ETERNA JUVENTUD. Cap7. Las pruebas de la vida.

La vida suele ponernos piedras en el camino para demostrar nuestra fortaleza, pero a veces esas piedras pueden acabar por derrumbarnos...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 7: LAS PRUEBAS DE LA VIDA.

Dos semanas después

Miguel volvió a despertarse un día más antes de que el despertador sonase. Desde el domingo 30 de septiembre, cuando Alberto pronunció aquellas duras palabras que le rompieron el corazón, Miguel no era el mismo. En su cara era muy difícil ver ya una sonrisa, y sus ojos solían estar vidriosos. Al verle, se pensaba de inmediato que había estado llorando, y la verdad, no era una reflexión incorrecta. Durante el día intenta aparentar normalidad, sobre todo para que sus padres no empiecen a preocuparse y a avallarle con las típicas preguntas paternales que tanto le agobian. Pero por las noches, sus pensamientos iban a parar siempre hacia un único punto, Alberto, y las lágrimas salían de sus ojos para inundar la almohada. Tardaba mucho en conciliar el sueño, y cuando lo hacía, apenas podía dormir unas pocas horas seguidas.

Esta vez eran las 5 y media, aún le quedaba una hora y media para levantarse y comenzar a prepararse para ir al instituto. El instituto. Ese lugar que para él se había convertido en una tortura, debido a que tenía que verle durante seis horas. Lo que más desconcertaba a Miguel era que él era capaz de ver que Alberto tampoco era feliz desde aquel día, como si en su rostro estuviera presente cierta tristeza, a pesar de lo feliz que aparentaba ser con Sofía. Miguel intentaba apartar esos pensamientos de su cabeza, ya que creía que llegaba a esa conclusión porque era lo que quería oír: que Alberto seguía queriéndole. Pero le dejó muy claro aquel día que no sentía nada por él, que le había utilizado, y Miguel debía asumirlo.

Si algo bueno podía sacar de este revés que la vida le había dado, era que su relación con Mario cada vez era mejor. Mario había vuelto a ser su amigo sin mencionar nada de todo el asunto que les había distanciado. No había vuelto a intentar nada con él, simplemente estaba a su lado como un amigo. Y Miguel se lo agradecía, porque así al menos no estaba solo en el instituto y tenía alguien con quien distraerse para no estar todo el día pensando en Alberto.

Lo que Miguel no se imaginaba, es que a esa misma hora, como todos los días, Alberto ya estaba despierto. En su cabeza no paraba de aparecer la imagen de la cara desencajada de Miguel cuando él le había gritado esas duras palabras. “No te quiero”. La mayor mentira que había dicho en su vida. En estas dos semanas se había dado cuenta de que le quería tanto que le dolía. Verle cada día en el instituto con Mario era como un hachazo, y lo único que sentía eran ganas de llorar y de partirle la cara a Mario por haberle separado de Miguel. Pero lo que más le jodía es tener que aparentar que todo seguía igual, que nada había pasado en su vida y que él y Sofía eran la pareja perfecta. Él ya no la quería, su corazón pertenecía por completo a Miguel.

Después de vestirse y desayunar, Miguel bajó a la calle y fue caminando hasta la esquina donde, como de costumbre, le estaba esperando Mario.

  • Hola, tío, ¿qué tal el finde? – preguntó Mario dándole una palmada en el hombro

  • Pues como siempre, estudié un poco y estuve viendo pelis en el portátil… - respondió Miguel con desgana

  • Jolín, Migui, no sales nunca eh, solo te veo el pelo en el instituto.

  • Es que no tengo ganas…

  • ¿Te pasa algo?- le preguntó Mario muy cínicamente, como si él no fuera el causante de todo su dolor

  • No, nada, estoy un poco deprimido, pero suelo estar así, ese es mi carácter…

  • Bueno tío, que sepas que yo estoy aquí para apoyarte y animarte, lo que sea que necesites me lo pides a mí. Y si no quieres salir pues yo voy hasta tu casa y veo esas pelis contigo

  • Gracias Mario, de verdad, agradezco mucho que seas mi amigo después de lo de…

  • Déjalo, da igual, mi reacción fue estúpida- le cortó Mario para que no sacara el tema. Le costaba hablar de lo ocurrido, no le gustaba recordar sus fracasos.

Los dos amigos siguieron andando de camino al instituto, sin darse cuenta de que detrás de ellos iban Alberto y su pandilla hablando despreocupadamente de la fiesta que este sábado daba el Ginger. El Ginger era la discoteca más popular de la ciudad entre los adolescentes. Todos ansiaban cumplir los 16 para que les permitieran la entrada y poder acudir a fiestas como la que se estaba preparando para este sábado. Era el décimo aniversario de la discoteca y lo celebrarían por todo lo alto. Todos los jóvenes acudirán a esa cita obligada y es que a pesar de los 8 euros que costaba la entrada, merecía la pena pagarlos.

  • Dios, que putas ganas de la fiesta de este sábado- dijo Sergio ansioso

  • Va a ser la ostia- exclamó Llorián

  • ¿Vamos todos, no?- preguntó Alberto. Lo que más le apetecía en estos momentos era ir a esa fiesta con sus amigos, los 6 de siempre, a desfasar como siempre solían hacer.

  • Sí, claro- respondieron los demás casi al unísono

Conforme se iban acercando a Mario y Miguel, éstos se dieron cuenta de su presencia tras ellos. La cara de Miguel palideció al escuchar la voz de Alberto. Mario se dio cuenta y sabía perfectamente la razón, pero como casi siempre que percibía una reacción en su amigo, hacía como si anda. Habían escuchado perfectamente de lo que venían hablando los otros, ya que más que hablar gritaban.

  • ¿Has oído lo de la fiesta?- preguntó Mario con una sonrisa- ¿Te apetece que vayamos? Dicen que va a estar genial.

  • No sé, no me veo con muchas ganas… - respondió Miguel. La idea de ver a Alberto también un sábado no se le antojaba muy apetecible.

  • Venga, tío, que te servirá para despejarte, y además, fijo que nunca has ido al Ginger, ¿a qué no?

  • La verdad es que no…

  • Pues ya está, tienes que ir si o si, y además esta fiesta lo va a petar.

  • Bueno anda, me lo pienso, pero no te prometo nada eh… - dijo Miguel cansado de que Mario le insistiera.

  • ¡De puta madre!- exclamó Mario dándole un abrazo a su amigo. Sabía perfectamente que a lo largo de esta semana le convencería, y en su cabeza ya había empezado a urdirse un plan para este sábado.

El día transcurrió con normalidad, como un lunes cualquiera. A última hora tenían Biología. Ese viernes tenían examen, sobre Bioquímica, y la profesora comenzó a hacer un repaso intensivo con ejercicios prácticos. Al principio a todos les había resultado difícil porque era algo completamente nuevo para ellos, pero poco a poco, a base de hacer ejercicios y de ir estudiando la teoría, fueron pillándole el truco. Todos parecían entenderlo bien menos Rodrigo, que a pesar de que le había dedicado algo de tiempo en casa, no era capaz de ver las diferencias entre unos y otros enlaces, y mucho menos reconocer las estructuras que formaban las distintas sustancias inorgánicas. Su cara de desconcierto era la misma que la del primer día de clase, y lo que más le molestaba es que a su lado a Alex parecía salirle todo con mucha facilidad. Por una vez, era Alex el que le estaba ayudando a él, aunque no sirviera de mucho.

A mitad de la clase, Francisco, el tutor, picó a la puerta y pidió permiso a la profesora de Biología para poder repartir unas circulares a los alumnos. Era el aviso de una reunión con los padres que tendría lugar la semana que viene. Cuando Rodrigo recibió su papel, vio que en una esquina traía escrito algo que le sorprendió ya que no se lo esperaba en ese momento:

“Pásate por mi casa esta tarde a las 8”

De repente, su cabeza viajó a hace dos semanas y recordó el incidente del porro con Francisco. Le había prometido en su departamento que haría todo lo que le pidiese con tal de que no le expulsara, y éste le aseguró que si lo cumplía, tendría asegurada la entrada en Medicina. Francisco le había apuntado su dirección en una libreta y le había dicho que ya le avisaría para que le hiciera una visita y le explicara lo que tenía que hacer. Sin embargo, Rodrigo se había olvidado por completo de todo aquello, y pensó que ya estaba todo solucionado sin necesidad de hacer nada. Ahora tenía claro que su estancia en el instituto aún estaba en el aire y su futuro dependía de la decisión que tomara esta tarde después de que Francisco le explicase lo que tendrá que hacer.

Cuando sonó el timbre, Sergio salió el primero de clase y fue directo hacia el despacho de Adrián, ese lugar que ya tan bien conocía. Desde que hicieron el amor en la casa de los abuelos de Adrián, su relación iba mejor que nunca. Podían verse pocas veces, pero siempre que se veían lo aprovechaban al máximo. Pero no solamente tenían encuentros sexuales, y es que habían pasado de tener una relación puramente carnal a una relación en la que prevalecían los sentimientos que tenían el uno por el otro.

  • Hombre Sergio, ¡cuánto tiempo! – dijo Adrián cuando vio entrar a Sergio por la puerta de su despacho.

  • Hoy no puedo quedarme, mis amigos me esperan. Pero venían para decirte que este sábado el Ginger celebra la fiesta de su aniversario, y que yo voy a ir con mis amigos.

  • Mmmm… Vale… ¿Y?- respondió Adrián sin saber muy bien por donde iban los tiros de esta conversación.

  • Que tú también podrías pasarte con tus amigos, y algún ratito encontraremos para escaparnos de ellos y estar juntos. Si quieres, claro.

  • Claro que quiero- rió Adrián, que no se esperaba la propuesta del chico- Ya hablaré con mis amigos a ver si les apetece pasarse.

  • Perfecto- y Sergio fue hasta su entrenador para darle un dulce beso en los labios para luego salir de su despacho y reunirse con sus amigos para volver a casa.

Alex llegó a su casa como de costumbre en torno a las tres después de haber estado un rato hablando con sus amigos antes de despedirse, pero lo que se encontró allí no era algo habitual. Al cerrar la puerta, escuchó unos fuertes sollozos que provenían del salón. Fue hasta allí y vio a su madre, sentada en el sofá, llorando a moco tendido.

  • Mamá, ¿qué ha pasado?- preguntó Alex asustado.

Su madre no le respondió y cogió rápidamente un pañuelo para tratar de limpiarse las lágrimas y tratar de simular que nada había ocurrido. Alex vio sobre la mesa unas cartas abiertas, que dedujo que serían la razón del llanto de su madre. Se acercó a cogerlas, y vio que eran cartas del banco. En una se informaba de la escasez de fondos en la cuenta de su madre, mientras que otra la alertaba para que se pusiera al día con el pago de la hipoteca: debía ya tres meses, y como acumulase otro mes más sin pegar, serían desahuciados y el banco se quedaría la casa. A Alex se le cayó el mundo encima. Él era consciente de que su situación económica no era muy holgada, pero creía que aún les faltaba bastante para llegar a ese extremo. Su madre limpiaba casas, y aunque trataba de trabajar en todas las que pudiera, ahora solamente estaba en dos, y en ambas lo que le pagaban era una miseria, insuficiente para mantener una casa y a un hijo adolescente.

  • Mamá… No tenía ni idea… - murmuró Alex sin saber muy bien cuáles eran las palabras más adecuadas en ese momento.

  • Es que no tenías por que saber nada. Un chico de 16 años no tiene por qué preocuparse de asuntos económicos, Alex, esto es cosa mía- le dijo su madre intentando recobrar la compostura.

  • Sí mamá, si tenían por qué saberlo, porque yo vivo aquí, contigo.

  • Alex, saldremos de ésta, ya verás, voy a intentar por todos los medios que me contraten en alguna casa más, y poco a poco, me iré poniendo al día con las facturas. Pero tú olvídate de esto, por favor.

  • ¿Y si le pedimos dinero a papá?

El padre de Alex les había abandonado a él y a su madre cuando apenas tenía 7 años. Se fue un día sin previo aviso y solamente volvió unos años después para pedirle a su todavía esposa que le firmara el divorcio para poder casarse con otra mujer. El juez le hizo pasar una pensión mensual para la manutención de su hijo, pero era bastante poco. Alex idolatraba a su padre, pero tras ese mazazo, empezó a acumular odio contra él y ahora mismo era la persona a la que más odiaba en el mundo. Ni siquiera se preocupó alguna vez por él y estaba seguro que en la actualidad solamente se acordaba de él porque cada mes una parte de su sueldo iba a parar a la cuenta de su ex mujer.

  • Eso jamás. Nunca me verás arrastrarme ante ese hombre- le contestó su madre todo lo digna que la situación le permitió.

  • Te entiendo… Pero mamá, déjame ayudarte, yo puedo buscarme un trabajo por las tardes…

  • He dicho que no. Lo que tú tienes que hacer es estudiar. Y punto. Voy a ser inflexible en este asunto, Alex. No te preocupes, de verdad, esta es una piedra más que la vida nos pone en el camino, pero la superaremos.

Tras la sentencia dictada, su madre se acercó a él para darle un beso en la mejilla y luego se dirigió a la cocina para preparar la comida. Alex volvió a mirar las cartas que aún estaban sobre la mesa y a pesar de lo que le acababa de decir su madre, estaba decidido a buscarse un trabajo, e iba a empezar esa misma tarde.

Edu, Iván y su padre estaban sentados a la mesa comiendo como era habitual. Desde que su padre había descubierto que era gay, Edu estaba absorto, iba a su bola completamente y su relación con su padre era bastante fría. No estaba enfadado con él, pero se sentía raro cuando le miraba a los ojos, avergonzado de que le hubiera pillado chupándosela por debajo de la mesa a un hombre de 32 años. Nacho se había marchado a Madrid como el padre de Edu le había indicado y desde entonces Edu no había vuelto a saber nada de él, y tampoco quería.

  • Vaya ganas de la fiesta de este sábado- dijo Iván de repente para sacar algún tema de conversación.

  • ¿Vais a ir los dos?- preguntó su padre.

  • Yo sí, como me lo voy a perder- exclamó Iván

  • Yo no creo que me pase… No me llaman mucho esas fiestas… - respondió Edu poco convencido.

  • Venga, hijo, tienes que salir de casa. A esa fiesta va todo el mundo y fijo que te lo pasas bien – intentó animarle su padre – Además, a lo mejor encuentras a algún chico guapo de tu edad…

  • ¡PAPÁ!- gritó Edu para que no siguiera hablando

  • ¡¿Qué?! ¿Algún chico guapo? – dijo Iván sorprendido

  • Eh… nono… quería decir chica guapa… - intentó arreglarlo su padre

  • Edu… ¿eres gay? – preguntó Iván muy secamente

  • Sí, Iván, pero tienes que entend…

  • Ag, pero qué asco ¡un hermano maricón!

  • ¡IVÁN! No te consiento que trates así a tu hermano, le vas a respe…

  • ¡Déjame en  paz! Yo me piro, se ha quitado el apetito- dijo Iván mientras se levantaba de la mesa bruscamente

  • Muchas gracias, papá… Si ya nos llevábamos bastante mal…

  • Lo siento hijo, pero pensé que tu hermano no tendría ningún problema. No entiendo como un hombre educado en otra época como yo puede asumirlo perfectamente y un chaval joven que debería ser más liberal reacciona así…

  • Todos los jóvenes heteros de hoy en día son así, papá, ya lo tengo asumido… - dijo Edu mientras bajaba la cabeza con resignación

Iván fue hasta su habitación y cerró la puerta de un portazo. Su hermano era gay. Se lo repitió varias veces en su cabeza, pero en todas las ocasiones le seguía partiendo el alma. Era algo que se había imaginado desde hacía algunos años, su hermano no se comportaba de igual forma que el resto de chicos de su edad. Aún albergaba alguna esperanza de que fuera una simple sospecha, pero ahora había llegado la confirmación: su hermano era gay. Y de repente, Iván sintió pena, pensando en todo lo que su hermano pequeño iba a tener que sufrir simplemente por ser así. Él no era homófobo, simplemente era una apariencia, pero había mucha gente por el mundo que de verdad odiaba a los gays. Y lo peor llegaría cuando se enamorara de un hetero, cuando su amor no fuera correspondido y tuviera que sufrirlo en silencio, resignándose a que nunca estaría junto a la persona que en verdad ama… Iván sintió ganas de ir a su hermano y abrazarle para decirle al oído que él, su hermano mayor, siempre estaría ahí para protegerle, pero no podía hacerlo. Su relación no se lo permitía, se había creado entre ellos dos un muro que los mantenía completamente separados.

Decidió apartar estos pensamientos de su cabeza y encendió encender el ordenador. Necesitaba hablar con alguien, y ese alguien era Varo, la única persona con la que podía ser sincero, aunque evidentemente había partes de su vida que le había ocultado, por el simple hecho de mantenerle a su lado, para que no se alejara de él al descubrirlas, lo último que deseaba en el mundo era perder a su mejor amigo.

Necesitaba hablar con él y por tanto se alegró enormemente al verle conectado en el Skype. Le invitó a una videollamada, se habían acostumbrado a hablar por la cam cara a cara en vez de solamente escribirse.

I: Tío, vas a flipar

V: ¿Qué ha pasado?

I: Edu es gay, joder, estoy flipando

V: Bueno tio pero era algo que sospechábamos, ¿no?

I: Sí, lo sé, pero no sé, hoy lo ha confirmado y se me hace tan extraño… Joder, un hermano gay

V: Venga tío que no es tan raro…

Varo sabía perfectamente lo que su amigo pensaba acerca de la homosexualidad. Ya le había sacado el tema varias veces para conocer su opinión y en todas esas ocasiones su reacción no había sido buena. Lo de Edu era algo que todo el mundo se imaginaba, pero que nunca se había confirmado, y a Varo desde luego no le sorprendía. “Es gay el hermano equivocado”, pensó para sus adentros.

Estuvieron hablando durante un buen rato como habitualmente solían hacer, hasta que Iván se despidió diciendo que tenía que hacer unos deberes, pero cuando su cam debería haberse desconectado, Varo seguía viéndole perfectamente. Se había olvidado de cerrar la conversación y su amigo seguía tan tranquilo en su habitación pensando inocentemente que ya no era observado por nadie. Varo estuvo a punto de decírselo, pero la oportunidad de poder contemplarle fue muy tentadora, así que prefirió callarse y poder seguir viéndole. Estaba loco de amor por él, sabía que tenía muchos defectos pero para él era el hombre perfecto y al mirarle fijamente sentía como su corazón comenzaba a latir a una velocidad exagerada en su pecho. No sabía que se podía querer tanto a una persona.

Varo pudo ver como Iván no le había mentido y como sacaba los apuntes de Biología, pero solamente estuvo con ellos unos cinco minutos. Luego, su mirada fue a parar al ordenador y tecleó algo que evidentemente Varo no pudo saber lo que era. Y de repente, la cara de Varo cambió por completo al ver como se quitaba la camiseta y empezaba  sobarse el pecho. Pero su asombro fue mayor cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer su amigo: se iba a masturbar. Varo empezó a sentirse mal por invadir de esta maneta la intimidad de su amigo sin que él lo supiera, pero todos estos remordimientos huyeron en cuanto vio como Iván se bajaba los pantalones y el bóxer para dejar al aire su precioso miembro, que poco a poco se iba endureciendo en sus manos.

Varo no pudo resistirse y optó por hacer lo mismo que su amigo y deshacerse de su ropa de cintura para abajo para poder él masturbarse mientras contemplaba esa imagen que le dejaba embobado. Era consciente de que si Iván por algún casual abría la pestaña del Skype le descubriría, pero en ese momento eso le importó poco. Sus ojos no podían dejar de ver como Iván se daba placer, seguramente para liberar las tensiones que tenía acumuladas. El ritmo de su paja era frenético, estaba claro que Iván no quería perder mucho tiempo y quería correrse pronto. Varo trató de seguir en todo momento el ritmo que él marcaba, como si de alguna forma eso significase que se la estaban haciendo juntos, cara a cara.

Durante unos diez minutos estuvieron machacándosela los dos amigos, hasta que de la polla de Iván comenzaron a salir disparados varios trallazos de lefa que llegaron hasta su pecho. Al ver la cara de placer de su amigo al correrse y su apetecible semen saliendo de su polla, Varo no pudo resistirse y se corrió él también. Soltó una cantidad abundante de semen, y cuando todo estuvo en su cuerpo, lo fue cogiendo con los dedos para llevárselo a la boca, imaginándose que el que se estaba tragando era el de su amigo. Volvió a mirar a la cam de su amigo y vio como éste se limpiaba con un clínex, ajeno totalmente a que su amigo había visto hasta el último detalle de su paja, y que había disfrutado enormemente masturbándose a la vez que él. Los remordimientos volvieron a la cabeza de Varo e inmediatamente cerró la conversación, pero el recuerdo de ver a Iván satisfaciendo sus necesidades no se le borraría nunca de su cabeza.

Edu ayudó a recoger a su padre la cocina y después se encerró en su cuatro como solía hacer. La reacción de su hermano no le había sorprendido, sabía cómo era la forma de pensar de Iván y la verdad era que le daba igual, mientras no le molestase él seguiría pasando de él como hasta ahora. Durante estas dos semanas, Edu se había desatado más que nunca. Cada dos días solía meterse en el chat gay de su ciudad con el objetivo de quedar con alguien para follar. Se había convertido en una práctica habitual ya en él, lo de que un desconocido le penetrase sin compromiso. Pero se había prometido así mismo que con ninguno volvería a quedar, no permitiría que le pasase otra vez lo de Nacho. Follaba con un tío una tarde y al día siguiente ya ni se acordaba de él. Había ampliado bastante sus límites de edades, y hasta había quedado alguna vez con algún madurito de unos 40, pero esa tarde le apetecía alguien joven que le diese lo suyo. Por tanto, entró en el chat general y puso el siguiente mensaje:

“Joven pasivo MUY vicioso busca joven activo que le folle esta tarde”

Del aluvión de respuestas que recibió, fue rechazando a los que pasaban los 22 años y a lo que le quedaron les fue haciendo las típicas preguntas para seleccionar al más adecuado. Finalmente se quedó con dos, a los que pidió foto y se dejó guiar por ella. Quedó con un chico de 19 años que no tenía sitio pero sí que tenía coche, y a Edu con eso le bastaba. Nunca lo había hecho en un coche y estaba deseando añadirlo a su lista de cosas hechas.

Quedaron a las seis delante del centro comercial y el chico, que se llamaba Jorge, le dijo como era su coche para que lo reconociese. Edu al verlo entró en el asiento del copiloto y se saludaron con un apretón de manos. Jorge era bastante guapo, tenía el pelo corto y estaba bastante mazado. No tenía nada de pluma y parecía ser bastante macho, como le gustaban a Edu los hombres. Jorge arrancó el coche y fueron hasta un polígono industrial a las afueras de la ciudad donde había más coches aparcados, que seguramente estarían allí por lo mismo. En cuanto aparcó el coche, Jorge intentó sacar algún tema de conversación pero Edu fue directo al grano y se lanzó a besarle frenéticamente. Éste al principio se sorprendió y fue Edu el que llevó la iniciativa, pero poco a poco Jorge fue imponiéndose dejando claro que él era el macho dominante. Estuvieron un buen rato metiendo las lenguas en la boca contraria con bastante sensualidad y morbo, y pronto las manos de Edu fueron a parar al paquete de Jorge, que debido al excitante beso, ya estaba bastante abultado. Le desabrochó la bragueta y apartando hacia un lado el bóxer consiguió sacar su polla. Era bastante pequeña en comparación con lo que estaba acostumbrado Edu, debían ser unos 15 centímetros, pero era bastante gordita. Lejos de hacerle ascos, Edu se lanzó a ella para empezar a chuparla. Se notaba que Jorge se había duchado antes de quedar con él y que se la había lavado a conciencia, porque apenas sabía a sudor y de hecho olía un poco a gel de ducha. En varias ocasiones, Jorge puso sus manos apretando la cabeza de Edu para que se la tragara entera, pero eso a Edu no le provocó ninguna arcada, ya que su boca estaba acostumbrada a pollas bastante más grandes.

  • Para tío que me corro – dijo Jorge entre gemidos

  • Uy pues no puedes correrte, que todavía tienes que follar este culito hambriento- dijo Edu con su voz de guarra viciosa mientras se incorporaba para volver a besarle

  • Vamos para la parte de atrás- dijo Jorge, que estaba más cachondo que nunca

Los dos chicos salieron del coche y volvieron a entrar por las puertas traseras. En cuanto se volvieron a encontrar, fueron directamente a besarse como si hiciera una eternidad que no probaban los labios del otro. Se fueron quitando la ropa lo más rápido que pudieron hasta que ambos estuvieron completamente desnudos. Debido al calor que hacía en el coche y al poco espacio que tenían se veían obligados a estar pegados el uno con el otro lo que hacía que sus cuerpos estuvieran sudorosos, pero eso no hacía más que aumentar el morbo que les invadía en esos momentos.

  • Ponte a 4 patas con la cara en el cristal – dijo Jorge jadeando, estaba deseando metérsela ya de una vez

  • Puedes metérmela estando cara a cara, lo tengo muy abierto – le respondió Edu demostrando así una vez más su experiencia sexual

  • Eres perfecto tío

Jorge rebuscó en el bolsillo de su pantalón para sacar un condón y se lo colocó sobre su polla erecta. Se tumbó ocupando los asientos traseros y Edu se posicionó encima suyo, quedando su culo a la altura del miembro de Jorge, que se lo introdujo todo de una vez provocándole un gran gemido. Edu decidió ser él el que marcara el ritmo de la follada y comenzó a cabalgarle todo lo rápido que pudo. La polla de Jorge entraba y salía de su culo perfectamente provocándole a ambos un gran placer. La posición en la que estaban, les permitió poder besarse mientras seguían follando salvajemente. Jorge llevó sus manos hasta la polla de Edu para pajearle y al poco rato se corrió sobre su pecho soltando una abundante cantidad de leche. Seguían follando, pero Edu dejó de besarle para empezar a lamer su propia lefa, dejando reluciente el pecho de Jorge. A pesar de haberse corrido, Edu continuó cabalgando velozmente a Jorge, que cuando notó que se iba a correr le avisó. Entonces, Edu paró en seco y se sacó la polla de Jorge del culo. Le quitó el condón y bajó hasta que su boca quedó a la altura perfecta para hacerle una buena felación. A los pocos segundos de empezar a chupársela, Jorge no pudo aguantar más y se corrió sin miramientos en la boca de Edu, que no dudó en tragarse hasta la última gota de semen que salió de esa polla.

En cuanto acabaron, Edu cogió su ropa y se vistió mientras Jorge se fumaba un cigarro exhausto tras el brutal pollo que acababan de echar.

  • Venga, vístete y llévame a casa – dijo Edu, que cuando ya estuvo vestido pasó al asiento del copilto.

  • Uy que prisas tienes pequeñín, ¿no te apetece quedarte un ratín más por si luego nos apetece repetir?- dijo Jorge intentando convencerle para que Edu no se le escapara. No podía permitirse no volver a ver a esa máquina sexual.

  • Mira, Jorge, creí que te había quedado claro cuando te lo dije por el chat. Yo no repito con ningún tío, así que llévame al centro comercial para que pueda irme a mi casa y ya nos despedimos para siempre.

  • Bueno vale eh, tranquilo – dijo Jorge mientras empezaba a ponerse la ropa resignándose a asumir que no volvería a follar con ese chaval. Condujo otra vez hasta el centro comercial y una vez que llegaron, Edu se apeó del coche y se despidió con un simple “hasta luego”.

Alex se pasó la tarde yendo de bar en bar para ver si en alguno necesitaban un camarero, pero no tuvo suerte. En la mayoría no necesitaban más personal y en los que sí querían un nuevo camarero no le contrataban por ser menor de edad. Eran casi las ocho cuando llegó al último bar del barrio, en el que también le rechazaron. Resignado, decidió tomarse algo allí para descansar de la caminata que se había pegado toda la tarde. A su madre le había dicho que salía a dar una vuelta con sus amigos, y a pesar de que era lunes le dejó salir con la condición de que volviera pronto para hacer los deberes, así que debería ir regresando a casa. Cuando estaba a punto de irse, un chico se sentó al lado suyo y pidió al camarero lo mismo que estaba tomando él.

  • Veo que andabas buscando trabajo – inició conversación el chico. Alex le miró de arriba a abajo antes de responderle. Debía tener unos 22 años, no era muy alto y tenía el pelo muy corto. Desprendía un fuerte olor a colonia.

  • Sí, pero no ha habido suerte… - respondió Alex desanimado.

  • ¿Necesitas mucho el dinero?

  • Sí, la verdad es que sí, no es por capricho, es por necesidad- contestó Alex recordando la dura situación que estaban atravesando.

  • Vaya, lo siento. Eres muy guapo, chaval, muchos tíos pagarían por tener tu cuerpo.

  • Gracias- dijo Alex un poco ruborizado, pensando que le había lanzando un simple piropo.

  • No me has entendido. Quiero decir que muchos hombres pagarían por tenerte en su cama. No son las mujeres las únicas que pueden sacar dinero vendiendo su cuerpo.

  • Eh… Yo no soy… gay… - respondió Alex sin saber muy bien que decir, estaba completamente sorprendido.

  • Nadie está hablando de lo que eres o lo que dejas de ser- se rió el chico- Estamos hablando de conseguir dinero fácil. Fijo que sabes echar buenos polvos, y al ser tan jovencito y guapo, los hombres se pegarían por ti. Y no solo maduritos, te sorprendería la cantidad de chicos jóvenes que vienen a mi local.

  • ¿Local?

  • Sí, perdona, no me he presentado, soy Jony, uno de los dueños del Night Club. No creo que te suene si eres hetero, pero puedes pasarte algún día de estos para ver el ambiente y te podría hablar de lo que ganarías…

  • Lo siento, pero no estoy interesado en la prostitución, y menos en la gay…

  • Entonces no necesitas tanto el dinero, porque si de verdad tuvieras necesidad harías lo que fuera. Además, reniegas de este negocio, pero fijo que ya le has hecho alguna pajilla a algún amigo a cambio de algo.

Y después de que Jony dijera esto, Alex inmediatamente recordó cuando hace unas semanas masturbó a Rodrigo en señal de agradecimiento por ayudarle a estudiar, o cuando se la chupó  a Marcos para que él y Llorián le perdonasen.

  • Lo siento, Jony, encantado y gracias por la propuesta, pero me tengo que ir ya…

  • Bueno, llévate mi tarjeta al menos y te lo piensas. Nos haría mucha ilusión tenerte entre nosotros y créeme, trabajando en el Night Club todos tus problemas económicos desaparecerían de un plumazo.

Alex simplemente cogió la tarjeta y asintió, para luego salir del bar. La cabeza le daba vueltas y en su mente retumbaban algunas de las frases que Jony le acababa de decir, y poco a poco, la idea de ganar dinero a costa de su cuerpo se iba haciendo cada vez más apetecible.

A las 8 en punto, Rodrigo llegó a casa de Francisco. No solía ser muy puntual, pero esta vez la ocasión lo merecía. Picó en el piso que tenía apuntado y su profesor le abrió y le invitó a pasar a sentarse al salón. Estaba solo, aunque por las fotos Rodrigo supo que tenía mujer y dos hijos.

  • Sabía que vendrías. Se nota que eres un chico preocupado por su futuro que sabe lo que tiene que hacer- dijo Francisco mientras se sentaba al lado suyo- ¿Te apetece tomar algo, para comer o para beber?

  • No, gracias, estoy bien- dijo Rodrigo. Estaba bastante nervioso ya que nunca había ido a casa de un profesor.

  • Bueno, pues vamos directos al grano. Te habrás imaginado que lo que tendrás que hacer para sacar el curso con nota y para que se me olvide que te pillé fumando un porro van a ser trabajos relacionados con mi asignatura, pero para nada. Quiero que seas mi putita.

  • ¡¿Perdón?!- dijo Rodrigo casi en grito, deseando haber escuchado mal.

  • Sí, mi putita o mi sumisa, como prefieras llamarlo. Estarás a mi disposición durante todo el curso y… Bueno, mejor será que leas de que va todo esto para que sepas bien lo que vas a tener que hacer y a lo que te vas a comprometer. Aún estás a tiempo de echarte atrás, pero recuerda que eso supondría tu expulsión inmediata.

Rodrigo no contestó, estaba pálido por lo que le acababa de proponer Francisco y simplemente se limitó a estirar la mano para leer el papel en el que estaban sus normas.

NORMAS DEL SUMISO

1. El período durante el que el sumiso tiene que estar comprometido con el Amo va desde el momento de la primera conversación hasta el último día de curso.

2. El sumiso no podrá hacer nada sin la autorización del Amo, deberá pedir permiso si desea realizar cualquier actividad.

3. Queda totalmente prohibido que el sumiso mantenga relaciones sexuales con personas que no sean el Amo.

4. El sumiso deberá proporcionar al Amo todas las contraseñas de sus cuentas en redes sociales.

5. El sumiso no podrá hablar con NADIE de esta relación.

6. El Amo castigará al sumiso por un comportamiento inadecuado con los métodos que considere adecuados. El sumiso deberá aceptar sin protestar el castigo.

PD: En el caso de que el sumiso no cumpla algunas de estas normas, el acuerdo quedará automáticamente roto, lo que significará que el Amo utilizará las medidas que considere oportunas contra el sumiso.

Rodrigo leyó unas tres veces sus normas de arriba a abajo. Cuando creyó que ya había asimilado todo, tragó saliva. Se estaba empezando a encontrar mal, la cabeza le daba vueltas y lo único que deseaba era despertarse y que todo hubiera sido una pesadilla. La voz de Francisco le sacó de su bloqueo.

  • ¿Y bien? ¿Aceptas?

  • Qué otra opción me queda… - contestó Rodrigo con una voz casi inaudible y sin apartar la mirada de las normas.

  • Perfecto. Al principio te costará, lo sé, pero acabará gustándote. Yo te voy a enseñar a ser un sumiso perfecto, nunca olvidaremos este año. Y mira, para que veas que conmigo te va ir muy bien, aquí tienes el examen que vuestra profesora de Biología os va a poner el viernes. Hoy cuando entré a vuestra clase te vi un poco liado con la Bioquímica y espero que con esto tengas el 10 asegurado.

  • Mu… muchas gra… cias- balbuceó Rodrigo.

  • Bien, y ahora puedes irte a casa. Este sábado por la tarde volverás a mi casa, tendremos la primera toma de contacto.

  • ¿Este sábado? Es que es la fiesta del Ginger…

  • RODRIGO. Durante esta semana léete bien las normas. Te hará falta aprender unas cuantas cosas para que no me enfade. Y ahora puedes irte a casa. Nos vemos el sábado. ¿De acuerdo?

  • Sí.

  • ¿SÍ QUÉ?

  • Sí, Amo.

CONTINUARÁ