ETERNA JUVENTUD. Cap8. La noche más oscura

La oscuridad invade nuestras cabezas, nos nubla los sentidos y nos lleva a hacer cosas que jamás pensaríamos...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 8: LA NOCHE MÁS OSCURA.

Por fin llegó el sábado, ese día tan esperado por todos los adolescentes. Esa noche tenía lugar la fiesta del Ginger, la discoteca más popular de la ciudad que celebraba su décimo aniversario.

Miguel se encontraba sentado en la cama mirando su armario, intentando decidir qué ponerse. Era la primera vez que acudía a una fiesta así, y no tenía ni idea de cómo ir vestido. Además, ese día, veía fea toda su ropa y ningún conjunto le parecía adecuado. Por tanto, desesperado, decidió llamar a Mario para que se pasara por su casa antes de ir a la fiesta y le ayudara a escoger la ropa.

En cuanto estuvo vestido, Mario fue directo a casa de Miguel, el que al abrirle la puerta se quedó sorprendido de lo guapo que iba su amigo. Se había puesto una camisa blanca de la que había desabrochado los botones superiores y la llevaba sacada por fuera del pantalón negro, que sin llegar a ser pitillo era bastante ceñido. Olía bastante a colonia y se notaba que había pasado tiempo frente al espejo para arreglarse el pelo.

  • Jolín, ¡vaya nivel debe de haber en esa fiesta!- dijo Miguel sorprendido al ver a su amigo- Pues yo no tengo ninguna camisa…

  • No te preocupes, la camisa no es indispensable – rió Mario – A ver, vamos a tu habitación que yo te ayudo para que estés guapísimo.

Fueron hasta la habitación en la que Miguel tenía esparcida toda la ropa que se había estado probando. Ahora mismo llevaba puesto el pijama. Cuando picó Mario tenía solamente el bóxer puesto pero prefirió taparse porque aún se sentía un poco incómodo con Mario después de que se le declarara. Mario estuvo un buen rato mirando toda su ropa, y fue haciendo combinaciones de pantalones y camisetas, hasta que finalmente le entregó un conjunto a Miguel.

  • Yo creo que con esto vas a estar perfecto. Venga, pruébatelo- Miguel hizo ademán de salir de la habitación pero Mario le agarró del brazo- ¿No me digas que te vas a ir a cambiar al baño? Mejor aquí, tío, que estamos entre amigos.

Miguel sonrió y asintió. No sabía que le pasaba con Mario, pero le costaba mucho decirle que no a lo que le proponía. De hecho, en un principio se había negado a ir a la fiesta pero Mario consiguió convencerle. Miguel se deshizo rápidamente del pijama y se quedo solamente en bóxer. Le quedaban un poco ajustados, por lo que se le marcaba el paquete a pesar de que no estaba empalmado. Mario no disimuló en mirarle directamente la entrepierna, y Miguel empezó a sentirse incómodo, por lo que intentó ponerse lo más rápido que pudo el pantalón que Mario le había escogido. Después se puso la camiseta, y notó como le quedaba un poco apretada, y por un segundo se le pasó por la cabeza que Mario hubiera escogido a propósito una camiseta pequeña. Se miró al espejo que tenía en el armario y la verdad es que le gustó lo que vio. Nunca había combinado ese pantalón beis con esa camiseta morada, y quedaba muy bien.

  • ¿Ves que guapo? Y ahora esta chaqueta blanca por encima y… perfecto… - le dijo Mario al oído en un susurro.

Le ayudó a ponerle la chaqueta, y sus manos pasaron demasiado tiempo recorriendo los brazos de Miguel, que seguía mirando el espejo sin decir nada. Las manos de Mario abandonaron los brazos y pasaron hacia el pecho, para sobárselo entero deteniéndose en su tableta, que aunque no se le marcaba mucho por el poco deporte que hacía, al estar delgado se lo notaba un poco. Mario le estuvo recorriendo el cuerpo con sus manos durante unos segundos que le parecieron una eternidad, pero su mayor sorpresa llegó cuando Mario posó su mano derecha sobre su paquete. Miguel tardó en reaccionar, pero finalmente se dio la vuelta. Esta bastante ruborizado porque había empezado a empalmarse por lo morboso de la situación y deseaba que Mario no se hubiera enterado.

  • Mario, ya te dije que no quiero nada… Lo siento pero… - dijo Miguel intentando encontrar las palabras adecuadas.

  • No, no, soy yo el que lo siente, a veces me tomo demasiadas confianzas con mis amigos- le respondió Mario con su característica sonrisa.

Miguel se sintió aliviado por la buena reacción de su amigo, y tras este incidente siguieron hablando como de costumbre de cualquier cosa, pero la cabeza de Mario no estaba centrada en la conversación. Él no podía parar de dar vueltas a lo que tenía planeado para esta noche. “Esta noche serás mío”, pensó para sus adentros, y su sonrisa se volvió diabólica por un instante, algo que Miguel no percibió, como tampoco se dio cuenta del deseo ardiente que había en los ojos de Mario cada vez que le miraba.

Marcos y Llorián llevaban preparados desde las cinco de la tarde. Ya habían escogido la ropa desde hacía una semana y es que llevaban mucho tiempo esperando este día. Todo el mundo decía que era imposible no ligar en la fiesta del Ginger, y los dos amigos esperaban por fin encontrar a alguna chica con la que poder perder la virginidad que tanto les atormentaba.

  • Buf, tío, estoy de los nervios- dijo Llorián mientras él y Marcos veían la tele esperando a que llegara la hora de salir.

  • Tranquilo tío, es imposible que esta noche no caiga alguna – le tranquilizó Marcos, aunque él también estaba bastante nervioso.

  • Joder, pero es que lo mío es peor, que nunca he besado a nadie. ¿Y si doy mal el morreo y la chica ya no quiere seguir?

  • Tío, no te preocupes, los morreos son súper fáciles. Además, no te creas que yo he besado a muchas chicas…

  • Yo he practicado con el brazo, pero besar la boca de otra persona será bastante diferente…

  • ¿Quieres probar?

  • ¿Perdón?

  • Que si quieres te dejo probar conmigo, puedes besarme para practicar y así no vas de novato.

  • Pero tío… ¿No sería un poco raro?

  • ¿Raro? Raro es que tus dos amigos te la chupen para que les perdones. Esto no es raro, esto es… un favor de colegas.

  • Bueno venga vale, lo que sea con tal de no hacer el ridículo…

Y los dos amigos se levantaron del sofá en el que estaban sentados y se pusieron en uno en frente del otro. Se miraron fijamente esperando a que alguno de los dos tomara la iniciativa y, finalmente, fue Marcos el que comenzó a acercarse a su amigo, hasta que sus labios se chocaron dándose un tímido pico. Se separaron al instante, y aunque Llorián se apartó resignado creyendo que Marcos se había echado atrás, su amigo le cogió la cara con las dos manos y le llevó hasta su boca. Y esta vez el beso no quedó en un simple pico, sino que sus bocas se abrieron para empezar a morrearse. Al principio solamente usaron los labios, pero conforme iba desarrollándose el beso, Marcos decidió introducir su lengua en la boca de su amigo. A pesar de la sorpresa que se llevó Llorián, éste hizo lo mismo que su amigo y comenzó a meter con su lengua en la boca de Marcos, sin poder evitar que las dos lenguas se tocaran y juguetearan entre sí. Estuvieron así un buen rato, hasta que finalmente se separaron y se quedaron mirándose el uno al otro fijamente.

  • ¿Y bien?- preguntó Marcos

  • Ha sido… extraño… Pero ha estado bien, o sea que con una tía va a ser la ostia – respondió Llorián bastante animado

  • No lo has hecho mal para ser tu primer beso, ya verás como esta noche triunfamos, campeón

  • Eso espero tío, eso espero

Se volvieron a sentar en el sofá a seguir viendo la tele pero la verdad era que ninguno de los dos le estaba prestando atención. Los dos estaban dándole vueltas a lo que acababa de ocurrir, cuando de repente, el telefonillo les sacó de su ensoñación. Marcos se levantó a contestar, y vio que eran sus amigos, por lo que avisó a Llorián y los dos bajaron para reunirse con ellos. Cuando salieron del portal, vieron que allí estaban Alberto, Sergio y Alex.

  • Eh, ¿y Rodrigo?- preguntó Llorián después de haber saludado a los demás.

  • No ha querido salir, dice que tiene que estudiar Mates… - respondió Alberto

  • ¡Pero si el examen no es hasta el miércoles! – exclamó extrañado Marcos

  • En fin, ya sabes como es Rodrigo, aunque no entiendo como puede perderse la fiesta del año por un parcial de la primera evaluación… - dijo Sergio dando por imposible a su amigo.

Los cinco amigos se pusieron en marcha hacia el Ginger, hablando de lo especial que iba a ser esa noche y de las ganas que tenían de estar ya allí dentro, bailando y bebiendo junto a toda la gente de su edad que iba a ir. Todos participaban en la conversación excepto Alex, que se encontraba bastante callado y solamente hablaba si le preguntaban directamente. Él no podía parar de pensar en la proposición que le había hecho aquel chico en el bar. Desde el primer momento la idea le había asqueado, pero poco a poco se iba dando cuenta de que no le quedaba otro remedio si quería empezar a ganar dinero de una forma rápida, a pesar de que no fuera gay. Su situación casa era muy crítica, y sólo pagar los 8 euros que costaba la entrada al Ginger ya suponía un gran esfuerzo económico para ellos. Sin embargo, no podía no ir a la fiesta que llevaba esperando tanto tiempo. Además, necesitaba ligar con alguna chica para reafirmar de algún modo su hombría, que iba a quedar por los suelos si acababa aceptando la opción de prostituirse. Finalmente, los chicos llegaron hasta la discoteca, y tras esperar una larga cola y pagar lo que costaba cada entrada, consiguieron entrar en el local. El Ginger era enorme, pero aún así con toda la gente que había se hacía hasta pequeño. Los chicos echaron un vistazo a todo el local y tras ello decidieron acercarse a la barra para pedirse algo para beber, utilizando así la consumición gratuita que se les daba con la entrada.

Alberto fue el primero en pedir su copa, y para dejar espacio para que sus amigos hicieran lo mismo, se alejó de la barra y se dirigió hacia la pista. Y entonces, al darse la vuelta, le vio, y sintió como todo a su alrededor se paraba. La música ya no sonaba para él, y a pesar de toda la gente que había en esa sala, para él allí solamente había una persona. Allí se encontraba Miguel, mirándole fijamente con una mirada tan expresiva que Alberto era capaz de ver a través de ella todo lo que su corazón sentía. Estaba guapísimo, más que nunca, y lo único de lo que Alberto tenía ganas era de ir hasta él y darle un beso apasionado con el pudiera pedirle perdón por el daño causado. Pero entonces, toda la luz que para Alberto la presencia de Miguel proporcionaba a la discoteca, empezó a ensombrecerse cuando vio que detrás de él se encontraba Mario, con unos ojos que le estaba mirando fijamente, y en ellos pudo leer una amenaza. Mario también se dio cuenta de que Miguel no podía dejar de mirar a Alberto, y por ellos le agarró del brazo y le apartó de allí para llevarle a la barra. Sin embargo, Alberto les siguió con la mirada, y entonces se dio cuenta de que no iba a poder mirar otra cosa en toda la noche, sintiendo como que tenía la obligación de proteger a Miguel de las garras de Mario.

Mientras todos sus amigos se encontraban en esos momentos de fiesta, Rodrigo acababa de llegar a casa de Francisco a la hora la que le dijo. Se quedó mirando durante un buen rato la puerta, como si estuviera decidiendo si entrar o no, pero pronto se dio cuenta de que no tenía elección. Evidentemente, él era libre de rechazar pasar por esta humillación, pero entonces su vida se iría a la mierda. Francisco, despechado, se encargaría de que jamás entrara en Medicina, y no podía arriesgarse a tirar su futuro por la borda. Durante esta semana, Rodrigo no paró de darle vueltas a todo lo que se le iba a venir encima. Se había convertido en la putita de un señor de más de 40 años, casado y con hijos. Todos los principios que tenía habían desaparecido al pronunciar aquellas palabras con las que aceptó este acuerdo: “Si, amo”. En el instituto, Francisco continuaba actuando igual que siempre, tratándolo como un alumno más, ni siquiera en la forma de mirarle se notaba que entre ellos había algo más que una relación profesor-alumno. Sin embargo, Rodrigo no podía evitar sentir un pinchazo en el estómago cada vez que le veía entrar en el aula. El examen de Biología del viernes le salió perfecto, estaba convencido que iba a sacar un 10, y todo gracias a que Francisco se lo había dado con antelación. Rodrigo esperaba que si esta tarde se portaba bien, le diera el de Matemáticas del miércoles, examen para el que supuestamente se había quedado en casa estudiando. Le sabía mentir a sus amigos, pero ni se le pasaba por la cabeza contarles la verdad, más que nada porque seguramente no le creyeran. Ni siquiera él se creía que esto le estuviera pasando a él. Y todo por un porro…

Rodrigo se obligó a sí mismo a escapar de sus pensamientos y picó de una vez en la puerta para que Francisco le abriera. Le sorprendió como iba vestido su profesor, con un chándal y una camiseta de andar por casa, nada que ver con el look tan formal y elegante que siempre llevaba a clase. Estaba claro que ahora empezaría a descubrir la cara oculta de su profesor…

  • Bien, has sido puntual putita, así me gusta- le dijo Francisco mientras le hacía un gesto con la cabeza para que entrara en su casa.

  • Gracias, amo- dio Rodrigo casi sin pensar, metiéndose de lleno en el rol sumiso que le iba a tocar desempeñar cada vez que estuviera a solas con él. Al oír esta respuesta, Francisco no pudo evitar esbozar una sonrisa.

  • Bueno, te voy a explicar cómo va a ser la noche. Te vas a quedar a dormir aquí, ya puedes ir diciéndole a tus padres que te quedas en casa de algún amigo. Te he preparado el cuarto de invitados para ti, que será donde te alojes cada vez que vengas a mi casa. Vas a ir ahora hasta allí, y sobre la cama tendrás la ropa que vas a tener puesta todo el tiempo que estés bajo este techo. Te dejo media hora para que te asees si es que no lo has hecho aún en casa y luego vendrás hasta el salón dispuesto a hacer todo lo que yo te ordene. ¿Todo entendido?

  • Sí, amo- respondió Rodrigo un poco aturdido.

  • Perfecto, eres un chico listo. Nos vemos dentro de media hora en el salón.

Y Francisco, tras indicarle donde estaba la habitación de invitados y el baño, desapareció cerrando la puerta del salón, dejando así solo a Rodrigo en medio del pasillo. El chico tardó en reaccionar unos segundos, pero pronto se dirigió hasta el cuarto que su profesor le había indicado. Abrió la puerta y vio que eras más grande lo que se había pensado. Pero todo su mundo se derrumbó cuando vio sobre la cama su “uniforme”. La ropa que debía llevar puesta eran solamente unas braguitas rosas. Rodrigo sintió ganas de llorar, pero se hizo prometer a sí mismo que no se derrumbaría, que aguantaría todo lo que le echaran. Así que se desvistió y dejó la ropa doblada encima de la cama para luego enfundarse esas braguitas. El pene de Rodrigo no es que fuera especialmente grande, pero si lo suficiente como para estar estrujado en esa diminuta ropa interior, formando un enorme paquete. Rodrigo fue hasta el baño, y allí se contempló en el espejo, y definitivamente se dio cuenta de que había perdido la poca dignidad que le quedaba, pero también era consciente de que esto no sería nada más que el comienzo…

Iván y Varo llegaron a la fiesta más tarde que el resto, ya que antes prefirieron fumarse unos porros para llegar “contentillos”. Para ellos esta fiesta no suponía nada especial, era simplemente una más, a la que acudían por no tener nada más que hacer, y en el caso de Iván, para intentar ligarse a alguna chica. Varo sin embargo hubiera preferido estar en cualquier sitio antes que allí. Ya se sabía lo que le tocaba: iba a pasarlo bien solamente al principio, pero en cuanto una chica se acercara a Iván porque se había fijado en lo bueno que estaba, se acababa la diversión para él. Y lo peor era que seguramente también él tendría a varias chicas pululando alrededor suyo para intentar algo con él, que intentaba rechazarlos poniendo cualquier excusa. No obstante, siempre tenía que liarse con alguna para que su amigo no le dijera nada.

Llorián, Marcos, Alberto, Sergio y Alex ya se habían tomado unas cuantas copas y se encontraban en medio de la pista bailando al ritmo de la música. Se lo estaban pasando en grande los cinco amigos, y como hacían siempre que salían de fiesta, estaban un rato todos juntos para luego pasar a centrarse en las chicas. Alberto se iba con Sofía mientras los demás se iban acercando a las chicas que había en la discoteca para encontrar alguna con la que liarse y si la noche se daba bien, acabar follando con ella. Llorián y Marcos hablaron con unas cuantas, pero ninguna se interesaba por ellos, como ya estaban acostumbrados, pero esta noche no perdieron la esperanza. Una de las chicas que rechazó a Marcos le dijo que estaba interesada en Sergio. Cuando se acercó a él, Sergio sufrió un leve bloqueo al pensar instantáneamente en Adrián, que podía estar por allí ya que le había invitado. Pero no podía rechazar a esa chica por lo que dirían después sus amigos y además, era bastante pesada, por lo que después del típico tonteo le acabó entrando y se liaron en medio de la discoteca. Las manos de Sergio se posaron en su espalda sin tocarle nada más, cosa que no hacía ella, ya que recorrió la musculada espalda del chico para luego centrarse en su firme culo, sin sospechar que había sido penetrado. Ella estaba muy concentrada besando a Sergio, sin embargo, él solo podía imaginar que la persona a la que sus labios besaban era Adrián. Durante un buen rato siguieron morreándose hasta que Sergio se cansó de mantener esa farsa y se apartó de ella con la vaga excusa de que quería ir hasta la barra a pedir algo para beber. Ella asintió y le dijo que a ver si se veían luego para rematar la faena despidiéndose con una palmadita en el culo. Sergio sonrió, pero al darse la vuelta, esa sonrisa despareció, porque allí estaba Adrián mirándole, con los ojos fijos en él. Sergio intentó decir algo pero Adrián no le dio opción, ya que dio media vuelta y se fue hasta la salida. Sergio salió detrás de él y a pesar de que su entrenador fue bastante rápido, consiguió alcanzarle.

  • Adrián, perdón por lo del beso, yo no quería. En serio, que lo hice solamente por aparentar, a mi me gustas tú – dijo Sergio con la voz temblorosa.

  • Sergio, no me ha molestado, no te disculpes, soy yo el que tiene que pedirte perdón a ti… - comenzó a decir Adrián con un tono de voz en el que se denotaba resignación y hasta un poco de dolor.

  • ¿Tú a mi? ¿Qué dices? ¿Por qué?- preguntó Sergio extrañado.

  • Por pedirte demasiado. Te he estado observando durante un buen rato en la fiesta, y te he visto, bailando y divirtiéndote con tus amigos y ligando con chicas de tu edad. No has tenido que esconderte en mi despacho, en el vestuario o en una casa rural, y es que me he dado cuenta de que yo nunca voy a poder llevarte al cine, ni a cenar en un restaurante bonito. Nunca podremos ser una pareja de verdad, es demasiado complicado… Soy tu entrenador, hay una gran muralla entre nosotros dos que nunca debimos cruzar.

  • Pero a mí no me hace falta nada de eso Adrián, yo estaría contigo aunque fuera escondidos en un puto búnker, porque lo único que me importa es estar contigo.

  • Sergio, por favor… Solamente tienes 16 años y vas a vivir muchas cosas con gente de tu edad. Te queda mucha vida por delante.

  • Durante estas semanas también he tenido 16 años y no me pareció que te importase demasiado.

  • A lo mejor el problema está en que no siento lo mismo que tú, Sergio…

  • No te creo, cada vez que hemos estado juntos ha sido especial, y sé que para ti también, ¿por qué me haces esto?

  • Por favor Sergio, no sigas. Tú y yo no tenemos ningún futuro, lo siento, mi mayor error fue excederme con aquel masaje…

  • Yo no me arrepiento de nada de lo que hemos hecho, han sido las mejores semanas de vida y por fin me he dado cuenta de quién soy en realidad. Durante todos estos años he estado oculto bajo una personalidad ficticia, y al aparecer tú en mi vida por fin he descubierto mi verdadero yo. Me gustan los hombres, Adrián, y estoy enamorado de ti, no puedes tirarlo todo por la borda ahora…

  • Me alegro de haberte ayudado de verdad. Encontrarás a algún chico de tu edad del que te enamorarás y cuando por fin reúnas el valor suficiente podrás salir del armario, y lo harás junto a él. Pero si seguimos juntos, aunque le cuentes a todo el mundo que eres gay, tendremos que seguir ocultando lo nuestro, y tú no te mereces eso, necesitas alguien que te quiera sin dobleces, y yo no soy esa persona. Perdón por hacerte daño, pero desde este momento volvemos a los roles que no debimos abandonar jamás: yo seré tu entrenador y tú para mí serás un jugador más de mi equipo.

Tras este alegato final, Adrián no dio oportunidad a Sergio para que argumentara en contra y se dio la vuelta sin poder evitar sentirse un miserable por haber herido de esa manera a la persona que quería, pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Esta relación tenía que acabar antes de que fuera demasiado tarde. Sergio, por su parte, se quedó completamente hundido y lo único que le apetecía en esos momentos era regresar al Ginger y beber hasta perder el conocimiento.

Mientras tanto, en casa de Francisco, éste le había ordenado a su alumno que le preparara la cena mientras él veía el fútbol. Rodrigo fue hasta la cocina y abrió la nevera para ver que podía preparar. En toda su vida jamás había cocinado, por lo que en estos momentos la situación le parecía surrealista: él en braguitas en la cocina de su tutor buscando algo para cocinarle. En el frigorífico encontró una pizza de microondas, y decidió probar suerte preparándole eso. Cuando estuvo lista, se la llevó al salón junto con una cerveza y se la puso en la mesa.

  • ¿Pizza? Que poco original… Pero bueno algo es algo, ya irás aprendiendo a ser una buena criada.

  • Gracias, amo. ¿Puedo retirarme? Preguntó Rodrigo titubeante con intención de ir hasta la cocina y comer algo, pues el olor de la pizza le había dado hambre.

  • No. Quédate ahí mientras ceno. Y si se me cae algún trozo o si se mancha algo, no dudas en recogerlo o limpiarlo. Con la lengua.

Rodrigo asintió con resignación, y en su interior estaba convencido de que su profesor iba a provocar una situación humillante para él. Y no se equivocó, porque fueron varias las veces que tuvo que arrodillarse y utilizar su lengua para recoger los restos de comida que se caían, así como un poco de cerveza que se derramó sobre la mesa. Se sentía como un auténtico perro. Francisco comió varios trozos de pizza hasta que finalmente acabó dejando tres en el plato.

  • Bien. Esa va a ser tu cena – dijo muy seriamente. A Rodrigo se le iluminó la cara y cuando fue a acercarse para coger el plato con la pizza que había sobrado, Francisco le detuvo - No te lances nena, que antes tienes el aperitivo.

Rodrigo se giró para mirarle y vio como Francisco había posado su mano en su entrepierna y se la estaba sobando sin ninguna sensualidad. Rodrigo asumió que había llegado el momento que tanto había temido durante el rato que llevaba en esa casa: el momento de hacer algo sexual.

  • ¿Has chupado alguna vez una polla?

  • No, nunca- mintió Rodrigo, sin intención de mencionar que ya había tenido que chupársela a su amigo Llorián para conseguir su perdón y el de Marcos.

  • Pues te vas a estrenar con un buen rabo, nena. Venga, empieza de una vez.

Rodrigo suspiró y se arrodilló delante de su profesor. Como la primera mamada que había hecho, carecía de sentimiento alguno, era simplemente algo físico y carnal, y en ambos casos se había visto obligado a hacerlo para alcanzar algún objetivo. Rodrigo llevó sus manos al paquete de Francisco y notó como ya estaba morcillona en el interior de su pantalón. Sin duda alguna, ver a un jovencito de 16 años con unas braguitas rosas había sido suficiente para comenzar a ponerle cachondo. Rodrigo decidió que lo mejor era hacerlo cuanto antes, así que sin pensar le desbrochó la bragueta para poder bajarle los pantalones y luego los calzoncillos, que eran los típicos de señor cuarentón. En ese momento no pudo evitar acordarse de su padre, ya que eran los mismos que él usaba, y se le pasó por la cabeza como le sentaría que su único hijo del que tan orgulloso estaba, estuviera en una situación así. También pensó en los hijos de Francisco, que aunque no los conocía sabía que tenía, y que por supuesto no se imaginaba que su padre era un degenerado que sometía sexualmente a un chaval que era como ellos.

Cansado de que Rodrigo no empezara con la mamada, Francisco le cogió de la nuca y le llevó directo a su paquete para presionarle contra él. En ese momento, a Rodrigo le vino un fuerte olor a macho, que le produjo bastante asco. Cuando por fin Francisco le dejó libre, ni siquiera se planteó esperar un segundo para comenzar la mamada, para no correr el riesgo de cabrearle y que las consecuencias fueran peores. Le quitó los calzoncillos y vio por primera vez su polla, que a pesar de que no tenía una erección completa, ya parecía bastante grande, y sobre todo, estaba rodeada de una gran mata de pelo. Para Rodrigo un pene era lo que menos le atraía del mundo, por lo que el miembro de su profesor le llegó a parecer hasta repulsivo. Una vez más, se recordó a sí mismo que debía hacerlo sin pensar, así que empezó a masturbarle ligeramente para sentir como la polla de Francisco iba endureciéndose en sus manos poco a poco. Cuando ya estaba casi erecta del todo, acercó su boca, y tras dudar momentáneamente, la abrió para sacar la lengua y empezar a chuparle el glande. A continuación, fuer recorriendo con su lengua esa polla que se levantaba delante suyo de arriba a abajo, y definitivamente se lanzó a empezar la mamada. Se la metió hasta la mitad y pudo comprobar que el sabor no era muy diferente al de la de Llorián. Ambas tenían un sabor fuerte, a sudor y a precum. Rodrigo estaba yendo lentamente pero Francisco se hartó de un ritmo tan pausado y se decidió a tomar él las riendas de la mamada. Volvió a poner su mano en la nuca de Rodrigo y esta vez le empujó para que toda su polla entrara de golpe en su boca, haciendo inevitablemente que al chico le diese una fuerte arcada, y a pesar de los intentos que hizo por sacársela de la boca, Francisco no se lo permitió. Rodrigo se dio cuenta de que había perdido la oportunidad de llevar el ritmo de la mamada. Francisco se levantó del sofá, y siguió sin dejar a Rodrigo separarse de su polla. Una vez que estuvo de pie, comenzó a follarle la boca. No empezó lentamente para luego aumentar el ritmo, sino que directamente empezó a una gran velocidad, y a Rodrigo le costó acostumbrarse a ella. En cada embestida la polla de Francisco llegaba hasta la garganta de su alumno y a pesar de que al principio éste seguía teniendo arcadas, poco a poco fueron cesando. La velocidad con la que Francisco penetraba la boca de Rodrigo era frenética, y el chico asumió que su profesor acabaría corriéndose en su boca. Por tanto, su sorpresa fue mayúscula cuando Francisco le apartó la cabeza de un empujón y se pajeó para acabar corriéndose encima de los restos de pizza, con un fuerte gemido.

Rodrigo miró confuso a su profesor, que se dejó caer exhausto en el sofá y desde ahí, le miró con una cara de vicioso que le dio muy mal rollo. Entonces, Rodrigo comprendió porque había hecho esto y un escalofrío le recorrió la espalda intuyendo lo que le iba a tocar hacer a continuación.

  • Ha estado bien nenita. Ahora ahí tienes tu recompensa, tu cena- dijo Francisco con una sonrisa diabólica en su rostro- Comételo todo, como has hecho ahora mismo con mi rabo.

Rodrigo simplemente asintió para luego contemplar los tres trozos que aún quedaban de pizza, que ahora mismo estaba todos cubiertos por el semen que Francisco había eyaculado. Completamente humillado, se acercó a gatas hasta la mesa y detenerse a pensar en la asquerosidad que iba a hacer, cogió el primer trozo de pizza y se dispuso a comérselo. El salado sabor del semen hacía contraste con los ingredientes de la pizza, y era imposible no detectar en ella la presencia del líquido procedente de los huevos de Francisco. Las arcadas volvieron, y esta vez no eran por la presión que ejercía una polla en su garganta, sino por el asco que estaba sintiendo al comerse aquello. Rápidamente se acabó los tres trozos de pizza y miró con ojos de cordero degollado a Francisco, esperando que su Amo fuera bondadoso y le dejase retirarse a su cuarto.

  • Genial, zorrita mía, has estado genial. Por hoy ha sido más que suficiente, mañana tendremos tiempo de profundizar más… - le dijo Francisco mientras le daba unas palmaditas en la espalda- Recoge todo esto y limpia la cocina. Luego podrás ir a tu cuarto a dormir. No quiero que te toques, ahora tienes que descansar. Si me engañas acabaré descubriéndolo. ¿De acuerdo?

  • Sí, Amo, le prometo que no me masturbaré- contestó Rodrigo extrañado por la prohibición. En ningún momento se le había pasado por la cabeza hacerse una paja después de aquello, ni siquiera se había empalmado- Buenas noches, Amo.

  • Buenas noches, putita, que descanses.

Después de hacer lo que le había mandado su Amo, Rodrigo fue hasta su cuarto y se quitó inmediatamente aquellas braguitas que tanto le humillaban. Sin ni siquiera ponerse su bóxer, se dejó caer sobre la cama sin poder evitar que las lágrimas salieran de sus ojos.

Sergio regresó al Ginger tan rápido como pudo, necesitaba ahogar sus penas en alcohol. No podía creerse que toda su relación con Adrián se hubiera acabado de un plumazo, pero no quería pensar en ello, ahora lo único que le apetecía era estar con sus amigos y beber hasta que su cuerpo aguantara. Le enseñó al segurata el sello que aseguraba que ya había pagado la entrada y entró a la discoteca en busca de sus amigos. En la barra localizó a Alex, que estaba esperando a que el camarero le atendiese y se dirigió a él. En su cara pudo ver que él tampoco estaba pasando por un buen momento, pero prefirió no preguntarle ya que sino él también tendría que contarle lo que le pasaba. Simplemente se acercó a él y le dio una palmada amistosa en la espalda, para luego pedirle al camarero dos chupitos de tequila. Se los bebieron en cuestión de segundos, sin necesidad de utilizar el limón y la sal. Marcos y Llorián habían seguido intentando ligar con alguna chica, pero los dos amigos no tuvieron éxito así que finalmente se rindieron y se unieron a sus amigos Sergio y Alex. Se miraron fijamente unos a otros y decidieron ir pidiendo rondas de chupitos, como si de este modo todos sus problemas fueran a desparecer de un plumazo.

Ajeno a lo que estaban haciendo sus amigos, Alberto se encontraba bailando con Sofía en el medio de la pista, y solamente paraban para besarse de vez en cuando. Pero aunque su cuerpo estuviera junto a su novia, su cabeza no paraba de tratar de localizar donde se encontraba Miguel en cada momento. Así, pudo ver como se lo estaba pasando en grande junto a Mario: bailaban, saltaban, hablaban con gente y sobre todo, bebían. Alberto sabía que Miguel nunca había bebido y estaba un poco preocupado por si acababa emborrachándose. Pero esa preocupación se multiplicó cuando vio como Mario le echaba algo en su copa. Sabía que Mario iba detrás de Miguel y que no tenía escrúpulos a la hora de utilizar cualquier método para conseguir sus objetivos. Miguel se bebió la copa que le tendió su amigo casi de un trago, pero Alberto no vio ningún cambio reseñable en él. Sin embargo, al cabo de un rato, observó como Mario le decía algo al oído y tras ellos, ambos abandonaban la discoteca. Alberto recordó cuando Iván le drogó en su fiesta para que hiciera el ridículo, y como Miguel hizo todo lo posible para protegerle. Entonces, se dio cuenta de que tenía que actuar para que Mario no le hiciera nada a la persona a la que más quería. No obstante, él no podía entrometerse entre ellos dos ya que Mario le contaría a todo el mundo lo que había descubierto. Por tanto, necesitaba la ayuda de sus amigos. Los buscó con la mirada, y tras localizarlos apoyados en la barra, le dijo a Sofía que necesitaba hablar con ellos y se dirigió hasta allí. Cuando llegó vio que estaban un poco contentillos, pero no estaban del todo borrachos, así que podían ayudarle.

  • Chicos, tenéis que ayudarme – dijo Alberto – Mario ha drogado a Miguel y se lo ha llevado fuera de la discoteca.

  • ¡Qué crack el Mario! – rió Sergio un poco afectado por el alcohol

  • ¿Y a ti que te importa lo que le pase a Miguel? – preguntó Alex

  • Sí, si me importa porque le… - empezó a decir Alberto- Vamos, quiero decir que si me importa porque he visto como le echaba la droga en el vaso y no quiero que ese cabrón le haga algo malo al pobre Miguel.

  • Ni que fuera tan novio… - dejó caer Llorián acompañado de las risas de los demás. En ese momento, Alberto se tensó, pero se tranquilizó al pensar que al estar menos borracho que sus amigos podía controlar la situación.

  • Escuchad, tíos, si alguien os hiciera eso a alguno de vosotros los demás no dudaríamos en ir a defenderle. Pero Miguel no tiene a nadie que le proteja, y en estos momentos lo necesita. Además, es buen chaval y no se merece eso.

  • Es verdad, joder, Alberto tiene razón. Miguel es muy majete y Mario un hijo de puta, no nos cuesta nada ayudarle – dijo Marcos siendo el primero que daba la razón a Alberto.

  • Sí, y además un poco de acción nos vendrá bien esta noche – se levantó Sergio poniendo las manos sobre los hombros de Llorián y Alex, que también se incorporaron dispuestos a hacer lo que sus amigos le pedían.

  • Muchas gracias, tíos – dijo Alberto contento de haberles convencido – Mirad, esto es lo que vamos a hacer. Sergio y Llorián hasta donde estén ellos dos y pasaréis por delante diciendo que Iván está borrachísimo en el baño llorando sin parar.

  • ¿Por qué cojones vamos a decir eso? – preguntó Sergio extrañado

  • Porque estoy seguro de que Mario acudirá a ver que le ha pasado.

  • ¿Qué dices, tío? – preguntó Llorián cada vez más desconcertado.

  • Vosotros hacedlo y punto, no preguntéis más, por favor – dijo Alberto intentando zanjar ese tema- Bueno, sigo. Mario irá hasta el baño, entonces allí estarán Alex y Marcos y os tendréis que encargar de encerrarle en el baño para que no pueda salir en un buen rato. Cuando Miguel esté solo en la calle, yo le llevaré hasta su casa.

  • ¿Acaso sabes de dónde vive? – le preguntó Alex

  • Sí, le vi el otro día entrar en su portal. No os preocupéis por eso, vosotros simplemente aseguraos de dejar a Mario fuera de combate.

  • De acuerdo- contestaron todos casi al unísono.

Después de esta conversación, todos se pusieron en marcha siguiendo el plan que su amigo Alberto les había indicado. Sergio y Llorián salieron del Ginger y miraron a su alrededor para tratar de localizar a Mario y Miguel. Se encontraban ya un poco alejados, por lo que tuvieron que apresurarse para alcanzarles. En cuanto estuvieron donde ellos, fingieron una conversación en la que decían exactamente lo que Alberto les había mandado, a pesar de que les parecía absurdo que fuera a tener algún efecto en Mario que Iván estuviera tan mal. Sin embargo, se equivocaron, y en cuanto Mario oyó lo que dijeron, su cuerpo se tensó y la preocupación se apoderó de su rostro. Dudó durante unos segundos, pero finalmente decidió dejar a Miguel, que casi no se sostenía en pie, sentado en un banco e ir de regreso hasta el Ginger.

Una vez que estuvo dentro, se dirigió directamente hacia los baños esquivando a la multitud de gente que aún quedaba en la discoteca. Cuando llegó a los baños, fue mirando uno a uno en todos los cubículos con váter, sin ser consciente de que detrás suyo se encontraban Alex y Marcos, listos para empujarle dentro de uno de ellos y atrancar la puerta para que no pudiera salir en un buen rato. Tras hacerlo, mandaron un whatsapp a Alberto para avisarle de que todo había salido bien.

Alberto se encontraba fuera, y tras asegurarse de que Miguel no estaba muy grave, se despidió de Sergio y Llorián diciéndoles que ya se encargaba él de llevarlo hasta su casa, que no hacía falta que le acompañase. Miguel no se enteraba de nada de lo que pasaba a su alrededor. Ya estaba prácticamente inconsciente, por lo que Alberto tuvo que cogerle en brazos para poder desplazarse. No le costó llevarle así, ya que Miguel era bajito y pesaba bastante menos que él. En varias ocasiones, Miguel se apoyaba en el pecho de Alberto como si de una almohada se tratara, y éste sentía la necesidad de pegarlo más a su cuerpo, como si fuera su bebé, protegiéndole de cualquier cosa que pudiera hacerle daño. Tardaron unos quince minutos en llegar hasta el portal de Miguel. Una vez allí, Alberto le metió las manos en los bolsillos para sacar sus llaves y pudo notar como su pene estaba completamente erecto, seguramente a causa de la droga. Eso fue la prueba definitiva de que Mario tenía pensado abusar sexualmente de él y Alberto sintió auténtico asco hacia él. Se dio cuenta de que sino hubiera estado tan pendiente de Miguel, éste habría tenido su primera vez drogado, casi inconsciente y con una persona a la que no quería. Le había salvado de todo eso, pero Miguel nunca lo iba a saber, y esto era algo que le quemaba por dentro. Finalmente llegó hasta la puerta del piso de Miguel, y rezó para que sus padres estuvieran durmiendo y no se enteraran de nada. Sería bastante incómodo para él que le pillasen trayendo a su hijo a casa sin conocimiento, y por supuesto, un marrón para Miguel para el día siguiente. Entró en la casa y fue prácticamente de puntillas hasta la habitación de Miguel, la única que tenía la puerta abierta. Les desvistió dejándole únicamente con el bóxer puesto, siendo evidente la gran erección que había bajo esa tela. Abrió la cama y le metió dentro, arropándole como si fuera su hijo. Miguel se acurrucó en su cama y Alberto le contempló embobado durante unos minutos, hasta que por fin reaccionó y se dio cuenta de que tenía que irse cuanto antes para no arriesgarse a que le descubrieran. Antes de irse, se acercó hasta el rostro de Miguel y le susurró al oído un “te quiero” para luego darle un dulce y tímido beso en los labios.

Eran casi las tres de la mañana, y la fiesta continuaba en el Ginger. Ajenos a todo lo que había ocurrido, Iván y Varo seguían allí, a pesar de que sus actitudes eran bien distintas. Iván se estaba liando con una chica a la que conoció esa misma noche. Se metían mano mutuamente mientras se morreaban. Las manos de la chica estaban metidas por debajo de la camiseta de Iván, repasándole de arriba a abajo la marcada tableta y de vez en cuando tocándole el bulto que tenía en el pantalón. Iván, por su parte, se limitaba a tocarle el culo todo lo que podía. Desde la barra, Varo contemplaba la escena mientras no paraba de beber. Tras varias horas allí, el alcohol empezaba a hacer efecto y no podía evitar que las lágrimas recorrieran su rostro. Eran un reflejo de lo roto que estaba su corazón en ese momento. Durante prácticamente toda la noche, una amiga de la chica con la que se estaba liando Iván había estado pegada a él esperando que le entrara, pero Varo no lo hizo en ningún momento, por lo que se acabó yendo. Normalmente Varo solía liarse con alguna chica en este tipo de fiestas, aunque solo fuera para que su amigo no le dijera nada ni le acusara de maricón. Sin embargo, esa noche no había tenido fuerza suficiente como para darle a esa chica el gusto de liarse con él. Cuando vio como la chica le susurraba algo a Iván al oído, supo que le estaría proponiendo ir al baño a follar, algo que su amigo aceptaría. Eso era demasiado para él, necesitaba salir de esa discoteca, por lo que se dirigió hacia la salida sin avisar a Iván, ya que se veía incapaz de hablarle sin llorar. Iván, al verle salir empezó a llamarle para detenerle, pero Varo no se giró y siguió hacia adelante. Ante esta situación, Iván supuso que a su amigo le pasaba algo, seguramente que se hubiera tomado unas copas de más, así que decidió despedirse de la chica con la que estaba a punto de follar y salir detrás de él. Tuvo que correr bastante para poder alcanzarle, y Varo consiguió secarse las lágrimas antes de que Iván le viese la cara.

  • Tío, ¿te pasa algo? ¿Por qué no contestabas? – preguntó Iván bruscamente

  • Joder, solo he bebido de más, no eres mi padre, déjame en paz – dijo Varo evitando mirarle a los ojos

  • Puf, vaya gilipollas estás hecho – le dijo Iván dándole una colleja al darse cuenta de que no se trataba de nada grave - ¿No te has liado con aquella tía?

  • Que va, era una estrecha y acabó yéndose… - mintió Varo para no quedar mal

  • Joder, pues habérmelo dicho tío que no te hubiera dejado solo emborrachándote…

  • Da igual, tú vuelve con la tía esa, no la dejes a medias, que ya me voy yo solo a casa.

  • Ya se ha ido, tío, el que me he quedado a medias he sido yo… - dijo Iván señalándose su abultado paquete.

  • Joder, lo siento, de verdad.

  • Más lo siento yo… Tío, ¿y si nos vamos a ese callejón y me haces una paja?

  • Oye, no te pases… - dijo Varo ocultando las ganas que sentía de volver a tener entre sus manos esa polla que tanto le gustaba.

  • Venga, si ya me has hecho cosas peores, esto es solo una pajilla rápida para bajarme el calentón y pista

  • Bueno anda, vamos – dijo Varo sin poder oponer más resistencia ante la sugerente proposición de su amigo.

Por tanto, los dos amigos se fueron hasta aquel callejón en el que, debido a lo tarde que era ya, no había nadie. Iván se apoyó en la pared y se bajó la bragueta para poder sacársela. Estaba completamente empalmada gracias al calentón que tenía tras el magreo con la chica en la discoteca. Varo no tardó ni un segundo en coger aquella polla dura con su mano derecha  y comenzó a masturbarla lentamente, disfrutando de cada subida y bajada que le daba. Iván gemía sin pudor, le encantaba la sensación de ser masturbado por otra persona, y al ser un tío el que lo estaba haciendo, el placer era mayor ya que tenían más práctica que una tía en eso de las pajas. Varo sabía perfectamente como hacer disfrutar a su amigo, y progresivamente fue aumentando el ritmo hasta llevar aquella paja al máximo. Iván no pudo aguantar mucho debido a lo cachondo que estaba, así que en unos minutos se corrió, con un fuerte gemido, y todo el semen que salió cayó en el suelo de aquel callejón. Varo continuó pajeándole hasta que cayó la última gota de lefa, lamentándose de que aquella paja hubiera sido tan corta. Iván se guardó la polla y se subió la bragueta, mientras Varo no podía parar de mirarle y darse cuenta, una vez más, de cuanto le quería, así como de lo lejos que él estaba de sentir lo mismo.

Mario había conseguido salir del baño, y lo primero que hizo fue salir corriendo hacia el banco en el que había dejado a Miguel para comprobar si seguía allí, pero al llegar pudo ver que estaba completamente vacío. En su cabeza, la idea de que todo esto había sido un plan de Alberto, que había contando con la ayuda de sus amigos, cada vez cobraba más fuerza. De camino a casa, decidió que tendría que volver a hablar con él, para dejarle un par de cosas claritas y para que se diera cuenta de las consecuencias que iba a acarrear haberle jodido el plan de esta noche.

CONTINUARÁ