ETERNA JUVENTUD. Cap16. La función debe continuar

"Nuestro corazón rompiéndose en nuestro interior, nuestro maquillaje corriéndose, pero nuestra sonrisa siempre debe permanecer"

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 16: LA FUNCIÓN DEBE CONTINUAR.

Dos semanas después. Viernes, 23 de noviembre de 2012

Rodrigo se encontraba desnudo a cuatro patas en la cama de Francisco, como tantas otras veces, pero esta vez la situación era diferente. No era su profesor de Física y Química el que tenía su polla ensartada en su ya dilatado culo, sino alguien mucho más joven, atractivo y bueno que él: su hijo, Diego. Rodrigo estaba en ese momento en la gloria, por primera vez en su vida estaba disfrutando siendo follado por un hombre y es que Diego le estaba haciendo gozar como nunca. Se la metía y se la sacaba con un ritmo rápido y constante mientras tenía la mano en su polla para pajearle y hacerle disfrutar doblemente. Rodrigo ya sentía que estaba a punto de llegar al clímax, el cosquilleo previo a la corrida le recorría las piernas y ya notaba como no podía contener más el semen contenido en sus huevos y entonces…

¡RIIIING!

Rodrigo abrió los ojos bruscamente aturdido por el fuerte sonido del despertador que sonaba en la mesilla de al lado de su cama. Con un golpe brusco y seco lo apagó, lleno de rabia contra él por haberle sacado de ese sueño que le estaba encantando. Levantó el edredón y miró hacia abajo, pudiendo ver la tienda de campaña que se levantaba en su pijama. Estaba completamente empalmado, y evidentemente, muy cachondo. Sin pensarlo ni un segundo, llevó su mano derecha hasta su entrepierna y la introdujo por debajo de su pantalón y de su bóxer para agarrar su durísima polla y así poder empezar a disfrutar de aquella deliciosa paja mañanera. En su mente, mientras subía y bajaba pausadamente la piel de su pene, se imaginaba que no era su mano la que estaba haciendo esos movimientos, sino la boca de Diego. Cerró los ojos y en su cabeza vislumbró la imagen del hijo de su profesor debajo de las sábanas de su cama a la altura de su polla, con su boca trabajando en una placentera mamada. Los recuerdos del sueño también volvieron y pensó en lo mucho que estaba disfrutando al ser follado por aquel chico. Poco a poco fue aumentando la velocidad de su mano y en poco tiempo sintió que estaba llegando al final de la paja. Continuó cascándosela, sin pensar en que al correrse iba a empapar tanto su pantalón de pijama como la cama. No se preocupó por eso y se corrió cómodamente con un gemido contenido por precaución por si le escuchaban sus padres. Se imaginó que toda la lefa que salió de su polla iba a parar a la boca de Diego, que la recibía con gusto y se la tragaba toda. Tras esta paja, Rodrigo quedó exhausto tirado encima de la cama y si no hubiera sido por los gritos de su madre para que se levantara de una vez, se hubiera vuelto a quedar dormido.

Fue hasta el baño como si de un zombie se tratara, y se metió en la ducha y así poder limpiarse la lefa que tenía por la zona de la polla. Mientras el agua caía por encima de su cuerpo desnudo el joven empezó a reflexionar en lo que le acababa de pasar: ha soñado que follaba con un tío y que le encantaba, y al despertarse se había hecho una de sus mejores pajas en mucho pensando en él. Desde que había comenzado a ser la putita de Francisco, Rodrigo había tratado siempre de mantener su virilidad a pesar de que no podía liarse con tías por el contrato que le había hecho firmar su amo. Sin embargo, tras haber conocido a ese chico, le estaba resultando más difícil que nunca alejar los pensamientos homosexuales de su cabeza. ¿Significaba eso que le habían empezado a gustar los tíos? Rodrigo estaba hecho un lío, y en ese momento tenía clara una cosa: para despejar sus dudas tenía que liarse con una tía para comprobar que le seguían poniendo, pero también necesitaba volver a ver a Diego. Las dos cosas resultaban bastante difíciles de cumplir ya que Francisco se encargaba de que su hijo estuviera bien lejos cuando Rodrigo iba hasta su casa. Una vez más, los gritos de su madre apurándole le devolvieron a la realidad y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo antes de tener que salir de casa para ir al instituto así que se aclaró lo más rápido que pudo y salió de la ducha para vestirse.

Miguel iba por la calle caminando lentamente rumbo al instituto. En estas dos últimas semanas no había pasado gran cosa. Tras su descubrimiento en el partido se había propuesto dejar a Mario y alejarse de él, pero justo antes de hacerlo algo en su interior le dijo que no iba a ser buena idea. Mario había sido capaz de chantajear a Alberto para conseguirle, y estaba claro que no iba a estar dispuesto a renunciar a él fácilmente. Miguel sentía la necesidad de hablar con Alberto para decirle que por fin había descubierto la verdad, pero no había encontrado el momento, ya que Mario le tenía siempre vigilado y controlado. Era como si Mario se hubiera dado cuenta de que le pasaba algo y no le dejaba de controlar por miedo a perderle. Sin embargo, Miguel lo tenía todo pensado. Ese día era viernes y Beatriz les había dicho que esa tarde tendrían ensayo de la obra, por lo que iba a tener la oportunidad perfecta para estar con Alberto a solas, porque además Mario ese día estaba malo y le había dicho que no iba a ir al instituto.

Detrás de Miguel camino hacia el instituto iban Iván y Varo, fumándose un porro como de costumbre, pero completamente callados. Desde que Iván se había sincerado con Varo después del partido, habían vuelto a ser amigos, pero no era igual  que antes. Varo estaba apagado, desanimado, triste. Casi no hablaba y solamente contestaba a lo que Iván le preguntaba. Éste trataba todo el rato de sacar tema de conversación, pero cada vez le resultaba más complicado.

  • Bufff, qué coñazo… Hoy hay lo del teatro – dijo Iván para tratar de iniciar una conversación después de darle una calada a su porro

  • Ya, igual paso de ir – contestó Varo fríamente

  • Ah pues si quieres me piro contigo y nos vamos a dar una vuelta o…

  • Na, paso. Me apetece quedarme en casa sobando – zanjó Varo el asunto.

Iván simplemente asintió. La actitud de su amigo le estaba empezando a preocupar. Todo esto había comenzado desde que sabía lo de Mario, y se le había pasado por la cabeza la idea de que Varo le repugnara la idea de que se hubiera liado con un tío y le estuviera alejando de él. Lo que Iván no podía ni imaginarse era que la razón por la que Varo intentaba poner distancia entre ambos era porque cada vez le resultaba más difícil estar con él, por todo lo que sentía y lo mucho que sufría.

La mañana del viernes transcurrió como otra cualquiera, aburrida y larga, pero al mismo tiempo más motivante porque tan solo unas horas les separaban del ansiado fin de semana. Cuando acabaron las clases, los chicos fueron a sus casas a comer pero a las cinco todos los participantes de la obra de teatro se encontraban en el gimnasio como Beatriz les había indicado.

  • Bueno chicos, espero que os hayáis estudiado todos el texto, porque ahora vamos a hacer todos juntos la obra entera, a ver como quedaría – les indicó la profesora

Los alumnos procedieron a la representación de la obra desde el principio hasta el final, y a pesar de que en general había salido bastante bien, se notaba que los dos protagonistas tenían muchas más líneas que aprenderse y se lo sabían peor.

  • Muy bien chicos, lo habéis hecho bastante bien, me habéis sorprendido gratamente – les felicitó Beatriz – Eso sí, Alberto y Miguel necesitáis más ensayo. Así que lo que vamos a hacer ahora va a ser dividirnos. Vosotros dos os vais a quedar aquí repasando y yo voy a acompañar a todos los demás a enseñarles el vestuario, que ya lo tenemos al completo y tendréis que probarlo a ver qué tal os queda.

Por tanto, tras escuchar las indicaciones de la profesora, todos abandonaron el salón de actos salvo Miguel y Alberto, que se quedaron sobre el escenario ambos muy satisfechos por la parte que les tocaba. Por fin podrían disfrutar de un momento a solas, sin la constante mirada inquisidora de Mario.

  • Cuánto tiempo hacía que tú y yo no estábamos a solas – dijo Alberto sonriendo felizmente

  • Ya… - asintió Miguel tragando saliva para prepararse para lo que iba a decir – Escucha Alberto, tenemos que hablar…

  • Tú dirás

  • Verás… El otro día por casualidad vi en el móvil de Mario unas fotos nuestras… ya sabes… besándonos… - acertó a decir Miguel finalmente.

  • Ah, ¿en serio? – dijo sorprendido Alberto, cuyo rostro había cambiado radicalmente al escuchar lo que Miguel le había dicho.

  • Sí. Alberto, la pregunta es, ¿es Mario el que te está chantajeando para que no estemos juntos?

  • No tiene sentido que te engañe porque supongo que tú mismo te habrás dado cuenta de que todo encaja. Sí, Miguel, sí, es él.

  • ¿Y ahora como se supone que tengo que actuar con él?

  • No lo sé Migue, no lo sé. Yo si fuera tú le dejaría, nunca podría estar con él sabiendo cómo es…

  • Pero Alberto, si le dejo puede que la pague contigo y acabe haciendo públicas esas fotos.

  • Ya lo sé, joder, pero a mí ya solo me importa tu felicidad, no quiero que sufras solo por protegerme a mí

  • Es justo lo que estás haciendo tú. Yo también quiero que seas feliz, y quiero que salgas del armario cómo y cuando tú quieras, no porque un cabrón te obligue a salir forzadamente. Así que no hay más que hablar, seguiré estando con Mario hasta que encontremos la forma de vencerle. Pero ahora estamos juntos en esto, se nos ocurrirá algo antes.

  • Dios, si es que eres lo mejor del mundo, ya sé porque te quiero tanto, cada día que pasa más

Alberto se acercó a Miguel y posando sus manos sobre su rostro, juntó sus labios con los de su amado para darle un beso de lo más dulce y tierno.

  • Bueno, y ahora habrá que ensayar algo, ¿no? Ya sabes lo que dicen, que a pesar de todo, la función debe continuar – dijo Alberto cuando terminó de besarle

  • Sí anda, que sino luego nos cae bronca de Bea. ¿Qué fragmento quieres repasar?

  • Umm… ¿Qué te parece la escena en la que se conocen?

  • Uf, esa es difícil de interpretar, porque hay que dejar claro que se enamoran desde el primer momento en el que se ven

  • Uy, pues a mí no me va a resultar nada difícil teniéndote a ti delante

Miguel se sonrojó ligeramente como de costumbre y Alberto no se pudo resistir a volver a besarle en los labios antes de pasar a hacer la escena.

Todos los demás compañeros se encontraban en el gimnasio. Allí era donde Beatriz tenía todas las cajas con la ropa de la obra. La sorpresa de Sergio fue mayúscula cuando vio que por la puerta del gimnasio entraba Adrián con otra caja más de ropa, que dejó junto a las demás.

  • Ay, chicos, dadle las gracias a vuestro entrenador que se ha ofrecido a ayudarnos con la obra consiguiéndonos el vestuario – dijo Beatriz dándole unas palmadas a Adrián en la espalda

  • Mujer no es nada, no me cuesta nada ayudaros – dijo Adrián sonriendo

Beatriz indicó a cada alumno a donde debía dirigirse para probarse su ropa y ver si le quedaba bien o tenía que hacerse algún arreglo o buscarle una prenda diferente. Los chicos se dirigieron al vestuario como si de antes de un entrenamiento se tratara, solo que esta vez no se iban a fundar la vestimenta del equipo sino atuendos de hace unos cuantos siglos. Marcos se acercó disimuladamente a Llorián mientras ambos se desvestían para decirle al oído algo que solo pudiera oír él.

  • Tío, yo ya no aguanto más, necesito follar de una vez…

  • Y yo joder, estoy harto de matarme a pajas imaginándome que se la meto a alguien – murmuró Llorián

  • ¿Qué te parece si vamos hoy a ese bar de ambiente después de que acabemos aquí?

  • Uff… Suena tentador, pero ¿un viernes? ¿Habrá gente de nuestra edad?

  • Fijo que sí, y si no hay nadie que nos guste nos piramos y pista

  • Perfecto, a ver como se da la noche…

Los dos amigos se chocaron las palmas en sentido de aceptación del plan que acababan de acordar. A unos escasos metros de ellos, Rodrigo se estaba enfundando el pantalón que le habían asignado cuando de repente oyó como su móvil vibraba. Lo abrió temeroso de que fuera Francisco, y evidentemente, sus temores se hicieron realidad.

“Ven ya. Quiero darte lo tuyo, puta”

Rodrigo suspiró cansadamente. Hacía mes y medio que había comenzado a “trabajar” para este individuo y ya no aguantaba más. Solo de pensar que tendría que aguantar hasta final de curso hacía que se le cayera el alma al suelo, pero había aprendido a llevarlo con resignación. Guardó el móvil y se vistió con la ropa que traía. Pasó por el gimnasio para decirle a Beatriz que se tenía que ir urgentemente porque le acababa de llamar su madre y le devolvió el traje. La profesora no le miró con buena cara pero cedió ante la insistencia de Rodrigo de que era algo muy importante. El chico le dio las gracias cuando ella aceptó y se disculpó nuevamente antes de salir corriendo en dirección a la casa de su Amo.

Cuando estuvo vestido, Sergio salió del vestuario y se dirigió hacia el gimnasio para mostrarse ante la profesora, pero en cuanto Adrián le vio entrar reaccionó a tiempo.

  • Yo me encargo de éste Bea – dijo Adrián haciéndole un gesto a Sergio para que se dirigiera hacia una esquina del gimnasio.

Sergio le miró fijamente pero acabó asintiendo ya que haber rechazo lo dicho por su entrenador hubiera resultado un poco raro. Una vez apartados de la profesora, Adrián se arrodilló y empezó a comprobar si el pantalón era de la talla de Sergio, pasando las manos por toda su pierna y sobándole disimuladamente más de lo que se podría esperar de un entrenador. En una de éstas, a Adrián se le fue la mano intencionadamente y la deslizó por el paquete de Sergio, que se sobresaltó ligeramente.

  • ¿Qué pretendes, Adrián? – preguntó Sergio dándose cuenta de que en el comportamiento de su entrenador no había nada de inocente.

  • ¿Yo? Nada Sergio, solamente estoy midiendo el pantalón para ver si hay que cogerte una talla más o algo.

  • ¿Te crees que soy tonto? Algo quieres decirme, porque llevas evitándome desde que me dejaste y ahora de repente te empeñas en acercarte a mí con la excusa de “medirme el pantalón”

  • Ya veo que no se te escapa una – dijo Adrián mirándole fijamente a los ojos – Verás, es que últimamente he visto que te has hecho amigo de un tal Andrés…

  • Sí. ¿Qué pasa? – contestó Sergio de forma muy borde pero encantado de que la conversación hubiera ido por ese lado.

  • Me gustaría saber si… Osea… - titubeó Adrián sin saber muy bien como decirlo – Vaya, que si sois algo más que amigos…

  • ¿Te interesa mucho? – respondió Sergio a la defensiva

  • Sí… Me gustaría que me respondieras, por favor…

  • Pues sí, hemos hecho alguna que otra cosa pero aún no hemos follado. ¿Contento? – dijo Sergio finalmente – Ahora no me vengas a decir que te arrepientes de haberme dejado porque al verme con otro te has dado cuenta de lo que me quieres, porque no cuela, ya pasó tu oportunidad.

  • No, no, nada de eso – mintió Adrián – Solo quería decirte que me alegro mucho por ti, de que por fin hayas encontrado a alguien de tu edad con el que puedas ser feliz.

  • Vale – le respondió Sergio muy cortante – Yo te he respondido a tu pregunta, ahora te toca a ti responder a la mía. ¿Tuviste algo con Andrés?

  • Voy a ser sincero contigo porque creo que te lo mereces – dijo Adrián tras quedarse un rato callado – Sí. Hace dos años yo trabajé en su instituto y tuvimos relaciones sexuales. Y la experiencia vivida con él me demuestra que no sale nada bueno de una relación así, por eso no quise repetir el mismo error contigo.

  • Que fuerte me parece… ¿Tú que eres una clase de morboso que va por los institutos cautivando chavales o qué?

  • Me parece muy injusto que pienses así, Sergio. Solo quiero que sepas que para mí has sido mucho más que un polvo. Yo he sentido cosas por ti, y de hecho, aún las siento….- se sinceró Adrián

  • Ya. Una pena que sea demasiado tarde para decirlo

Con esta frase, Sergio dio por zanjada la conversación con Adrián y se fue del rincón en el que estaban para unirse con los demás compañeros que habían llegado de cambiarse. Adrián se quedó contemplándole durante unos segundos y suspiró tristemente al darse cuenta de que lo había perdido justo cuando por fin se había dado cuenta de todo lo que sentía por él.

Por su parte, en el salón de actos, Miguel y Alberto ya habían repasado prácticamente todas las escenas que tenían juntos en la obra.

  • Bueno, solo nos queda la última, la del beso – anunció Miguel

  • Va, pero el texto de esa escena nos lo sabemos muy bien, no hace falta repasarlo… ¿Sabes lo que me cuesta más? Lo del beso… - dijo Alberto con una sonrisa inocente

  • ¿En serio? Vaya por dios, pues habrá que repasarlo varias veces, ¿no? – dijo Miguel siguiéndole el juego.

No hizo falta que se dijeran nada más, ya que ambos con la mirada se entendían a la perfección. Los dos se morían de ganas de besarse, por todo el tiempo que habían pasado separados y ahora que tenían la oportunidad, no iban a desaprovecharla. Se acercaron el uno al otro y se fundieron en un morreo pasional y desenfrenado, sin preocuparse de que se encontraban en medio del escenario. Se besaron durante un buen rato, sin separarse ni un segundo, ni siquiera para respirar, estaban sedientos el uno del otro. Era como si lo único que necesitaran para vivir fueran sus besos. De repente, oyeron ruidos fuera y se separaron rápidamente, intentando disimular, pero afortunadamente se trataba de una falsa alarma.

  • Uf… menos mal – suspiró Miguel aliviado

  • Espera – dijo Alberto mirando alrededor suyo – Ven. Aquí estaremos más tranquilos.

Miguel siguió a Alberto que se fue por una puerta que había detrás del escenario y llegaron hasta el “camerino”, donde se colocaban los alumnos antes de salir a representar la obra. No es que fuera muy amplio, y además había unos cuantos trastos ya que hacía mucho que no se recogía aquello, pero a ellos no les hacía falta ni un centímetro más de espacio. En cuanto Alberto cerró la puerta, los dos jóvenes se miraron con picardía y retomaron la situación donde la habían dejado. Volvieron a besarse, pero esta vez con más desenfreno, a sabiendas de que ahora era prácticamente imposible ser pillados por alguien. Se abrazaban con fuerza, pasando sus manos por cada punto de la espalda del otro y apretando sus cuerpos atléticos. Miguel decidió ir un paso más allá y movido por el morbo llevó su mano derecha al paquete de Alberto, que ya estaba abultado por los pasionales besos que se estaban dando. Miguel empezó a sobárselo por encima del pantalón y notaba como cada vez su polla se iba poniendo más dura. Alberto también se dejó llevar por lo cachondo que estaba y comenzó a hacer lo mismo con el paquete de Miguel, que ya estaba completamente duro. Los dos estaban muy cachondos y nos pudieron aguantar más conteniendo sus pollas en sus pantalones, así que prácticamente a la vez se desabrocharon las braguetas el uno al otro y dejaron salir sus tiesos rabos, que chocaron entre ellos saludándose como viejos conocidos que hace tiempo que no se ven. Ahora mismo se estaban pajeando el uno al otro mientras se besaban, pero Miguel decidió separarse de la boca de su amado para hacer algo que sabía que le gustaba: le empezó a besar el cuello, chupándoselo como si fuera a hacerle un chupetón pero parando antes de que quedara la marca. A Alberto eso le volvía loco y no pudo evitar gemir y ponerse cada vez más cachondo. Ahora, a la altura de su boca quedaba la oreja de Miguel y no pudo resistirse a empezar a chupársela como si no hubiera un mañana. A Miguel aquello también le encantaba y la situación era la siguiente: Alberto comiéndole la oreja a Miguel, que a su vez le estaba comiendo el tiempo al mismo tiempo que se pajeaban mutuamente. Pasaron unos pocos minutos, y Miguel ya notaba que no aguantaba más y sin poder retrasar más el orgasmo empezó a correrse soltando trallazos de lefa que fueron a parar a la mano de Alberto y algunos cayeron al suelo.

  • Perdón… pero es que no aguantaba más… Me pones mucho… - se sonrojó Miguel por haber acabado tan pronto

  • No pasa nada cariño – dijo Alberto quitándole importancia – Si no quieres seguir lo entiendo y lo dejamos…

  • No, no, sería un egoísta. Quiero que tú también acabes

  • Que bueno eres – le respondió Alberto con un ligero beso en los labios

Miguel decidió darle a Alberto un gran final para aquel encuentro sexual, y se arrodilló delante suyo, dándole a entender sus intenciones. Su boca quedó a la altura de aquella polla de 18 cm que estaba casi a punto de reventar, y relamiéndose ante el manjar que tenía delante, se la llevó a la boca para proceder con la mamada. Alberto no le posó las manos en la nuca como hacían todos los tíos, sino que le dejó marcar a él el ritmo de la mamada y chupársela a su antojo. Miguel la recorría de arriba a abajo con la lengua, para luego metérsela entera en la boca. Al principio le costaba un poco, porque la de Mario era más pequeña, pero pronto se acostumbró a la medida de Alberto y no le costó que le entrara entera. Entraba y salía con un ritmo ascendente, cada vez con más velocidad, y lo hacía con cierta maestría, mucho mejor que la primera vez que se la chupó, aunque para Alberto fue perfecta también. Tras unos cuantos minutos así, Alberto notó que ya le estaba llegando el momento de correrse y decidió avisar a Miguel por si quería apartarse. Sin embargo, Miguel decidió hacer lo mismo que la primera vez que se la chupó, y continuó amorrado a aquella tranca que pronto empezó a soltar abundantes chorros de lefa espesa y caliente que fueron disparados a su paladar. Miguel tragó con agilidad para que le fuera cabiendo todo el semen que iba saliendo de aquellos huevos. Cuando ya no quedó ni una gota por eyacular, se la tragó toda con gusta mientras Alberto le contemplaba con una sonrisa de embobado. Le agarró dulcemente de la barbilla y le levantó para volver a quedar a la misma altura y así poder besarle demostrándose mutuamente todo el amor que se tenían. De repente, oyeron como desde fuera les estaba llamando Beatriz, preguntando donde estaban. Se adecentaron como pudieron y salieron de allí disimulando.

  • ¡Anda! Ahí estabais – exclamó Beatriz al verles aparecer – Fijo que estabais cotilleando eh pillines…

  • Sí, sí, eso… - dijo Alberto con una sonrisa de oreja a oreja mientras le dirigía una mirada cómplice a Miguel

  • Bueno anda, a ver como os sale la obra, espero que hayáis mejorado eh

Los dos chicos representaron todas las escenas en las que salían juntos en la obra, con el beso incluido, y las hicieron magistralmente. Cuando acabaron, Beatriz no pudo contener la emoción y empezó a aplaudirles muy satisfecha por lo que acababa de ver.

  • ¡Muy bien chicos! ¡Genial! – exclamó con entusiasmo – No podía haber escogido una pareja principal mejor

Ambos se llenaron de orgullo al escuchar las palabras de su profesora y Alberto agarró del hombro a Miguel en un gesto amistoso, mientras los dos se morían de ganas por poder repetir lo que acababa de pasar en el camerino.

Francisco fue rápido a abrir la puerta de su casa en cuanto oyó que alguien picaba, sabiendo que era su putita la que estaba afuera esperando. Cerró la puerta y sin decir nada ni dejarle a él hablar, le agarró de la camiseta y lo tiró al suelo. Le dio la vuelta y lo colocó a cuatro patas mientras se desabrochaba el pantalón con rapidez.

  • Venga zorra date prisa que no tenemos mucho tiempo – le apresuró el profesor con brusquedad

Rodrigo asintió sin molestarse en contestar y se bajó el pantalón hasta las rodillas dejando solamente al aire su culito en pompa. Su amo se arrodilló y sin tan siquiera dilatarle se la insertó con ningún cuidado. Rodrigo no pudo evitar proferir un profundo grito de dolor, sintiendo como si se partiera en dos. El profesor le dio una bofetada en la cara y le tapó la boca con la mano.

  • ¡Qué te calles, puta perra! ¿No ves que los vecinos te pueden oír?

Francisco se incorporó y fue hasta la cocina para coger un trapo, que puso en la boca de Rodrigo para amordazarle y asegurarse de que no gritaba más. De esta forma podía follarle duramente sin preocuparse por los gritos. Se la volvió a clavar hasta el fondo y se la sacó entera para repetir la acción unas cuantas veces, hasta que el culito de su alumno se fue dilatando a la fuerza y se acomodó a la gruesa polla de Francisco. Entonces, comenzó la follada, que como siempre fue a un ritmo rápido sin ningún atisbo de cariño en el acto. Rodrigo notaba como caía sobre su cuerpo el sudor de su profesor, que resoplaba sofocado por el esfuerzo y la velocidad de la penetración. Como llevaba varios días sin follárselo, fue cuestión de unos cinco minutos lo que Francisco tardó en empezar a preñar a Rodrigo con su abundante lefa que le inundaba por dentro. En cuanto acabó de correrse, sacó su polla del culo de Rodrigo, que se dejó caer desfallecido en el suelo.

  • Venga, lárgate ya, por hoy ha estado bien – dijo Francisco mientras se abrochaba el pantalón.

Rodrigo hizo lo propio y tras quitarse el trapo de la boca, se subió el pantalón y se largó de aquella casa lo antes que pudo. Cuando cerró la puerta tras de sí, se quedó apoyado en la pared del rellano y se desmoronó: se sentía sucio, humillado, se repugnaba. Además, sentía un dolor agudo en el culo, esa vez Francisco le había hecho demasiado daño al follarle, era como si le hubiera desgarrado. Entonces, de repente, su cerebro reaccionó y pensó que si su profesor tenía tanta prisa porque se fuera de casa, podía ser porque su hijo estaba a punto de llegar. Confió en su instinto y decidió bajar al portal y esperar allí a ver si tenía suerte. Efectivamente, en esa ocasión el destino estuvo de su parte, ya que tan solo cinco minutos después vio a Diego entrar al portal con la guitarra. Rodrigo decidió actuar como si acabara de salir del ascensor y forzar así un encuentro casual, pero no tuvo que ser él quien iniciara la conversación ya que Diego se acordaba perfectamente de él.

  • ¡Ey! Tú eres el alumno de mi padre – exclamó Diego al verle - ¿Qué tal tío, te mete mucha caña?

  • Sí, no sabes cuanta – sonrió Rodrigo irónicamente – Oye, así que tocas la guitarra eh

  • Sí, llevo varios años yendo a clase y soy bastante bueno – contestó Diego vanagloriándose en plan broma.

  • Pues a mí me mola un montón, siempre he querido aprender a tocarla pero nunca he encontrado el momento – dijo Rodrigo inventándoselo sobre la marcha

  • Ey, pues yo ya he dado clases a algunos niños pequeños, si quieres podría enseñarte a ti – le propuso Diego sobre la marcha

  • Estaría genial tío, mientras no seas tan duro como tu padre… - bromeó Rodrigo

  • No, no, tranqui, no soy tan cabrón – rió Diego – Mira, te doy mi número y si quieres hablamos por whatsapp para concretar lo de las clases, ¿vale?

  • Perfecto tío, muchas gracias – dijo Rodrigo apuntando el número en su móvil – Bueno pues ya hablamos, hasta luego

  • Venga, ya nos vemos – se despidió Diego amistosamente

Cuando salió del portal, Rodrigo se sentía mucho más feliz y contento. Había sido todo mucho más fácil de lo que había pensado: él solamente esperaba cruzar algunas palabras con él, y a lo tonto había conseguido su número teléfono. Ahora solo faltaba ver si se atrevería a dar el paso de hablarle, ya que eso significaría aceptar que se estaba volviendo loco por él.

Marcos y Llorián se encontraban de pie delante del Eros, el bar de ambiente más popular de la ciudad. Se habían arreglado bastante intentando ponerse lo más guapos posibles. Esa noche tenían que ligar sí o sí, no podían marcharse de ese bar sin haber conseguido alguien con quien follar. Sin embargo, aunque tenían muy claro que querían entrar, se encontraban en el momento previo de duda.

  • Venga tío, no podemos rajarnos ahora – dijo Llorián

  • Ya, joder… Pero es que es un paso muy grande. Lo que hacemos es raro, ¿no? Se supone que somos heteros y que nos gustan las tías…

  • Y nos siguen gustando tío, pero con ellas es imposible, y los dos sabemos que lo importante es conseguir meterla en caliente

  • Uf, venga sí, tienes razón, no podemos echarnos atrás ahora. Vamos a entrar ya de una vez.

Los dos amigos se chocaron la mano en sinónimo de deseo de suerte y finalmente entraron al local. Era bastante amplio y como era de esperar, no había ni una sola mujer en todo el bar. Los dos se fijaron en todos los tíos que por allí había y pudieron comprobar que había de todas las edades. Se acercaron a la barra y le pidieron al camarero, que era un chico joven bastante guapete, un par de cubatas. No se atrevieron a entrarle a nadie de momento por lo que decidieron quedarse sentados en la barra tomándose su copa. Varios hombres se acercaron a ellos, pero ninguno les interesó ya que eran maduritos que buscaban un nene al que follarse. Contemplaron el ambiente del bar y vieron que allí nadie tenía tapujos ni vergüenza, todos se sentían libres, en su salsa. En cada esquina había varias parejas enrollándose y varias de ellas acababan yéndose al baño después de estar un rato morreándose, mientras otras abandonaban el local seguramente para dirigirse a acabar la faena en casa. Marcos y Llorián se estaban cansando de estar sentando mirando a todas partes, por lo que decidieron empezar a ser ellos los que fueran a los chicos. Se separaron para que ninguno pensara que ellos dos estaban juntos y cada uno se dirigió hacia el chico que habían fichado esperando tener suerte. Llorián se acercó a un chico bastante mono y joven que se encontraba solo sentado en uno de los sofás que había en el bar, pero éste desde el primer momento le dejó claro que no estaba interesado. Luego, se acercó hacia otro chico de las mismas características, pero antes de que éste pudiera decir algo, se le acercó otro chico por detrás para besarle y dejarle bien claro a Llorián que ya tenía acompañante. Por su parte, Marcos fue hasta un chico en el que se llevaba fijando desde hacía un rato. Debía tener su misma edad y era alto y delgado, con apariencia bastante afeminada. Le había visto antes liarse con otro chico, pero por alguna razón no habían llegado a más y el otro se había ido del bar.

  • Hola, llevo mirando un rato y… - empezó a decir Marcos con cierta timidez

  • Ya lo sé. Creí que no te ibas a atrever nunca a acercarte – le cortó el chico sin vergüenza alguna

  • Vaya… así que te habías dado cuenta – respondió Marcos algo avergonzado

  • Claro que me he dado cuenta, me estabas comiendo con los ojos. Por eso he mandado a paseo al chico con el que estaba, tenía la esperanza de poder acabar la noche contigo

  • Veo que eres bastante lanzado – se sorprendió Marcos – Eso me gusta

  • Ya, hace tiempo que perdí la vergüenza. Por cierto, me llamo Christian

  • Yo soy Marcos, encantado – se presentó Marcos mientras le estrechaba la mano

  • Bueno, y ¿qué busca un tiarrón como tú en un sitio como este? No tienes pinta de gay

  • Ya, es que no lo soy… Bueno, no lo sé… Tengo dudas, y me gustaría probar para poder saberlo de una vez…

  • Pues has venido al sitio adecuado – rió Christian – Y no te preocupes, que yo voy a estar encantado de ayudarte  salir de dudas…

Antes de que Marcos pudiera responderle, Christian se acercó hasta él y le empezó a besar. Marcos al principio se quedó bloqueado, pero pronto reaccionó y le correspondió aquel inesperado beso. Se morrearon con pasión, y Christian no tenía ningún problema en meter su lengua en la boca de Marcos y juguetear con la suya. Le estaba besando genial, y eso hizo que Marcos no pudiera evitar empezar a ponerse cachondo. Christian le volvió a sorprender, ya que el chico demostró una vez más que no era para nada tímido, posando la mano en el paquete de Marcos, que evidentemente estaba abultado.

  • Vaya, veo que ya lo tienes bastante claro… - le dijo Christian al oído

  • Sí… Me estás poniendo a mil… - susurró Marcos

  • ¿Qué te parece si vamos a un sitio más discreto? – le propuso Christian

  • Venga vale. Tú sal del bar que yo te sigo

Christian asintió y atravesó la puerta del Eros, seguido a unos pasos de distancia por Marcos, que antes de salir se despidió de Llorián levantándole el pulgar en señal de triunfo. Éste, por su parte, no había tenido el éxito que su amigo, ya que justo en ese momento acababa de recibir su tercer rechazo de la noche. Se estaba desanimando mucho y estaba a punto de tirar la toalla cuando de repente vio que al fondo del bar había una puerta en la que no paraban de entrar tíos, y por lo general, tardaban bastante en salir de ahí. Entonces, se acordó de algo de lo que había oído hablar: los famosos “cuartos oscuros” de los bares de homosexuales. Se acercó hasta allí y se dijo a sí mismo que si no era capaz de ligar, quizá la única forma de “pillar” aquella noche sería entrando allí. Estuvo un rato parado delante de la entrada, muy dubitativo, ya que evidentemente nunca había entrado en un sitio así y no sabía lo que podría encontrarse ahí dentro. Finalmente, fue su rabo y no su cerebro el que ordenó la acción, y como si de un autómata se tratara, entró en aquel sitio completamente nuevo para él. Una vez dentro, miró a su alrededor y pudo comprobar que era bastante más amplio de lo que había esperado y lo único que podía distinguir con una iluminación tan baja era sombras de varios hombres. Lo que estaban haciendo estaba bastante claro: pudo distinguir varias felaciones, alguna paja mutua, e incluso había un par de parejas que estaban follando. Llorián se limitó a apoyarse en una de las paredes de aquella sala, y movido por el morbo de aquella situación y por lo cachondo que estaba, se desabrochó la bragueta y sacó sus 19 centímetros de polla. La tenía morcillona, pero no estaba aún completamente dura. Empezó a masturbarse ligeramente mientras miraba con detalle todos los encuentros sexuales que estaba habiendo en ese momento alrededor suyo, lo que provocó que en cuestión de segundo la tuviera erecta del todo. De repente, notó como una mano que no era la suya le cubrió el rabo y empezó a manejar aquella masturbación. Llorián se dejó hacer, y dispuesto a no dejar escapar a aquel tío, llevó su mano hacia la polla de aquel desconocido, que para su sorpresa, ya la tenía fuera y muy tiesa. Le masturbó lo mejor que pudo, y le sorprendió que en ningún momento aquel chico se acercara a su boca para besarle. Estaba claro que ahí se llevaba otro rollo.

  • ¿Activo o pasivo? – le preguntó de repente el desconocido en un susurro

  • Activo – contestó Llorián entre leves gemidos

  • Normal, con ese pollón… - dijo el chico relamiéndose – Yo soy pasivazo y tengo mi casa libre, si quieres podemos ir a…

  • No – se negó rotundamente Llorián en cuanto empezó a oír la propuesta – Quiero follarte aquí

Un instinto sexual desconocido para Llorián se había despertado en su interior. Aquella situación le estaba poniendo a mil, y no se reconocía a sí mismo, estaba fuera de sí de lo cachondo que estaba. Quería rematar la faena entre las tinieblas de aquel cuarto oscuro. Además, si salían fuera, se arriesgaba a que el chico le rechazara al verle la cara. Sin poder aguantar más, le dio la vuelta bruscamente y le bajó el pantalón hasta las rodillas, para empezar a sobarle las nalgas y la raja. El chico se inclinó ligeramente para que su culo quedara más en pompa, pero se notaba que ya tenía una buena experiencia sexual como pasivo, porque estaba ya bastante dilatado. Llorián sacó de su bolsillo un condón y se lo puso. Antes de metérsela, le hizo un par de dedos para que el agujerito estuviera bien abierto y no le costara meterla. Sin embargo, cuando se dispuso a ello, no hubo manera. Aquel pollón no entraba por el ano de aquel chico y, cuando Llorián conseguía meter la cabeza de su rabo dentro, lo único que provocaba era que  el chico profiriera gritos de dolor. Lo intentó infinidad de veces, pero pronto ambos se dieron cuenta de que aquello no había forma humana de meterlo en esa postura. El chico, cansado y dolorido, se libró de las manos de Llorián y se dio la vuelta.

  • Tío, vaya trabuco, eso no entra

  • Que sí joder, ya verás como sí, ponte en el suelo a cuatro patas – le dijo Llorián con brusquedad

  • No tío, si quieres te la chupo pero ya te digo yo que eso a mí no me lo metes por el culo – zanjó el asunto el chico

Llorián resopló furioso y agarró al chico de los hombros con brusquedad para arrodillarle delante suyo. Tras quitarse el condón y tirarlo al suelo, le insertó el rabo en la boca, clavándoselo hasta la garganta y provocándole una esperada arcada. Llorián ni se inmutó y se la dejó metida hasta el fondo, para luego empezar a meterla y sacarla entera. Ya que no iba a follarle el culo, le follaría la boca a su gusto. No dejaba que el chico hiciera ni un solo movimiento, era él quien llevaba el control de la mamada, presionándole en la nuca para que se la tragara entera. Aquel desconocido siguió teniendo arcados durante un buen rato, pero acabaron cesando aunque se notaba que no estaba disfrutando de aquella mamada salvaje. Todo lo contrario que Llorián, que estaba gozando más que nunca. Había descubierto una faceta dominante y salvaje que le ponía muchísimo, le encantaba tener a ese extraño sometido. No pasó mucho tiempo hasta que Llorián sintió que estaba a punto de alcanzar el clímax. Él solía ser un tipo honesto y considerado con los demás, y en cualquier otro sitio hubiera avisado al chico para correrse fuera, pero en este momento lo único que deseaba era inundar esa boquita de su lefa. Y eso fue lo que pasó. El chico se sorprendió cuando empezó a notar que su boca se llenaba de semen caliente y espeso, mientras Llorián profería un gran gemido de placer, extasiado de placer. Dejó su rabo metido en la boca del chico hasta que terminó de correrse, para así conseguir que se la tragara toda. Cuando se la sacó de la boca, el chico se levantó rápidamente.

  • Eres un cabrón – le espetó furioso

  • No, simplemente soy un tío muy salido. Ala, hasta nunca

Tras esa desagradable despedida, Llorián salió del cuarto oscuro todo lo rápido que pudo y se dirigió hacia la puerta del Eros para salir a la calle. Respiró profundamente aire puro, algo que sus pulmones necesitaban después de todo el rato que había pasado en el cuarto oscuro. Una sonrisa maliciosa invadía su cara, se sentía genial consigo mismo y había disfrutado más que nunca de una corrida. Seguía siendo virgen, peor había salido a la luz una faceta suya que no conocía y que a partir de ahora iba a intentar explotar todo lo que pudiera.

Lejos de esa zona se encontraba Varo, dando vueltas por las calles de la ciudad, llenas de adolescentes que se disponían a pasarlo genial de fiesta aquel viernes por la noche. Él sin embargo iba completamente solo, algo que últimamente le ocurría bastante. Cualquier otro viernes hubiese estado con Iván y con otros amigos fumando porros en el parque o en alguna discoteca o bar, pero desde que su corazón se rompió ya no podía seguir actuando como si anda. Se encontraba vacío y no había nada que le llenara. No obstante, se negaba a quedarse en casa, las paredes se le caían encima y su madre se hubiese inquietado al ver que no salía. Por tanto, decidió aparentar normalidad delante de sus padres y salió a la calle a esperar a que pasara el tiempo, y así además se despejaba un poco. Cansado de caminar, decidió que le apetecía beber. Nunca había ahogado sus penas en alcohol, siempre que había bebido había sido para divertirse. Pero esta vez necesitaba refugiarse en una buena copa de alcohol, lo más cargada posible. Decidió alejarse de la zona centro de la ciudad por si se cruzaba con algún conocido y acabó adentrándose en otro barrio. Llegó a una calle en la que le había dicho anteriormente que había bastante buenos bares, y tras escoger uno al azar, entró. Se sentó en la barra, dejándose caer sobre el taburete y apoyando los codos en la barra. El camarero era un chico que debería tener unos 20 años, bastante alto y moreno de piel, con el pelo corto y rizoso. En cuanto vio a Varo, se acercó hasta él y le preguntó qué deseaba tomar.

  • Pues... un ron cola – dijo Varo sin apenas entusiasmo – Cargado, por favor

El camarero se lo sirvió y le hizo caso, ya que se lo puso bastante cargadito. Varo se lo bebió casi de un trago y después de acabárselo, pidió otro y otro, hasta que llego al cuarto, que ya se bebió más lentamente. Se quedó pensativo durante un largo rato sin darse cuenta del tiempo que pasaba ni de la gente que iba entrando y saliendo a su alrededor. Ni siquiera se percató de que el camarero no le quitaba el ojo y siempre que podía le echaba un vistazo para saber si seguía allí. Poco a poco, el local se fue vaciando, y cuando eran ya casi la una de la madrugada, Varo se acabó la cuarta copa y se dispuso a pedir la quinta.

  • ¿No crees que ya has bebido bastante? – le dijo el camarero mirándole fijamente

  • ¿A ti que te importa? Tú sírvemela y punto – le contestó Varo tratando de ser lo más borde posible

  • Pues sí me importa, porque no me apetece que te pongas como una cuba. Mira, no te voy a poner otra copa, pero te voy a  invitar a un chupito. Creo que te lo mereces después de todo lo que llevas gastado esta noche – le dijo el camarero con una sonrisa de oreja a oreja - ¿De qué lo quieres?

  • Tequila

  • Vaya… Veo que no te andas con mariconadas, ¿eh?

El camarero posó dos vasos de chupitos sobre la barra y los llenó de tequila. Cuando Varo iba directo a beberse el suyo pero el chico le frenó.

  • Si nos vamos a beber un chupito de tequila, vamos a hacerlo en condiciones, ¿no? – dijo el camarero señalándole  los cuencos en los que estaban el limón y la sal.

Los dos procedieron a echarse un poco de sal en la mano mientras con una mano agarraban el vaso y con la otra el limón. El camarero contó hasta tres, y al mismo tiempo se llevaron la sal a la boca, para luego beberse el chupito de un trago y finalmente chupar el limón. Ninguno de los dos pudo evitar poner cara rara, lo que les produjo una risa a ambos, la primera de Varo en mucho tiempo.

  • Me alegro de haberte hecho reír – dijo el camarero después de recoger los vasos y las mondas de los limones – Ya me preocupaba no haberte visto ni siquiera sonreír en todo el tiempo que llevas aquí

  • Ya bueno, es que no tengo motivos para sonreír

  • ¿Qué te pasa? ¿Mal de amores? ¿Problemas con alguna chica?

  • Con un chico – dijo Varo automáticamente sin pensar en lo que decía. Todo el alcohol que había tomado no le dejaba pensar claramente y estaba empezando a actuar por impulsos.

  • ¡Vaya! – dijo el camarero sorprendiéndose al escucharle, pero luego se dibujó una sonrisa llena de picardía en su rostro – Pues es una pena que un chico tan guapo como tú esté pasándolo mal…

  • Es lo que toca… - suspiró Varo sin percatarse de la indirecta del camarero

  • Mira, tú lo que necesitas ahora es compañía. Dentro de una hora acaba mi turno aquí, si te apetece puedes esperar y nos vamos tú y yo por ahí para que te animes. ¿Te parece bien?

  • Venga vale, total no tengo nada interesante que hacer – aceptó Varo encogiéndose de hombros.

  • Perfecto – sonrió el camarero – Por cierto, yo soy Carlos, pero todo el mundo me llama Coto, por mi apellido

  • Yo soy Álvaro, pero todo el mundo me llama Varo – se presentó Varo estrechándole la mano

  • Pues encantado Varo, dentro de una hora acabo y nos podremos conocer mejor – le dijo Coto guiñándole un ojo antes de dársela vuelta para ir a atender a otros clientes.

Varo se quedó pensativo contemplándole y por su cabeza pasaron varios pensamientos a la velocidad de la luz. Se dio cuenta de que se sentía muy atraído por aquel chico, le parecía que estaba buenísimo. No sabía si era por los efectos del alcohol, pero se estaba poniendo muy cachondo, y deseaba que las intenciones de Coto de animarle fueran de una forma sexual.

Mientras tanto, Marcos se encontraba siguiendo a Christian por la calle, a una distancia prudente para que nadie que pudiera verles les relacionara y dedujera lo que estaban a punto de hacer. Marcos estaba un poco nervioso, por fin había llegado el gran momento de desvirgarse. Mientras caminaba no podía parar de contemplar el armónico cuerpo de Christian, que se contoneaba excesivamente al andar. Era uno de esos gays que se les notaba a leguas que lo era, que no lo escondían, y que desprendían pluma por todas partes. Marcos se estaba sorprendiendo a sí mismo porque se estaba poniendo muy cachondo al mirarle y sobre todo, al pensar que en apenas unos minutos estaría follándose ese culito resultón. Después de atravesar unas cuantas calles, Christian finalmente se detuvo delante de un portal, sacó la llave y entró, dejando la puerta sin cerrar para que Marcos pudiera entrar tras él. Una vez dentro, Marcos le visualizó al final del portal, en la zona de detrás de las escaleras, y fue hasta donde estaba.

  • ¿No subimos a tu casa? – le preguntó Marcos en voz baja

  • ¡Qué dices tío, si vivo con mis padres! – dijo Christian riéndose – Pero lo haremos en el trastero, más porno

Christian le guiñó un ojo sensualmente tras decirle eso, lo que volvió loco a Marcos y le dio aún más ganas de follárselo. Christian abrió la puerta que llevaba a los trasteros y tras caminar por un largo pasillo llegó por fin al suyo. Sacó la llave y lo abrió, para luego apartarse e invitar a Marcos a pasar. Éste se introdujo tímidamente en aquel pequeño trastero, que como su propio nombre indicaba, estaba lleno de trastos. Sin embargo, en el centro había un hueco en el que cabían perfectamente, y Marcos dedujo que Christian ya tenía eso preparado para llevarse a sus ligues. Se miraron fijamente el uno al otro y Marcos titubeó, nervioso y sin saber muy bien si empezar.

  • ¿Bueno qué? ¿En serio me vas a tener que hacer tomar la iniciativa a mí? Creí que erais los caballeros los que hacían eso… - le dijo Christian sin perder la sonrisa.

Marcos sonrió ligeramente, pero antes de que pudiera reaccionar y acercarse a él para besarle, fue Christian el que le cogió de la cadera y propició la unión de sus labios en un beso algo frío y distante al principio, pero que poco a poco, según Marcos se fue soltando, se fue convirtiendo en algo más caliente y pasional. Marcos se sorprendió de lo bien que besaba Christian. Besarle a él era diferente a cualquier persona a la que hubiera besado antes. Jugaba con su lengua con una facilidad asombrosa y no se cortaba en metérsela hasta la campanilla. Marcos posó sus manos en la espalda de Christian, pero éste se las agarró y se las llevó hasta su culo. Ante esa declaración de intenciones, Marcos decidió empezar a soltarse y sobó aquel culito como si de una masa de plastilina se tratara. Aunque fuera por encima del pantalón, le encantaba sentirlo entre sus manos, abarcar con las palmas aquellas dos nalgas y pasar los dedos por aquella raja y aquel ojete que estaba pidiendo a gritos ser penetrado. Por su parte, Christian llevó su mano derecha la paquete de Marcos, duro como una piedra, pero no se limitó a sobárselo por encima del pantalón sino que directamente se lo bajó hasta las rodillas junto con el bóxer para comenzar a masturbar aquel rabo tieso. Marcos se quedó sorprendido otra vez de lo bien que le pajeaba, la buena táctica que tenía era asombrosa. Lo siguiente que hizo Marcos fue seguir los pasos de Christian y bajarle los pantalones, pero en vez de ir hasta su rabo, siguió concentrado en su culo, sobre todo en su ojete. Le separaba las nalgas para tratar de meter algún dedo, después de empapárselos en saliva.

  • ¿Quieres que te la chupe? – preguntó Christian en una de las pausas entre morreo y morreo.

  • No tío, necesito follarte ya – dijo Marcos entre suspiros dejando ver lo ansioso que estaba por catar ese culo.

  • Por mí encantado

Christian se dio la vuelta y se arrodilló en el suelo, poniéndose a cuatro patas con el culo completamente en pompa. Marcos no pudo evitar resoplar ante aquella imagen que tenía delante suyo. Estaba como una moto.

  • Tío ¿te puedo comer el culo? Me está apeteciendo mogollón… - dijo Marcos sorprendiéndose a sí mismo de que quisiera hacer eso

  • Sí, sí, claro, tú no te cortes, a partir de ahora este culito es todo tuyo – dijo Christian con una voz muy sugerente mientras se azotaba suavemente en una nalga.

Marcos sonrió y sin poder resistirse más se puso de rodillas detrás de Christian y se agachó hasta que su cara estuvo justo detrás de su culo. Aspiró fuertemente y comprobó como aquel olor le ponía aún más cachondo. Sacó su lengua y dio un lametón con el que recorrió toda su raja. Saboreó aquella impresión y no le desagradó por lo que lo volvió hacer varias veces para luego empezar a concentrarse en el ojete. Estaba bastante dilatado, se notaba la experiencia sexual de Christian como pasivo. Con su lengua jugueteó introduciéndola todo lo que podía y removiéndola dentro, haciendo círculos con ella. Le encantaba estar haciendo aquel beso negro, nunca hubiera sido algo que le había atraído pero estaba siendo todo un descubrimiento para él.

  • Fóllame ya por favor – pidió Christian casi suplicando, ya que aunque le estaba encantando el beso negro necesitaba ser penetrado.

Marcos asintió y tras darle unos últimos lametones al culito, fue hasta su pantalón, de donde sacó un condón y se lo puso sobre su polla como había ensayado en su casa en múltiples ocasiones. Se colocó como había estado viendo en varios vídeos porno con la polla apuntando hacia el ojete de Christian e intentó meterla. Ahí se notó su experiencia y su torpeza en el ámbito sexual, ya que le costó bastante atinar como insertarla. Finalmente fue Christian el que llevó una de sus manos a la polla de Marcos para guiarla hasta el sitio exacto y, con un movimiento de cadera de Marcos, entró hasta el fondo de una sola vez, ya que era más bien pequeña y el culo de Christian había albergado miembros bastante más grandes y gordos. Una vez dentro, Marcos disfrutó unos segundos de aquella sensación: la primera vez que tenía su polla metida en un agujero justo antes de follar. Le dolía un poco porque la piel le tiraba demasiado para atrás, pero nada comparable con el placer que sintió cuando empezó a mover la cadera para follarse a Christian. Se la metía y se la sacaba prácticamente entera y cada vez más rápido, e inconscientemente empezó a gemir. Lo mismo hizo Christian, con gemidos más femeninos y sensuales y diciendo de vez en cuando “dame más”, “fóllame más duro” y otros incentivos para que Marcos siguiera petándole. Apenas fueron diez minutos lo que tardó Marcos en sentir que ya no podía más. Entre lo cachondo que estaba y que era la primera vez que follaba, su corrida fue la más abundante de toda su vida, acompañada de un fuerte y grave gemido. No le dio tiempo a sacársela y correrse en otro sitio, por lo que toda su lefa fue a parar al condón. Cuando acabó de eyacular, la sacó del culo de Christian y se echó para atrás exhausto. Christian se dio la vuelta y le señaló su polla indicándole que él también quería acabar. A Marcos no le apeteció chupársela así que se limitó simplemente a hacerle una paja lo mejor que supo hasta que Christian se corrió también, soltando todo su semen en su pecho y su barriga. Luego cogió unos clínex que había allí con los que se limpió.

  • ¿Ha estado bien, eh? – dijo Christian sensualmente

  • Si tío, de puta madre – le respondió Marcos mientras cogía su ropa para empezar a vestirse

  • Ey, no tan rápido, la noche es larga, podemos repetir…

  • Hoy no tío, tengo que irme a casa ya que si no mis padres me matan

  • Bueno anda, no pasa nada – dijo Christian un poco chafado porque se le acabara la fiesta tan pronto – Pero bueno, puedes darme tu número y ya hablamos por whatsapp para volver a quedar

  • Mmmm sí, esto hay que repetirlo – afirmó Marcos mientras le dejaba su móvil para que se guardara entre sus contactos

  • Ya está – dijo Christian devolviéndoselo – Ya sabes, cuando quieras volver a probar este culito solo háblame

  • Genial tío – le contestó Marcos mientras acababa de vestirse – Bueno yo me piro ya, ya nos vemos

Christian se incorporó y besó a Marcos en los labios de nuevo a modo de despedida, pero este beso a Marcos no le supo igual que el primero. Salió del trastero y del portal para dirigirse a su casa lo más rápido que pudo. En ese momento tenía sentimientos encontrados: por una parte se encontraba feliz porque por fin había conseguido follar, mientras que por otra se sentía raro por haberlo hecho con un tío, y más aún por haberlo disfrutado tanto. ¿Era esta la confirmación de que era definitivamente gay?  Solo tenía una cosa clara: necesitaba volver a gozar con aquel tío y su culito de vicio.

CONTINUARÁ