ETERNA JUVENTUD. Cap11. La maldición

En Halloween, el terror y la locura rodean las más bellas historias de amor...

ETERNA JUVENTUD. CAPÍTULO 11: LA MALDICIÓN (ESPECIAL HALLOWEEN).

Dos años antes: 31 de octubre de 2010

Era domingo, 31 de octubre, y esa mañana Alberto, Sergio, Llorián, Rodrigo, Marcos y Alex habían ido hasta un descampado a echar una pachanga entre amigos. Tenían 14 años y estaban cursando 3º de la ESO. Esa noche era Halloween, y los seis estaban muy emocionados porque iban a acudir a su primera fiesta de verdad, y todo ellos gracias a Alberto, que le había pedido a su mejor amigo Iván que les consiguiera unos carnets falsos para todos ellos para que pudieran colarse sus amigos también. Iván no tenía mucha relación con ellos, ya que iba un curso por delante, pero Alberto se lo había pedido tan insistentemente que hizo el esfuerzo de conseguir 5 carnets más.

  • Tío, gracias por convencer a tu amigo para que nos ayude a colarnos – dijo Sergio mientras daba una potente patada al balón, que recorrió a gran velocidad el campo que se habían montado ellos mismos.

  • Si ya os dije que Ivi es muy majo y que si se lo pedía me haría el favor – le respondió Alberto mientras trataba de pillar al vuelo el balón lanzado por Sergio.

  • Es que cuando le vemos por el instituto parece tan borde… - dejó caer Alex.

  • Ya, al principio a mi también me daba esa impresión, pero una vez que le conoces te das cuenta de que es un tío de puta madre – respondió Alberto, sin que sus amigos se dieran cuenta de que sus ojos brillaban cada vez que hablaba de Iván.

  • A mi ya me cae bien solo por colarnos en la fiesta – rió Rodrigo mientras paraba el balón que había llegado hasta la portería.

  • Bua, va a estar de puta madre – intervino Llorián

  • Claro, es una oportunidad para ti para intentar que alguna chica caiga y puedas besar por primera vez eh – rió Marcos

  • Tío, que tú pillaste por primera vez el otro día, no te creas tan superior – le contestó Llorián bruscamente. Era el único que quedaba del grupo sin haberse liado con ninguna chica, y eso le reconcomía por dentro.

Los seis amigos continuaron jugando con el balón mientras seguían hablando distraídamente sobre la fiesta de esa noche. De repente, Marcos le dio una patada demasiado fuerte al balón, que acabó impactando con la ventana de una casa que se encontraba a unos pocos metros de donde estaban ellos jugando. La casa tenía aspecto de estar abandonada.

  • Ala Marquis, ya sabes lo que te toca – le dijo Alberto señalándole la casa con un gesto de cabeza. Marcos asintió resignado a lo que dijo Alberto y comenzó a andar hacia la casa, pero de repente Rodrigo le agarró del brazo para frenarle.

  • Tío, ¿tú estás loco? ¿Cómo vas a entrar ahí?

  • ¿Por qué no iba a hacerlo? – dijo Marcos desconcertado

  • Sí tío, es solo una casa abandonada, no pasa nada… - intervino Llorián.

  • ¿En serio no os han contado nunca la historia sobre esta casa? – dijo Sergio. Llorián y Marcos negaron con la cabeza ante su pregunta.

  • ¿La cuentas tú o la cuento yo? – le preguntó Rodrigo a Sergio

  • Dejad que la cuente yo, que fui yo el que la escuchó por primera vez – dijo de repente Alex. Tras carraspear, comenzó a relatarles a sus amigos la historia sobre esa tenebrosa casa que se elevaba ante ellos.

“Todo el mundo que vive en los alrededores de esta casa conoce la maldición que la asola desde hace muchos, muchos años. Cuenta la leyenda que allá por los años 70 una inmobiliaria se dispuso a vender una serie de casas lujosas que habían construido a las afueras de esta ciudad. Todas se vendieron muy rápido a familias adineradas, salvo una, precisamente la que hoy tenemos justo en frente nuestro. Fueron muchas las personas que vinieron a visitar la casa porque estaban interesados en adquirirla, pero cuando salían de ella, ninguno volvía. A nadie le interesaba comprarla por algo que veían dentro, pero ninguno hablaba sobre el tema. Tras muchos intentos por parte de los empleados de la inmobiliaria para conseguir colocársela a alguien, apareció una extravagante familia americana, los Marshall, que por alguna extraña razón acabó comprando la casa. Eran unos padres con sus dos hijas, y desde que entraron a vivir en esa casa, no se supo nada más de ellos. Algunas personas dicen que fueron testigos de cómo una noche de tormenta se oyeron gritos en el interior de la casa, y de cómo múltiples salpicaduras de sangre saltaban hacia las ventanas. La policía decidió entrar para comprobar que había pasado con aquella familia, pero los hombres que se adentraron en la tenebrosa casa, no volvieron a salir. Finalmente, se llegó a la conclusión de que aquella casa estaba maldita, y que todo el que se introdujera en ella acababa sin vida.”

Cuando Alex acabó de hablar, Marcos y Llorián estaban completamente absortos. Le miraban fijamente y en sus rostros se dibujaba una expresión que mostraba miedo y terror. Pasaron unos segundos hasta que Marcos se decidió a romper el silencio que había en ese momento.

  • Yo… yo no entró ahí… ni de coña, vamos…

  • Marcos, ¿no me digas que te vas a creer lo que te digan estos cafres? – dijo Alberto sin creerse nada de la historia – Es mi puto balón y no me da la gana quedarme sin él por que tú seas un cagado.

  • Joder, tío, que me da muy mal rollo… - balbuceó Marcos

  • Que te acompañe Llorián – dijo Sergio con una sonrisa maliciosa

  • ¿Yo? ¿Yo por qué?

  • Venga si Llori, por favor tío, te prometo que no me vuelvo a reír de ti – intentó convencerle Marcos.

Tras dudar unos segundos, Llorián finalmente acabó aceptando, intentando alejar de su mente la macabra historia que acababa de contar su amigo Alex. Se repetía a sí mismo una y otra vez que era imposible que aquella casa tuviera una maldición, que todo eso eran leyendas que se contaban para asustar a los críos pequeños. Cuando por fin se decidió a dar un paso, Marcos le siguió sigilosamente, muy pegado a él. Anduvieron despacio, y más despacio se fueron adentrando en la casa. La puerta estaba entreabierta, y al abrirla del todo se produjo un chirriante ruido que indicaba que esa puerta llevaba mucho tiempo sin abrirse. Conforme iban adentrándose en la casa los dos amigos, una sensación de frío les invadía. A cada paso suyo, la madera crujía y sonaba como si en cualquier momento se fuera a derrumbar todo aquello.

  • Venga, tío, ahora hay que subir al piso de arriba, que es donde está el balón – dijo Llorián cuando por fin estuvieron completamente dentro de la casa

  • Sí, venga va…

Pero Marcos no pudo acabar la frase, ya que en ese momento oyeron como la puerta de la casa se cerraba bruscamente a sus espaldas haciendo un gran estruendo. Los dos chicos gritaron por el susto y de repente, empezaron a ver como los cristales de las ventanas se rompían. Unos estremecedores gritos se oían y ninguno de los sabía de donde procedían. Se quedaron paralizados durante unos segundos, gritando por el terror que estaba experimentando en esos momentos. Finalmente, acabaron reaccionando, y lo único que acertaron a hacer fue a salir corriendo hacia la puerta para intentar abrirla y pode salir afuera, pero algo les impedía abrirla. Tiraban del pomo con todas sus fuerzas, pero una fuerza superior les estaba dejando encerrados. Tras varios minutos esforzándose en conseguir salir de allí, la fuerza que se lo impedía cesó de repente, lo que provocó que los dos chicos se cayeran de espaldas dándose un fuerte golpe contra el suelo. Tirados en el suelo de la casa, notaron como los cristales dejaban de romperse, y empezaron a oír unas fuertes risas provenientes del exterior.

  • ¡¿Os habéis hecho caca, bebés?! – les gritó Alex sin poder parar de reír

Marcos y Llorián se incorporaron lentamente y se fueron dando cuenta poco a poco de que habían sido víctimas de otra de las bromas pesadas de sus amigos. A su alrededor estaban los cuatro riéndose a carcajadas mientras ellos sentían como estaban enrojecidos de la vergüenza por el ridículo que acababan de hacer.

  • Vaya nenazas, os oyeron los gritos hasta en China – continuó Sergio burlándose de ellos

  • Parecéis críos de ocho años, creyendo en fantasmas y maldiciones – les espetó Rodrigo mientras seguía riéndose

  • Si tengo que confiar en vosotros para recuperar mi balón, ya puedo esperar sentado… - dijo Alberto mientra subía por las escaleras de la casa para dirigirse a la habitación en la que había entrado su balón.

Cuando bajó con el balón en la mano, vio como Marcos y Llorián ya se habían puesto de pie y salían de la casa con cara de la mala ostia, sin ni siquiera mirar a los demás, que continuaban riéndose.

  • Venga, Marquis, Llori, no os piquéis, bromas de colegas – les dijo Alberto mientras les daba una palmada en el hombro a cada uno

  • No me toques, tío – le espetó Marcos visiblemente afectado.

  • Luego no os quejéis cuando os la devolvamos… - les amenazó Llorián

  • Uy, si, que miedo – se burló Alex

  • Nosotros no somos unos miedicas como vosotros – dijo Rodrigo

Marcos y Llorián se limitaron a seguir mirándoles con odio mientras en sus cabezas la idea de vengarse de sus amigos cada vez se iba haciendo más suculenta. Tenían que pensar algo para hacerles pasar por la misma humillación que habían experimentado ellos en el interior de esa, y ambos coincidían en que esta noche sería el momento perfecto, en la fiesta. De repente, Alberto miró su reloj, y se dio cuenta de que con todo el tema de la broma se le había hecho tarde.

  • Ostia, yo me tengo que ir tíos, que he quedado con Ivi para que me de los carnets falsos. Nos vemos esta noche, sed puntuales, eh.

Y tras despedirse de ellos con un choque de manos, salió corriendo en dirección hacia la casa de Iván, ya que había quedado en verse con él en su portal. Mientras corría, no podía apartar de su cabeza la imagen de su mejor amigo. Para él, era perfecto. Desde su primer día en el instituto ya se había fijado en él, aquel chaval rebelde de un curso por encima. Le parecía uno de los chicos más guapos que había visto nunca. Jamás había pensando en otros tíos de esa manera, pero con Iván era diferente. Había conseguido hacerse amigo suyo, y poco a poco su relación se fue estrechando hasta acabaron siendo mejores amigos, inseparables. Se lo contaban todo. Bueno, casi todo. Alberto nunca había tenido el valor suficiente para declararle a Iván lo que de verdad sentía cada vez que le veía, cada vez que pensaba en él… En definitiva, no se atrevía a confesarle que estaba enamorado de él. Tenía miedo a su reacción, a que su amistad peligrase, a que no pudiera volver a estar con él… Así que de momento, hasta que Iván no le diese alguna señal de que tenía posibilidades con él, mantendría esa situación. Casi sin darse cuenta, llegó hasta el portal de Iván, en el que su amigo ya le estaba esperando.

  • Joder Berto, lo de la puntualidad no es lo tuyo eh… - dijo Iván cuando vio que su amigo llegaba hasta su portal

  • Lo siento tío, es que entretuve con mis colegas… - se excusó Alberto

  • No pasa nada, yo te perdono todo – sonrió Iván – Aquí tienes lo que me pediste, aunque me costó conseguir los seis, me debes un favor bien grande, ¿eh?

-  Muchísimas gracias Ivi, joder, eres un tío de puta madre

  • Lo sé, lo sé – bromeó Iván – Bueno tío, yo tengo que subir ya para casa, nos vemos esta noche.

  • De acuerdo, ya nos vemos allí, que yo voy a quedar con estos para ir los seis juntos – le dijo Alberto mientras chocaban la mano – Hasta luego, y gracias otra vez

Alberto dio media vuelta, y sin saber porqué razón, se volvió a poner a correr. Ahora ya no tenía prisa por llegar puntual a ningún sitio, pero estaba tan emocionado que no estaba dispuesto a ir caminando. Cada vez que hablaba con Iván, su corazón se aceleraba sobremanera y tras cada encuentro con él se encontraba rebosante de energía. Corría distraído, pensando única y exclusivamente en su amigo, lo que provocó que no se diera cuenta de que un chico venía justo en frente suyo, por lo que no pudo esquivarle y acabaron chocando.

  • Ostia, lo siento, iba pensando en mis cosas y no te vi venir – se disculpó Alberto

  • No pasa nada, estoy bien

Miguel sonrió a ese desconocido que se acababa de abalanzar sobre él, sin poder evitar mirarle de arriba a abajo ya que su físico le llamaba especialmente la atención. Era un chico muy guapo que debía tener su edad. Tras disculparse una vez más, Alberto continuó su camino y Miguel se quedó contemplándole un rato mientras se alejaba, hasta que finalmente acabó saliendo de su campo de visión. Ninguno de los dos chicos podía imaginarse todo lo que iban a acabar viviendo juntos. Tras esta pequeña interrupción, Miguel prosiguió su camino hasta casa. Había salido a comprar el pan tal y como su madre le había pedido. Esta sería seguramente la única vez que saldría de casa en todo el día. Era Halloween, y como al día siguiente no había clase por el día de los difuntos, la gente solía salir a fiestas que tenían como tema el miedo y el terror. Sin embargo, Miguel no tenía ningún plan para esa noche, como de costumbre, por lo que se quedaría en casa viendo alguna película de miedo. No le resultaba desagradable ese plan, aunque evidentemente preferiría salir con los de su clase, pero estaba distanciado de ellos. La principal razón era que el líder de la clase era Juan, el chico del que llevaba enamorado desde hacía ya varios años. Nunca se había atrevido a hablar con él porque se veía incapaz de articular palabra alguna cuando estaba delante de él. Sabía que era un amor imposible, ya que Juan era el típico hetero macarrila, y hasta tenía novia. Por tanto, se resignaba a asumir que jamás iba a ser correspondido.

Tras despedirse de Alberto, Iván subió hasta su casa, abrió la puerta y se dirigió hacia su habitación. En ella, se encontraba una persona esperándole: Mario. El chico estaba tumbado en la cama y llevaba puesto únicamente un boxer negro.

  • Te va a salir caro esto de dejarme a medias para ver a otro tío… - dijo Mario cuando vio a Iván entrar por la puerta de la habitación

  • No seas bobo… Además yo siempre consigo que me perdones, ya lo sabes…

Iván se acercó hasta la cama y se arrodilló en el suelo para que su cara quedara a la altura de la de Mario. Una vez que estuvieron en frente, Iván acercó sus labios hasta los de Mario y los dos chicos se fundieron en un beso.

  • ¿Ya me has perdonado? – preguntó Iván separando sus labios

  • Mmmm… Un poquito sí… Pero aún sigo algo enfadado… - respondió Mario con su característica sonrisa maliciosa, aunque en esta ocasión la malicia era fingida.

Iván sonrió y se incorporó para colocarse en la cama encima de Mario. Sus paquetes quedaron rozándose, e Iván empezó a restregarlos el uno con el otro para notar como ambos se iban poniendo duros. Iván volvió a acercar sus labios a los de Mario para continuar besándose, como si no aguantara más tiempo estando separados. Mientras se morreaban, Iván fue deshaciéndose de su ropa con ayuda de Mario hasta que estuvo completamente desnudo. Una vez así, se encargó de quitarle a Mario el boxer para que ambos estuvieran en igualdad de condiciones. Sus pollas estaban completamente tiesas y chocaban contra la barriga del otro. Al estar Iván tumbado sobre Mario, si se movía hacia arriba y luego hacia abajo, sus pollas eran masturbadas. Mantuvieron durante un rato esta posición, disfrutando de esta doble paja hecha por sus tabletas, hasta que Iván no aguantó más y colocó las piernas de Mario en sus hombros, dejando libre la entrada a su culo.

  • No tío, no hay tiempo para follar, que me tengo que ir en diez minutos – le frenó Mario, aunque se moría de ganas

Iván no rechistó a pesar de que le apetecía muchísimo follarse a Mario. Dejó caer las piernas de Mario sobre la cama y volvió a ir hasta sus labios para continuar morreándose apasionadamente. Iván abandonó los labios carnositos de Mario que tanto le gustaban y pasó a besarle el cuello, sin poder evitar dejarle un chupetón, una marca de que ese cuello le pertenecía. Continuó bajando para besar y lamer el pecho de Mario, concentrándose en cada uno de sus pezones, los cuales chupeteó como si esperara sacar algo de ellos. Mario gemía de placer, ya que Iván sabía exactamente como hacerle gozar. Iván era consciente de que no tenía mucho tiempo así que dejó los pezones y pasó directamente a la polla. Sin pensarlo ni un segundo se la metió entera en la boca. No era muy grande, lo normal en un chico de 14 años, pero a Iván le parecía la mejor polla del mundo. Se concentró todo lo que pudo para hacer disfrutar al máximo a Mario con esa mamada, y tras varios minutos, el chico ya no aguantaba más.

  • Iván… Que me corroooo… - dijo Mario entre gemidos

Ante este aviso, Iván sacó la polla de Mario de su boca y se volvió a poner a su altura, en la misma posición inicial. De esta manera estaban como al principio, besándose mientras sus tabletas pajeaban sus pollas, que estaban a punto de explotar. Mario a penas tardó unos segundos en eyacular soltando todo el semen contenido en sus cojones sobre su barriga y la de Iván. Unos minutos después, Iván se corrió también, provocando que su lefa se mezclara con la de Mario en sus barrigas. Después de correrse ambos, los chicos se quedaron besándose un poco más, hasta que Iván se separó finalmente de Mario y se tumbó al lado suyo. Estiró la mano y cogió de su mesita un par de clínex para limpiar los restos de semen.

  • ¿Y ahora qué? ¿Ya estoy perdonado? – dijo Iván sonriendo con cara de niño pequeño

  • Ya te respondí con mis gemidos, ¿no? – le contestó Mario riéndose

Mario se dio cuenta de la hora y se levantó rápidamente de la cama para comenzar a vestirse. Iván continuó desnudo tumbado en la cama con los brazos por debajo de su nuca contemplando al chico ponerse su ropa. Cuando Mario terminó de arreglarse se acercó hasta la cama y volvió a besar a Iván en los labios.

  • Nos vemos esta noche, cariño – le dijo Mario al oído

  • Te quiero… - le susurró Iván

  • Agg, pero qué sentimental te pones después de correrte tío – se rió Mario separándose de él

  • Qué poco romántico, solo me quieres por mi cuerpo – bromeó Iván

  • Es evidente. Bueno, me marcho ya, hasta luego

Tras despedirse, Mario se fue hasta la puerta y abandonó la casa de Iván. A pesar de que no le había respondido al “te quiero”, se había derretido al oír a Iván decírselo. Y es que, sabía de sobra que Iván era completamente diferente cuando estaba con él. Cuando se encontraban los dos solos, no mantenía esa faceta de chico duro y macarra que tenía siempre el instituto, ya que Mario había conseguido ir más allá de la apariencia y llegar hasta el verdadero Iván, aquel del que estaba enamorado.

Por la tarde, a eso de las siete, dio comienzo la fiesta de Halloween en la discoteca Ginger, una de las más famosas de la ciudad. El plan de Alberto y sus amigos funcionó, ya que consiguieron entrar gracias a los carnets falsos que Iván les había conseguido. Una vez dentro, los seis chicos se quedaron maravillados por lo que sus ojos estaban contemplando. Era la primera vez que entraban en una discoteca, y se podía decir que con este paso entraban de lleno en la adolescencia. El Ginger estaba decorado con la temática de Halloween, había telas de araña y calabazas por todas partes, y los camareros iban disfrazados de brujas, fantasmas, zombis y demás seres terroríficos. También varios de los asistentes iban disfrazados. Los chicos se adentraron en la multitud y llegaron hasta la pista donde empezaron a disfrutar de aquel ambiente que les había conquistado desde que entraron.

Evidentemente, la del Ginger no fue la única fiesta celebrada por Halloween. Además de todas las fiestas organizadas por las discotecas de la ciudad, también tenían lugar varias fiestas privadas, organizadas por universitarios. Una de ellas es la que Adrián, estudiante de INEF de 20 años organizó en la casa de sus abuelos, situada en medio de un bosque apartado de la ciudad, por lo que él y sus invitados podrían hacer todo el escándalo que quisieran sin necesidad de preocuparse por si algún vecino se queja del ruido. Adrián se pasó la noche saludando a toda la gente que iba llegando y les iba indicando donde podían coger bebida y comida para picar. Casi toda la gente allí presente era de su curso de la facultad, porque todos tenían de 20 años en adelante. Pero cuando llegó Andrés, esa regla se rompió, ya que él solamente tenía 16 años y evidentemente, no pertenecía a ninguna universidad, sino que era un chaval que cursaba 1º de Bachillerato. Cuando Adrián le vio entrar tímidamente en la casa, una sonrisa invadió su rostro: era la persona a la que más ganas tenía de ver. Andrés se sintió fuera de lugar al estar en esa fiesta, por lo que intentó localizar a su entrenador, la única persona a la que conocía allí. Adrián le hizo un gesto con la cabeza y Andrés sonrió al ver como le indicaba que le siguiera. Adrián se dirigió hacia la habitación en la que estaba la cama de matrimonio, y que había sido testigo de su primera vez juntos. Cuando Andrés entró en ella, cerró la puerta y vio a Adrián sentado en la cama esperándole con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Por fin ha llegado mi invitado más especial…

Andrés sonrió y se abalanzó sobre Adrián ya que no aguantaba más sin besarle. Al tirarse sobre él, Adrián cayó hacia atrás y acabó tumbado en la cama. Los dos chicos se besaron apasionadamente como si llevaran meses sin verse, disfrutando cada uno de la boca del otro. Sin poderse aguantar se desbrocharon los pantalones para poder bajárselos junto a sus bóxers y liberar así sus dos pollas que tanto se alegraban de verse. Sin dejar de morrerarse, Andrés llevó su mano derecha a la polla de su entrenador y comenzó a hacerle una suave paja. Adrián hizo lo mismo con el pene de su jugador favorito, que aunque era bastante más pequeño que el suyo por la diferencia de edad, le encantaba. Adrián apartó la mano de Andrés de su polla y con su propia mano abarcó las dos pollas y comenzó a masturbarlas con esa única mano. Ambos disfrutaron enormemente de esa doble paja mientras seguían besándose, sedientos el uno del otro. Tras estar durante un buen rato en esa posición, Adrián hizo un esfuerzo para rodar y conseguir que Andrés quedara tumbado en la cama y él encima suyo. Soltó sus pollas y separándose de los labios del joven, bajó hasta quedar a la altura de su duro rabo para empezar a mamárselo, jugueteando con su lengua por su glande, como tanto le gustaba a Andrés. El chico no pudo contenerse y de su boca salió un fuerte gemido.

  • Contrólate nene, que la casa está petada de gente – le avisó Adrián, aunque sabía que era imposible que les oyesen debido a lo alta que estaba la música

  • Perdón… ¿Y entre todos los invitados también está…?

  • Sí. Pero no le menciones ahora.

Andrés empezó a decir algo pero sus palabras se ahogaron cuando Adrián retomó la mamada que le estaba haciendo. Tras pasarse un buen rato chupando de arriba a abajo su polla, pasó a los huevos, que los chupeteó sin descanso. Lo siguiente que hizo fue levantar las piernas de Andrés para poder visualizar su precioso culito. Ese culo que tanto le gustaba y que le volvía loco. Andrés tenía el mejor culo que había visto jamás, cada vez que le veía correr en el entrenamiento le daban ganas de follárselo allí mismo. Era un culo que iba pidiendo ser penetrado, respingón y firme, un culo muy buen puesto. Adrián pasó su lengua por el tramo que separa los huevos de la raja hasta que llegó justo hasta su ano. Sin demorarse un segundo, su lengua intentó abrirse camino en aquel orificio. Ambos disfrutaban enormemente aquellas comidas de culo previas a la penetración. Adrián separó su lengua y llevó hasta aquel ano sus dedos, para continuar con la dilatación. Debido a que ya se lo había follado varias veces, el culo de Andrés no oponía resistencia y era abierto con facilidad, por lo que no hizo falta pasar mucho tiempo con los dedos. Adrián sabía que no disponían de mucho tiempo ya que dentro poco alguien empezaría a echarlo en falta, así que subió más las piernas de Andrés y se colocó en la posición en la que su polla quedaba justo a la entrada del culo del chaval.

  • Tío, el condón – le detuvo Andrés al ver que Adrián tenía la intención de metérsela a pelo

  • Joder, siempre se me olvida, es tan poco erótico… - protestó Adrián - ¿No me dejas metértela sin él?

  • No tío, ya sabes que eso no

  • ¿Por qué? ¿No te fías de mí?

  • No me das motivos para ello. Los dos sabemos que no soy el único con el que follas, así que mientras sea así, te pones el condón.

Adrián sabía que no podía rebatirle ese argumento, así que resopló y sacó del bolsillo de su pantalón un condón que se colocó rápidamente en su polla completamente erecta. Una vez puesto, volvió a ponerse en la posición en la que estaba justo antes de l interrupción de Andrés, y se la ensartó de golpe provocándole un fuerte gemido. Adrián no perdió el tiempo en follarle primero lentamente como hacían cuando tenían todo el tiempo del mundo, sino que directamente comenzó a follarle a un ritmo rápido. Los 18 centímetros de Adrián entraban enteros en el culo hambriento de Andrés, que ya estaba más que acostumbrado a que esa polla estuviera en su interior. Los dos gemían suavemente ya que estaban sintiendo un gran placer. Disfrutaban más aún de la follada pudiéndose mirar a la cara, viendo como se reflejaba en sus respectivos rostros todo lo que estaban gozando con ese polvo. Adrián continuaba metiendo y sacando su polla entera, hasta que sus huevos chocaban con las nalgas de Andrés. Al mismo tiempo que le follaba, el entrenador agarró la polla de su jugador para masturbarle. Casi estaban a punto de correrse cuando de repente, Andrés paró en seco aquella follada apartando a Adrián y provocando que su polla saliera de su culo.

  • ¡Hay alguien mirándonos! – dijo muy alterado

Adrián se dio la vuelta rápidamente y aunque no había nadie, vio como la puerta estaba entreabierta y se acordaba perfectamente de que Andrés la había cerrado al entrar. Se subió los pantalones y se los abrochó para salir al pasillo y comprobar si la supuesta persona que les había pillado en pleno polvo seguía allí, pero no había nadie. Seguramente ya se habría perdido entre la multitud de gente que había en esos momentos en la casa. Adrián volvió a entrar en la habitación y él y Andrés se miraron fijamente. El pánico y la preocupación habían invadido sus rostros y ambos deseaban con todas su fuerzas que no fuera precisamente esa persona la que había visto como Adrián, entrenador del equipo de fútbol de un instituto, le estaba dando por el culo a uno de sus jugadores, que además, era menor de edad.

A pesar de que la mayoría de adolescentes acudían esa noche a las distintas fiestas, algunos se quedaban en casa, como por ejemplo, Eduardo. El joven, además, tenía la suerte de que estaba solo en casa ya que su hermano Iván había ido a la fiesta del Ginger y su padre tenía una cena de trabajo. Edu tenía claro cual iba a ser su plan para esa noche: hacerse una paja, dos, tres o las que su cuerpo aguantara. Siempre que se quedaba solo aprovechaba para cascársela, le encantaban esos momentos de intimidad. Se colocó en el salón con su portátil, y se deshizo de su ropa, ya que cuando estaba solo le gustaba hacerse las pajas completamente desnudo. Entró en el buscador y casi sin pensarlo tecleó lo que siempre ponía “porno gay”. Entró en su página favorita pero se dio cuenta que ya había visto casi todos los vídeos. Clicó en algunos pero no se excitaba lo suficiente porque eran cosas que ya tenía muy vistas. Él había estado pensando durante todo el día que esa noche iba a ser especial pero se estaba dando cuenta que no era nada innovadora. Quería hacer cosas nuevas, y vio en la página un anuncio sobre un chat gay. Nunca se había metido en uno de ellos, por lo que decidió entrar. Lo primero que le pidieron al aparecer la página fue un nick y tras pensar en varios finalmente eligió “jovengay”, un nombre simple con el que no revelaba su edad. Cuando por fin estuvo dentro del chat, se dedicó a leer los nicks de los demás usuarios conectados en ese momento, entre los que le impresionaron varios que eran muy directos, como “pajacam”, “sexoYA” o “MaduroxJoven”. Tras ver los nombres, sus ojos se fijaron en la parte en la que los distintos usuarios iban enviando sus mensajes. También eran todos bastante directos, ya que salvo alguno que solamente quería hablar, todos pedían una paja por cam. Edu se paró a pensar un momento si realmente quería hacer eso, ya que muchas veces les habían dado charlas sobre los peligros de mostrarse por Internet debido a la presencia de pederastas y trastornados. Pero al pensar en él completamente desnudo cascándosela delante de otro tío que estaba haciendo exactamente lo mismo, su polla despertó y se puso dura. Edu ya estaba muy cachondo, por lo que finalmente hizo caso a su pene en vez de a su cabeza. Pensó mucho el mensaje que enviar al canal, hasta que por fin escogió las palabras con las que presentarse a los demás:

“Jovencito cachondo busca tío con el que hacer su primera paja cam”

Unos segundos después de enviarlo, fueron cinco los mensajes que le llegaron preguntándole la edad. Edu decidió no decir que solamente tenía 14 años por si se rajaban, así que les dijo a todos que tenía 16. Un par de usuarios le dijeron que no estaban interesados en él por ser menor, pero los otros tres siguieron hablando con él, ya que también eran menores. Edu habló con los tres durante un rato, para escoger al mejor. Les preguntó como eran físicamente y si eran activos o pasivos así como demás cosas para saber de que rollo iban. Finalmente escogió a uno cuyo nick era “Joven15” y le agregó a Skype, por donde empezaron a hablar. Su nombre en Skype no era el mismo que el del chat, sino que se llamaba “Alv”.

Alv: hola nene

Edu: hola :)

Alv: que tal??

Edu: caxondo y tu?

Alv: pff igual tio ponemos la cam?

Edu: pero sin caras vale?

Alv: ok tío si yo tampoco quiero cara

Edu se puso el slip para no estar completamente desnudo cuando se vieran por primera vez y envió la videollamada, que el otro chico aceptó casi al instante. Cuando apareció la imagen del otro chico vio una tableta marcada muy apetecible. “Alv” también estaba solamente con un bóxer, y la erección que se le notaba bajo él era evidente.

Edu: uff estas bueno eh tío

Alv: y tu también mmm la sacamos ya??

Edu: venga vale

Y sin tardar un segundo más, los dos chicos se deshicieron de la innecesaria ropa interior dejando al aire sus duros rabos. Edu se sorprendió al ver que ese chico tenía un buen instrumento para tener tan solo 15 años. El rabo de Edu no era muy grande ni muy gordo, y además al lado del de “Alv” quedaba un poco deslucido. Al otro chico no le importó el tamaño de la polla de Edu, y los dos empezaron a masturbarse velozmente contemplándose el uno al otro, sin enseñar en ningún momento su cara.

Alv: tu eras pasivo no?

Edu: sisi

Alv: pues a ver ese culito jeje

Edu se dio la vuelta y le mostró a ese chico desconocido la parte de su cuerpo de la que estaba más orgulloso: su culo. Se puso a cuatro patas en el sofá y poniendo una mano en cada nalga se las separó para que su ano se abriera para deleitar a su observador, que cada vez se masturbaba más rápido.

Alv: uff como me gustaría follarte nene, metete los dedos

Edu vio lo que le puso el chico y sin dudar comenzó a juguetear con sus dedos en la entrada de su culo tras habérselos metido en la boca y humedecerlos con sus babas. Ya se había hecho dedos anteriormente por lo que no le resultó extraño explorar su ano con sus dedos. Primero se metió uno que entró como Pedro por su casa, por lo que no tardó mucho en meterse otro. Estuvo un rato metiéndoselos y sacándoselos imaginándose que era el pedazo de rabo de “Alv” el que le estaba follando. Volvió a meterse los dedos en la boca para conseguir que entraran tres, lo cual acabó consiguiendo. Su culito estaba cada vez más abierto y la visión de ese joven a cuatro patas estaba poniendo a mil a “Alv”, que ya estaba a punto de correrse.

Alv: uff estoy a punto tio, date la vuelta y nos corremos

Edu obedeció a pesar de que estaba disfrutando mucho penetrándose el culo con sus dedos. Se dio la vuelta y agarró su polla abarcándola con toda su mano para empezar a masturbarse a una velocidad frenética. Estaba tan cachondo que fue el primero en correrse, y su lefa salió disparada hacia su pecho, a pesar de que no era demasiada debido a que tan solo tenía 14 años.

Alv: mmm que buena corrida,a ver como te la comes nene

Edu no dudó ni un instante en coger el semen derramado en su barriga con los dedos y llevárselo a la boca. Eso fue demasiado para “Alv”, que se corrió soltando una gran cantidad de lefa. Justo cuando acabó de eyacular, el chico terminó la videollamada y antes de Edu pudiera escribirle algo, le apareció como desconectado. Edu supuso que le habría eliminado ya que no le interesaba tenerle guardado entre sus contactos. Había sido su primera paja cam, una experiencia totalmente nueva para él que le había encantado. El hecho de sentirse observado mientras se masturbaba le ponía incluso más que ver al otro chico cascándosela. De hecho, aún seguía cachondo, por lo que decidió volver al chat en busca de otro chico con el que repetir esta nueva forma para hacerse pajas cuando estaba solo en casa. Algo que practicaría mucho a partir de ese momento, sin duda alguna.

Lo que Edu no era capaz de imaginarse es que la persona que se encontraba tras el nick de “Alv” era nada más y nada menos que Varo, el amigo de su hermano Iván. Varo se encontraba solo en casa y hacerse una paja cam había sido la única manera que se le había ocurrido para distraerse durante un rato. Iván le había invitado a ir con él a la fiesta de Halloween que celebraba el Ginger, pero Varo había rechazo ya que sabía que Alberto estaría allí y no soportaba verles juntos. Desde que Alberto empezó a ser amigo de Iván, había notado como su mejor amigo le había desplazado y se había quedado relegado a un segundo lugar. Y si lo único que sintiera por Iván fuera amistad, podría soportarlo, pero Varo llevaba enamorado de él desde que eran pequeños. El amor hacia su amigo era un sentimiento con el que había aprendido a convivir, a pesar del sufrimiento que invadía su corazón.

Además de Varo y Eduardo, otro chico que se había quedado en casa era Miguel. Después de cenar junto a sus padres, su madre le pidió que bajara la basura. Resignado, Miguel obedeció a pesar de que no le apetecía nada salir a la calle. Salió del portal y tras dejar la bolsa en el cubo, oyó como se acercaba hasta él un chico corriendo. No pudo reconocerlo hasta que no estuvo justo al lado suyo: era Juan.

  • Eh, ¿tú estás en mi clase, no? – preguntó Juan cogiendo aire

  • Eh… sí… - respondió Miguel sin entender nada

  • Tío escóndeme en tu portal por favor, ¡rápido!

Miguel no dijo nada y rápidamente abrió la puerta del portal con su llave y se apartó para que Juan entrara en él. Cuando se dio la vuelta vio como un chico pasaba de largo corriendo, y dio por supuesto que era de quien estaba huyendo Juan. Miguel no salía de su asombro: tenía al chico del que estaba perdidamente enamorado escondido en su portal de un macarra que lo perseguía.

  • ¿Ya ha pasado de largo? – preguntó Juan, a lo que Miguel respondió asintiendo con la cabeza – Tío, ¿te importa que me quede aquí un rato?

  • Nono, para nada, no pasa nada – respondió Miguel. Era incapaz de decirle que no a Juan.

  • Uff, gracias por esconderme, y eso que nunca hemos hablado ni nada, como eres tan tímido…

  • Ya… Es que me cuesta relacionarme con la gente y tal… - dijo Miguel notando como se estaba empezando a sonrojar – Y… ¿Por qué estás escapando de ese?

  • Bua, problemas de droga, ya sabes…

  • ¡¿Te drogas?! – se sorprendió Miguel

  • A ver, drogar drogar tampoco… Unos porrillos de vez en cuando, como todos… - respondió Juan con familiaridad – Y este es el camello que me pasa la maría y se molestó porque le dije que no le iba a pagar la última que me pasó porque…

Juan siguió hablando explicando cual era su problema, pero Miguel ya no escuchó nada más, ya que se perdió en sus profundos ojos verdes. Todo aquello le parecía un sueño, no se imaginaba que Juan le estuviera hablando como a un amigo en su mismísimo portal. Siempre le había visto desde la distancia como una persona borde e inaccesible, que solo era posible hablar con él si eras de su círculo de amigos. Después de que Juan le contara todo lo que le había pasado, Miguel se quedó trabado sin saber bien que responderle, así que decidió preguntarle más cosas sobre él, a pesar del temor que tenían a que se molestara. Sin embargo, Juan aquel día parecía que estaba de buen humor, porque le contestaba a cualquier pregunta e incluso le hacía a Miguel otras preguntas para conocerle mejor. Pasó media hora sin que apenas se dieran cuenta de que llevaban tanto tiempo hablando. En esos momentos ya se trataban como si fueran conocidos de toda la vida, la química que había surgido entre ellos era bastante fuerte. Miguel se encontraba muy a gusto, toda la timidez que sentía al principio al estar con Juan había desaparecido. Seguían los dos en el portal, sentados y apoyados en la pared, mirándose mientras se contaban cosas de cualquier tipo. Llegados a un momento dado, se quedaron sin tema de conversación, y el silencio invadió el portal. De este modo, los dos chicos se quedaron mirando fijamente y Miguel escuchó una voz en su cabeza que le gritaba “¡bésale, bésale!”. El chico sintió un impulso en su corazón, y sin pensar en las consecuencias, se acercó hasta los labios de Juan para juntarlos con los suyos y besarle. Cuando Juan vio las intenciones de Miguel, se levantó rápidamente apartando a Miguel de un empujón.

  • ¡¿Pero qué cojones haces tío?! – gritó Juan visiblemente molesto

  • Eh… Yo… Yo… Lo sien…to… - balbuceó Miguel, sintiendo como le empezaba a temblar todo el cuerpo y los ojos se le ponían vidriosos.

  • Dios, ¡vaya maricón de mierda! Y pensar que he estado todo este rato hablando contigo… ¡Marica! – le dijo Juan mientras se dirigía a la puerta del portal

  • Juan perdón, por favor espera – intentó detenerle Miguel mientras le agarraba de la mano para pararle

  • No me toques, joder, no me toques – gritó Juan mientras se soltaba bruscamente de la mano de Miguel – Me das asco, tío, mucho asco

Juan miró a Miguel con un odio infinito mientras le decía esas duras y crueles palabras. Eso fue lo último que dijo antes de salir del portal dando un portazo. Miguel se quedó completamente petrificado incapaz de reaccionar después de todo lo que acababa de ocurrir. No paraba de temblar y se apoyó por la pared dejándose resbalar por ella hasta acabar tirado en el suelo. Sus ojos ya no eran capaces de contener sus lágrimas, que recorrían su rostro desencajado. Ahora mismo lo que sentía era miedo. Miedo porque Juan iba a contárselo a todo el mundo. Miedo porque se iba a extender el rumor de su homosexualidad. Miedo porque no todo el mundo era tolerante, y la mayoría de adolescentes pensaban del mismo modo que Juan. No sabía que le deparaba el futuro, pero era consciente de que estaba a punto de empezar una de las etapas más difíciles de su vida. Iba a ser machacado por ser diferente a los demás, por enamorarse de la persona equivocada. El miedo que sentía Miguel en ese momento superaba a todo lo que pudiera sentir cualquier persona con una película de terror.

La fiesta en el Ginger continuaba, y sus asistentes lo estaban pasando en grande. Especialmente, estaban disfrutando al máximo de esta fiesta los seis chicos. Bailaban, cantaban, saltaban, se asustaban con los sustos que tenía organizados la discoteca e incluso algunos de ellos habían ligado. Solamente tenían 14 años por lo que no pasaban de los morreos pero para ellos ya era algo increíble. Estaba siendo una noche inolvidable para todos ellos, su primera fiesta en una discoteca se les iba a quedar para siempre guardada en su memoria. Alberto, a pesar de que también lo estaba pasando bien, no lo estaba disfrutando a tope ya que andaba más pendiente de otra cosa: no paraba de buscar a Iván con la mirada. Lo que más deseaba en ese momento era ver aparecer a su mejor amigo entre le multitud de adolescentes y poder ir hasta él para darle un abrazo fraternal. Sin embargo, ya eran más de las diez de la noche e Iván seguía sin aparecer, no había habido rastro de él en toda la tarde.

De repente, Alberto vio a lo lejos como Mario, un chico de su clase con el que no solía hablar mucho porque se quedaba bastante al margen de sus compañeros, se dirigía al baño de chicos. Se sorprendió al verle allí, y por un acto reflejo decidió ir a saludarle y de paso preguntarle si había visto a Iván. Se fue abriendo paso entre la gente y finalmente consiguió llegar hasta el baño. Como era habitual, para el de tías había una cola inmensa mientras que la entrada hacia el de tíos estaba completamente despejada. Entró en él y con la mirada buscó a Mario, pero ninguno de los tíos que había allí era él. Estaba a punto de salir del baño, cuando de repente oyó la voz de Iván tras una de las puertas cerradas. Alberto sonrió y fue directamente a abrirla, pero lo que allí se encontró le dejó completamente desencajado. Su mejor amigo Iván se estaba morreando con Mario. Un conjunto de sentimientos invadieron su interior y la rabia empezaba a abrirse paso entre ellos. Lo único que acertó a hacer fue a cerrar la puerta del servicio dando un portazo. Tras salir del baño, se dirigió directamente a la salida y sin avisar a sus amigos salió de la discoteca. Cuando estuvo en la calle, ya no pudo contener más las lágrimas.

  • ¡Berto! ¡Espera! – le llamó Iván a lo lejos, que había salido de la discoteca en busca de su amigo. Tras él se encontraba Mario.

  • ¡Déjame en paz tío, no quiero saber nada de ti! – fue lo único que acertó a decir Alberto - ¿Eres gay?

  • No, tío, a mi me gustan las mujeres como a ti solo que Mario… Es mi debilidad… Es una larga historia, pero si quieres te lo puedo explicar…

  • NO. No quiero que me expliques nada, no quiero saber nada más de ti. Yo confiaba en ti, Iván…

Iván se sorprendió ya que era la primera vez desde que eran amigos que Alberto le llamaba por su nombre completo.

  • Joder, Berto, en serio…

  • No me llames Berto. Para ti soy Alberto a partir de ahora. No quiero que me vuelvas a hablar jamás, tú y yo ya no somos amigos.

  • Tío, no seas así…

  • Y quiero que no te vuelvas a ver con Mario – espetó Alberto. El chico notaba que era la rabia que sentía en su interior la que estaba hablando y no él – Como  me entere que os seguís viendo, te juro que se lo cuento a todo el mundo, no quedará nadie por saber que al macarra de Iván le van los rabos

  • Eres un hijo de puta, creí que nuestra amistad estaba por encima de todo – dijo Iván intentando contener las ganas de llorar que sentía en ese momento.

  • Yo también creí que éramos amigos, pero veo que me equivoqué…

  • ¿Si tan amigos erais por qué le haces esto Alberto? – dijo Mario de repente, que hasta ese momento se había mantenido al margen de la conversación

  • ¡TÚ CALLATE JODER!- gritó Alberto fuera de sí, controlando las ganas que tenía de pegar a Mario – Estáis avisados, no quiero que volváis a estar juntos, o sino… ya sabéis lo que haré

Alberto no dijo nada más. Antes de irse corriendo calle arriba miró por última vez a Iván, que le sostuvo la mirada. Los dos eran conscientes de que el lazo que les había mantenido unidos desde que habían empezado a ser amigos se había roto, y seguramente sería para siempre. Alberto se dio media vuelta y empezó a correr sin saber en qué dirección iba. No entendía que fuerza interna le había llevado a reaccionar así, pero no se arrepentía de la amenaza que les había hecho. La idea de Mario e Iván estando juntos le quemaba por dentro y le iba consumiendo poco a poco el corazón. Estaba enamorado de Iván, y a pesar lo unidos que habían estado, su amigo había preferido refugiarse en ese inquietante chico. Necesitaba olvidarse para siempre de Iván, y esto era lo mejor que podía haber hecho. Sabía que le dolería, pero no le quedaba otra opción que separarse para siempre de él.

Iván y Mario se quedaron petrificados contemplando como Alberto se alejaba. Mario se acercó por detrás a Iván, que ya no se reprimía en controlar las lágrimas.

  • Tranquilo… - le consoló Mario

  • ¿Por qué me ha hecho esto? Joder, me lo podía esperar de cualquiera, pero de él no joder, de él no…

  • No te preocupes Iván, encontraremos la manera de vernos sin que…

  • No, Mario. Esto se acabó. Yo no puedo arriesgarme a que Alberto vuelva a descubrirnos.

  • Pero hasta ahora lo hemos llevado en secreto y si a partir de ahora vamos con más cuidado no habrá problema…

  • No lo hagas más difícil, por favor. Tenemos que separarnos para siempre.

Mario estaba completamente paralizado. Una sensación de frío le invadió y lo único que su cerebro acertaba a hacer en esos momentos era repasar todos los buenos recuerdos que había pasado junto a Iván. De repente, Mario se llevo la mano al bolsillo de su pantalón y sacó de él un objeto que le era muy familiar a ambos. Una pequeña pelotita roja de goma.

  • Mario, por favor, ahora no… - dijo Iván al darse cuenta de lo que pretendía hacer.

  • Las reglas del juego son las que son… - dijo Mario esperando con todas sus fuerzas que su plan funcionase – Sigamos con lo nuestro. ¿Capaz o incapaz?

Fueron las palabras que pronunció Mario mientras le tendía a Iván la pelota con la mano derecha. Iván se quedó bloqueado durante un buen rato contemplando la escena. La cabeza le daba vueltas y los pensamientos pasaban por ella a una velocidad vertiginosa. Aquella pelota significaba tanto… Estuvo a punto de cogerla y aceptar el reto que Mario le acababa de poner, pero finalmente decidió terminar con esto para siempre.

  • Mario… Madura de una puta vez. Adiós.

Tras estas duras palabras, Iván se dio la vuelta para irse, y una vez que su rostro ya no estaba a la vista de Mario, se puso a llorar desconsoladamente como si de un niño pequeño se tratase. Mario apretó la pelota con tanta fuerza que hubiera sido capaz de destruirla con su propia mano. Finalmente la volvió a guardar en su bolsillo y sin darse cuenta, un nuevo Mario, más oscuro y tenebroso, estaba empezando a abrirse paso en su interior.

Sergio, Marcos, Llorián, Alex y Rodrigo continuaban disfrutando de la fiesta del Ginger ajenos a todo lo que había pasado en el exterior. Sergio, Alex y Rodrigo andaban por ahí, cada uno con una chica, mientras que Marcos y Llorián bailaban en el centro de la pista, hasta que de repente y sin avisar a nadie más, abandonaron el local. Cuando los otros tres chicos se dieron cuenta de que eran las once la noche, la hora a la que tenían que volver a casa, salieron del Ginger y esperaron en la calle a que Marcos y Llorián salieron a reunirse con ellos para ir a casa todos juntos. Estuvieron esperando durante 15 minutos y los dos chicos seguían sin aparecer, y ninguno de los dos contestaba a las llamadas. De repente, Rodrigo recibió un alarmante mensaje de Marcos:

“Chicos SOCORRO!! Estoy en la casa maldita”

Los tres chicos se miraron y empezaron a reírse. Sabían que todo iba a ser un truquito de Marcos y Llorián para asustarle y así devolverles la broma que les habían gastado esta mañana. Decidieron ir hasta allí ya que tenían curiosidad por saber que les tenían preparado. Cuando llegaron, no dudaron en abrir la puerta con total normalidad y adentrarse en la casa. Una vez dentro, empezaron a oír ruidos y golpes en el piso de arriba.

  • Uuuuuh, que miedo Marquis – se rió Alex

  • Venga, estamos cagados de miedo, ya podéis salir – gritó Sergio sin poder parar de reír, pero los gritos continuaban en el piso de arriba.

  • Anda, vamos a ver que hay arriba, que hasta que no subamos no se quedan a gusto – propuso Rodrigo.

Los tres chicos subieron las escaleras de la casa que conducían al piso superior. Una vez arriba fueron siguiendo la procedencia de los ruidos hasta que entraron en una habitación que estaba casi vacía, solamente tenía un armario en una esquina. Cuando estuvieron los tres dentro, la puerta se cerró de golpe. Justo después del portazo, los chicos oyeron la voz de Marcos gritar.

  • ¡Chicos, chicos! ¡Abridme joder! ¡¡Me va a matar!!

Los chicos seguían sin creerse nada de lo que estaba pasando, sabían que todo era un plan de Marcos y Llorián. Intentaron abrir la puerta pero estaba atrancada. Entonces, se dieron cuenta de que en la pared había un agujero desde el que podían ver lo que estaba pasando en el pasillo. Se asomaron y lo que vieron les dejo estupefactos: Marcos venía corriendo hacia la habitación, pero un hombre encapuchado le detuvo antes de que llegara y le empezó a intentar clavar un cuchillo que llevaba en su mano. Marcos trataba por todos los medios de librarse de las garras de aquel asesino, pero el hombre era más fuerte que él y acabó agarrándole por el cuello. Lo apretó contra la pared y sin más miramientos le clavó el cuchillo en la barriga acompañado de un último grito ahogado de Marcos. El joven empezó a sangrar a borbotones y el hombre lo agarró y se lo llevó escaleras abajo, fuera del campo de visión de los tres chicos que continuaban en la habitación. Los tres estaban muy asustados, ya no eran capaces de creer que todo esto fuera una broma. ¿Y si era verdad? ¿Y si Marcos estaba en peligro de verdad y ese hombre le ha matado? Los tres estaban temblando e intentando pedir ayuda desde sus teléfonos, pero no tenían cobertura. Tas hacer un gran esfuerzo, consiguieron desatrancar la puerta y abrirla. Salieron de aquella habitación corriendo a más no poder: no veían el momento de abandonar aquella casa. Una vez que estuvieron en el jardín, se detuvieron a pensar en lo que hacer, pero los tres estaban demasiado nerviosos como para ser razonables. De repente, miraron hacia la puerta de casa, y allí estaba Marcos, cubierto de sangre. Lo único que acertaron a hacer Rodrigo, Alex y Sergio fue lanzar tres gritos atronadores, prueba del terror que sentían en ese momento.

  • ¿QUIÉNES SON LOS PRINGADOS AHORA? – gritó Marcos con voz espeluznante

Los tres chicos comprendieron que todo esto nunca había dejado de ser una broma, y se sintieron estúpidos por haber pasado miedo.

  • ¿Eres gilipollas? – dijo Sergio muy enfadado

  • Parece que ahora todos somos unos gallinas, ¿eh? – dijo Marcos mientras se acercaba a ellos limpiándose la falsa sangre.

  • Joder, pensábamos que te había matado… - murmuró Rodrigo sin haberse recuperado aún del susto.

  • Ohhh, estaban preocupados por mí… Qué monos – continuó bromeando Marcos

Siguieron así hasta que de repente vieron como Llorián se acercaba hacia ellos corriendo. Pero no salía de la casa, donde se suponía que debería estar, sino que venía desde el bosque.

  • Marcos, tío, perdóname, pero es que me llamó mi madre y no pude venir a gastarles la broma a estos

Marcos se quedó completamente petrificado. Si no había sido Llorián quien le había ayudado a gastar la broma, ¿quién había sido? ¿Sería un asesino de verdad? ¿Le habían intentado matar realmente? Sergio, Alex y Rodrigo también estaban boquiabiertos, aunque no sabían muy bien si sus dos amigos seguían con la broma. Sin embargo, desde el interior de la casa se oyó un estruendo atronador acompañado de una risa diabólica. Los cinco chicos contemplaron aquella casa, y entonces no tuvieron ninguna duda: la maldición era cierta.

CONTINUARÁ