ETERNA JUVENTUD. Cap2. Nada como una buena fiesta

Dicen que los adolescentes se muestran tal y como son cuando están de fiesta, la cual a su vez puede cambiarlos para siempre...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 2: NO HAY NADA COMO UNA BUENA FIESTA.

Alberto se encuentra en la cama, ya despierto. Siempre se despierta unos quince minutos antes de que suene el despertador, es algo que le lleva pasando desde pequeño. Esta vez no se encuentra solo en la cama, sino que está abrazado a Sofía, su novia. Llevan saliendo unos tres meses y se quieren muchísimo. Los padres de Alberto ya sabes que su hijo tiene novia y les dejan pasar la noche juntos, conscientes de que no duermen simplemente. Ambos estaban desnudos, ya que después de hacer el amor decidieron dormir así por más el calor que aún hacía.

Cuando sonó el despertador, Sofía se despertó y Alberto le dio los buenos días con un romántico beso. Estuvieron besándose durante unos minutos y si no llega a ser porque la madre de Alberto les picó en la puerta para que bajaran a desayunar, se hubieran quedado allí durante toda la mañana.

Durante el desayuno, Alberto volvió a asegurarse de que sus padres se acordaban de que este sábado le habían prometido dejarle la casa durante toda la noche para montar la fiesta de principio de curso. Alberto llevaba celebrando esta fiesta desde hacía varios años, ya que su casa era la más grande de todos, era el único que vivía en chalet y no en piso. Su madre le volvió a recordar que tuviese cuidado y que se encargase de que nadie rompiese nada. Alberto asintió y tras despedirse de sus padres, se marchó hacia el instituto de la mano de Sofía.

Miguel dobló la esquina de su calle y allí se encontraba Mario, esperándole, como había dicho el día anterior.

  • Venga, Migui que llegamos tarde, ¡lento! – le apuró Mario.

  • Perdona tío- respondió Miguel sorprendido por el apelativo que utilizó para llamarle- Es que me entretuve en la ducha.

  • Ay pillín, esas pajas mañaneras… Te comprendo- dijo Mario con una sonrisa de oreja a oreja.

Miguel simplemente le sonrió sin responderle nada. No entendía como una persona a la que no hacía ni dos días que la conocía había cogido tanta confianza con él hasta el punto de poder hacer bromas de ese tipo y utilizar abreviaciones para llamarle. Se pusieron en camino y hablaron de cualquier cosa, bueno, más bien hablaba Mario y Miguel solamente escuchaba. De repente, Miguel vio a lo lejos a Alberto y a su novia Sofía. Ayer cuando le vio en clase le llamó mucho la atención, le pareció el más guapo de todos con diferencia. Cansado ya de oír las tontas historias de Mario, decidió por primera vez sacar él un tema de conversación.

  • ¿Vas a ir a la fiesta de Alberto del sábado?

  • Eh… pues aún no lo he decidido… - contestó Mario sorprendido de que le hubiese cortado en medio de una frase. - ¿Vas tú?

  • A mi me apetecería, para ir conociendo a la gente y tal… Pero si no vas tú no creo que vaya...

  • Bueno, pues no me quedará más remedio que acompañarte- rió Mario.

Cuando Iván se despertó eran ya las 8 y cuarto pasadas. Las clases ya habían empezado pero le daba igual, a primera tenía Inglés, la asignatura que odiaba, así que pasaba de apurarse. Como era lógico, su hermano Edu ya se había ido. “Siempre tan responsable”, pensó. Se dirigió a la cocina y se calentó una taza de leche con Cola-Cao y se sentó a tomarla con unas cuantas galletas mirando al vacío. Se puso a pensar y se acordó de que hoy el nuevo entrenador ya iba a publicar la lista con los admitidos en el equipo. No estaba inquieto por saber si estaba dentro, porque era lógico que sí le iban a coger, lo que de verdad le preocupaba era haber sido elegido capitán. No podría soportar que otro año más Alberto quedara por encima de él. Le odiaba con todas su fuerza desde hacía un par de años, y eso que antes era los mejores amigos que podía haber... Se riñó a si mismo por volver a pensar en el pasado y de un trago se acabó la leche y se fue a su habitación a prepararse para ir al instituto.

Varo se encontraba esperándole en la esquina donde siempre quedaban para subir. Llevaba ahí desde las 8 en punto, la hora a la que habitualmente quedaban, pero su amigo todavía no había llegado. Se imaginó que se había dormido y que no se daría mucha prisa por llegar a la primera hora, así que decidió ir hasta su casa. Picó y éste le abrió para que subiera.

  • ¿Qué pasa tío, se te pegaron las sábanas?- le preguntó Varo al entrar.

  • Sí joder, pero tampoco creas que me importa mucha no verle la cara a la amargada de Inglés…- le respondió Iván entre risas- Ven a mi cuarto que me tengo que vestir.

Iván y Varo eran amigos desde que tenía 3 años. Siempre habían ido al colegio juntos y tenían muchísima confianza el uno con el otro. Se podría decir que se conocía a la perfección ya que había vivido los momentos más importantes de su vida juntos. Cuando pasaron al instituto, se distanciaron un poco porque Iván se hizo inseparable de Alberto, pero después de que su amistad se rompiera por alguna razón que ni siquiera él sabe, todo volvió a ser como antes.

La confianza que tenían hacía que a Iván no le importase cambiarse de ropa delante de Varo. Llegó a su cuarto y sin dudar se quitó la camiseta de pijama dejando al aire su bonito torso, muy trabajado en el gimnasio. Su tableta era lo que más destacaba, con unos abdominales apolíneos. Había dormido en boxer, por lo que sus piernas estaban al aire dejando ver sus durísimos gemelos, que habían cogido esa forma tras años jugando al fútbol. Se deshizo del boxer y sin pudor alguno se quedó completamente desnudo delante de su amigo Varo. A continuación, se puso unos limpios y sacó lo primero que pilló del armario. Tras esto, cogió la mochila y le dijo a Varo que ya podían irse.

La naturalidad con la que Iván se había desnudado delante de Varo no sería la misma si el chico supiera la verdad. Varo llevaba enamorado de él desde que eran unos críos. Era algo que no podía evitar. Siempre le había admirado muchísimo y era su ejemplo a seguir, y poco a poco esa admiración se convirtió en amor. Evidentemente, Varo era consciente de que ese amor nunca jamás sería correspondido: Iván era lo más hetero que había visto en su vida. Cada vez que le contaba sus líos con tías se le clavaba algo en el corazón, pero debía mantener la compostura y hacer como que se alegraba por su mejor amigo. Nunca había pensando ni siquiera la idea de decírselo, ya que además de tener muchas probabilidades de no ser correspondido, se arriesgaba a perder su amistad, y eso era algo que no podía permitir. Así que, se tenía que conformar con lo que tenía.

Los dos amigos salieron de casa de Iván y se dirigieron con paso relajado al instituto. Hablaron de todo un poco, pero de nada en concreto, como siempre.

  • ¿Viste que este sábado es la fiesta de Alberto?- preguntó Varo de repente.

  • Sí. Patético. No se cansa de hacer el ridículo ese pringao- le contestó Iván fríamente, sin apenas mirarle. Cada vez que hablaban de Alberto su rostro se endurecía y el odio se apoderaba de él.

  • ¿No te apetece pasarte por allí? Técnicamente nos ha invitado a todos…- le dijo Varo.

  • Por la única razón por la que iría sería para joderle la fiesta- le respondió, y dando por zanjado el tema, se puso a hablar de las pruebas de ayer y de los nervioso que estaba por saber a quién habían nombrado capitán.

  • Hasta por la tarde no lo sabremos. Lo dirá en el entrenamiento. Pero tranquilo tío, que fijo que sales tú, ¿no ves que le das mil vueltas a ese?- intentó animarle Varo.

  • Esperemos que así sea, porque sino si que tendré que joderle la fiesta…

Las seis horas de clase se hicieron eternas para todos, ya que esperaban con impaciencia la llegada del entrenamiento. Lo único destacable de la jornada fue que Francisco, su tutor y profesor de Física y Química, les puso el primer examen del curso para la semana que viene. Un repaso a toda la Formulación, orgánica e inorgánica. Todos suspiraron resignados, estaba claro que este curso no iba a ser relajado.

Por fin llegaron las cinco, hora a la que empezaba el entrenamiento. Todos los candidatos estaban ya preparados en la cancha de fútbol esperando a que llegara Adrián, el entrenador, que seguramente estaría haciendo los últimos cambios o tomando decisiones de última hora. Finalmente, tras una larga espera, salió al campo y tras darles un discurso diciéndoles lo difícil que le había resultado dejar a 10 personas fuera del equipo, pasó a decir quienes eran los descartados. Compungidos y resignados, los que iban oyendo su nombres abandonaban el campo y empezaban a pensar en que otro deporte apuntarse. Por suerte, ninguno de los chicos del grupo había sido eliminado, ni tampoco Iván y Varo.

  • Bueno, tras este amargo momento, he de deciros que aún no tengo claro quien va a ser el capitán. Os conozco poco y por lo que vi ayer no puede decantarme por uno. Así que vamos a entrenar y al final del entrenamiento me decidiré por uno- les comunicó Adrián ante la atenta mirada de todos los jugadores.

Esto significaba que este entrenamiento iba a ser lo más competitivo posible. Iván y Alberto eran conscientes de que seguramente la decisión estuviera entre ellos dos por lo que se esforzaron al máximo, sin poder evitar boicotearse el uno al otro. Zancadillas, empujones, pases largos y demás fueron las tácticas utilizadas por ambos al mismo tiempo que demostraban su calidad como futbolistas. La verdad era que destacaban por encima del resto. En una de las ocasiones, Alberto intentó hacer caer a Iván sin darse cuenta de que detrás venía Sergio, y acabó resultando él herido. Cayó al suelo rodando dándose un buen golpe y al levantarse se dio cuenta de que no podía apoyar el tobillo. Adrián le echó un poco la bronca a Alberto y le indicó a Sergio que se retirara a descansar en su despacho, que por hoy ya no podía entrenar más.

Finalmente, el fin de entrenamiento llegó y Adrián los volvió a reunir a todos. Volvió a relatar otro discurso en el que hizo alusión a la necesidad de estar todos unidos para que el equipo fuera capaz de salir adelante y también comentó que no le había parecido nada bien algunas actitudes que había visto en este entrenamiento. Les echó la bronca a Alberto e Iván porque su comportamiento dejaba mucho que desear y les comunicó que ninguno de los dos sería elegido capitán, lo que sentó a ambos como un jarro de agua fría. Tras ello, pronunció el nombre del que será capitán durante todo esta temporada: Llorián. La sorpresa fue mayúscula incluso para él, pero se quedaron más estupefactos aún cuando dijo que el capitán suplente sería Marcos. Iván hizo varios comentarios despectivos hacia ellos, y Alberto se encaró a él para defender a sus amigos, pero no llegaron a pelearse precisamente por lo que acababa de decir Adrián. Todos se dirigieron a las duchas y Adrián fue hacia su despacho, donde le esperaba Sergio.

  • A ver campeón, ¿te sigue doliendo mucho?- le preguntó el entrenador a Sergio.

  • Sí, bastante, pero creo que no es grave… - contestó Sergio sin apoyar el pie.

  • Túmbate en la camilla, anda, que voy a comprobar si es grave o no, que este verano he hecho un curso de Fisioterapia.

Sergio obedeció y se tumbó boca a arriba en la camilla que había en el despacho de su entrenador. Adrián se dirigió hacia él y empezó a tocarle el tobillo preguntándole por que partes le dolía. También vio que tenía heridas en las rodillas, por lo que fue hacia el botiquín para sacar lo necesario para curárselas. A Sergio le escocía bastante pero hizo todo lo posible por aguantar su dolor por lo quedar como una nenaza delante de su entrenador. Después de curarle, Adrián empezó a buscar por sus piernas para ver si tenía alguna herida más.

  • Vaya, tienes unas buenas piernas eh…- dijo mirándole absorto- Se nota que llevas años jugando al fútbol.

Sergio no respondió, simplemente asintió sonriendo. La verdad es que estaba orgulloso de su cuerpo, solía recibir muchos piropos de las chicas y no le iba mal a la hora de ligar. De repente, casi sin darse cuenta, notó como las manos de Adrián iban subiendo peligrosamente por debajo de su pantalón, acercándose a su boxer. No fue capaz de decirle nada pero estaba empezando a incomodarse. Sin embargo, Adrián parecía muy relajado y continuaba masajeando la zona alta de su pierna, hasta que fugazmente le rozó el paquete. Sergio dio un respingo, que más que por el roce, fue por la sorpresa de lo que estaba sintiendo en ese momento: estaba empezando a ponerse cachondo. Intentó levantarse de la camilla pero Adrián no le soltaba la pierna.

  • Te noto muy tense chaval… ¿Te apetece un masaje?- le preguntó sugerentemente Adrián. Sergio asintió intuitivamente, sin apenas darse cuenta de lo estaba haciendo.

El entrenador fue hasta su mesa donde tenía la crema para dar el masaje y de la que iba, cerró la puerta de su despacho con llave sin que Sergio se diera cuenta. Volvió a colocarse al lado suyo y le pidió que se quitara la camiseta y el pantalón y se diera la vuelta. Sergio, como si de un autómata se tratara, hizo lo que le ordenó. De este modo, el entrenador pudo ver el torso casi perfecto del chico. Sin embargo, para su decepción, aún no estaba empalmado. Adrián le empezó a echar la crema por la espalda y le demostró lo bueno que era en esto de dar masajes. Lo hacía tan bien que Sergio no pudo evitar soltar algún leve gemido. Tras centrarse en la parte de los hombros, comenzó a bajar por su columna vertical deteniéndose en cada parte de la espalda del chico, que continuaba disfrutando enormemente. Finalmente, llegó a su culo. Para sorpresa de Sergio, posó sus dos manos en sus nalgas, lo que le provocó otro respingo. Adrián tenía uno de sus glúteos en cada mano, y los apretaba suavemente.

Después de estar un rato en esa zona, Adrián le pidió que se diese la vuelta para trabajarle la zona del pecho. Sergio titubeó durante un rato que se le hizo eterno, pero finalmente se armó de valor y se dio la vuelta, mostrando el enorme bulto que tenía dentro del boxer. Adrián sonrió pero no hizo ningún comentario y como había dicho, empezó a masajearle el pecho. Sergio cada vez se estaba poniendo más nervioso, él siempre había ido detrás de las chicas y jamás se había planteado empalmarse porque un tío le sobase. De hecho, siempre había dicho que si se encontraba en una situación así, le daría un puñetazo al chico y se iría, pero ahora mismo, una fuerza interior le impedía abandonar esa camilla.

El masaje de Adrián estaba siendo de lo más placentero. Poco a poco iba descendiendo por su pecho, masajeando sus abdominales, hasta que poco a poco se iba acercando a la tienda de campañas que tenía Sergio entre las piernas. La tensión fue máxima en ese momento, pero finalmente el entrenador metió la mano bajo el boxer y agarró con delicadeza el miembro erecto de Sergio. Éste hizo un amago de levantarse.

  • Si no quieres seguir solo tienes que levantarte e irte… - le susurró Adrián al oído, mientras empezaba a masturbarle suave y delicadamente.

Sergio se encontraba dividido: una parte de su cabeza le decía que tenía que salir de allí corriendo mientras que la otra le animaba a quedarse allí y disfrutar de la paja que le iba a proporcionar su entrenador. Definitivamente, fue este segundo pensamiento el que venció. Al ver que el chico no se iba, Adrián se acercó a su cara y le dio un suave beso, para luego empezar a morrearle sin soltar su pene. Era el primer beso que Sergio se daba con un hombre, y debía reconocer que le estaba gustando, lo que sintió cuando sus lenguas se encontraron fue indescriptible. Poco a poco, Adrián fue aumentando el ritmo de la paja al mismo tiempo que cogió una de las manos de Sergio y se la llevó a su paquete. El chico comenzó a sobarle tímidamente, siendo Adrián el que le guiaba y el que le llevó hasta el interior de su boxer. Era la primera vez que Sergio tocaba una polla que no fuera la suya. La de su entrenador, evidentemente, era más grande y más gruesa, pero se fue adaptando a ella y empezó también a hacerle una paja al mismo ritmo al que se la estaba haciendo él. Sin dejar de morrearse, se estuvieron masturbando mutuamente durante un buen rato hasta que finalmente Sergio comenzó a correrse con un fuerte gemido. Toda su lefa salió disparada en cinco trallazos sobre su pecho, pero tras ello, no soltó la polla del entrenador. Aumentó la velocidad de la paja notablemente hasta que Adrián también se corrió, cayendo parte sobre la mano de su jugador y en el suelo. Tras los orgasmos se quedaron varios minutos besándose hasta que Sergio se separó y se levantó, para comenzar a vestirse.

  • ¿Te ha gustado?- preguntó Adrián.

  • …Sí… - contestó Sergio más tímido que nunca.

  • Ni que decir queda que no se lo puedes contar a nadie-le alertó Adrián- Como esto salga de aquí me hundes chaval.

  • No… no… no te preocupes… - le contestó Sergio sin mirarle a la cara. Ni se le pasaba por la cabeza contar algo de lo que había pasado allí. Cuando acabó de vestirse se dirigió a la puerta y Adrián abrió con la llave.

  • ¿No te despides?- le preguntó. Sergio le dio un tímido pico y salió lo más rápido que pudo de ese despacho, con la cabeza hecha un auténtico lío.

La primera semana de clase fue pasando sin incidentes relevantes, hasta que por fin llegó el sábado, ese día que todos esperaban con ganas. Era el día de la fiesta de Alberto, el evento social más relevante de principio de curso. A partir de las ocho, comenzaron a llegar los invitados, todos pertenecientes a primero de bachillerato.

Los primeros en llegar fueron sus amigos de la pandilla: Llorián, Alex, Marcos, Rodrigo y Sergio. Éste último llevaba toda la semana muy raro, como ausente, y ninguno de sus amigos sabía la razón. Llorián y Marcos, sin embargo, estaban más felices que nunca desde que el entrenador los puso al mando del equipo. Por una vez, habían destacado en algo por delante de sus amigos y estaban más motivados que nunca.

  • Yo creo que hoy es el día, tío- le dijo Llorián al oído a Marcos.

  • Buf, ojalá, a ver si hoy por fin cae alguna… - le contestó Marcos. Se habían arreglado más que nunca y es que no podían permitirse continuar siendo vírgenes tras esta noche.

Conforme iban llegando las chicas, tanto ellos como los demás se iban fijando detenidamente para elegir alguna con la que ligar esa noche.

  • Tíos, tíos, mirad la Lucía que escotazo trae… - dijo Alex con voz de salido.

  • Ni la mires eh, que llevo detrás de ella todo el verano… - le contestó Rodrigo tajante.

  • Bueno, bueno, aquí no hay ninguna que sea propiedad de nadie eh…- le respondió Alex con su típica sonrisa de chulillo- Salvo Sofía, evidentemente- río mientras miraba a Alberto.

Alex era el típico que no tenía ningún problema en liarse con alguna tía aunque alguno de sus amigos fuera detrás de ella. Si a él se le presentaba la oportunidad, la aprovechaba. Eso sí, a las novias de sus colegas las respetaba, pero mientras no estuvieran saliendo con ellas no tenía porque quedarse al margen.

La expresión de los seis chicos cambió cuando vieron entrar por la puerta a Iván y Varo. Desde que Iván y Alberto se enfadaron, nunca se habían dignado a venir a la fiesta de principio de curso, por una parte por orgullo y por otra porque la consideraban una fiesta de pringaos, hecha solamente para que Alberto y sus amiguitos ligases. Sin embargo, esta vez Iván tenía motivos para acudir…

  • Mira que cara de gilipollas se les ha quedado al vernos- le dijo Varo por lo bajo a Iván.

  • La que tienen, pero se les va a quedar peor al final de la fiesta… - le contestó Iván mientras le enseñaba unas pastillas que había traído. Su plan era echárselas a Alberto en la copa y grabarle haciendo el ridículo.

  • Va a ser una buena fiesta, sí señor- secundó Varo. A él no le gustaban este tipo de cosas que hacía su amigo para joder a Alberto, pero no podía hacer otra cosa más que apoyarle, ya que no podría soportar que Iván se enfadara con él.

Por otra parte, Miguel al final consiguió convencer a Mario para que le acompañara a la fiesta, a pesar de que a él estos rollos no le iban nada. Miguel se estaba empezando a dar cuenta que su único amigo en el instituto estaba bastante marginado en su clase, de hecho, aún no le había visto hablar con ninguno de sus compañeros, y ya llevaban una semana de curso. Miguel había estado toda la tarde dudando en como ir vestido. Nunca había ido a una fiesta de este tipo y no tenía ningún hermano que le ayudase. Decidió pedir consejo a sus padres, que estaban tan orgullosos de que su hijo por fin fuera invitado a una fiesta que se volvieron locos escogiéndole la ropa más adecuada. Salió impecable a la calle, por ello se impactó tanto cuando vio que Mario llevaba la misma ropa que el viernes. Suponía que los demás no serían como él y no se equivocaba, ya que en la fiesta el único que no daba el pego era su amigo. Cogieron unas bebidas y estuvieron un rato escuchando música.

  • Ey chicos ¡al final vinisteis!- les dijo Alberto cuando pasó a saludarles- Pues espero que lo paséis bien eh, vosotros como si estuvierais en vuestra casa- Y antes de que alguno de los dos pudiese contestarle, se fue a saludar a otros.

-¡Menudo coñazo!- murmuró Mario- Habrá que hacer algo interesante aprovechando que estamos aquí, ¿no?- Y se dirigió hacia las escaleras. Miguel le siguió instintivamente.

Subieron las escaleras y una vez que se encontraban en el piso de arriba, Mario se dispuso a abrir todas las puertas. En una de las habitaciones estaban dos enrollándose, pero ni se enteraron de que habían sido vistos. Finalmente, Mario entró en una habitación, que por lo que dedujo Miguel cuando la vio, era la de Alberto.

  • ¿Pero qué haces tío?- le dijo Miguel nervioso por si los veían allí.

  • ¿Qué pasa? ¿No tienes curiosidad por saber como es la habitación del buenorro de la clase?- le contestó Mario sin inmutarse.

Miguel se sorprendió por el adjetivo que utilizó Mario para definir a Alberto. “Buenorro”. Durante esta semana Mario había hecho varios comentarios o gestos que parecían indicar que le gustaban los tíos, pero era una persona tan rara y misteriosa que Miguel no sabía lo que pensar. Le inquietaba bastante a pesar de que era la única persona que le hablaba. Alejó esos pensamientos de su cabeza y se fijó en la habitación en la que estaba. Era el típico cuarto de chaval adolescente hetero, con pósters de tías semidesnudas en las paredes, toda la ropa revuelta y con un fuerte olor a hombre. Ese olor a Miguel le excitaba bastante y más aún sabiendo que provenía del chico más guapo de su clase. Mario se encontraba rebuscando en los cajones y no encontró nada que no fuera normal en un chico de su edad: revistas porno, de fútbol, condones…

Lo siguiente que hizo Mario dejó a Miguel estupefacto. Se tumbó en la cama y desplegando uno de los pósters que traía una de las revistas, comenzó a tocarse el paquete. Miguel le miró anonadado, y más aún cuando sin preocuparse de que le estuviera viendo, se sacó la polla y comenzó a meneársela. Miguel se fijó en el miembro de su amigo, no era demasiado grande pero sí bastante gordita, y tenía una buena mata de pelo. Lo que más le gustó fueron sus huevos, grandes y peludos. Como era de esperar, se empezó a poner cachondo mirando la escena y le entraron ganas de hacer lo mismo que su amigo, pero la timidez le podía.

  • Venga, tío, no seas vergonzoso. ¿No te pone cascártela en un sitio como éste?- le animó Mario sin dejar de pajearse ni de mirar la revista. Definitivamente no podía ser gay, porque se le caía la baba mirando a las tías en bolas.

Tras mucho dudar, a Miguel le pudieron las hormonas y se sentó en la silla de Alberto y se bajó los pantalones y los boxers hasta las rodillas. Sin embargo, él no miraba la revista, ni siquiera a Mario, sino que empezó a imaginarse que el que estaba tirado en la cama haciéndose una paja era Alberto. Se lo imaginó completamente desnudo con un enorme rabo disfrutando y gimiendo. Tras un buen rato pensando en ello, Miguel sintió que se iba a correr por lo que cogió un clínex de la mesita de Alberto y soltó todo su semen en él, evitando gemir por vergüenza a ser escuchado por alguien. Sin embargo, Mario no tuvo tanto pudor y eyaculó en la cama de Alberto con un fuerte gemido. Miguel le contempló estupefacto. Su amigo no tenía límites.

En el piso de abajo, Iván consiguió por fin echarle en la bebida a Alberto su particular regalo. Ahora solo quedaba esperar a que hiciera efecto. Mientras tanto, Sergio continuaba absorto pensando en lo ocurrido el otro día y por ello decidió que tenía que poner fin a esto y no había otra solución más que liarse con alguna tía cachonda. No le costó encontrar a una que quisiera liarse con él, y bastó con un par de chistes para conseguir llevársela a una habitación aparte. Empezaron a liarse y ella fue directa a su paquete para sobárselo. Lo que pasó a continuación dejó a Sergio sorprendidísimo: no se empalmó. Normalmente, solo con liarse con alguna su polla ya estaba erecta, pero esta vez no había manera de que se levantase. La chica se puso a chupársela para intentar animarla pero nada, era imposible por mucho que se concentrara. Cuando la chica estaba a punto de desistir, Sergio recurrió a pensar en Adrián, y recordando la paja de hacía unos días en su despacho, su pene comenzó a cobrar vida en la boca de la chica. Se tumbaron en la cama y tras ponerse un condón, follaron, pero en todo momento Sergio no paró de pensar en su entrenador. Tras acabar, la chica salió de la habitación para contárselo histérica a sus amigas, pero Sergio se quedó un rato en la cama pensando en lo que le acaba de ocurrir. Si alguien le hubiese dicho hace una semana que para echar un polvo con una tía iba a tener que pensar en un tío, no se lo hubiese creído, pero así había sido. Sin embargo, se resistía a reconocer la realidad.

Alex y Rodrigo estuvieron intentando durante toda la noche ligarse a Lucía, pero ella pasaba olímpicamente de ellos y no eran capaces de entender por qué. Lo que más les sorprendió a ambos es que ella se interesara por Marcos y Llorián, con los que se pasó la noche hablando sentados en el sofá. Ahora la rivalidad había nacido entre los dos amigos, sabían que uno de los dos acabaría consiguiendo llevárselo y perder por fin la virginidad. Sin embargo Lucía parecía no decantarse por ninguno y en todo momento parecía que ambos tenían las mismas posibilidades de ser el elegido. Tras mucho tonteo, Lucía dijo que ya era la hora a la que debía volver a casa, y para despedirse, le plantó un morreo a Llorián, el primero de su vida. Marcos se resignó a asumir que el elegido era su amigo, pero cuando acabaron de besarse, Lucía le plantó otro morreo a él.

  • Me gustáis mucho los dos- les dijo Lucía tras besarlos a ambos- ¿Nunca os habéis planteado hacer un trío?- La sorpresa de los dos chicos fue mayúscula y no consiguieron articular nada entendible- Bueno, os dejo unos días para pensarlo y ya me decís la respuesta. Hasta luego preciosos- y se marchó guiñándoles el ojo.

Ya habían pasado unas cuantas horas de fiesta, y por fin llegó el momento que Iván tanto ansiaba: sus pastillas empezaron a hacer efecto. Parecía estuviera completamente borracho, al borde del coma etílico. Les sobó el culo a todas las tías que había en la fiesta e incluso a algunos tíos. Se subió encima de la mesa y comenzó a desabrocharse la camisa como si estuviera haciendo un striptis. Todos le miraban estupefactos pero nadie le paraba pues estaban pasando un buen rato viéndole hacer el ridículo. Por suerte, Sofía ya se había tenido que ir. En una esquina se encontraba Iván, grabando hasta el último detalle con su móvil.

Cuando Miguel vio el espectáculo que estaba dando Alberto y que Iván le estaba grabando, no dudó en agarrarle de la mano y bajarle de la mesa dado que ninguno de los allí presentes le frenaba. Se lo llevó hasta el baño y cerró la puerta con pestillo. Le metió la cabeza bajo la ducha y abrió el grifo esperando que sirviera para despejarle un poco. Viendo que la situación no iba a mejorar, salió a informar a todos los invitados que quedaban que la fiesta había terminado. Todos protestaron menos Iván, al que vio sonreír, debido a que ya tenía el material que necesitaba para humillar a su eterno rival. Cuando hubieron salido todos, cerró la puerta con llave y subió otra vez al baño.

Alberto estaba prácticamente desnudo, solamente le quedaba el boxer puesto. Miguel pudo ver como se le marcaba el paquete, no estaba empalmado pero la tenía morcillona. Además, estaba empapado y no paraba de hacer el tonto. Miguel lo bajó a la cocina y le preparó Cola-Cao caliente y se lo fue dando pacientemente. Estuvieron así dos horas hasta que más o menos se le empezaron a pasar los efectos de la droga. Ya era casi de día.

  • Venga, Alberto, hay que subir a acostarse… - le dijo Miguel cogiéndole del brazo.

Alberto se levantó y se le quedó mirando. De repente, se acercó a su cara y le dio un morreo que duró bastante. Tras ello, se separó y sin decir nada subió las escaleras como buenamente pudo. Miguel no cabía en su asombro y tardó en reaccionar. Después de unos segundos de bloqueo, subió las escaleras y se encontró a Alberto tirado en medio del pasillo. Le llevó hasta la habitación y lo tumbó en la cama intentando que no tocara la corrida de Mario. Cuando se dio la vuelta para irse, Alberto le agarró la mano y tiro de él.

  • Quédate a dormir… por favor…- consiguió entender Miguel.

Miguel no pudo negárselo estando en ese estado, así que se tumbó a su lado sin quitarse la ropa. Alberto pasó un brazo por encima suyo y de esta forma, casi sin conocimiento y abrazado a un chico que acababa de conocer, se durmió el “buenorro” de la clase.

CONTINUARÁ