ETERNA JUVENTUD. Cap4. Jornada de dudas.

Los adolescentes nunca tienen nada claro, y por tanto, deberán resignarse a que las dudas siempre les acompañen...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 4: JORNADA DE DUDAS.

El timbre del instituto sonó a las ocho y cuarto anunciando el comienzo de las clases. Era lunes, 24 de septiembre, y al día siguiente la clase de 1ºA de Bachillerato tendría su primer examen del curso, el de Física y Química. Debido a la fiesta de Alberto ese sábado y a la posterior resaca, casi nadie había empezado a estudiar, lo que significaba que deberían pegarse una buena maratón de Formulación esa misma tarde.

Precisamente a primera hora los lunes tenían Física y Química y cuando entró Francisco anunció que esa clase la iban a aprovechar para hacer un repaso general a todo lo que entraba para el examen del día siguiente y así poder resolver todas las dudas. Sin embargo, bastaba con echar un vistazo general a la clase para darse cuenta de que casi ninguno de los alumnos estaba prestando atención a lo que el profesor estaba explicando.

Iván y Varo habían decidido poner sus sudaderas sobre la mesa y apoyar la cabeza sobre ellas para poder tener una hora de sueño más. El examen no les inquietaba mucho dado que ya lo habían hecho hace justamente un año y aunque ninguno de los dos lo había aprobado, tenían copiadas las preguntas y confiaban en que Francisco pusiera el mismo, o al menos muy parecido. A bastante distancia de ellos se encontraba Alberto. Tenía cara de no haber dormido nada en toda la noche y a pesar de que trataba de prestar atención a Francisco para poder ir entendiendo la materia, no conseguía evitar evadirse. No paraba de recordar el beso que le había dado a Miguel en su propia casa, y cada vez que lo hacía le venía a la mente la imagen de su novia, lo que le hacía sentirse fatal. Sabía que Miguel no diría nada, pero no era eso precisamente lo que le preocupaba… Se encontraba hecho un lío, y por el momento prefería distanciarse un poco del chico nuevo que acababa de poner su vida patas arriba.

Desde la última fila, Miguel no podía parar de contemplarle. Se había pasado la noche en vela recordando el contacto de sus labios con los de Alberto. No había podido evitar imaginarse que el beso hubiera continuado y acabado en un polvo entre ellos dos. Aunque sabía perfectamente que esa situación era imposible, mientras estaba en la cama su imaginación había echado a volar pensando en como sería hacer el amor con Alberto. Evidentemente, había acabado masturbándose pensando en ese chico que poco a poco le estaba robando el corazón. Ahora le miraba a escondidas y le parecía encantador ver como se aplicaba en clase, era tan mono… Lo que no le hacía tanta gracia era ver a Sofía, su novia, sentada al lado suyo. No había cruzado ni una sola palabra con ella, pero no la soportaba. Se daba cuenta de que su odio hacia ella era infundado y que nacía de la envidia que sentía por estar en su situación.

  • ¡Tío, despierta!- le dijo Mario mientras le propinaba una colleja- Que te quedas embobado mirando el vacío…

  • No, tío… que estaba atendiendo eh… - intentó decir Miguel mientras volvía a la cruda realidad.

  • Ya, ya, claro. Haz lo que quieras pero yo que tú atendería porque te aseguro que este cabrón no va a poner el examen nada fácil…

  • ¿Tú que tal lo llevas?- preguntó Miguel a su compañero de pupitre fingiendo interés.

  • De pena, no tengo ni idea. Pero te aseguro que no lo voy a suspender… - le respondió Mario, y en su rostro se vislumbró una sonrisa maliciosa.

Miguel simplemente asintió y se quedó mirando a Mario. Este chico cada vez le inquietaba más. Desde el primer momento en que habló con él supo que era alguien misterioso y con bastantes complejidades, pero después de lo que había hecho en la fiesta de Alberto estaba completamente desconcertado. Sin embargo no quería alejarse de él a pesar de la desconfianza que le producía, ya que era el único que se había acercado a él.

Dos asientos más adelante estaban Marcos y Llorián. A pesar de que sus miradas estaban fijas en la pizarra y de vez en cuando copiaban algo en sus respectivas libretas, estaba claro que ninguno de los dos era capaz de concentrarse para asimilar los nuevos conocimientos. Estaban muy enfadados con Alex y Rodrigo, que se sentaban justo detrás de ellos. Normalmente en clase se encontraban girados para poder hablar y bromear con sus dos amigos, pero en esta ocasión su espalda estaba completamente erguida y apoyada en los respaldos de sus sillas. Se encontraban muy dolidos no solo por el ridículo que habían hecho sino también porque dos personas a las que consideraban buenos amigos les habían utilizado para echarse unas risas sin pensar en sus sentimientos y las ilusiones que se habían hecho.

Alex y Rodrigo se encontraban detrás de ellos y a pesar de que en varias ocasiones habían intentado llamarles para hablar de cualquier cosa como de costumbre, no obtuvieron respuesta alguna. Las risas que se habían echado ayer por la tarde no compensaban haber perdido a dos de sus amigos, y lo peor era que ponían en peligro la estabilidad del grupo.

  • Hay que hacer algo para que estos dos nos perdonen, tío… - dijo Alex en voz baja para que no le oyeran.´

  • Ya… Pero déjalo para mañana tío, que llevo fatal el examen y tengo que ponerme a tope esta tarde… - le respondió Rodrigo sin apartar la mirada de la pizarra.

  • Yo tampoco tengo mucha idea… ¿Te importaría que esta tarde quedáramos para que me expliques algunas cosas?

  • Vale, así se me hace más ameno, me paso por tu casa a eso de las seis. Y ahora calla que se va a poner explicar lo del Carbono que es lo que peor llevo.

Alex asintió y obedeció a lo que le dijo Rodrigo. Eran amigos desde que eran pequeños y entre ellos dos había más complicidad que con el resto del grupo. No tenían secretos el uno con el otro y era habitual que quedaran para estudiar. Rodrigo siempre solía sacar dieces y Alex iba un poco más justito pero en la ESO lo había ido aprobando todo en parte gracias a las clases particulares de su amigo. Ahora en Bachillerato, Rodrigo estaba todavía más centrado si cabe en los estudios, ya que las notas empezaban a contar y su mayor deseo era conseguir entrar en Medicina. Alex sin embargo aún no tenía claro que quería hacer tras acabar el instituto, no había nada que le llamase la atención e incluso no tenía claro si lo suyo eran las Ciencias. Se había metido en este Bachiller porque era lo que habían escogido todos sus amigos, pero ni la Química ni la Biología le apasionaban especialmente.

Delante de Alberto y Sofía se encontraba Sergio, que normalmente siempre se sentaba con Alberto, pero desde que había empezado a salir con Sofía solo se sentaba con ella. Por tanto, este año Sergio tenía como compañero a Edu. Edu no tenía mucha relación con el grupo de amigos ya que era el primer año que iba a clase con ellos, pero solía llevarse bastante bien con Sergio. Sin embargo, ese día Sergio se encontraba totalmente callado. Su cuerpo estaba presente en esa clase pero era como si su alma se hubiese ido. Era incapaz de poder pensar en otra cosa que no fuera en Adrián, su entrenador. No sabía si lo que sentía era solamente pasión y deseo o había algo más, pero lo que estaba claro era que le había hecho descubrir una parte de él que estaba oculta en su interior: su homosexualidad. La paja que se había hecho ayer viendo porno gay había confirmado su orientación, algo que siempre había negado y obviado. Ahora sentía muchísimas ganas de ver a su entrenador, pero hasta el martes no volvían a tener entrenamiento, pero le apetecía pasarse a hacerle una visita por su despacho… Aunque solo fuera para hablar. A su lado, en contraste, Edu se encontraba radiante y feliz después de la follada del día anterior. Intentaba sacarle tema de conversación a Sergio para hacer la clase más entretenida, pero era imposible mantener un diálogo fluido ya que Sergio solamente le respondía con monosílabos, así que Edu acabó desistiendo.

Finalmente, tras 55 minutos largos y angustiosos, el timbre puso fin a la primera hora de clase del día. A pesar de que Francisco se había esforzado en hacer que todos sus alumnos fueran capaces de entender todo lo que les entraba para el examen, sus caras mostraban más desconcierto ahora que al principio de la clase. Ante tal panorama, Francisco solamente les recomendó que se mataran a estudiar porque sino los resultados serían decepcionantes.

Las cinco clases restantes pasaron con la misma lentitud que la primera, la verdad es el horario del lunes era bastante matador. Por ellos, a las dos y media todos se sintieron liberados al poder abandonar el instituto, aunque esa felicidad les durase poco ya que nada más llegar a casa tendrían que ponerse delante del libro de Física y Química.

Todos salieron de clase como una manada hambrienta en busca de su presa, pero Sergio decidió demorarse un poco a propósito fingiendo que tenía que preguntarle a la profesora de Biología unas dudas que tenía. Su intención era que cuando todos los demás alumnos hubieran abandonado el instituto, él se pasaría a hacerle una visita a Adrián, en quién no había podido parar de pensar en toda la mañana. Además de entrenador del equipo de fútbol, Adrián también daba clases de Educación Física a los cursos más bajos, por lo que por las mañanas también se encontraba en el instituto. Picó suavemente en la puerta de su despacho y escuchó como Adrián decidía “adelante” desde dentro. Solamente con oír su voz ya empezaba a sentir cierto cosquilleo en su barriga. Tras unos segundos frente a la puerta, al fin se decidió a entrar, y la expresión de Adrián cambió por completo al verle entrar.

  • Hombre hola Sergio, ¿qué tal todo?- preguntó Adrián con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Muy bien… ¿y tú?- respondió Sergio con bastante timidez.

  • Bien bien, ahora que por fin te has dignado a venir a hacerme una visita mucho mejor… Te he echado de menos…

  • Ya… Venía para decirte que lo del otro día me dejó hecho un lío pero… pero…- le comenzó a explicar Sergio titubeando.

  • ¿Pero qué? ¿Te gustó?

  • Sí. Mucho. No he podido parar de pensar en ello.

  • Pues entonces como yo… Te he dedicado mis mejores pajas… - le susurró Adrián al oído, acercándose cada vez más a él.

Sergio se quedó callado y fue en ese momento cuando Adrián se dirigió a la puerta para cerrarla con llave.

  • Ya podemos disfrutar de más intimidad… - le dijo Adrián con sensualidad.

Se fue acercando poco a poco a él y cuando llegó a él, en vez de besarle en los labios, comenzó a darle pequeños besos en el cuello, cosa que a Sergio le encantaba y le volvía loco. A continuación, el entrenador subió la cabeza y empezó a mordisquearle la oreja mientras de vez en cuando le susurraba al oído lo bueno que estaba o lo mucho que le ponía. Durante este rato Sergio se mantuvo quieto, más que nada por vergüenza, aún no estaba acostumbrado a este tipo de situaciones con un chico, ya que con las chicas siempre llevaba él la iniciativa. Pero llegó un punto en el que estaba tan cachondo por la comida de cuello y de oreja que se decidió a empezar a sobar a su entrenador. Posó de esta manera sus manos en su culo y se puso a masajearlo torpemente. Tras esto, metió las manos por debajo de la camiseta de Adrián y sobó sus marcados abdominales, recorriéndolos de arriba abajo con sus dedos, como si estuviera tocando un piano. También llegó a sus pezones, los cuales apretó suavemente y pudo notar como Adrián daba un respingo cuando lo hizo. Tras un buen rato así, por fin sus bocas se juntaron y se fundieron en un apasionado beso. Sus lenguas se juntaron y juguetearon la una con la otra en el interior de sus bocas, pudiendo sentir como si estuvieran unidos.

Mientras se besaban, sus pollas comenzaron a endurecerse dentro de sus pantalones y debido a la proximidad a la que estaban era inevitable que sus paquetes chocaran el uno con el otro, cosa que les excitó sobremanera. El beso se prolongó bastante tiempo y de ser por Sergio se hubiese quedado así eternamente, pero Adrián se separó dispuesto a dar un paso más. Apoyó al chico en su mesa y llevó sus manos a su paquete para sobárselo por encima del pantalón y notar como estaba cada vez más duro. Sergio estaba muy cachondo y deseoso de que su polla saliera de una vez de esos pantalones que le oprimían se lo dijo sin rodeos a Adrián.

  • Sácamela ya

  • Mmmm… Veo que vas perdiendo la vergüenza, eso me gusta… - dijo Adrián mientras hacía caso a lo que el chico le acababa de decir.

Primero le quitó el cinturón para poder bajarle el pantalón y dejarle solamente en boxers, contemplando esa maravillosa polla completamente erecta pero doblada en su ropa interior. En el boxer se observaban algunas gotas de precum, lo que era otro indicio de lo cachondo que se había puesto Sergio con el beso y el sobeteo de antes. Tras hacerse de rogar unos segundos, Adrián le bajó el boxer hasta las rodillas y la polla de Sergio dio un golpe contra su barriga. Adrián llevó su mana derecha y comenzó a descapullarla suavemente mientras con la mano izquierda le sobaba los huevos sudados y peludos sensualmente.

  • Tu arma ya está libre… ¿Qué quieres que haga con ella?

  • Chúpamela- dijo Sergio en un impulso y casi sin pensar, lo que provocó una leve risa de Adrián.

  • Tus deseos son órdenes…

Adrián se puso de rodillas y continuó masturbando el duro pene de Sergio y lentamente fue acercando su boca a él, para comenzar a lamérsela de arriba a abajo, como si estuviera limpiándola. Técnicamente era eso lo que hacía, ya que debido al calor que había hecho ese día, estaba bastante sudado. Pero lejos de darle asco, eso excitaba aún más al entrenador. Comenzó a metérsela poco a poco en la boca. Iba hasta la mitad para después sacársela entera y volver a hacer lo mismo, pero cada vez se metía más trozo de polla, hasta que por fin los 17 centímetros de Sergio estuvieron enteros en su boca. Parecía que no le costaba tenerla en la boca, por lo que Sergio dedujo que tenía experiencia en eso de chupar pollas. Adrián continuó metiéndose y sacándose la polla de Sergio de la boca, como si éste se lo estuviera follando, aunque el ritmo no era rápido. Mientras tanto, su mano izquierda continuaba jugueteando con los huevos de Sergio, el cual cada vez iba gimiendo más.

  • Fóllame la boca- dijo Adrián en una de las veces que tenía su polla fuera de la boca.

Sergio, que seguía apoyado en la mesa, se incorporó y se puso de pie. La timidez que tenía al principio de este encuentro había desaparecido por completo. Adrián no separaba su boca de la polla de Sergio, como si al dejar de chuparla se quedara sin vida. Sergio agarró la cabeza de su entrenador y empezó a hacer lo que éste le dijo: follarle la boca. La velocidad fue elevada desde el principio y Sergio metía bruscamente su polla en la boca de Adrián sin miedo a provocarle arcadas, era una buena follada en toda regla. Por primera vez desde que tuvieron su primer encuentro sexual, Sergio sentía que era él el que llevaba el control de la situación.

  • Me… me… voy a… correr…- dijo Sergio entre gemidos después de un buen rato follándose la boca de Adrián

Ante este aviso, Adrián se apartó y se incorporó, llevando a Sergio hacia la camilla en la que le había masturbado hacía unos días. Le tumbó y mientras su mano derecha estaba agarrada a la polla del chaval, con la izquierda comenzó a bajarse el pantalón de chándal que tenía puesto. Su polla quedó en libertad por primera vez desde que habían empezado a enrollarse y como era evidente, estaba completamente dura y chorreaba precum. Entonces, Adrián empezó a hacerse una paja al mismo tiempo que se la hacía a Sergio. El joven se corrió casi al empezar la masturbación debido a que llevaba bastante tiempo siendo felado. Su semen salió disparado hacia su pecho en unos cinco trallazos. Adrián cambió su postura y se colocó de modo que su polla apuntaba hacia el pecho de Sergio. De esta forma, cuando minutos después empezó su corrida, toda su lefa fue cayendo sobre él, mezclándose con la que el chico había eyaculado anteriormente.

Después de que la última gota de semen salió de su polla, Adrián se inclinó para besar tiernamente en los labios a su jugador favorito. Este beso ya no era salvaje y sexual como los anteriores, sino que era más cálido y dulce, símbolo de que lo que estaba empezando a nacer entre ellos era algo más que una relación puramente carnal.

Como siempre, Alberto se despidió de Sofía a la salida del instituto ya que a ella la bajaba su padre en coche y él iba andando con sus cinco amigos. Sin embargo, por más que esperó en el sitio donde se encontraban siempre para dirigirse hacia sus casas, ninguno de ellos apareció por allí. Alberto dedujo que había estado demasiado tiempo despidiéndose de su novia y que sus amigos pasaron de esperarle debido a que no podían perder ni un minuto de la tarde de estudio que tenían por delante. Su hipótesis era correcta en el caso de Alex y Rodrigo, pero lo que no sospechaba era que Marcos y Llorián se habían ido directamente porque querían distanciarse de ellos. Evidentemente, tampoco acertó en el caso de Sergio, que en esos momentos se encontraba en el despacho del entrenador pasando un buen rato.

Después de esperar unos minutos, decidió marcharse en dirección a su casa. Por el camino, vio como a lo lejos iba andando tranquilamente Miguel. Al verle recordó de repente todo lo ocurrido la tarde anterior con este chico nuevo y su cuerpo se dividió: mientras que su corazón le incitaba a ir corriendo hacia él, su cabeza le aconsejaba que lo más sensato era poner distancia con él. Finalmente, como en la mayoría de los casos, el corazón fue el que venció, y Alberto apuró el paso para poder dar alcance a Miguel, al que dio una colleja a modo de saludo.

  • ¡Qué susto me has dado!- dijo Miguel visiblemente más calmado cuando vio que el que le había dado la colleja era Alberto, justamente la persona en la que estaba pensando en esos momentos.

  • ¿Qué haces bajando solo? ¿Y Mario?- preguntó Alberto. La verdad es que en esta primera semana se había hecho habitual ver a Mario y Miguel todo el tiempo juntos, y por ello se extrañó de que el chico bajara solo.

  • Vino su padre a recogerle- le contestó Miguel. Parecía que el hecho de no ir con Mario no le afectaba demasiado.

Los dos chicos continuaron hablando todo el trayecto amigablemente sobre las clases, el examen que tenían mañana y otras banalidades que no eran nada relevantes. Se miraban el uno al otro con miradas tiernas y cercanas y en los rostros de ambos se vislumbraban dos sonrisas permanentes. Era como si se conociesen de toda la vida. Finalmente llegaron a la esquina en la que debían tomar caminos diferentes.

  • Bueno, mi casa está por aquí… Aunque ya lo sabes bien- dijo Alberto entre risas

  • Sí, la verdad es que sí… Mi edificio está bajando esta cuesta, al lado del parque ese…- respondió Miguel. Se sentía muy cómodo hablando con él, cosa que no le solía pasar con casi ningún chico.

  • Uff, no me apetece nada irme a casa… Solo de pensar en la tarde que me espera… - dijo Alberto resoplando.

  • Ya, pero es lo que toca. Bueno me voy ya, que ya estoy tardando más de lo normal y mi madre se preocupa, ya sabes, madres…- dijo Miguel poniendo los ojos en blancos.

  • Te entiendo tío, qué pesadas son- rió Alberto- Hasta mañana, me ha molado bajar contigo.

  • Y a mí- sonrió Miguel

Se dieron un apretón de manos y cada uno se fue por su lado. Miguel había notado como Alberto se había pasado el día pegado a Sofía y lo que era peor, le había estado evitando a él. Por ello, le sorprendió la actitud que había tenido Alberto ahora, pero se encontraba muy feliz tras este acercamiento. Creía que en algún momento de la conversación iba a salir el espinoso asunto del beso, que los habría hecho estar incómodos a ambos, pero había sido mejor así. Miguel era consciente de que no tenía nada que hacer con Alberto y prefería una relación de amigos antes que estar completamente separados, a pesar de que cada vez se estaba enamorando más y más de ese chico tan encantador.

Alberto llegó a casa y nada más después de comer, se sentó en su escritorio dispuesto a ponerse a tope con la Química. Sin embargo, al igual que esta mañana en clase, su mente se evadió. Solamente era capaz de pensar en Miguel. Sin poderlo evitar, sus pensamientos fueron a parar al beso del día anterior. El contacto de sus labios inundó su cabeza y al cerrar los ojos pudo sentir como si todavía estuviera besándole. El haber bajado junto no había hecho más que remover sus sentimientos y poco a poco se estaba dando cuenta de que le estaba empezando a querer. Miguel era un chico muy majo y este rato que pasaron juntos fue sin duda lo mejor del día. Se empezó a asustar al ver que se había encontrado más a gusto al estar con Miguel que con Sofía. Se acordó de que Miguel le había dicho que era gay, algo en lo que no había pensado aún. Alberto no se consideraba gay, porque su novia le seguía atrayendo y de hecho, la quería, pero no podía obviar todo lo que Miguel le hacía sentir. Por tanto, decidió que lo mejor era volver a hablar con él sobre este tema y ser sincero con él de una vez por todas.

Eran ya las seis de la tarde y Alex ya había estudiado gran parte del temario para el examen de mañana. Lo que le quedaba era lo que no entendía y por tanto lo estudiaría con Rodrigo cuando éste se dignara a llegar. Su amigo era muy impuntual, los demás siempre tenían que esperar por él, y es que a pesar de que se proponía llegar pronto, siempre se le acababa pasando la hora y llegaba con unos quince minutos de retraso, como mínimo. Por tanto, Alex supo que tenía un rato aún para relajarse antes de que Rodrigo se presentara en su casa.

Lo que más le relajaba cuando tenía exámenes eran las pajas. Después de masturbarse, su capacidad de concentración era mayor y, además, ya no estaba cachondo y no tenía la intención de llevarse las manos a la entrepierna y empezar a sobársela mientras miraba embobado el libro que tenía sobre la mesa sin enterarse de nada. Alex cogió el portátil y lo puso encima de su escritorio. Entró como un autómata en la página de porno que siempre visitaba cuando necesitaba darse placer, y se tumbó en la cama apoyado en la pared. La cama estaba justo en frente del escritorio, por lo que podía tumbarse mientras miraba la pantalla y así estar más cómodo. Debido a que todavía estaban a finales de septiembre, seguía haciendo bastante calor, por lo que no dudó en deshacerse de la incómoda ropa y quedarse completamente desnudo, ya que de lo contrario, habría empezado a sudar mucho. Su polla aún no estaba tiesa, no era de los típicos chicos que se empalmaban solo con pensar en el sexo, sino que le llevaba un poco más de tiempo y necesitaba más estímulos. Eso sí, una vez que la tenía dura, costaba mucho que le bajara si no se corría. Puso el primer vídeo que pilló y conforme iba avanzando su polla se iba poniendo cada vez más empinada, ayudada por la experta mano de Alex que subía y bajaba con maestría la piel que la cubría. Su mano iba cogiendo cada vez más velocidad lo que le hacía soltar leves gemidos de placer, hasta de repente…

RIIIIIIIIIING

Sonó el timbre de su casa, era sin duda Rodrigo que estaba picando a su puerta y Alex se descolocó, no solo por el susto al oír el fuerte sonido del timbre sino también porque no entendía porque Rodrigo no había picado en el telefonillo para entrar al portal, ya que en ese caso le hubiese dado tiempo a vestirse. Con tan poco tiempo de reacción, solamente pudo coger el boxer que estaba tirado en el suelo y ponerse para tapar a duras penas su duro rabo, aunque era imposible disimular aquella erección.

  • ¿Por qué no picaste abajo tío?- dijo Alex mientras abría la puerta a su amigo.

  • Esta abierta- le respondió Rodrigo sin poder evitar fijarse en como iba su amigo- Veo que estabas ocupado eh… y no precisamente con la Química…

  • Es que vaya oportuno que eres macho…- dijo Alex entre risas, sin tratar de ocultarle que le había interrumpido la paja. La confianza que tenían estaba por encima del pudor que podría sentir cualquier otro chico en una situación así.

Tras esta breve conversación en la puerta, Alex invitó a Rodrigo a pasar hacia su cuarto, sin darse cuenta de que no se había acordado de parar el vídeo porno que se estaba reproduciendo en su ordenador.

  • Ostia, tío, tú sí que sabes, vaya vídeo- dijo Rodrigo observando fijamente la pantalla del ordenador.

  • Venga, quítalo ya, que me tienes que explicas algunas dudas que tengo- le ordenó Alex

  • Anda, ya habrá tiempo para eso,  no me negaras que no te ha jodido quedarte a medias… Te dejo acabarte la paja y de paso me hago yo una que también ando con ganillas.

La verdad era que Alex estaba que se subía por las paredes del calentón que llevaba encima, así que no pudo negarse a la propuesta de su amigo. Se puso en la misma posición que antes quitándose el boxer. Su polla seguía exactamente igual que mientras se estaba haciendo la paja. Rodrigo comenzó a quitarse su ropa y cuando estuvo totalmente desnudo no dudó en sentarse al lado de su amigo. Ya eran muchas las veces que se habían masturbado juntos, además de las pajas con el resto del grupo, entre ellos dos había cierta intimidad que les permitía pasar buenos ratos juntos.

Como era evidente, al poco de comenzar, Alex se corrió debido a que había estado mucho más rato antes. Su semen salió disparado hacia su pecho y rápidamente cogió un clínex de la mesita para limpiarse, ya que le daba un poco de asco estar manchado de lefa. Rodrigo le contempló mientras seguía masturbándose, a él todavía le quedaba un rato.

  • Bua, hace más tiempo que una tía no me la casca… - dejó caer Rodrigo

  • ¿Y?- preguntó Alex desconcertado

  • Pues que podías hacerme un favorcillo de colegas… - dijo Alex intentando convencerle- Anda… que es solo una pajilla, es como si te la hicieras a ti mismo…

  • Tío, yo paso de mariconadas

  • No son mariconadas eh, somos dos tíos que se hacen favores. Además, yo te voy a ayudar con el examen de mañana eh, de algún modo me tendrás que recompensar, ¿no? Venga, que no te cuesta nada…

A pesar de dudar un rato, Alex finalmente acabó accediendo a la proposición de su amigo ya que era verdad que Rodrigo siempre le había ayudado con los estudios y nunca le había pedido nada a cambio. Se volvió a colocar donde estaba sentado antes y llevó su mano derecha a la polla de su amigo para comenzarla a tocar tímidamente. Era la primera vez que tocaba una polla que no fuera la suya y la sensación era extraña. Estaba caliente y pegajosa por el sudor, pero era un tacto al que Alex ya estaba acostumbrado.

  • Dale sin miedo, tío, que te acabo de ver como te has machado la tuya a tope- dijo Rodrigo para que se soltara

Alex decidió cerrar los ojos y sin pensar, comenzó a masturbar el miembro de su amigo como si fuera el suyo propio, solo que en esta ocasión él no era el que estaba sintiendo el placer. Rodrigo también cerró los ojos, para imaginarse que era alguna tía la que le estaba pajeando y no su amigo de toda la vida. La velocidad que estaba alcanzando Alex al masturbarle era considerable, y por ello Rodrigo no pudo evitar emitir varios gemidos por el placer que le estaba proporcionando. El vídeo ya había acabado pero ninguno de los dos se dio cuenta ya que ambos estaban con los ojos cerrados imaginándose una realidad diferente a la actual. Eso sí, no podían negar que no les estaba dando morbo. Tras un buen rato con un ritmo rápido, Rodrigo comenzó a contraer las piernas y los gemidos se fueron haciendo cada vez más intensos. Como Alex predijo tras ver en su amigo estos dos indicios comunes en todo hombre, Rodrigo eyaculó una gran cantidad de semen que fue directa a su pecho. Alex no soltó su polla hasta que no hubo caído la última gota de lefa, como si la estuviera exprimiendo.

  • Buffff, vaya corridón- dijo Rodrigo estirando el brazo para alcanzar uno de los clínex- ¿Qué tal es pajear un pollón como el mío, eh?

  • Una mierda tío, después de tanto tiempo acostumbrado al mío ese se me queda pequeño- contestó Alex intentando seguir la broma, aunque no podía evitar sentirse un poco incómodo tras haber hecho esto- Oye, tío, no le digas nada a los demás eh, no vaya a ser que me convierta en el pajeador del grupo…

  • Nono, tranqui colega, esto queda entre nosotros dos, secreto de hermanos- dijo Rodrigo mientras le daba una palmada amistosa en la espalda- Venga, y ahora a vestirse y a ponerse a tope con la Química que sino el cero de mañana va a ser redondo.

Y, al igual que los demás chicos de su clase, se pusieron a estudiar durante lo que quedaba de tarde. La noche fue larga pero el martes acabó llegando. El examen era a última hora. Todos eran conscientes de que el examen no iba a ser fácil, y además no lo llevaban especialmente, y por ello durante toda la mañana estuvieron inquietos y nerviosos, dando repasos a todo a pesar de que ya de poco serviría.

Durante el examen, todos intentaron más o menos responder a todas las preguntas. Iván y Varo no se equivocaron y Francisco puso el mismo examen que el año pasado, por lo que estaban convencidos de que lo aprobaban al tener ya las respuestas. Evidentemente, pusieron alguna respuesta errónea para disimular y que la nota no pasará del 6, ya que más calificación sería sospechosa. Rodrigo intentó concentrarse al máximo, pero había fórmulas y nombres que ni siquiera le sonaban, y al llegar a la parte del Carbono, inventó la mayoría de las cosas. En ese momento se arrepintió de haber perdido el tiempo con la paja de Alex, a pesar de lo mucho que la había disfrutado. Alex tampoco estaba haciendo un buen examen, ya que no paraba de recordar el tacto de la polla de su amigo en sus manos, y oía en su cabeza sus gemidos varoniles.

Conforme se acercaban las dos y media, la hora a la que acababa la clase, los chicos fueron entregando, aunque Francisco dijo que los que quisieran podían quedarse un rato más para poder acabar el examen, que era bastante largo. Miguel entregó cinco minutos después de que sonara el timbre. Para ir a su sitio a recoger las cosas debía pasar por la mesa de Alberto, que todavía estaba haciendo el examen. Cuando estuvo justo al lado suyo, vio como éste tiraba a propósito un trocito de papel que Miguel recogió casi al vuelo. Cuando lo abrió, lo que vio escrito le produjo un torbellino de sensaciones en su interior:

“Espérame en la parte de atrás del instituto, donde los árboles”

Miguel guardó todo en la mochila y salió de la clase, no sin antes lanzarle una mirada cómplice a Alberto, que éste correspondió. Solamente llevaba una semana en el instituto pero sabía perfectamente el sitio exacto al que se refería. Era una zona con más vegetación que el resto que estaba justo en la parte de atrás. Era como un punto muerto, es decir, no se veía desde ninguna ventana del instituto y mucho menos desde fuera. Por tanto, era un lugar idóneo para las parejas cuando querían liarse durante los recreos sin ser vistos por los profesores o por los demás compañeros. Pero a última hora nunca había nadie, dado que todos los alumnos huían del recinto escolar en cuanto sonaba el ansiado timbre de última hora. Miguel llegó allí y posó su mochila en el suelo para apoyarse en la pared. Intentó distraerse mientras esperaba jugando con el móvil pero no podía evitar estar nervioso. ¿Para qué le habría citado Alberto precisamente ahí? No quería hacerse ilusiones, porque ya había sufrido bastante en este tipo de cosas como para emocionarse por una simple notita.

A los 15 minutos, Miguel vio como de repente Alberto apareció entre los matorrales. Tenía la cara bastante roja debido al esfuerzo hecho durante el examen e iba sin chaqueta con la mochila colgando de un solo hombro. Era completamente adorable.

  • ¿Qué tal el exam…?

Para romper el hielo, Miguel empezó a formular la pregunta de rigor después de un examen, pero Alberto no le dejó acabarla. Al llegar a su lado, le agarró de la cintura para acercarle a él y le dio un beso que al mismo tiempo fue apasionado y tierno. Miguel se dejó besar y ambos se abrazaron mientras sus bocas se juntaban. Se agarraban el uno al otro como si tuvieron miedo de que si uno de los dos soltaba, el otro fuera a escaparse. Se estuvieron besando durante un tiempo considerable, pero mientras estuvieron unidos notaron como el mundo se detuvo. En ese momento no importaba nada más, solamente ellos dos. Ninguno de los dos quería dejar de besar al otro ya que era algo que ambos llevaban buscando mucho tiempo, y ahora que podían hacerlo no querían parar. Solamente se separaban para coger aire pero si por ellos fuera se quedarían para siempre unidos dejando de respirar, sabiendo que esa sería la muerte más dulce. Tras un buen rato sus bocas se separaron, pero no despegaron los brazos del cuerpo del otro y se quedaron contemplándose embobados.

  • Eres precioso… - dijo Alberto casi en un susurro.

  • Tú si que lo eres… Tú eres perfecto – le contestó Miguel habiendo perdido toda la vergüenza que en otros momentos había tenido.

Y sin decir nada más, sus bocas volvieron a unirse para fundirse en otro romántico beso, sabiendo que con ninguna palabra expresarían tan bien lo que sentían.

CONTINUARÁ