ETERNA JUVENTUD. Cap13. Cicatrices del pasado.

Las heridas que dejamos abiertas y sin curar, pueden volver a sangrar, haciéndonos aún más daño que la primera vez...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 13: CICATRICES DEL PASADO.

Alex llegó a su casa cerca de las siete de la mañana después de su primera noche en el Night Club. Su madre aún estaba dormida y antes de irse a la cama se fue directo a la ducha. Se metió bajo ella y sin preocuparse de poner la temperatura adecuada, se metió debajo del chorro de agua. Mientras el agua caía por todo su cuerpo las imágenes de toda la noche iban viniendo a su cabeza. Ya era oficial: se había prostituido. Dentro de lo que cabe había tenido suerte de que un hombre como Gerard hubiera sido su primer cliente, pero sabía que no siempre le tocarían hombres así. Se frotaba con la esponja todo lo fuerte que podía y a pesar de que estaba reluciente seguía sintiéndose muy sucio, pero era consciente de que esa suciedad no se iría con jabón, sino que quedaría en su interior para siempre. De repente, oyó como su madre se levantaba de la cama, seguramente se había despertado por el ruido de la ducha. Al pensar en ella, Alex se desmoronó. ¿Cómo iba a mirarla ahora a la cara después de lo que había hecho? Todo lo había hecho por ella, para empezar a traer dinero a casa y ayudarla con la difícil situación económica que estaban atravesando, pero sentía como si al dejarse follar por desconocidos a cambio de dinero la estuviera traicionando. Ella, que tan orgullosa estaba de él, ni se le pasaba por la cabeza que su único hijo hubiera hecho eso. Fue entonces cuando Alex se vio superado por sus pensamientos y las piernas empezaron a fallarle. Se vio incapaz de continuar estando de pie, por lo que se apoyó en la pared y se deslizó hasta acabar sentado en el suelo de la ducha, mientras lloraba desconsoladamente, como un niño pequeño.

Rodrigo se despertó sofocado y sudado en medio de la noche. Miró el reloj y aún no eran ni las siete. Ya era la cuarta vez que se despertaba en toda la noche. Cuando conseguía conciliar el sueño, las pesadillas llegaban a su cabeza y se veía encerrado en una jaula completamente desnudo mientras Francisco le daba latigazos. Se vio incapaz de continuar en la cama ya que al cerrar los ojos sentía cada uno de los latigazos que su profesor le había dado la noche anterior. Se levantó y fue hasta al baño, donde se quitó la camiseta del pijama y se miró en el espejo. Tenía el pecho lleno de cicatrices, las marcas que le habían dejado los latigazos que había recibido. Ahora, cada vez que se viera el torso desnudo sin camiseta, recordaría todo lo vivido aquella fatídica noche. De este modo, también recordaría que no debe volver a mentirle a su amo, ni hacer nada que le desagrade. Con la imagen de su dañado cuerpo delante de los ojos, Rodrigo se hizo la promesa de que nunca iba a darle la oportunidad a Francisco de volver a castigarle. Cerró los ojos y confió en que en un futuro no muy lejano ese monstruo acabara recibiendo su merecido.

Tres días después

Cuando tocó el timbre a las dos y media, Mario y Miguel salieron juntos del instituto como de costumbre para dirigirse hacia su casa. Sin embargo ese día, no tendrían que despedirse a mitad de camino, ya que Mario invitó a Miguel a comer a su casa y pasar la tarde juntos, aprovechando que sus padres iban a estar trabajando durante todo el día. Llegaron al portal, y al entrar en el ascensor, Mario no pudo aguantar más las ganas que tenía de besar a Miguel y buscó desesperadamente los labios de su novio. Y es que desde el viernes pasado, el día de la excursión al observatorio, habían iniciado una relación. Los dos chicos se estuvieron besando todo lo que duró el trayecto en ascensor, y justo antes de que se abrieran las puertas se separaron, siendo así cautelosos por si había algún vecino esperando el ascensor que pudiera verles. Entraron en casa de Mario y fueron tras dejar las mochilas en el suelo, fueron hasta la cocina. La madre de Mario les había dejado preparada la comida, así que los chicos solo tuvieron que calentarla y luego sentarse a la mesa para comer. Durante la comida, estuvieron hablando sobre diferentes temas, siempre sacados por Mario como siempre. Miguel se limitaba a responder a lo que su novio le preguntaba y a reírle las bromas. Después de comer, los dos chicos recogieron la mesa y pusieron los platos en el lavavajillas, como si de una pareja se tratara.

  • ¡Que bien estaríamos los dos viviendo juntos! – dijo Mario riendo mientras Miguel asentía con una sonrisa – Aunque bueno, si viviésemos juntos nos pasaríamos el día entero en la cama…

Mario le susurró esta última frase al oído de Miguel, justo antes de volver a juntar sus labios con los suyos. Mientras seguían besándose, Mario fue caminando hacia su habitación. Los dos entraron en ella y permanecieron de pie mientras comenzaban a desvestirse. Mario le quitó la camiseta a Miguel y después hizo él lo mismo, ansioso de que sus torsos desnudos se juntaran y se restregaran el uno al otro. Debido al frote, sus paquetes comenzaron a abultarse ya que sus pollas se iban despertando poco a poco. Mario, guiado por un impulso interno, no pudo evitar posar una de sus manos en la entrepierna de Miguel, quien tenía las manos apoyadas en su culo, pero sin sobárselo. Era más que evidente que una vez más, era Mario el que llevaba la iniciativa mientras Miguel se limitaba a dejarse llevar. Mario consiguió desabrochar el cinturón del pantalón de Miguel, de manera que así tuvo vía libre para quitárselos y poder contemplar a su chico solamente con el bóxer que llevaba puesto. A continuación, fue él mismo el que se deshizo de sus pantalones dejando evitando la gran erección que tenía, ya que en su boxer había un enorme bulto. Siguieron besándose, pero esta vez se tumbaron en la cama uno al lado del otro mientras seguían sobándose mutuamente. Mario ya no aguantaba más sin ver la polla de Miguel, así que dirigió sus manos hasta su bóxer para quitárselo. Al hacerlo, el rabo completamente tieso de Miguel rebotó contra su propia barriga. Mario lo abarcó con su mano y comenzó a masturbarlo muy suavemente. Miguel ahora mismo ya no pensaba con la cabeza sino con la polla. Estaba muy excitado y lo único que quería en ese momento era tener en su mano el rabo de Mario, por lo que le quitó el calzoncillo lo más rápido que pudo. En ese momento estuvieron los dos chicos completamente desnudos, sin ningún pudor. Mario continuaba sobando a Miguel de arriba a abajo, hasta que sus manos acabaran llegando al culo del chico. Primero le manoseó bien aquellas nalgas turgentes para luego intentar colar uno de sus dedos en su orificio.

  • Mario… No me siento preparado… - le dijo Miguel cuando notó que su novio tenía intención de ir dilatándole el culo.

  • De acuerdo, cariño, yo por ti espero – le respondió Mario apartando automáticamente la mano de su culo.

Entonces, Mario dejó de besarle, ya que le apetecía usar la boca para otra cosa más placentera. Se deslizo por la cama hasta que su cara quedó a la altura del pene de Miguel, y sin miramientos comenzó a lamerlo con la lengua como si de un helado se tratara. A Miguel nunca le habían hecho una mamada, siempre había sido él quien había chupado, por lo que esto iba a ser una experiencia nueva para él. Mario, además de lamerle la polla, también le chupeteó gustosamente los huevos, algo que a Miguel le produjo un gran placer. Mario estaba muy concentrado disfrutando de los genitales de su novio, esforzándose también para darle el máximo placer, ya que ante todo quería que Miguel disfrutara. Por tanto, tras un rato pasando su lengua por todos los puntos de su entrepierna, Mario empezó con la mamada. Se fue metiendo poco a poco la polla de Miguel en la boca. Se concentró bastante en el capullo, ya que Mario era consciente de que a cualquier hombre le encantaba que le estimularan aquella zona de la polla. Mario se dio cuenta de que su trabajo estaba dando resultados al escuchar los gemidos de Miguel, que no podía reprimirlos a pesar de que le daba vergüenza. Sin embargo, aquellos gemidos sirvieron de motivación a Mario, que deseoso de que su novio continuara disfrutando, se metió toda su polla en la boca para mamársela entera. Miguel ya no se preocupaba por disimular los gemidos, ya que estaba gozando demasiado. Mario estaba demostrando que eran un gran experto mamador, y a Miguel le quedó más que claro que la suya no era la primera polla que chupaba. Mario continuaba concentrado en aquella mamada que él también estaba disfrutando mucho, ya que para él chupar una polla siempre era un placer, y más aún si el pene que chupaba pertenecía a la persona de la que estaba enamorado. Mientras se la mamaba, Mario jugueteaba con su mano derecha con los huevos de Miguel, y aquello fue demasiado para él, que acabó corriéndose abundantemente en la boca de Mario. Éste recibió toda la lefa con gran gusto, tratando de que ni una sola gota del semen de Miguel se quedara fuera de su boca. Cuando Miguel acabó de correrse, Mario se incorporó hasta volver a estar a la altura de su chico, y cuando llegó a él, le dio un beso en la boca mediante el cual le pasó toda la leche que había eyaculado. Miguel recibió su propio semen con sorpresa, ya que no se lo esperaba, pero evidentemente no la rechazó, sino que se la tragó toda.

  • ¿Lo has disfrutado mi amor? – dijo Mario acariciando tiernamente a Miguel en la cara mientras le contemplaba embobado.

  • Sí, ha estado genial – le respondió Miguel tímidamente

  • Bueno, ahora te toca cumplir a ti como un campeón… - dijo Mario con voz pícara señalando su polla a punto de estallar.

Miguel asintió y suspiró cansadamente. No le apetecía en absoluto tener que chupársela a Mario, pero supuso que era lo que le tocaba como novio ya que él había recibido una buena mamada y su chico estaba esperando la suya. Por tanto, Miguel descendió hasta que llegó hasta la polla de Mario. No se anduvo con rodeos, y directamente se la metió en la boca casi entera. Tenía un sabor fuerte que no le agradó demasiado, pero se resignó a seguir chupando. Se la metía y se la sacaba de la boca con los ojos cerrados, y en su cabeza intentaba pensar en otras cosas. A la mente le acabó llegando el momento en el que se la chupó a Alberto en su lugar secreto detrás del instituto. Cada uno de los segundos de aquella mamada se repitieron en su cabeza, recordando todos los detalles: el sabor de la polla de Alberto, el tamaño, los gemidos que soltaba, su forma de correrse, el impacto de su semen contra su paladar, la sensación al tragarlo… Con esos pensamientos Miguel comenzó a aplicarse mucho más en la mamada que le estaba haciendo a Mario, imaginando que se la estaba chupando a su amado Alberto en vez de a él. Mario no se cortó en colocar sus manos en la nuca de Miguel y hacer movimientos de cadera para marcar él mismo el ritmo de la mamada. De esta forma, Mario acabó follándole la boca a Miguel, pero a él no le importó, ya que su mente no estaba pendiente de eso, sino que pensaba única y exclusivamente en Alberto. La mamada estaba siendo tan placentera que Mario no tardó mucho en correrse. No apartó sus manos de la nuca de Miguel, de forma que éste tuvo que tragarse también el semen de su novio además del suyo propio que ya se había tragado antes. Cuando Mario se corrió, en la cabeza de Miguel solo había una imagen: el rostro perfecto de Alberto.

  • Buffffff, cariño, has estado increíble – dijo Mario aún entre gemidos, sorprendido de lo mucho que acababa de disfrutar

  • Gracias – contestó Miguel muy ruborizado en un susurro casi inaudible.

  • Te quiero tanto… - le dijo Mario mirándole a los ojos junto antes de volver a besarle en los labios.

Miguel se dejó besar cerrando los ojos, pero en su interior un sentimiento de culpa le recorría por estar mintiendo a Mario, ya que esto había servido para reafirmar su amor profundo y sincero hacia Alberto.

Era martes, día de entrenamiento. Adrián se encontraba observando a sus jugadores mientras éstos jugaban un partido amistoso entre ellos para entrenar diferentes tácticas para poner en práctica en los partidos. Adrián se estaba dando cuenta de que sus chicos ese día no estaban rindiendo al 100%. Se les veía distraídos, sin poner toda la carne en el asador. Por ello les tenía que dar más voces de lo normal, para que se concentraran en lo que estaban haciendo. Esos fallos en un entrenamiento no podían consentirse, ya que si por culpa de no haberlos corregido salían a relucir en un partido, el resultado podía ser desastroso. A parte de todo esto, Adrián se dio cuenta de otra cosa que le impactó mucho: Sergio ese día no había ido a entrenar.

Y es que Sergio se sintió incapaz de afrontar el entrenamiento. No se sintió con las fuerzas suficientes como para estar hora y media a tan poca distancia de Adrián. Podía haber fingido estar enfermo y quedarse en casa, pero prefirió ir hasta un gimnasio de su barrio para así no perder el ejercicio físico de ese día. Llegó allí y tras dejar la mochila en el vestuario empezó a recorrer las diferentes máquinas del gimnasio destinadas a ejercitar los diferentes músculos del cuerpo. Decidió empezar por las pesas, ya que a pesar de que Sergio tenía una buena tableta y unas buenas piernas, lo que tenía menos ejercitado era los brazos. Estaba fuerte, pero aún le faltaba más entrenamiento para tener unos buenos brazos. Sergio siempre había ido al gimnasio para coger un buen físico y así impresionar a las chicas, pero ahora las chicas ya no eran su objetivo. A quien quería impresionar era a Adrián, demostrarle a su entrenador que no era un niño, sino todo un hombre como él, igual de ejercitado y musculado. Después de pasarse un buen rato con las pesas, hasta que sus brazos aguantaron, decidió ir hasta una de las cintas de correr, ya que ese día no iba a correr en el entrenamiento de fútbol. Desde allí Sergio tenía una vista panorámica de todo el gimnasio. Podía ver los cuerpos sudorosos de todos los hombres que estaban haciendo deporte en ese momento en el gimnasio. Se fijó en todos los que le parecía que estaban buenos, pero finalmente le llamó la atención un chaval que debía ser un poco más mayor que él que estaba haciendo planchas en una colchoneta. Era bastante guapo de cara y tenía un buen pecho, pero lo que le volvió loco de este chico fue su culo. Era un culo respingón y firme, muy apetecible. Tanto, que a Sergio le daban ganas de ir hasta la colchoneta en la que estaba tirado y follarse ese culo que iba pidiendo guerra. Sergio lo contempló embobado durante un buen rato y cada vez se iba poniendo más cachondo. Notaba su polla tiesa en su pantalón de chándal y acabó llegando a la conclusión de que necesitaba una ducha de agua bien fría para que se le pasara el calentón que había cogido en cuestión de segundos mirando aquel culo que le había hipnotizado.

Al acabar el entrenamiento, Iván y Varo cogieron sus cosas y salieron del vestuario sin tener que pasar en él más tiempo del necesario. Iván caminaba muy deprisa y Varo le seguía, sin saber aún a donde se dirigía su amigo con tanta rapidez.

  • Eh tío, ¿por qué tienes tanta prisa? – le preguntó Varo mientras trataba de alcanzarle para ir a su mismo paso.

  • Tío, estoy muy preocupado por mi hermano – le respondió Iván ralentizando un poco el ritmo – Sigue encerrado en sí mismo sin querer salir de la cama, y apenas se relaciona con nadie. Creo que necesita ayuda urgentemente, algún estímulo que le ayude a volver el mismo de antes… Y ayer se me ocurrió que quizá alguien que haya pasado por lo mismo que él pueda ayudarle.

  • ¿Y en qué pensaste? – preguntó Varo intrigado, sin saber aún a donde quería ir a parar su amigo

  • ¿No te acuerdas de Guillermo, el chico que nos ayudó a encontrar a Edu? Nos dijo que él mismo había sido víctima de Jorge, por eso sabía lo que le pudo haber pasado a Edu y hasta el piso en el que lo tenía secuestrado.

  • Es verdad, me acuerdo de ese chico. Tenía la mirada tan fría y la cara tan sombría… - dijo Varo sintiendo un escalofrío al recordarle.

  • A saber por todo lo que ha pasado… Pero bueno, lo que importa ahora es que él ha sido capaz de superar todo lo que le haya pasado, y quiero que aconseje a mi hermano sobre como salir del pozo en el que está hundido.

  • ¿Y conseguiste localizarle?

  • Sí, nos dimos el número de teléfono el día que ocurrió todo, y ayer vi que tenía Whatsapp, así que estuve hablando con él y aceptó hacerle una visita a Edu. Le di la dirección de mi casa y le dije que esperara a esta hora en el portal a que yo llegase.

Varo asintió. Sin duda alguna Iván le estaba sorprendiendo con la actitud que tenía con su hermano desde el día del secuestro. La relación entre Iván y Edu siempre había sido nefasta. Varo cada vez que los veía juntos acababan discutiendo por cualquier tontería, e incluso le llegaba a parecer que no se tenían ningún aprecio el uno por el otro. Sin embargo, Iván estaba demostrando que su hermano pequeño le importa mucho más de lo que hasta ahora había intentado aparentar, y que haría lo que fuera por protegerle y que fuera feliz. Varo estaba empezando a cuestionarse si el Iván que siempre había conocido hubiera sido una coraza que ocultaba su verdadera forma de ser. Y luego estaba aquella foto… Varo no había conseguido sacarse aún de la cabeza la foto que vio en el móvil de Iván el día de la excursión. No le cabía en la cabeza que su mejor amigo de toda la vida al que creía conocer a la perfección tuviera un secreto tan grande como el que intuía que estaba ocultando. Y es que la foto no engañaba: Iván se estaba besando con Mario. Varo no aguantaba más sin conocer la verdad sobre todo ese asunto pero aún no se había atrevido a preguntarle, por miedo a su reacción. Durante todo el trayecto desde el instituto a casa de Iván estuvo pensando la manera de abordar el tema, pero llegaron al portal antes de que encontrara la forma adecuada de hacerlo. Como había pronosticado Iván, Guillermo se encontraba allí esperándoles. A los dos amigos le sorprendió que el chico tenía exactamente la misma expresión sombría que el día en el que le conocieron. Al verles llegar, sonrió ligeramente, pero era más que evidente que era una sonrisa forzada, completamente artificial. Aquellos ojos negros estaban tristes y apagados, y hacían parecer que ese chico nunca había sido feliz.

  • Ey, Guille, gracias por venir, de verdad – dijo Iván saludándole con un apretón de manos

  • De nada, es lo menos que podía hacer. Cuando me hablaste ayer me preocupé bastante por Edu y si tú crees que yo puedo ayudarle, haré todo lo que esté en mi mano.

  • Joe, que buen tío eres – sonrió Iván dándole una palmada en la espalda para luego dirigirse a abrir la puerta del portal.

Cuando los tres chicos entraron por la puerta de casa de Iván, éste los dirigió hasta la habitación de Edu, cuya puerta estaba cerrada como de costumbre. Iván picó suavemente en ella antes de abrirla, aunque sabía perfectamente que su hermano se encontraría metido en la cama.

  • Edu, ¿qué tal estás?

  • Déjame Iván, no me apetece hacer nada, en serio – respondió Edu sin ni siquiera destaparse para mirarle.

  • Venga, anímate, que hoy tienes visita

  • ¿Qué? ¿Quién? – preguntó Edu extrañado.

Movido por la curiosidad de saber quien había venido a verle, echó la manta de su cama hacia atrás para poder ver al chico que se encontraba en la puerta junto a su hermano. Sin embargo, al verle la cara a Guillermo, Edu continuó desconcertado, ya que a pesar de que su cara le resultaba familiar, no caía en la cuenta de quien era aquel chico que ahora estaba en su habitación.

  • Hola, Edu. ¿No te acuerdas de mí? – dijo Guille intentando sonreír.

  • Mmmm… Me suenas pero no caigo, lo siento… - le respondió Edu esforzándose para intentar recordarle.

  • Soy Guille, el chico que ayudó a tu hermano a encontrarte

  • ¡Anda! Es verdad jolín, perdona por no acordarme, pero es que intento deshacerme de los recuerdos de ese día…

  • No te preocupes, lo entiendo, es lo normal. Cuando una persona pasa por la experiencia que tú has pasa…

  • Mira, Guille, te agradezco que hayas venido hasta aquí por mí, pero si pretendes hacerme terapia sobre lo ocurrido, no estoy interesado en hablar contigo, así que ya puedes irte – dijo Edu intentando ser bastante borde mientras volvía a taparse con las sábanas

  • No no, para nada Edu, yo vengo para todo lo contrario. Necesitas despejarte y voy a distraerte lo mejor que pueda para que no pienses en ningún momento en lo que te ha pasado

  • Venga Edu, ¿qué te molesta hablar un poco con él? Si él más que nadie sabe por lo que estás pasando, si ha vivido lo que mismo que tú… - intentó Iván convencer a su hermano pequeño.

  • Bueno vale, todo con tal de que dejes de darme el coñazo – aceptó finalmente Edu a regañadientes.

  • Perfecto, ya veras que bien te viene un poco de distracción – dijo Iván feliz de que su hermano haya accedido – Bueno, yo os dejo solos, pasadlo bien

Iván cerró la puerta de la habitación de Edu y fue hasta la suya, donde Varo le estaba esperando. El chico llevaba todo el rato dándole vueltas al tema de la foto de su amigo con Mario, y finalmente llegó a la conclusión de que no podía estar más tiempo sin hablar con él sobre ello.

  • Lo conseguí tío, mi hermano va a hablar con Guille y creo que… - comenzó a decir Iván nada más entrar por la puerta de su habitación

  • Iván, tenemos que hablar – le cortó Varo bruscamente

  • Joder tío, esa frase nunca trae nada bueno… - se rió Iván

  • Iván, en serio, escucha. El día de la excursión en el autobús yo tenía tu móvil, y para distraerme me puso a ver las fotos – dijo Varo, que antes de continuar suspiró profundamente – Llegué hasta las de 2010, y vi una que me sorprendió bastante…

  • ¿Cuál? – le preguntó Iván empezando a preocuparse

  • Una en la que salías besándote con Mario.

  • ¡Joder tío! ¡¿Tú por qué cojones miras mis putas fotos?! – le gritó Iván bastante enfurecido al ver que el mayor secreto de su vida había sido finalmente descubierto.

  • Necesito que me lo expliques joder, ¿qué significa esa foto?

  • Esa foto pertenece al pasado, ¿lo entiendes? AL PASADO. No tengo por qué dar explicaciones sobre ello a estas alturas.

  • Mira, la cuestión es muy simple: ¿Eres gay?

  • ¿Cómo coño puedes hacerme esa pregunta? ¿Acaso no me conoces?

  • ¡Iván, contéstame ostia! ¿Tuviste algo con Mario?

  • Me estás empezando a tocar mucho los cojones, Varo…

  • No te reconozco. Tío, creí que éramos amigos, ¿sabes? Pensé que nos lo contábamos todo, que entre tú y yo no había secretos. Pero ahora me estoy dando cuenta de que si no eres capaz de responderme a esta pregunta igual no somos tan amigos como pensaba. Me has decepcionado, Iván…

Iván se quedó mirando tristemente a su amigo tras las duras palabras que éste le dijo, pero se vio incapaz de poder contarle la verdad. De este modo, Varo, al ver que su amigo se quedaba callado, dio un profundo suspiro con el que intentó expresar toda la decepción que sentía en ese momento. Dándose cuenta de que no iba a conseguir que Iván le contase la verdad, Varo se fue de casa de su amigo dando un portazo con el que demostró toda su rabia. Una vez en el pasillo, no pudo evitar derrumbarse deslizándose por la puerta mientras las lágrimas salían con velocidad de sus ojos.

En la habitación de Edu, todo estaba llevando bastante mejor que entre Iván y Varo, a pesar de que Edu no se mostraba aún demasiado receptivo a recibir la ayuda de Guille. Agradecía que el chico hubiera venido hasta allí, pero lo único que le apetecía era estar solo, sin compañía.

  • Bueno, y ¿qué te apetece hacer? – preguntó Guille sentándose en la cama de Edu al lado suyo.

  • De verdad Guille, no hace falta que te quedes aquí porque mi hermano te lo haya pedido. No nos conocemos de nada y entiendo que esto a ti te apetezca incluso menos que a mí…

  • ¡Todo lo contrario Edu! Verás, después de que a mi me ocurriera todo aquello, yo también estuve encerrado en mí mismo, y tardé muchísimo en recuperarme. ¿Sabes por qué? Porque no tuve a nadie que me ayudara a salir del pozo. Debes estar agradecido a tu hermano que se preocupa tanto por ti – le respondió Guille. Edu notó que cuando el chico habló de su historia, su rostro se volvió aún más sombrío de lo habitual y su mirada, el doble de gélida. A pesar de que parecía que estaba totalmente recuperado de aquello, su expresión parecía decir lo contrario.

  • Vaya bien que hablas eh, me has convencido… Pero deberás proponer tu el plan, porque yo no estoy muy imaginativo… - cedió Edu finalmente, aunque aún seguía bastante desganado.

  • ¿Qué te parece si vemos una peli?

  • Venga vale. Elige tú, que a mi me da igual de verdad.

  • Pues voy a ver… - dijo Guille mientras iba al ordenador portátil de Edu para buscar en PelisYonkis alguna buena opción - ¡Ya está! ¿Qué te parece si vemos Resacón en Las Vegas?

  • ¡¿Resacón en Las Vegas?! ¿En serio? – sonrió Edu irónicamente al oír la propuesta de Guille

  • Creo que lo que te hace falta ahora es una buena comedia, no es plan de que nos veamos un dramón para acabar más deprimidos aún, ¿no?

  • Ya, tienes razón, me vendrá bien divertirme un poco, hace tanto que no me río que casi se me ha olvidado como suena mi risa…

  • Yo tampoco suelo reírme muy a menudo, la verdad – le dijo Guille con su habitual semblante cansado – Pero bueno, no he venido aquí para contarnos nuestras penas. ¿Llevamos el portátil al salón y vemos allí la peli, que estaremos más cómodos

  • Sí, buena idea. Ah, y podemos hacer palomitas.

  • ¡Eso sí que es una buena idea! Una peli sin palomitas no es lo mismo

Los dos chicos salieron de la habitación de Edu riendo y se dirigieron a la cocina para preparar las palomitas y coger dos Coca-Colas. Todo el tiempo que permanecieron en la cocina, estuvieron hablando y bromeando, como si fueran amigos de toda la vida. Se habían entendido a la perfección. Desde su habitación, Iván les contempló y sonrió al ver por fin a su hermano pequeño, por que el que tan preocupado ha estado estas semanas, volver a sonreír. Sin embargo, era él ahora el que no tenía motivos para sonreír. El secreto que llevaba guardando tanto tiempo había sido descubierto finalmente. Y no por una persona cualquiera, sino por su mejor amigo. Iván no pudo evitar recordar lo que ocurrió la última vez que un amigo suyo descubrió su historia con Mario. No obstante, se tranquilizó al darse cuenta de que el enfado de Varo provenía porque le estaba ocultando la verdad, no por el hecho de verle besándose con Mario. Por tanto, tenía que hablar cuanto antes con Varo, y reunir el valor suficiente para contarle la verdad. No podía permitirse perder a otro amigo.

Como siempre, Marcos y Llorián volvieron juntos a casa después del entrenamiento. Estuvieron todo el camino hablando de fútbol, de los partidos de liga que habían tenido lugar ese fin de semana, hasta que llegaron hasta el portal de Marcos.

  • Bueno, pues yo ya me quedo aquí… - dijo Marcos comenzando a ruborizarse, ya que en ese mismo punto tuvo lugar su segundo beso.

  • ¿Qué deseo pediste? – preguntó Llorián bruscamente.

  • ¿Qué? – dijo Marcos contrariado

  • Ya sabes… El deseo… Cuando fuimos al observatorio y de la que nos volvíamos al autobús vimos la estrella esa… - le explicó Llorián

  • Ah… Pues creo que ya sabes cual he pedido, porque supongo que será el mismo que el tuyo…

  • ¿Perder la virginidad, no?

  • Sí – respondió Marcos tímidamente

  • Mira Marcos, no sé tú pero yo ya me he cansado de andar desesperado buscando una tía para poder follar.

  • ¿A dónde quieres ir a parar?

  • Pues que nuestro deseo solo podrá hacerse realidad si se nos cumple a los dos al mismo tiempo.

  • ¿Estás seguro de lo que estás diciendo Llori? – le preguntó Marcos sorprendido al darse cuenta de lo que estaba insinuando su amigo.

  • Sí Marcos, tú y yo siempre hemos estado muy unidos en este tema: somos los únicos vírgenes del grupo, nos pajeamos el uno al otro, nuestra primera mamada nos la hicieron a la vez… Y bueno, ya nos hemos besado un par de veces, y creo que a ninguno de los dos le desagradó.

  • No, la verdad es que no me desagradó pero no sé… Eso ya es un paso demasiado grande…

  • Podemos ir poco a poco tío, no te preocupes

  • Vale… Mi casa ahora esta libres, mis padres no llegan hasta la hora de la cena… Si te apetece subir… - le propuso Marcos

  • Me apetece muchísimo – aceptó Llorián con una sonrisa de oreja a oreja mientras le daba una palmada en la espalda a su amigo del alma.

Los dos amigos subieron hasta el piso de Marcos. Una vez allí, el anfitrión le ofreció a su invitado algo de beber, y los dos se sentaron el sofá a tomar una cerveza mientras veían la tele. Marcos estaba muy nervioso, en contraste con Llorián, que aparentaba estar bastante calmado.

  • Bueno, supongo que no he subido para quedarnos en el salón ¿no? – dijo Llorián impaciente después de un rato viendo la tele.

  • Ah, no, claro que no… ¿Vamos a mi cuarto?

  • Sí, venga – aceptó Llorián levantándose del sofá y cogiendo a Marcos de la mano para ir juntos hasta su habitación.

  • Bueno… pues ya estamos… ¿Y qué hacemos? – preguntó Marcos bastante tenso.

  • ¿Qué te parece si empezamos por besarnos? – propuso Llorián, que sin esperar la respuesta de su amigo se acercó a él para besarle. Fue un beso algo torpe ya que se juntó la inexperiencia de ambos con los nervios del momento. Sin embargo, para ellos fue un beso especial de todos modos. Estuvieron varios segundos morreándose suavemente, hasta que finalmente Llorián se separó - ¿Y bien? ¿Te ha gustado?

  • Sí… ¿Y a ti?

  • A mí muchísimo

Los dos chicos volvieron a besarse, esta vez más pasionalmente, mientras se dejaban caer encima de la cama de Marcos. Ambos pasaban las manos por el cuerpo del otro, y aunque al principio lo hacían tímidamente, temiendo molestar al otro, poco a poco iban tomándose más libertades. Fue Llorián, como de costumbre, el que tuvo la iniciativa de comenzar a desvestirse, sacándose la camiseta para después quitársela a Marcos. El contacto de sus torsos desnudos restregándose el uno contra el otro mientras se besaban les sorprendió, pero no les molestaba. De hecho, los dos empezaban ya a ponerse cachondos, ya que poco a poco sus pollas empezaban a despertar en el interior de sus pantalones, comenzando a formarse una carpa en su entrepierna. La de Llorián, evidentemente, era más evidente por su mayor tamaño, pero eso no importaba ahora. Esta vez fue Marcos quien dio el primer paso, tentado a tocar el paquete de su amigo. Éste dio un respingo al notar la mano de su amigo justo encima de su polla dura, pero lejos de apartarle, hizo él lo mismo sobándole el paquete. Poco tardaron en bajarse los pantalones de deporte y la ropa interior el uno al otro, quedándose así los dos completamente desnudos encima de la cama de Marcos. Sus dos pollas tiesas chocaban la una contra la otra debido a lo cerca que estaba los cuerpos sudorosos de los dos chicos al estar besándose sin parar. Ahora tocaban la polla del otro sin pantalón de por medio, y podían empezar a masturbarse mutuamente, aunque ninguno de los dos lo hacía a gran velocidad.

  • ¿No nos vamos a quedar solo en unas pajillas, verdad? – dijo Llorián con voz de vicioso dejando de besar a Marcos durante un momento.

  • ¿Qué te apetece hacer?

  • Yo había pensando en un poco de mamoneo, ya sabes… - propuso Llorián guiñándole un ojo a su amigo pícaramente.

  • Mmmm, suena bien, ¿quién empieza?

  • ¿Por qué va a tener que esperar uno a que acabe el otro pudiendo recibir placer los dos a la vez?

  • ¿Me estás proponiendo un 69? – preguntó Marcos excitándose solo con pronunciarlo – Me apetece mucho pero nunca he hecho uno…

  • ¿Y que te crees, que yo sí? – rió Llorián – Marquis, los dos estamos aquí para experimentar y probar cosas nuevas….

Casi sin acabar la frase Llorián volvió a lanzarse sobre Marcos para besarle apasionadamente. Marcos estaba tumbado en la cama y Llorián encima suyo, y tras sobarse un poco más, Llorián se levantó para darse la vuelta sobre Marcos. Entonces, volvió a tumbarse encima de su amigo, pero esta vez al revés. De esta manera, formaron aquel número que tanto juego daba: el 69. La polla de Llorián quedaba justo en la cara de Marcos, mientras que la polla de éste ya tenía la cara de Llorián muy cerca de ella. Llorián giró la cabeza para mirar a Marcos, y los dos amigos se hicieron un gesto para indicar el inicio de las mamadas mutuas. Marcos solamente  tuvo que abrir la boca para que la polla de Llorián entrara directa en ella. Evidentemente no entraron los 19 centímetros de una sola vez, ya que eso le hubiera provocado a Marcos una fortísima arcada. Llorián movía la cadera para que más o menos entrara la mitad de su rabo en la boca de su amigo, al mismo el tiempo que él comenzaba a lamer de arriba a abajo la polla de Marcos. Era pequeña, sobre todo en comparación con la suya, pero era bastante gordita y juguetona. Llorián se la metió entera en la boca de una sola vez, y le cupo perfectamente. Se la metía y se la sacaba entera sin problemas, y a veces incluso se dedicaba a juguetear con su lengua en el capullo. Marcos en cambio parecía una muñeca hinchable, ya que permanecía inerte en la cama con la boca abierta mientras aquel enorme rabo iba entrando y saliendo de ella. Después de estar disfrutando un buen rato de aquel 69, Llorián se levantó para volver a ponerse al lado de Marcos.

  • Es que estoy a punto de correrme tío – dijo Llorián antes de volver a besar a su amigo en la boca.

  • Yo también me voy a correr ya – murmuró Marcos entre gemidos

  • ¿Nos la cascamos para corrernos a la vez?

Marcos asintió mientras llevaba su mano a la polla a punto de reventar de Llorián, que hizo lo mismo. Los dos empezaron a masturbarse el uno al otro con una velocidad frenética, y debido a que ya habían estado un buen rato chupándoselo, no tardaron más de unos segundos en llegar al orgasmo prácticamente a la vez, inundando sus respectivas barrigas de su semen caliente. Los dos amigos se quedaron tumbados en la cama descansando mientras resoplaban por el esfuerzo realizado. Sin duda alguna, para los dos había sido la mejor experiencia sexual de su vida. Marcos se levantó de la cama y fue hasta la mesita para sacar un par de clínex con los que el y Llorián pudieran limpiarse la lefa derramada sobre su cuerpo. Después de haber hecho esto, Marcos se sentía un poco avergonzado y casi ni podía mirar a la cara a Llorián, al que la situación no le incomodaba tanto.

  • Bueno, yo me voy ya, que todavía tengo los deberes por hacer y tal – dijo Llorián después de vestirse

  • Sí, yo también tengo cosas que hacer… - dijo Marcos mientras acompañaba a su amigo a la puerta – Hasta mañana

  • Adiós guapo

Antes de salir por la puerta, Llorián se despidió de su amigo con un beso en la boca que Marcos recibió tímidamente. Después de que sus bocas se separaran, Llorián salió de casa de su amigo cerrando la puerta tras de sí. Ambos habían disfrutado mucho de aquella tarde de mamadas, y mientras Llorián lo veía como dos amigos que se ayudaban mutuamente a coger práctica sexual, Marcos no podía evitar sentirse incómodo con todo aquello.

Sergio se pasó casi dos horas en el gimnasio probando las diferentes máquinas que había allí, hasta que por fin se quedó satisfecho consigo mismo por el ejercicio realizado. Se dirigió hacia al vestuario con intención de darse una buena ducha antes de volver a casa. Se quitó la ropa sudada en uno de los banquillos del vestuario, y desde el sitio en el que se encontraba pudo ver como en frente suyo se encontraba el chico al que había visto hacer las planchas en la colchoneta. Ahora ese chaval que tanto le había llamado la atención se encontraba mirándole fijamente mientras él mismo también se desvestía. Así Sergio pudo contemplar como aquel chico también tenía un gran cuerpo, con una tableta que quitaba el hipo y unos potentes brazos. Pero lo mejor fue cuando se bajó el pantalón y se quedó solamente en boxer. Se notaba que estaba empalmado por el abultado paquete que tenía entre las piernas, pero lejos de intentar disimularlo, el chico se lo sobó descaradamente para que Sergio se fijara en él. Esto provocó que Sergio empezara a ponerse nervioso, al mismo tiempo que notaba como su polla se iba poniendo dura poco a poco. Ante esta situación, Sergio decidió ir ya a la ducha para no acabar empalmándose del todo y que ese chico lo viera. Se metió en una de las duchas individuales y nada más entrar abrió el grifo para que el agua empezara a caerle por encima de su caliente cuerpo. Pasados unos minutos, sintió como la puerta de la ducha se abría y al darse la vuelta se quedó estupefacto al ver a escasos centímetros de su cuerpo al chico, completamente desnudo con la polla tiesa apuntándole.

  • Pero tío, ¿qué cojones haces aquí? – dijo Sergio sin salir de su asombro

  • Anda, si estabas esperando a que entrara, no lo niegues – dijo el chico con una gran tranquilidad.

  • ¿Qué dices?

  • Pues que no le has puesto el pestillo a la puerta de la ducha. Y además, esto de aquí abajo es la prueba definitiva de que te pusiste más cachondo que un mono viendo mi particular striptis – dijo aquel chico mientras posaba su mano sobre el rabo duro de Sergio.

  • Tío, creo que… te estás pasando… - murmuró Sergio titubeando al tener tan cerca de su cara a aquel desconocido

  • ¿Por qué no dejamos de hablar?

Y finalmente el chico, cerrando la puerta detrás de sí y echando el pestillo, terminó de juntar sus labios con los de Sergio que permaneció inmóvil incapaz de reaccionar. Al mismo tiempo que le besaba, el chico empezó a pajearle muy lentamente, mientras que con la otra mano le cogió la mano a Sergio para llevársela a su rabo. Era la segunda vez que Sergio se besaba con un hombre, y era bastante diferente a todas las veces que se había besado con Adrián. Cuando su mano llegó a la polla de aquel chico, Sergio decidió empezar a disfrutar de la situación y aprovechar la suerte que había tenido de que aquel chico que tan bueno estaba fuera gay y que se hubiera fijado en él. Sin dudarlo ni un segundo más, Sergio masturbó a aquel chico al mismo el ritmo que él lo estaba haciendo, mientras no paraban de besarse desesperadamente. De repente, el chico apartó la mano de Sergio de su polla y solo con su mano abarcó los dos rabos tiesos y los pajeaba al mismo tiempo manteniendo la velocidad que hasta ese momento habían marcado. Sergio, que ahora tenía las manos libres, hizo lo que llevaba deseando desde que vio a aquel chico: tocarle ese culo alucinante. Puso una mano en cada nalga y las manoseó con ansia, abarcándolas enteras con las palmas de sus manos. Las sobaba como si no hubiera un mañana, aprovechando cada centímetro de esas nalgas turgentes que tan cachondo le estaban poniendo. Poco a poco fue deslizando sus dedos hasta la entrada de ese culo, y tras llevárselos a la boca para ensalivarlos, comenzó a juguetear con ese ano que estaba pidiendo a gritos ser penetrado.

  • No te pienses que vamos a follar aquí y sin conocernos de nada ¿eh? – dijo el chico al intuir las intenciones de Sergio

  • Ya tío, ya sé que no, pero unos dedos te podré hace ¿no? – respondió Sergio jadeando por lo cachondo que estaba

  • Sí hombre, eso sí

Sergio, nada más escuchar la respuesta afirmativa del chico, volvió a chuparse los dedos para llenarlos bien de saliva y así facilitar la entrada en ese culito de infarto. Sergio notó como aquel ano no ofrecía resistencia alguna, y dedujo que ese chico ya tenía que experiencia como pasivo, ese decir, que había sido follado unas cuantas veces. Empezó metiendo solo dos dedos y una vez dentro, los movió en su interior para luego sacarlos y meterlos unas cuantas veces. Entraban y salían muy fácilmente, sin problema alguno, por lo que Sergio decidió añadir un dedo más. El tercero costó un poco más, ya que como el chico estaba de pie, su culo no estaba en pompa y resultaba más difícil abrirlo por muy dilatado que estuviera ya de folladas anteriores. Sin embargo, con más saliva, los tres dedos cupieron perfectamente en el interior de ese chico. Aquella masturbación anal estaba poniendo a mil a aquel chico, que cada vez pajeaba más rápido los dos penes que tenía en su mano derecha. Ambos gemían suavemente con cuidado de que nadie les oyera pero cada vez les costaba más disimular, por lo que ahogaban sus gemidos de placer con besos apasionados. Estuvieron unos minutos con esta paja doble y con los dedos de Sergio follándose el culo de aquel chico hasta que finalmente ambos empezaron a correrse prácticamente a la vez. El semen salía a chorros de esas dos pollas palpitantes y calientes e iba cayendo por sus piernas hasta irse por el desagüe de la ducha. Los dos jóvenes siguieron besándose bajo el chorro de la ducha para quitarse los restos de sudor y semen que había sobre su cuerpo. El chico se despidió de Sergio con un buen morreo antes de salir de la ducha para volver al vestuario a vestirse. Sergio le vio alejarse y al volver a contemplar aquel culo que tanto le había cautivado se dijo a sí mismo que no debía dejarle escapar arriesgándose a no volver a verlo nunca más, así que cerró el grifo de la ducha y tras colocarse la toalla en la cintura, salió detrás de él.

  • ¡Eh, tú, espera! – le gritó Sergio para que se diese la vuelta.

  • ¿Qué quieres, repetir? – dijo el chico con una sonrisa pícara.

  • No, no, ahora no, pero estaría bien que nos volviésemos a ver y así rematar la faena… ¿Me das tu número?

  • Este culito engancha ¿eh? – sonrió el chico – Mira, te voy a dar mi número, porque yo también me he quedado con ganas de que ese pollón me dé lo mío..

Sergio sonrió orgulloso de no haber sido rechazado mientras el chico iba hacia su mochila para sacar su cartera, donde guardaba una tarjetita con su número escrito. La sonrisa de Sergio desapareció por completo cuando en esa cartera pudo ver una foto de aquel chico tumbado en una cama junto a Adrián, y ambos estaban desnudos de cintura para arriba tapados con las sábanas. Sergio se quedó petrificado y tardó en volver a reaccionar.

  • Tío ¿te has quedado en pausa o qué? – dijo el chico dándole en el hombro para que reaccionara – Aquí tienes mi número, llámame cuando quieras.

  • Eh, sí sí… Gracias… - respondió Sergio sin salir aún de su shock mientras cogía la tarjeta que el chico le tendía

  • Por cierto, yo me llamo Andrés

  • Yo… yo soy Sergio...

  • Pues encantado Sergio, espero volver a verte – le dijo Andrés antes de despedirse de Sergio con un beso en la boca.

Sergio permaneció completamente quieto de pie en el medio del vestuario mientras intentaba procesar las diferentes opciones. ¿Habría estado Adrián con aquel chaval? ¿Le habría jugado la vista una mala pasada y el chico de la foto era otro? No obstante, una cosa tenía clara: volvería a llamar a Andrés.

Edu y Guille pasaron una buena tarde con palomitas y refrescos viendo la peli que habían escogido. Lo mejor de todo fue que habían conseguido su propósito: olvidarse de sus problemas durante una tarde y echarse unas buenas risas. Cuando acabó la película, los dos chicos se quedaron en el sofá hablando de sus cosas despreocupadamente, con toda la confianza del mundo.

  • Pues al final me ha venido bien que hayas venido, te doy las gracias otra vez Guille – le dijo a Edu a su nuevo amigo.

  • No hay por que darlas Edu, ya sabes que no ha sido ninguna molestia y yo también me lo he pasado muy bien estando aquí – le respondió Guille mientras se levantaba las mangas de la camiseta. De esta forma, Edu pudo ver como en el brazo derecho el chico tenía una quemadura de gran tamaño.

  • Ostia ¿y eso? ¿Cómo te lo hiciste? – preguntó Edu intrigado

  • Eh… Bueno… - empezó a responder Guille titubeante

  • Venga si no quieres contármelo no hace falta que lo hagas, de verdad

  • No, no, en serio, quiero contártelo. Me lo hizo Jorge.

  • ¿Qué? ¿Ese cabrón llegó a tal extremo contigo?

  • Sí, Edu, sí, ya te dije que yo no tuve tanta suerte como tú, a mí me tuvo tres días secuestrado y… y… - se sinceró Guille sin poder evitar emocionarse al recordar  lo ocurrido.

  • Guille, cambiemos de tema, no quiero ser yo el que te ponga triste haciéndote pensar en el calvario que tuviste que pasar.

  • Escucha Edu, eres la única persona con la que veo que me siento preparado para hablar de todo esto. En esos tres días que estuve encerrado en aquel maldito piso, Jorge hizo más que follarme sin piedad. Me torturó con todo lo que se le ocurrió, cualquier cosa era buena para pasármela por mi cuerpo débil y desnudo. Y una vez que intenté escaparme… Me tiró aceite hirviendo por encima. Pero evidentemente aquello no duró eternamente y a la segunda fue la vencida, y conseguí salir de allí. A mis padres les hice creer que me había escapado de casa con mi novia pero que había vuelto porque habíamos roto. Me pasé semanas y semanas sin querer salir de la cama, con miedo  poner un pie en la calle y que él pudiera volver a encontrarme y me llevara otra vez a aquella cárcel. Tardé mucho en volver a recuperar las ganas de salir, de ir al instituto, de quedar con mis amigos. En conclusión, tardé mucho en querer volver a vivir. El aceite  que me tiró me dejó esta marca en el brazo y ahora, cada vez que la veo, recuerdo aquellos días de torturas y me hace sentirme con más fuerza para seguir viviendo intensamente, sin miedo.

Cuando Guille terminó de hablar, en el salón se hizo un gran silencio y los dos chicos se quedaron mirando fijamente. Guille no había podido evitar emocionarse al contar su historia y Edu al escucharla tampoco. Por tanto, a ambos les recorría la cara alguna que otra lágrima.

  • Joder Guille… No tenía ni idea… - dijo Edu sin saber muy bien qué decir – Pero una cosa que no entiendo, ¿por qué no denunciaste a Jorge?

  • Es que hay una parte de la historia que no sabes… El principio de todo.

  • ¿Cuál es el principio? – preguntó Edu intrigado.

  • Yo estaba perdidamente enamorado de Jorge. Nos conocimos en un chat de Internet y quedamos en principio como amigos. Poco a poco fuimos viéndonos cada vez más. Era la primera vez que yo estaba ilusionado por alguien, y sentía que él también lo estaba conmigo. Yo tenía tan solo 15 años y era mi primer amor, quería ir despacio, por lo que durante unas semanas no pasamos de unos tímidos morreos. Yo notaba que él quería ir más allá, pero yo no me sentía preparado… Un día fui a su casa, y él empezó a ponerse caliente y a pesar de que yo le frené y le dije que me tenía que ir… Él no estaba dispuesto a dejarme ir sin follarme. Y vaya que si me folló. Durante tres largos días con sus tres largas noches. Y a pesar de todo, yo fui tan gilipollas que no le pude coger odio, y al escaparme de allí, fui incapaz de denunciarle y contarle a la policía todo lo que me había hecho, porque yo le quería Edu, le quería muchísimo, cuando te enamores me entenderás.

  • Dios mío Guille… ¿Te das cuenta de que si tú le hubieras denunciado yo nunca habría pasado por esto?

  • Lo sé joder lo sé, y te juro que no hay día que no me arrepienta de haberlo dejado pasar, y más ahora sabiendo que si lo hubiera denunciado te habría ahorrado tanto sufrimiento… Por eso acepté la propuesta de tu hermano de venir a animarte, porque sentía que estaba en deuda contigo. Espero que algún día puedas perdonarme…

  • No hay nada que perdonar Guille, en serio. No te culpo por lo que me pasó, si de hecho yo también asumo que gran parte de la responsabilidad de lo que ha pasado es mía. La actitud tan promiscua que he llevado estos últimos meses me ha acabado pasando factura.

  • Bueno… Espero que te haya servido de ayuda que haya pasado la tarde contigo. Si quieres algo más, sólo tienes que pedírmelo…

  • Hombre, si tú quisieras a mí me gustaría que siguieras viniendo alguna que otra tarde a hacerme una visita, que de “Resacón en Las Vegas” hay una segunda parte que podemos ver.

  • Nada me gustaría más que ver esa película y muchas comedias más contigo.

  • Sí, pero con una condición Guille. Si vienes a verme, que sea porque te apetece estar conmigo, no porque te sientas culpable, ¿de acuerdo?

  • Entendido – rió Guille – Bueno, yo me voy ya que se me ha hecho tarde y tengo que llegar a casa para cenar.

  • Vale, no seré yo quien te retenga – bromeó Edu – Gracias otra vez, de verdad, me siento como nuevo después de esta tarde.

  • Soy yo el que te da las gracias a ti, porque por fin he sido capaz de contarle a alguien mi historia.

Los dos chicos se quedaron parados delante de la puerta mirándose fijamente. Ese hubiera sido el momento perfecto para un beso, pero ninguno de los dos se consideró suficientemente preparado para ello, por lo que se limitaron a estrecharse la mano como dos buenos amigos. Al darse ese apretón de manos y sonreírse, ambos sintieron que una gran amistad había nacido entre ellos.

Miguel pasó toda la tarde en casa de Mario, ya que después de correrse los dos chicos estuvieron allí estudiando y viendo un poco la tele. A eso de las ocho, Miguel se marchó para volver a su casa. Iba a paso rápido y mirando al suelo, como acostumbraba a hacer. Estaba completamente absorto pensando en sus cosas: en todo lo que sentía por Alberto y en lo mal que le sabía engañar a Mario. Al estar tan distraído no pudo darse cuenta de que justo en frente suyo venía un chico corriendo que tampoco iba prestando atención, por lo que irremediablemente acabaron chocándose.

  • ¡Joder! A ver si miras por donde vas tío – dijo el chico ofendido

  • Perdón – se disculpó Miguel, que se quedó completamente bloqueado al mirarle a la cara y ver que era Juan, el chico del que había estado enamorado durante tanto y que le había acabado haciendo la vida imposible en el instituto.

  • ¡Coño! Pero mira a quien tenemos aquí, si es Miguelín el maricón… - dijo Juan con su típica sonrisita de chulo egocéntrico.

  • Oye Juan, me tengo que ir a casa… - dijo Miguel intentando librarse cuanto antes de Juan.

  • No hombre, quédate un rato conmigo, con la de tiempo que hace que no nos veamos - le dijo Juan mientras le agarraba del brazo dirigiéndole hacia donde él quería llevarle - ¿Qué? ¿Cómo te va en tu nuevo instituto? ¿Ya han descubierto que te gustan más los rabos que a un tonto un lápiz?

  • ¡Déjame en paz, joder! – gritó Miguel haciendo un espaviento con el brazo intentando que Juan le soltase.

  • Oye no te me pongas chulita, eh nenaza de mierda

Al decir esto, Juan tiró bruscamente del brazo por el que tenía agarrado a Miguel y le tiró contra la pared de un edificio. Al levantar la cabeza, Miguel pudo ver que se encontraban en un callejón prácticamente desierto. Juan estaba de pie delante suyo dirigiéndole su típica mirada de superioridad y asco hacia él.

  • Verás, hoy va a ser tu día de suerte… - empezó a decir Juan – Llevo varios días a pan y agua y me apetece que mi rabo sea recibido por una boquita tragona… Y a falta de una tía, tu boca de maricón también me sirve.

  • ¿Pero qué te crees que soy yo? ¿Una puta?

  • No hombre no, para nada. A una puta le pagaría, y a ti no te voy a dar ni las gracias. Aunque bueno, tragarte mi lefa ya será bastante regalo para ti.

Miguel intentó levantarse pero entonces se dio cuenta de que Juan tenía su pie sobre su pierna izquierda y cada vez que intentaba moverse éste le pisaba fuertemente haciéndole mucho daño. En esta posición, la entrepierna de Juan quedaba justo a la altura de la cara de Miguel, y como no podía moverse, lo que se avecinaba era inevitable. Juan se desbrochó el cinturón y se bajó la bragueta. Así, haciendo a un lado el boxer, pudo sacar por ella su pene flácido, que colocó sin más demora delante de la boca de Miguel.

  • No me hagas tener que utilizar la fuerza… - le amenazó Juan al ver que Miguel mantenía la boca cerrada.

Juan pegó su pene a la boca de Miguel y empezó a hacer fuerza contra ella. Sin embargo, debido a la resistencia de Miguel, tuvo que acabar colocando sus manos en la mandíbula del chico para abrirle la boca y poder meter ahí su polla, que cada vez se iba poniendo más morcillona.

  • Cuidadito con los dientes, que ya sabes que yo no tengo ningún problema en partirte la cara maricona

A Miguel se le pasó por la cabeza la idea de pegarle un buen mordisco a Juan en la polla, pero rápidamente la desechó, consciente de que si lo hacía acabaría recibiendo una buena paliza y no estaba dispuesto a pasar otra vez por aquello. Así que con resignación se limito a chupar de arriba a abajo aquella polla que tenía en la boca por obligación, pero no estaba disfrutando nada al igual que con aquella mamada que le había hecho a Iván hacía tiempo. Juan no tardó mucho en empezar a marcar el ritmo con la cadera, y pronto ya estaba follándole la boca a Miguel, que al estar pegado contra la pared se daba cabezazos contra ella. Miguel se sentía completamente humillado y utilizado, como un objeto sexual, y esa sensación le acabó provocando que las lágrimas comenzaran a salir de sus ojos. Sin embargo, de repente Miguel sintió como aquella polla tiesa salía de su boca bruscamente y no volvía a entrar. Movido por la curiosidad, Miguel abrió los ojos y la imagen que apareció ante él hizo que el corazón le diera un vuelco. Alberto tenía a Juan agarrado fuertemente por la camiseta y le había empotrado contra la pared de enfrente. Juan tardó en reaccionar debido a la sorpresa del ataque, pero pronto empezó a tratar de soltarse de Alberto, dándole una fuerte patada en la barriga. Cuando quedó liberado, Juan se guardó la polla y se subió la bragueta, pero lejos de irse de allí, se dirigió hacia Alberto con intención de darle una buena paliza por haberle jodido la mamada. Juan estaba acostumbrado a que todos sus oponentes fueran mucho más débiles con él y se dejaran pegar por él sin oponer resistencia alguna. Por tanto, no contaba con que Alberto fuera a frenar su puño y le doblara el brazo hasta obligarle a doblarse y quedarse arrodillado. Una vez que estuvo a su altura, Alberto utilizó la mano que le quedaba libre para atizarle un fuerte puñetazo en plena cara que terminó de derrumbar definitivamente a Juan, dejándole tirado en el suelo. Entonces Alberto se levantó, y fue Juan esta vez el que se quedó inmovilizado en el suelo ya que Alberto le pisó la pierna con su pie derecho.

  • Mira hijo de puta, como me vuelva a enterar de que le haces algo a Miguel, te voy a romper esa cara de chulito cabronazo, ¿¡me entiendes!?

  • ¿Pero tú que eres, su novio? -  se le encaró Juan sin perder su chulería habitual.

  • A ti te la suda quien sea, lo único que te tiene que quedar clarito es que no te vuelvas a acercar a él, porque acabarás mal. Y ahora lárgate ya, no quiero seguir viéndote esa cara porque me dan ganas de partírtela. ¡Fuera!

Cuando Alberto levantó su pie de la pierna de Juan, éste hizo amago de volver a encararse a él, pero se dio cuenta de que no tenía nada que hacer contra Alberto por lo que siguió su orden y se largó de ese callejón lo más rápido que pudo, no sin antes echar una última mirada de odio a Miguel, que seguía en el mismo sitio donde había tenido lugar la mamada interrumpida. Cuando Juan desapareció, Alberto se fue rápidamente a donde estaba Miguel.

  • ¿Estás bien? ¿No te ha hecho nada verdad? – le preguntó Alberto preocupado.

  • No, no, no te preocupes, estoy bien… Nunca te había visto así de agresivo Alberto…

  • Yo puedo convertirme en un monstruo si es para defender a la persona de la que estoy enamorado.

  • Jolín, muchas gracias… Parece que tengo un ángel de la guarda contigo

  • Te quiero tanto que no me importaría pasarme el día siguiéndote con tal de protegerte.

  • Oh, Alberto…

  • No digas nada, no hace falta…

Alberto juntó finalmente sus labios con los de Miguel para darle un tierno y suave beso, con el que pretendía dejar clara su declaración de amor.

  • Dime una cosa Miguel, ¿este cabrón era el que te hacía la vida imposible en tu antiguo instituto? – le preguntó Alberto tras separarse de sus labios.

  • Sí… Después de que descubriera que soy gay, se lo contó a todo el mundo, y junto con otros tres o cuatro tíos de clase se dedicaron a hacerme bromas pesadas durante todo el tiempo que estuve en ese puto instituto. Ya no me llamaban Miguel, se dirigían hacia mí siempre como “maricón” y siempre que podían me dejaban en ridículo delante de todos. Aquello era un sufrimiento constante y yo… y yo…

  • Tranquilo mi amor – dijo Alberto abrazándole fuertemente al notar como Miguel estaba a punto de derrumbarse – Eso todo ya pertenece al pasado y te prometo que nunca volverás a pasar por algo así.

  • Alberto, yo no tenía ganas de vivir cuando iba a aquel instituto, pero al cambiarme he recuperado aquella fuerza que tenía perdida. Y has sido tú en gran parte quien me ayudó. El amor que siento por ti me hace tener ganas de seguir adelante, de levantarme cada día esperando que llegue el momento en el que podamos estar juntos.

  • Miguel, te juro que ese día llegará, y trataré que sea lo antes posible. Por favor, sigue confiando en mí.

  • Jamás he dejado de creer de ti.

Miguel se levantó del suelo para salir de aquel callejón pero cuando se puso a caminar sintió como Alberto le agarraba la mano con fuerza. Entonces, éste le dio la vuelta para volver a quedarse cara a cara y poder darle el mejor beso que jamás le hubiera dado.

CONTINUARÁ