Estudiante de fisioterápia: 3. Punto de inflexión

La carrera de fisioterapia no era fácil, requería ser constante, trabajador, practicar mucho,... pero a la vez te daba grandes conocimientos anatómicos de como utilizar las manos y otras partes del cuerpo...

Punto de inflexión

Lucía estaba contrariada, estaba en casa de Pablo, cosa que quería por una parte pero por otra buscaba la manera de huir. No sabía que hacer, él en cierto modo la dominaba y sabía que desobedecerlo le conllevaría consecuencias.

Pablo empezaba a impacientarse, subió al dormitorio y la encontró sentada, igual que cuando la había dejado.

¿Aún estás así, te parece bien? No tengo todo el tiempo para ti y mi paciencia se está agotando.

Ella seguía con su mirada perdida sin mover un músculo. Pablo, harto de esperar, la cogió del pelo y la puso en pie para desvestirla. La furia se había apoderado de él y realizó algún cambio de planes para ella. Cuando la tuvo desnuda por completo le entraron unas ganas irrefrenables de comerle su rasurado coño lleno de jugos fruto del calentón que ella llevaba por Maca.

Ahora ponte lo que hay dentro del paquete y no me hagas esperar, vamos.

Lucía sacó el contenido del paquete y se dispuso a vestirse. Se colocó la diminuta tanga negra transparente, una minifalda extremadamente corta y una blusa que apenas le cubría los senos.

Te ves muy así pero te has dejado lo más importante.

Pablo cogió varios artilugios y se dirigió hacia ella.

Abre las piernas y no te muevas. Mmmmm qué rico, no vamos a tener problemas para que entre.

Cogió unas bolas chinas anales y las empapó en los líquidos que emanaban de su vagina. Paró y hizo lo mismo con el pequeño vibrador que utilizó en el coche, dejándolo dentro. Se sentó en la cama y la recostó sobre sus piernas. Empezó a lamerle su orificio anal y dilatándolo con sus dedos hasta el punto que introdujo las bolas chinas. Lucía se retorcía de dolor pero él no dejaba que se escapara. Por último la volteó y la irguió para lamerle los pezones.

Mira, no te quejes, ambos sabemos que lo estás disfrutando. Apenas te he rozado los pechos y tus pezones ya estaban por reventar, eres una auténtica zorra.

Acto seguido le colocó unas pinzas, unidas entre si por una cadena, en cada pezón. Ella soltó un pequeño grito.

Muy bien, así estás perfecta. Ahora yo bajaré y me vendrás a buscar como la perrita que eres. Nos lo pasaremos bien.

Cada movimiento que hacía le propinaba una serie de extrañas sensaciones. Eran dolorosas pero sentía algo diferente.

Cuando consiguió caminar bajó y empezó a buscar a Pablo. Dio una vuelta por toda la planta y finalmente lo divisó en la terraza hablando por móvil. Sin pensárselo dos veces cogió el abrigo que colgaba al lado de la puerta y se dispuso a salir por ella, no sabía como marcharía pero no dejaría de correr hasta llegar bien lejos.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhh……!!!!!!!!!!!!

El vibrador se había puesto en marcha y le descargó un orgasmo. Se quedó apoyada en el umbral de la puerta. Las descargas seguían.

¿A dónde te crees que vas? Parece que no te ha quedado claro que debes ser una perra obediente, tendré que ser más duro

La cogió por la cadena y la arrastró hasta su habitación. Lucía no cesaba de dar pequeños alaridos. Sus pezones estaban sufriendo y su coño estaba disfrutando. Llegaron al dormitorio y separándole sus extremidades la ató tumbada hacia arriba en la cama.

Él cogió su inseparable fusta y empezó a propinarle golpes en sus pechos, hipersensibles, acompañándolo de descargas vibratorias. Así estuvo un buen rato, oyendo como ella le rogaba que parase al inicio y al final, leves suspiros.

Muy bien, parece que empiezas a ser dócil. Así me gusta, que seas mi perra. ¡Dilo!

Soy tu perra.

No te oigo, más fuerte.

Soy tu perra.

¡Sigo sin oírte!

En ese momento le soltó un azote en sus pechos y puso en marcha el vibrador.

¡Aaaaahhhh! ¡Soy tu perra, soy tu … aaaahhh!

Así, muy bien. Veamos estos pezones rojos…. Mmmmm, están deliciosos

Le soltó las pinzas y cada roce, por leve que fuera, le hacía gemir. Estaba corriéndose del gusto.

Pablo se levantó dejándola disfrutar y empezó a desnudarse. El vibrador seguía en marcha y Lucía no dejaba de moverse y de gemir. Al momento notó que tenía la polla de Pablo en la boca y empezó a mamársela.

Empezó por jugar tímidamente con la punta de su lengua dando pequeños toques en la punta del pene. Despacio se fue introduciendo hasta poco antes de la mitad, Pablo tenía un buen miembro.

Él se fue situando sobre ella, listo para comerle el coño y realizar juntos un 69. su lengua iba dibujando y repasando todos los rincones de Lucía, abriendo lentamente sus labios vaginales para hacerla sufrir. Ella, cuanto más cerca estaba Pablo de su botón de placer, más rápido la succionaba. El empezó a lamerle su clítoris sin compasión a la vez que jugaba con las bolas chinas.

Ella se estaba muriendo de placer, estaba a punto e llegar al orgasmo cuando, inesperadamente, él la soltó y la obligó a permanecer en silencio bajo su cama.

No entendió nada, sólo sabía que estaba realmente cachonda y no dejaba de sentir que necesitaba ser follada.

Un coche había llegado y Pablo, tapándose con una toalla, bajó raudo a recibir al recién llegado. Pese a sus 39 años tenía un cuerpo muy bien cuidado, trabajo, marcando sus músculos y tostado por el sol.

– Cariño, qué pronto has llegado

Del coche había bajado una despampanante pelirroja de ojos verdes, labios para no dejar de besar y un cuerpo de diosa. Trabajaba como ejecutiva e iba vestida con un traje de 3 piezas compuesto por chaqueta y falda negra, mostrando sus largas piernas estilizadas, además, por unos finos tacones, y, adornando su escote, una fina blusa blanca semitransparente que calentaría hasta el último esquimal.

Llevaba los labios pintados de rojo pasión y sus ojos de tigresa destacaban por sus tupidas pestañas. El pelo lo llevaba recogido elegantemente y todo ello le daba un toque muy sensual.

Cariño, estás muy sexy, tus compañeros no sé como logran trabajar contigo en la oficina sin distraerse

Hola cielo, ¡qué bienvenida! Si lo llegó a saber salgo antes

Se saludaron con un beso suave en los labios que fue perdiendo su inocencia para convertirse en un beso apasionado. Poco a poco Natalia, su mujer, fue separándose y cesando el arrebato de pasión.

Pablo, dame un respiro. Estás muy caliente, cualquiera diría que te has quedado a mitad de un polvo

Si tu supieras… ¿Tanto te extraña que tenga ganas de disfrutar de tu cuerpo?

¡Qué cabrón que llegas a ser! Déjame dar una ducha al menos.

Natalia subió las escaleras y se dirigió al dormitorio. Se despojó de su ropa y entró al baño sin cerrar la puerta. Lo que no sabía es que no era su marido quien la estaba observando.

Lucía permanecía bajo la cama excitándose cada vez más por lo que veía. Nunca había prestado atención al cuerpo femenino pero aquel, sin ninguna duda, le gustaba. El agua acariciaba el cuerpo de Natalia pero pronto las caricias las realizó Pablo. Sorprendió a su mujer en la ducha, agarrándole con firmeza los pechos y restregándole su hombría por la retaguardia. El baño se esta sobrecalentando.

Mientras la alumna no perdía detalle, la esposa fue girándose y bajando por el cuerpo de su marido, lamiéndole los pezones, sus abdominales, su pubis, … hasta llegar al mástil. Lo empezó a lamer por el tronco, despacio, mirando lascivamente a Pablo. Siguió chupando los cojones mientras con la mano acariciaba el miembro que iba creciendo por momentos.

Pablo estaba gozando y pronto le llegó el orgasmo llenando de semen el pelo y el rostro de Natalia. Ésta se limpió bajo el agua mientras Pablo le succionaba los pezones.

Pablo, Pablo… joder, qué salido estás hoy

Él le cogió la mano y la sacó de la ducha para llevarla a la cama pero en ese momento ella observó la blusa y la falda.

Pablo ¿y esto qué es?

Su marido no se acordó de recoger el atuendo de Lucía y le plantó la excusa que primero le pasó por la cabeza.

Quería cumplir una fantasía y me has estropeado al sorpresa. Siempre he querido saber que se siente al tirarme a una alumna.

Natalia lo observó con cara de cachonda, lo empujó contra la cama y se encerró en el baño. Cogió la vestimenta y se dispuso a salir.

Profesor, no me suspenda, haré lo que usted me diga

Señorita Herrero, sacó muy malas notas, no se podrá hacer mucha cosa

La había llamado Herrero, el apellido de Lucía.

Señor profesor, de verdad, haré lo que sea

Acérquese señorita, siéntese en mis rodillas… Así, perfecto.

Ella se sentó en su regazo con las piernas abiertas y el culo al aire, pues la falda no tapaba nada. El empezó a acariciarle la entrepierna.

Profesor, aaaahhhh… no sé si está bien, cu manita…. Mmmmm

Señorita Herrero ¿quiere que la apruebe?

¡Sííííí! Dígame, qué tengo que hacer

Repetirá el examen pero lo hará oral, con esa boquita de puta seguro que sacará buena nota

Profesor, lo que dice me excita mucho

La esposa se movía al ritmo que le marcaba Pablo con su dedo y lentamente volvió a descender hasta la polla. Dejó cerca de Lucía su hermoso coño, depilado, destilando aromas. Quería acariciarlo como estaba haciendo con el suyo pero Pablo, observándola por el espejo, levantó a su mujer y la tumbó en la cama, dejando su coño en el margen del colchón y colocándose él de rodillas en el suelo.

Ahora vas a saber lo que es bueno, señorita Herrero.

Acto seguido empezó a lamer todo el pubis, lentamente, disfrutando de cada rincón. Lucía ahora tenía a su alcance el hermoso pene y sin dudarlo dos veces se lanzó sobre él introduciéndoselo en la boca. Pablo se sorprendió y empezó a chuparle el coño a Natalia más rápido. Los gemidos inundaban la habitación.

Tras unos minutos en esa situación Lucía sintió como la vara de su profesor se escapaba de sus labios para, acto seguido, introducirse en la vagina de su mujer. Pablo empezó a follarla de una manera salvaje, como si fuera lo último que hiciera en esta vida.

Pablo, sí, cariño… ¡Cómo me follas, aaahhhh, sigue, sigue, así…!

Vas a saber lo que es bueno, putita

Escuchar esas obscenidades calentaba más a Natalia y pronto tomó las riendas. Se colocó encima de Pablo y empezó a cabalgarlo, su pelvis iba en todas direcciones. Él empezó a apretar sus tetas que colgaban ante sus ojos.

Pablo divisó sobre la mesita de noche el control del vibrador y recordó que este seguía dentro de su alumna.

Con un movimiento raudo y veloz se hizo con él y dispuso a su esposa en la posición del perrito. Él se percató que Lucía podía observar todo lo que ocurría a través del espejo y en el momento que le clavó su pene a Natalia activó el vibrador. A la chica se le escapó un gemido pero la mujer de Pablo estaba tan febril que ni se percató de ello. Como pudo Lucía se tapó la boca mientras recibís las descargas de su profesor.

Pablo comenzó a introducirle un dedo en el culo a Natalia para dilatarlo, empezó a ensalivarlo y lamerlo mientras con la otra mano le masajeaba el clítoris. Ella estaba saliendo de su trance y cuando notó la punta de la verga se negó rotundamente. Insistió y lo máximo que consiguió fue más negativos de su mujer finalizando en un misero "Déjame en paz", volteándose y dándole la espalda para dormir.

Pablo atónito no lo podía creer. Después de gozar aquella noche aquel rechazo le sentó como un jarro de agua fría. Se dispuso a dormir olvidándose de todo, incluso de Lucía.

La noche fue transcurriendo y Lucía, cerciorándose de que ambos dormían, abandonó su escondite. Empezó a buscar la ropa pero finalmente decidió marcharse tan solo con el vestido camisero y unos zapatos de Natalia.

Cuando estaba dispuesta a salir se percató de que Pablo estaba con el cuerpo descubierto y su polla estaba a la vista. Sin ser consciente se arrodilló y comenzó a acariciársela. Sabía que podía ser descubierta por la mujer que dormía allí pero le dio igual. Empezó a introducírselo en la boca, lo estaba gozando. Localizó el control y activó el artilugio que tanto disfrute le dio la noche anterior. No paraba de succionar el pene, él empezó a emitir unos leves sonidos pero aún dormid y al momento Lucía estaba tragándose toda su leche.

Cuando finalizó recogió sus pocas pertenencias, tomó prestadas las llaves del coche de Pablo y se marchó. Montó en el automóvil y se dirigió hacia su piso. Por precaución aparcó unas calles distantes y se dirigió a su hogar, mostrando su cuerpo a través del poco vestuario a los primeros trabajadores del día.

Se sentía feliz, algo dentro de ella había cambiado. Se sentía diferente, se había empezado a liberar y lo había disfrutado. Pablo tenía razón, era una puta e iba a empezar a actuar como tal. La nueva Lucía había llegado.

Pablo despertó solo en la cama. Al lado tenía una nota de Natalia pidiéndole disculpas pero lo que llamó la atención fueron los restos de semen en su pene.

Encendió el móvil y tenia un mensaje:

Te devolveré el coche, no te preocupes si no lo ves. Estará donde debe estar esta tarde en el parking. P.D.: gracias por el desayuno, tu leche estaba riquísima. Tu zorra.

Continuará

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