ETERNA JUVENTUD. Cap1. El principio del camino.
La historia arranca con el comienzo de varios chavales en primero de Bachillerato, sin saber que estan a punto de vivir el mejor curso de todas sus vidas...
ETERNA JUVENTUD. CAPITULO 1: EL PRINCIPIO DEL CAMINO
El despertador sonó y Miguel abrió los ojos. 17 de septiembre de 2012. Había llegado el día en el que comenzaba el instituto, concretamente, primero de Bachillerato. Además, este año Miguel debía ir a un nuevo instituto, porque en al que iba antes era privado y sus padres ya no podían hacer frente a las cuotas. Por tanto, se había matriculado por primera vez en un colegio público.
Miguel miró el reloj. 7:15 de la mañana. Odiaba volver a este horario madrugador, era una de las cosas que más odiaba de la vuelta a clase. Y para colmo, estaba de los nervios… Se estiró todo lo que pudo en la cama y se levantó para ir al baño. Se contempló en el espejo. Era un chico de estatura media, un poco bajo para su edad, pero con un buen cuerpo definido y musculado debido a que llevaba practicando natación desde los 6 años. Tenía el pelo castaño oscuro bastante corto, y unos ojos verdes que había heredado de su madre. La verdad es que era bastante guapo, pero nunca había tenido ninguna aventura amorosa, ni siquiera un beso con nadie.
Una de las principales razones era su homosexualidad. Miguel es gay, y eso es algo que sabe desde los 12 años. Sin embargo, nunca ha reunido el valor suficiente para hablar de ello con alguien, aunque sus padres ya se hacen una idea debido a que nunca le han visto con chicas...
Miguel se metió en la ducha. El agua caía sobre su cuerpo desnudo. Estaba bastante fría para poder despejarse completamente, pero eso no evitó que se empezara a poner cachondo recordando su sueño de esta noche… En él, follaba con el chico del que había estado enamorado desde que supo que le gustaban los hombres. Era el típico macarra que tenía a todas las tías detrás suyo. Nunca había cruzado una palabra con él, pero le observaba siempre que podía, y ahora que ya no va a ir nunca más con él al instituto siente mucha pena… Poco a poco, su polla fue poniéndose erecta gracias a que él se la estaba sobando. Bajó la cabeza y la contempló. 17 centímetros. Miguel estaba orgulloso de su polla, y aunque nunca había podido compararla con nadie, sabía que era una buena medida. Cuando por fin estuvo dura del todo apuntando hacia su ombligo, comenzó aquella paja mañanera imaginándose que era Juan, el chico que el gustaba, el que se la estaba haciendo. Estuvo masturbándose durante un buen rato con un ritmo rápido y fuerte hasta que por fin se corrió. Varios trallazos de lefa salieron disparados hacia su pecho acompañados de un leve gemido para que sus padres no le oyeran. Ahora se encontraba mucho más relajado y tras limpiarse bien todo el semen que había eyaculado, salió de la ducha.
Ahora el reloj marcaba las 8 menos cinco, había estado demasiado tiempo con la paja. Entraba a las 8 y cuarto y el trayecto hasta el instituto le llevaba unos 10 minutos por lo que se vistió rápidamente con una camiseta azul de manga corta y unos vaqueros cortos. Solamente le dio tiempo a coger un par de galletas y salió corriendo hacia el instituto. No podía permitirse llegar tarde en su primer día.
Cuando llegó a la entrada, todos los alumnos estaban allí muy alborotados hablando en grupos y a voces, contándose el verano y viendo en que clase les tocaban. Miguel se acercó a las listas, pero fue incapaz de encontrarse.
Sí, la verdad es que es un poco lioso- dijo un chico que estaba al lado suyo- A ver, dime qué curso vas a empezar.
1º de bachillerato- contestó Miguel tímidamente.
¿En qué modalidad?
Ciencias de la salud.
Ah, pues entonces vas conmigo a clase, estamos en 1ºA. Si quieres te puedo llevar hasta el aula, es difícil encontrar algo en este instituto el primer día. Por cierto, ¿cómo te llamas?
Miguel.
Bonito nombre. Yo soy Mario, encantado tío- le dijo mientras le tendía la mano.
Miguel le dio la mano y le sonrió. La verdad es que le estaba muy agradecido, porque lo habría pasado muy mal para ser capaz de encontrar el aula. Mario comenzó a andar indicándole que le siguiera. Miguel se fijó bien en él: era de su misma altura más o menos, pero era más delgado y menos fuerte que él. Sus ojos eran marrones y tenía el pelo moreno, corto y con rizos. No es que fuera un buenorro, pero era bastante mono.
Después de subir dos pisos, llegaron hasta la clase de 1ºA. Las mesas estaban puestas de dos en dos.
- Es genial esto de llegar antes que los demás, así puedo cogerme mi sitio favorito, en la última fila. Está de puta madre para pasar desapercibido y para los exámenes no te cuento- Mario soltó una carcajada pero Miguel solamente sonrió levemente- Si quieres puedes sentarte conmigo tío.
Miguel aceptó. Mario le había caído muy bien y estaba bien que nada más llegar tuviera ya tuviera alguien con quien poder estar, así que decidió sentarse al lado suyo, en la última fila.
Poco a poco fueron llegando los demás alumnos, hasta que la clase estuvo llena. Miguel hizo un repaso rápido a todos sus nuevos compañeros y más o menos eran los mismos chicos que chicas. Después, fue fichando uno a uno a los chicos y la verdad es que salvo alguna excepción eran todos bastante guapos, altos y atléticos. Demasiado, incluso, ya que a su lado él quedaba bastante mal.
De repente en la clase se hizo el silencio cuando dos chicos más entraron en ella. Los dos eran muy altos y con un buen cuerpo que se notaba trabajado en el gimnasio, con bastantes músculos. Uno tenía el pelo corto y castaño con coletilla mientras que el otro, lo tenía largo y negro, ya que era muy moreno de piel también. Se sentaron en las dos únicas mesas que quedaban libres sin decir nada a nadie, pero mirando bastante mal a los demás. También se llevaron ellos malas miradas de algunos chicos. Tras este paréntesis, el ambiente volvió a ser el mismo de antes.
Son los repetidores- le aclaró Mario a Miguel al ver su expresión desconcertada- El rubito se llama Iván y el más moreno Varo.
¿Y por qué hay tan mal rollo con ellos?
En realidad el mal rollo lo tienen con Alberto, el guapete de la tercera fila. Antes eran los mejores amigos que podía haber y ahora no se soportan. Nadie sabe que ha pasado entre ellos.
Miguel se fijó en el tal Alberto al que mencionó y se dio cuenta de que lo de “guapete” se le quedaba corto, ya que era el que más bueno estaba de todos. Era alto y con un cuerpo muy definido y trabajado, estaba bastante más desarrollado que los demás, y sus ojos azules destacaban en su cara de facciones perfectas. Miguel notó un cosquilleo en su estómago cuando le miró. Se notaba que era un poco como el líder de la clase, porque todos estaban alrededor de él mientras hablaba de cualquier cosa. En sus piernas se encontraba Sofía, una chica rizosa de ojos azules, que era su novia y a la que no paraba de besar.
Tras varios minutos, por fin entró en clase el tutor. Era un hombre de unos 40 años que se llamaba Francisco e iba a ser, además, su profesor de Física y Química durante todo este curso.
- Bueno chicos y chicas, lo primero daros a todos los que sois nuevos la bienvenida a este instituto, que me parece que este año solo tenemos uno – todas las miradas se fueron a posar en Miguel cuando dijo esto, que no pudo evitar ruborizarse- Aunque en realidad la bienvenida tengo que dárosla a todos porque habéis cambiado de nivel. Esto ya no es la ESO, estáis en Bachiller y éste es el principio de un camino de dos años que os acabará llevando a la universidad, y en definitiva, a vuestro futuro.
Siguió con un discurso en el que destacó la importancia de trabajar desde el primer día y más aún ellos, que estaban en Ciencias de la salud, y la mayoría de ellos querían entrar a carreras en las que tenía notas de corte. Al decir esto, Rodrigo, un chico de la primera fila rubito y con ojos verdes, que tenía un moreno de playa que le hacía estar irresistible, se estremeció. Era sabido por todos que quería desde pequeño estudiar Medicina, y estaba demasiado preocupado por las notas. Necesitaba sacar todo sobresalientes si quería optar a esa carrera.
Tras este discurso, Francisco les puso el horario en la pizarra y les aclaró a todos las dudas que tenían. También les informó de que esa misma tarde eran las pruebas para entrar al equipo de fútbol del instituto. Cuando estaba a punto de acabar la hora, Alberto levantó la mano y pidió decir algo.
Bueno chico, habrá que darle al curso la bienvenida que se merece, así que el sábado hay fiesta en mi chalet, estáis todos invitados. Tú también eh- dijo señalando a Miguel, que se sorprendió por ello.
Ay Albertito, ¿quién va a querer ir a tu fiesta de maricones?- dijo Iván
¡IVÁN!- gritó Francisco- Ya valió.
Déjale profe, no puede dejar de ser así de patético- dijo Alberto, sin importarle para nada el comentario de Iván.- Bueno, cuento con todos vosotros, lo pasaremos guay.
Justo después, sonó el timbre que marcaba el final de la primera hora. Todos se levantaron de sus asientos y comenzaron a hablar unos con otros. Eduardo, un chico bajito rubio y con la piel muy blanca se acercó a Iván.
Iván, ¿no puedes dejarle en paz ni el primer día?- le dijo con mucho confianza.
Ay hermanito, no me toques los huevos también en clase eh… - le contestó Iván sin ni siquiera mirarle. Ante esto, Eduardo desistió y se fue con el grupo de Alberto.
Joder tío, vaya clase de mierda en la que nos ha tocado, con el pesado de tu hermano y el asqueroso de Alberto y su chupipandi... – dijo Varo.
Ya chaval, yo no aguanto aquí todo el año…
¿Salimos a fumarnos unos petas?
Sí. Lo necesito.
Y los dos se levantaron y salieron de la clase ante la atenta mirada de Eduardo y Alberto, que les prestaban más atención a lo que ellos hacían que a la conversación que estaban teniendo con los demás. Estaban hablando, para variar, de los ligues veraniegos.
Pues yo ya llevo tres meses con Irene y estamos genial… - dijo Rodrigo.
Va tío, lo de tener novia en verano es de pringaos, lo que mola es ir de flor en flor- dijo Sergio, ante la carcajada de todos los demás. Sergio no era el más guapo del grupo ni mucho menos, pero desde siempre había sido el que más ligaba, tenía un don especial para ello. Eso sí, también le ayudaba que tenía un buen cuerpo.
¿Y vosotros qué, seguís enfermos de virginidad?- preguntó Alex, otro de los guapetes del grupo, a Marcos y Llorián.
Joder tío, eres imbécil- contestaron ellos
Eso es que sí- dijo Alex entre las risas de todos los demás.
Ellos dos eran los únicos que quedaban por perder la virginidad, y todos se metían con ellos por ello. Marcos desde siempre había estado bastante gordito, y aunque este verano había empezado a hacer deporte para adelgazar, seguía estando rellenito y no conseguía ligar con ninguna chica. Por su parte, Llorián, aunque tenía buen cuerpo, era bastante feo y de momento ninguna chica se había acercado a él para algo que no fuera amistad.
El día siguió avanzando y los diferentes profesores se fueron presentando y mostrándoles el programa de cada asignatura, hasta que por fin, a las 2 y media, tocó el timbre que indicaba el final de las clases. Todos salieron en avalancha.
Miguel recogió sus cosas y se despidió de Mario para irse a su casa.
- Eh, espera, creo que vamos en la misma dirección, podemos ir juntos- le dijo Mario, algo que Miguel agradeció bastante. Notaba que estaba naciendo una buena amistad.
Durante el trayecto, Mario le estuvo contando cotilleos varios sobre sus nuevos compañeros de clase, y Miguel le preguntó que por qué él no se hablaba con nadie.
- Yo no tengo amigos en esa clase, son todos unas ratas- dijo Mario con una expresión fría y llena de odio.
Cuando llegaron a la esquina en la que sus caminos se separaban, se quedaron un rato más hablando.
Ey tío, no pude evitar fijarme, vaya gemelos que te gastas- dijo Mario mirándole a Miguel las piernas.
Es de la natación.
Na estás bastante bien eh, ya me gustaría a mi estar la mitad de bueno que tú- dijo Mario entre risas. Miguel sonrió ruborizado, y más aún cuando Mario le empezó a tocar el cuerpo alabándole. Sin duda había cogido demasiada confianza en muy pocas horas. Finalmente, se despidieron y quedaron en ese mismo sitio para subir al día siguiente.
Esa misma tarde en el patio del instituto se reunieron todos los interesados en ingresar en el equipo de fútbol del instituto. Eran más o menos unos 25 candidatos, pero solo podían estar 15, por lo que iba a ser una dura selección.
El entrenador se presentó a todos, se llamaba Adrián, tenía 22 años y estaba estudiando INEF. Se notaba que le apasionaba el deporte por su cuerpo atlético y mazado. Era muy guapo y la primera impresión que dio a los chavales fue la de un chico majo y cercano con ellos. Uno a uno todos los aspirantes fueron haciendo los ejercicios que les fue poniendo y tras hora y media de pruebas, les comunicó que mañana publicaría la lista de jugadores definitiva, poniendo en ella quien iba a ser el capitán. En ese momento las miradas de todos se concentraron en Alberto e Iván. Ellos eran los dos que mejor nivel tenían y estaba claro que uno de ellos dos iba a ser el elegido, y la decisión sentaría como un jarro de agua fría al otro.
Tras el duro ejercicio físico realizado, todos los chicos fueron al vestuario, menos Iván y Varo, que preferían ducharse en casa con tal de no compartir vestuario con los demás, a quienes tanto odiaban. Todos se desnudaron unos delante de otros sin problemas, ya se tenían todos muy vistos. Había duchas individuales y compartidas. Los amigos de 1ºA (Alberto, Rodrigo, Sergio, Marcos, Llorián y Alex) se fueron a las comunes y nadie que no fuera de ese grupo entraba en ellas. Allí siguieron hablando de sus cosas y haciendo las típicas bromas de amigos heteros, metiéndose unos con otros en plan colegas.
Bua tíos hace mucho que no nos vemos una porno juntos eh… - dejó caer Llorián.
Es verdad, llevamos mucho sin una paja grupal-respondió Sergio.
Va tío, éramos unos niñatos, eso ya quedó atrás- dijo Alex.
Pues mi casa hoy está libre toda la tarde, si os apetece podemos recordar viejos tiempos… - propuso Marcos.
Venga va, de puta madre, que estos planes entre tíos molaban- dijo Alberto aprobando la idea.
Así que, tras vestirse todos después de la ducha, se dirigieron a casa de Marcos. Con 13 años cuando todavía eran unos críos fue la primera vez que hicieron una de estas pajas entre amigos y siguieron durante un tiempo pero a medida que iban creciendo y desarrollándose lo fueron dejando y hasta ahora no volvieron a hacer una. Nada más llegar ya sabían todos a donde ir, a su salón, que era muy espacioso y con dos sofás en los que cabían los seis perfectamente. Marcos cogió un USB en el guardaba todo su porno y lo conectó a la televisión.
El vídeo escogido por el anfitrión fue uno de lesbianas. Cuando la cosa se empezó a poner caliente entre ellas, los chicos empezaron también a calentarse y empezaron a quitarse las camisetas y a sobarse el paquete por encima del pantalón. El primero que se dispuso a bajarse el pantalón y el boxer fue Llorián, ansioso de mostrarles a sus colegas su enorme rabo. 20 centímetros de polla le ponían en cabeza como el que más grande la tenía, y le encantaba fardar de ello siempre que podía.
Joder tío, vaya rabazo que te gastas – le dijo Alex mirándoselo
¿Quieres probarlo eh? – le contestó Llorián masturbándose sugerentemente.
No seas maricón tío – respondió Alex ofendido
Tras decir eso, Alex fue el segundo que dejó al aire su polla. Era bastante larga (debían ser unos 17 centímetros), pero no tenía demasiado grosor, por lo que comparada con la de Llorián se quedaba en poca cosa. Alberto fue el siguiente en liberarse de su boxer y empezó una paja con un buen ritmo. Tras él, Sergio y Rodrigo se sumaron dejando libres sus buenos rabos. El último en quitarse el pantalón fue Marcos, y tras hacerlo, todos se sorprendieron al verle el rabo.
Marcos tío, a ti no te ha crecido nada desde que éramos enanos eh- dijo Alberto entre carcajadas.
Bua, normal que no mojes, eso a ninguna tía le pone- dijo Alex sumándose a las risas.
Oye que no soy el único virgen de aquí- respondió Marcos visiblemente avergonzado.
Yo tampoco follo pero por lo menos no la tengo como un cacahuete- le dijo Llorián sin apenas mirarle, concentrado en su paja.
Tras un par de bromas más, todos se olvidaron del pene de Marcos y continuaron viendo la película mientras se la cascaban. Tras un buen rato, ya se les veía sudados y fatigados debido al calentón y a la velocidad con la que se masturbaban. Más de uno estaba a punto de correrse.
Ey chavales, ¿qué os parece si hacemos el juego de la galleta?- propuso Rodrigo.
¿De qué va eso, tío?- le preguntó Sergio sin dejar de meneársela.
Nos ponemos alrededor de una galleta y nos vamos corriendo sobre ella. El último que acabe se tiene que comer la galleta con toda la lefa- explicó Rodrigo.
Vaya mariconada… - repuso Alex.
Pues a mi me mola- sentenció Alberto.- Marcos vete a por una galleta.
Marcos hizo lo que Alberto le ordenó y fue hasta la cocina. Trajo una galleta y la puso en la mesa. Los seis chicos se levantaron y se pusieron alrededor de ella con los rabos apunto hacia ella.
- Venga, preparados, listos… ¡ya! – dijo Alberto, como si de una carrera se tratase.
Y todos empezaron a pajearse lo más rápido y fuerte que podían, todos tenían miedo de ser el último en acabar y tener que tragarse el semen de todos sus amigos. Ni siquiera miraban ya para la película sino que se concentraban en ir lo más rápido posible. Tras unos minutos, empezó la ronda de corridas, y el primero en eyacular sobre la galleta fue Sergio, con un gemido impresionante. Tras él, Rodrigo y Alberto acabaron casi a la vez y su lefa se entremezcló. Alex quedó en cuarta posición y tras lanzar cinco trallazos de semen sobre la galleta, se tiró en el sofá agotado. Solamente quedaban Llorián y Marcos, que curiosamente eran los dos únicos vírgenes. Los demás chicos empezaron a corearles y a animarles, lo que aumentaba la presión que tenían ambos. Finalmente, fue Marcos quien consiguió correrse antes y por tanto librarse de pagar el castigo. Sin embargo, fue por muy poca diferencia ya que segundos después de él, empezó la corrida de Llorián, quien apenas gimió al darse cuenta de lo que le tocaba hacer a continuación.
Y el gran perdedor es… ¡LLORIÁN!- anunció Alberto como si fuese un presentador de televisión.
Vaya pringao chaval- dijeron los demás entre risas.
Llorián se dejó caer sobre el sofá y miró fijamente la galleta durante un buen rato
- Venga tío, que no tenemos todo el día- le apresuró Rodrigo.
Sin darle más vueltas, Llorián cogió la galleta cubierta completamente del semen de sus amigos y se la metió entera en la boca. El fuerte sabor de la lefa aún caliente le produjo una arcada pero consiguió aguantar el vomito y tras un buen rato teniendo en la boca esa combinación de sabores, se lo tragó todo entre las carcajadas de sus amigos.
¡Que aproveche!- se rió Sergio.
Ala, ya estás cenado por hoy- dijo Marcos intentando sumarse a las bromas.
Tu calla Marcos que con ese micropene no tienes derecho a reírte- le contestó Rodrigo entre las fuertes risas de todos los demás.
Tras un rato más tirados en el sofá riéndose y descansando de la intensa paja, los chicos empezaron a vestirse para irse de casa de Marcos. Éste los acompañó a la entrada y allí se despidieron.
Ya tenemos en el grupo a las dos estrellas del año: micropene y tragalefa- bromeó Alex señalando a sus dos amigos, a quienes las bromas no les hacían gracia.
Pero nos os preocupéis nenes, que ambos compartís lo de la virginidad- les dijo Rodrigo a modo de consolación jocosa.
Llorián y Marcos no intentaron defenderse de las bromas y se resignaron a aceptar que durante unas cuantas semanas iban a tener que aguantar este tipo de comentarios. Finalmente, se despidieron unos de otros y cada uno se fue por su camino, no sin antes prometerse repetir esta sesión de pajas.
Mientras tanto, ajeno a todo esto, Eduardo se encontraba en su casa. Se había ido directamente después del instituto puesto que no se presentaba a las pruebas del equipo, básicamente porque odiaba el fútbol a muerte. Estaba delante del ordenador mirando vídeos en Youtube, cuando su padre se despidió de él para irse a trabajar. Ahora estaba solo en casa, puesto que su madre no vivía con ellos (sus padres se divorciaron hace ya tres años) e Iván estaba en las pruebas. Por tanto, cerró la página de Youtube y entró en su web favorita: el chat gay de UniversoGay. Sí, Edu era gay. Lo sabía desde que era pequeño, desde siempre le habían atraído los hombres y sus aficiones y gustos no coincidían con los de un chico de su edad. Sin embargo, sabía ocultarlo muy bien puesto que no quería que nadie se enterase. Su padre era muy religioso y no lo entendería, mientras que su hermano era el típico que se metía con todos los gays con apelativos como “maricones”. Por ellos, de puertas para fuera trataba de parecer lo más hetero posible, pero en la intimidad, se podría decir que era un poco putilla.
Entró en la chat de su ciudad y puso el mensaje que ponía siempre que entraba en él: “Joven pasivo y muy vicioso de 18 años busca sexo para esta tarde”. Al instante, cuatro personas le abrieron conversación privada, y fue hablando con cada uno de ellos. Todos superaban los 30 años. Los cuatro eran activos y tenían ganas de follarse un culito joven. Tras ver las fotos de los cuatro, escogió a uno que se llamaba Manu y tenía 32 años. Era alto y robusto, con un buen cuerpo. No estaba delgado pero tampoco gordo, sino que era muy fuerte. Como ninguno de los dos tenía sitio, decidieron quedar en un descampado al que suele ir la gente que vive allí a follar.
Cuando Edu llegó allí, estaba desierto. Era raro que no hubiese ninguna pareja detrás de los arbustos dándose amor, ya que era muy habitual allí. Estuvo esperando durante un buen rato y Manu no aparecía. Estuvo a punto de irse cuando de repente vio un coche aparcarse delante suyo. El que se bajó era Manu, y cuando vio a Edu le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Le llevó hasta detrás de unos árboles que les tapaban por completo y cuando estuvieron frente a frente Manu le miró fijamente.
Tú no tienes 18 años ni de coña- le dijo mirándole de arriba a abajo.
Eh… sí sí… te juro que sí… tío… no te vayas que soy… mayor de edad eh… - le respondió Edu balbuceando. Estaba muy cachondo y no quería quedarse sin polvo.
No, sí a mi me la suda que seas menor. Me ponen los niñatos. Además tú tienes cara de ser bastante guarra- le dijo Manu con cara de vicioso.
Mmmm… tienes razón… sí que soy una perra… - le contestó Edu visiblemente más tranquilo, y se dispuso a besarle, pero Manu le paró.
¿A dónde vas chaval? Yo no me beso con cualquier- le frenó Manu.
Inmediatamente después de decir eso, Manu le agarró la cabeza y le puso de rodillas a la altura de su paquete. Edu sabía de sobra lo que le tocaba hacer ahora, no era la primera vez que se topaba con un machito que se aprovechaba de él. Empezó a sobarle el paquete abultado y tras un rato le bajó los pantalones. Se puso a lamer el boxer que llevaba que ya tenía algunas gotas de precum.
- Déjate de mariconadas y ponte a chupar de una puta vez- le ordenó Manu.
Edu hizo lo que le pidió y le quitó el boxer dejando libre su rabo. Aún estaba sin empalmar pero ya se veía que tenía una buena tranca. Sin pensarlo más, se la llevó a la boca y pudo sentir ese fuerte sabor a macho y sudor que tanto le gustaba. Comenzó a masturbarle mientras le lamía el prepucio y el capullo y el asunto empezó a ponerse duro por fin. Cuando ya estuvo empalmado del todo pudo ver que era más grande lo que había pensado, calculaba que serían unos 19 centímetros más o menos. Comenzó a hacerle una mamada como sólo él sabía. Tenía ya experiencia en lo de chupar pollas, era algo que le gusta y que, para que negarlo, se le daba muy bien. Todos quedaban encantados con sus mamadas. De hecho, la expresión dura de Manu comenzó a ablandecerse cuando Edu se la chupaba.
- Ostia tío, para ser un puto crío vaya como la chupas…- dijo Manu entre gemidos.
A Edu le encantaba que le alabaran en el ámbito sexual, por lo que los cumplidos le motivaron aún más y empezó a aplicarse a fondo. Manu se cansó de estar inmóvil y se dispuso a follarle la boca. Cogió impulso y se la metió hasta la garganta, lo que le provocó una arcada. Pero eso solo fue la primera vez, ya que tras varias embestidas Edu se acostumbró a tener esos 19 centímetros enteros en su boca. Manu aumentó el ritmo de la follada y estaba siendo bastante brusco, pero eso a Edu no hacía más que ponerle a mil. Los gemidos de Manu comenzaron a hacerse muy intensos y de repente, sin previo aviso, se empezó a correr en la boca de Edu clavándole la polla hasta el fondo para que todo su semen fuera directo a su garganta. Edu por un momento creyó que se ahogaba pero consiguió tragarse un total de seis trallazos.
Manu descansó un rato con la polla metida aún en la boca de Edu, hasta que por fin la sacó y se subió el boxer y el pantalón. Edu le miro extrañado.
¿No vas a follarte a este culito?- le dijo Edu con voz de guarra mientras se sobaba el culo de modo sugerente.
No. Por hoy he acabado. Pero me has gustado chaval. Es difícil encontrar zorras tan jóvenes y cachondas como tú. Seguiremos en contacto- le respondió.
Y tras decir eso, se fue hasta su coche, se montó y desapareció. Edu estaba muy cachondo porque él ni siquiera se la había tocado ni una sola vez, por lo que cuando se marchó, se bajó el pantalón y el slip y se hizo una paja. Le daba mucha rabia quedar para follar y tener que acabar masturbándose, pero había merecido la pena chupar esa polla. Con el sabor de la lefa aún en la boca, se corrió sobre el suelo dejando un charquito blanco.
Cuando llegó a casa su hermano ya había llegado del instituto y estaba tirado en el sofá junto a Varo fumándose un porro.
Joder Iván, sabes que no puedes fumar aquí, como se entere papá te mata… - le recriminó Edu.
Dios, vaya puto pesado que tengo por hermano- se quejó Iván sin dejar de fumar- A saber lo que has andado haciendo tú por ahí…
¿Yo? Nada, cosas de la juventud…
CONTINUARÁ