el que podría encontrarse a alguien conocido, mejor. La zona indicada era una especie de bosque situado a las afueras de la ciudad, como en una especie de polígono industrial. Se adentró en él y tuvo que andar bastante para llegar a la propia zona cruising, aunque por el camino pudo ver a varios hombres chupándosela, pajeándose, o incluso follando. Le estaba dando mucho morbo todo aquello, y su polla ya se había puesto a tope. Tras unos minutos caminando llegó a un claro en medio de bosque en el que había varios hombres apoyados en los árboles, que seguramente estarían esperando a que llegara una persona aceptable con la que poder darse placer. En cuanto llegó allí, todos los hombres presentes, la mayoría de más de 30 años, se fijaron en él. Destacaba ver a alguien tan joven en ese sitio. Edu decidió que no sería él quien fuera hasta los chicos, sino que se apoyaría en un árbol y esperaría a que alguien le entrase. No tardó mucho en ver como un hombre madurito, de unos 40 años, se le acercaba.

  • Hola, chaval – le dijo el hombre cuando estuvo a su lado

  • Hola – respondió Edu sin nada de timidez.

  • ¿Te apetece que nos vayamos ahí atrás?

  • Claro, para eso he venido – dijo Edu con esa sonrisa pícara que se le ponía siempre que coqueteaba.

  • ¿Tienes 18 años, verdad? – preguntó el hombre cauteloso.

  • Sí, sí, claro – mintió Edu, consciente de que si decía que en realidad tenía 16 años seguramente se le acabaría el rollo.

  • Perfecto, pues vamos.

El hombre cogió a Edu de la mano y empezó a caminar en dirección al interior del bosque. Edu se giró y pudo ver como varios hombres de los que quedaban en el claro se lamentaban de no haber sido más rápidos para conseguirle. Anduvieron unos minutos hasta encontrar un buen sitio, y finalmente el hombre se paró. Sin poder esperar ni un segundo más, se lanzó en busca de lo boca de Edu y se besaron frenéticamente, sin nada de romanticismo, con una pasión casi salvaje. Durante ese morreo, ninguno de los dos dudó en sobar al otro todo lo que pudo. El hombre se concentró sobre todo en el culo de Edu, que masajeó por encima del pantalón.

  • ¿Eres pasivo verdad? – preguntó el hombre.

  • Al 100%

Y sin decirse nada más, volvieron a juntar sus bocas para seguir besándose. Tras un rato de este modo, Edu separó sus labios de los del hombre para pasar a besar su cuello, lo que le produjo un gran placer ya que Edu lo hacía con maestría. Se concentró un rato en darle placer de ese modo, hasta que el hombre no aguantó más las ganas de comprobar como la chupaba ese chaval que le estaba poniendo tan cachondo. De ese modo, le agarró la cabeza y le bajó, para que Edu quedase de rodillas junto en frente de su abultado paquete. El chico no perdió el tiempo y le bajó los pantalones y los calzoncillos lo más rápido que pudo. La polla de aquel hombre no es que fuera muy grande ni muy gorda, pero a Edu le dio bastante igual, no le hacía ascos a ningún rabo. Sin más miramientos empezó a chupar la punta descapullándola y dejando al aire el glande, en cual estuvo lamiendo durante un buen rato. Después, pasó a deslizar su lengua por toda la polla, para luego metérsela entera en la boca. Le cabía perfectamente, y entraba hasta el fondo con facilidad, sin que le diese ninguna arcada. El hombre no pudo evitar colocar las manos sobre la boca de Edu para presionarle contra su polla y poder follársela más duramente.

  • Cómeme los huevos, nena – dijo entre gemidos

Edu sonrió y, haciéndole caso, dejó de mamarle la polla y agachó más la cabeza para llegar bien hasta sus huevos, los cuales comenzó a chupetear. Eran peludos y estaban bastante sudados, pero eso a Edu no le importó ni lo más mínimo. De hecho, le daba aún más morbo. Toda esta situación le estaba excitando muchísimo y no pudo resistirse a sacarse su polla y pajearse lentamente. Después de estar un buen rato así, el hombre decidió que había llegado el momento de catar ese culito que le parecía tan apetecible. Le cogió la cabeza y Edu lo entendió a la primera. Nada más ponerse en pie, se dio la vuelta, y el hombre se le abrazó por detrás lamiéndole el cuello. Los pantalones de Edu se deslizaron hasta sus tobillos y, desnudo de cintura para abajo, el hombre que estaba a sus espaldas le hizo inclinarse poniéndole el culo en pompa. Tras darle un par de palmaditas en una de sus nalgas, metió uno de sus dedos en el ano del chico, que entró perfectamente debido a la cantidad de veces que ya le habían follado. El hombre estuvo encantando al ver que no iba a tener que dilatarle el culo, así que se puso un condón y se la clavó directamente. Edu lanzó un gemido, pero no por el dolor que le pudo haber provocado al metérsela así, sino por la oleada de placer que le invadió sintiendo toda esa polla dentro suyo de repente. Una vez unidos, el hombre no tardó un segundo en comenzar a follárselo con un ritmo que iba aumentando progresivamente. Ambos gemían a pesar de estar al aire libre, movidos por lo cachondos que estaban al hacer algo así.

Mientras estaban en plena acción, Edu pudo visualizar como entre los árboles varios hombres les observaban atentamente y no se cortaban en masturbarse viendo aquella escena de sexo desenfrenado. Edu, lejos de avergonzarse o escandalizarse por aquello, se excitaba aún más e incluso se esforzaba por darle un buen espectáculo a su entregado público. Mientras estaba siendo follado, Edu continuó pajeándose con vigor, y no pudo evitar correrse, derramando todo su semen en el suelo. Sin embargo, la polla no se le volvió a poner flácida, sino que siguió morcillona. El hombre cada vez gemía más fuerte y cuando estuvo a punto de eyacular, sacó su polla del culo de Edu y tiró el condón al suelo. Edu le miró extrañado, pero entonces comprendió lo que ese hombre estaba esperando de él. Se volvió a arrodillar y llevó su boca hasta aquella polla palpitante que ya estaba a punto de estallar. Fue cuestión de segundos que el hombre se corriese en la boca de Edu, pero el chico, por precaución, lo escupió en el suelo. Los dos se quedaron parados durante un momento recuperándose del esfuerzo que acababan de hacer y escuchando los gemidos ahogados de los hombres que estaban corriéndose en ese momento tras haber visto todo el polvo.

  • Bueno chaval, espero volver a verte por aquí – dijo el hombre mientras se subía los pantalones y se marchaba.

Edu no respondió nada, simplemente le sonrió. Le había gustado haber follado con ese hombre, pero por el morbo de la situación, no porque él le atrajera. No tenía ninguna intención de repetir con él. Edu se abrochó los pantalones y decidió que por hoy ya había tenido bastante, debía volver a casa a preparar el examen de Matemáticas, que buena falta le hacía. Comenzó a caminar para deshacer el camino, pero de repente escuchó que alguien le chistaba a sus espaldas.

  • Eh, tú, nene, ¿te acuerdas de mí? – le dijo una voz familiar a sus espaldas

Edu se giró movido por la curiosidad y entonces le vio. Era Jorge, el chico con el que había quedado para follar en su coche hacía una semana.

  • Qué, ¿te apetece recibir rabo? – le dijo Jorge mientras se sobaba el paquete.

  • Mira tío, ya te dije que yo no repetía y además me tengo que volver a casa ya – dijo Edu, pero mientras se disponía a darse la vuelta notó como Jorge le agarraba bruscamente del brazo.

  • Anda chaval, si acabo de ver como te follaba ese puto viejo. Eres una guarra, no creo que te importe otro polvete rapidito.

  • No te pases eh – dijo Edu cada vez más nervioso – Déjame en paz, y suéltame, que me haces daño, joder

Con un movimiento brusco, Edu consiguió soltarse de aquella mano que le estaba apretando y se dio la vuelta para irse cuanto antes. Sin embargo, al estar de espaldas, no pudo ver la cara de loco que se le puso a Jorge, ya que de haberla visto hubiera echado a correr lo más rápido posible. Pero ya no tenía escapatoria, Jorge no tenía pensado quedarse sin follarse a ese chico que había jugado con fuego, y cogiendo una rama del suelo, aceleró el paso para acercarse a él y propinarle un fuerte golpe en la nuca que provocó que Edu perdiera el conocimiento.

Alex se pasó la tarde encerrado en su habitación sin parar de hacer ejercicios de Matemáticas. Hasta ese momento, tenía todos los exámenes del curso suspensos, de hecho en ninguno ha pasado del 3. Necesitaba empezar a aprobar como sea, y por ello se puso a tope con las mates. A las ocho, escuchó la puerta de casa cerrarse y supo que su madre había llegado a casa de trabajar.

  • Hola mamá, ¿qué tal el día? – le preguntó Alex yendo a saludarla

En ese momento, la madre de Alex se quedó mirando fijamente a los ojos de su hijos y se derrumbó, rompiendo a llorar desconsoladamente.

  • Mamá, ¿qué ha pasado? – preguntó Alex preocupado

  • Hijo… - contestó su madre entre sollozos – El señor de la casa que limpiaba por las tardes me ha despedido.

  • ¡Qué hijo de puta! ¿Y eso por qué?

  • No me ha dado explicaciones… Simplemente me ha dicho que ya no necesitaba que siguiera yendo…

  • ¿Te ha pagado el mes por lo menos?

  • Sí, eso sí, pero igualmente este dinero se nos acaba en nada. No sé que vamos a hacer, Alex, con la casa de por las mañanas no nos llega. Voy a intentar encontrar otra casa en la que limpiar cuanto antes, pero la cosa está muy difícil.

  • Mamá, te prometo que empezaré a traer dinero a casa…

  • Alex, te he dicho que no quiero que trabajes, tú céntrate en los estudios para no acabar como yo. Tus notas están siendo malas, no necesitas más distracciones.

  • Mamá, no te quiero ver llorar, y haré lo que sea para que salgamos de este bache. Lo que sea. Por favor, no llores.

Sin necesidad de decirse nada más, la madre de Alex abrazó fuertemente a su hijo mientras las lágrimas caían sobre sus hombros. Sin embargo, ni se imaginaba lo que estaba pasando por la cabeza de su hijo. Alex sabía cual era la única forma de conseguir dinero, y aunque había estado intentando evitar llegar a ese extremo, ahora ya no tenía opción. La noticia de que a su madre le habían despedido le hizo tomar la decisión: iba a prostituirse. Cuando sonaron esas palabras en su cabeza, sintió como si se dirigiera a un precipicio para dar un salto al vacío, sin temer lo fuerte que pudiera ser la caída.

CONTINUARÁ