¿Estuvieron los fenicios en América?

Intentamos errojar un poco de luz sobre esta polémica cuestión.

¿Estuvieron los fenicios en América?

La pregunta que encabeza este texto es una de las más polémicas y atrevidas que se pueden hacer en la actualidad. ¿Realmente es así o es una más de las teorías descabelladas que sacuden el mundo de la arqueología y la antropología regularmente? Vamos a intentar arrojar un poco de luz.

Los fenicios (del griego phonix rojo o púrpura) era un pueblo originario del Mediterráneo oriental. Su capital estaba asentada en Tiro (actual Líbano), aunque alrededor del año 400 a.c. fue trasladada a Cartago (Túnez).

El pueblo fenicio tenía dos características que los diferenciaba de los demás pueblos de la época: eran grandes comerciantes y expertos navegantes.

Fueron grandes navegantes que hicieron del mar Mediterráneo su ‘piscina’ particular. Pero no sólo quedaban ahí. Se sabe que, bordeando la Península Ibérica, llegaron hasta las islas Casitérides (¿Irlanda?) y el norte de Europa, un viaje que ni siquiera la poderosa escuadra militar del ejército romano se atrevió a hacer. Ello fue posible gracias a los grandes avances técnicos aplicados a sus naves (calafateado, timones, remos, velamen…). A pesar de no conocer la brújula, poseían un sistema de orientación astronómica muy avanzado; de hecho la estrella polar de la osa menor, en la actualidad, se la conoce como ‘estrella fenicia’. También tenían grandes conocimientos en corrientes marinas y régimen de vientos.

Sus naves comerciales (gaulós) surcaban majestuosas las aguas entre los meses de marzo y octubre y allá por donde tocaban tierra fundaban sus colonias. El geógrafo e historiador griego Estrabón escribió: ‘en el año 1184 a.c., fecha del final de la guerra de Troya, ya habían fundado colonias más allá de las columnas de Hércules’.

En el año 1100 a.c. fundaron Utica, Lixus y Gades (Cádiz) y en el año 814 a.c. fundaron Cartago.

Su economía descansaba en el comercio, donde llegaron a ser consumados expertos. Progresivamente y, gracias al interés de las instituciones públicas, privadas, llegada constante de materias primas y especialización de diferentes industrias (tejidos, púrpura, vidrios, metales…) Fenicia se convirtió en una potencia económica. Algunos textos griegos y latinos tachaban a los fenicios de ‘piratas’ pero éste era un comentario muy interesado.

Básicamente el comercio fenicio se fundamentaba en la búsqueda de materias primas de un lugar para cambiarlas por baratijas o intercambiar manufacturas por productos de consumo. La colonización fenicia se extendió a lo largo de ocho siglos.

Una de las grandes mentiras de la historia de la antigüedad es de origen fenicio. ‘Más allá de las columnas de Hércules (Gibraltar) se extiende un mar que finaliza en una gran catarata que se traga todo lo que por allí pasa’.

¿Por qué hacer correr esta aterradora mentira? ¿Qué interés tenían estos osados navegantes en que nadie se hiciese a la mar más allá del Mediterráneo?

Pero, ¿porqué nos preguntamos si llegaron hasta América? Muchos reputados arqueólogos así lo afirman con total rotundidad. Lo que les lleva a esta hipótesis fenicia es una serie de elementos considerados como fenicios en varios lugares de Sudamérica.

Dick Edgar Ibarra Grasso ha identificado  dos naves fenicias en las estelas centrales del templo de Sechim, en el Valle de Casma, en la costa peruana.

Ibarra Grasso ha comparado los navíos de comercio del Mediterráneo oriental del siglo III a.J.C. con las naves pintadas en la alfarería mochica al norte del Perú. Estos barcos son prácticamente idénticos y se caracterizan principalmente por un puente continuo de proa a popa cargado de jarras llenas de vino, de aceite

Más extraordinarios  son los descubrimientos de Bernardo Silva Ramos. Este autor, presidente del Instituto Geográfico de Manaos, ha recorrido la selva amazónica durante más de veinte años buscando, fotografiando y copiando 2.800 inscripciones rupestres, reconociendo la mayor parte de ellas como fenicias y las otras como griegas.

El orientalista Lienhardt Delekat, ha demostrado, por lo menos, el carácter cananeo de la Piedra de Paraíba (actualmente la ciudad se llama Joao Pessoa y es capital del estado de Paría, al sur del Cabo San Roque, en Brasil).  La piedra, que al encontrarla en una plantación se partió en cuatro pedazos,  desapareció,  pero antes se hicieron copias de la inscripción. Fue encontrada el 11 de septiembre  de 1872 y quizás sea una prueba de que navegantes fenicios llegaron a Brasil dos mil años antes de su descubrimiento oficial.

El estudio más completo sobre el texto de Paraiba se debe a también a Delekat, de la Universidad de Bonn. El autor analiza cada una de las formas gramaticales de este texto, comparándolo con el arameo, el hebreo antiguo, el sidonio y otros dialectos cananeos, particularmente con respecto a las formas del imperfecto consecutivo. Delekat concluye que el texto está escrito en sidonio antiguo de fines del siglo VI a.J.C.

La traducción que da Lienhardt Delekat  es la que sigue: "Somos hijos de Canaán, de la ciudad de Sidón. El reino se dedica al comercio. Estamos varados en esta costa montañosa lejana y queremos sacrificar ante los dioses y las diosas. En el año 19 del reinado de Irma, hemos zarpado de Ezlon Geber por el Mar Rojo,  con diez barcos. Hemos navegado ya dos años y hemos circunnavegado esta tierra, tanto caliente como lejana de las manos de Baal y hemos llegado aquí doce hombres y tres mujeres, porque en otra costa diez de ellas han muerto, porque habían pecado. Que los dioses y las diosas nos sean favorables".

Son unas pruebas ciertamente orientativas, pero ¿Cuál es la realidad? ¿Realmente son tan contundentes esos hallazgos como parecen? Es una cuestión que, seguramente, seguirá generando polémica durante muchos años.